lunes, 28 de julio de 2014

CLUB ARGENTINO DE SERVICIO 2 DE ABRIL
San Martín 248 - 7100 DOLORES- Provincia Buenos Aires . Argentina
Fundado el 19 de mayo de 1982

“XXI Certamen de Poesías de Temas Gauchescos 2014”


BASES

1) El XXI Certamen de poesías de temas gauchescos es abierto para poetas argentinos y de países limítrofes, con obras escritas en castellano y para participar no abonarán arancel.

2) El género será gauchesco. Se sugieren los siguientes temas: El gaucho, el caballo, el recado, el lazo, la yerra, la doma, las cuadreras, la taba, el rancho, el resero, la pulpería, el mate y toda manifestación que esté relacionada con la vida, las costumbres y el paisaje del gaucho.

3) Cada autor podrá participar con una o dos poesías que no hayan tenido premio ni mención en otro certamen. Sólo uno de los temas podrá ser premiado.

4) La construcción estrófica será libre, con medida octosilábica y rima consonante o asonante, con una extensión mínima de 30 versos y máxima de 60.

5) Los trabajos serán firmados con seudónimo, escritos a máquina o computadora y presentados por triplicados. En un sobre cerrado, en cuyo frente figure el o los títulos y el seudónimo, se incluirá en su interior nombre y apellido del autor, domicilio, teléfono y correo electrónico si tuviese. Los trabajos deberán enviarse a “Certamen 2 de Abril”. Carranza 625 . 7100 DOLORES. Provincia Buenos Aires. Argentina. El plazo de admisión caducará el 11 de septiembre de 2014.

6) Se otorgarán tres premios consistentes en medallas y diplomas y, de acuerdo con el criterio del jurado, se otorgarán hasta dos premios más y las menciones que el mismo considere. Los autores distinguidos recibirán un cuadernillo con los textos de los temas premiados.

7) El jurado tendrá en cuenta para dictaminar la originalidad del tema, uso del lenguaje, figuras literarias, construcción, y se expedirá en un plazo no mayor de 40 días después del cierre de admisión de las obras, y los premios se entregarán el primer domingo de noviembre de 2014 en el curso de un almuerzo sin cargo para los premiados.

8) El hecho de participar, implica aceptar las condiciones de estas Bases y todo asunto no previsto en las mismas, será resuelto por la institución organizadora de acuerdo con el jurado.


9) Para más informes: Mail: juancarlospirali@yahoo.es o teléfono (02245- 443078 DOLORES, provincia de Buenos Aires.

sábado, 26 de julio de 2014

Poesías de Antonio Machado (Selección)

Elegía de un madrigal

Recuerdo que una tarde de soledad y hastío,
¡oh tarde como tantas!, el alma mía era,
bajo el azul monótono, un ancho y terso río
que ni tenía un pobre juncal en su ribera.
¡Oh mundo sin encanto, sentimental inopia
que borra el misterioso azogue del cristal!
¡Oh el alma sin amores que el Universo copia
con un irremediable bostezo universal!

Quiso el poeta recordar a solas,
las ondas bien amadas, la luz de los cabellos
que él llamaba en sus rimas rubias olas.
Leyó... La letra mata: no se acordaba de ellos...
Y un día ?como tantos?, al aspirar un día
aromas de una rosa que en el rosal se abría,
brotó como una llama la luz de los cabellos
que él en sus madrigales llamaba rubias olas,
brotó, porque un aroma igual tuvieron ellos...
Y se alejó en silencio para llorar a solas.

De “Humorismo, fantasías y apuntes”



La muerte del niño herido

Otra vez en la noche... Es el martillo
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!

-Duerme, hijo mío. -Y la manita oprime
la madre, junto al lecho. -¡Oh, flor de fuego!
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego;

fuera, la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.

-¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
-¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!



Parábola

Era un niño que soñaba
un caballo de cartón.
Abrió los ojos el niño
y el caballito no vio.

Con un caballito blanco
el niño volvió a soñar;
y por la crin lo cogía...
¡Ahora no te escaparás!

Apenas lo hubo cogido,
el niño se despertó.
Tenía el puño cerrado.
¡El caballito voló!

Quedóse el niño muy serio
pensando que no es verdad
un caballito soñado.
Y ya no volvió a soñar.

Pero el niño se hizo mozo
y el mozo tuvo un amor,
y a su amada le decía:
¿Tú eres de verdad o no?

Cuando el mozo se hizo viejo
pensaba: Todo es soñar,
y el caballito soñado
y el caballo de verdad.

Y cuando le vino la muerte,
el viejo a su corazón
preguntaba: ¿Tú eres sueño?
¡Quién sabe si despertó!


CONSEJOS

 Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
así en la costa un barco sin que al partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.


LXXVIII

¿Y ha de morir contigo el mundo mago
donde guarda el recuerdo
los hálitos más puros de la vida,
la blanca sombra del amor primero,

  la voz que fue a tu corazón, la mano
que tú querías retener en sueños,
y todos los amores
que llegaron al alma, al hondo cielo?

  ¿Y ha de morir contigo el mundo tuyo,
la vieja vida en orden tuyo y nuevo?

¿Los yunques y crisoles de tu alma
trabajan para el polvo y para el viento?

De “Galerías”



Nasreddin - Selección de cuentos

El rey se imaginaba que era un gran cantante. Un día llamó a Nasredín y le dijo que escuchara su última canción. Después de las primeras notas, Nasredín estalló a reír.
-¡Que voz más horrible! -dijo entre carcajadas mientras las lágrimas le caían
por el rostro. Muy agraviado, el rey lo tuvo encerrado en el calabozo durante dos semanas.
Pasado ese tiempo, volvió a llamar a Nasredín.
-Tengo otra canción para ti, sabio. Tal vez el tiempo que has estado en la celda
haya afinado tu oído.
Cuando el rey estaba a mitad de canción, vio que Nasredín se levantaba con
intención de marcharse.
-¿Dónde piensas ir?- le retuvo.
-Regreso a mi celda.



Nasrudin conversaba con un amigo.
- Entonces, ¿Nunca pensaste en casarte?
- Sí pensé -respondió Nasrudin. -En mi juventud, resolví buscar a la mujer perfecta. Crucé el desierto, llegué a Damasco, y conocí una mujer muy espiritual y linda; pero ella no sabía nada de las cosas de este mundo.
Continué viajando, y fui a Isfahan; allí encontré una mujer que conocía el reino de la materia y el del espíritu, pero no era bonita.
Entonces resolví ir hasta El Cairo, donde cené en la casa de una moza bonita, religiosa, y conocedora de la realidad material.
- ¿Y por qué no te casaste con ella?
- ¡Ah, compañero mío! Lamentablemente ella también quería un hombre perfecto.

Pensamientos descabellados (Selección) - Por Stanislaw Jerzy Lec

-A veces es necesario callar para ser oído.

-Reflexiona antes de pensar.

-El que comienza a ver, muchas veces tiene que hacerse el ciego para salvarse.

-Desde la eternidad los hombres mantienen entre ellos un monólogo.

-Todos quieren nuestro bien. No dejes que te lo saquen.

-El sonido no vuelve nunca a la cuerda.

-A quien se queda sin palabras, el estado se las da gratis.

-Más fácil es conceder a alguien una alabanza que un derecho.

-Los hombres de menor calidad se venden al más alto precio.

-La tinta es un material inflamable.

-Para muchos productos existen actualmente envases de plástico; Pero la carne

 Humana se sigue vendiendo envuelta en papel de diario.

-Todos somos iguales ante la ley. Pero no ante los encargados de aplicarla.

-A un genio se le perdonan muchas cosas. Después de su ejecución.

-El que poetiza la libertad, la convierte en fantasía.

-A muchos poetas les perturba que las palabras tengan además un significado.

-Su ignorancia es enciclopédica.

-Hubiera comprendido muchas cosas si no me las hubieran explicado.

FERROCARRIL A GENERAL GUTIÉRREZ Por Chamico (Conrado Nalé Roxlo) del libro “El muerto profesional”

General Gutiérrez era un pueblo de tres mil habitantes y dos mil novecientas cincuenta almas, según La Parroquia, órgano oficial del grupo tradicionalista, que no concedía ese ingrediente espiritual a las cincuenta cabezas visibles y parlantes del grupo progresista, con cuyo vocero, El Rayo del Porvenir, sostenía apasionadas polémicas de carácter doctrinario.
Para decirlo francamente, los progresistas no habían hecho nunca nada por el progreso del pueblo. Pero esto era solo por falta de ocasión y en lo que estaba al alcance de sus medios eran tan progresistas como el mejor de otros centros más adelantados. No iban a misa, eran vagamente masones y se reunían en la Sociedad de Fomento a jugar al truco, en lugar de hacerlo en el Club Social, como sus contrarios.
Además de estas actividades superiores, una vaga agricultura y una desparramada ganadería, General Gutiérrez tenía un lugar histórico, enaltecido en folletos, odas y festivales escolares por los tradicionalistas y tolerado por los de la antorcha simbólica, que tenían el buen tino de no meterse con él.
El Lugar Histórico, que siempre se escribía con mayúscula, era un potrero, entrando al pueblo a mano derecha, como de una manzana, en el que la cepa caballo, la biznaga y el recuerdo de nuestro glorioso pasado crecían libremente, al amparo de un clima propicio y de una oratoria sin consecuencias. Solo se le podía echar en cara un defecto, pero que bien mirado tal vez fuera su mayor encanto: nunca se supo con seguridad qué es lo que había ocurrido allí, ni si fue en la época de la conquista, durante la independencia o en los complicados tiempos de la organización nacional, pero de que era un lugar histórico no cabía duda, pues ahí estaba la tradición, "fuente Castalia o de la cultura", según el editorialista de La Parroquia, para afirmarlo "con sus clarines sonoros en la exaltación de las efemérides fáusticas".
Años atrás se trató de levantar un monumento conmemorativo, y la primera parte del programa se cumplió con todo éxito.
Se realizó una velada literario-musical, seguida de baile familiar, como cuando las inundaciones; se rifó un centro de mesa, que estuvo expuesto durante un mes en la vidriera de "Las Novedades", y se cambiaron algunas cartas con un escultor italiano de la capital para la realización del monumento que desde el primer momento se resolvió que fuera ecuestre, por feliz sugestión de La Parroquia.
Todo estaba listo, cuando surgió un grave inconveniente. ¿Qué se conmemoraba? Entonces comenzaron los historiadores locales a opinar. Era indudable que se   trataba   de   una   batalla;   pero,   ¿entre quiénes?, ¿quién fue el héroe de aquella jornada gloriosa, a cuyo recuerdo olvidado aún se estremecían de santo orgullo los generalgutierrences? Se insinuó que el héroe debía pertenecer a una de las familias fundadoras del pueblo; pero ¿a cuál? ¿Cómo poner a un Martínez, un Pérez o un López, sin ofender a los Rodríguez, a los Fernández o a los Martorena del lugar? El propio general Gutiérrez que daba nombre al pueblo habría sido una solución; pero parece que fue un general de administración que tuvo campos por allí, y ellos querían un héroe con sable epónimo y todo. El escultor, que veía que con todo aquel toletole se le escapaba la obra, sugirió que se pusiera una Venus de Milo, pero la idea no tuvo ambiente. Tampoco lo tuvo el obelisco que   propuso  El  Rayo   del  Porvenir,  porque,  como dijo La Parroquia, "¿quién conocía en el pueblo a ese Obelisco, que a lo mejor era un socialista o algo peor, si es posible?"
Y pasaron los meses y los años sin que en la construcción .del monumento se adelantara un solo cascote.
En esto se estaba cuando estalló la bomba. Iba a pasar por el pueblo un ramal de ferrocarril, y tenía que pasar precisamente por el Lugar Histórico.
Los progresistas andaban que se salían de la vaina de contentos. Pero los del grupo tradicionalista torcieron el gesto y empuñaron la pluma para protestar de tamaño ultraje a la tradición. Venga el tren en buena hora, que ellos no se opondrían, si es que venía con buen fin. Pero, ¡guay de la locomotora que hollase con sus cascos la tierra regada con la sangre de nuestros abuelos! ¡Iniquidades, no!, terminaba el articulista de La Parroquia.
Se habló con los constructores de la línea férrea, pero éstos respondieron que el trazado no podía desviarse. Y el dilema se presentó con caracteres trágicos a los defensores del pasado glorioso e impreciso: o ferrocarril o Lugar Histórico.
¡Ferrocarril!  gritaban los progresistas.
¡Lugar Histórico! vociferaban los de la tradición.
Y hasta hubo, por primera vez en el pueblo, algunos cambios de bastonazos en nombre de ideales encontrados.
La tensión de los ánimos creció con los chichones. Un grupo de tradicionalistas exaltados y reumáticos le rompió la locomotora de los manises al italiano don Chicho, viendo en ella una provocación injustificable.
En venganza, los progresistas le dieron un banquete popular, con muchos discursos en los que se tronaba todavía a  la barbarie. Y ya bien entonados por el abundante barbera de los brindis, en larga fila ondulante y pitante, pasearon por el pueblo, haciendo el tren y liando los nombres de imaginarias estaciones. Y no satisfechos con eso se fueron al Lugar Histórico y plantaron un letrero que decía: "Próximamente: Estación Ferroviaria."
El letrero fue arrancado a la mañana siguiente, en un acto de desagravio, al que concurrieron los niños de las escuelas y todos los oradores del grupo tradicionalista.
La víctima, la única víctima digna de atención de iodos estos líos, era el alcalde, hombre prudente y de buen sentido que amaba entrañablemente al Lugar Histórico y sentía cierta naciente debilidad por el ferrocarril. De un lado lo tironeaban los tradicionalistas para que no permitiera el ultraje, y del otro los progresistas para que diera vía libre a la cultura, como llamaban al tren. Y como de él dependía, se pasaba las noches sin dormir, buscando la solución del problema y la pacificación de almas y habitantes.
Por fin la encontró. Y los generalgutierrences quedaron con la boca abierta ante este decreto salomónico:
"Autorízase el paso del ferrocarril por el sitio conocido hasta la fecha por el Lugar Histórico, que desde hoy se traslada a la Loma Verde-, dándosele, para mayor honra de nuestro pasado glorioso, triple extensión de la que tenía antes."
Y la paz volvió a General Gutiérrez, y todos pudieron celebrar sin desmedro de ninguna causa sagrada el paso del primer tren, y el primer pitido de la locomotora resonó en todos los corazones jubilosamente como el arpegio de las trompetas de Jericó en el Valle de Josafat, según dijo La Parroquia en un meditado editorial.

miércoles, 23 de julio de 2014

El mozo que quería aprender lo que es el miedo - Por los hermanos Jacob & Wilhelm Grimm

Erase un padre que tenía dos hijos, el mayor de los cuales era listo y despierto, muy despabilado y capaz de salir con bien de todas las cosas. El menor, en cambio, era un verdadero zoquete, incapaz de comprender ni aprender nada, y cuando la gente lo veía, no podía por menos de exclamar: «¡Éste sí que va a ser la cruz de su padre!».
Para todas las faenas había que acudir al mayor; no obstante, cuando se trataba de salir ya anochecido a buscar alguna cosa, y había que pasar por las cercanías del cementerio o de otro lugar tenebroso y lúgubre, el mozo solía resistirse:
—No, padre, no puedo ir. ¡Me da mucho miedo!
Pues, en efecto, era miedoso.
En las veladas, cuando reunidos todos en torno a la lumbre, alguien contaba uno de esos cuentos que ponen carne de gallina, los oyentes solían exclamar: «¡Oh, qué miedo!». El hijo menor, sentado en un rincón, escuchaba aquellas exclamaciones sin acertar a comprender su significado.
—Siempre están diciendo: «¡Tengo miedo! ¡Tengo miedo!». Pues yo no lo tengo. Debe ser alguna habilidad de la que yo no entiendo nada.
Un buen día le dijo su padre:
—Oye, tú, del rincón. Ya eres mayor y robusto. Es hora de que aprendas también alguna cosa con que ganarte el pan. Mira cómo tu hermano se esfuerza; en cambio, contigo todo es inútil, como si machacaras hierro frío.
—Tenéis razón, padre —respondió el muchacho—. Yo también tengo ganas de aprender algo. Si no os pareciera mal, me gustaría aprender a tener miedo; de esto no sé ni pizca.
El mayor se echó a reír al escuchar aquellas palabras, y pensó para sí: «¡Santo Dios, y qué bobo es mi hermano! En su vida saldrá de él nada bueno. Pronto se ve por dónde tira cada uno».
El padre se limitó a suspirar y a responderle:
—Día vendrá en que sepas lo que es el miedo, pero con esto no vas a ganarte el sustento.
A los pocos días tuvieron la visita del sacristán. Contóle el padre su apuro, cómo su hijo menor era un inútil; ni sabía nada, ni era capaz de aprender nada.
—Sólo os diré que una vez que le pregunté cómo pensaba ganarse la vida, me dijo que quería aprender a tener miedo.
—Si no es más que eso —repuso el sacristán—, puede aprenderlo en mi casa. Dejad que venga conmigo. Yo os lo desbastaré de tal forma, que no habrá más que ver.
Avínose el padre, pensando: «Le servirá para despabilarse». Así, pues, se lo llevó consigo y le señaló la tarea de tocar las campanas.
A los dos o tres días despertólo hacia medianoche y le mandó subir al campanario a tocar la
campana. «Vas a aprender lo que es el miedo», pensó el hombre mientras se retiraba sigilosamente.
Estando el muchacho en la torre, al volverse para coger la cuerda de la campana vio una forma blanca que permanecía inmóvil en la escalera, frente al hueco del muro.
—¿Quién está ahí? —gritó el mozo. Pero la figura no se movió ni respondió—. Contesta —insistió el muchacho— o lárgate; nada tienes que hacer aquí a medianoche.
Pero el sacristán seguía inmóvil, para que el otro lo tomase por un fantasma. El chico le gritó por segunda vez:
—¿Qué buscas ahí? Habla si eres persona cabal, o te arrojaré escaleras abajo.
El sacristán pensó: «No llegará a tanto», y continuó impertérrito, como una estatua de piedra.
Por tercera vez le advirtió el muchacho, y viendo que sus palabras no surtían efecto, arremetió contra el espectro y de un empujón lo echó escaleras abajo, con tal fuerza que, mal de su grado, saltó de una vez diez escalones y fue a desplomarse contra una esquina, donde quedó maltrecho.
El mozo, terminado el toque de campana, volvió a su cuarto, se acostó sin decir palabra y quedóse dormido. La mujer del sacristán estuvo durante largo rato aguardando la vuelta de su marido; pero viendo que tardaba demasiado, fue a despertar ya muy inquieta al ayudante y le preguntó:
—¿Dónde está mi marido? Subió al campanario antes que tú.
—En el campanario no estaba —respondió el muchacho—. Pero había alguien frente al hueco del muro, y como se empeñó en no responder ni marcharse, he supuesto que era un ladrón y lo he arrojado escaleras abajo. Id a ver, no fuera caso que se tratase de él. De veras que lo sentiría. La mujer se precipitó a la escalera y encontró a su marido tendido en el rincón, quejándose y con una pierna rota.
Lo bajó como pudo y corrió luego a la casa del padre del mozo, hecha un mar de lágrimas:
—Vuestro hijo —lamentóse— ha causado una gran desgracia; ha echado a mi marido escaleras abajo, y le ha roto una pierna. ¡Llevaos en seguida de mi casa a esta calamidad!
Corrió el padre, muy asustado, a casa del sacristán, y puso a su hijo de vuelta y media:
—¡Eres una mala persona! ¿Qué maneras son ésas? Ni que tuvieses el diablo en el cuerpo.
—Soy inocente, padre —contestó el muchacho—. Os digo la verdad. Él estaba allí a medianoche, como si llevara malas intenciones. Yo no sabía quién era, y por tres veces le advertí que hablase o se marchase.
—¡Ay! —exclamó el padre—. ¡Sólo disgustos me causas! Vete de mi presencia, no quiero volver a verte.
—Bueno, padre, así lo haré; aguardad sólo a que sea de día, y me marcharé a aprender lo que es el miedo; al menos así sabré algo que me servirá para ganarme el sustento.
—Aprende lo que quieras —dijo el padre—; lo mismo me da. Ahí tienes cincuenta florines; márchate a correr mundo y no digas a nadie de dónde eres ni quién es tu padre, pues eres mi mayor vergüenza.
—Sí, padre, como queráis. Si sólo me pedís eso, fácil me será obedeceros.
Al apuntar el día embolsó el muchacho sus cincuenta florines y se fue por la carretera. Mientras andaba, iba diciéndose: «¡Si por lo menos tuviera miedo! ¡Si por lo menos tuviera miedo!». En esto acertó a pasar un hombre que oyó lo que el mozo murmuraba, y cuando hubieron andado un buen trecho y llegaron a la vista de la horca, le dijo:
—Mira, en aquel árbol hay siete que se han casado con la hija del cordelero, y ahora están
aprendiendo a volar. Siéntate debajo y aguarda a que llegue la noche. Verás cómo aprendes lo que es el miedo.
—Si no es más que eso —respondió el muchacho—, la cosa no tendrá dificultad; pero si realmente aprendo qué cosa es el miedo, te daré mis cincuenta florines. Vuelve a buscarme por la mañana. Y se encaminó al patíbulo, donde esperó sentado la llegada de la noche. Como arreciara el frío, encendió fuego; pero hacia medianoche empezó a soplar un viento tan helado, que ni la hoguera le servía de gran cosa. Y como el ímpetu del viento hacía chocar entre sí los cuerpos de los ahorcados, pensó el mozo: «Si tú, junto al fuego, estás helándote, ¡cómo deben pasarlo esos que patalean ahí arriba!»
Y como era compasivo de natural, arrimó la escalera y fue desatando los cadáveres, una tras otro, y bajándolos al suelo. Sopló luego el fuego para avivarlo, y dispuso los cuerpos en torno al fuego para que se calentasen; pero los muertos permanecían inmóviles, y las llamas prendieron en sus ropas
Al verlo, el muchacho advirtióles:
—Si no tenéis cuidado, os volveré a colgar.
Pero los ajusticiados nada respondieron, y sus andrajos siguieron quemándose. Irritóse entonces el mozo:—
Puesto que os empeñáis en no tener cuidado, nada puedo hacer por vosotros; no quiero quemarme yo también.
Y los colgó nuevamente, uno tras otro; hecho lo cual, volvió a sentarse al lado de la hoguera y se quedó dormido.
A la mañana siguiente presentóse el hombre, dispuesto a cobrar los cincuenta florines.
—Qué, ¿ya sabes ahora lo que es el miedo?
—No —replicó el mozo—. ¿Cómo iba a saberlo? Esos de ahí arriba ni siquiera han abierto la boca, y fueron tan tontos, que dejaron se quemasen los harapos que llevan.
Vio el hombre que por aquella vez no embolsaría los florines, y se alejó murmurando:
—En mi vida me he topado con un tipo como éste.
Siguió también el mozo su camino, siempre expresando en voz alta su idea fija: «¡Si por lo menos supiese lo que es el miedo! ¡Si por lo menos supiese lo que es el miedo!».
Oyólo un carretero que iba tras él, y le preguntó:
—¿Quién eres?
—No lo sé —respondió el joven.
—¿De dónde vienes? —siguió inquiriendo el otro.
—No lo sé.
—¿Quién es tu padre?
—No puedo decirlo.
—¿Y qué demonios estás refunfuñando entre dientes?
—¡Oh! —respondió el muchacho—, quisiera saber lo que es el miedo, pero nadie puede enseñármelo.
—Basta de tonterías —replicó el carretero—. Te vienes conmigo y te buscaré alojamiento.
Acompañóle el mozo y, al anochecer, llegaron a una hospedería. Al entrar en la sala repitió el mozo en voz alta:
—¡Si al menos supiera lo que es el miedo!
Oyéndolo el posadero, se echó a reír y dijo:
—Si de verdad lo quieres, tendrás aquí buena ocasión para enterarte.
—¡Cállate, por Dios! —exclamó la patrona—. Más de un temerario lo ha pagado ya con la vida. ¡Sería una pena que esos hermosos ojos no volviesen a ver la luz del día!
Pero el muchacho replicó:
—Por costoso que sea, quisiera saber lo que es el miedo; para esto me marché de casa.
Y estuvo importunando al posadero, hasta que éste se decidió a contarle que, a poca distancia de allí, se levantaba un castillo encantado donde, con toda seguridad, aprendería a conocer el miedo si estaba dispuesto a pasar tres noches en él. Díjole que el Rey había prometido casar a su hija, que era la doncella más hermosa que alumbrara el sol, con el hombre que a ello se atreviese. Además, había en el castillo valiosos tesoros, capaces de enriquecer al más pobre, que estaban guardados por espíritus malos, y podrían recuperarse al desvanecerse el maleficio. Muchos lo habían intentado ya, pero ninguno había escapado con vida de la empresa. A la mañana siguiente, el joven se presentó al Rey y le dijo que, si se le autorizaba, él se comprometía a pasarse tres noches en vela en el castillo encantado.
Mirólo el Rey, y como su aspecto le resultara simpático, dijo:
—Puedes pedir tres cosas para llevarte al castillo, pero deben ser cosas inanimadas.
A lo que contestó el muchacho:
—Dadme entonces fuego, un torno y un banco de carpintero con su cuchilla.
El Rey hizo llevar aquellos objetos al castillo. Al anochecer subió a él el muchacho, encendió en un aposento un buen fuego, colocó al lado el banco de carpintero con la cuchilla y sentóse sobre el torno.
—¡Ah! ¡Si por lo menos aquí tuviera miedo! —suspiró—. Pero me temo que tampoco aquí me enseñarán lo que es.
Hacia medianoche quiso avivar el fuego, y mientras lo soplaba oyó de pronto unas voces, procedentes de una esquina, que gritaban:
—¡Au, miau! ¡Qué frío hace!
—¡Tontos! —exclamó él—. ¿Por qué gritáis? Si tenéis frío acercaos al fuego a calentaros.
Apenas hubo pronunciado estas palabras, llegaron de un enorme brinco dos grandes gatos negros que, sentándose uno cada lado, clavaron en él una mirada ardiente y feroz. Al cabo de un rato, cuando ya se hubieron calentado, dijeron:
—Compañero, ¿qué te parece si echamos una partida de naipes?
—¿Por qué no? —respondió él—. Pero antes mostradme las patas.
Los animales sacaron las garras.
—¡Ah! —exclamó el muchacho—. ¡Vaya uñas largas! Primero os las cortaré.
Y, agarrándolos por el cuello, los levantó y los sujetó por las patas al banco de carpintero.
—Os he adivinado las intenciones —dijo— y se me han pasado las ganas de jugar a cartas.
Acto seguido los mató de un golpe y los arrojó al estanque que había al pie del castillo.
Despachados ya aquellos dos y cuando se disponía a instalarse de nuevo junto al fuego, de todos los rincones y esquinas empezaron a salir gatos y perros negros, en número cada vez mayor, hasta el punto de que ya no sabía él donde meterse.
Aullando lúgubremente, pisotearon el fuego, intentando esparcirlo y apagarlo. El mozo estuvo un rato contemplando tranquilamente aquel espectáculo hasta que, al fin, se amoscó y empuñando la cuchilla y gritando: «¡Fuera de aquí, chusma asquerosa!», arremetió contra el ejército de alimañas. Parte de los animales escapó corriendo; el resto los mató y arrojó sus cuerpos al estanque.
De vuelta al aposento reunió las brasas aún encendidas, las sopló para reanimar el fuego y se sentó nuevamente a calentarse y, estando así sentado, le vino el sueño con una gran pesadez en los ojos. Miró a su alrededor, y descubrió en una esquina una espaciosa cama. «A punto vienes», dijo, y se acostó en ella sin pensarlo más.
Pero apenas había cerrado los ojos cuando el lecho se puso en movimiento, como si quisiera recorrer todo el castillo. «¡Tanto mejor!», se dijo el mozo. Y la cama seguía rodando y moviéndose, como tirada por seis caballos, cruzando umbrales y subiendo y bajando escaleras. De repente, ¡hop!, un vuelco, y queda la cama patas arriba, y su ocupante debajo como si se le hubiese venido una montaña encima. Lanzando al aire mantas y almohadas, salió de aquel revoltijo y, exclamando: «¡Qué pasee quien tenga ganas!», volvió a la vera del fuego y se quedó dormido hasta la madrugada.
A la mañana siguiente se presentó el Rey y, al verlo tendido en el suelo, creyó que los fantasmas lo habrían matado.
—¡Lástima, tan guapo mozo! —dijo.
Oyólo el muchacho e, incorporándose, exclamó:
—¡No están aún tan mal las cosas!
El Rey, admirado y contento, preguntóle qué tal había pasado la noche.
—¡Muy bien! —respondió el interpelado—. He pasado una, también pasaré las dos que quedan.
Al entrar en la posada, el hostelero se quedó mirándole como quien ve visiones.
—Jamás pensé volver a verte vivo —le dijo—. Supongo que ahora sabrás lo que es el miedo.
—No —replicó el muchacho—. Todo es inútil. ¡Ya no sé qué hacer!
Al llegar la segunda noche, encaminóse de nuevo al castillo y, sentándose junto al fuego, volvió a la vieja canción: «¡Si siquiera supiese lo que es el miedo!».
Antes de medianoche oyóse un estrépito. Quedo al principio, luego más fuerte; siguió un momento de silencio y, al fin, emitiendo un agudísimo alarido bajó por la chimenea la mitad de un hombre y fue a caer a sus pies.
—¡Caramba! —exclamó el joven—. Aquí falta una mitad. ¡Hay que tirar más!
Volvió a oírse el estruendo y, entre un alboroto de gritos y aullidos, cayó la otra mitad del hombre.
—Aguarda —exclamó el muchacho—. Voy a avivarte el fuego.
Cuando, ya listo, se volvió a mirar a su alrededor, las dos mitades se habían soldado, y un hombre horrible estaba sentado en su sitio.
—¡Eh, amigo, que éste no es el trato! —dijo—. El banco es mío.
El hombre quería echarlo, pero el mozo, empeñado en no ceder, lo apartó de un empujón y se instaló en su asiento.
Bajaron entonces por la chimenea nuevos hombres, uno tras otro, llevando nueve tibias y dos calaveras y, después de colocarlas en la posición debida, comenzaron a jugar a bolos.
Al muchacho le entraron ganas de participar en el juego y les preguntó:
—¡Hola!, ¿puedo jugar yo también?
—Sí, si tienes dinero.
—Dinero tengo —respondió él—. Pero vuestros bolos no son bien redondos —y, cogiendo las calaveras, las puso en el torno y las modeló debidamente—. Ahora rodarán mejor —dijo—. ¡Así da gusto!
Jugó y perdió algunos florines; pero al dar las doce, todo desapareció de su vista. Se tendió y durmió tranquilamente.
A la mañana siguiente presentóse de nuevo el Rey, curioso por saber lo ocurrido.
—¿Cómo lo has pasado esta vez? —preguntóle.
—Estuve jugando a los bolos y perdí unos cuantos florines.
—¿Y no sentiste miedo?
—¡Qué va! —replicó el chico—. Me he divertido mucho. ¡Ah, si pudiese saber lo que es el miedo!
La tercera noche, sentado nuevamente en su banco, suspiraba mohíno y malhumorado: «¡Por qué no puedo sentir miedo!»
Era ya bastante tarde cuando entraron seis hombres fornidos llevando un ataúd. Dijo él entonces:
—Ahí debe de venir mi primito, el que murió hace unos días.
Y, haciendo una seña con el dedo, lo llamó:
—¡Ven, primito, ven aquí!
Los hombres depositaron el féretro en el suelo. El mozo se les acercó y levantó la tapa; contenía un cuerpo muerto. Tocóle la cara, que estaba fría como hielo.
—Aguarda —dijo—. Voy a calentarte un poquito.
Y, volviéndose al fuego a calentarse la mano, la aplicó seguidamente en el rostro del cadáver; pero éste seguía frío. Lo saco entonces del ataúd, sentóse junto al fuego con el muerto sobre su regazo, y se puso a frotarle los brazos para reanimar la circulación. Como tampoco eso sirviera de nada, se le ocurrió que metiéndolo en la cama podría calentarlo mejor. Lo acostó, pues, lo arropó bien y se echó a su lado.
Al cabo de un rato, el muerto empezó a calentarse y a moverse. Dijo entonces el mozo:
—¡Ves, primito, como te he hecho entrar en calor!
Pero el muerto se incorporó gritando:
—¡Te voy a estrangular!
—¿Esas tenemos? —exclamó el muchacho—. ¿Así me lo agradeces? Pues te volverás a tu ataúd. Y, levantándolo, metiólo en la caja y cerró la tapa. En esto entraron de nuevo los seis hombres y se lo llevaron.
—No hay manera de sentir miedo —se dijo—. Está visto que no me enteraré de lo que es, aunque pasara aquí toda la vida.
Apareció luego otro hombre, más alto que los anteriores, y de terrible aspecto; pero era viejo y llevaba una luenga barba blanca.
—¡Ah, bribonzuelo —exclamó—; pronto sabrás lo que es miedo, pues vas a morir!
—¡Calma, calma! —replicó el mozo—. Yo también tengo algo que decir en este asunto.
—Deja que te agarre —dijo el ogro.
—Poquito a poco. Lo ves muy fácil. Soy tan fuerte como tú, o más.
—Eso lo veremos —replicó el viejo—. Si lo eres, te dejaré marchar.
—Ven conmigo, que haremos la prueba.
Y, a través de tenebrosos corredores, lo condujo a una fragua. Allí empuñó un hacha, y de un hachazo clavó en el suelo uno de los yunques.
—Yo puedo hacer más —dijo el muchacho, dirigiéndose al otro yunque.
El viejo, colgante la blanca barba, se colocó a su lado para verlo bien. Cogió el mozo el hacha, y de un hachazo partió el yunque, aprisionando de paso la barba del viejo.
—Ahora te tengo en mis manos —le dijo—; tú eres quien va a morir.
Y, agarrando una barra de hierro, la emprendió con el viejo hasta que éste, gimoteando, le suplicó que no le pegara más; en cambio, le daría grandes riquezas. El chico, desclavó el hacha y lo soltó. Entonces el hombre lo acompañó nuevamente al palacio, y en una de las bodegas le mostró tres arcas llenas de oro.
—Una de ellas es para los pobres; la otra, para el Rey, y la tercera, para ti.
Dieron en aquel momento las doce, y el trasgo desapareció, quedando el muchacho sumido en tinieblas.
—De algún modo saldré de aquí —se dijo.
Y, moviéndose a tientas, al cabo de un rato dio con un camino que lo condujo a su aposento, donde se echó a dormir junto al fuego.
A la mañana siguiente compareció de nuevo el Rey y le dijo:
—Bien, supongo que ahora sabrás ya lo que es el miedo.
—No —replicó el muchacho—. ¿Qué es? Estuvo aquí mi primo muerto, y después vino un hombre barbudo, el cual me mostró los tesoros que hay en los sótanos; pero de lo que sea el miedo, nadie me ha dicho una palabra.
Dijo entonces el Rey:
—Has desencantado el palacio y te casarás con mi hija.
—Todo eso está muy bien —repuso él—. Pero yo sigo sin saber lo que es el miedo.
Sacaron el oro y celebróse la boda. Pero el joven príncipe, a pesar de que quería mucho a su esposa y se sentía muy satisfecho, no cesaba de susurrar: «¡Si al menos supiese lo que es el miedo!». Al fin, aquella cantinela acabó por irritar a la princesa. Su camarera le dijo:
—Yo lo arreglaré. Voy a enseñarle lo que es el miedo.
Se dirigió al riachuelo que cruzaba el jardín y mandó que le llenaran un barreño de agua con muchos pececillos. Por la noche, mientras el joven dormía, su esposa, instruida por la camarera, le quitó bruscamente las ropas y le echó encima el cubo de agua fría con los peces, los cuales se pusieron a coletear sobre el cuerpo del muchacho.
Éste despertó de súbito y echó a gritar:

—¡Ah, qué miedo, qué miedo, mujercita mía! ¡Ahora sí que sé lo que es el miedo

sábado, 19 de julio de 2014

LA VISITA - Por María Neder

      En aquel momento le pedí bésame. Su mano tenaza caliente fue a mi cintura y con el otro brazo comenzó a presionarme la espalda hasta hacerme cimbrar, la mano de ese brazo se movió enloquecida rastreándome, llegándome al cuello y subiendo agazapada entre mi pelo. Había un impulso detestable, una urgencia rozando la belleza, porque mordía mis labios con la pasión no cotidiana, casi anclados los dos en la vereda y la gente caminando y el taxi habría pasado frente a nuestros cuerpos y su lengua buscando mi garganta en un ahogo maravilloso mientras la saliva me goteaba y su barba se dejaba humedecer y me achiqué en su cuerpo, acepté el abuso y me dejé y sus dientes tironearon hasta el último dolor insoportable, me temblaban las rodillas pero él estaba pisándome los pies para contener mi caída, la ilusión de no ver más, alguien lo había dicho antes y yo lo sentí, era real, que era suya, que lo fui en todo momento, en el ahogo y la sangre brutal, volcánica, ya con baba y todo fue un mismo líquido. Alguien (que habrá pasado frente a nosotros) dijo mirá mirá. Neil se separó dulcemente y escupió mi lengua hacia el cordón de la vereda. Después buscó un pañuelo y me tapó la boca.

Dos días antes Paul llegaba, de Francia, sin aviso y haciendo sonar el timbre del portero eléctrico en medio de un desayuno casi idílico, y sin exageraciones. Uno sabe de qué halo se cubren las cuestiones de rutina para lograr tener tintes idílicos. Con semejante timbre desafinado, yo me había asustado más que Neil porque últimamente nos perseguía la mala racha (dos días antes, a la misma hora, habían venido del Juzado para entregar una citación). Paul tuvo que subir, porque somos atentos, porque ni Neil ni yo sabemos decir no, porque qué bien Paul aquí, desde tan lejos. Porque no sé qué mecanismos Paul estaba sentado en uno de los sillones tomando café y diciéndole a Neil que estaba acá porque yo había estrenado una obra de teatro y yo pensando qué mierda le habré dicho a este Paul y no recordaba y no hubo caso, aún no lo recuerdo, aunque con seguridad debo haberle comentado en la única carta que le envié que mis planes, que una obra, que algo por el estilo. Neil sostuvo su cara de poker lo más que le da y yo inventé sonrisas y complacencias ridículas por alguno de mis mecanismos contradictorios. Neil se fue a la oficina y el dulce Paul nos invitó a cenar.
Por la noche fue Neil, que aun con su muela ausente y después de un helado postodontólogo, eligió un buen restaurante a su gusto, dispuesto a comer como en su gran noche. Paul habrá gozado el buen vino pero olvidó su invitación y Neil desembolsó nuestros billetes. Después hubo café bohemio, buen regreso con promesas y planes para el sábado. Entonces Paul debe haberse sentido grande muy grande. Como sin querer suele uno hacer sentir a cierta gente. Como sin querer le sale a uno esa puta modalidad, tan puta sensual que brinda placer más placer al otro y ni siquiera se toma el tiempo de sentir lo asqueroso que resulta que un tipo como Paul esté gozando a costa de sus anfitriones. Callé mil preguntas y calmé a Neil de sus, vulgares más que lógicas, suposiciones. En algún momento me sentí molesta o invadida o exigida. En algún momento Neil no soportó a Paul. En algún momento Paul no soportó su papel de simple visitante, simplemente de paso e igualmente atendido por cualquiera de nosotros.
El día siguiente fue sábado de Centro Cultural y galería de fotos, charla tonta e intercambio cuidadoso de chistes que no ofendieran demasiado nuestras nacionalidades. Hubo excelente música, como Paul no está acostumbrado en su pueblo, con caricias de Neil a mi pierna y de mi mano al cuello de Neil. Habrá también habido alguna mirada celosa y caliente de Paul a nosotros.
Después del jazz y mi alegría musical hubo cena que Neil decidió, aunque por suerte para nosotros Paul usó su tarjeta internacional. Y allí sí comenzaron los sablazos verbales. Paul traía deseo encima y entonces pensé que mejor aguantar ya que faltaba poco. También deseaba que Neil me poseyera con su mirada, como acostumbra a hacerlo en público y yo me mojo. Pero hubo corolario de café. Caminamos unas seis cuadras hacia la avenida, tal vez para sentir el sábado o la gente o para llenarnos de extranjeros noctámbulos. La noche no estaba ventosa. Daba gusto. Final de café con más estupideces en forma de palabras y Paul que se anima a dar su estocada espléndida, con los ojos brillosos; con toda su sonrisa atragantada lo mira a Neil contándole que cuando yo lo llamé, no sé qué cosa.
Mutismo es también brutalidad, cuando no se dice lo que se tiene que decir. Por ejemplo mirar a Neil y sonreírle y recordar que es cierto, que algún día que en ese momento no sabía cuál yo había llamado a Paul por no escribir una carta, porque quería saber cuándo venía, porque Neil y yo no estaríamos en la ciudad, porque la locura altera todos los renglones de la memoria y los mecanismos terrosos de Neil, y también los mecanismos de elección de ciertos minutos fatales, algo como un derramamiento de silencio, la locura natural o circunstancial que uno no sabe, que uno se piensa que puede modular palabra y no lo hace mientras mira a Paul y le dice sin decir qué mierda pretende con lo que dijo o qué mala leche le ataca y desde qué hora de ese maldito día. Pero no, sin palabras. Entonces Paul dice que se irá al hotel porque mañana debe viajar y si nosotros nos quedamos ahí, en el bar. Neil dice nos vamos y nos vamos los tres.
Y en la vereda nos despedimos, paramos un taxi para Paul, porque nosotros vamos caminando, le dijimos.
El sonriente de Paul no había cerrado aún la puerta del taxi cuando Neil y yo comenzamos a caminar, lo tomé de la mano. Supe que hervía en imágenes por aquel llamado. No me gustó su cara pétrea. En aquel momento le pedí bésame.

Del libro “Entre los huecos”, ediciones del Dock

ABRIL - Por Ana María Broglio

Más allá, al horizonte, hay nubarrones
que pretenden colarse en mis razones,
melancólico abril abierto al cielo
decanta en aguacero como un velo.

Las gotas acompañan con sus sones
el alegre vibrar de mis canciones
y el paisaje, su verde terciopelo,...
a la inhóspita tarde da consuelo.

El rostro del espejo no devuelve
la dulce primavera que se ha ido.
La sonrisa, ese bien que todo absuelve,

florece y en mis cruces hace nido.
Soy aquel caminante que no vuelve
y sabe, sabe bien, cuánto ha vivido.

En mi soledad- Por Rafael Serrano Ruiz

Encadenado en mi soledad,
huyendo de mis recuerdos,
anuncia su llegada el miedo.

Miedo por no encontrarte
por mis errores pasados
cometidos al buscarte.

¿Como hallarte al permanecer
enclaustrado en mi destierro?

Y así, entre miedo y desdicha
pasan los tiempos perdidos
buscando el ansiado sueño…

Un amor verdadero,
una entrega sin complejos
donde fundirnos los dos
en un eterno “ te quiero”

Vamos a ver si ahora nos entendemos Por Mayte Sánchez Sempere

tú nunca me has querido,
te parecí hermosa
(como a tantos otros
a los que nunca quise)
acariciaste el triunfo de tenerme,
en tu mano la piel, los huesos, las caricias,
el privilegio de ser dueño de todo

te enamoraste de todas mis virtudes
y velaste
artista meticuloso
esos defectos
que arruinaban tu sueño

me amaste como se ama a lo imposible
como a ese escaparate
en que nos convertimos
a los ojos de pájaros y extraños

no puedes perdonarme
que no sea perfecta
y presumes de tu mujer de piedra

mi mujer, ésta, no engorda, no me engaña,
mi mujer, ésta, se cuida, nunca sale,
mi mujer, ésta, que te lo diga ella...

vamos a ver
si ahora
nos entendemos

ésta no es tu mujer, no es la mujer de nadie,
ésta tenía nombre
hasta que tú llegaste,
ésta sabe moverse sin que tires del hilo

y ésta
desde ya
se niega a callarse.

NOVELISTA POR ENTREGAS - Por Chamico (Conrado Nalé Roxlo)

       Comencé mi carrera literaria como el almacenero de la esquina. No se vaya a creer por esto que le echaba agua a la tinta, ni que daba sílabas de menos. No, nuestros comienzos se parecen en otro aspecto: él, antes de ser patrón, fue muchacho de mandados, y yo, antes de girar en la plaza literaria con mi propia firma, fui secretario de cierto caballero español, autor de novelas por entregas, que en aquellos tiempos se usaban mucho.
Era un señor de aspecto hidalgo y natural bondadoso, al extremo de cederme la única silla de su despacho para que escribiera al dictado lo que a él le soplaban las fecundas Musas. ¡Y lo que soplaban aquellas señoras! En cuanto una situación se ponía demasiado complicada, inflaban los carrillos, y ya teníamos un ciclón para arrasar el castillo maldito o una tromba marina para hundir, merecidamente, la nave pirata. Y con un leve suspiro levantaban un muerto que se había olvidado de decir algo importante en el capítulo anterior. Para ellas era mucho más fácil abrir una tumba fría que para cualquier mortal una lata de sardinas.
¡Pobre señor! Nunca se me quitará de la conciencia el peso de haber arruinado su vida, que, si no próspera y regalada, era bastante soportable, dada su natural frugalidad y una úlcera del duodeno que no le permitía comer gran cosa. Pero no anticipemos el desenlace, como él me decía cuando mi impaciencia pretendía ahorcar antes de tiempo al depositario infiel de la fortuna de las bellas huérfanas del conde...
Yo, sentado a la vieja mesa, escribía, y él se paseaba por la habitación muy suelto de cuerpo, lengua y argumentos, dictando.
Las flores del vergel derramaban a manos llenas sus perfumes capitosos; allí la rosa, el clavel disciplinado, el tulipán versicolor, rivalizaban con el ámbar gris...
- Don Cosme saltaba yo, que el ámbar gris no es perfume de planta.
-Bien, bien, joven; ya lo veremos en las pruebas.
Escriba usted: "Los amantes, mudos de desesperación, cargados de recuerdos inefables como una nube de tormenta de fulmíneos rayos, envueltos en la red inconsútil del amor y del odio, que a medida que los aproximaba abría un abismo insondable entre sus almas, se miraban con los labios trémulos, chispeantes, irrefrenables..." Punto y aparte. "Pero Gontran se sobrepuso al hechizo y salió de la habitación dando un portazo".
-Don Cosme, que estaban en un jardín o vergel...
-Ya se verá en las pruebas. ¿No ve usted, joven, que con sus interrupciones me corta la inspiración?
Yo me disculpaba y escribía cosas como éstas: "Cuando la silla de postas se detuvo bruscamente a la puerta de la posada, la anciana marquesa se extrañó de que Pedro, su fiel cochero, no viniese a abrirle la portezuela. Esperó, hasta que ya cansada asomó la noble y blanca cabeza por la ventanilla, y lo comprendió todo, como a la luz de un súbito relámpago. Pedro, que era un infame esbirro disfrazado de manso cordero, la había abandonado a su triste suerte en el camino del destierro, huyendo dos leguas antes con los caballos".
Por no cortarle la inspiración, me abstuve de preguntar cómo diablos hizo la silla de postas para caminar esas dos leguas, sin cochero y sin caballos En fin, todo se vería en las pruebas.
La novela se llamaba Las huérfanas de la guillotina o Pobres, pero honradas, y fluctuaba entre la historia y el bodrio. Se engalanaba con bellezas como éstas:
"¡Cáspita!, exclamó el decapitado pasándose la mano por la frente".
"Ante el abominable ultraje, el ciego vio rojo..."
"Las dos hermanas gemelas se separaron, no sin antes derramar abundante llanto, para reunirse, Gisela en Meudon con sus padres y Frorisa en el cementerio de la Magdalena, donde dormían los suyos, víctimas del terror".
"Al ver como se mancillaba su memoria, la sangre del cadáver se heló espantosamente".
Ya terminada la novela, ocurrió un percance de consecuencias fatales: don Cosme tuvo que hacer un corto viaje y yo quedé encargado de corregir las pruebas de imprenta y entregar la obra a la estampa y la circulación. Y, fiel a los intereses del buen caballero, me pasé las noches de turbio en turbio y los días de claro en claro, como el otro, limpiando el trabajo de todos aquellos errores, anacronismos e imposibles que se le habían deslizado .a don Cosme en el caudaloso fluir de su inspiración.
Pero la venta no marchaba, los corredores venían diciendo que los clientes habituales de don Cosme no querían recibir la segunda entrega...
Regresó el ingenioso hidalgo de su viaje y me recibió con una mirada tan melancólica que, sin saber por qué, bajé la cabeza.
-¿Qué pasa, don Cosme?
-Joven me dijo, poniéndome una mano bondadosa y desmayada en el hombro, sus correcciones me han arruinado. Cada público necesita su literatura y ha quitado usted todo interés a la mía. Veinte años de esfuerzos y tanteos me costó aprender a escribir de este modo, conquistar- mis lectores, mi pan de cada día... Vaya usted, y que Dios lo perdone.
Don Cosme, el buen caballero de la imaginación desbordada, murió poco después en un hospital, no de la úlcera, que era una invención de su dignidad para encubrir su obligada sobriedad, sino de consunción. Dios le haya dado un cielo tan poblado de fantasía como sus novelas, que mi tonta juventud no supo comprender.

lunes, 14 de julio de 2014

Eternas palabras - Por Rafael Serrano Ruiz

Le dice que no habla,
que guarda oscuros silencios…
que no le susurra palabras de amor.

Él encuentra las palabras
en su mente…
mas al intentar pronunciarlas
se diluyen en su boca
como la lluvia en el mar.

Las palabras son viento…
un sinsentido cambiante,
sin tiempo ni espacio…
un compromiso eterno
en mundo finito…
que son necesarias
mas no valen nada.

Mas esas palabras,
palabras de amor…
le dan sentido a su vida.
No es el amar…que necesita
sino el saberse amada.


sábado, 12 de julio de 2014

Nuevísimo Disionario Ensiclopédico del CASTELIANO Por César Bruto (Publicado en el Diario Clarín desde diciembre de 1947 hasta 1949)

SOBORNO


Sustantivo familiar de uso corriente hasta en las mejores familia. El soborno hecho con plata es, por egenplo, irlo a ver a un jugador de fulbo y desirle más o meno la siguiente indirebta: Si te tirás a chanta el domingO tentregamos un sobre con dosiento $$$$$..., y si se da el caso de quel jugador enpiesa a desir de que él no sensusia en tan poco, o habla de la dibnidá del deportE, o de que prefiere agarrar y morirse de hanbre pero linpio de consiensiA, entonses uno aumenta 20 $$$$$ más y le dise: No te hagás tanto el duro, que ya todos tus companieros del cuadro están toqueados, paboto; guardate estos manguito que vienen de upA y total nadies se va a dar cuenta... Otras veses, cuando un cluB es pobre y no alcansa para darle un buen sobornO a cada jugador, lo mejor es juntar por egenplo 100 $$$$$ y írselos a ofrecer al réfre del partido, pidiéndole de que cada tanto haga la vista gorda cuando hay algún jugador orsáy, o si alguno agarra y enpuja la pelota con la mano adentro del arcO, lo cual si no da la casualidá dencontrar un réfre demasiado orgulioso a lo mejor da un buen resultado, siempre que no pase lo que le pasó el día que jugaron los deportibO honoR y enpugE contra los de atletiT cluB soniaR no cuestA nadA, y resulta de que los primero fueron a sobornearlO a réfre dándole 2 mango por cabesa, lo cual lo rechasó el jueS, disiendo que él no era un cualquiera y que con meno de tresiento $$$$$ no contaran con él para nada, y mucho meno todavía para un chanchulio que le podía afetar la reputasión. Bueno, la cosa fue que al tira y al afloja, a la final los de deportibO honoR y enmugE juntaron dosiento 90 y sinco mango, entre bilietes, monedas y un pagaré hasta el otro sábadO y se fueron tranquilos y contentos por la satifasión del deber cunplido; pero al rato liegó a la casa del réfre un cabaliero que le dijo: Soy uno de los direbtivos del cluB esportibO honoR y enpugE que resien estubo acá para sobornearlo a usté y vengo a desirle de que resién hisimos unasambleA jeneraL adonde resolvimo tirarnos a chanta maniana en el partido... Entonses el honesto jueS abrió los 2 ojos de asonbro para preguntar: ¿No era que querían ganar? ¿Qué moscA les picó, por bentura?..., a lo cual el cabaliero le repuso: Lo que pasa es que maniana nosotro vamos a jugar bastante plata a la mano del cluB contrario, y después nos tiramos a chanta... ¿Mentiende?... El réfre puso la cara seria y dijo: ¿Quiere desir entonces de que les tengo que devolver la plata que me dieron?..., pero el otro le contestó: ¡Quesperansa, senior réfre! Yo tengo que darle otros 20 $$$$$ más ensima todavía, pero en lugar de bonbiarlos a los del atletiT cluB soniaR no cuestA nadA queremos que nos bónbie a nosotros mismos... El trato quedó seliado y en el partido del otro día perdió el sportibO honoR y enpugE por 23 a 4, no pudiéndosesplicar ninguno de los perdedor por qué el réfre los perseguía con tanto ensaniamiento, y menos todavía sospechar del contrasobornO que sinbentaron los del cluB ribaL en la noche anterioR. ¡Por eso, la cuestión de las coima y los sobornO es tan delicada que si uno no está bien seguro de tratar con jente honrrada y desente, lo mejor es no arriesgar la plata!.


INJUSTISIA


Primero de todo y antes de nada, injustisiA se dise a la cosa de que pierda uno un pleito, de que pierda su tiN de fulbo o de que le pase cualquiera cosa fea arriba de la vida. Cuando uno pierde en las carrerA sale disiendo:¡QuinjustisiA! ¡Pensar de que gana cada paparulo que no sabe nada de hipódramo, y que apena distingue cuál es el yoqui y cuál es la véstia, y en cambio pierde uno que conose la peformanse de la madrE, el padre, el abuelo y todos los pariente del burrO, junto con los apronte, las corrida en pribado y el análie de la sangre!... Por esta rasón es que la injustisiA anda siempre al orden del día y que en todas parte no se siente otra cosa que gritos, protestaS y otras yerba. Dise mi tío aquíleZ de quen tiempo de antaniO, o sea cuando era reinA la mariacastaniA, la jente representaba a la injustisia en forma de mujeR con ropas blanca, pero todas manchada de sangrE, y con la cabesa rodiada de serpiente, lo cual sidnifica, a ojo de buen mercadeR, que todo aquel que le dan el trabajo de ser jueS tiene que ser desente lo más que pueda, y con más rasón todavía si hay alguien serca que lo está mirando, porque la mancha que cae arriba de una reputasión no se saca con jabón de palO, y no es el primero que por no saber aguantar la tensióN se arruina la carrera, como le pasó a un doptoR que conosió mi viejo -a europA ¿he?- el cual doptoR agarró y estendió 8 sartificado de muertE natural a fabor de 8 ricachones que se murieron, quedando uno, quera amigo dél, duenio de toda la herensia. Pero entonses es que se aparesió la viuda, o sea un fiscaL, el cual dio la orden del desenterramiento de cada cadábeR, y por ese detalie se vino a descubrir de que un muertO murió haorcado, otro muertO murió de arsénico y encage antiguo, otro muertO traspasado de 23 punialada, otro descuartisado, y así eséteramente. El tribunal entonses enpesó a pensar en un crimen perfedto, y escarbando escarbando, a la final se descubrió todo, acabando el doptoR con 23 ánio de presióN, y a la salida, cuando salió, sencontró de que de toda su clientela que tenía ante no le quedaba ni siquiera un tipo con gripe para ir tirando. ¡La injustisiA, cueste lo que cueste, es una peste que algún día tiene que acabarse!.

POESÍAS SELECCIONADAS DEL LIBRO “CANCIONES DEL VIAJERO” DE ROBERT L. STEVENSON

A CUANTOS AMAN LA AZUL LEJANÍA

A cuantos aman la azul lejanía:
los que desde el alba a la noche, buscando
fugitivos rincones camináis
sin desalentaros en la vana búsqueda;
los que río cantarín abajo,
zagual en mano, joviales remáis
salpicando al sargo saltarín
o fondeáis en la raíz del sauce;
 los que, más osados, de la fangosa ribera
zarpáis, llevando aquel arca de cedro
entre aves marinas y el rugido
del mar inmenso, tan profundo y tan claro;
o los que, en fin, marcháis adonde vuestro corazón
os lleva
sin importaros otra cosa, y oís,
sentados junto al fuego del hogar,
ruido de pasos en Utah o Pamere:

aunque largo el camino y duros sean
el sol y la lluvia, el rocío y el polvo,
aunque en la desesperación y el ansia del camino
enterrados queden los mayores, y extravíense los hijos
al final, oh amigos, estad seguros
de que suceda lo que suceda, allá en el horizonte,
en el confín de los confines,
veréis aparecer la ciudad dorada.


El Vagabundo

Dadme la vida que deseo
Y el resto os lo regalo.
Dadme la alegría del alto cielo
Y cerca el camino apartado.
Dormir en el monte para ver el firmamento
Comer mientras cruzo el río -
Allí está la vida para un hombre como yo
Siempre será esa mi vida.

Tarde o temprano la tormenta estalla
Que caiga sobre mí.
La tierra me rodea,
Y ante mí el camino.
Riqueza no busco, ni amor ni esperanza,
Ni que me acompañe un amigo.
Todo lo que busco, el cielo en lo alto
Y a mis pies el camino.

Dejad que caiga el otoño
Allí donde me he distraído
Callará el pájaro del árbol
Y mis dedos quedarán amoratados
Blanca como la harina la campiña helada -
Cálido el refugio junto al fuego -
No me rendiré al otoño,
¡Ni me rendiré al invierno!

Tarde o temprano la tormenta estalla
Que caiga sobre mí.
La tierra me rodea,
Y ante mí el camino.
Riqueza no busco, ni amor ni esperanza,
Ni que me acompañe un amigo.
Todo lo que busco, el cielo en lo alto


NO SE MUY BIEN CÓMO

No sé muy bien cómo,
pero si pienso en los años que ya pasaron,
las risas antiguas se truecan en mi garganta
en el amargo sabor de las lágrimas.


LA SUERTE ESTÁ ECHADA Y PARA SIEMPRE

La suerte está echada y para siempre
maestro y discípulo, amigo, amante, padre e hijos,
caminarán separados, aunque cercanos parezcan.
Cada uno ve a los que ama tan lejos como estrellas.
Así nosotros, por siempre separados nos acercará el llanto,
con llantos contemplaremos la bahía,
las Grandes Puertas,
como dos grandes águilas que volaran sobre las montañas,
sólo unidas por sus lamentos, hasta perderse entre los cedros.
Los años irán acercándonos,
día tras día irán atrayéndonos, semana tras semana,
hasta que la muerte disuelva esta separación.
Porque amamos lo que soñamos,
y en nuestro sueño, aunque muy lejos el uno del otro,
vivimos juntos, corazón a corazón.
Olvidamos lo que somos,
nuestras almas están protegidas por un vano sueño.
Como el soldado que de una atroz guerra vuelve sin temor,
o el marino desde los abismos,
como el caminante regresa de la helada noche y de los bosques a su refugio,
aún con los ojos llenos de rocío y de oscuridad. "

POESÍAS SELECCIONADAS DEL LIBRO “JARDÍN DE VERSOS PARA UN NIÑO” DE ROBERT L. STEVENSON



MI SOMBRA

Mi sombra no es muy grande y va siempre conmigo,
pero qué hacer con ella, yo nunca lo he sabido.
Es idéntica a mí, mide lo mismo de alto,
y salta junto a mí cuando a la cama salto.
Lo más raro que tiene es que crece a su modo,
no como hacen los niños, que es siempre poco a poco;
porque a veces se estira cual si fuese de goma
y es tan pequeña a veces que se esfuma y se borra.
No tiene ni noción de cómo juega un niño,
y encuentra mil maneras de ponerme en ridículo.
Se nota que es cobarde por cómo se me pega,
pero yo hago igual que ella: ¡me pego a mi niñera!
Un día muy temprano, antes de verse el sol,
salí al jardín: brillaba rocío en cada flor;
pero mi sombra vaga, dormida y haragana,
no se vino conmigo y se quedó en la cama.


EJÉRCITOS EN EL FUEGO

Los faroles iluminan la calle;
Sombrías resuenan las pisadas
Y un triste crepúsculo desciende lentamente
Sobre los árboles y muros del jardín.
En la oscuridad que ahora cubre todo
Sólo el fuego ilumina la oscura habitación:
Lame los techos con vacilantes sombras
Y aviva los lomos de los libros.
Contemplo ejércitos que avanzan hacia murallas y torres
De ciudades que arden en ese fuego.
Mientras aún mis ojos están viéndolo,
Los ejércitos se borran, su orgullo perece.
Mas otra vez se aviva el fuego
La fantasmal ciudad arde de muevo
Y hacia rojizos valles
Los ejércitos fantasmales avanzan.
Engañosos rescoldos, decidme la verdad,
¿Hacia dónde caminan los ejércitos,
Y cuál es la ciudad en llamas
Que sobre vuestras cenizas se desmorona?


HORA DE LEVANTARSE

Hasta mi ventana salta el pajarillo
de plumas oscuras y pico amarillo.
Fija en mí sus ojos brillantes y exclama:
“¿No te da vergüenza seguir en la cama?”


EL PAÍS DE LA COLCHA

Cuando estaba enfermo y guardaba cama,
en dos almohadas grandes me apoyaba
y tenía a mano todos mis juguetes
para que estuviese contento y alegre.

Y pasaba a veces horas contemplando
a mis soldaditos de plomo marchando,
con sus uniformes de bellos colores,
por sábanas llenas de campos y montes;
  y a veces echaba a la mar mis barcos,
por entre las mantas subiendo y bajando;
o si no, sacaba mis casas y árboles
y por todas partes montaba ciudades.

Yo era aquel gigante enorme que estaba
sentado sobre una montaña de almohadas,
y que contemplaba desde el rompeolas
el apasionante mundo de la colcha.

jueves, 10 de julio de 2014

BASES DEL CONCURSO "CONTATE UN CUENTO VII"




2011
DECLARADO DE
“INTERÉS
LEGISLATIVO Y CULTURAL”
POR EL
HONORABLE
CONCEJO
DELIBERANTE

2012
Declarado de
“ Interés municipal”




Bases del concurso

1.. Podrán participar gratuitamente los jóvenes de 12 a 18 años y adultos de acuerdo a sus categorías, con la presentación de un cuento inédito de tema libre cuya extensión no supere las cuatro páginas.

2.  Categorías:
   A-     Jóvenes  de 12  y 13 años
   B-     Jóvenes  de 14 y 15 años
   C-     Jóvenes de  16, 17 y 18 años
   D-     Adultos
                                                     
3.   Obra:
     3.1. Cada participante podrá presentar sólo una obra que no haya sido publicada ni premiada con anterioridad.
     3.2. La obra no podrá ser copia fiel de otra ya existente. En caso de ser detectada quedará descalificada.
     3.3.   Las obras que no resulten premiadas no serán devueltas
     3.4. Para su creación los jóvenes podrán consultar a su profesor de Lengua, de Prácticas del Lenguaje o de Literatura o consultar dudas y pedir ayuda en corrección por mail a paoalessio@hotmail.com
4. Presentación de la obra:
    4.1 Las obras deberán ser presentadas por quintuplicado, en soporte de hoja A4, interlineado 1.5, fuente Arial, tamaño 12 y no superar las cuatro páginas, con una carátula en  cada copia que indique la categoría, el título y el seudónimo.

 4.2. La obra deberá ser escrita en idioma castellano.
4.3. La obra original y sus copias serán colocadas en un sobre sellado. En el exterior de este  aparecerá escrito el nombre del concurso, el título del cuento, la categoría y el seudónimo.
 4.4. Será necesario presentar sus datos personales en un sobre sellado que se colocará en el interior del sobre que contiene los trabajos. Los datos que constarán en el interior del sobre sellado serán:
Seudónimo: ……………………………
Título de la obra: ………………………
Nombre y apellido:…………………
Edad: …………
DNI: ……………………………
 Dirección: …………………
Tel: …………….
Escuela: …………………………
 Curso: …………………………
Dirección de mail: ………………………………………………
Y en el exterior de dicho sobre deberá constar el seudónimo y el título de la obra
4.5. La obra deberá ser entregada en la biblioteca de Secundaria Nº3 “Carmelo Sánchez” cita en calle 32 y 31, Balcarce, 7620 hasta el 15 de setiembre. 
4.6  Los participantes de otras ciudades podrán comunicarse al siguiente mail para coordinar envío  paoalessio@hotmail.com
4.7. No se aceptarán trabajos que no sean entregados en tiempo y forma
 5. Jurado:
    5.1. El jurado estará compuesto por un inspector, un directivo, un escritor y  Prof. de Lengua y Literatura  cuya identidad se dará a conocer el día de la entrega de premios.
    5.2. El jurado evaluará los trabajos entre el 16/9 y el 15/10
    5.3. El fallo del jurado será inapelable
    5.4. El jurado podrá decretar desierto el premio y otorgar un máximo de 3  menciones de honor  para cada categoría
6. Premios:
    6.1. El ganador de cada categoría obtendrá como premio  un libro,   la publicación del cuento en un medio de comunicación local, y un mp3 auriculares inalámbricos
    6.2. Los organizadores serán los encargados de comunicar los resultados del concurso al ganador mediante carta.
    6.3. La entrega de premios se realizará en la sede de la escuela el 30 de octubre.

 7. Las bases del concurso podrán ser retiradas en la biblioteca y serán entregadas gratuitamente al Prof. de Lengua de los distintos establecimientos y difundidas por  medios locales. También puedes hallarlas en

8.       La participación en este concurso implica la aceptación total de las bases.
 Auspician este concurso…
Circulo de Educadores – Balcarce – calle 24 Nº 824
Suteba Balcarce -
Upcn  - Seccional Balcarce
UDOCBA – Balcarce
SOEME - Balcarce
Farmacia norte – calle 8 y 15
FARMACIA RAPACINI – 15 Y G.Chavez
MARIELA MELUCCI – mandataria del automotor – 422172
Notarios MARCELO A.DELLEDONNE Y JUANA M.GANZARAIN- 422277
AGRO BALCARCE – Av.San Martin y 107
JFM PEYMAR AUTOMOTORES Av Del Valle 510 –
LAS JUANAS – calle 19 Nº685
DESPENSA Y FIAMBRERÍA 36 Y 21 
VEO VEO – calle 13 Nº 630
CREEP DISEÑO – Taller de estampado - Calle 33 Nº 637 – 435994
TALLER DE PINTURA AUTOMOTRIZ
LA NUEVA ERA15416879
CARLOS Y JORGE GONZALEZ – contratista rutales – 15533925 - 421799
“LA CASERA” – Balanza pública –15538298

 

sábado, 5 de julio de 2014

Imposibilidades Por Gerardo Barbieri (del libro “Furores”)

Era la lluvia, que añoraba.
Era la imagen tan real de tu rostro, que amaba
-tu espejismo, de cuando sonreías al latir del universo
que llegaba a mi mente
después de cada rumor de polvo acarreado por el viento
sobre calles resquebrajadas, estampadas de sequía
en anhelos de páramo
que aguarda la escarcha de la madrugada.
Era una voz desesperada
donde alguna vez hubo sueños en común
la mía.

PARA EL POBRECITO CIEGO Por Francisco A. de Icaza

Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.

Mendigo del parque Por Diego Miró Quesada Mejía- Lima Perú

Soy un mendigo que come migajas
que le entregan el resto de los hombres
del parque

Parque con banquetas de plata
para el visitante
parque con banquetas quebradas
para el nativo

Soy un mendigo que come migajas
que le entregan el resto de los hombres
del parque
que no vienen del Perú sino de Gringolandia
y que trato con copas y adornos de porcelana

Oro no tengo
ni tampoco mi casa
oro nos falta
regalamos el que nos quedaba

Regalamos el que nos quedaba
cuando nos quedamos dormidos
nos quedamos dormidos
cuando llegó el visitante

Oro nos falta
desde que somos Perú
oro nos falta
desde que se fueron
los españoles
quedamos en un parque
donde caen migajas
migajas de pan
para las palomas peruanas.

Dos poesías - Por R.L. Stevenson

MI  CASA

Mi casa … Pero escuchad a las claras palomas
que hacen de mi tejado el campo de sus amores,
dando vueltas todo el día alrededor del gablete
y llenando las chimeneas con su zureo.
Nuestra casa, dicen ellas; y la mía la declara el gato
extendiendo su dorada pelusa sobre las sillas,
y mía, el perro, levantándose furioso
si algún pie extraño profana la vereda.
Así también, el corzo que adorna mis campos;
y hasta el jardinero llama suyo el jardín.

Quien ahora, derrocado, vigila la sencilla morada
y su último reino, sólo tiene el camino.

 
REQUIEM

 Bajo el inmenso y estrellado cielo,
cavad mi fosa y dejadme yacer.
Alegre he vivido y alegre muero,
pero al caer quiero haceros un ruego.

Que pongáis sobre mi tumba este verso:
“Aquí yace donde quiso yacer;
de vuelta del mar está el marinero,
de vuelta del monte está el cazador”

Fugitiva (Como las musas) Por Carlos Alberto Giménez

Cuando no estás…
el hambre del viento
se anuda al estómago,
el sueño fugitivo
es vigilia de alborada,
el sol… indiferente,
me da la espalda
para hacer tobogán
en la última montaña.

Cuando no estás…
un manto oscuro
aterciopela el cielo,
la cruz del sur
deja lejos su norte
y deambula por la vía
desorientando
al caminante…


Cuando no estás…
desde las ciudades,
balcones abandonados
de grises caserones
vierten sus bostezos,
enlazan su baranda
de hierro forjado,
viendo en lasitud
cómo los días caen
unos tras otros
sin tocarse…

Cuando no estás…
quiero inventarte…
sacarte de mis manos,
hallarte entre mis libros,
suavemente entintada
de colores pasteles,
mecer por reflejo
esa absurda hamaca
tejida entre palmeras,
que atesora fantasías
burlándose desde la pared
de una oficina cualquiera.

¡Ay…! la eternidad,
es más eternidad
cuando no estás...

San Martín, prócer de los descalzos - por Pedro Patzer - http://pedropatzer.blogspot.com.ar/

La historia oficial, la que heredamos de Mitre, nos hizo creer que San Martín era un hombre de bronce, un prócer lejano. Y consagró su lucha a la inmovilidad de las estatuas y al amarillo de los manuales escolares. Correctos himnos y solemnes retratos lo hicieron santo del espada, antes que mostrarlo como un hombre rebelde: “Es cierto que tenemos que sufrir escasez de dinero, paralización del comercio y agricultura, arrostrar trabajo y ser superiores a todo género de fatigas y privaciones; pero todo es menos que volver a uncir el yugo pesado e ingenioso de la esclavitud” Lo conservadores vistieron a San Martín como un patriota ingenuo para ocultar su desnudez revolucionaria: “Me he consagrado ardientemente a la causa de la revolución. Ni mi salud valetudinaria, ni sacrificio alguno es capaz de arredrarme” Porque por más que insistan los solemnes señores, San Martín está ausente de los aristócratas institutos y de los aburridos museos, su espíritu está presente en la esperanza de los oprimidos, en los que sueñan la auténtica emancipación económica y cultural de la Patria Grande: “Mis promesas para con los pueblos en que he hecho la guerra están cumplidas: hacer su independencia y dejar a su voluntad la elección de sus gobiernos” San Martín vive en las pintadas que recuerdan a Kosteki y Santillán, en las ollas populares, en los libros y canciones que hacen un puente espiritual entre las patrias chicas, obras que nos ayudan a cruzar la cordillera del pensamiento colonizado y alcanzar el otro lado: el pensamiento libertador. “En el último rincón de la tierra en que me halle estaré pronto a sacrificar mi existencia por la libertad”
No busquen a San Martín en los cuarteles, búsquenlo en el amor del maestro que da clases en la villa: “Deseo que todos se ilustren en los sagrados libros que forman la esencia de los hombres libres”. No busquen a San Martín en los nacionalistas búsquenlo en los que sueñan un continente hermanado, una Patria Grande justa, sin olvidados: “Cada gota de sangre americana que se vierte por nuestros disgustos me llega al corazón” Busquen a San Martín en el espectro de Túpac Amaru, en la marcha de Guevara en la selva , en los sueños populares de Mariano Moreno, Yrigoyen y Perón, en el puño alzado de Evita, en la “canción con todos” de Tejada, en la pasión del Padre Mugica hallando al Dios del pobrerío, en la guitarra de Yupanqui, en la poesía de Discépolo y Manzi, en la pintura de Berni, en los trenes según María Elena Walsh. Escuchen a San Martín tarareando “Los Dinosaurios” de Charly García. Por favor, no se pierdan al San Martín que habita en el amor de la enfermera del hospital público, el San Martín que se puso el hombro la fábrica recuperada. No dejen de abrazar al San Martín que es el joven científico que trabaja para erradicar el chagas, o a la San Martín que pelea contra la trata de personas: “Para defender la Libertad se necesitan ciudadanos, no de café, sino de instrucción y elevación moral” Hablen con el San Martín que milita en barrios carenciados, ¿Acaso San Martín no fue también Claudio "Pocho" Lepratti, aquel “ángel de la bicicleta” asesinado en la crisis del 2001 por la policía santafecina?. Abrace al sabio San Martín que jamás blandiría la espada contra un hermano “El general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas, y sólo desenvainará la espada contra los enemigos de la independencia de Sud América”. Un San Martín que jamás humillaría a su patria y mucho menos ante la ambición extranjera: “pero lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española: una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer..."
Acérquense al San Martín que la oligarquía del pensamiento ha tratado de escondernos, aquel que decía: “Hace más ruido un sólo hombre gritando que cien mil que están callados” no se pierda al San Martín que arengaba a sus tropas: “La guerra se la tenemos que hacer como podamos: si no tenemos dinero; carne y tabaco no nos tiene que faltar. Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos tejan nuestras mujeres y sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios, seamos libres y lo demás no importa”. Pídale consejos al San Martín anciano que por años manejó trenes o trabajó en la mina o fue tejedora, o fue médico de pueblo, pídale al San Martín que tuvo almacén por cincuenta años que les cuente cuántas veces le fío al vecino, sin especular con las tantas tragedias económicas del país “Al hombre honrado no le es permitido ser indiferente al sentimiento de la justicia” No crea que San Martín era hijo del diccionario de la real academia española, ya que el pueblo donde nació tiene nombre guaraní “Yapeyú” que según algunos significa: "el fruto que ha llegado a su tiempo" ¿Acaso el alma de San Martín haya sido ese fruto, eco de siglos de rebeliones que maduran en un hombre, destinado a cambiar la Historia? Yapeyú, río indígena que dio nombre al pueblo natal del libertador se parece a la sangre de este José de indios y criollos, este José de soldados y desamparados, este José de los próceres postergados de nuestra cultura: “He estado, estoy y estaré en la firme convicción de que toda la gratitud que se debe esperar de los pueblos en revolución, es solamente el que no sean ingratos” Por favor, cada vez que le vengan con las zonceras de siempre y le hagan creer que San Martín era un héroe almibarado, recuerde sus palabras: "En defensa de la patria todo es lícito menos dejarla perecer" San Martín no es un condenado a muerte en los fríos y grises monumentos, véalo al San Martín cuidando el cerro para que no lo envenene la minería o peleando para que el glifosato y la soja no hagan de la fértil tierra un inhóspito desierto. No considere a San Martín un cómodo exiliado en la Billiken, él no sólo habita las hermosas páginas de la liberación continental sino que vive en los actuales párrafos, hay un San Martín que combate al paco en los barrios, un San Martín que trabaja en los comedores comunitarios, un San Martín que a veces le cuesta llegar a fin de mes, pero jamás se lo escucha decir “este país de mierda”. “Para defender la causa de la independencia no se necesita otra cosa que orgullo nacional” .
Un San Martín que camina junto al chango que recorre doce kilómetros para ir a la escuela, hay un San Martín en el político que considera fundamental la unión Latinoamericana y no las relaciones carnales con el imperio. Hay un San Martín en el que alfabetiza porque en su corazón resuenan sus palabras: "La biblioteca destinada a la educación universal, es más poderosa que nuestros ejércitos" Hay un San Martín que sigue adelante pese a todo, sin culpar al otro: “Si hay victoria en vencer al enemigo; la hay mayor cuando el hombre se vence a si mismo" Un San Martín que nos enseña:"La conciencia es el mejor juez que tiene un hombre de bien", un San Martín que halla en Bolivar un hermano con la misma vocación emancipadora, y por eso, relega su gloria personal (ante las traiciones de Rivadavia y sus muchachos pro-ingleses) y se pone a las ordenes del prócer venezolano “No hay revolución sin revolucionarios, los revolucionarios de todo el mundo somos hermanos” Hay un San Martín tan lírico que se hizo protagonista de la Poesía de Neruda: “San Martin, otros Capitanes, fulguran más que tú ,llevan bordados/ sus pámpanos de sal fosforescentes ,otros hablan aun como cascadas,pero no hay uno como tu ,vestido./ De tierra y soledad, de nieve y trébol./ Te encontramos al retornar del río,te saludamos en forma agraria/ de la tucumanía florida,y en los caminos,a caballo te cruzamos/ corriendo y levantando tu vestidura,padre polvoriento./ Hoy el sol y la luna ,el viento grande maduran tu linaje/ tu sencilla composición,tu verdad era verdad de tierra/ arenoso amasijo estable como el pan,lamina fresca de greda/ y cereales... pampa pura.” un San Martín que se escapa de la hermética academia y marcha junto a los que día a día, en sus barrios, pueblos, trabajos, escuelas, hacen la Historia. “Yo no puedo ser sino un instrumento accidental de la justicia y un agente del destino”