sábado, 27 de septiembre de 2014

Ilia - Por León Tolstoi

         Vivía en la región de Ufim Un Bachkirv, llamado Ilia. Hacia apenas un año que lo había casado su padre, cuando éste murió, dejándole poca cosa.
Ilia tenía en aquel entonces siete yeguas, dos vacas y veinte carneros. Pero era un muchacho trabajador y ahorrativo; en poco tiempo se acrecentó su patrimonio. Todo el día trabajaba, y su mujer lo ayudaba. Se levantaba más temprano, se acostaba más tarde que los demás, y se iba enriqueciendo poco a poco.
E Ilia vivió así, trabajando durante treinta y cinco años, y reunió una gran fortuna. Tenía doscientos caballos, ciento cincuenta cabezas de ganado mayor y mil doscientos corderos.
Los criados conducían los rebaños a los pastos; las criadas ordeñaban a las yeguas y a las vacas, y hacían kumiss, manteca y queso.
Todo era abundante en casa de Ilia, y sus paisanos lo envidiaban.
¡Qué dichoso es este Ilia! decían. Está repleto de bienes. Bien puede decirse de él que ha hallado el paraíso en la vida.
La gente sencilla solicitaba su amistad, y de lejos acudían para verlo. El recibía bien a todos y les daba comida y bebida. A cuantos lo visitaban, Ilia hacía hervir kumiss, té, yerba y carnero. Si llegaba un forastero, mataba un carnero o dos; y si eran varios, hasta mataba una yegua.
Ilia tenia dos hijos y una hija. A los tres los casó. Cuando era pobre, sus hijos lo ayudaban en sus trabajos, y hasta guardaban las piaras de caballos. Cuando se vieron ricos, los varones empezaron a divertirse y uno se dio a beber.
Al mayor lo mataron en una riña; el otro, habiéndose casado con una mujer orgullosa, dejó de escuchar a su padre; Ilia se vio precisado a separarse de él.
Le dio una casa con ganados, lo que mermó la riqueza de Ilia. Al poco tiempo, se desarrolló una enfermedad entre los carneros, que le mató un gran número. Luego atravesaron un año de gran escasez; los prados no produjeron pastos y se murió el ganado en gran cantidad durante el invierno.
Después, las plagas se apoderaron de una buena parte de su tierra, y cada día disminuía la
hacienda de Ilia. Su miseria aumentaba, mientras que sus fuerzas desaparecían.
Sucedió que, a los setenta años, se vio precisado a vender sus chubas, sus tapices, sus sillas de montar, sus kibitkas, y vendió también hasta su última cabeza de ganado. De modo que, sin advertirlo, no le quedó nada. Y tuvo que irse con su mujer, en la vejez, a servir a los demás. Sólo tenía en el mundo los vestidos que llevaba puestos, un bastón, un par de zapatos, un gorro, y su mujer, Scham-Schemaghi, tan anciana como él. Su hijo se había ido a países lejanos; su hija había muerto: a nadie tenían para ayudarlos.
Su vecino, Mukhamed-Schah, de regular posición, hacía la vida uniforme de un buen hombre.
Recordó la bondad de Ilia, se compadeció de él y le dijo:
-Ven a vivir a mi casa con tu mujer. En verano, harás jornales para mí; en invierno te cuidarás de dar la comida al ganado y Scham-Schemaghi ordeñará las yeguas y hará kumiss. Yo os alimentaré, os vestiré a los dos y no dejaré que os falte nada.
Ilia dio las gracias a su vecino y se fue con su mujer a servir a Mukhamed-Schah.
Al principio, su nueva vida les pareció dura. Luego se acostumbraron y trabajaron según sus fuerzas. El amo se felicitaba de haber tomado a aquellos criados, pues los dos ancianos, habiendo sido amos también, desempeñaban admirablemente los trabajos de la casa, y no estaban nunca sin hacer o en la medida que sus fuerzas se lo permitían. Pero a Mukhamed-Schah le daba mucha compasión verlos a ellos, antes tan ricos, y ahora sin nada suyo.
Llegó un día en que unos parientes vinieron desde muy lejos a visitar a Mukhamed-Schah. Entre ellos había un noble. Mandó que tomaran un carnero y que lo mataran. Ilia mató uno, lo hizo asar, y lo mandó a los huéspedes de su amo.
Estos comieron, pues, carnero, luego tomaron té y kummis y hablaron entre sí.
Pasó en aquel momento Ilia por delante de la puerta, ya que había concluido su trabajo,
Mukhamed-Schah lo vio, y dijo a uno de sus comensales:
-¿Has visto al anciano que acaba de pasar?
-Lo he visto. ¿Qué tiene de notable ese hombre?
-Verás. Era el más rico del país. Se llama Ilia: quizá has oído nombrarle alguna vez…
-¡Ya lo creo! dijo el otro. No lo había visto nunca, pero su fama es grande.
-Pues ahora no tiene nada absolutamente. Vive en mi casa de criado y su mujer ordeña mis
yeguas.
-El otro, sorprendido, meneó la cabeza en señal de duda.
-Sí puedes creerme: la dicha da vueltas como una rueda que eleva a unos y baja a los otros.
-¿Y está triste ese anciano?
-¿Quién puede decirlo? Vive apaciblemente y trabaja bien.
-¿Será posible hablarle? dijo el huésped entonces; ¿preguntarle sobre su vida?
-¿Porqué no? dijo el dueño.
Y gritó entonces fuera de la kibitka:
-¡Babai! (es decir, «abuelo», en lengua baschkir). Ven a beber kumiss con nosotros, y tráete a Scham-Schemaghi.
Entró Ilia con su mujer. Saludaron al dueño y a los huéspedes. Luego Ilia dijo la oración y se agachó cerca de la puerta, mientras que su mujer pasó por detrás de la cortina, y fue a sentarse con su amo.
Dieron una taza de kumiss a Ilia, se inclinó, bebió un sorbo y dejó la taza.
-Dime, abuelo profirió el huésped, debe afligirte el mirarnos, pensando en tu vida pasada, y comparando tu dicha de antes con la vida triste que tienes actualmente.
Sonrióse Ilia y contestó:
-Si te hablase yo mismo de mi felicidad o de mi desgracia, acaso no me creerías. Pregúntale mejor a mi babá; tiene el corazón en la lengua; te dirá la verdad.
Y el otro gritó hacia la cortina:
-Ea, babuchka, dime lo que piensas acerca de tu pasada dicha y de tu actual desgracia.
Y Scham-Shemaghi contestó desde su sitio:
-Verás lo que pienso: Hemos vivido cincuenta años con mi marido buscando la felicidad, sin poder hallarla. Sólo ahora, desde dos años que no tenemos nada y vivimos a expensas de otro, sólo ahora hemos hallado la verdadera dicha. No pedimos otra cosa.
Quedáronse el dueño y los huéspedes muy sorprendidos. El primero se levantó y alzó la cortina para ver a la babuchka. Y la vio en pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, y se sonreía al mirar a su esposo, y el esposo se sonreía también.
Y la anciana prosiguió:
-He dicho la verdad, hablo en serio. Durante medio siglo habíamos buscado la dicha;
siendo ricos no la encontramos. Y ahora que no nos queda nada nuestro, y que vivimos en casa ajena, hemos hallado la felicidad, y no deseamos otra cosa más.
-¿En qué consiste la dicha de que gozáis ahora?
-Sencillamente, en que cuando éramos ricos no teníamos ni él ni yo un momento de descanso. No podíamos ni hablar un rato solos, ni pensar en la salvación de nuestra alma, ni rogar a Dios. ¡Cuántas preocupaciones! A lo mejor nos llegaba un huésped, y pensábamos: «Qué le serviremos? ¿Qué le regalaremos, para que tenga buena opinión de nosotros?
«Luego, cuando el huésped se marchaba, era preciso vigilar a los criados, siempre dispuestos a no trabajar y a comer bien, y cuidábamos de que nuestra hacienda no se malgastara, y esto es un pecado. Otras veces temíamos que algún lobo se llevara un pollino o una ternera, o que nos robaran. Y una vez acostados, no podíamos dormir: ¡con tal de que los carneros no aplasten a los corderitos! Nos levantábamos, íbamos a verlo por la noche. En cuanto estábamos tranquilos por este lado, nuevas preocupaciones nos asaltaban. ¿Cómo haremos las provisiones para el ganado durante el invierno? No estábamos siempre de acuerdo mi marido y yo: él quería hacer esto y yo lo otro, y de ahí el pecado. Así, pues, una angustia seguía a la otra y un pecado a otro: y no era feliz nuestra existencia».
-¿Y ahora?
-Ahora nos levantamos con mi marido siempre unidos y en buen acuerdo. Ni una discusión, ni un disgusto. Sólo tenemos una preocupación: servir bien al amo. Trabajamos como podemos: trabajamos con gusto, para que las cosas sean de provecho para el amo y no lo perjudiquen. Llegamos: el kumiss está dispuesto, la comida servida. Si hace frío, tenemos kisiaks y chuba. Y podemos hablar cuanto queremos, pensar en la salvación de nuestra alma, y rogar a Dios. Buscamos la felicidad durante cincuenta años: y hasta ahora no la hemos encontrado.
Los invitados se echaron a reír. E Ilia les dijo:
-No os riáis, hermanos míos: no es broma lo que os ha dicho mi babá, así es toda la vida del hombre. ¡Cuán necios éramos, cuando al principio llorábamos por nuestras riquezas! Mas ahora, Dios nos ha hecho ver la verdad; y no es por gusto nuestro, sino por vuestro propio provecho que se la revelamos ahora.
Y el noble dijo:
-Eso es hablar con juicio. Ilia os ha dicho la verdad cierta: así la dice el Korán.
Y los invitados, dejando de reír, se quedaron pensativos.

Intercielos Por Héctor Fuentes

En procura de tus cielos
arrojo mí ejército de palomas,
 porque sé que en algún lugar secreto
 vive el ansia de este peregrinar.

Luego cierro los ojos
y dibujo con mis dedos
el contorno invisible de tu boca,
busco darle la forma
de una luna brillante
que se sumerge en las aguas
misteriosas de un lago.

Y en ese hundimiento
desciendo a la nada,
 como un ángel rendido
que mendiga migajas
 en las puertas del mundo.

Soy un pájaro infinito
que surca con sus alas
 el espacio inabarcable de la noche.

Necesito perderme en tus ríos
para volver a extrañar mis puertos.
Necesito mirarme en tu espejo
para redescubrir mi esencia.

Desde este corazón que vibra
se desprende la luz. que va
hacia tus manos,
para que con ella armes la aurora
y me devuelvas la vida
rebosante de milagros.

(de su libro inédito "Melancrepuscolía")

SI YO DIJESE Por Olga Pardo

Si yo dijese: "Es un cerrado mundo
el que circunda la luz de dar la luz
a los que amo."
¿Un rumor de incesantes gradaciones
me cerrarían todas las ventanas?
Si yo pensase en neblinosa percepción
que me ha tomado
y recorra extenuada y palpitante como al nacer,
aquella piel de madre..."Es un sueño,
no temas.”
Yo callaré. Quedará retenida la palabra.
Sólo gestos. Y en gestos me plantaré frente
al ocaso.
Mas... Si yo gritase: Sol, luna,
pájaro, dolor de dar.
De comprender hasta el hartazgo.
Quizás...Quizás ese cerrado mundo que circunda
la luz de dar la luz a los que aman,
no mortifique. Callo.
¿Comprenden? La luz es la eterna viajera
sin ventanas.

Una vez fui rosa Por María Itza

Muere el lila en la línea sin fin del horizonte
el tiempo muere en rojo…
una suave cadencia de rocío
besa el pasto y lo moja en gotas nuevas
en el flexible tallo de una planta
toda espinas y toda terciopelo
aparece una sombra de colores
rosa húmeda y caliente de fragancia
abre trémulo aletear de mariposa
(es mi deseo secreto…la contemplo)
Me acerco y ya late en mi cuerpo
Se me eriza la piel toda de espinas
Y me cierra la boca su color
Me recubre y me arropa entre sus pétalos
en el momento soy la misma flor ardiendo
en mi cuerpo de flor entre las flores
no te acerques: espino si me tocas
no te doy mi perfume aunque lo pidas.
Moriré…ya lo siento
Caeré como lluvia desprendida
de este tallo fugaz que me sostiene…
cuando recuerde escribiré: “ fui rosa” y tendré aún un pétalo…

DÍAS DE OTOÑO Por Rafael Serrano Ruiz

Caen lentamente los días del otoño
como se desprenden las hojas del árbol...
y pasan las interminables noches
entre intervalos de imágenes y negrura,
horas lentas…
plenas de despertares,
donde la búsqueda resulta inútil
por mucho que repita el gesto...
sábanas vacías...
frescor donde esperaba encontrar
tu apacible calidez...
Son cortos los días de otoño
y muy largas sus noches.
Dicen...
que a veces los sueños se realizan,
si tal hecho es cierto...
¡cuando te podré encontrar!

AI MI YICA Por María Neder

Naufraga mi cartera tejida
tinturas del norte mejor dicho
fibra tejida por las veredas angostas
de la gran city llorando al sur
teñida naufraga de smog
ai aimara mi cartera mi yica
cuando mi mano
sostiene el andar este andar y los gritos
basura basura basura
hambre miseria basura y los chicos
en todas las esquinas
los viejos los chicos los trajes
desorbitados los ojos las plazas opacas
fibra mi yica por las veredas angostas
llorando al sur llorando al sur
para andar este andar ai aimara
este andar
viciado de ausencias.

MI VIDA Y YO Por Ana María Broglio

Aquí estamos, las dos, mano con mano,
atravesando el páramo, curtidas,
buscando de alcanzar en lo lejano
la utopía que sana las heridas.

Andar el derrotero cotidiano,
entusiastas, alegres, sorprendidas
del misterio del mundo y de lo humano.
Desde el primer momento, siempre unidas,

luchando por llegar donde el destino
nos tiene preparado no sé qué.
Pura inercia, razones culturales

que nos hacen seguir por el camino.
Nos tiene preparado no se qué,
mi vida y yo, tan simples, tan casuales.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Otoñal

Con una tímida sonrisa de sol en el cielo
y un callado viento rozándome la frente,
duerme la tarde con fatal recelo.
No hay belleza comparable, ni página que cuente
el sencillo encanto de esta tarde fría,
ese místico secreto de la tarde ausente,
cuando, retumbante en sol, de ángeles vacía,
herida por la sombra que sin cesar se extiende
sepulte en tierra resignando su alegría
al llevar con ella mi corazón doliente.

Retórica - Por Octavio Paz

Cantar lo pájaros, cantan
sin saber lo que cantan;
todo su entendimiento es su garganta

Un banquete - Por Ezequiel Feito

Pon carne en el caldero,
para alimentar al hombre.

No seas mezquino.
y sirve tu generoso vino
en copas blancas.

Extiende tus manteles
y pon sobre ellos pan sin mancha.

Ahora abre sus ataúdes y aliméntalos
para que vuelvan a la vida sin tardanza.

Dáles de comer a los huesos secos
hasta que la tierra diga “¡Basta!”

Cierra sus tapas, ¡que nadie pase frío!
Recoge tus cosas y ponte en marcha.

¡Cuánto bien que has hecho! ¡Qué justicia
es saciar a los muertos sin pedir nada!

Aquellos hombres, ayer - Por María Gladis Curatte

..entraron en silencio. Los cautivó la aldea
y en comunicación de sueños hermanaron.
El campo abierto, dispersa geografía casi inerte,
se tendió a los pies, los adhirió al paisaje.
Un suelo púber desfundose al alba
para hacer donación de sus entrañas.
Aquel hombre en silencio, acarició la tierra
Y hendió con el arado sus plegarias
que al cielo remontaron.
Un titilar de estrellas iluminó los pliegues
Y el seno virgen, todo ansias
al germen dio prisión.
Cantó la lluvia y bienhechora
maravilló los campos.
El sol desde su trono obró el milagro
y oscureció los rostros que en su entrega
confiaron junto al surco. Y era gozo
que los montes guardaron
para llevar a los vientos
perennidad solar, dignísimo destino.
Se embalsamó el ambiente en la llanura
y se estrecharon con ardor las palmas
que curtidas,
lograron la ventura.
La visión de los hombres no fue quimera
 y arraigó al forjador que en sus pupilas
 vio la eclosión agraria en el sudeste,
vio en Balcarce
 una nueva pampa bullente.
El horizonte verdiazul entró en la historia.
Hoy
un óleo en plenitud canta sus glorias.

Lluvia y memoria Por Ezequiel Feito

La lluvia es el artista que en la memoria dibuja
una acuarela de los pasados días,
y pinta las casas y los hombres con su mejor figura
para luego disolverlos
con la misma voz con que se llama a los vivos.

Cada gota mueve ese olvidado mundo
y le entrega, con su voz perdida,
un cántico que resuena dentro de la mente
para poder despertar de nuestro sueño.
Ese sueño pintado por la lluvia
que como el agua, se disuelve en el olvido.

¿Qué hay en ese melancólico paisaje
que oprime sin dolor el pecho tibio?
¿Son las figuras que calladas pasan
para no volver? ¿Es que se ha perdido
la inocente niñez para mirarlos?

¡Maldito sea el corazón que se ha vendido
por un cielo sin nubes, sin memoria,
por un sol puro, por un azul limpio!

¡Qué bello es el recuerdo sereno y tibio
de aquella plenitud que dibuja nuestra sombra
mientras en la tierra somos y vivimos!

La ceguera del periodismo


     La evolución de la sociedad hacia una espiritualidad más individual y profunda no parece interesar mucho a la prensa.
      Esto se debe, entre otras cosas, a que el reportero típico, formado en el escepticismo e imbuido de una reverencia por la investigación “objetiva", es la persona menos idónea para apreciar la importancia de una experiencia espiritual en gran medida subjetiva, a menos que él mismo la haya vivido.
      Jacob Needleman, profesor de filosofía en la Universidad Estatal de San Francisco, afirma: “El concepto de la realidad que tiene el periodista se relaciona con lo que excita a la gente: el escándalo, la violencia, el dinero y el sexo., Lo que ocurre en el interior del hombre no es noticia. Creo que los periodistas pescan con una red que no atrapa a los peces importantes. Por la manera en que formulan sus preguntas, nunca sacan a relucir los aspectos más profundos de la experiencia humana".
     Tal vez el arsenal de técnicas de investigación del periodista típico haya quedado desprovisto de cualidades como el asombro, la empatía, la ternura y la compasión. Estas cualidades internas son la fuente de la luz espiritual moderna, que resplandece sin tregua a pesar de la ceguera del periodismo. Lo que muchos periodistas son incapaces de ver hoy, tal vez se convierta algún día en una gracia que después los maraville.


- D. Patrik Miller, en Columbia Journalism Review

SOLEDAD Por Rafael Serrano Ruiz

Sólo en mi espacio.
Me pesa el silencio.
Busco en mi mente
salir de este estado,
mas nada percibo
que me de consuelo
¿Qué busco?.
Una quimera,
una satisfacción
del alma,
unas frases que
Impresas, llenen,
cubran el vacío,
el inmenso hueco
de tanta soledad
Y allí , en ellas,
Encontrarte

Un gato equivocado - Por Mayte Sempere

Con un gato
enroscado entre las vértebras,
un gato equivocado y casi negro,
ensayo verticales imposibles
sobre una sola pierna.

Cara, tal vez, de acróbata ambulante,
oculto el miedo al suelo
que amenaza
con un contacto violento y poco
deseado. La pértiga reposa.

Volar
sería un remedio equivalente
a salir por la noche
sin sueño en las pestañas:
un triunfo pequeño cuando todo
es demasiado grande
para unos pies que acarician
el filo o lo plano o lo infinito.

Desde su hueco extraño en mi columna
el gato crece y devora el universo
y aún es pequeño
y todavía araña
y maúlla asustado y se equivoca.

TUS VERSOS Por Rafael Serrano Ruiz

Yo amo tu voz
tu pelo
tus gestos….
el ardor que llevas dentro…
las caricias compartidas
reales y vividas.

Amo el hablar de tus manos…
la dulzura de tus besos…
mas…
¿tus versos?..
yo no los quiero.

Quiero tu cuerpo bendito
tu vida, tu plenitud…
tu juventud compartida
a lo largo de los tiempos…
mas…
¿tus versos?...

Quejas de amor..
deseos insatisfechos,
sublimación demagoga
de amor idealizado…

¿Tus versos?...
lánzalos al viento
y ven a mi encuentro.
Yo no quiero tus versos
yo me muero por tus besos…

Melania y Akulania Por León Tolstoi

         Aquel año llegó pronto la Semana Santa. Apenas se había terminado de viajar en trineo, la nieve cubría aún los patios y por la aldea, fluían algunos riachuelos. En un callejón, entre dos patios, se había formado una charca. Dos chiquillas de dos casas distintas una pequeña y la otra un poco mayor se encontraban en la orilla.
Ambas tenían vestidos nuevos: azul, la más pequeña; y amarillo, con dibujos, la mayor. Y las dos llevaban pañuelos rojos en la cabeza. Al salir de misa, corrieron a la charca y, tras enseñarse sus ropas, se habían puesto a jugar. La pequeña quiso entrar en el agua sin quitarse los zapatos; pero la mayor le dijo:
-No hagas eso, Melania; tu madre te va a retar. Me descalzaré; descálzate tú también.
Se quitaron los zapatos, se metieron en la charca y se encaminaron una al encuentro de la otra. A Melania le llegaba el agua hasta los tobillos.
-Esto está muy hondo; tengo miedo, Akulina.
-No te preocupes, la charca no es más profunda en ningún otro sitio. Ven derecho hacia donde estoy. Cuando ya iban juntas, Akulina dijo:
-Ten cuidado, Melania, anda despacio para no salpicarme.
Pero, apenas hubo pronunciado estas palabras, Melania dio un traspié y salpicó el vestidito de su amiga. Y no sólo el vestidito sino también sus ojos y su nariz. Al ver su ropa nueva manchada, Akulina se enojó con Melania y corrió hacia ella, con intención de pegarle.
Melania tuvo miedo; comprendió que había hecho un desaguisado y se precipitó fuera del charco, con la intención de correr hacia su casa. En aquel momento pasaba por allí la madre de Akulina. Al reparar en que su hija tenía el vestido manchado, Le gritó:
-¿Dónde te has puesto así, niña desobediente?
-Ha sido Melania. Me ha salpicado a propósito.
La madre de Akutina agarró a Melania y le propinó un golpe en la cabeza. La pequeña alborotó con sus gritos toda la calle y no tardó en acudir su madre.
-¿Por qué pegas a mi hija?  exclamó, y se puso a discutir con su vecina. Las dos mujeres se insultaron. Los campesinos salieron de sus casas y la gente se aglomeró en la calle. Todos gritaban, pero nadie escuchaba al otro. En la pelea, se empujaron entre sí y ya era inminente una batalla, cuando intervino una vieja, la abuela de Akulina. Se adelantó hacia el grupo de los campesinos y comenzó a suplicarles que se calmasen.
-¿Qué hacen? En un día tan sagrado, deberían regocijarse en vez de pecar de este modo.
Pero nadie hizo caso de la viejecita y poco faltó para que la derribaran. Nada hubiera podido conseguir, a no ser por Akulina y Melania. Mientras las mujeres se peleaban, Akulina había limpiado las manchas del vestido y había salido de nuevo hacia la charca. Tomó una piedra y con ella apartó la tierra para que el agua corriera por la calle. Melania se acercó a ayudarla con una astillita. Así, el agua llegó al sitio en que la anciana trataba de separar a los contendientes. Las niñas venían corriendo a ambos lados del arroyo:
-¡Alcánzala! ¡Melania, alcánzala!  gritaba Akulina. La pequeña no podía replicar, ahogada por la risa. Y las dos niñas siguieron corriendo, divertidas con la astillita que el agua arrastraba.
Llegaron junto a los campesinos. Al verlas, la vieja exclamó, dirigiéndose a estos:
-¡Teman a Dios! Están peleando precisamente por causa de estas dos niñas, cuando ellas se han olvidado de todo hace rato y juegan en amor y compañía. Son más inteligentes que todos ustedes.
Los hombres miraron a las niñas y se avergonzaron de su proceder. Luego, se burlaron de sí mismos y cada cual se volvió a su casa.

«Si no sois como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.»

jueves, 18 de septiembre de 2014

NAVEGAR TU RECUERDO - Por María Itza

Desgarré tu recuerdo con un ronco gemido
di tu esencia al implacable viento
Clavel del aire tu presencia ida
ancló en mi cielo gris desconsolado
Pasé tu amor por un cedazo como copos de harina
lo trituré para saberlo y fuimos dos pedazos
de la misma cadena
en la sangrienta sombra del olvido.
Grité tu nombre y te apreté a mi pecho
corazón de relámpagos sin luces
Tórtola del invierno hoy aferré tu mano
con el hambre de siglos que llamamos amor.
Un silencio de abejas te protegió en sus mieles
me estampé en tu cintura para beberte toda
sólo entonces me dejé morir con la certeza
de ser parte con vos en torrenciales lluvias
después de ser el uno para el otro
panadera de espigas con los dedos cereales
rompiste mi equilibrio por un largo momento
con la canción traidora de la muerte
hoy dejo mi silencio como ofrenda
en panales vacíos con amargos sabores
un latir de corazón quemado me para en el camino

hasta que vuelva a verte.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Del Nuevísimo Disionario Ensiclopédico del CASTELIANO Por César Bruto

ANBISION: Palabra berval de tiempo presente y indicativa de unas ganas locas de venirse inportante, ya sea por medio de la platA, ya sea por medio del poder o ya sea por lo que sea, lanbisióN viene a ser como un bichito que agarra y se va metiendo de a poco adentro del honbre, por no desir tamién de la muger, y lo hase haser las cosas más troculentaS para conseguir el odgeto anbisionado, el cual jeneralmente es lanbisióN de mandar y que todo el mundO sincline respetoso y aguante cualquiera macana con una sonrisa desastifasión arriba de los labio. Esta palabra me viene opíparamente, porque hay un lebtor que me pidió que lesplique lo que sidnifica alsibíadeS, lo cual yo, de primera vista, pensé de quera algo del ingléS o del galisismO, pero mi tío aquileZ me sacó de mentira a verdá disiéndome de que alsibíadeS era el nonbre de un senior griego (y además del tiempo de antes, para ebitar líos), el cual senior griego pasó a la historia por ser de lo más anbisioso que se puede pedir, y hasta llegó a disfrasarse de democráticO para tener más mando y poder mejor haser de las súlias. Hay una linda, bélia y hermosa moraleja que dise que alsibíadeS tenía un perrO que le costó una ponchada de $$$$ por ser de rasA, y que un día, de buenas a primera, de un nabajaso le hiso saltar la cola, o sea que cuando alsibíadeS agarró y salió a pasear con el animalito toda la jente griega no hasía más que desir: -¡Ho, el perrO de alsibíadeS no tiene cola!... y otro preguntaba: -?Cómo es que se arreglará el perrO de alsibíadeS para sacudirse las moscA o saludar contento cuando alguno le hase una carisia¿... hasta que, a la final, un amigo le fue a preguntar al anbisioso melitaR griego: -?Porqué le cortó la cola a su perrO, don alsibíadeS¿... y el sofaifa le contestó: -Para que todos los papanata del pueblo se ocupen dese asunto, dejándo demientras tanto de ocuparse de lo que yo hago..., o sea más o meno lo que pasa en alguno paíx deuropA, que cuando la jente anda por alborotarse por culpa de alguna martingalA gorda que le hase el gobiernO, sienpre tienen a mano ya sea un choque de treN, ya sea un eclibsE, o ya sea un lindo crímen, para quentonses los paparulos sentusiasmen, y endemientras se ocupan del misterio de los plato boladoR, por egenplo, se olvidan de los lindos chanchulios que les preparan los que cortan el bacaladO. ¡Es tan grande el mundO en todos sus aspedto!.

HOY HABLEMOS DE LAS POETISAS Por Roberto Arlt - de “Secretos femeninos” Aguafuertes inéditas

        Una lectora, que firma con el seudónimo de «E, la de Buenos Aires», me escribe una carta preguntándome por qué no me he ocupado todavía de las «poetisas» que «tienen bastante con ornamentar la sala familiar y borronear las páginas de los álbumes de sus amigas».
Y a continuación me dice, muy sesudamente:
«Se nos señala un libro, y cuando acudimos a él, volvemos a encontrar las composiciones de sexto grado de la escuela primaria, o el idéntico voceo erótico y llorón que ya nos sabemos de memoria por haberlo leído desparramado en las revistas, no muy severas en lo que a selección se refiere.»
Y mi colaboradora se lamenta de que un nuevo Moliere no fustigue las ridiculeces de estas damiselas que son muy «laidas»…; aunque yo recuerdo, precisamente, que una poetisa ocupó un muy hermoso capítulo en el libro «Los pájaros de barro», de Santiago
Rusiñol.

La poetisa en nuestro país

En nuestro país no se registra ningún caso de poetisa obesa o que llegue a los cien kilos. Todas son espiritadas o flacas. En otras épocas, debido a la escasez de periódicos, estas encantadoras rimadoras colaboraban exclusivamente en las postales, en los álbumes y en los abanicos, y la que se atrevía a lanzarse hasta el concurso de un juego floral, era, no la heroína de la familia, sino el escándalo de la tribu y pasaba a
ocupar la categoría de incomprendida; y como incomprendida no leía la novela de «Oscar y Amanda», ni «Flor de un día», ni «Espina de una flor», sino, que lanzándose en el mar de las consonantes, se olvidaba de la realidad, pergeñaba cuartillas más cuartillas y, como la protagonista de «Pájaros de Barro» terminaba casándose con un honesto fideero.

La poetisa, hoy

La poetisa es hoy una especie de enfermedad nacional. No hay pueblo de campaña, diario de villorrio, periódico de parroquia que no cuente con una o dos colaboradoras que firman con nombres campanudos de tan poéticos, y más que campanudos,
Sonorosos.
Estas damas comienzan colaborando en el periódico de parroquia. Envían una composición. El dueño del periodiquito semanal se ve en este trance: perder el subscritor o publicarle a la hija de éste un poema, y, como siempre, la publicación va ganando no tan sólo el subscritor, sino la venta de varios ejemplares que la poetisa adquirirá de su propio peculio; el verso sale. Y sale con una orla y dos amorcitos en el frontis de la orla; dos amorcitos volando como palominos; y a lo largo de la orla unas trepadoras que pueden ser cualquier cosa botánica y al pie el nombre de la autora, que si se llama Ester, el linotipista precavido, por orden del director escribe así: «Esther», lo cual resulta más elegante y prestancioso.
Sale el verso y se echó a perder un miembro de la familia del honorable ciudadano subscriptor.

Trabajos poéticos

Alégrase con la salida del esperpento hasta la cocinera de la casa; rezongan iniquidades los parientes envidiosos, y la chica, para agregar lustre a la familia,
comienza a prepararse para poetisa.
El primer paso de esta preparación es dejar que las hermanas, carguen con los trabajos de la casa; porque ellas no «tienen preocupaciones poéticas»; el segundo, es versificar hora tras hora, buscando consonantes absurdos y escribiendo versos, que
salen más tullidos que un modelo de casa ortopédica.
Para eso, la mocita se refugia en un cuarto de la casa, munida de una resma de papel de envolver pan. Los lienzos son vastos y allí puede volcar su inspiración hasta un poeta centroamericano, que son los de tiro más largo. Y escribe. Y para recibir una «impresión sincera» le lee los versos a la cocinera que espantada de la musiquita de «bella con estrella» y de «amor con flor», se toma la cabeza y dice que son muy lindos, porque ella recuerda que en su pago los versos de «relaciones» terminaban así también, «flor con amor» y «bella con estrella».
Y la familia de la poetisa se espanta más, porque dice que si la cocinera, que es tan bruta, entiende y se emociona con los versos, ¿qué es lo que le ocurrirá a la gente civilizada cuando lea los «elucubros» de la mocita?
Y otro poema sale en dirección de la casa del director del periódico, que so pena de perder el subscritor, se resigna y publica el bodrio. ¡Qué diablos! El cuida su periódico que es el pan, la yerba, el puchero y el café con leche de todos sus días y toda su progenie.
Y no sólo lo publica el verso, sino que le agrega unas líneas. Y todas las semanas aparece desde entonces un poema, firmado por Esther, así, con h.
Al aparecer la composición numero cuarenta, la poetisa las recopila, busca editor, sale el libro, los elogios y todo lo demás. Luego, el problema fundamental reaparece: ¿Con quién se puede casar? Ella es poetisa; no se va a casar con un empleado cualquiera,
que del día a la noche la mandará a fregar platos y remendar calcetines; y entonces la poetisa emprende la busca del ideal. Sueña en un poeta, pero el primer poeta que conoce le sale un pillete; el segundo es un truhán, el tercero escribe en prosa. Este le inspira más confianza; pero el primer día que el prosista va a su casa se lleva las cucharitas, y la familia desengañada de los literatos, no quiere saber más nada con ellos.
A los treinta años la poetisa desearía ser una vulgar ama de casa; estar casada con un buen señor que no entienda de versos, sino de cuentas; y en vez de ser autora de tres libros, que no lee nadie, ser la editora exclusiva de algunos purretes. Pero ya es tarde.

(El Mundo, 24 de enero de 1929)

ALGO MÁS SOBRE LAS POETISAS

Un señor, que firma con el pseudónimo de Hoyo de Córdoba, me escribe una carta kilométrica, donde, después de un exordio respetable, me dice:
«Yo, como cualquier mortal, tengo una novia (¿qué le vamos a hacer! ¿Algún día hay que entrar!), y para mayor desgracia mía, escribe, sí, es-cri-be, como lo oye. Si sólo escribiera, me consolaría; pero el caso es que lo único que hace es gastar papel y obligarlo a uno (yo) a escuchar la lectura de esos versos románticos. Usted puede aliviarme diciendo que «recién empieza». Tiene razón y por eso yo tolero a la poetisa x,
que es incipiente. Pero el caso es que a mi novia la tengo presente en carne y hueso, y a la otra, u a las otras, las leo, y si no me gustan, las tiro; pero a ésta, ¿cómo le saco el berretín verseador de la concavidad encefálica? ¿Quiere decirme mi buen amigo, cómo
tengo que hacer para no morirme de encefalitis letárgica, quiero decir, poética? Y si le escribo a usted es porque ella me lo pidió, pues se sintió ofendida en su humanidad de poeta con los saetazos de su pluma. Yo festejé el acontecimiento (tanto es así que le
escribo); pero al final no puedo menos de sincerarme con usted y aplaudirlo por su campaña moralizadora de presuntos poetas o poetisas, o lo, que es peor, con pretensiones de serlo.»

Donde continúa el lector

Después de esto, el ciudadano novio termina pidiéndome que sea algo así como intermediario entre los malos versos de la novia y él, con estas palabras:
“Haga el favor, amigo Arlt, a ver si le saca de la pensadora a mi novia esas absurdas ideas de verseadora. Escriba algo a ver si se le van esos berretines, que se lo agradeceré, mientras viva.”

Es deber de un buen cristiano

Es deber de un buen cristiano ayudar a su prójimo cuando está en la estacada, y como el problema que me plantea este lector desconocido, remoto y socarrón, es interesante, volveré a ensañarme nuevamente en esta polilla de las costumbres y en estas rémoras del arte, que son las poetisas.
Toda poetisa tiene esta costumbre, que ya es sintomática en el gremio femenino: Así cuando se les dice que son lindas (y no lo son), ellas insisten en que son feas (y es cierto) para que se lo digan otra vez, así todas las poetisas: en cuanto se lanzan a la vida poetesca, dicen que escriben mal; que las disculpen; que otra vez lo harán mejor.
Y lo más grave es que la primera vez dicen la verdad, y la segunda vez que escriben faltan a la promesa que por primera vez hicieron; pues reinciden, con el agravante de la premeditación, y pecan con la certeza de que están haciendo una barbaridad de la que
los otros no se darán cuenta.
Y como bien lo han estudiado los teólogos, cuantos más crímenes poéticos cometen estas madamitas, más se les endurece el «cacumen» y menos accesibles son al remordimiento, de manera que dado el primer paso en el arte del ripio, ya no las detiene ni Dios, y versifican a troche y moche, sin un mínimo de compasión para con sus semejantes.

Lo que puede salvar a una poetisa

El único remedio que puede salvar a una poetisa incipiente y ternezuela es el casamiento, es decir, pasar por uno de los cuatro y sagrados sacramentos. Este sacramento ha salvado a muchas almas de la perdición, y es tan fuerte y de tan beneficiosos efectos, que por refractaria que sea una poetisa al remedio, en el noventa y cinco por ciento de los casos cede, y ya no vuelve a acordarse de la literatura; como no sea de la literatura doméstica que consta de estas obras ejemplares y utilísimas, como ser «Manual de la perfecta ama de casa», «Manual de la cocinera» y «La médica de su casa».

Remedio

Como en toda cura, hay un periodo en que la enfermedad se reagrava, después del casamiento la crisis poética parece que se intensifica; la poetisa promete a su flamante esposo varios volúmenes de versos, y escribe algunos todavía, que son como
chisporroteos de una lámpara que se va a apagar; pero ella no lo sabe.
Todo marido prudente debe pasar por alto estos versos «post luna mielescos», aunque no deja de ser halagador que una poetisa le escriba a uno (quiero decir a su marido) versos en que pone por las nubes sus bigotes, sus cabellos y otras prendas de vestir.
Pero a medida que pasan los meses, el fervor poético se entibia, y cuando aparece un hijo, la poetisa ya no se acuerda más de los sonetos y de los alejandrinos, sino de los pañales que hay que poner a remojo y del biberón del inocente, que clama como un
salvaje por su leche.
       Estas ocupaciones sanas y activas quitan a la más recalcitrante ripiosa las ganas de insistir.

Si insiste

Si, a pesar del purrete, del biberón, de las enfermedades de aquel, de la cocina, de los calcetines que tiene que remendar, de los fondillos del pantalón que tiene que cambiar y todas las pejigueras domésticas, la poetisa insiste en escribir, aunque, además, tenga un hijo cada año, al cabo de cuatro años es seguro que esa digna matrona no toma más la pluma, como no sea para anotar la verdura que dejó el muchacho de la esquina y la ropa que se llevó la lavandera.
Pero si con todo, es decir, con los cuatro purretes y los ocho dolores de cabeza y las diez y seis broncas que arman los menores y las treinta y dos maldiciones que usted larga al llegar a su casa y no encontrar las cosas hechas, la poetisa continúa
escribiendo, entonces…, entonces déjela escribir hasta que se canse, pues aunque usted consiga para padrino de su prole al presidente de la república, ella continuará
pergeñando papel, y a lo mejor es un genio, quiero decir, una «genia», y con las «genias», no hay nada que hacer.

(El Mundo, 28 de enero de 1929)

sábado, 6 de septiembre de 2014

Los músicos de Bremen - Por Jacob y Wilhelm Grimm

        Tenía un hombre un asno que durante largos años había transportado incansablemente los sacos al molino; pero al cabo vinieron a faltarle las fuerzas, y cada día se iba haciendo más inútil para el trabajo. El amo pensó en deshacerse de él; pero el burro, dándose cuenta de que soplaban malos vientos, escapó y tomó el camino de la ciudad de Bremen, pensando que tal vez podría encontrar trabajo como músico municipal.
Después de andar un buen trecho, se encontró con un perro cazador que, echado en el camino, jadeaba al parecer cansado de una larga carrera.
Pareces muy fatigado, amigo le dijo el asno.
-¡Ay! exclamó el perro, como ya soy viejo y estoy más débil cada día que pasa y ya no sirvo para cazar, mi amo quiso matarme, y yo he puesto tierra por medio. Pero, ¿cómo voy ganarme el pan?
-¿Sabes qué? dijo el asno. Yo voy a Bremen, a ver si puedo encontrar trabajo como músico de la ciudad. Vente conmigo y entra también en la banda. Yo tocaré el laúd, y tú puedes tocar los timbales. Parecióle bien al can la proposición, y prosiguieron juntos la ruta. No había transcurrido mucho rato cuando encontraron un gato con cara de tres días sin pan:
-Y, pues, ¿qué contratiempo has sufrido, bigotazos? preguntóle el asno.
-No está uno para poner cara de Pascua cuando le va la piel respondió el gato. Porque me hago viejo, se me embotan los dientes y me siento más a gusto al lado del fuego que corriendo tras los ratones, mi ama ha tratado de ahogarme. Cierto que he logrado escapar, pero mi situación es apurada; ¿adónde iré ahora?
-Vente a Bremen con nosotros. Eres un perito en música nocturna y podrás entrar también en la banda. El gato estimó bueno el consejo y se agregó a los otros dos. Más tarde llegaron los tres fugitivos a un cortijo donde, encaramado en lo alto del portal, un gallo gritaba con todos sus pulmones.
-Tu voz se nos mete en los sesos dijo el asno. ¿Qué te pasa?
-He estado profetizando buen tiempo respondió el gallo, porque es el día en que la Virgen María ha lavado la camisita del Niño Jesús y quiere ponerla a secar. Pero como resulta que mañana es domingo y vienen invitados, mi ama, que no tiene compasión, ha mandado a la cocinera que me eche al puchero; y así, esta noche va a cortarme el cuello. Por eso grito ahora con toda la fuerza de mis pulmones, mientras me quedan aún algunas horas.
-¡Bah, cresta roja! dijo el asno. Mejor harás viniéndote con nosotros. Mira, nos vamos a Bremen; algo mejor que la muerte en cualquier parte lo encontrarás. Tienes buena voz, y si todos juntos armamos una banda, ya saldremos del apuro.
Al gallo le pareció interesante la oferta, y los cuatro emprendieron el camino de Bremen
Pero no pudieron llegar a la ciudad aquel mismo día, y al anochecer resolvieron pasar la noche en un bosque que encontraron. El asno y el perro se tendieron bajo un alto árbol; el gato y el gallo subiéronse a las ramas, aunque el gallo se encaramó de un vuelo hasta la cima, creyéndose allí más seguro. Antes de dormirse, echó una mirada a los cuatro vientos, y en la lejanía divisó una chispa de luz, por lo que gritó a sus compañeros que no muy lejos debía de haber una casa.
Dijo entonces el asno:
-Mejor será que levantemos el campo y vayamos a verlo, pues aquí estamos muy mal alojados.
Pensó el perro que unos huesos y un poquitín de carne no vendrían mal, y así se pusieron todos en camino en dirección de la luz; ésta iba aumentando en claridad a medida que se acercaban, hasta que llegaron a una guarida de ladrones profusamente iluminada.
El asno, que era el mayor, acercóse a la ventana para echar un vistazo al interior.
-¿Qué ves, rucio? preguntó el gallo.
-¿Qué veo? replicó el asno. Pues una mesa puesta con comida y bebida, y unos bandidos que se están dando el gran atracón.
-¡Tan bien como nos vendría a nosotros! dijo el gallo.
-¡Y tú que lo digas! añadió el asno. ¡Quién pudiera estar allí!
Los animales deliberaron entonces acerca de la manera de expulsar a los bandoleros y, al fin, dieron con una solución. El asno se colocó con las patas delanteras sobre la ventana; el perro montó sobre la espalda del asno, el gato trepó sobre el perro y, finalmente, el gallo se subió de un vuelo sobre la cabeza del gato.
Colocados ya, a una señal convenida prorrumpieron a la una en su horrísona música: el asno, rebuznando; el perro, ladrando; el gato, maullando, y cantando el gallo. Y acto seguido se precipitaron por la ventana en el interior de la sala, con gran estrépito de cristales. Levantáronse de un salto los bandidos ante aquel estruendo, pensando que tal vez se trataría de algún fantasma y, presa de espanto, tomaron las de Villadiego en dirección al bosque.
Los cuatro socios se sentaron a la mesa y, con las sobras de sus antecesores, se hartaron como si los esperasen cuatro semanas de ayuno.
Cuando los cuatro músicos hubieron terminado el banquete, apagaron la luz y se buscaron cada uno una yacija apropiada a su naturaleza y gusto. El asno se echó sobre el estiércol; el perro, detrás de la puerta; el gato, sobre las cenizas calientes del hogar, y el gallo se posó en una viga; y como todos estaban rendidos de su larga caminata, no tardaron en dormirse. A media noche, observando desde lejos los ladrones que había luz en la casa y que todo parecía tranquilo, dijo el capitán:
-No debíamos habernos asustado tan fácilmente.
Y envió a uno de los de la cuadrilla a explorar el terreno.
El mensajero lo encontró todo quieto y silencioso, y entró en la cocina para encender la luz. Tomando los brillantes ojos del gato por brasas encendidas, aplicó a ellos un fósforo para que prendiese. Pero el gato no estaba para bromas y, saltándole al rostro, se puso a soplarle y arañarle. Asustado el hombre, echó a correr hacia la puerta trasera; pero el perro, que dormía allí, se levantó de un brinco y le hincó los dientes en la pierna; y cuando el bandolero, en su huida, atravesó la era por encima del estercolero, el asno le propinó una recia coz, mientras el gallo se había despertado por todo aquel alboroto y, ya muy animado, gritaba desde su viga: «¡Kikirikí!».
El ladrón, corriendo como alma que lleva el diablo, llegó hasta donde estaba el capitán y le dijo:
-¡Uf!, en la casa hay una horrible bruja que me ha soplado y arañado la cara con sus largas uñas. Y en la puerta hay un hombre armado de un cuchillo y me lo ha clavado en la pierna. En la era, un monstruo negro me ha aporreado con un enorme mazo, y en la cima del tejado, el juez venga gritar: «¡Traedme el bribón aquí!». Menos mal que pude escapar.
Los bandoleros ya no se atrevieron a volver a la casa, y los músicos de Bremen se encontraron en ella tan a gusto, que ya no la abandonaron. Y quien no quiera creerlo, que vaya a verlo.

ANÉCDOTAS TALMÚDICAS Y DE RABINOS FAMOSOS (SELECCIÓN) Por el Rabino Dr. Simón Moguilevsky

EL TEMOR AL ETERNO

Cuando Rabí Yojanan ben Zakai, estaba cerca de morir, sus discípulos le pidieron que los bendijera. El sabio les dijo:
-Que vuestro temor al Eterno sea tan grande como vuestro temor a los humanos.
Ante la extrañeza de sus discípulos, les explicó:
-Una persona a veces se abstiene de hacer algo impropio, porque tiene miedo de que alguien lo vea, pero el temor a que el Eterno lo vea, puede no ser suficiente para disuadirlo.


HOMICIDIO

Una persona se presentó ante un Sabio y le pidió un consejo, pues se encontraba frente a una terrible alternativa. El príncipe le había ordenado matar a un amigo suyo y si se rehusaba, moriría. ¿Debía cumplir la voluntad de su amo o no?
-Debes morir antes de hacerte asesino -le contestó el Sabio- ¿acaso crees que tu sangre es más preciosa que la del otro? Quizás es menos.


EN LA ÚLTIMA FILA

En una reunión de vecinos, los Rabinos se sentaron en la primera fila. Rabí Najum ben Itzjak llegó unos minutos más tarde y se sentó en la última fila. Uno de los Rabinos lo vio y lo invitó a que se sentara al lado de ellos, puesto que una persona como él no debería sentarse allí. Rabí Najum respondió:
-Agradezco la invitación, sería un honor estar con ustedes, pero estoy contento con este lugar. Después de todo ¿no nos han enseñado que no es el lugar el que proporciona honores a la persona, sino la persona quien honra al lugar?
De esta manera, Rabí Najum ratificaba lo que requería: la humildad es la que afirma la grandeza.


EL VERDADERO HEREDERO

Una madre le dijo a su hija:
-Debes tener mucho cuidado con tus amoríos, no quisiera que seas como yo.
-¿Qué significa como tú?-preguntó la hija
-Debo confesarte un secreto. Tengo diez hijos, pero solamente uno de ellos es el hijo del que ustedes llaman padre.
El marido escuchó la conversación y no dijo nada. Años más tarde, en su lecho de muerte dio instrucciones para que todos sus bienes fueran para su único hijo.
Después de su deceso prevaleció la confusión. La familia afligida quedó perturbada. Cada hijo se decía el heredero; así fueron a ver a Rab Banai, para pedirle consejo.
El Sabio les aconsejó que fuesen a la tumba del padre y golpearan hasta que se levantara y entonces le preguntaran cual era su intención.
Nueve de los hijos hicieron lo que dijo el Rabí; fueron a la tumba y la golpearon, esperando recibir un signo. Uno de los hijos se negó a lo que llamó falta de respeto y se quedó en casa.
Observando esto, Rabí Banai dictaminó: “Este hijo es el verdadero heredero. Toda la propiedades le pertenecen, puesto que fue el único que mostró el debido respeto a su padre.”

(Tratado Baba Batra 58a)


CONCENTRADO EN SU LABOR

A la ciudad de Krasna llegó un acróbata, que declaró poder cruzar el río sobre una soga fina, por una cantidad de dinero. La soga fue extendida y todo el mundo se dirigió al río, entre ellos también Rabí Jaím, quien miraba muy concentrado el paso del acróbata sobre
la soga.
Cuando le preguntaron el por qué de su atención tan profunda, respondió:
-De este hombre aprendí algo muy importante para el Servicio Divino. Por la suma de dinero que recibió, arriesgó su vida, pero cuando iba sobre la soga, no pensó ni un instante en el dinero, sino sobre su integridad y solamente se concentró en su trabajo.


COMO UN CABALLO

Un adepto del Rabí de Rudzín, le narraba como hacía sacrificios para la gloria del Eterno: vestía ropas blancas, bebía únicamente agua, se revolcaba en la nieve y hasta se insertó clavos grandes en las suelas de sus zapatos.
El Rabí miró por la ventana y dijo:
-Veo en el patio alguien que viste de blanco, solamente bebe agua, se revuelca en la nieve y usa clavos en sus pies y no es más que un caballo blanco.


OPINIÓN SOBRE UN MENTIROSO

El Rabí de Voloshín se cuidaba mucho de la maledicencia. Cierta vez tuvo que expresar una opinión sobre una persona que era muy mentirosa. Como no quería hablar mal de la misma dijo:
-Es una persona que tiene una memoria prodigiosa. Hay quien recuerda lo que sucedió hace treinta años o cincuenta años, pero esta persona recuerda cosas que inclusive nunca sucedieron.


PROMESA
Si prometes algo a un niño y no lo cumples, le estás enseñando a mentir.
(Tratado Shoá)


LA VERDADERA MEDICINA

             Maimónides era médico del sultán Saladino que nunca estuvo enfermo.
Un día el soberano le dijo:
             -Dado que nunca enfermé, no tuve oportunidad hasta ahora de saber si eres un buen o mal médico.
El sabio respondió:
             -La Biblia nos enseña que el buen médico no es como usted piensa, el que cura la enfermedad, sino el que evita que se la contraiga.


HONORES

Decía Rabí Mendl de Kotzk:
         -No hay hombre que sea tan dependiente de otros como el que busca honores.


¿DÓNDE?

            Un famoso Rabino contaba la historia de un joven que era muy olvidadizo. Cuando despertaba a la mañana no se acordaba donde colocó sus cosas y ello lo ponía tan nervioso que no podía dormir de noche pensando que a la mañana siguiente no encontraría sus ropas.
            Hasta que una noche se le ocurrió que antes de dormir, escribiría sobre un papel dónde colocaba sus ropas y lo dejaría sobre su mesita de luz. Y a la mañana siguiente se despertó, tomó la nota y encontró perfectamente sus ropas donde las había colocado.
            -Bueno -se d?o- tengo todo, pero ¿dónde estoy yo?
Miró por todas partes y no se pudo encontrar.
El Rabino terminó diciendo:
            -Así es lo que pasa con todos nosotros.


JUSTOS DENTRO DE UN SACO DE PIEL

Decía el Rabí de Kotzk:
            -En el idioma idish existe un refrán sobre ciertas personas, a las que se considera como “justos dentro de un saco de piel”. Ello significa que cuando una persona tiene frío, tiene dos maneras de calentarse: encender un horno o vestir ropas abrigadas.
            De la primer manera, se hace un bien a sí mismo y a todos los componentes de la casa y a los que entran. Por el contrario, de la segunda, él solo siente calor.
            Lamentablemente existen personas que se preocupan de tener calor ellas solas, llenarse el vientre con preceptos y estar en paz con el Eterno. Pero la sociedad, a las demás personas no les interesa. Por eso son “justos en un saco de piel”.