viernes, 21 de junio de 2013

BICENTENARIO MAS UNO..... ¿Más de lo mismo?

En esta entrega, un artículo de la revista “NATIVA”, ya conocida por todos (Qué, ¿usted no la conoce?) y algunas poesías conmemorando el bicentenario más uno de nuestra Patria. Avisamos a los lectores que cualquier parecido entre la Patria y la política actual y los políticos, es imposible. No son sinónimos.


EL DÍA DE LA PATRIA  /  Por Julio Díaz Usandivaras

El 25 de mayo es, por excelencia, el día de la patria, porque no hay otro de mayor significación en la historia nacional. Equivale a decir que es el día de todos los argentinos y el día, también, de muchos sudamericanos a cuyos países libertó el general San Martín. Pero este 25 de mayo cobra, a la vez, otra significación  para las naciones de casi el mundo entero: la económica, de donde resulta que tiene carácter universal. Sí, ´porque en el transcurso breve cuando se trata del tiempo- de 137 años, la república Argentina se ha vinculado al comercio mundial, cuyo cambio de productos le ha proporcionado la grandeza material de que hoy día puede hacer gala. Bien; un país que trasciende así, vertiginosamente, debe ser necesariamente grande, como ya lo sabemos que lo es el nuestro. Seguirlo engrandeciendo, por parte de los argentinos, debe ser la consigna. Esto no se logra solamente con el esfuerzo físico. Se realiza también con el sentimiento patriótico. El patriotismo de cada cual, representa el mejor aporte a estos efectos. Pero hay que saber interpretar cabalmente ese sentimiento. Muchos no lo entienden y otros no lo quieren entender. Los verdaderos patriotas son modelos de argentinos. Estos son los que se inspiran en el porvenir de la patria en todas sus obras y acciones. Se diferencian de los patrioteros, que abundan y que no nos hacen falta, en que piensan y obran calladamente, mientras aquellos alardean de patriotas con actitudes y vociferaciones torpes y falsas. Los jefes de la revolución de mayo, no hablaron mucho; fueron a la obra de emancipación, directamente. El patriotero es hasta peligroso, porque en cualquier instante puede hacernos quedar mal en las relaciones exteriores, vínculo principalísimo del cual viven las naciones y se engrandecen.
Este 25 de mayo nos encuentra en paz y en armonía con el mundo entero. Es una felicidad. Hay que procurar conservarla, que no otra es la tradición argentina. Y nos encuentra también en plena realización de la obra americanista de confraternidad entre los pueblos de América. Esto es algo muy importante que hace ya mucho tiempo debería haberse realizado. La escuela es una gran base para ello. El hogar también lo es. Hay que enseñarle a los niños, que los grandes ya lo saben. Hay que conservar a toda costa la paz, única garantía de felicidad entre las naciones. No hay desgracia más grande que la de ver destruido un país por efectos de la guerra, con la cual hoy en día nadie gana; ni siquiera aquellos que salen vencedores. Antiguamente podía decirse que la guerra era un negocio, porque el vencido entregaba territorio y pagaba indemnizaciones. Ahora el vencido queda inutilizado para cumplir con deudas de guerra, al carecer de medios. Y el vencedor pierde igual que si hubiera sido vencido porque no se cobra la tremenda destrucción de sus pueblos ni las cuantiosas sumas de dinero invertidas en la contienda. Las poderosas armas de guerra actuales, se diría que han terminado con las guerras. Es mejor creerlo así. La guerra, en síntesis, no conviene a nadie, aparte de ser un crimen inaudito de la civilización. Preguntad a cualquier distinguido militar de conciencia, patriota de verdad, qué es la guerra y para qué sirve, y su respuesta será terminante y negativa. Y para que no haya guerras en el mundo es indispensable ir consumando esta gran obra de acercamiento espiritual de las naciones del continente. Que otros hagan lo mismo en otros puntos de la tierra. América, en este particular, está dando un ejemplo al mundo. Hay que intensificar esta obra, que será salvadora de la humanidad en este resto del mundo. La libertad, la independencia, la grandeza económica, sólo se conservarán con el trabajo y la paz.
Y ahora que nos hemos entregado a obra tan patriótica y hermosa como lo es ésta de acercamiento y estrechamiento del vínculo de amistad de los pueblos americanos, pensemos un poco internamente en los sucesos de nuestro país, en su vida política, en sus consecuencias. Pues resulta que, mientras estamos haciendo obra de pacifismo y de amistad americanas, nos estamos peleando entre nosotros; así ocurre en muchos pueblos a menudo, de América como si fuera un desmentido a esa otra obra humana y grande. La política, cuando no se interpreta con el debido patriotismo, es la causa de la discordia interna, que divide al pueblo en vez de unirlo en el pensamiento y la acción. Los partidos políticos todos, creen, cada cual, ser mejor que el otro. Cada uno discute su plataforma electoral y pretende imponerla como la mejor. Y es que no siempre ha existido el verdadero concepto del patriotismo-, político y política, deberían ser sinónimos de patriotismo. No debería concebirse un gobierno que gobernase sin patriotismo, y si sólo atendiendo a sus conveniencias políticas. No son los hombres los que deben interesar, sino la nación. Cualquiera que posea méritos y capacidad tiene derecho a gobernar el país como lo anticipa la carta constitucional. Pero debe estar dotado de ese noble sentimiento; el más amplio de todos los sentimientos, porque quiere decir fraternidad, verdad, paz y trabajo, independencia y libertad. Cuando está de por medio la imagen de la patria, todo interés particular debe deponerse. Lo que los partidos políticos necesitan es saber gobernar para el país y no para unos cuantos que componen un partido. Buscar el bienestar de todos es ir derecho a la grandeza de la patria y es saber gobernar. Pero hay ideales muy grandes que no se pueden cumplir cuando están primero los intereses bastardos. He ahí los defectos de nuestra política desde remotos tiempos, que podríamos depurar y organizar con la base del bien de todos y para todos y antes que nadie para la patria.


Artículo aparecido en la revista “Nativa” N° 281 del 31 de mayo de 1947

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