miércoles, 19 de junio de 2013

EL GRAN TESTIGO -Por Ernesto Sábato (de “Heterodoxia”, 1951)


La inmensa mayoría escribe por motivos subalternos: porque buscan fama y dinero, por distracción, porque meramente tienen facilidad, porque no resisten la vanidad de ver su nombre en letras de molde; en el mejor de los casos por evasión o por juego.
Quedan entonces los pocos que cuentan: aquellos que sienten la necesidad oscura pero obsesiva de testimoniar su drama, su desdicha, su soledad. Son los testigos, es decir los mártires de una época. Son hombres que no escriben con facilidad sino con desgarramiento. Son individuos a contramano, terroristas o fuera de la ley.
Esos hombres sueñan un poco el sueño colectivo. Pero a diferencia de las pesadillas nocturnas, sus obras vuelven a esas tenebrosas regiones en que se sumieron y (siniestramente) se alimentaron, son la ex-presión  o presión hacia el mundo de esas visiones infernales; momento por el cual se convierte en una tentativa de liberación del propio creador y de todos aquellos que, como hipnotizados, siguen sus impulsos y sus órdenes secretas. Motivo por el cual la obra de arte tiene no sólo un valor testimonial sino un poder catártico,  y precisamente por expresar las ansiedades más entrañables de él y de los hombres que lo rodean.
Nada más equivocado, pues, que pedirle a la literatura el testimonio de lo social o lo político. Escribir en grande, simplemente es, sin más atributos. Pues si es profundo, el artista inevitablemente está ofreciendo el testimonio de él, del mundo en que vive y de la condición humana del hombre de su tiempo y circunstancia. Y dado que el hombre es un animal político, económico, social y metafísico, en la medida en que su documento sea profundo también será (directa o indirectamente, tácita o explícitamente) un documento
de las condiciones de la existencia concreta de su
Tiempo y lugar. Faulkner no es un escritor “social”, pero da una visión vertiginosamente más valedera de la sociedad en que le tocó vivir que Upton Sinclair o Howard Fast u otros que a fuerza de ser mediocres desconocemos en absoluto. Cuidado, pues, con pedirle a un escritor algo más que eso (qué ridículo resulta: ¡pedirle algo más que profundidad!). Hay otros recursos para las actividades de “denuncia”: el affiche, el folleto de propaganda, la tribuna callejera y hasta la gran obra de crítica sociológica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario