sábado, 24 de octubre de 2015

Poema Por FEDERICO PELTZER

Algunas veces
una mujer y un hombre
sus cuerpos que son ellos
tienen la desnudez del viento sobre el agua,
simplicidad de siembras,
complejidad de árboles y nubes.
Se enlazan, se entrelazan
como ramas ardidas en la sombra,
se siembran como granos elegidos.
se matan come ríos en el mar.
Entonces
todo parece fácil,
hasta bueno
y. van diciendo quienes tanto miran:
"El mundo es el espejo
de la mano de Dios".
Alguna vez nosotros
así damos las gracias y un espejo
guarda quizás .esa sombra, esa evidencia
irrepetible,
luz de luz que no vuelve
ni pasa,
el hoy de la verdad.

De "La Prensa" Buenos Aires, 1977.

Ladrones sutiles Por CARLOS C. SANGUINETTI

Desde los soleados años juveniles
hasta los crepúsculos de mi atardecer,
nada venturoso pude retener:
todo me robaron ladrones sutiles.

Ladrones sin nombre, sin forma, invisibles,
que al pronto irrumpieron y al punto escaparon,
dejando en mi vida penas que me ahogaron,
dolor y tristeza por siempre sensibles.

Uno me sustrajo la fe en la ilusión;
otro la esperanza, puntal de los sueños;
otros los anhelos grandes y pequeños
y un ladrón ilustre me hurtó el corazón.

De todo lo ido nada volverá.
Estoy en un mundo lleno de penumbra,
los seres y cosas no son sino espuma.
Y en tanto sin ruido la vida se va...

Extraído de "La Prensa",Buenos Aires, 1968.

SONETO Por Ángela Blanco Amores

Has de quedarme por lo fugitivo
como un jirón de luz entre las manos;
más imposible cuanto más cercano,
y menos mío,  cuanto más cautivo.

Serás lo inalcanzable. El pensativo
momento en que mi vida quiso, en vano,
fundirse en tu fantástico y lejano
mundo de ideas y de sueños vivos.

Sensación de infinito me dejaste
en el beso sin tiempo que me diste
y en la inquietud sin par con que me amaste.

Te doy las gracias por el noble empeño
que en evitar el gran dolor pusiste
de ver tornado en realidad el sueño.

LA PROMESA Por Juana de Ibarbourou

Todo el oro del mundo parecía
diluido en la tarde luminosa.
Apenas un crepúsculo de rosa
la copa de los árboles teñía.

Un imprevisto amor, mi mano unía
a tu mano morena y temblorosa.
¡Eramos Booz y Ruth ante la hermosa
era que circundaba la alquería!

-¿Me amarás? - murmuraste. Lenta y grave
vibró en mis labios la promesa suave,
de la dulce, la amante moabita.

Y fue como un ¡amén! en ese instante,
el toque de oración, que alzó vibrante
la rítmica campana de la ermita.

Mujer junto al mar Por Ezequiel Feito

¡Espérame allá! Yo iré a encontrarte
En el profundo valle...
(Henry King, obispo de Chichester, 
Funerales en la muerte de su esposa.)


Había una mujer junto al mar.
- ¡Pero yo no la veía! -
Sentada en la roca blanca
hilaba el viento en la orilla.

Había una mujer junto al mar.
- ¿Cómo yo no la veía?-
Tenía el sol del ocaso
escondido en sus mejillas.

La mujer sólo era una
estatua de azufre dormida
El mar, sereno, la llama
con su voz casi infinita.
...
Junto al mar hay sólo arena
tan fina como ceniza.
- Mis ojos, que aún siguen ciegos,
creen verla todavía -

RECUERDO SENTIMENTAL Por JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Yo dije que me gustaba
- ella   me   estuvo   escuchando-
que en primavera, el amor
fuera vestido de blanco.

Alzó sus ojos azules,
y se me quedó mirando,
con una triste sonrisa
en los virginales labios.

Siempre que crucé su calle
al ponerse el sol de mayo,
estaba seria en su puerta
 toda vestida de blanco.

INVITACIÓN A CONTEMPLAR LA LUNA Por CONRADO NALÉ ROXLO

Tú que has visto las lunas literarias
que por las hojas de los libros ruedan,
ven a ver esta luna. Es una simple
luna de la naturaleza.

No digas se parece, no hagas una
metáfora, aunque sea
la justa, la inhallable, la que nunca
visitó el corazón de los   poetas.

No cuelgues de su disco claro y puro
ningún cintajo literario.  Sueña
que por primera vez abres
los ojos a una noche de luna y la contemplas.

Vivió pendiente de un amor guardado Por Pilar Ferrer- Ushuaia


Vivió pendiente de un amor guardado…
en un paquetito de ajadas palabras,
que con una cinta de tul rosa,
ató entre lágrimas aquella madrugada.

Arañó distancias sin la autorización de su alma…
dio dos vueltas al tesoro que tenía entre sus manos…
y con un nudo, que nunca más se desataría…
inventó un abrazo eterno de despedida…

Aprendió que hay historias que nunca se repiten
no se copian, no se calcan…se resisten
y se leen hasta después de imaginarse la vida
y aún cuando se habita lo eterno se siguen leyendo.

Y cuando aquel moño desataba
en qué lugar el secreto de la verdad estaba
y se jugó de nuevo en todos los atajos
…soltó a volar los pájaros blancos…
de aquella madrugada

y…siguió caminando la vida…
porque no llegaron cartas…

Horneó aquel pan que conjuga la esperanza
con hilos de seda encadenando
el entramado perfecto de las canciones de cuna…
y encendió las velas amarillas en los estantes de todas las Navidades.
Cultivó flores perfumadas en todas sus ventanas.
pintó en las paredes sutiles mariposas...
colgó aquel retrato de cartas y nostalgias...

…y se volvió a enamorar en aquel verano
sin retazos de olvidos
pensándose en consuelo…
y renovada.

Delfín - Por Guillermo Jaim Etcheverry

     Una circunstancia tan inesperada como feliz me permitió mantener varias conversaciones con una gran violinista que visitó Buenos Aires. Se trata de Akiko Suwanai, joven japonesa que reside en París y que viajó, por sugerencia de Krzysztof Penderecki, para ejecutar su Concierto N° 2 para violín y orquesta. Por su jerarquía como artista, Akiko recibió en préstamo de la Nippon Music Foundation -que posee numerosos instrumentos de cuerda antiguos- un violín hecho por Antonio Stra-divarius en 1714. Se trata del famoso "Delfín", que por su calidad tonal es considerado uno de los tres mejores producidos por el famoso luthier de Cremona.
     En uno de nuestros diálogos, la violinista habló largamente sobre ese instrumento. Entre otras cosas, dijo:      "Este violín tiene una larga historia, y el último gran artista que lo utilizó fue Jascha Heifetz (1902-1987). Por eso, cada vez que me dispongo a ejecutarlo, se me eriza la piel porque pienso que, con cada sonido que logro extraerle, me incorporo a esa historia gloriosa". Me resultó sorprendente que una persona joven experimentara esa sensación porque, si algo caracteriza a la sociedad actual, es precisamente el desprecio por toda vinculación con el pasado.
      Sucede que la educación ya no se propone fortalecer los lazos que nos unen con quienes nos precedieron, no busca alentar el reconocimiento de lo que ellos han hecho, no intenta transmitir a los recién llegados al mundo la sensación de que se incorporan a una corriente que proviene del pasado y que continuará.
     Todo hoy tiende a afianzar la actualidad de la vida, el presente, la convicción de que el mundo comienza con nosotros y que cor nosotros terminará. Por eso se acentúan los rasgos que marcan ese desprecio por la historia y ese des interés por quienes nos seguirán.
     Hoy no nos preocupa ni respetar a los viejos ni transmitir a los niños la herencia que les corresponde. Sólo existen los jóvenes, que son quienes reinan en el planeta. Los jóvenes, convertidos en una categoría cerrada y no concebidos como individuos que atraviesan una etapa evolutiva de su vida durante la que deben estructurarse como personas. De allí que nadie se anime a enseñarles nada porque "ya están hechos", que nadie los ayude a construirse porque "ya lo saben todo". Como consecuencia de esta visión del mundo y de las personas, cada uno de nosotros intenta desesperadamente ser joven, o al menos parecerlo, ya que parece ser el único pasaporte que nos permite ingresar en el privilegiado grupo dominante.
      Mucho de lo que nos sucede se explica por ese desarraigo histórico, por la falta de percepción de la inserción de nuestra vida en una corriente que la trasciende, que viene desde muy lejos y que se proyecta hacia adelante; en fin, por ese encierro en la prisión consagrada de la juventud y del yo de cada uno.
     De ahí que, al igual que lo hace Akiko cada vez que con su arco se apresta a extraer del "Delfín" los bellos sonidos que ese violín viene regalando al planeta desde hace casi trescientos años  - reconoce además con humildad que el instrumento posee un nivel muy superior al de ella misma -, deberíamos tener la agudeza de percibir que al hacer algo nos incorporamos a una historia que nos antecede, y que es a ella a la que aportaremos la contribución de la obra que es nuestra vida. La herencia que de esta manera se acumula es la que la educación debería transmitir a los jóvenes; una misión que, en nuestros días, parece resistirse con tenacidad a cumplir.

Artículo extraído de la revista “La Nación”