sábado, 23 de mayo de 2015

RODEADOS Por Tessie Downey de Weingast

Ya la larga mesa se encuentra
del todo rodeada,
retoños que ríen y cantan
con voz destemplada,
y están los abuelos callados
pensando en la vida que pasa,
donde antes sus hijos soñaban
con este esperado futuro,
y ahora los nietos que llenan la mesa,
acortan las horas y achican los muros
de la casa vieja.

INSTANTE Por María Tulia Gentile

Las manos enlazadas,
los ojos semiabiertos.
Blancura en los cabellos.
Quietud, soledad, silencio.
Un reloj que no marcha,
 un retrato, un sillón polvoriento.
Una historia cualquiera
que ha detenido el tiempo.

Febrero Por E. Feito

Disuelve la tarde su sangre caliente
en el lento descanso del tibio febrero,
encuentran las sombras en la tierra su muerte
bajo un cielo errante de dorado ensueño.

¡Y todo es febrero!

VOLVER A EMPEZAR Por Nora Beatriz Gentile

Crepúsculo pampeano.
Mar de hierbas sobre ondulante suelo.
Cruza a caballo la llanura un hombre
que lleva como estigma el desaliento.
La honda pena le nubla la mirada
mientras, en un letargo,
las añoranzas vuelven  .
El desborde del río,
cuando las aguas mansas
se volvieron fieras.
Una vez más, en lucha estéril, desigual,
ellas ganaron.
De aquello que antes tuvo, nada queda.
Sólo ese viejo zaino enflaquecido.
compañero de angustias y de leguas.
Ha visto cerrarse todos los caminos.
Ha soportado cien embates cruentos.
Hoy, parece llevar sobre sus hombros
todo el cansancio de los siglos muertos.
Se detiene. Levanta la cabeza.
Sobre un poste, aun en la inclemencia,
un pájaro albañil su vivienda construye.
Renace la esperanza. Resucita la fe.
Empezará de nuevo.
Mira a lo lejos. Su frontera está allí,
donde el cielo se une con la tierra.
Al llegar la noche, sigue adelante
retomando el rumbo,
el mismo que señalan las estrellas.

Reconstrucciones Por Gerardo Barbieri

Si otra vez
con el olvido de cuestionados ayeres
después de quebrar silencios
decidieras vestirte del rojo
que anuncia un tajo en la frontera
que cerramos a la felicidad
-un sendero entre ruinas,
un rumbo sobre promesas incumplidas
de frente a los altibajos,
tras inviernos y veranos, sí,
pero nuestro al fin y al cabo-
si pudiera yo, aún sin merecerlo
editar fragmentos de esta historia
en un montaje para proyectar el reverso
de situaciones lamentables
como una filmación
donde asistir el triunfo del amor
asumiendo sendos roles protagónicos
plenos de justicia poética
entonces
podríamos afirmar el inicio de una búsqueda
para inflamar
de nuevo
aquella pasión
abandonada.
                                                                                                             (De su libro “Furores”)

OCASOS Por Susana Bauer

En e! sereno atardecer Febo agoniza.
Con poderosa dignidad va descendiendo
en majestuoso ocaso, que sin prisa,
marca el final de un día más, como en milenios.
Miro tu rostro anciano, donde el tiempo
plasmó en los surcos su densa geografía
y, en las cansadas manos que contemplo,
sé que guardas, calladas, tus fatigas.
Un sillón, un lugar, la vieja casa
donde de joven los leños encendías,
para contarnos historias de otros tiempos
me pueblan la memoria, todavía.
Me enseñaste a descubrir al hombre
como pequeña partícula divina
de un todo superior, que nos gobierna
y en un perfecto círculo, culmina.
También el mar y, en su misterio, la poesía
que canta en el murmullo del oleaje,
me hicieron observar las cosas bellas
un paso más allá, de su paisaje.
Por eso, al ver tu rostro venerable
inclinarse mansamente sobre el pecho,
te comparo a ese sol, rey de los astros
que igual que tú, con dignidad, busca su lecho.

PAISAJE SUREÑO Por Roberto Cambaré

Curtidos y valientes los reseros van
y allá se escucha: opa! opa!
Ahijuna! el viento al ñudo lo corre al ñandú
y brama al estrujar las ramas del ombú.

Ya se hunde la carreta en la polvadera
con un lejano Güella! Güella!
y entre la nube 'e tierra una vidalitá
se ahonda en el gemir del alto pajonal.

Estribillo
Por un solar de la falda
con el látigo a la espalda
va el arador, va el arador.
Como pa escribir patria la reja 'el arao,
lomo de un libro abierto, una melga ha cortao.

Una hacienda pa'l tambo llevan a apartar
la sierra grita Vaca! Vaca!
Sobre una chilca seca un chingolo hace pie
y un tordo entre los curros casi no se ve.

La voz de los reseros no se escucha ya,
se fueron con su Tropa! Tropa!
El polvo levantado de nuevo se asentó
y sobre el pastizal vuelve a brillar el sol.

Cajita de música Por Horacio Gómez -Mar de Ajó

Nosotros, los románticos sin chapa y sin tarjeta,
descendemos por las luces en secreto,
saboteamos los bolilleros de la vida
para no rendir cordura, y manchamos con tinta de recuerdos
los ladrillos de todas las esquinas.
Nosotros, los románticos imperfectos,
guardamos los silencios del otoño
en cajitas de música sin bailarinas ni cuerda,
junto al rocío caído en una plaza de lunes sin niños.
Nosotros, los románticos de espina en la solapa,
reímos a escondidas en alguna calesita abandonada,
y lloramos sin que nadie nos vea
en los patios de baldosas cuadradas,
con el cuello apuntando a la luna.
Nosotros, los románticos sin capa y sin espada,
con vanas pretensiones de poeta,
garabateamos pretenciosos, febriles e inconclusos poemas
para nuestra reina de amor casi imposible.
Nosotros, los románticos sin retorno,
coleccionamos sombras y sueños,
espejos con sonrisas y jazmines tibios,
y no dudamos en trepar por la lluvia para verla a ella,
hasta que el sol nos seca, una a una,
las ropas del alma.

Angélica Por Roberto Cambaré (Vicente Cambareri)

Angélica, cuando te nombro,
me vuelven a la memoria
un valle, pálida luna en la noche de abril,
y aquel pueblito de Córdoba.

Si un águila fue tu cariño,
paloma mi pobre alma;
temblando, mi corazón en tus garras sangró
y no le tuviste lástima.

No olvidaré cuando en tu Córdoba te vi
y tu clavel bajo los árboles robé,
Mis brazos, fueron tu nido; tu velo: la luz
de la luna entre los álamos.

Tus párpados, si por instantes
te vuelven los ojos mansos,
recuerdan, cuando en el cielo de pronto se ve
que nace y muere un relámpago.

La sábana, que sobre el suelo
se tiende cuando la escarcha,
no es blanca como la tímida flor de tu piel,
ni fría como tus lágrimas.