sábado, 14 de junio de 2014

LOS REDONDOS Y LAS LETRAS DEL INDIO SOLARI - Por Jorge Dágata

Es fácil hacer un libro con la biografía y las anécdotas del Indio Solari, adornándolo con muchas páginas a color y lleno de fotos, googleadas o no, de sus recitales, su banda y vaya a saber uno qué cosas más.
Pero es muy diferente y a la vez, muy difícil escribir sobre las claves de la vigencia de este movimiento que bien podría tomar el nombre de su conductor o de quien proveía aquellos legendarios redonditos de ricota.
Jorge Dágata ha escrito en este libro algo completamente diferente de aquellos que conocemos sobre el fenómeno de la “misa ricotera”; un libro que responde a la pregunta de por qué una figura como Solari convoca en la ciudad de Gualeguaychú 170 mil personas y cuya media de convocatoria son cien mil personas en sólo 7 presentaciones, analizando cada paso de este fenómeno social vigente durante tantos años, a través de la letra de sus principales canciones, tales como Sheriff, Jijiji o Nuestro amo juega al esclavo.
Jorge ha tendido con habilidad y paciencia, escritura sobre escritura, un puente para comprender mejor esta expresión popular.

Los invitamos a sumarse a su presentación en la próxima feria del libro de Balcarce.

LA INSCRIPCIÓN DEL FARO DE ALEJANDRÍA - Por José E. Rodó De “Parábolas”

El primero y más grande de los Tolomeos se propuso levantar, en la isla que tiene a su frente Alejandría, alta y soberbia torre, sobre la que una hoguera siempre viva fuese señal que orientara al navegante y simbolizase la luz que irradiaba de la ilustre ciudad. Sóstrato, artista capaz de un golpe olímpico, fue el llamado para trocar en piedra aquella idea. Escogió blanco mármol; trazó en su mente el modelo simple, severo y majestuoso. Sobre la roca más alta de la isla echó las bases de la fábrica, y el mármol fue lanzado al cielo mientras el corazón de Sóstrato subía de entusiasmo tras él.
Columbraba allá arriba, en el vértice que idealmente anticipaba: la gloria. Cada piedra, un anhelo; cada forma rematada, un deliquio. Cuando el vértice estuvo, el artista, contemplando en éxtasis su obra, pensó que había nacido para hacerla. Lo que con genial atrevimiento había creado, era el Faro de Alejandría, que la antigüedad contó entre las siete maravillas del mundo.
Tolomeo, después de admirar la obra del artista, observó  que   faltaba   al   monumento  un   último   toque,   y consistía en que su nombre de rey fuera esculpido, como sello que apropiase el honor de la idea, en encumbrada y bien visible lápida.
 Entonces Sóstrato, forzado a obedecer, pero celoso en su amor por el prodigio de su genio, ideó el modo de que en la posteridad, que concede la gloria, fuera su nombre y no el del rey el que leyesen las generaciones sobre el mármol eterno. De cal  y  arena compuso para la lápida de mármol una falsa superficie, y sobre ella extendió la inscripción que recordaba a Tolomeo; pero debajo, en la entraña dura y luciente de la piedra, grabó su propio nombre. La inscripción, que durante la vida del Mecenas fue engaño de su orgullo, marcó luego las huellas del  tiempo destructor; hasta que un  día,  con  los despojos del mortero, voló, hecho polvo vano, el nombre del príncipe. Rota y aventada la máscara de cal, se descubrió, en lugar del  nombre  del príncipe,  el de Sóstrato, en gruesos caracteres, abiertos con aquel encarnizamiento que el deseo pone  en  la  realización  de  lo prohibido.
Y la inscripción vindicadora duró cuanto el mismo monumento; firme como la justicia y la verdad; bruñida por la luz de los cielos en su campo  eminente; no más sensible  que a la mirada de los hombres, al viento y a la lluvia.
llegar al fin de la jornada, el Fundidor Supremo - nombre de la justicia que preside en el mundo a la integridad del orden moral, al modo de la Némesis antigua -, le detiene para preguntarle dónde están los frutos de su alma, porque aquellas que no rinden fruto deben ser refundidas en la inmensa hornaza de todas, y sobre su pasada encarnación debe asentarse el olvido, que es la eternidad de la nada.

Ejemplo del caballo y del asno - Del Libro de Buen Amor escrito por Arcipreste de Hita

Iba al campo de lidia un caballo luciente,
por forzar a una dama su señor, insolente.
Las armas bien llevadas, se sentía muy valiente.
Un pobre asno maltrecho iba ante él, lentamente.

Con las patas y las manos y el muy lujoso freno,
el caballo soberbio más ruido hacía que un trueno;
las otras bestias se espantaban ante ser tan poco ameno:
el asno gran miedo tuvo y no fue para él bueno.

El pobre asno a duras penas con la carga luchaba;
como poco y mal andaba, al caballo estorbaba;
en medio de la cuesta éste lo derribaba;
"¡Asno villano y necio!", muy burlón le gritaba.

De un salto entró a la lucha, ligero, apercibido,
creyó ser vencedor y resultó vencido;
en el cuerpo, muy mal de un lanzazo fue herido:
las entrañas le salían.  Allí quedó tendido.

Curó de sus heridas, pero no es ya el que era;
su trabajo es arar e ir a la leñera,
a la noria, al molino y a la sementera.
Así pagó el tributo que el amo pagar debiera.

Por el yugo, tenía desollada la cerviz,
por caer de morro al suelo, hinchada la nariz;
las rodillas peladas y una gran cicatriz;
ojos tristes y hundidos, parecían de perdiz.

Los cuadriles salidos, sumidas las ijadas,
el espinazo agudo, las orejas dobladas.
Cuando así lo vio el asno, rió a carcajadas.
Dijo: "¡Compañero soberbio! ¿Y tus baladronadas?

¿Dónde están tu noble freno y tu dorada silla?
¿Dónde están tu soberbia y afanes de rencilla?
Vivirás desde ahora en pobreza que humilla,
en tu triste figura tienes la peor mancilla."

Aquí tomen ejemplo y lección cada día
los que son muy soberbios y se creen de valía;
que fuerza, edad y honra, salud y valentía
no pueden durar siempre y se nos van un día.

INDIOS Y CRISTIANOS - Recopilación de Anécdotas de Argentinos Célebres. Segunda Serie, pág.128.

Calfucurá haba enviado a su hijo con algunos capitanejos y fueron recibidos por Sarmiento, que se encontraba rodeado de jefes en traje de gala, para impresionar a los visitantes. Venían pidiendo raciones, dinero y cuanto acostumbraban, Pero como se reiteran los avisos de una invasión araucana, Sarmiento les hizo decir por el lenguaraz que no podía darles plata porque tenía que gastarla en preparase a recibir sus invasiones y que sería ridículo que se volviesen con las manos llenas y lo invadiesen quedando ellos como tontos. El argumento les pareció concluyente y mientras se hacía traducir otros pedidos se mandó abrir la ventana, lo que les causó extrañeza, diciendo el intérprete:
-Señor presidente, el cacique pregunta por qué se han abierto las ventanas.
-Dígale que los indios tienen un olor a potro insoportable para los cristianos. La respuesta fue gravemente dirigida al cacique, quien hizo contestar que los cristianos huelen a vaca y también es desagradable para los indios.
Y ambos, cacique y presidente, se quedaron serios.

Pensamientos descabellados (Selección) - Por Stanislaw Jerzy Lec

-Si dos buscan la soledad, el mundo corre el peligro de quedar superpoblado.

-Ama a tus enemigos, quizás perjudiques su reputación.

-Su conciencia estaba limpia. Nunca la había utilizado.

-Novelista: alguien que, por cobardía, esconde sus pensamientos en cabezas ajenas.

-Con cada verso haz tu propia melodía y con cada melodía tu propio verso. Y cuando salga bien, deja que    otros lo canten.

¡Si me miraran los Faraón! - Por César Bruto

Parado adelante de la efinjE, y con el otro pie como se dise mirando las pirámidE, estoy adentro de la tierra de los faraóN, que ya conosía bastante a consecuensia de que antes leí un libro de salgarI, de los que mi tío aquileZ tiene entremedio de su biblioteca en el estante de la cabesera de su cama.
Lo más notable que tiene este paíx es el buei apiS, el cocodrilO sagrado y el verde nilO, o sea el color de un batón de mi vieja que le conpró a un ruso a pagar en cómodas cotas mensuales, con laclarasión de quel mes que no pueda darle nada haga el fabor de tener pasiencia y que venga más adelante cuando las cosas vayan mejor, si es que canbea el gobiernO, y sino que aguante como todo el mundO, y no hay nadies que dure un réjimen de 60 anios.
Dise el guíA que meaconpánia quel asunto de fabricar estas pirámidE parese fásil haora questán hechas, pero cuando las tubieron que haser, o sea, hase sientos y sientos de anios se presisó el efuerso de miles y miliares de jente ejibcia que trabajaba día y noche para poner la piedras una arriba de la otra y terminar en punta en la parte alta, lo cual indica bien claro de la perpicacia de los antiguos, que a pesar de ser idnorantes, como corresponde por vibir en una época atrasada, ya sabían que si ponían la parte de la punta parabajo y lancha pararriba no hay pirámidE que aguante y todo se viene al suelo. Aparte deso, me digeron tamién de que por adentro son güecas, o sea vasías, y que los ejibcios la usaban para poner adentro del cadáber de los muertos, con cosas de comer y de chupar, porque tenían la creencia de que la jente al morirse salía de viage y que al viajar presisaba sindudamente comida y bevida, ni masnimeno que cuando nosotros hasemos una incursión en tren varias horas y sienpre liebamos una canastra con previsioneS, con un buen cacho de carne destofado, un termo con sopa, una tortilla de merengena y un buen toco de queso roquE forD (V8), que tanto le gusta a mi viejo, el cual liebado de su buen corasón sienpre le ofrese un pedaso a los otros pasageroS que viajan en los asientos de al lado y sin tomarse a pecho los jestos de repudnancia que hasen y la ofensa de lebantar las ventanilias para quentre aire fresco, útil para respirar.
Aserca de los cadáber, en el ejibtO tenían la manía de mandarlos al otro mundO en forma de momiaS, o sea enbolviéndolos en tiras de jenero de la cabesa a los pieses y poniéndole en el cuerpo varias clases dingredientes como quien hase un ninio enbuelto, lo cual serbía sin duda para haserlos durar siglos y siglos, así cuando liega el día del juisiO finaL, o sea cuando agarren y toquen la tronpetA y cada cual tenga que ir a esplicar lo que hiso en su perra vida, los ejibcio no se van a presentar en forma desqueleto, sino con la carne, lo cual es una buena ventaja, porque ya se sabe que asegún es como se presenta una persona así es el trato que le dan, y entre un muerto que se presente con aspeto de calabera y tiritando con todos los güesos y otro muerto bien carnoso y robusto, cualquiera conprende quel que va muerto es el primero y no el segundo.
Haora estoy tratando de envestigar quién es el faraóN que manda en el paíx para irle y haserle un reportage en conpanía de la faraonA y el faraoncito heredero del mando. La jente de acá, asegún mesplicó el guíA que está sienpre al lado mío, vibe casi toda de la pesca que saca del nilO; los peses, o sea los pescados que más abundan son paresidos al bacalado, el cual es sumamente útil en toda su estensión. Su carne es comestible y, como su nonbre lo dise, sirbe para comer; de su cáscara, los ejibcios hasen el pápiro, o sea el papel que usan para escribir; en la parte de la pansa tienen una bolsita con tinta que cuando están vibos tiran en el agua para que no los miren los pescados más grandes; entonses, con esa tinta, el pápiro y las espinas grandes la jente del paíx escribe las cartas en perfedto ejibcio que viene a ser el idioma nasional, bastante difísil dentender.

De “Lo que me hubiera gustado ser a mí si no fuera lo que yo soy”

La penúltima Por CALDERÓN DE LA BARCA

Pues, señor, vaya de cuento:
- Dolíale a un hombre una muela;
vino un barbero a sacarla
y estando la boca abierta,
- ¿Cuál es la que duele? -dijo.
Diole en culto la respuesta,
la penúltima diciendo.
El barbero, que no era
en penúltimas muy ducho,
le echó la última afuera.
A informarse del dolor
acudió al punto la lengua
y dijo en sangrientas voces:
- La mala, maestro, no es esa.
Disculpóse con decir:
- ¿No es la última de la hilera?
- Sí respondió-, mas yo dije
penúltima, y usted advierta
que penúltimo es el que
junto al último se sienta.
Volvió mejor informado
a dar al gatillo vuelta
diciendo: - ¿En efecto,
es, de la última la más cerca?
Sí dijo-. Pues vela aquí
-respondió con gran presteza,
sacándole la que estaba
penúltima; de manera
que quedó,  por no hablar claro,
con la mala y sin dos buenas.