lunes, 29 de julio de 2013

Bases del concurso”Contate un cuento VI” Organiza: Escuela Secundaria Nº 3 “Carmelo Sánchez” de Balcarce

1. Podrán participar gratuitamente los jóvenes de 12 a 18 años y adultos de acuerdo a sus categorías, con la presentación de un cuento inédito de tema libre cuya extensión no supere las cuatro páginas.

2.  Categorías:
   A-     Jóvenes  de 12  y 13 años
   B-     Jóvenes  de 14 y 15 años
   C-     Jóvenes de  16, 17 y 18 años
   D-     Adultos
                                                     
3.   Obra:
     3.1. Cada participante podrá presentar sólo una obra que no haya sido publicada ni premiada con anterioridad.

     3.2. La obra no podrá ser copia fiel de otra ya existente. En caso de ser detectada quedará descalificada.

     3.3.   Las obras que no resulten premiadas no serán devueltas

     3.4. Para su creación los jóvenes podrán consultar a su profesor de Lengua, de Prácticas del Lenguaje o de Literatura o consultar dudas y pedir ayuda en corrección por mail a paoalessio@hotmail.com

4. Presentación de la obra:

4.1 Las obras deberán ser presentadas por quintuplicado, en soporte de hoja A4, interlineado 1.5, fuente Arial, tamaño 12 y no superar las cuatro páginas, con una carátula en  cada copia que indique la categoría, el título y el seudónimo.

4.2. La obra deberá ser escrita en idioma castellano.

4.3. La obra original y sus copias serán colocadas en un sobre sellado. En el exterior de este  aparecerá escrito el nombre del concurso, el título del cuento, la categoría y el seudónimo.

 4.4. Será necesario presentar sus datos personales en un sobre sellado que se colocará en el interior del sobre que contiene los trabajos. Los datos que constarán en el interior del sobre sellado serán:
Seudónimo: ……………………………
Título de la obra: ………………………
Nombre y apellido:…………………
Edad: …………
DNI: ……………………………
Dirección: …………………    Ciudad:
Tel: …………….
Escuela: …………………………
Curso: …………………………
Dirección de mail: ………………………………………………
Y en el exterior de dicho sobre deberá constar el seudónimo y el título de la obra.
4.5. La obra deberá ser entregada en la biblioteca de Secundaria Nº3 “Carmelo Sánchez” cita en calle 32 y 31, Balcarce, 7620 hasta el 30 de setiembre.  Los participantes de otras ciudades podrán comunicarse  al siguiente mail para coordinar el envío:  paoalaessio@hotmail.com

4.6. No se aceptarán trabajos que no sean entregados en tiempo y forma

 5. Jurado:

    5.1. El jurado estará compuesto por un inspector, un directivo, un escritor y  Prof. de Lengua y Literatura  cuya identidad se dará a conocer el día de la entrega de premios.

    5.2. El jurado evaluará los trabajos entre el 1/10 y el 30/10

    5.3. El fallo del jurado será inapelable

    5.4. El jurado podrá decretar desierto el premio y establecer  menciones de honor  para la categoría que estime

6. Premios:

    6.1. El ganador de cada categoría obtendrá como premio  un libro, la publicación del cuento en un medio de comunicación local, y un mp3 auriculares inalámbricos

    6.2. Los organizadores serán los encargados de comunicar los resultados del concurso al ganador mediante carta.

    6.3. La entrega de premios se realizará en la sede de la escuela  en noviembre.

 7. Las bases del concurso podrán ser retiradas en la biblioteca y serán entregadas gratuitamente al Prof. de Lengua de los distintos establecimientos y difundidas por  medios locales. También puedes hallarlas en http://rescatadosdelfuego.blogspot.com.ar/

.8.       La participación en este concurso implica la aceptación total de las bases.


domingo, 28 de julio de 2013

La nena pobre Por JOSÉ SEBASTIÁN TALLÓN.


La nena pobre, que nunca
tuvo juguetes, se alegra.

Canta una canción de cuna
más linda que las estrellas.

Contra su pecho, apretado,
tiene, un bebé sin cabeza.

Está el muñeco tan roto,
tan sucio está, que da pena.

¡Pero qué caliente está
en los brazos de la nena!

Canta una canción de cuna
más linda que las estrellas.

Mi perro – Por Carlos Obligado



¡Si te recuerdo! Con alegre brío,
de la ribera, bajo el sol temprano,
tras una rama que arrojó mi mano,
te desplomabas bullicioso al río.

Y era la gloria del nadar bravío,
y era el regreso, de la presa ufano...
¡Ya con mi edad feliz duermes lejano,
 inolvidable compañero mío!

Pero en mis días de quebranto,obscuros, 
a mí te llegas, con tus ojos puros
donde un anhelo compasivo flota;

Y un verde gajo, de ilusión florido,
al alma ofreces, con amor traído
del lago azul de la niñez remota.

sábado, 27 de julio de 2013

EL ENCUENTRO. Por Pilar Serrano Rodríguez -Madrid

Estaba muy nervioso cuando su dedo índice apretó el timbre de la puerta. Su mirada se detuvo en el cartel en el que se leía:
"Dios bendiga a todos los que habitan en esta residencia"
Fueron unos segundos que le parecieron horas; por fin abrió la puerta una joven  de uniforme blanco. Le dio los buenos días y le preguntó que deseaba.
Antonio llevó la mano hacia su sombrero elevándolo ligeramente durante unos segundos y manifestó su deseo de saber si vivía allí Lucía Rodríguez.
- Sí afirmó la empleada, vive aquí, ¿es usted algún pariente?
- No, respondió Antonio. Soy un amigo lejano, pero me gustaría verla.
- Claro, pase por favor. ¿Hace tiempo que no la ve?
Hizo recuento mentalmente, y respondió Antonio, más de cuarenta y cinco años. Imagino que  el cambio será muy notable, tampoco yo, estoy como antes.
- Ahora Lucía -dijo la empleada-, se encuentra en cama porque anoche tuvo fiebre y está muy resfriada, pero si quiere pasar, acompáñeme que le llevaré a su habitación, aunque lo único que le pido es que su visita sea breve porque ella no está bien.
Antonio sentía que el corazón se le oprimía, llevaba muchos años anhelando ese encuentro. Tanto miedo sentía, que sus pies parecían estar clavados a las baldosas. Antonio respiró profundamente y siguió a la empleada.
Unos nudillos golpearon en la habitación de Lucía. No hubo respuesta. La empleada fue a la cabecera de la cama y comentó:
- Tienes visita. Luego se dirigió a Antonio. - Recuerde y sea breve.
Lucía era extremadamente delgada, con el pelo blanco, la cara llena de arrugas, aunque su mirada no había perdido el brillo de sus ojos. Antonio siempre le encantó mirarse en ellos, seguían igual que siempre, inmensamente azules.
Le cogió las manos y las estrechó contra las suyas, preguntó:
-¿Cómo estás?
Lucía, le devolvió una sonrisa.
- ¿Te acuerdas de mí? Soy Antonio, fui tu novio.
- No, no me acuerdo respondió ella.
Hace tantos años que dejamos de vernos. Del bolsillo del pantalón extrajo un paquete de caramelos.
- ¿Y ahora te acuerdas? Hay que ver lo que te gustaban.
Lucía no era capaz de abrir el paquete y Antonio, se prestó voluntario.
Violetas, sí violetas. Siempre que Antonio cobraba la paga a final de mes, le sorprendía con un paquete de caramelos.
- Gracias , fue lo único que dijo Lucía.
Antonio se fijó en la estantería que había encima de la cama. Una fotografía de cuando ella era joven, con la melena larga y rubia. Fue ver aquella imagen y Antonio volvió a sentir “mariposas en su estómago”. Otra foto de los nietos, otra de sus hijos y la imagen de Jesús, de la que siempre Lucía fue muy devota.
Antonio recordó las palabras de la empleada y prefirió despedirse.
- Si quieres, la semana que viene puedo venir a verte y seguramente ya estarás mejor.
Le besó la mano, pero Lucía cerró los ojos antes de que él saliera de la habitación. Con mucha calma le explicaría el motivo de su marcha. Tal vez, ella aun seguía sin perdonarle.
Al jueves siguiente fue a la residencia y esta vez no reparó en el cartel de la entrada. Blanca, la empleada, se acordaba de la visita de Antonio. Ya verá como la encuentra mucho mejor. Está sentada en el jardín.
Antonio se acercó a Lucía, le dio un beso en la mejilla aunque parecía muy atrevido. Sin embargo Antonio era una persona tímida; para qué esperar más. Lucía le devolvió el beso y al hacerlo, sus mejillas se sonrojaron, conservaban la misma frescura que cuando le robaba un beso en la cara. Él le dio un paquete de caramelos y Lucía rápidamente se metió uno en la boca.
- Están riquísimos, gracias. ¿Fuiste tú el que vino a verme la semana pasada?
Antonio aunque deseaba hablar no sabía cómo romper el hielo y eso que estaba deseando hacerlo.
Se acercaron a ver a Lucía, Lorenza y Luisa (dos residentes). Con descaro preguntaron:
- ¿De dónde ha salido éste hombre tan guapo? ¿Es tu novio?
Antonio, prefirió no contestar y Lucía no supo qué decir.
- ¿Quieres que demos una vuelta por el jardín? Hace una buena mañana.
Lucía a duras penas se podía levantar, las piernas le fallaban.
- Agarrate a mi brazo que irás mejor, aunque será mejor que pongas la chaqueta, no sea que vuelvas a resfriarte.
El brazo fuerte de él, le daban seguridad en los pasos torpes de Lucía.
Después se sentaron a charlar a la sombra de un árbol que les cobijaría de los rayos del sol. Antonio comenzó a relatar la primera vez que la descubrió en el rellano de la escalera del instituto; Lucía tendría unos trece años, llevaba dos coletas y un traje rosa. Los dos se ruborizaron al mismo tiempo cuando sus miradas coincidieron.
- ¿Porqué no me escribiste? Nadie sabía decirme dónde estabas comentó Lucía.
- Te escribí y un montón de veces, pero eras tú la que no contestaba a mis cartas dijo Antonio.
- Te estuve esperando durante años, pero me enteré de que ibas a tener un hijo con otra y mis padres me pidieron que era mejor que te olvidase.
- Lo siento no me quedó más remedio que casarme y fue un fracaso. En la última carta que te escribí te lo decía, pero me la devolvieron y en el sobre ponía “desconocida”.
Antonio de irse, volvió a darle un beso en la mejilla.
- ¿Quieres que te traiga más caramelos?
- Sí, siempre fui muy golosa y sigo siéndolo. Hasta el jueves dijo ella.
- Hasta el jueves respondió él.
Antonio llevaba muchos años viudo, pero nunca descartó la idea de volver a encontrarla. Sus primeros poemas, los primeros escarceos amorosos y las citas a escondidas aun las tenía guardadas en su corazón.
Gracias a una prima de Lucía supo que ella vivía en una residencia en Madrid, que no admitía visitas y tampoco deseaba que nadie la hablase. Sin embargo ahora desde unos meses atrás su actitud había cambiado.
Cada jueves, Antonio se ponía su mejor traje, incluso parecía que el reuma había dejado de darle la lata y sus movimientos eran menos torpes.
Una tarde que jugaban a las cartas. La directora de la residencia, reclamó la presencia de Antonio, quería saber quién era la persona que había hecho posible la mejoría de Lucía y sobre todo porque era más comunicativa y se la veía feliz. Antonio también confesó que a él le ocurría lo mismo. Tenía ilusión por verla, por estar a su lado. Manifestó su deseo de llevársela a su casa. La directora, dijo que eso no era posible ni recomendable para la enferma porque el tratamiento requería mucha constancia y esfuerzo y que en ningún caso podía abandonar la medicación.Si así lo hiciese, su enfermedad de Parkinson avanzaría más deprisa.
Antonio comprendió que era tan impetuoso como cuando era joven.
Ahora bien, le propuso la directora, podemos llegar a un acuerdo y es que no hace falta que venga solo los jueves puede venir cuando quiera.
- Muy bien contestó, él.
Lucía, esperaba impaciente en el banco, Antonio no cabía en sí de gozo.
- Me han dicho que puedo venir cuando quiera y estoy decidido a quedarme aquí contigo.
- ¿De veras, lo harías por mí?, ¿estás seguro de que no te arrepentirás? preguntó Lucía
- Claro que sí, mis hijos no me necesitan, tienen sus vidas resueltas y yo sólo deseo estar junto a ti, al lado de la persona que siempre he querido.
- ¿Crees en el destino? preguntó Lucía.
- Por supuesto afirmó Antonio.
Parecían recobrar vida hasta las rosas, el aroma del jardín se había hecho tan intenso que de nuevo brotaba otra vez la primavera.  

Frases Inesqueciveis (inolvidables)

“Cuando no hay viento, rema.”  Proverbio romano.

“Somos aquello que hacemos repetidamente.” Aristóteles

“Sé siempre una versión de primera categoría de ti mismo, en vez de una versión de segunda categoría de otra persona.”  Jury Garland

“Los grandes navegadores deben su óptima reputación a las grandes tempestades.”  Epicuro

“Una hormiga que se mueve hace más que un buey dormido.”  Proverbio mexicano

“El que puede mudar su pensamiento, puede mudar su destino.”  Stepen Covey

“Dar lo mejor de sí es más importante que ser el mejor.”  MikeLermer

“La cuestión es hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien.”  Jim Robin

“Cada persona que encuentro es, de alguna forma, superior a mí.”  Willam Shakespeare

“La grandeza no consiste en recibir honras, sino en merecerlas.”  Aristóteles

“Los problemas nunca pueden ser resueltos al mismo nivel del pensamiento que los creó.”  Albert Einstein

“¿Qué clase de mundo sería el mío, si todo el mundo fuese como yo?”.  Dr. David Schwartz

“Nuestra mayor gloria no está en no caer, sino en levantarnos cada vez que caemos.”  Confucio

“O hallamos un camino, o hacemos uno.”  Aníbal

“Nada es permanente, excepto el cambio.”  Heráclito

“La excelencia jamás es un accidente.”  Jackson Brown

“Pesimista es aquella persona que se queja del barullo, cuando la oportunidad llama a su puerta.”  Michel Devine

“Existen algunas cosas tan serias que necesitamos reírnos de ellas.”  Niels Bohr

A Silvia - Por Ana María Chouhy Aguirre

Sobre las frescas rosas y la hierba,
canta, oh Silvia, el aire del verano,
la eterna juventud de cada rama,
el vuelo misterioso de los pájaros.

He perdido mi amor, ay amor mío,
y entre las hojas olvidadas muero,
recoge, oh Silvia, lo que nunca he sido,
despliega hasta las nubes mi recuerdo.

He de mirar al cielo suplicante
por que devuelta intacta ante mi vida
la imagen de mí misma, no este rostro
que fijó en el espejo mi agonía.

NO PREMIAR A LA INTELIJENSIA - Por Cesar Bruto

''Las dos orillas del río son izquierdas, o no"
Ambrosio

Lo que mas abundan alrredédor de un gober-nantE que resien se inisia son los tipos que se la dan de cultos y educados, los cuales enseguida se ponen a jorobar disiendo que hay que fomentar las arteS, que hay que aumentar la culturA, que hay que levantar el estándaR del analfabetismo, que hay que costruir mas biblioteca, que hay que premiar a los intelebtuales. . . Y lójicamente el gobernantE que no tiene esperiensia suele pisar el palito o morder el ansuelO (depende de su metabolismo: si el tipo es acuático muerde el ansuelO y si es terrestre pisa el palitO), y enseguida se marida un decreto ordenando que se favoresca a todas las personas intelijentes, dándoles fasilidades, dándoles becaS, dándoles premios y dándoles otro montón de gangas cuyo nonbre no viene al caso, pero todos las conose-mos. .
Y en eso es adonde yo no solamente estoy en contra sino tanbién me declaro enemigo y estoy dispuesto a jugarme cualquier cosa, sienpre que esa "cualquier cosa" sea una cosa rasonable, naturalmente. Para enpesar ¿a usté no le párese que una persona ya tiene bastante premio con la intelijensia que le dio la naturalesA, para que todavía ensima se le regalen mas premios y distinsiones? Y si quiere un egenplo palpable se lo doy enseguida: fíjese que todos los años figuran como candidatos para el premio Nobel los mas grandes escritores del mundO. . . Y unos disen quel premio se lo merese borjeS, y otros disen quel premio se lo merese sábatO, y otros disen que se lo tienen que dar a lanuzA, y otros disen que sería mas justo dárselo a córtásaR. . ¡Pero a nadies se le ocurre de nonbrarme a mí, a cesar brutO, lo cual sería un tremendo benefisio para todos! , . . Porque si ese montón de dólares me lo dan a mí, que soy un escritor malo, yo dejo describir enseguida, y dejando de escribir, yo no publico mas libros, y no publicando mas libros, yo ya no enbromo mas a los lebtoreS. .. Y lo que digo de la literaturA lo digo del pasifismO: otra equivocasión espantosa es cuando le dan el premio Nobel a un pasifista. . . ¿Usté se imajina lo qué ocurre cuando ese pasifista agarra ese enorme paquete de dólares? ¡Ocurre que al pasifista se le trastorna la cabesa, enpiesa a comer de" lo mejor, a chupar buenos vinos, a salir de noche con senioritaS y a dedicarse a la guerrA! O sea que de la noche a la maniana el gran pasifista se le vuelve guerrero. . . En canbio, si usté agarra al tipo mas guerrero del mundO y le da un buen montón de mangoS ¡póngale la firma que al tipo se le canbia el metabolismo: larga el conplejo de buscar la guerra y se hase hincha de la paz! Y si le párese que yo digo macanas, fíjese en la gran cantidá de tipos que sienpre pelean y luchan y gritan cuando están pobres, pero el día que agarran plata dejan la idea de pelear y se quedan mansitos como palomaS.. .
Además de no premiar a los intelijentes, usté tanpoco caiga en la equivocasión de darle premios y becaS a los buenos estudiantes para que vayan a estudiar en el estrangerO, porque el ques buen estudiante estudia en cualquier parte y no presisa de que lo manden a otro sitio.. . Yo conosí muchachones que tenían una intelijensia fenómena y les dieron becaS para ir a la sobornA de paríS. .. ¡Pero los tipos en vez de agarrar para el lado de la sobornA agarraron para el lado de las fransesitas y se acabaron los estudios! .. . Lo que usté tiene que haser es darle esas becaS para ir al estrangerO a los estudiantes mas salames, para ver si se avivan un poco ¡Y si no se avivan, por lo menos están lejos de nosotros y nos molestan menos!
Mimajino que alguno pensará que yo digo eso porque soy un burrO, y que siendo un burrO estoy amargado y no tengo cómo ganarme la vida. . ¡Al contrario! Los que somos burroS estamos mejor que los intelijentes, porque los que son intelijentes enseguida se espesialisan, y si usté los saca de su espesialisasión están perdidos. . . Tome el caso de un médicO, por egenplo: el médicO no sabe otra cosa que ser médicO y tiene que buscar enfermos y mas enfermos para parar la olla... ¡Y si no encuentra un enfermo, se queda en la miseria! Y el abogado, lo mismo; un abogado anda bien mientras tiene sus pleitos y sus escritos.. . ¡pero si usté lo saca de los tribunales el tipo ya no da pie con bola en ninguna parte! Y un arquitebtO no sirve mas que para haser casas, y el jugador de fóbal es jugador de fóbal y sacándolo de la cancha nadies le da pelota. . . Y el questudió de ladrón, egerse de chorro y vibe deso; y el que se resibió de vijilante tiene que perseguir a los ladroneS toda la vidaA. ¿Y un jeneraL. qué?  Un jeneraL se espesialisa en caniones, en fusiles, en tanques y bayonetas y pare de contar.   . Y si un jeneraL se queda sesante, como quedaron tantos, ¿me quiere  desir adonde  y cuándo le van a dar otro empleo   de  jeneraL, por mas que  se  levante tenprano   y se ponga a buscar en los avisos clasificados? ¡En canbio los burroS como yo, que no sabemos nada de nada, enseguida que perdemos un puesto conseguimos otro!    ¡Y si uno tiene la suerte de ser un burrO bien conpleto, es fásil que se consiga un alto enpleo de capo y con un sueldo macanudo y todo!

jueves, 25 de julio de 2013

EL INDIO PANTA – Por JOAQUÍN V. GONZÁLEZ

Este triste episodio, que llenó de sombras mi espíritu, me recuerda que debo una historia, la del indio Panta, el tambor de las fiestas religiosas, el indispensable músico de gatos y zamacuecas en los bailes criollos, el bebedor invencible, el trasnochador sin rival, que lo mismo marchaba contrito al lado de la imagen de la Virgen en los días solemnes, como se pasaba la noche de claro en claro repicando zapateos y gritando "¡aro!" para que la niña de pies ligeros y el mozo de espuela chillona, diesen la graciosa media vuelta revoleando los pañuelos sobre sus cabezas.
Era infatigable el indio Panta, y no se concebía sin él una parranda, ni se divertían sus vecinos sin que él fuese el alma de la fiesta; su tambor es legendario. Y hoy, como un veterano, todavía redobla y resuena vigoroso, pero no ya al golpe de sus manos curtidas, sino do sus herederos, que no tienen la gracia, ni el aire gallardo, ni las coplas saladas, ni las morisquetas con que, a modo de variaciones, alteraba la monotonía de la música del baile, y que las parejas se empeñaban en ejecutar con los pies, la niña levantándose el vestido hasta dejar ver sus movimientos ágiles, y el mozo deshaciéndose en figuras y en dobleces, siempre dentro del compás de la danza.
 Predominaba en él la sangre indígena; lo decían los cabellos ensortijados, la piel negra y lustrosa, la frente chata y los pómulos salientes como las rocas de sus cerros, los dientes blancos como marfil y la barba escasa, semejante a un campo de trigo diezmado por la sequía.
Era, pues, de esa raza criolla que tuvo en sus manos y salvó la libertad de su suelo; que oía la llamada general, para correr a alistarse sin rezongos ni escondrijos inútiles; que iba a la pelea como a una fiesta, y obedecía en silencio, aunque se le mandara sablear como granadero de Maipo, o asaltar una fortaleza como en Curupaytí. Nacido para la fatiga, se vengaba bien cuando podía, cuando imperaba la paz, cuando las guerras civiles con sus montoneros, colorados y laguneros, dejaban tranquila la provincia; entonces llegaba a la aldea, jinete sobre la mula patria robada, con buen derecho, de la partida, y apeándose en el patio del rancho, —adonde ya le seguían en procesión los vecinos a la novedad y al festejo de su vuelta con salud, y como sí nada hubiera pasado,— les invitaba para el baile, preguntaba de su caja, si no se la habían manoseado mucho, hacía cariños a los muchachos y a las chinitas del pueblo, y abrazaba emocionado a sus viejos amigos.
—"Ya ha vuelto Panta", —se decía de boca en boca, y las muchachas empezaban a prepararse de prisa para los bailes que comenzarían de seguro.  Era su humor inagotable, y él solo valía la felicidad del pueblo, que supo mantener entre músicas y jaranas, hasta que un día llegó una compañía de línea y plantó en la ciudad bandera de enganche. Corrió la voz, por las poblaciones de la montaña, de que la Nación se hallaba empeñada en una guerra grande y que llamaba a sus buenos hijos a empuñar las armas y seguir su bandera contra el enemigo. El indio Panta lo supo y se puso triste; no era ya la guerrilla casera donde como quiera se salva y está siempre cerca del hogar; era lejos, muy lejos, donde debía partir, quizá para no volver, pero una voz interior le mandaba obedecer aquel llamamiento, y se resolvió como siempre, sin la menor vacilación, a marchar en busca del peligro.
Una tarde se reunió con los amigos y mujeres de la aldea, y les dijo: —"Me voy a la guerra, la patria nos llama, los voy a dejar". Y sin oír ruegos ni razones, tomó el tambor querido, compañero de alegrías y de devociones, y se fue a la iglesia seguido por todos. Se puso de rodillas delante del altar de la Virgen, y con voz ahogada por los sollozos, le ofreció como ofrenda la caja construida por él mismo, y que era su segunda vida. —"Adiós, Madre mía, —gimió,— si no vuelvo será señal de que habré muerto por mi patria!"
Salió de la iglesia enjugándose las lágrimas, pero su semblante irradiaba esa luz propia de las decisiones inquebrantables; y luego, como arrepentido de ese sentimiento, empezó a decir bromas que sabían a despedida triste, y a prometer para la vuelta las grandes fiestas, los casamientos y las procesiones, porque quería costear con sus sueldos una función de agradecimiento a la Virgen, si le sacaba salvo de aquella aventura, —"la última de mi vida, porque ya me estoy haciendo viejo"—, decía sonriendo.
Ensilló su mula patria, dio un abrazo a todos, y diciendo "¡adiós, hermanos!", tomó el camino de la ciudad. Los aldeanos se quedaron apiñados en el camino, mirándolo alejarse, con los ojos humedecidos por el llanto; y un indio anciano exclamó en voz baja y temblorosa, emprendiendo la vuelta: —"Pobre Panta, ya no volverá".
Y Panta no volvió hasta ahora, porque dejó sus huesos, como tantos héroes ignorados, enfrente de las fortalezas del Paraguay.
Allí quedó la caja, depositada a los pies de la imagen venerada, como la ofrenda del patriota, que en medio de su ignorancia tenía la intuición de los deberes cívicos, y como fuerza fatal le impelían al combate. Era la sangre guerrera que clamaba al través de esa ruda corteza indígena, como en el corazón del algarrobo secular se escucha el susurro del insecto que tiene en él la vivienda. El indio Panta ya no vuelve, pero su sombra ha cruzado muchas veces en las noches de luna por la placita del pueblo, ha entrado en la iglesia, donde el tambor conserva su memoria y el recuerdo de su devoción sincera, y por mucho tiempo sus paisanos guardaron su duelo, rezando siempre, a la hora triste del crepúsculo, un padrenuestro por el alma heroica del soldado que murió por la patria.


El campesino y las ciruelas - Por LEÓN TOLSTOI

Un campesino compró en la feria seis hermosas ciruelas para repartirlas entre él, su mujer y sus cuatro hijos.
De vuelta a su casa, entregó a cada uno de los muchachos una ciruela, diciéndoles:
—A ver cuál de vosotros hace mejor empleo de ella.
Al día siguiente, llamó a su hijo mayor y le preguntó:
—Vamos a ver, Iván: ¿Qué hiciste con la ciruela?
—Me la comí, padre —respondió el muchacho—; estaba riquísima. Pero guardé el carozo y cuando llegue la época de sembrarlo, lo plantaré en el huerto. De aquí a unos años, ya podremos tener ciruelas.
—Muy bien, hijo mío —aprobó el campesino—. Veo que eres previsor, y eso me agrada en extremó, pues tu porvenir está asegurado y pasarás tus últimos años en paz.
Luego hizo venir al segundo de sus hijos.
—Padre —dijo éste. Yo comí la ciruela que me habías dado y la mitad de la que diste a madre: como los carozos no me servían, los tiré.
El campesino torció el gesto.
—Mal hecho, hijo mío; si hubieras seguido el ejemplo de tu hermano, serían dos ciruelos los que habríamos plantado en el huerto, y mayor cosecha habríamos obtenido. Eres imprevisor y glotón, pues le quitaste la mitad de la fruta a tu madre. Corrígete de esos defectos, que pueden conducirte por mal camino.
Sergio, el tercero, se adelantó, y sin esperar a que el padre le preguntara, dijo:
—Padre: yo recogí los carozos que tiró Vanka, saqué las almendras que tenían dentro y me las comí. En cuanto a la ciruela, se la vendí a Teodor, quien me dio por ella tantos "kopeks" que mañana podré comprar en la feria una docena. Me comeré dos y venderé las diez restantes, y así, aumentaré mis ahorros.
—Tu modo de proceder no me agrada —dijo el campesino con tristeza—; porque veo que eres egoísta y avaro. Nunca te faltará qué comer; pero, ¡ay del infeliz que llame a tu puerta en demanda de un pedazo de pan! Malo es tirar las cosas y no pensar en el porvenir, como ha hecho Vanka; pero peor es pensar exclusivamente en sí mismo y vender al prójimo por el triple de su valor lo que no nos costó absolutamente nada. Ten cuidado y lucha contra esas dos funestas inclinaciones que agostarán tu corazón. Y tú, hijo mío —añadió el campesino dirigiéndose al menor—, ¿qué hiciste con la ciruela?
 Sacha se adelantó confuso, bajando la cabeza.
—Padre —contestó—; Nikka, el hijo de nuestra pobre vecina, está muy enfermo, y para aplacar la sed que la fiebre le produce le di a comer la ciruela. Si he hecho mal. perdóname,
—¿Perdonarte? —exclamó el campesino con los ojos llenos de lágrimas—. Ven a mis brazos, hijo mío: tú eres el que verdaderamente ha hecho mejor empleo del regalo que yo os había dado; porque la caridad es lo más hermoso de la tierra; lo único que consuela al corazón.


miércoles, 24 de julio de 2013

PÁJARO HERIDO - Por JUAN BURGHI

En la mañana azul de primavera,
al pie del árbol donde hacía el nido,
hallé un pequeño cimarrón herido
por el golpe brutal de una gomera.

Lo tomé entre mis manos. Sólo era
un manojo de plumas desvaído,
un ojo turbio de dolor transido
y un pico abierto en ansiedad postrera.

Lo contemplé angustiado... Hace un momento,
nido, vuelo, canción, luz, sentimiento;
vida plena y feliz tronchada en vano...

Y en ese pajarillo moribundo
vi todas las tragedias que en el mundo
pueden herir a cada ser humano.



                                                                 De La Prensa. B. Aires, 14-10-1956.


Escribió entre otros libros: Luz en la sierra, Oro de otoño, Emociones, etc., Juan Burghi — el poeta del árbol y las aves — compuso Pájaros nuestros, el más celebrado y difundido. Toda su obra se resume en un poema de amor a la naturaleza y las cosas sencillas, dichas con tierno acento e infinita bondad. Es poeta obligado de casi todas las antologías escolares.

LA ANÉCDOTA EN EL MUNDO ANTIGUO – Por FERNANDO HUGUET

Docente de larga actuación en el magisterio y el profesorado argentino. Su labor, la mayor parte de ella ensayos sobre temas de la enseñanza, la historia y el lenguaje, se halla dispersa en diarios y revistas del país.



La sabiduría popular ha encontrado en las formas de expresión de las ideas — el verso y la prosa — su más genuina representación en el cantar, el epigrama, el refrán y la anécdota.
Liberada de las leyes que al verso imponen la cadencia y la métrica, la anécdota cobra el vuelo ágil de la improvisación. Ello no obstante, para que la anécdota alcance el grado de perfeccionamiento que la torne perdurable, ha de madurarse con la presencia de tres elementos que, aunque imponderables, nutran el episodio que le da forma.
Parafraseando los clásicos versos con que Triarte lo definió:


A la abeja semejante
para que cause placer,
el epigrama ha de ser
pequeño, dulce, punzante.


La anécdota, como el epigrama, para ser buena debe observar tres condiciones: brevedad, final imprevisto, reflexión ejemplificadora.
La anécdota clásica, por eso, corresponde siempre a seres y pueblos de frases lacónicas, como que precisamente fueron los habitantes de Laconia — la patria de los espartanos — quienes se caracterizaron por la rigurosa parquedad de sus expresiones.





I

Los lidios — habitantes de una comarca del Asia Menor, frente a la isla griega de Sanios, del mar Egeo -— despacharon un representante para solicitar alimentos a los espartanos. El enviado, después de reclamar la ayuda, pronunció un extensísimo discurso, lleno de elogios. Oído pacientemente, un espartano le contestó:
—Tu discurso ha sido tan largo y florido, que ya hemos olvidado el principio.
Un nuevo enviado de Lidia llegó hasta Esparta. Recibido en asamblea, después de una breve cortesía, mostró una bolsa, la dio vuelta por su interior y exclamó:
—¡ Está vacía! ¡ Necesitamos que llenéis muchas como ésta para saciar nuestra hambre!
Satisfecho su deseo, agradeció a los espartanos la ayuda, reconociendo, para congratularse aún más, la simpatía de los espartanos, el exceso verbal de su antecesor Entonces uno de los asambleístas le contestó-
—Ha sido vuestra necesidad la que nos convenció, y no vuestra palabra. Si nos hubierais mostrado nada más que la bolsa vacía, ya os hubiéramos comprendido.


II

Cuando el ejército de Jerjes, rey de Persia, después de invadir a Grecia, se acercaba a Esparta, un parlamentario se acercó al general Leónidas (528-480 a. J, C.) para intimarle, en nombre de su rey, la entrega de las armas. Leónidas contestó a Jerjes:
—Ven a tomarlas.
—Mis flechas cubrirán el sol— añadió Jerjes.
—Mejor — replicó Leónidas —, así pelearemos a la sombra.
Y como un persa le advirtiera que los soldados enemigos se hallaban cerca de sus tropas, le respondió:
—-Di más bien que nosotros estamos cerca de ellos.


III

El general Euribíades, disgustado porque su aliado el general ateniense Temístocles (527-460 a. J. C.) le formulaba reparos a sus planes de lucha contra los persas de Jerjes, en un arrebato de cólera levantó su bastón de mando para castigarlo. Temístocles, sin perder la calma, lo contuvo con estas palabras:
—¡Pega, pero escucha!


IV

Bias (570-510 a. J. C.), uno de los siete sabios de Grecia, fue famoso porque jamás se prestó a usar su talento en provecho de la injusticia. Preguntáronle en cierta ocasión cuál era, en su concepto, el más peligroso de los animales.
—De los salvajes — respondió Bias —, el más peligroso es el tirano, de los mansos, el adulador.


V

Sócrates (468-400 a. J. C.), el filósofo griego, saludó en cierta oportunidad a un hombre, y como éste siguiera orgullosamente su camino sin contestarle, sus amigos le expresaron su sorpresa por su indiferencia ante tales muestras de grosería.
—¿De qué os extrañáis? — les advirtió —. Si yo viese pasar a alguien que fuese más feo y de peor traza que yo, ¿debería por eso enfadarme? ¿Pues, por qué me voy a enojar con ese individuo si está peor educado que yo?


VI

Platón (429-347 a. J. C.), el filósofo griego discípulo de Sócrates, demostró siempre saber dominar su carácter. A un esclavo autor de una grave falta, dijo una vez:
—No te castigo porque me siento muy enojado.
En otra ocasión, dándose cuenta que llevado de la impaciencia iba a golpear a uno de sus esclavos, quedóse inmóvil con el brazo levantado en alto. Para explicar su actitud a un amigo que en ese momento entraba en su casa, y lo sorprendiera en tan extraña postura, expresó:
—Me he impuesto este castigo por haberme encolerizado.


VII

Zeuxis (464-398 a. J. C-.), uno de los más grandes artistas de la antigua Grecia, pintó un cuadro en el que figuraba un joven con un racimo de uvas en la mano.
El cuadro suscitó muchísimos elogios. Más aún, porque unos pájaros, engañados por el realismo de las uvas, intentaron picotearlas.
Como Zeuxis no se convenciera del valor de su tela, los amigos le inquirieron la causa, a lo que él contestó:
—Si el cuadro fuera realmente bueno, los pájaros no se hubieran acercado a las uvas por temor al joven.


VIII

Celoso de su gloria, dos compatriotas condenaron al general tebano Epaminondas (420-362 a. J. C.) a desempeñar el oficio de barrendero. Epaminondas, lejos de considerar su nueva ocupación como una ofensa, tomó la pala, la escoba y comenzó a trabajar, poniendo todo su celo en el fiel cumplimiento de sus deberes. Para satisfacer el asombro de sus admiradores, explicó:
—Estas nuevas tareas, en nada me ofenden. Es el hombre el que hace el oficio, y no el oficio el que hace al hombre.


IX

Un compatriota censuraba al filósofo Diógenes (413-362 a. J. C.) porque de continuo derramaba el vino que le servían. A lo que el griego respondió:
—Derramándolo, sólo pierdo el vino. Bebiéndolo, me pierdo yo.


X

Filipo (382-336 a. J. C.), rey de Macedonia — y padre de Alejandro Magno —, fue una vez aconsejado para que desterrara a un noble que hablaba mal de él.
—Vale más — observó el monarca — que tal hombre hable donde se nos conoce a los dos, que no en un lugar donde no somos conocidos, ni él ni yo.


XI

Dionisio el Antiguo, tirano de Siracusa, dispuso que el poeta griego Filoxeno (405-368 a. J. C.) fuera encerrado en las latomías — canteras abandonadas que servían de prisión — por haber expresado una opinión desfavorable a unos versos que aquél compusiera.
Llamado poco después para ser consultado acerca de otros versos de Dionisio, manifestó por todo comentario:
—¡ Llevadme de nuevo a las canteras!

XII

Epitecto (54-98 ?) filósofo de Frigia — Asia Menor —, servía en Roma como esclavo de Epafrodito, liberto del emperador Nerón.
En cierta ocasión, su enfurecido amo le retorcía una pierna con un instrumento de tortura.
—¡La vas a romper! — le advirtió el filósofo.
Y como se cumpliera su predicción, añadió Epitecto con admirable estoicismo:
—¿No te lo dije?


De Páginas antológicas. Inédita.





SABIOS Y SEMISABIOS - Por G. J. GlBRÁN (1883-1931)

Gibrán Jalil Gibrán inició su obra poética en Líbano — su tierra natal — en idioma árabe. Al establecerse definitivamente en Nueva York, en 1912, reanudó su labor literaria en inglés. Esta circunstancia permitió conocer y difundir sus poemas en el mundo occidental. A esta etapa pertenecen sus libros El loco, El precursor, El profeta, Jesús el hijo del hombre, El jardín del profeta.


Cuatro ranas sentáronse sobre un leño que flotaba en la orilla de un río. De pronto, el leño fue alcanzado por la corriente y deslizado aguas abajo. Las ranas quedaron gozosas y absortas, pues jamás habían navegado hasta entonces.
Al fin habló la primera y dijo:
—En realidad, este es un leño maravilloso. Se mueve como si tuviera vida. Nunca se ha conocido un leño igual.
Luego habló la segunda y dijo:
—No, mi amiga, el leño es idéntico a los demás leños y no se mueve. Es. el río que camina hacia el mar, el que nos lleva a nosotras y al leño.
Y la tercera habló, y dijo:
—No son ni el leño ni el río los que se mueven. El movimiento está en nuestro pensamiento. Porque fuera del pensamiento nada se mueve.
Y las tres ranas empezaron a disputar acerca de qué era lo que en realidad se movía. La discusión se agrió y subió de tono sin que llegaran a ponerse de acuerdo.
Entonces se volvieron a la cuarta rana, que hasta ese momento había escuchado atentamente, pero conservando su calma, y le pidieron su opinión.
Y la cuarta rana dijo:
—Cada una de ustedes tiene razón, y ninguna está en error. El movimiento está en el leño, en el agua y también en nuestro pensamiento.
Y las tres ranas se pusieron furiosas, porque ninguna quería admitir que no tuviera toda la razón y que no estuvieran las otras en total error. Y al cabo, sucedió algo singular: Las tres ranas se unieron y del leño, arrojaron al río, a la cuarta rana.



De Poemas escogidos. Selección de Norberto Pini-lia, según las versiones de T. de la Barra y M. Mussa. Edit. Nascimento. Santiago de Chile, 1937.

EL CABALLO - Por ENRIQUE BANCHS

 Cuatro libros de versos escribió Enrique Banchs entre 1907 y 1911: Las Barcas, El libro de los Elogios, El cascabel del halcón y La Urna. Revelación de una sensibilidad excepcional, significan para la poesía lírica castellana, inapreciable aporte. 



Con admirable regularidad pasaba al amanecer. Era un carro pesado, de las quintas; y el caballo robusto, ceniciento, de cabeza gacha: caballo viejo probablemente. El ritmo era siempre el mismo, el paso el mismo; el chirriar de las ruedas, embarradas, el mismo.
Por el medio de la calle — la calle solitaria y gris a esa hora— carro y caballo adelantaban dejando a ambos lados distancia igual hasta las hileras de árboles tranquilos. Por fin se perdían en el fondo de la calle y el último farol brillaba, en lo alto, exactamente sobre el eje longitudinal del vehículo.
Y siempre así.
En lo alto del carro, tendido sobre los lienzos de primicias hortelanas, como la esfinge echada que escudriña la lejanía, iba el hombre. Yo murmuraba, alguna vez, con cierto acento de poema:
"¿Acaso el carro no es un símbolo? La fuerza atada y puesta en una dirección que la cabeza tenebrosa del irracional no concebiría; y arriba, el hombre, la luz, la pupila que ve lejos, la mente que reflexiona y ordena, la mano que guía".
Y todo hubiera ido lo más bien, dentro de ese acento poemático, si esa mañana no hubiese acontecido algo inusitado, que es la piedra de toque de las verdades.
Había en medio de la calle, exactamente en medio de la calle, una paloma herida. Muy de madrugada suele haber palomas heridas en las calles solitarias, palomas cansadas, que en las tinieblas tropezaron con una pared y cayeron.
Al llegar el caballo al sitio donde yacía el ave herida, se detuvo, alargó el pescuezo y la olfateó, trémulo el belfo; luego, sin dejar de mirarla, caminó de lado hasta formar un ángulo recto, y carro y caballo se desviaron a la izquierda, prosiguieron andando y pasaron a un lado de la paloma, no sobre ella, como hubieran pasado a seguir como de costumbre.
El carro iba tan lentamente que creí posible alcanzarlo y hablar a la pupila que veía lejos y a la mano que guiaba segura, aprobándoles el acto que acababan de realizar.
Ya cerca, advertí dos cosas estupendas: las riendas estaban sueltas, caídas sobre la grupa del animal y el hombre, silencioso e inmóvil corno una esfinge, dormía. . . ¡ Dormía!
—j Eh! — grité, y extrañamente resonaba la voz en la soledad de la madrugada—. ¿Duerme? ¿Quién guía el carro?
En su perfumado lecho de albahaca y romero, el hombre se incorporó. Me miró con ese asombro de los que despiertan, que es un asombro igual a aquél con que los que yacen en profunda angustia miran al que trae una buena noticia, y repuso, corno recordando, estas palabras que me revelaron súbitamente una teoría y practica del gobierno:
—¡ Bah!, el caballo sabe su camino.
—Pero — insistí —, si usted estuviera despierto, vería el camino; vería, por ejemplo una piedra grande que «podría ser un peligro. Hay que ver dónde se va.
A todo esto el caballo caminaba.
El hombre, ajustándose la faja, pronunció este resumen admirable u horrible, como se quiera, del arte de gobernar :
—¿Una piedra? Jamás he visto una piedra en el camino; jamás miro el camino para saber si hay en él algo de extraño o de peligroso.
Y bostezando, agregó:    ,
—Me basta mirar las orejas del caballo.


De Lecturas. Ediciones Selectas América, N° 26. B. Aires, 1920.



domingo, 21 de julio de 2013

EL HOMBRE QUE RIÑE CON LOS GATOS - Por MARK TWAIN

Mark Twain es el pseudónimo de Samuel Langhorne Clemens,, el gran humorista norteamericano mundialmente conocido. En el cuento trascripto muestra su natural ingenio en un continuo juego de frases. Además de sus relatos festivos, como Viajes humorísticos. Cuentos humorísticos, etc., escribió libros notables dedicados a los niños: Las aventuras de Tom Sawyer, Las aventuras de Húck , Príncipe y Mendigo



A falta de otra cosa, contamos una vez en nuestro periódico, la aventura de un desventurado que, según nuestro relato, para poner término al infernal estrépito de unos gatos, se había encaramado en camisa en el tejado la noche del 31 dé diciembre, provisto de zapatos viejos a guisa de proyectiles. Después de haber continuado la caza airadamente sobre siete u ocho tejados, el hombre se había resbalado por un tragaluz y había caído en una habitación desconocida, de la que escapó perseguido por un hombre espantado, teniendo que ocultarse tras una chimenea y esperar el alba tiritando, con el miedo de que la policía lo descubriese y le descerrajase un tiro. El episodio era pura invención, y al héroe se le había dado un nombre cualquiera muy común: el de Pérez; pero una semana después, entró en la redacción un anciano caballero, en cuya fisonomía se pintaba formidable ingenuidad. Se llamaba Pérez, vivía en una casa como la descripta en el cuento, y venía a declarar que la anécdota era completamente falsa y extremadamente ofensiva para él.
—Cuide mucho, querido señor — le dijimos, mirándole fríamente —; cuide mucho de cómo habla. Conocemos a fondo todas las circunstancias del hecho. ¿Querría Ud. negar, acaso, que ha andado a zapatazos con aquellos gatos?
—¡ Nunca! ¡ Nunca! — exclamó Pérez —. En mi vida he estado sobre ningún tejado en camisa.
—Y nadie ha dicho que Ud. haya estado. ¿Quién ha oído hablar nunca de tejados en camisa? Sería un tejado muy raro, por cierto.
—Quiero decir — replicó Pérez — que no es verdad quo yo haya saltado de la cama en camisa.
—Tampoco encontrará Ud. eso en el periódico. ¿Dónde hay camas en camisas?
—¡ Pardiez!, — objetó Pérez —. Lo que quiero decir es que nunca he pegado a los gatos en camisa.
—Y se comprende, querido señor. Y, ¡ojalá no tenga Ud. nunca que tratar con gatos en camisa, ni siquiera en pantalones!
—Pero, ¡ por Dios! — imploró Pérez, esforzándose por permanecer tranquilo—. Ustedes han escrito que yo he salido al tejado con mi camisa solamente para espantar a los gatos.
—Dispense Ud. Nosotros no hemos dicho que Ud. se haya puesto la camisa solamente 'con ese objeto, ni menos nos hemos metido en si la camisa era o no la. suya. Por lo que sabemos de ella, podría ser hasta la camisa de Mahoma.
—Pero si, según ustedes, yo he puesto en fuga a los gatos con zapatos viejos.
—Nosotros no hemos hablado de gatos con zapatos.
—¡ No quieren entenderme! aulló Pérez, exasperado—. Nunca jamás he tenido que hacer con gatos en los tejados, ni he tirado zapatos en camisa.
—Señor Pérez, ¡ seamos formales! Si puede Ud. indicar un párrafo del periódico en que se le acuse de poner camisas a los zapatos para tirarlas a los gatos, estamos prontos a escribir una apología de cuatro columnas y, además, cuando muera, le haremos un monumento. Usted no puede ser capaz de semejantes extravagancias... ¡Oh, no!
—¡ Tunantes! — rugió Pérez —. Yo os digo que todo el maldito relato de la caza gatuna y del tirar zapatos, y del quedarme en el tejado pegado a la chimenea para estar caliente, es una calumnia descarada.
—¿Y para qué pegarse a la chimenea sino para calentarse?
—Yo no me he pegado a la chimenea. Yo no he visto acabar el año sobre el tejado, pegado a la chimenea.
—Pero, vea Ud. señor Pérez, vea Ud. ¿ Cuándo hemos dicho nosotros que el año haya concluido sobre el tejado, pegado a la chimenea? Usted desvaría, señor Pérez.
—¡Basta! ¡Lo veremos! — gritó Pérez, furibundo —. ¡Yo no he tirado zapatos! ¡Nada es verdad ! ¡Toda la noche he estado en la cama! ¡Quiero una rectificación! ¡Quiero una rectificación!... sí, ¡os acuso de libelistas! ¡Os acuso, os acuso!
Ahora bien, el jefe de redacción puso una nota sobre el escritorio de cada uno de los redactores, pidiéndoles que en lo sucesivo se cuidaran muy mucho de frenar un poquito más la imaginación cuando de la tipografía avisasen que faltaba material. . .


De El Monitor de la Educación Común, según la versión, publicada en el N° 807. Buenos Aires, marzo de 1940. Publicado en el libro "Corazón de colegial" de Fernández - Castagnino. Editorial Estrada, edición de 1957





Magia - Por Diego Santiago Cazzaniga Arduzzo

Se esconden
los duendes
con sigilo en la almohada
Baila
vestida de fiesta
la muñeca
frente a la ventana
Gira
el carrusel
Zumban los oídos
La luciérnaga se inmola
en la vela encendida
y acentúa los colores
La madre arropa
al hijo dormido
El libro cae
en el borde de la cama
Desfilan
ante el sueño que
se avecina
los dibujos.

Confianza plena - Por Ezequiel Feito

Hombre que pasas y me ves sereno
en este mundo hostil y bondadoso,
pensando que yo siempre sufro menos,
que lo tuyo es llanto y lo mío gozo.

Nada me es extraño, no soy ajeno,
porque todo hombre es también mi hermano.
Si dices que no hay uno sólo bueno,
¿por qué te asombras del dolor humano

y culpas al Señor de tu desgracia?
Mas yo lo alabaré. Tal es su gracia
en toda enfermedad y en la pobreza.

Sé en quien creo, sé de su grandeza.
y a su lado no hay nada que yo tema
porque Dios es mayor que mi problema.

Niño inmóvil en la plaza - Por Ezequiel Feito

En la plaza hay un niño solitario,
y es la suya la inmovilidad del hierro…

Los demás, dan vuelta en la ronda y ríen
alrededor de una estrella imaginaria;
una multicolor estrella de luz indescriptible
que hace saltar, correr y crecer alas.
Otros suben a mágicas cruces
que llevan hacia un cielo de baldosas ásperas,
mientras que sólo, inmóvil, bajo un árbol
hay un niño quieto en un trono de plata.

Un niño que está quieto, triste y pensativo
cuando es tiempo de los vientos, de las tierras, de las aguas;
cuando es tiempo de la sangre que explota brevemente
y la carne que comienza a ponerse en la balanza.

Ese niño sin nombre está sentado, y su pupila
se llena de la vida de la plaza.

Su corazón se agranda por un dolor oculto
que aún no comprende. Pero luego
cuando a lo lejos suena, bronce y viento, la campana,
sonríe dulcemente, y sus manos
acaricia Dios en la mañana.

Pizza Mandala Por Enrique Spinelli

Los muchachos del Alas Balcarceñas siempre salieron muy poco fuera de su club, pero solían ir al bar de Moschetto y a la pizzería “Don Nicola” de Merlo. Ellos habituaban estos lugares porque eran de esos negocios personales, que  con su personalidad alimentan a la esencia de un pueblo. A su vez, un pueblo es el único hábitat posible para estos sitios. Aquí, las cadenas y las franquicias no funcionan[1] porque no tienen personalidad y no puede ser de otro modo, pues no tienen personas: tienen CEO, pizzero junior, pizzero senior y pizzero despedido. En estos lugares todo es siempre igual y algo que no cambia es la nada. Por el contrario, cada pizza Don Nicola es única, irrepetible y un claro reflejo del estado de ánimo del pizzero en ese instante. Son fotos de su alma.

En las cadenas, el cliente promedio tiene razón. En Don Nicola, el amigo es quien tiene razón. Yo mismo vi a Marmorato sacar a patadas en el culo a un cliente que pidió cerveza -¡Cómo va a tomar cerveza con pizza Don Nicola! ¡Sacrilegio! [2]

A los muchachos les agradaba esta pizzería porque Merlo, su dueño y pizzero, es inquieto como Marmorato, personas que no se conforman con lo clásico y establecido. Este célebre pizzero balcarceño inventó la pizza rellena, la pizza enrollada y siempre fue por más. Tan es así que en un momento ya no hizo más pizzas sino mandalas, la masa era sólo una excusa, un sostén, un soporte para su expresión, que fluía a través de estas obras geométricas.

Como dice wikipedia, los mándalas son diagramas o representaciones esquemáticas y simbólicas del macrocosmos y el microcosmos. Son obras de tipo geométrico, en general circulares o cuadradas, aunque Merlo también las exploró triangulares, cilíndricas, lanceoladas y sagitadas Las preparaba con rodajas de salamín, morrón, aceitunas y aquello que tuviera a mano. Todo precisa y prolijamente posicionado, inclusive cada una de las hojitas de orégano, que disponía en perfecta simetría. Por supuesto que demoraba muchísimo, pero esto no era ningún problema para los muchachos, que valoraban el arte de su amigo. Además, Merlo demoraba mucho en preparar las pizzas, pero mucho más demoraban ellos en pagarle.

-Eh Nicola, ¿cómo se te ocurrió esto de los mandalas?
-Ejem, “mandala” en sánscrito significa “círculo sagrado” ¿Que más sagrado que esta pizza que estoy posando en vuestra mesita, que será compartida entre amigos, como hostia consagrada de muzzarella y regada con moscato Crotta? Esta obra contiene mucho de mí, es casi yo y pasará a formar parte de vuestro cuerpo. Soguita se quedó pensando un poco, tal vez algo impresionado, pero Marmorato y Alcoyana asintieron con la cabeza sin parar de devorar mandala y escupir carozos a la vereda.

-Me alegra mucho que les gusten mis obras. No se si será porque estos mandalas lo merecen, o porque me aprecian. En cualquier caso ¡me alegra mucho!

Cómo toda obra de arte, los mandalas permitían pispear el estado de ánimo del artista. Si aparecían mandalas de morcilla, Alcoyana desplegaba todo su arsenal de chistes y hasta Soguita se esforzaba con alguno. Era maravilloso cuando aparecía un mandala con morrón tricolor. Ahí abrían todas las puertas y ventanas del local, Alcoyana se sentaba en la ventana con los pies colgando para afuera en la 17, recitaba poemas a cada una de las mujeres que pasaban y las invitaba a sentarse a la mesa.

-¿Pizza? ¿Porque mejor no me regala un jazmín?
-No, jazmín no. Te voy a regalar una cebolla y un morrón colorado. ¡Merlo hará maravillas con blanco y rojo reflejados en el grisazul de tus ojos!
-¡Que ordinario! ¡Con una pizza de cebolla no va a atraer a una chica como yo!
-¡Tiene razón Señorita!, esa es la idea.

Un día ocurrió un hecho muy extraño. Llega el mandala a la mesa y las 4 aceitunas estaban en la porción que apuntaba a Alcoyana. El Turco quedó pálido, atónito. La cosa era muy rara porque en la pizza no se observaban los hoyos originales de las aceitunas, donde el artista las había posicionado mediante compás y transportador. Sólo había uno que reía y no era Merlo, era el destino.

Es cierto, Alcoyana se inquietó, pero rápidamente advirtió que las aceitunas sólo indicaban que algo iba a ocurrir. Cómo siempre e indefectiblemente ocurren cosas -buenas y malas- la señal no contenía información alguna: significaba nada.  El Turco siguió su vida como siempre, viviendo cada instante sin preguntar por el siguiente, dejando el destino sin efecto. Eso si, le jugó los 15 pesos que tenía al 444.

Los mandalas de Merlo tenían usos diversos. Eran notables sus propiedades relajantes, pues los muchachos se relajaban mucho luego de comerse un par de mandalas con moscato. Los mandalas Don Nicola fueron también un excelente canal de comunicaciones codificado. En colaboración con el quinielero Soguita se desarrolló un código que permitía representar números de 3 cifras en una pizza de muzzarella. Una especial permitía resolver hasta 2 decimales.

En la búsqueda de colores y texturas, nuestro artista hizo pizzas algo extrañas, bellas pero incomibles, como la pizza de remolacha con capuchones de birome bic y la de flores de Santa Rita con corcho rallado. Esto fue atentando contra la pizzería y con el tiempo el artista le fue ganando al pizzero. Los mandalas fagocitaron a las pizzas, el local se transformó en una galería de arte y finalmente cerró. Dicen que Merlo ahora hace buenos helados; pero mandalas… mandalas sólo para los  amigos.

[1] Si una cadena comercial tiene éxito significa que el pueblo-ciudad se transformó en una ciudad-pueblo: una tristeza.


[2] Recuerdo este episodio en detalle. Estaba yo con mi papá, comiendo pizza en una mesita cercana al hecho. Mi viejo siempre tomaba moscato con la pizza y yo crush. No sé si del susto o qué, pero me deshice de mi botellita de gaseosa apoyándola en el piso contra la pared. Me serví moscato y le di un trago. Recibí la mirada de aprobación de mi viejo y me sentí iniciado.

¿Dónde estará Juan P.? - por Eros Verdul

Se nos informa que se prepara otro procedimiento para encontrar al balcarceño  Juan P.
Después de los continuos fracasos que nuestros lectores conocen, su paradero sigue siendo un misterio. Se vincula a Juan P. con numerosos delitos y escabrosos hechos aún no esclarecidos, como los siguientes:

         Tiene en su haber una gran cantidad de robos, algunos denunciados y otros no, por considerar el trámite completamente inútil.

           En uno de estos casos su familia fue maltratada, su esposa manoseada, su suegra octogenaria atada a una silla y torturada con el uso de corriente eléctrica. Muchas cartas de lectores que han llegado a este medio coinciden en destacar que debe considerarse a Juan P. un hombre afortunado, porque aún siguen con vida y no debiera afligirse demasiado. Según nos escriben, “la sacó barata”, término utilizado junto al “no te metás”, “no te calentés” y “no va a pasar nada”, los cuales cada día más van formando parte del habla de los argentinos.

           En otro, las ventanas de su casa, luego desvalijada, fueron destruidas y con las astillas y fotos familiares se ocasionó un incendio que dejó a todos en la calle. Juan P., en la ocasión, no estaba presente.
 Juan P., también por ausencia, no pudo evitar las trágicas muertes de sus hijos, en episodios de los que nuestros lectores han sido informados con el rigor y la abundancia que nos caracteriza.
Fue estafado y aún sigue siéndolo, mediante periódicos y constantes robos legales (también llamados exacciones) por medidas de todo tipo: aumento de tasas provinciales, municipales, viales, etc., de las cuales sabemos que no ha recibido siquiera un retorno, como así tampoco ha podido opinar, ni quejarse, ni nada. De lo que se deduce que los bolsillos de Juan P. son mudos, no así los de otros, a los que se ha oído cantar alegremente.

Se lo supone cómplice de numerosos delitos aún no completamente caratulados. Los tales son tan variados como ingeniosos: abultados vueltos que desaparecieron al ser colocados en los bolsillos de ciertos intermediarios junto a sobreprecios, obras no realizadas, otras realizadas que hubiera sido mejor que nunca las hubiesen hecho (vayan como ejemplo, algunas consideradas “artísticas”) y varios subterfugios más, incluyéndose en el voluminoso paquete, casos de sustitución de identidad nunca debidamente aclarados.
A su vez, expertos locales opinan que una vez que pase cierto tiempo, las causas prescribirán. Otras ni siquiera son investigadas, por lo cual Juan P. no recibiría imputación alguna, ni pena en consecuencia, más de la propia pena que pueda causarle la baja estima en que suponemos se halla.

            Se lo señala por no asistir a festejos organizados sin imaginación y a veces ni siquiera organizados. Calificados sociólogos opinan que Juan P. aún no ha entendido que el verdadero espectáculo está después de los festejos y no antes o durante. Eso se demuestra observando que por varias semanas los diarios, las radios, la TV y las redes sociales no se ocupan de otra cosa que de comentar el enojo e indignación de algún funcionario de peso, esperando y vaticinando el escarmiento que de seguro merecerán tales organizadores; pero luego de un tiempo de madura reflexión y como era de esperarse, predominan la cordura y las buenas maneras, de forma tal que la herida queda restañada para que todo vuelva a su cauce normal. No entendimos la frase de un lector, al decir que la naranja no pasaba, hasta que dada vuelta quedó clara: “no pasa naranja”.
Pero dada la personalidad de Juan P., esbozada anteriormente, no es ésta ya una acusación sino apenas una queja boba.

              Hay versiones que afirman que Juan P. ha muerto en circunstancias que no se alcanzan a precisar. Sin embargo, se siguen evidenciando acciones suyas que no pueden pasar inadvertidas. Aunque sus apariciones públicas sean escasas, se lo ha visto más de una vez transitando nuestras avenidas, mimetizado entre bombos y carteles.
Se tiene la certeza de que su trabajo provee las góndolas, mantiene las calles, permite abrir escuelas y salas de atención de la salud, y continúa empeñado en sellar, empacar, construir, reparar, transportar, cocinar y limpiar, entre otros cientos de pruebas de vitalidad que, si la versión fuera correcta, serían imposibles.
Otros aseguraron a este medio periodístico que Juan P. en realidad no ha muerto, pero desde hace largo tiempo está profundamente dormido, y los actos descriptos con anterioridad son muestras de su automático sonambulismo.
               Esta última hipótesis, mucho más creíble que la anterior, abre una posibilidad para el éxito del procedimiento que se avecina. Porque, según se dice, la única esperanza de encontrarlo es, precisamente, que Juan P. despierte.

sábado, 13 de julio de 2013

La Paz Mundial (De Manolito Gafotas) Por Elvira Lindo

Hace diez días con sus diez noches mi sita Asunción entró en la clase a las nueve en punto de la mañana, sin dejamos esos cinco minutos que tenemos todos los días para echamos en cara lo que nos hicimos los unos a los otros el día anterior. La sita Asunción tomó aire y casi todos bostezamos porque era muy temprano para aguantar uno de sus discursos. Nuestra sita dijo lo siguiente: Este año quiero que preparemos el Carnaval como si fuera el último carnaval de nuestra vida. Vamos a presentarnos a un concurso de Eurovisión de disfraces que van a hacer en una discoteca de Carabanchel el próximo sábado. Van a presentarse niños de los colegios de todo el barrio y tenéis que demostrar al mundo que sois unos niños como Dios manda y no esos delincuentes que parecéis. No la dejamos acabar, se montó un mogollón en la clase que no veas. Yihad se levantó para decir: - Aviso: yo me voy a disfrazar de Superman y lo digo para que no se disfrace nadie más de Superman porque en esta galaxia Superman sólo hay uno y ése soy yo y no quiero tener que partirme la cara con nadie. Repito: es un aviso.
Entonces dice el Orejones:-¿Y de qué me disfrazo yo si sólo tengo el disfraz de Superman y mi madre no me va a querer comprar otro? Y se empezó a oír un eco en toda la clase: «Y yo... y yo... y yo....», porque todos los niños tienen el mismo disfraz de Superman por los siglos de los siglos. Yihad había avisado. Se tiró descontrolado a por el primero que pillara, porque a Yihad en esos momentos de alta tensión ambiental le da igual ocho que ochenta. No sé por qué tuvo que pillarme a mí; a lo mejor tiene razón mi madre cuando dice que siempre estoy en medio, como el jueves. Menos mal que soy un niño con reflejos y me defendí rápidamente: - No hace falta que me rompas las gafas esta vez, Yihad. Todo el mundo sabe que yo prefiero ser el Hombre Araña.
Entonces salió un tío de mi clase diciendo que el Hombre Araña era él, y una niña que quería ser la Bella y pedía a gritos una Bestia... Así que, tal y como se habían puesto las cosas, no nos quedó más remedio que empezar a pegamos, porque es la única forma que tenemos en mi clase de solucionar nuestros problemas de convivencia. La sita Asunción, fuera de sus casillas, dio tres punterazos en la mesa y eso nos hizo acordamos en masa de que estábamos en el colegio, en una clase y con una sita despiadada: la sita Asunción. Mi sita dice que da los punterazos en la mesa para desahogarse. En el fondo lo que a ella le gustaría sería darlos sobre cabezas humanas, lo que pasa que tiene la mala suerte de que ahora se lo prohíbe la Constitución española. «Si no fuera por la Constitución dice a veces mi sita Asunción, ibais a estar más tiesos que unas velas del Santo Sepulcro.» Mi sita Asunción dijo que nada de supermanes, ni de hombres arañas, ni de bellas ni de bestias; que teníamos que demostrar a Carabanchel, a España, a Estados Unidos y al planeta Tierra que éramos unos niños buenas personas, que luchábamos por la paz del Mundo Mundial y que ella había pensado que nos íbamos a vestir los treinta niños bestias que somos de palomas de la paz. Si no hubiera sido porque la sita Asunción iba armada con su puntero y porque además es nuestra señorita y porque somos una pandilla de cobardes, le habríamos dicho a coro: «Anda, vete, salmonete».Estábamos bastante desilusionados; había sido el chasco más grande de nuestra existencia. Nos quedamos muy callados; ya nada nos hacía ilusión en este mundo mundial. Entonces mi sita continuó: El jurado, que es la Asociación de Vecinos, nos dará el primer premio, porque no hay jurado en España que se resista a dar el primer premio a treinta niños que van vestidos de palomas de la paz. Además nos llevaremos muchos regalos. Seremos por un día los símbolos de la paz mundial y nuestro grito de guerra hasta el sábado será: ¡Los vamos a machacar!
Eso sí que nos gustó; con un grito de guerra como ése podíamos ir hasta el fin del mundo. Íbamos a machacar a todos los niños de todos los colegios del barrio con nuestros trajes de superpalomas de la paz. Mi madre y las madres de los treinta niños bestias que somos nos hicieron esa semana los trajes de paloma con papel cebolla. Mi madre se quejaba bastante porque dice que, para mi sita, cualquier excusa es buena con tal de tenerla gastando dinero y trabajando. Que el disfraz de Hombre Araña ella me lo había comprado para no tener problemas hasta que yo hiciera la mili y me dieran el disfraz de soldado. Que cómo se hacía un disfraz de paloma y que paz era lo que ella necesitaba, mucha paz en una playa desierta de Benidorm y sin niños, que eso era para ella la paz mundial. Se quedó callada treinta milésimas de segundo y luego siguió protestando y diciendo que sino me estaba quieto jamás podría probarme, que conmigo hay que tener mucho cuidado porque los trajes por la cabeza nunca me entran. «Este niño -se refiere a mí- otra cosa no tendrá, pero nació con veinticinco dedos de frente.» Mi abuelo la consuela a ella y me consuela a mí diciendo: Como Einstein. Todos los sabios han tenido siempre veinticinco dedos de frente. Al Imbécil le tuvo que hacer otro traje de paloma porque el Imbécil es culo-veo-culo-quiero, y como no le hagan el mismo disfraz que a mí ha cogido la costumbre de no comer y mi madre dice que un día se nos va a deshidratar. A mí me da igual que se deshidrate; el que se deshidrata hoy día es porque quiere. Ah, se siente. Total, que el día C la C es por Concurso y por Carnaval  mi madre nos vistió con nuestros trajes de papel cebolla y nos dijo que nos fuéramos yendo para el colegio. A ella le gusta mucho ver que salimos vestidos de paz mundial y cogidos de la mano. No me preguntes por qué, nunca he podido explicármelo. Nos encontramos a la Luisa por la escalera y la Luisa va y nos dice: Mira tu madre la maña que se ha dado para vestiros de pingüinos. Así que no tuve más remedio que agarrar al Imbécil y volver a subir a mi casa para decirle a mi madre que nosotros de pingüinos no queríamos salir a la calle, ni aunque fuera por la paz mundial. Mi madre nos dijo que la Luisa no sabía distinguir entre un pingüino de su marido y entre una paloma de su madre, y que fuéramos arreando para el colegio, que siempre tenemos que llegar tarde a todas partes. Por la calle una señora le dijo a otra: Mira que pingüinos tan ricos, mujer. Pero ya no quise volver a casa porque mi madre en ciertos momentos de su vida se puede llegar a poner violenta y, al fin y al cabo, nosotros estábamos representando a la paz mundial. Cuando llegamos al colegio nos quedamos alucinados: en la puerta estaba Yihad vestido con unas plumas que parecía una gallina, estaba el Orejones que parecía un pavo, la Susana parecía un avestruz, Paquito Medina un pelícano, y así hasta treinta y tres. No había dos pájaros iguales. Bueno, sí, el Imbécil y yo: Esos pingüinos tan ricos. Mi abuelo, que acababa de llegar, dijo: - Esto lo tenía que haber visto Alfred Hitchkock para hacer Los Pájaros. Segunda parte.
Todos nos quedamos mirando los unos a los otros, y muy mosqueados nos fuimos escoltados por la sita Asunción hasta la discoteca «Silicona», donde se celebraba el Festival. La sita Asunción no se quedaba atrás; también se había vestido y parecía una pata o una gansa. Moviendo las alas nos dijo que iban a retransmitir el Festival por Radio Carabanchel, que es una radio que se hace en mi barrio y que, como no tienen dinero para micrófonos, mi abuelo dice que hacen los programas por el viejo sistema indio de abrir la ventana y hablar a gritos. La sita Asunción estaba tan contenta que no parecía la sita Asunción. Si no hubiera sido porque nosotros también íbamos de pajarracos nos habríamos partido de risa viéndola por mitad de Carabanchel vestida de paz mundial. La sita nos dijo que cuando saliéramos al escenario, ella diría: ¡Una, dos y tres! Y nosotros teníamos que responder moviendo las alas y gritando todos a una, hasta rompernos la garganta: ¡Viva la paz mundial! La sita quería que ensayáramos, así que en plena calle chilló como una loca: ¡Una, dos y tres! Nosotros íbamos a gritar ¡Viva la paz mundial! pero, al ir a mover las alas, nos empezamos a enredar unos con otros, y si la sita no llega a poner orden habríamos llegado a la discoteca completamente desplumados. La sita nos dijo que nos olvidáramos de mover las alas, que ya las moveríamos después de ganar el premio. Ya estábamos en la discoteca. Nos sentamos los treinta y el Imbécil en un rincón. El presentador era el director de la Guardería «El Pimpollo», que está al lado de mi casa. Iba vestido el tío de Superman; a Yihad le rechinaban los dientes de la envidia cochina que tenía. Yo aproveché la ocasión para hacerle un poco la pelota a mi amigo el chulito Yihad. Le dije: Ese tío no puede ser Superman con la barriga que tiene. Un tío con una barriga como ésa no puede sobrevolar las cataratas del Niágara, porque la fuerza de gravedad de nuestro planeta atrae a los cuerpos gordos como ése. Y entonces, ¿qué ocurriría?  dijo Yihad, que estaba interesadísimo en mis teorías. Que se espanzurraría contra el suelo. Yihad no solamente se había quedado muy impresionado con mis altos conocimientos científicos, sino además muy contento. Lo de que «se espanzurraría contra el suelo» le había devuelto su optimismo de siempre; ya no sentía envidia, ahora miraba al presentador-Superman por encima de las plumas, como mira un superhéroe profesional a un superhéroe de pacotilla.
Superbarriga iba anunciando a los grupos de los colegios, que iban saliendo al escenario entre los abucheos de los que estábamos sentados. Como comprenderás no íbamos a aplaudir a nuestros enemigos. Acuérdate de que nuestro lema era: ¡Los vamos a machacar! Salieron unos disfrazados de árboles. El grupo se llamaba «El Otoño». Llevaban una cadena que colgaba de una rama, tiraban de la cadena y automáticamente caían las hojas. El público se quedó alucinado por la tontería que acababa de ver. Los padres de este grupo se habían llevado una pancarta para animar a sus hijos; fueron los únicos que les aplaudieron, claro. Los demás miramos en silencio cómo se pasaron diez minutos en el escenario recogiendo las hojas que habían tirado. Luego, salieron los clásicos superhéroes, unos niños que iban disfrazados de reality-chows con cuchillos clavados en la espalda, otros que iban de bollicaos... Nosotros salimos los quintos, estábamos amaestrados para gritar detrás del «Un, dos, tres» de la sita Asunción eso de «¡Viva la paz mundial!», pero no nos dio tiempo a hacer nuestro número porque cuando la sita dijo «Un, dos y tres», se oyó la voz de un chaval que va aun colegio de Formación Profesional de mi barrio que se llama «Baronesa Thyssen»:¡Yihad, qué bien te sienta el traje de gallina! Yihad se tiró del escenario para volverle la cabeza del revés al tío gracioso ése. La Susana detrás para defender a Yihad y todos los demás detrás de la Susana y de Yihad, porque si no defendemos a Yihad luego nos pega él a nosotros. El padre del chaval del «Baronesa Thyssen» dijo: - Mi niño tiene parte de razón: Yihad parece una gallina y está concursando de paloma, y eso, se mire como se mire, es intolerable.
Mi sita Asunción se quedó sola en el escenario. Lloraba la pobre con su disfraz de pata. Nosotros tuvimos que separar a nuestros padres de los padres del «Baronesa Thyssen» porque estaban a punto de faltarse al respeto, y nosotros, al fin y al cabo, estábamos representando la paz mundial. Aquel carnaval tenía toda la pinta de ser el peor de nuestras vidas, pero no te vas a creerlo que pasó al final, porque lo que pasó no se lo esperaban ni los chinos de Rusia. Una vez que la pelea se calmó y se despejó el escenario, salió Superbarriga con su pinta de Superman de la Tercera Edad y quiso hacer como que volaba. Por poco se mata el tío en uno de sus intentos por despegar del suelo. Ya ves, si eso fuera tan fácil todo el mundo sería superhéroe, no te fastidia. La verdad es que hubo que agradecerle el tropezón: fue lo que más gracia le hizo al público en toda la tarde. Yihad le estaba explicando a unos de otro colegio: Ese tío no puede ser Superman con la barriga tan gorda que tiene porque la «falta de variedad» del planeta Tierra le empuja a espanzurrarse contra el suelo. ¡La falta de variedad! Qué bestia que es Yihad, la única palabra que había conseguido aprenderse bien de mi teoría era el famoso «espanzurrarse». Pero no te creas que le llamé la atención; si le llego a corregir, yo también hubiera sabido lo que era espanzurrarse contra este planeta del que tanto hablamos. Superbarriga leyó los premios yendo del tercero al primero para hacer esos momentos más emocionantes: El tercer premio le corresponde ¡al grupo «Reality-Chows»!, por su simpatía y originalidad. El público en pleno se deshizo en abucheos: ¡¡¡Fuera!!! El segundo premio se lo hemos concedido al grupo «El Otoño», por la belleza en la representación de una estación del año tan importante como las demás. ¿Había dicho «por la belleza»? Le dije a Yihad que aquel jurado se merecía que lo tirasen por las cataratas de Niágara, seguido de Superbarriga, claro. Una vez más estábamos de acuerdo. El más chulito de mi clase y yo estábamos de acuerdo en todo; de repente yo era su mejor amigo. Estaba muy orgulloso de mí mismo, porque cuando el tío más chulo de tu colegio es tu amigo, eso quiere decir que tienes las espaldas cubiertas; es como si tuvieras al genio de la lámpara a tu disposición, siempre dispuesto a defenderte ante cualquier enemigo. Y el primer premio... Superpatoso hizo una pausa para crear más expectación. Te aseguro que se podía oír el rechinar de dientes de los espectadores ansiosos . El primer premio se lo hemos con cedido por unanimidad al grupo «Los pájaros», por su defensa de especies en vías de extinción. Como nadie salía, el presentador lo tuvo que repetir. Nos miramos los unos a los otros:¿Pero nosotros no habíamos venido por la paz mundial? Se ve que de lo de la paz mundial no se había enterado nadie, así que tuvimos que admitir que éramos un grupo de pájaros en vías de extinción. No siempre uno es lo que quiere ser en esta vida. Nos hicieron salir otra vez al escenario para recoger el premio. El premio estaba en una caja grande. Nos tiramos todos a por la caja para abrirla. El Imbécil intentaba abrirla a mordiscos. Con el follón nos estábamos quedando sin alas, pero eso ya no nos importaba; al fin y al cabo ya no teníamos la responsabilidad de representar a la paz mundial: éramos pájaros en peligro de extinción. Mi sita se abrió paso dando unos cuantos pellizcos a traición y consiguió abrir la caja con sus manos poderosas. Superbarriga pidió un gran aplauso para el premio. Era material escolar: libros, cuadernos y cosas así. ¡Todo el rollo repollo de la paz mundial para ganar libros para estudiar! El único que aplaudió fue el Imbécil; como todavía no ha estudiado en lo que lleva en este planeta, no sabe lo que es eso, hay que perdonarle por su ignorancia. Abandonamos el escenario. Ya no teníamos nada que hacer allí. El regalo se lo podía quedar la sita Asunción y comérselo con patatas. Ella estaba encantada mirando todos los libros y seguramente planeando nuevos deberes con los que destrozarnos el cerebro. Nuestros padres estaban orgullosos de aquellos hijos en peligro de extinción. Por la tarde me dejaron bajar al parque del Ahorcado. Me vestí con mi supertraje de Hombre Araña. Mi madre le dijo a la Luisa: Los niños son así. Ellos se ponen su disfraz de superhéroes y tan contentos. Lo que yo digo: Los niños son A, B y C, y de ahí no les saques. Estuve a punto de bajar trepando por las paredes de mi torre, pero soy un niño consciente de mis limitaciones y sé que lo único que tengo de Hombre Araña es el disfraz. Cuando llegué al parque del Ahorcado ya me estaban esperando mis amigos: Yihad, de Superman; el Orejones, de Superman, pero sin capa porque le tocaba ser el ayudante de Superman; la Susana, de la Bella, aunque en cuanto estás con ella un rato te das cuenta de que es la Bestia disfrazada de la Bella; Paquito Medina, de Robín de los Bosques, y el Imbécil, que seguía con su traje de pingüino porque mi madre le había convencido de que era el más bonito del barrio (a esa edad todavía te crees las mentiras de las madres).
Jugamos a superhéroes. Hicimos dos equipos. Yihad me pidió a mí para el suyo. Le dije que si le parecía bien que nuestro lema de ataque fuera: «Los vamos a machacar por la paz mundial.» Le pareció chachi. Estaba claro que yo me había convertido en su gran amigo .Jugamos al pañuelo, a la peste bubónica y al churro mediamanga mangaentera que es un juego que consiste en que un equipo se agacha y el otro se tira encima sin piedad, es un juego de los llamados «educativos». Yo hacía todo lo que podía, corría y aguantaba con todas mis fuerzas, pero los demás siempre conseguían ganarme. Es el único defecto que le encuentro yo a los juegos de correr y de fuerza, que siempre me ganan. Cuando Yihad se dio cuenta de que conmigo en su equipo no se comía una rosca, decidió que a partir de ese momento ya nadie iría en equipo. El único interés de Yihad era ganar como fuera a Paquito Medina. Ganarnos al Orejones, a la Susana, al Imbécil o a mí no tiene emoción para Yihad. Cogí al Imbécil de la mano y nos fuimos para casa. En realidad me fui porque no podía aguantarme las ganas de llorar. Había pasado de ser el gran amigo de Yihad a ser una rata de alcantarilla, y eso es algo que fastidia a cualquiera. El Imbécil me vio llorar y se puso a llorar él también. A él se le contagia todo, lo bueno y lo malo. Eso es lo que dice mi madre. Tuvimos que compartir el pañuelo. Primero me soné yo y luego le puse a él el pañuelo en la nariz. Hizo lo de siempre: prepararse con mucha concentración, tomar aire y luego echarse los mocos para adentro en vez de echarlos en el pañuelo. Es su estilo. Y yo me tuve que reír aunque tenía lágrimas en los ojos porque hay que reconocer que aunque sea el Imbécil también es bastante gracioso. En algo se tenía que parecer a mí. En esas estábamos cuando llegó corriendo Paquito Medina y nos dijo: ¿Qué hacéis? Llorando de la risa le contesté yo.
A ver si te crees que le iba a confesar la verdad. Entonces Paquito Medina me dijo que si quería ir el domingo a jugar a su casa con el ordenador. Yo le pregunté: ¿También vas a invitar a Yihad? Yihad me lo puede romper. Es un bestia. Le dije que sí. La verdad es que era un rollo repollo jugar con Paquito Medina al ordenador porque Paquito Medina gana en todo; igual que yo pierdo en todo, pero no me importaba. El tío más listo que yo había conocido en mi vida en la Tierra me quería invitar a mí solo: ¿Por qué? Porque Manolito Gafotas no rompe los ordenadores, porque Manolito Gafotas no es un bestia como otros, porque Manolito Galotas es un tío de toda confianza. Estaba claro que Paquito Medina había decidido que yo fuera su gran amigo. Creo que fue uno de los momentos más felices de mi vida. Me dieron ganas de subir a mi casa trepando por las paredes con mi disfraz de Hombre Araña, pero no lo hice. A mi madre no le gusta que el Imbécil suba solo las escaleras. El Imbécil y yo echamos una carrera hasta mi piso. Le gané, claro. Hay dos personas en el mundo mundial a las que gano corriendo: al Imbécil y a mi abuelo Nicolás. ¿Qué pasa? ¡Los hay peores! Cuando nos estábamos poniendo el pijama, mi abuelo nos decía: - Uno, dos y tres. Y el Imbécil y yo gritábamos con todas nuestras fuerzas: ¡Viva la paz mundial! Lo estábamos pasando bestial hasta que vino el plasta del vecino de arriba a protestar por el follón. Estaba claro que el famoso lema de la sita Asunción siempre traía problemas a nuestras vidas.