sábado, 29 de agosto de 2015

LEOPOLDO MARECHAL (1900 - 1970)

Fue un escritor múltiple: Socialista, yrigoyenista, formó parte del grupo Convivio, en donde tenia muchos amigos nacionalistas. No hacía diferencia con sus colegas, ni con persona alguna por pensar diferente.
Adhirió al gobierno del general Perón en su permanente búsqueda de justicia social. Tiempo después de la caída de su gobierno, se autodenominó "el poeta depuesto". Se autoexilió en su hogar, por diversas situaciones que le tocó en suerte atravesar; fue muy difícil poder visitarlo, incluso para los amigos o familiares. Aún así, fue Admirado por escritores como Roberto Arlt, Francisco Luis Bernárdez, Julio Cortázar... En 1948 creó la Escuela Nacional de Danzas Folclóricas Argentinas. Es uno de nuestros más grandes escritores (cultivó todos los géneros literarios) y recién en este siglo, comenzó a ser revalorizada y difundida su obra, merced al trabajo de sus dos hijas, especialmente María de los Ángeles Marechal.


EL CANTO RODADO

El genio de la vida preparó sus crisoles
de alquimista gigante, tras una idea magna,
y puso allí la luz de los astros y el zumo
de las noches profundas como el fondo de un alma.

Pidió al azul sereno y al arroyo ternura,
dureza al impasible peñón de la montaña,
calor a los volcanes que hierven por debajo
y frialdad al polo.

Buscó luego en el ala
el impulso inquietante que domina el vacío;
la inercia a los peñascos arrancó; la inconstancia
de las olas rebeldes pidió al mar, y, así loco
tras su loco proyecto, quiso tener mezcladas
sombra y luz; fuego y nieve, tierra y mar, oro y fango,
lo que siempre se encumbra, lo que siempre se arrastra,
lo indomable y lo dócil, lo asqueroso y lo puro;
todo lo que maldice con todo lo que ama.

Revolvió en sus matraces la terrible mestura,
dijo raros conjuros, sopló luego la hornalla
y al final, en el fondo de sus grandes crisoles,
¿qué encontró el alquimista?
Una piedra sin alma...

¡Cómo rieron entonces los que todo lo niegan!
¡Qué lacerantes burlas, qué enormes carcajadas
saludaron al dios en su inmenso fracaso!
Pero el dios, tras la luz de una nueva esperanza,
tomó el tosco guijarro del crisol y le dijo:
"Rodarás, piedra impura; las edades en marcha
le verán en el lecho del torrente impetuoso
que te lleva en sus ondas, que te pule y te gasta.

Rodarás siempre, siempre, tus sombrías escorias
quedarán en el fondo, pulirás tus extrañas
asperezas; el fango que te oprime, vencido,
dará paso a tus alas...

¡Entonces serás mío, cuando muestres tu fibra,
cuando brille tu luz, cuando surja tu alma
como una mariposa que despierta de un sueño
para romper su cárcel!"
Y lo arrojó a las aguas...


De “Los Aguiluchos” 1922



DEL NIÑO Y UN PÁJARO

El niño, junto al agua,
pidió ser Alfarero.
Cerca del río joven lo buscaba su madre:
lo encontrará su madre
con los dedos mojados.

El niño amasa el barro, cerca del río joven;
y entre sus dedos brota,
como de Dios, un pájaro de tierra.

La mano de la tierra
gravita sobre el pájaro naciente:
su pico está soldado con un duro
silencio mineral.

El puño de la tierra lo cautiva
cerca del río joven;
pero el niño le sopla su viento en las narices,
y el pájaro se alza...
Cerca del río joven queda un niño
con los dedos mojados.

Y ángeles albañiles interrogan:
-¿A dónde irá tu pájaro, Alfarero?
Y el niño extiende lontananzas,
para que no le falte cielo.

-¿Con qué sustentarás a tu pájaro, Niño?
ángeles de cocina le preguntan.
Y el niño inventa el árbol,
para que tenga fruta.

¿Descansará tu pájaro, Alfarero?
así nublados ángeles inquieren.
Y al cazador el niño afila,
para que no le falte muerte.

Con agua y tierra edificó un destino:
sobre el pájaro muerto llora el niño.

Su madre lo buscaba, cerca del río joven:
lo encontrará su madre
con los ojos mojados.

De “Odas para el hombre y la mujer”, 1929



MOTIVO DEL ALFARERO

Alfarero, yo he visto tus manos
como dos ideas modelar arcilla.

Tras la curva de un ánfora grácil
como el torso móvil de las odaliscas,
temblaban tus dedos nerviosos,
tus dedos de artista.

Y en las rosas del vientre combado
y en los dos dragones del ansia, lucía
todo el fuego divino que el arte
volcó en tus pupilas.

Tú ignorabas si en ella la suerte
manojos de flores suntuosas pondría,
 o si manos brutales, acaso,
rompiéranla en trizas...

La soñabas en nobles jardines
sobre pedestales de pórfido erguida,
con abrazos de hiedra en su cuello,
con rosas divinas.

Y pensé que todos somos alfareros;
pensé que la vida
era un barro dócil gastado en mil ánforas
de esencia distinta.

Nuestras ilusiones son frágiles copas
y nuestros ensueños son vasos de arcilla:
¿Qué pondrá en las ánforas el torvo destino?
¿Qué pondrá en los vasos el hada madrina?

Tal vez el destino las colme de rosas;
tal vez para siempre se queden vacías...
tal vez otras manos
las partan en trizas.

Y así caminamos, pobres alfareros;
así convertimos la sagrada arcilla
en copas desiertas, en vasos fecundos
o quizás en trozos de ánforas perdidas...

De “Los Aguiluchos” 1922


DE LA ADOLESCENTE

Entre mujeres alta ya, la niña
        quiere llamarse Viento.
Y el mundo es una rama que se dobla
        casi junto a sus manos,
        y la niña quisiera
       tener filos de viento.

Pero no es hora, y ríe,
        ya entre mujeres alta:
sus dedos no soltaron todavía
        el nudo de la guerra
ni su palabra inauguró en los vivos
regiones de dolor, campos de gozo.
       Su boca está cerrada
       junto a las grandes aguas.

Y dicen los varones:
"Elogios impacientes la maduran:
        cuando se llame Viento
        nos tocará su mano
       repleta de castigos"

Y las mujeres dicen:
       "Nadie quebró su risa:
        maneras de rayar le enseñaron los días"
La niña entre alabanzas amanece:
       cantado es su verdor,
       increíble su muerte.

De “Odas para el hombre y la mujer”, 1929