jueves, 27 de junio de 2013

El humor en la poesía - Selección de varios autores

Muchas son, y sin embargo, poco conocidas, las poesías que tratan temas humorísticos o jocosos sin perder el encanto propio de esta tan particular rama de la literatura. Generalmente comparten algunos códigos con la sátira poética, pero aún así, son mucho más humanas y coloridas que aquellas, y no menos profundas en cuanto al conocimiento del lado cómico del hombre, quizás la única criatura capaz no sólo de pensarse a sí mismo, sino de reírse de sí mismo.
Para aquellos que creen que la poesía sólo es un arte “serio” y que sólo vale la pena leer cosas serias para no perder “profundidad”, les recomendamos leer algunas obras de ilustres poetas, desde Villón a Girondo, pasando por Cervantes, Vital Aza, Samaniego, Lope de Vega, Marechal, etc., escritores que han cultivado verdaderas obras de arte en este tan delicado y hasta a veces, desconocido género.



Diálogo entre Babieca y Rocinante
Miguel de Cervantes Saavedra


B. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
R. Porque nunca se come y se trabaja.
B. Pues, ¿Qué es de la cebada y de la paja?
R. No me deja mi amo ni un bocado.
B. Anda, señor, que estáis muy mal criado,
    pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja.
    ¿Queréoslo ver? Miradlo enamorado.
B. ¿En necedad amar R. No es gran prudencia.
B. Metafísico estáis. R. Es que no como
B. Quejaos del escudero R. No es bastante.
    ¿Cómo me he de quejar de mi dolencia,
    si el amo y escudero o mayordomo
    son tan rocines como Rocinante?




Va de cuento
Luis Taboada

Con propósitos severos,
y en bien de la religión, 
hallábanse en una reunión
diferentes “caballeros”

Uno era subintendente;
otro, dueño de una tienda;
otro, ministro de hacienda
y así sucesivamente…

“Hay que contener la cosa 
con toda severidad,
porque cunde la impiedad
de una manera espantosa”

esto dijo el más anciano,
que era sastre; “¡Viva el clero!”
“¡Viva!”  repitió un casero;
“¡Viva!”  gritó el escribano.

Y, mientras la gente “pía”
se emociona y se arrebata…
¡falta el tintero de plata
que estaba en la escribanía!

“¡Señores! gritó, altanero
uno de los más fogosos-
todos sois muy religiosos…
¡pero aquí falta el tintero!

Y, como a nadie convenga
saber quién el caco fue,
yo la luz apagaré
y sáquelo quien lo tenga”.

Sopló: Por la sacristía
tendiese el negro capuz.
y…cuando encendió la luz…
¡¡ faltaba la escribanía!!



El agua (Poema veraniego a la manera de Leopoldo Lugones)
Leopoldo Marechal

El agua es elemento del gazpacho
y afrenta sin igual para el borracho,
el cual, diciéndolo de otro modo,
también se llama beodo.
Canta en los canalones
cuando forja el bienestar del paragüero;
es teniente coronel del puchero
y tiene sus razones
para lavar los pies de Leopoldo Lugones,
pies anhelantes de sosiego
tras escribir un Poema Solariego.
En el mar es un vasto complot
que hace naufragar el parquebot,
y es un pretexto un  tanto frío
para que exista el río.
El gañán ávido la chupa,
y sin ella no flota la chalupa,
aunque, tratándose de agua,
en lugar de chalupa mejor queda piragua. 



Oda al mar
Vital Aza

Pues señor; es preciso, indispensable,
escribir algo serio, algo notable.
Esos versos festivos y ligeros,
sin importancia, insustanciales, hueros
son baldón de la dulce poesía.
¡Habrá que “comprimirse” caballeros!
¡Nada de ligerezas! ¡Tontería!
Aquí se necesita  está probado- 
en vez de ser ligero, ser pesado.
Lo he decidido ya, nada me inquieta.
Mi inspiración a chorros se desata…
¡Hoy me siento poeta!
No sé si acaso meteré la pata;
posible es que la meta;
pero, en fin, por probarlo no quede.
Ya veremos después lo que sucede.
Mas aquí para brillar y darse tono,
es preciso entonarse, y yo me entono:
“¡Oh, mar! ¡Soberbio mar! Sobre la espuma
de tus rugientes olas, que el embate
sufren innobles de la densa bruma…”
Ya se me fue la pluma 
y acabo de decir un disparate.
Esto no vale nada.
Volvamos a empezar. Es lo prudente.
¡Ven en mi ayuda, inspiración sagrada!...
Ya la siento venir... Ya arde en mi frente
Lo que es ahora sé que ya no dudo:
¡Oh, mar! ¡Soberbio mar! ¡Oh, mar hirviente!
¡Oh, proceloso mar! ¡Yo te saludo!”
Así, perfectamente
me ha salido muy bien, ¡pues ya lo creo!
Ya sé que al mar le tiene sin cuidado
que lo salude o no, pero deseo
que vea el mar que estoy bien educado.
No quita lo cortés a lo inspirado.
"¡Yo te saludo, oh, mar! ¡Y no te temo!...”
“No te te” ..no está bien, en poesía
cometer tan atroz cacofonía.
Conocer los defectos ya es bastante.
Borremos el verso y adelante:
"No con temor, con amoroso anhelo
veo ¡oh, mar! que se elevan orgullosas,
hasta tocar en el azul del cielo
tus ingentes montañas espumosas”
El adjetivo “ingentes”,
por no estar al alcance de las gentes,
es aquí de un efecto extraordinario.
Las palabras vulgares y corrientes
no son para estas odas, convenientes.
¡Para algo ha de servir el diccionario!
"¡Humilla tu altivez, - ¡Oh, mar!  que inmolas
con loco orgullo tu pasión vencida;
que, al morir en la playa, son tus olas
imagen verdadera de la vida!”
Me gusta este cuarteto. Es muy bonito.
¿Qué hay dos ripios decís? ¡Pues no los quito!
Bien disculpa dos ripios, - ¡poca cosa!-
el decir una idea tan hermosa.
Yo  -a la verdad-  con nadie apostaría
a que la idea sea mía;
mas sea de quien sea ,
la originalidad en poesía,
está en el modo de expresar la idea.
Sobre estas dudas, pues, hagamos punto
y vayamos al fondo del asunto:
"Guardas ¡oh, mar! en tu profundo seno
- como guarda el avaro su tesoro-,
revuelto en el cieno
perlas, corales y lingotes de oro”
¡Qué atrocidad! No sé lo que me digo
“¡Oro en lingotes en el mar profundo!”
Puede ser que lo encuentre junto a Vigo
del cargamento aquel del Nuevo mundo!
¡En otra parte, no!¡La dulce lira
me ha obligado a decir una mentira!
(Mentira disculpable en un poeta,
pues mienten todos más que La Gaceta).
"Guardas, ¡oh, mar! en tu profundo seno..."
¡Cualquiera sabe lo que habrá en su fondo!
Pero yo he de insistir en mi manía...
"Guardas, ¡oh, mar! en tu profundo.."¡Bueno!
Que guarde lo que quiera, No respondo
de no decir alguna tontería.
"De tu insondable abismo, en lo más hondo;
de tus frías entrañas en el centro,
guardas, ¡oh, mar!...” Quisiera decir algo
y ¡nada!, no lo encuentro.
Me he metido en el fondo y ya no salgo.
Media hora hace ya que me chapuzo.
Ya no soy un poeta, ¡soy un buzo!
¡Vaya el mar al demonio! Estoy cansado.
No sirvo para el caso, ya lo veo.
Con tanto “¡Oh, mar!, ¡Oh, mar!” como he soltado,
estoy completamente “mareado”
Cuelgo la lira y vóyme de paseo
a ver si se me quita este “mareo”.


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