viernes, 21 de junio de 2013

Con la misma moneda (Enviado por Clara P. Pastoriza)

En una aldea cercana a La Rioja vivía un campesino llamado Serapio. Cierto día fue a la iglesia del pueblo para que el padre Miguel le cantara una misa en memoria de sus finados, entregándole en pago una moneda falsa.
Como se le hacían falta algunas cosas, el padre Miguel mandó al sacristán al almacén de la esquina a comprarlas, dándole para pagarlas la moneda que le entregara el bueno de Serapio. Pero el almacenero, al ver que la moneda era falsa, no la quiso recibir, y el muchacho se volvió con ella.
Pasó algún tiempo y un buen día volvió Serapio al pueblo para confesarse y recibir la comunión; el padre Miguel, ni bien lo vio, puso la moneda falsa en el copón, y cuando le tocó el turno a Serapio, en lugar de la santa hostia le introdujo la moneda falsa en la boca. Este hizo esfuerzos para tragarla, pero como no lo consiguiera se acercó al padre y le dijo en voz baja:
-Padre; no pasa.
-¡En el almacén tampoco, hijo mío!

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