jueves, 29 de diciembre de 2016

Chat - Por Maxi González

Gotas de lluvia impactan sobre el techo formando una hermosa melodía. Afuera, tres perros se refugian bajo el tejado de una casa de campo. Los árboles mueven sus ramas al compás del viento y peatones encienden las luces en la ruta de regreso a casa, mientras que adentro, una tragedia está por ocurrir.
A las seis de la mañana sonó el despertador anunciando la hora de levantarse. Ese día tenía examen de Literatura; si bien no es una materia que me apasiona, le encontré sentido cuando leímos Romeo y Julieta, de William Shakespeare. Siempre me apasionaron las historias de amor con final terrible. Me levanté, puse el agua para el mate mientras me cepillaba los dientes y me daba ánimo para ese parcial que tendría en horas. Si bien no sabía cómo iba a ser tenía la confianza suficiente como para poder hacerlo. Las horas pasaron y llegó el momento de ir a cursar. Tomé mis cosas, saludé a mis padres y partí hacia mi destino.
La profesora, una mujer petisa pero de gran corazón, entró saludando al grupo y diciendo que a modalidad del examen iba a ser distinta, ya que quería que apostemos a nuestra creatividad. La única consigna era: “Habiendo analizado la obra de William Shakespeare, Romeo y Julieta, propongan una crónica policial”. Esa fue la única condición que dio. Mi corazón comenzó a latir a cien por hora; se me acortó la respiración, mis manos temblaban como si estuviesen tiritando de frío. Esto no me podía estar pasando. Permítanme contarles el por qué de mi comportamiento al leer la consigna del parcial.
Un cierto día jueves, me encontraba en el chat hablando con una amiga y mirando sugerencias de personas que no conocía, entre ellos, un joven que al mirar su perfil me pareció muy apuesto. Su nombre era Agustín. No dudé ni un segundo en mandarle la solicitud de amistad.
Cuatro horas más tarde, me llegó al celu la confirmación y un mensaje que decía: “HOLA, TE CONOZCO?”;  desde ese momento, empezamos a conversar por chat sobre nuestras vidas, gustos y demás, hasta que pusimos un día para conocernos personalmente. Él trabajaba de puestero en el campo y tenía un ayudante; quedaba solo los jueves y viernes ya que su empleado se venía a la ciudad, por lo que quedamos en que me avisaría ni bien pudiéramos vernos.
Pasó una semana hasta que un viernes a las seis de la tarde sonó mi celular: era Agus – así me gustaba llamarlo - , invitándome al campo para compartir un rato. Mi corazón saltaba de alegría y al mismo tiempo los nervios me avanzaban. Lo esperé en una esquina, a dos cuadras de mi casa y a los pocos minutos apareció en su auto. Ni bien lo miré quedé impactada: boina, camisa, bombacha gaucha y alpargatas…y una hermosa sonrisa terminó por dejarme sin palabras. En el camino, nos encendimos un cigarrillo y hablamos sobre cómo había estado el día para ambos y demás.
Ni bien llegamos, tres perros nos recibieron con una cálida bienvenida. El lugar era precioso, muchos árboles, maquinarias, caballos y una hermosa casa color salmón. Entramos. Él encendió la cocina para unos mates mientras prendía el televisor; se sentó en frente mío y seguimos conversando.
Llegada la noche, me pidió ayuda para hacer de comer pero mi función solo fue cortar la verdura, él se encargó de preparar el tuco y los tallarines. Entonces miró y me dijo: ‘HOY, ERES MI INVITADA ESPECIAL’.  Todo un caballero. Después de cenar, lavamos los cubiertos juntos y sin querer me hice un corte en el dedo. Enseguida él tomó mi mano y puso mi dedo en su boca, y al mirarme me besó; y ese fue el inicio de mi primer beso con un chico del chat, aunque ese día fue solo eso.
Los jueves y los viernes de cada semana nos encontrábamos para conocernos más y compartir de mates, charlas y cenas. Después de pasado un mes y pico, lo sorprendí dándole un beso yo y ese cruce de labios pasó a besos más apasionados y luego a despojarnos de la ropa para dar lugar a que nuestro cuerpos se conectaran por primera vez.
Desde ese día, mi mundo se llenó de felicidad; ya no existían los momentos grises de música lenta y deprimente en mi habitación; todo era alegría gracias a que pude conocerlo a Agustín. El solo hecho de nombrarlo producía una sonrisa en mi rostro.
Con el tiempo, todo siguió transcurriendo igual; cada jueves y viernes nos veíamos y hacíamos las mismas acciones de siempre: tomar mates, ver tele, cenar, hacer el amor… Pero alguien dijo que el amor no es para siempre, y comenzaron los problemas. Los mensajes empezaron a desaparecer, las llamadas no eran atendidas y mi mundo se venía a pique. Nuevamente, los días de llanto y tristeza inundaron mi vida.
Los meses pasaron, la resignación a no verlo más me lastimaba cada día y el cigarrillo pasó a ocupar su lugar.
Un día, estando en mi habitación deprimida y con música lenta, de pronto sonó el celular y al fijarme mi sonrisa volvió a florecer; un mensaje que decía “HOLA” y el nombre de una persona – ‘Agustín.
Repitiendo la misma rutina de antes, pasó a buscarme y nos saludamos con un beso pero no tocamos el tema de por qué no me había llamado en todo ese tiempo. Si bien yo necesitaba una explicación, no quise romper ese momento; lo único que me importaba era poder estar a su lado. Cuando llegamos al campo, luego de tomar unos mates, se fue a bañar. Su celular había quedado sobre la mesa como pidiéndome que lo revisara. Temblaba de los nervios que tenía, hasta que finalmente miré los mensajes, entre ellos, el de una mujer. Esa fue la razón de tantos meses sin vernos. De la bronca quería romper todo, hasta su celular, pero me serené, dejé el celu en su lugar e hice como si nada hubiese pasado.
Luego de un rato, Agus salió de bañarse y me llevó a la habitación. Comenzó a besarme y sacarme la ropa para “supuestamente” hacer el amor, pero sentí que fue solo sexo, a tal punto que al terminar dijo sentirse cansado por el trabajo y se echó a dormir. Me levanté, fui a la cocina y me fumé dos cigarros, uno tras otro. Mi mente me taladraba haciéndome acordar el mensaje que había visto, diciéndome que él nunca seria para mí; y eso no lo podía soportar.
Lo pensé muchas veces mientras prendía el tercer cigarrillo, hasta que finalmente tomé la cuchilla y me dirigí a su habitación. Me senté a su lado, acaricié su cabello y lo besé por última vez, mientras introducía el cuchillo en su estómago. Abrió sus ojos lanzando un gemido de dolor, atinó asustado a querer sacarme pero un puntazo en medio del corazón terminó por dejarlo inmóvil. Su cuerpo, ensangrentado en esa cama, mis lágrimas cayendo en su rostro pidiéndole perdón pero gritándole cuánto lo amaba. Rocié toda la casa con querosén, me prendí otro cigarro y le dije adiós.
Hoy, este examen de literatura trae a la luz ese día, ese maldito día, anunciando mi sentencia.

Gotas de lluvia impactan sobre el techo formando una hermosa melodía. Afuera, los perros se refugian de la tormenta y los árboles mueven sus ramas al compás del viento, mientras que adentro, la tragedia ya comenzó.

POR AQUELLA QUE AME... (historia totalmente real) Por Marcelo Ignacio Mendiburu

La tierra caía sobre el negro ataúd como un presagio, el ruido de las palas parecía ir al compás de aquel frío y triste día de invierno,  a mi lado Nicolás solloza sin comprender del todo que le hacen a su madre,  pobre hijo, la lluvia parece lavar con sus finas gotas el gris entorno del cementerio, una flor roja vuela por el aire para caer depositada en la cruz plateada del féretro... Nicolás apenas con sus seis  años, aprieta mi mano fuerte mientras me mira desde lo profundo de sus ojos verdes,  sus labios musitan una pregunta para la cual jamás tendré respuesta.
                -Papa. ¿Porque se fue mamá?
Como si esas palabras fueran un ácido que corroe mi alma siento que el aire me falta,  me arrodillo en el lodo de esa mañana gris y lo abrazo, las lágrimas fluyen de mi rostro cuando le digo:
-              No amor... mamá no se fue... solo nos dijo hasta luego. vamos a encontrarnos nuevamente, solo tenemos que esperar, mamá te ama y siempre lo hará.
Su cara se ilumina como si comprendiera algo que no sabía, y dice tironeando mi manga.
-              Vamos a casa entonces Papa, mamá ya debe estar por venir, o quizás ya llego.
No puedo siquiera comprender como llegamos acá, menos como voy a explicarle que nunca más la volveremos a ver, como hablarle del cáncer, de los meses en el hospital, de la soledad total que viví,  mientras ella moría lentamente en mis brazos. ¿Cómo se supone que voy a seguir? Tengo veintiocho años  mi mundo perfecto se acaba de ir en ese cajón de madera, todo lo que alguna vez soñé, lo que fui , lo que pude ser, ¿cómo se sigue cuando todo lo que le da sentido a la vida desaparece?
                -Vamos a casa papi.
Me dice mi hija mayor,  es una niña de pecas en el rostro, ojerosa por el llanto, cinco años mayor que Nicolás, Mayra ha tenido que crecer de golpe. La miro como si no la conociera.
Nico  se calma en los brazos de su abuela,  mientras lentamente el sol empieza a surgir entre los nubarrones, como una esperanza, los cálidos rayos asoman llenando el cielo con su luz.
Las últimas paladas de tierra terminan con la faena, una cruz de madera pintada de blanco es enterrada en el barro por el personal municipal.
La familia se retira lentamente dejándome solo ante la tumba recién creada, en los autos todos están buscando lugar para volver a un mundo que me aterra. Saco un cigarrillo de mi bolsillo y lo enciendo, la brasa roja dibuja un arco desde mi mano a mi boca, aspiro lentamente,  y digo,  en una voz que solo es un murmullo. Más para mí que para ella.
-Te amo, siempre lo hice y siempre lo haré, desde aquella vez que vi tu cara juvenil mirándome con tu guardapolvo blanco, no parecías real, jamás pensé que te fijarías en mi de tan perfecta que eras, voy a cuidar a nuestros hijos como te lo prometí, perdóname vida, no pude hacer más, voy a conseguir un trabajo y estarás orgullosa, como nosotros lo estamos de vos.
Dejo atrás la tumba, de la que fue mi compañera los últimos trece años, así como dejo todo lo que fue bueno para mí, dejo atrás sus palabras, sus silencios, su mirada tierna, sus reproches.
Dejo atrás la mujer, la amiga, la amante,  solo la soledad más absoluta me espera, un millón de preguntas me toman por asalto mientras me dirijo a los autos. ¿Cómo se sigue?
Nadie habla, mi hermano Martín me mira sin decir palabra,  no hace falta, como si leyera mi mente asiente con la cabeza y sube a su moto, pronto solo es una silueta en la cinta de asfalto,
Nicolás se ha dormido, Mi cuñado me lleva a casa y me dice.
                -Marcelo Mayra viene con nosotros, necesitas tiempo para pensar,  Nicolás quiere quedarse con vos.
                -Déjalo. Respondo como un autómata,  tenemos que acostumbrarnos a nuestra nueva vida, Gracias por todo Jesús, de verdad. Gracias.
Y despido a mi cuñado con un apretón de manos.
La tarde se desgrana como las hojas de un árbol en otoño.
Mi hijo mira un gato perseguir a un ratón en la televisión mientras yo guardo la ropa de mi esposa en cajas,  no tengo fuerzas para tirarlas o regalarlas aun, cada prenda es un recuerdo, una vivencia, el dolor se queda conmigo como una segunda piel malsana, los minutos se hacen horas.
Cae la noche y Nico vuelve a preguntar.
                -¿Papá donde esta mamá?
Tomo su cuerpo y salimos juntos a la vereda, hace mucho frió.
Le pido a mi hijo que mire el limpio cielo de mayo y señalando la estrella más brillante le digo:
-Ahí hijo, desde ahí nos mira tu madre y nos cuida, te ama hijo y algún día volveremos a vernos, te lo juro.
Las lágrimas ruedan por las mejillas de Nico cuando dice:
-No la quiero ahí papá, no la quiero ahí, ella tiene que estar   con nosotros...
Nos abrazamos fuertemente mientras nuestros llantos se confunden en uno solo, dos almas unidas por el mismo dolor y la misma angustia, caigo de rodillas aun con mi hijo en brazos y siento como se desgarra el alma de ambos.
 El tiembla mientras sus manitas se aferran a mi cuello con desesperación.
                -¿Porque papá? ¿Porque?
Me levanto del helado suelo y volvemos a lo que alguna vez llame hogar, acuesto a mi hijo en la cama que fuera nuestra y lo tapo.
Pronto se queda dormido en un sueño cargado de pesadillas.
Yo no necesito dormir para tenerlas...
Apenas cierro los ojos, la soledad de la habitación del hospital aparece ante mi como un presagio de dolor, puedo ver el cuerpo de mi esposa, cargado de cables mirarme desde el fondo del abismo de sus ojos implorando muda piedad la sondas entran y salen por su castigada humanidad, su calva cabeza enmarcando la belleza de sus ojos esmeraldas.
Una lágrima corre por su rostro y con sus labios quebrados susurra.
                -Te amo...
Tomo su mano pequeña y blanca entre las mías y sin pensar le digo:
-Todo va a estar bien amor, todo va a estar bien. Tranquila, ya lo vas a ver, los médicos dicen que estas mejor.
Le miento sabiendo que esa es nuestra última charla.
-              Ay amor, que tonto sos.
Me dice mientras un intento de sonrisa se dibuja mostrando unos dientes cubiertos de sangre.
Mi pobre, pobre nene grande, dame un beso y abrázame Marcelo, por favor.
Comprendo que no importa ya las normas de seguridad y violando todas las reglas del hospital,  me acuesto con ella y la rodeo con mis brazos, siento su cuerpo hervir por la fiebre y le susurró al oído
-              No me dejes ahora amor, no soy nada sin vos, no soy nadie sin vos, por lo que más quieras no me abandones.
-              Te amo bebe, siempre te amé y siempre lo haré no me dejes, no puedo enfrentar al mundo si no estás conmigo. ¿qué hago con todo este amor ahora? Marga, por Dios. No te vallas de mi lado.
Siento su cuerpo palpitar rápidamente, ya no me escucha, duerme o esta desmayada. Quien  sabe, pasan minutos, ¿o fueron horas? No lo sé.
Un agudo pitido anuncia que su corazón se detuvo, al fin ha terminado, la abrazo y espero.
Quiero conservar su calor, todo lo que pueda.
Por la ventana de la habitación el sol anuncia la mañana, el canto de los pájaros le avisan al mundo que un nuevo día comienza.
Se empieza a escuchar el bullicio en la sala del hospital fuera de mi habitación.
Una enfermera me mira desde la ventana y me dice:
                -Marcelo despierta a Margarita, ya viene el desayuno.
Y entonces ve mi rostro, comprende que ha dicho una estupidez y las lágrimas estallan en el suyo.
                -Déjame solo con mi esposa por favor.
La enfermera sale corriendo por el pasillo, un entrechocar de tacones resuenan en el aire.
              
Sus gritos se pierden en la distancia.
Suelto a mi esposa sabiendo que no volveré a verla.
Lentamente me dirijo a la puerta de la habitación y el cierro con llave, empiezo a mirar el cuerpo que alguna vez ame.
Y busco sus mejores ropas. Traigo agua del baño y la limpio, acariciando por última vez a mi compañera, en el dintel de la puerta un médico me observa mientras llora en silencio, golpea el cristal y me llama, abro y me toma del hombro para decirme.
                -Basta Marcelo ya término, basta, déjala ir.
                -Si doctor... tiene razón.


Nicolás estalla en un grito a mi lado... empapado en sudor grita
                -¡¡¡MAMÀ!!!
No sé bien qué hora es, pero sé que mi hijo arde en fiebre, lo envuelvo en una frazada y salto de la cama, me visto y pronto salgo al frió de la noche con rumbo al hospital.
Las cuadras se suceden ante mis pasos como una secuencia monótona he indiferente, caigo en la cuenta de que desde ahora en más todo será así, estoy solo, como un náufrago en una isla de pena y dolor.
Al llegar al hospital Nico es revisado por un médico, me pregunta si ha pasado algo en estos días que pudiera explicar los síntomas de mi hijo. Le explico,  me mira y me manda a casa con un par de indicaciones y su teléfono personal por si mi hijo empeora me tranquiliza y me explica que es parte de la conmoción que ha sufrido.
Miro la fecha del recetario. Veinticinco de mayo.
Hoy cumplo veintinueve años.
Vuelvo a casa con Nicolás, él duerme ajeno a todo, ya está mejor lo acuesto a mi lado y el cansancio me vence.
Mi cuñado llega por la mañana y se lleva a mi hijo, le hará bien estar con sus primos pienso.
Mayra no ha venido,  mejor así. Pronto la soledad de mi casa se hace palpable, camino como un autómata por ella, cada rincón guarda vestigios de mi esposa, apilo las cajas con sus cosas en la calle, ojalá le sirvan a alguien,  para mí solo son dolor,  guardo sus fotos y de una caja asoma el video de nuestra boda, la vídeo cassetera encendida,  se devora el casete al tiempo que en la televisión, una Margarita sonriente muestra la roja libreta matrimonial, esta hermosa, me arrimo a la pantalla, su mirada trasluce la alegría de ese día, me ilumina el alma, me pierdo en mis recuerdos y río con ella cuando lo hace en la imagen.
Nadie jamás sabrá lo que pasamos juntos,  y a nadie le interesa,  nos amamos más allá de lo que algunas personas solo pueden soñar, ¿cómo explicarlo? Simplemente fue…Magia estos días han sido terribles para mí y mi familia, nos han llevado a los infiernos más profundos del ser humano y nos han resucitado infundiéndonos una fuerza de la que no creí ser capaz.
Los meses fueron pasando con la monotonía de los días vacíos.
Mis hijos aprendieron a soportar la perdida y yo también.
Nunca volvimos a ser iguales pero tratamos de que cada día fuera mejor.
Vi el valor, la entrega, el orgullo en la mirada de ellos y con qué fuerza enfrentaron su destino.
Su madre dondequiera que se encuentre puede estar orgullosa.
-              Cuídalos amor, no los dejes caer en nada malo, es lo único que te pido.
Fueron una de sus últimas palabras, mi vida se centró en cumplir con su pedido, ya han pasado doce años de esto y al mirar hacia atrás puedo decir que he cumplido mi promesa.
Nicolás es todo un hombre ya, mañana empieza a trabajar además de seguir estudiando,  un rubio pecoso como su madre y Mayra... Ella se jugó por el amor de un joven  y comenzó la loca aventura de vivir, ya me dio un nieto hermoso, que se llama Tomas y es un sol en sí mismo, curiosamente con los mismos ojos de Margarita, o al menos eso parece.
Tenemos la obligación de ser felices, el mundo nos rodea con situaciones donde el temple y la voluntad son puestas a prueba en cada circunstancia. No podemos darnos el lujo de claudicar o bajar los brazos, somos los artífices de nuestro propio destino, los dueños absolutos de nuestros días y nuestras decisiones, el mundo es una selva o un paraíso, solo depende de nosotros ver el vaso medio lleno o medio vació, para que al enfrentar al creador podamos mirarlo a la cara y decirle. He sido feliz cuanto pude serlo.



Por aquella que ame.

La lucha - Por Rafael Serrano Ruiz

Su llamada le turbó el espíritu.
Tanto aislamiento…
querer olvidarla,
suprimir su nefasta influencia…
y ahora…¡Nada!

En un instante, de nuevo en batalla…
y se escapan los suspiros,
y revive los recuerdos,
unos malos…
otros buenos.

Lucha perpetua entre
corazón y cerebro,
entre el es y el puede ser

donde el final es perder.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Fabián Polosecki: "El otro lado de las cosas" - Por Héctor Fuentes

Era un día como tantos otros. Durante la mañana me esperaba el trajín de un trabajo nuevo. Lo había conseguido de casualidad, por meterme de puro caradura en una librería y preguntar si hacía falta alguien. A la semana me encontraba vendiendo textos escolares en un local ubicado en pleno centro platense. La gente se agolpaba y había que despachar con velocidad y solvencia a los clientes, como nos había recalcado el dueño.
Al regresar a mi casa encendí la tele. Empecé a buscar algo para mirar. Pasaba los canales y nada. Era imposible encontrar un programa interesante. Por aquel año 93, la Argentina había empezado a cambiar. Y la televisión era un fiel reflejo de esa nueva imagen.
Iba rotando los cinco canales una y otra vez, y nada. Decidí cenar y dejar el televisor prendido de fondo, para que hiciera un poco de ruido. No recuerdo porqué lo anclé en canal siete. Pero lo que sí recuerdo fue que al dar las diez de la noche, arrancó un programa nuevo llamado “El otro lado”. Acto seguido un pibe de pelo corto y campera de cuero, caminaba por la calle y se subía a un colectivo. Aparecía luego en una estación de trenes y prendía un cigarrillo. Una voz en off decía:
“Durante algunos años trabajé de periodista. Un día, no sé cómo, todos los jefes de redacción se dieron cuenta al mismo tiempo que podían arreglarse sin mí. Ahora escribo historietas absurdas sobre historias verdaderas. No me va mucho mejor, pero se conoce gente”.
Había en esas pocas palabras una sinceridad demoledora. Cuando el Maquinista de Ferrocarril empezó a contar su historia, el hechizo ya me había atrapado. Estaba solo y la luz del televisor cobraba una dimensión desconocida. Las preguntas y las respuestas se iban tejiendo magistralmente.
Los silencios, los gestos, el movimiento de las manos, la profundidad de las palabras, el respeto, la claridad de alguna sonrisa, todos esos elementos producían un encantamiento que yo nunca había visto en televisión.
Acostumbrado al vértigo insolente de la pantalla chica, en donde el chiste se construye a partir del infortunio ajeno, no podía creer lo que veía.
La cámara captaba la maravilla que se producía en algún giro inesperado de la conversación, y la disparaba como si fuese un destello. De pronto un pequeño detalle preguntado al pasar abría el corazón del entrevistado. Y de allí salía una jauría de perros, un instante de gloria, un llanto que rompía las palabras, un crujir de sueños perdidos, una encrucijada.
Fabián Polosecki, o simplemente “Polo”, sabía cómo encender esa chispa. Hay luces que sólo brillan cuando alguien sabe cómo reflejarlas.
Luego de dos temporadas de éxito, “El otro lado” pasó a llamarse “El visitante”. Aun hoy, veinte años después de su trágica muerte, sus seguidores esperamos que un buen día nos caiga de visita.

“Contate un Cuento IX” - Ganador de la Categoría C - Aquellas palabras - Por Juan Valentini, alumno de 6º año de la E.S.Nº 4

      El recuerdo es un paraíso al que todos pueden entrar pero pocos pueden disfrutar. El recuerdo es un laberinto de anécdotas, de emociones, de frustraciones, de miedos y de amores. El recuerdo, la característica más bella y enternecedora de la
vejez. La vejez… fuente inagotable de recuerdos inalterables y vivencias entrañables.

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Son las 8:00 am, el despertador suena con ímpetu y determinación. Mi cuerpo, sacudido por el sonido taladrante que anuncia un nuevo día, se activa. Mi cabeza, no… Sigue adormecida, deseando que la palabra responsabilidad no existiera en el “diccionario de la vida”. Finalmente, abro mis ojos y veo el desértico techo de mi habitación. Contemplando el macizo cielo, lo recuerdo. A mi edad quizá me cuesta recordar “esos detalles”, pero el recuerdo está. Siempre que despierto está ahí y entonces lo revivo.
Tenía seis años cuando sucedió. Con mi madre fuimos a un parque,  en el cual me encantaba jugar. Era ella quien siempre me llevaba, hacía años que se había separado de mi padre, el había tenido una enfermedad y mi madre no lo había soportado. No lo conocía. Ella no hablaba, yo no preguntaba. Era uno de esos silencios familiares que nadie se atrevía a romper.
Se sentó en un banco y yo, luego de oír las incesantes reglas de cuidado, salí corriendo sintiéndome el niño más independiente del lugar. No recuerdo a qué jugué o con quién jugué, solo lo recuerdo a él. Entre idas y venidas mis ojos se cruzaron con aquel hombre sentado en el tronco de un árbol. Al acercarme  más, noté que tenía entre sus manos un bastón blanco. Automáticamente me di cuenta que un no vidente había captado mi moza atención. Como en todos los niños de mi edad, la curiosidad fue más grande que mi vergüenza. A pasos agigantados arribé para entablar una intrépida conversación con el  desconocido. Con la desenvoltura de un cronista y la inocencia de un niño le dije:
-¡Hola! Me llamo Benjamín… ¿Cómo te llamas?
El hombre alertado por sus oídos captó que un niño lo interrogaba. Se incorporó y mirando hacia la nada sonrió y dijo:
-Hola Benjamín,  me llamo Santiago… Lindo día ¿Verdad?
-Sí, hay sol y algunas nubes… ¿Cómo sabes que el día está lindo?
-Bueno… A veces podemos ver sin mirar, podemos sentir, oler, tocar o simplemente podemos escuchar.
Quedé absorto. Me senté frente a él y dejé que mi mentón reposara sobre mis manos mientras lo miraba fijamente…
-¿Y no es feo?
-¿Qué cosa?
-No poder ver nada…
-No, no es feo… Aprendes a usar tu cuerpo de otra manera, simplemente te acostumbras, para sobrevivir. Quizás es feo lo que otras personas pueden pensar o sentir de vos, porque no entienden que no ver no es un impedimento, sino que es una forma distinta de percibir todo.
-¿Qué personas piensan eso?
-Las que no comprenden que la superación es la clave del progreso…
-¿Quién dijo eso?
-No lo sé, pero el que lo dijo tenía razón.
No supe qué responder. El grifo de palabras que siempre me caracterizaba se había cerrado, no sabía qué decir. En un momento todo se congeló… Noté que un hilo de melancolía lo envolvía y que una lágrima recorría sin pudor su mejilla. Se refregó los ojos, sonrió y dijo:
-Pero soy feliz… Aprendí a serlo con lo que tengo y con lo que soy.
Le sonreí, no lo conocía pero me sentía feliz por él en ese momento.
-Me tengo que ir Santiago… Me gustó hablar con vos.
-Fue un placer conocerte mi amigo, y recordá siempre que la superación es la clave del progreso. No importa qué te digan o qué piensen de vos. Si vos queres, vos podés.

........

No recuerdo cómo continuó ese día, solo sé que al llegar a casa no podía sacármelo de la cabeza. No le había contado a mi madre, algo me decía que no era buena idea. Aun así cada momento de la conversación acosaba mi joven mente. Y la frase… la parte más sustancial del encuentro, había quedado grabada en mi memoria.
-¡Benjamín!, ¡Hijo!
El grito nominal de mi madre me electrizó y me puso de vuelta en órbita.
-¿Qué pasa mami?
-¿En qué pensás?
-En nada mami…
No me siguió preguntando… Sabía que algo me pasaba, pero no indagó. Me quedé mirándola, se la notaba molesta. Con inocencia pregunté:
-¿Qué te pasa mami?
-Hoy fui a dar el examen de manejo… ¡Fallé otra vez! Nunca voy a poder. ¡Nunca voy a poder!
Nunca voy a poder… ese enunciado recorrió mi mente como un relámpago y en un segundo lo recordé otra vez… sin poder contenerme dije:
-¡La superación es la clave del progreso!
El vaso que mi madre estaba lavando, danzó por los aires y se estrelló en el suelo, produciendo un estruendo ensordecedor. Su cuerpo se había petrificado, sus manos temblaban y una tímida lágrima se  atrevió a visitar sus ojos.
Mi cuerpo se conmovió y con expectativa pregunté:
-¿Qué pasó mamá?
Al parecer la pregunta hizo el efecto deseado y la trajo de vuelta.
-Na… Nad… Nada mi amor.
Más lágrimas, quizás inducidas por la primera, también se atrevieron a salir… entonces lo dijo:
-Eso… Lo solía decir tu padre.

sábado, 17 de diciembre de 2016

“Llegó la hora de escribir un cuento” Edición 2016 - Primer premio: El Quinto Guardián, Por Lautaro Poza, alumno de la Ep Nº 13

     Hace mucho tiempo, existían en la Tierra monstruos y humanos, pero una vez esa unión entre estas especies se rompió. Fue así como llevaron a los monstruos a los subsuelos, debido a que cuatro de ellos poseían los elementos de la vida: tierra, aire, fuego y agua. Los humanos los veían como una amenaza, ya que con tanto poder podían hacer destrozos a su semejanza. Pero las cosas no parecían así, ellos vivían otra vida en los bosques, lagos y en las afueras de la ciudad; y decidieron dejar en paz a los humanos.
     Tiempo después, en un lugar muy remoto empezó a escucharse un rumor de que los que iban allí nunca volvían…y aquí entramos en la historia de Stuart, un niño al que le encanta vivir aventuras.
     -Bueno, ya es de noche, aquí descansaré. Espero que no haga tanto frío como en Alaska-dijo el niño.
     Luego de cenar porotos enlatados y al estar tan cansado se durmió, pero un sueño lo despertó repentinamente. En ese sueño, Stuart vio unas luces que lo guiaban hacia una cueva en donde se encontraban las esferas de poder,  que eran usadas por los guardianes para crear el planeta.
     Stuart decidió seguir ese camino hacia la cueva donde se encontró con esas esferas, las cuales eran custodiadas por los cuatro monstruos guardianes: Igneo, el guardián del fuego; Vianca,  guardiana del aire; Aquarella, guardiana del agua y Terrus, guardián de tierra.
     -Hola, ¿quiénes son ustedes?- preguntó temeroso Stuart.
     -Somos los guardianes de las esferas de poder con las que hemos creado este planeta- respondió Igneo.  ¿Y tú quién eres?- preguntó.
     -Me llamo Stuart y me encanta vivir aventuras nuevas- contestó el niño. -Y ustedes ¿qué hacen aquí abajo?-
     -Nos protegemos de los humanos. Ellos creen que somos una amenaza  pero en realidad evitamos que la Tierra se destruya- contestó Terrus.
     -Pero las esferas están perdiendo poder, se están apagando ya que hace mucho tiempo que no reciben la energía de la superficie terrestre- comentó Vianca.
     -¿Y no pueden volver?- preguntó el niño.
     -¡No! ¡Los humanos nos atacarán! No queremos que pase eso de nuevo- exclamó Igneo.
     -Creo que si hablan con ellos entrarán en razón- dijo Stuart.
     -Tal vez si tú hablas con ellos de lo que sucede y de que la Tierra se va a destruir lo van a entender- dijo Aquarella.
     -¡Por supuesto! Eso es lo que tengo que hacer. ¡Esa es mi misión, esa es mi aventura!
     Y así Stuart volvió para encontrase con los humanos. Apenas llegó se encontró con mucha gente que se había reunido en el centro de la ciudad protestando por los guardianes.
     -¡Escuchen, escuchen!- gritó el niño. Mi nombre es Stuart y vengo a hablar de lo que les está pasando a los guardianes. Sus esferas de poder se están apagando y si no hacemos algo nuestro planeta se destruirá-.
     -¡¿Cómo se destruirá?!- se escuchó.
     -Bueno, el agua inundará nuestras tierras, el fuego se propagará por los bosques y cultivos, soplaran vientos huracanados y la tierra se abrirá- contesto muy triste Stuart.
     -¿Y cómo podemos evitarlo? ¿Qué debemos hacer para que esto no ocurra?
     Entonces Stuart comenzó a explicarles que las esferas aumentarían su energía si se las traía a la superficie y que él no podía hacerlo, solo los monstruos guardianes. También les dijo que ellos no eran una amenaza, al contrario, ellos cuidan el planeta y hacen que todo funcione en equilibrio.
     Los humanos aceptaron que los monstruos regresen, Stuart corrió hacia la cueva a contarles a los guardianes lo que había decidido el pueblo.
     Y así fue como entre todos lograron que las esferas recuperaran su energía y mantuvieran el planeta a salvo.
     A partir de ese momento Stuart fue nombrado “El Guardián de la Vida”, en agradecimiento por reunir de nuevo a los monstruos y los humanos y que puedan vivir felices en la Tierra como un gran grupo.

“Llegó la hora de escribir un cuento” Edición 2016 - Primer premio: La ternura de la muerte - Por Lino Salvador Pollio, alumna de la EP Nº 24

        Todos sabían que la Muerte era una especie de “algo”, que con tocar con sus manos huesudas cualquier ser con vida, lo dejaba en el sueño eterno.
Y la Muerte sabía que todos decían eso…y también decían otras cosas,; le decían: “La Dama del eterno sueño helado”. Pero lo que no sabían era lo sola que se sentía…la tristeza que ahogaba su negro corazón al no poder abrazar a nadie…
Pero en fin, ese era su destino y no podía cambiarlo.
Un día, caminando por el bosque, encontró al pie de un árbol una cría de ciervo que parecía perdida.
-Ésta sebe ser mi víctima de hoy- pensó.
Pero cuando se acercó al animalito, éste la miró con infinita ternura y por primera vez algo como un escalofrío le corrió por la espalda a la Muerte. Entonces, la ciervita salió corriendo y ella la dejó que se fuera.
Así la ciervita fue creciendo y la Muerte siempre la vigilaba, como cuidándola de los peligros que se le acercaran. La ciervita sabía de esto y un día, tomó confianza y se le acercó. Volvió a mirarla con ojos tiernos y le lamió las manos.
En ese momento la  Muerte cerró los ojos porque sabía que si los abría encontraría muerta a su amiga. Pero para su alegría, cuando sintió que nuevamente lamían sus manos, abrió los ojos vacíos y la vio, hermosa, viva, bien viva…
Desde ese día no se separaban y la ciervita siempre la acompañaba en sus recorridos. Y así pasó el tiempo y casi sin que se dieran cuenta, la cierva se hizo vieja y llegó su momento, su final…
Las dos sabían que esa era la última vez que la Muerte tocaría a la cierva…entonces cuando se le acercó, la abrazó en un abrazo interminable, casi cálido y no frío como siempre era su toque. Y al fin la cierva murió y la Muerte se quedó sola y triste de nuevo.
Tiempo después, cuando la Muerte recorría los lugares donde había caminado con su amiga, sintió un ruido como de pasos. Enojada fue a ver qué animal se atrevía a andar por aquel lugar que sólo ellas dos recorrían y vio a su amiga cierva…mejor dicho al fantasma de su amiga que volvía para estar con ella.
Ahora sí…estarían juntas por siempre y volverían a recorrer los campos y los caminos. La Muerte ahora sabía lo que representaba la amistad y el amor y aunque su trabajo debía continuar, lo haría de una forma más amable, más tierna… ahora era feliz y nunca más la llamarían: ”La Dama del eterno sueño helado ”, ahora sería: “La Dama de la ternura eterna”

sábado, 10 de diciembre de 2016

“Contate un Cuento IX” Organizado por la E.S.Nº 3 “Carmelo Sánchez” y declarado de Interés Educativo por el Ministerio de Educación de la Nación bajo res. 1275.; De Interés Municipal y Cultural según decreto 1967.

Ganadora de la Categoria B: “El diario de ayer” Por Lucia Galantini alumna de 2º año del Instituto Parroquial San Andrés de Miramar


 María despertó como cualquier mañana normal, se sentó en la mesa con su café y el diario, ella no era de leer mucho el periódico, lo leía por arriba y sólo se centraba en alguna noticia que le llamará mucho la atención como la que encontró ese día: "Una señora de 42 años se suicidó el 6 de junio en Miramar " Le sorprendió aún más la nota porque la chica se llamaba igual que ella, pero María López era un nombre común, podía haber muchas, también tenía la misma edad y murió en la ciudad donde vivió casi toda su vida. A medida que avanzaba la lectura se asustaba más, hasta que vio la foto. Esa chica era ella. Lo primero que pensó fue ir a hacer una demanda al diario diciendo que se equivocaron y que debían sacar esa nota y así lo hizo. María fue a la sede del diario a quejarse, la atendió un señor mayor, con una barba negra y unos ojos azules como el mar
- ¿Qué se le ofrece? - preguntó el hombre con una voz ronca
- En la tercer página de su diario aparece una noticia la cual por razones obvias, es incorrecta.
- En la tercer página aparece una publicidad y el anuncio de la muerte de María López...
- Exactamente, yo soy María López, mire la foto y míreme, claramente no estoy muerta, aparte hoy es 5 de junio y aquí dice que murió el,  lo cual no tiene sentido - respondió ella frustrada
El sujeto miró la foto y luego volvió a verla a ella y le contestó
- Señora, usted no es María López ¿Cuál es su DNI?
- ¿Para qué?
- Para buscarla
 María le dijo su DNI y el señor  tecleó en su computadora y encontró su informe.
- Usted es Daiana Martínez, nació el 18 de febrero de 1974 en Miramar
 Ella se quedó confundida
- Los datos están bien pero no el nombre.
- Señora, estoy ocupado y con mucho trabajo, ya aclaré sus  dudas y le pido que por favor no moleste.
- ¡Pero qué no entiende! ¡Yo no soy Daiana!
- Señora ¿Usted quiere que llame a la policía? Yo sé que no, entonces por favor retírese
Ella empezó a alterarse más y más y comenzó a gritar y el señor marcó un número en el teléfono, se lo puso en la oreja y susurró algo que María no escuchó. Se dio cuenta del escándalo y creyó que el individuo había llamado a la policía, lo que hizo que se olvidara de su orgullo y saliera de ahí. Escuchó el sonido de una patrulla y sintió pánico al instante. Empezó a correr, tenía miedo de que piensen que ella estaba loca y la metieran en un manicomio. Se tomó un colectivo y se escapó a Miramar, llegó a la noche, hacía mucho frío, tenía esperanzas de que nadie la hubiera seguido y de que allí alguien la reconociera como María López y no con la supuesta identidad que le había dicho el hombre del diario. No tenía a donde ir, su familia había muerto y los pocos que quedaban estaban en otro país, empezó a caminar sin tener idea de a dónde iba,  pero de pronto escuchó unas sirenas de ambulancia, nuevamente empezó a correr mientras gritaba "No me van a atrapar ."No, otra vez no". "No volveré a ir a ese loquero" María llegó hasta un muelle peligroso que estaba cerrado por precaución, vio una camioneta blanca acercarse y un señor desde adentro del coche que le decía: "Señora venga, nosotros la vamos a llevar a un lugar seguro"
El mar estaba revuelto y chocaba contra el débil muelle, se escuchaba el crujido de la madera al romperse, pero aún así María no se movía. Eran las 00:10 y María insistía en quedarse, así que, los de la camioneta decidieron bajar, mala elección. Eran muchos, fueron al muelle, con esa tormenta y el mar picado se terminó de derrumbar. Algunos pudieron salvarse, pero María cayó entre las piedras y murió.

Ese mismo día, 6 de junio, se publicó en el diario la muerte de la chica. Por primera vez .

“Contate un Cuento IX” Organizado por la E.S.Nº 3 “Carmelo Sánchez” y declarado de Interés Educativo por el Ministerio de Educación de la Nación bajo res. 1275.; De Interés Municipal y Cultural según decreto 1967.

Ganadora de la Categoría A  - “La nota”
Por Valentina García alumna de 2º año de E.S.Nº 3 “Carmelo Sánchez”


Y ahí estábamos como siempre, comiendo en la mesa como si ninguno de nosotros nos conociéramos, igual que cuando estas en una fiesta con desconocidos. Mamá siempre terminaba primero. Papa comía como si no pasara nada, en realidad como si los problemas que estaban no estuvieran, no le importaba nada. No sé cómo mamá aún lo soportaba, porque aunque fuera un buen tipo ya no quería escuchar más sus peleas. Como si fuera poco, mi hermano de 14 años era el retrato de mi padre y yo igual a mi mamá. Le daba mucha importancia a todo, a mis cosas y a la de los demás. No solo pensaba en mí, como lo hacían mi papá y mi hermano.
Terminamos de comer, papá se fue a trabajar y mamá empezó con la limpieza, mi hermano se fue a la casa de un amigo y yo me quedé en casa, no tenía ganas de salir, menos con el frio que estaba haciendo.Se hicieron las 3:30 de la tarde y yo estaba en mi cuarto escuchando música mientras copiaba unos resúmenes del libro para la prueba de biología del lunes. Después de terminar todo, fui a comprar unas galletitas ya que eran las 4:30 de la tarde y me dio hambre. Cuando volví a casa mamá había dejado una nota en la mesa que decía: “Hija me fui a la casa de Gladis, vuelvo en un rato”.
Fui a la cocina, me preparé una chocolatada, agarré las galletitas y me regresé a mi cuarto. Después de un rato tome una siesta de una 1 hora. Cuando me desperté agarré la toalla y me fui a bañar. Me vestí, fui a la cocina, vi la hora y ya eran las 6:30 y estaba oscureciendo porque era invierno, así que probablemente ya tendría que llegar mamá. Se hicieron las 8 y todavía no había venido, así que me preocupé y decidí llamarla. Marqué el número, esperé, y me di cuenta que su celular sonaba en su habitación, así que no me quedó más remedio que esperarla. El tiempo pasaba y ella no aparecía, entonces decidí llamar a la casa de Gladis.
Llame dos veces y en ambas oportunidades me atendió la contestadora. Me estaba poniendo muy nerviosa. Respiré y volví a llamar. Al fin me respondió:
-¿Hola?
-Hola Gladis soy Romina
-Hola Romi! ¿Qué pasa?
-¿Mi mamá está ahí?
- No. Se fue hace  2 horas
-Ah ok, gracias igual
-¿Pasa algo?
-No nada…chau
Ya me empecé a preocupar y poner cada vez más nerviosa. Si ya se había ido de lo de Gladis y acá no llegaba, ¿dónde estaba? Papá no llegaba hasta las 12 ya que tenía que suplantar a un señor que había tenido un inconveniente. Y mi hermano se quedaba a dormir en la casa de su amigo. Así que yo estaría sola  hasta las doce. No sabía qué hacer, a quién recurrir o pedirle ayuda. Estaba entre quedarme en casa e irme a buscar a mama. Pero, si me quedaba sentada esperando a que algo pasara iba a ser totalmente inútil. Y si me iba ¿a dónde seria? Estaba en mi casa sin ni siquiera tener una idea donde podría estar. Así que lo primero que hice fue llamar a todos mis familiares con los que ella se trataba. Hasta con los que no. Y nadie la había visto.
Ya no me quedaban más ideas, así que empecé a revisar el celular de mi mamá. Tal vez allí obtendría una pista. Vi sus llamadas, mensajes, contactos y nada apareció. Era de noche y no podía hacer mucho, de día iba a ser más sencillo.
Me dormí sabiendo que mi papá no me iba a dirigir ni una sola palabra que tenga que ver con mi mamá porque poco le importaba. Me desperté muy temprano pero cansada. Había dormido muy poco ya que me despertaba  cada hora sobresaltada. Directamente me puse a pensar en que tenía que seguir con “la búsqueda”. Solo tenía algunas horas para buscar pistas  sola, ya que seguramente iban a empezar a preguntar por mamá y ya no lo iba a poder ocultar más su desaparición. Me levanté del banco, y fui a la esquina de la plaza mientras esperaba que el semáforo se pusiera en rojo. Crucé y fui preguntando en cada negocio si habían visto a mi mamá; les mostraba  una foto que tenía de ella en el celular. Pregunté y  pregunté. Me cansé de recorrer lugares, hasta que en un negocio me dijeron que la habían visto. Mi corazón empezó a latir muy rápido al escuchar esa respuesta, pero luego hubo algo que me dejó helada. Fue cuando el dueño del lugar me dijo: “Estuvo con vos anoche”. No le respondí y salí del lugar de  inmediato.
Estaba muy confundida. ¿Cómo que estuvo conmigo anoche? ¿Cómo es posible eso? ¿A caso me golpee la cabeza? ¿O acaso me estaba jugando una broma de mal gusto? Seguro este hombre estaba confundido. La última vez que estuve allí con mi madre fue hace 1 año.
Tomé el camino a casa, iba muy cansada y angustiada. Pensé que tal vez si me acostaba a dormir un rato  despertaría dándome cuenta de que todo era un sueño.
Cuando llegué a casa ya estaba papá. Me preguntó por qué estaba tan alterada y le expliqué. Me miró en forma extraña. Pensó que estaba bromeando. Y muy acongojado me dijo: ya lo superaras.

De pronto caí en la cruel realidad. La nota que había dejado mi madre era antigua. Y yo aún la conservaba. Estaba buscando a alguien que no existía. Mi madre había muerto hacía un año.

miércoles, 7 de diciembre de 2016

“Llegó la hora de escribir un cuento” – Edición 2016

     La Escuela de Educación Primaria Nº 13 “ Independencia Nacional”  presentó este año la tercera  edición del Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” Se trata de un concurso que propone a los niños y niñas de sexto año de las escuelas primarias públicas y de gestión privada y con apertura a escuelas de Educación Especial la escritura de un cuento en donde puedan hacer volar toda su imaginación y poner en acción la creatividad que tienen para desarrollar.


Ganadores

Primer premio
 En esta oportunidad el premio fue compartido :
 “La ternura de la muerte ” obra perteneciente a Lino Salvador Pollio, alumno de la EP Nº 24 y “ El Quinto Guardián”, obra perteneciente a Lautaro Poza, alumno de la Ep Nº 13
            
Menciones

Primera mención: “ El oso polar”, obra perteneciente  a Agostina Soledad Larregain, alumna de la EP Nº 24

Segunda mención: ”El sueño de conocer a la luna”, obra perteneciente a   Lucía Bianchini, alumna de la EP Nº 13

Tercera mención: “ Mi angel protector”, obra perteneciente a  Ayelén Natalia Servidio, alumna de la EP. Nº24

Cuarta mención: “La máquina de escribir mágica”, obra perteneciente a  Lucía Verlotta, alumna de la EP Nº 13

Quinta mención: “Cindy luchando por su vida”, obra perteneciente a  Estefanía Andrea Servidio, alumna de la EP Nº 24

Sexta mención: “La princesa de la habitación chiquita”, obra perteneciente a Erika Saravia, alumna de la EP  Nº 13


MENCIÓN ESPECIAL DEL JURADO
Para la escuela Especial Nº 502 por la obra “El pirata y el ogro ”perteneciente a alumnos de primer y segundo ciclo:

JOAQUIN  GARRIDO - JESÚS EMANUEL GUTIERREZ - GONZALO VALENTÌN  JODAR - NAZARENO DAVID  LAMBERTI - SOFÌA MONTES DE OCA - MARÏA FLORENCIA OJEDA


     Hubo un total  de 77 participantes , de las escuela primarias Nº 1.  Nº 2 ,Nº3, Nº4, Nº13,  Nº 18, Nº 24, Nº 32 Nº 45 Escuela de Educación de Adultos Nº 701y Especial Nº 501
     Se preseleccionaron 24 obras.
     El jurado estuvo integrado por: Ezequiel Feito, escritor local,  Héctor Fuentes, escritor local, Ariel Bibbó, periodista y escritor  de nuestra localidad y Lidia Poza docente de Prácticas del Lenguaje de Primaria, quien ofició como coordinadora del concurso.
     El acto de premiación se llevó a cabo  el  viernes 2 de diciembre  a las 9 horas en el gimnasio de la EPNº13, sito en calle 21 entre 28 y 30 Nº 924
     Los ganadores recibieron  un producto tecnológico otorgado por la Asociación Cooperadora de la EP Nº 13 y libros.
     Las menciones recibirán libros donados por editoriales como Santillana , Norma y parte de docentes.
     Esta tercera edición cubrió todas las expectativas puestas en el concurso, observando cuán importante es dar la oportunidad para que los niños y niñas puedan hacer volar su imaginación y sentir  la  inspiración que les permitiera convertirse en verdaderos escritores.



sábado, 3 de diciembre de 2016

HOY PRESENTAMOS UN CURIOSO LIBRO DE LECTURA “CIELO SERENO” DE LUIS ARANA, EDITORIAL ESTRADA, Año 1947. Desde el prólogo, el autor define el propósito de éste, yendo a contramano de la nueva corriente “enciclopedista” en los libros escolares, que luego tuvo su mayor auge con el conocido “Manual del alumno Bonaerense” He aquí algunos retazos del mismo...

A los educadores:

Las   nuevas   orientaciones   impresas a las escuelas primarias han traído como consecuencia una renovación apresurada del material didáctico.
Un aspecto en el que la precipitación resulta grandemente nociva es la preparación de un libro de lectura. Adaptar un libro de lectura a un programa no significa desarrollar pedestremente los temas que éste indica. En lugar de esclavizarse dentro del estrecho esquema de un programa de asuntos o temas fijos, el autor de un texto debe inspirarse en dichos puntos o temas con el objeto de hacerlos servir para los fines especiales de la lectura, que son  como todos los aspectos estéticos de la educación  fines de primordial importancia.
Yo no compongo mis obras para los maestros que consideran el libro de lectura como una enciclopedia disimulada. Los nuevos programas tienen exigencias que hay que llenar  convengo ;y yo, atento como ninguno a la realidad presente de nuestra escuela, las he tenido en cuenta al escribir CIELO SERENO; pero de ahí a transformar el libro de lectura en un mero auxiliar en la tarea de impartir conocimientos media un abismo.
He tratado de satisfacer las exigencias del docente, obligado a encarar nuevas formas de trabajo escolar, pero no he hecho concesiones que pudiesen disminuir el decoro del auxiliar de una de las más delicadas actividades educativas.


Dos amores
Por Victorina Malharro


Guardo en mi alma de niña, 
como en urna de diamante, 
dos amores palpitantes 
de pureza sin igual:

uno que vive en mi pecho 
desde que vivo en el mundo; 
otro, no menos profundo, 
que la escuela hizo brotar.

Sobre todo, en cielo y tierra, 
te quiero a ti, madre mía, 
a ti, que eres mi alegría, 
mi dicha, mi luz, mi amor.

Después de ti...¡Oh patria amada!:
 tu amor en mi alma se expande. 
Y como mi alma es muy grande 
hay lugar para las dos.


Los pescadores

-¡Qué agradable la vida del pescador! ¡Qué lindo hacerse a la vela en las mañanas claras! ¡Y luego volver entonando canciones con la barca cargada de peces!
-¡Qué delicia pescar de noche, a la luz de la luna!. El vientecito del mar acaricia la cara. . .
-Dime, Juanito: ¿no has pensado nunca en los días de niebla, en las mañanas frías del invierno, en las noches tempestuosas, en el mar revuelto? ¿No has oído hablar de barcas de pescadores que han partido y no han vuelto nunca?
Juanito se quedó pensativo. Comprendió que no hay alimento, que no hay bien de Dios que se consiga cantando a la luz de la luna.


El labrador
Por CLODOMIRO DE CABOTEAU

Los campos esperan  tu mano
de rudo gañán forjador,
 y el sol que se eleva en el cielo
 llamándote está, labrador.

La tierra negruzca reclama
el  beso fecundo de amor:
abramos su seno cantando; 
ya es hora, feliz labrador.

Y con el arado 
el surco tracemos 
y en él la simiente 
dorada arrojemos.

Con la azada, al hombro 
marchemos así. .. 
que el campo se cubre 
de un verde matiz.




Los barrios industriales


- ¡Qué feos son los barrios de las fábricas! Las calles son angostas y sucias. Los paredones de las fábricas son tristes. El humo de las chimeneas ennegrece el aire. Yo prefiero los alrededores de las plazas. Allí las calles son anchas y bien pavimentadas. Las fachadas de las casas son hermosas. Hay negocios elegantes, con vistosas vitrinas.
-Es cierto que los barrios de los grandes talleres y fábricas no son hermosos, pero ellos dan vida a la ciudad. En los barrios industriales se elaboran los productos que se exponen en los escaparates elegantes del centro. ¿Qué diríamos de una casa con un comedor bien arreglado y sin cocina? Respetemos los barrios humildes, donde la industria del hombre elabora los mejores productos de la vida moderna.


El mensajero de San Martín  (cuento)


Desde Mendoza San Martín necesitaba enviar una carta al patriota chileno Manuel Rodríguez. Un muchacho de pocos años, llamado Miguel, fue encargado del mensaje.
Miguel era hijo de arrieros y conocía los caminos de la cordillera. Con una tropa de muías que se dirigía a Santiago el muchacho logró pasar a territorio chileno.
De  vuelta para Mendoza, Miguel  cabalgaba  sin apuro. La contestación de Rodríguez para San Martín la llevaba en el cinturón. Al  llegar  cerca  de  la cordillera pasó, sin darse cuenta, cerca de un campamento español. Fue detenido y llevado al despacho del general Ordóñez.
-¿Eres agente de San Martín?  preguntóle el jefe español. 
-No, señor.
- ¿No llevas ninguna carta? 
- No, señor. A  ver, regístrenlo.
Dos soldados avanzaron para registrarlo, pero Miguel, rápido como un tigre, sacó la carta del cinturón y la arrojó a las llamas de un gran brasero que allí había.
Ordóñez, furioso, gritóle: ¿Qué decía esa carta? No sé, señor. ¿Quién te la dio? 
- No puedo decirlo, señor. 
-¿Por qué?
- Porque he jurado mantener el secreto. Además yo no soy ningún traidor.
- Si me dices el nombre del que escribió la carta te dejaré en libertad.
- Le he dicho que no puedo, señor.
- Además te regalaré diez onzas de oro. ¿Comprendes?; diez onzas.
- He dicho que no lo diré.
- Entonces mandaré azotarte. Veremos si "cantas".
- No hablaré,  aunque me fusile.
El valor del muchacho impresionó al general español. Éste ordenó que lo encerraran en una choza.
Al hallarse solo Miguel empezó a pensar en la fuga. El heroico mensajero quería llegar a Mendoza a toda costa. El general San Martín esperaba la respuesta. De ella dependía el éxito de los planes del gran Capitán.
El día iba muriendo y las sombras comenzaban a invadir la  prisión  de nuestro héroe.  Extenuado por la fatiga, éste se adormeció.
A  eso  de  medianoche  Miguel se  despertó. En la oscuridad oyó una voz que le decía: Mendocino, mendocino;  ¿quieres escapar? Abrió bien los ojos y vio junto a él a un soldado-de  Ordóñez. Era un chileno que, obligado a servir en el ejército español, estaba esperando la ocasión para huir a Mendoza.
Sin hacer ruido los dos criollos llegaron hasta unos matorrales. Allí había caballos ensillados. El chileno ayudó a Miguel a montar y se dirigieron hacia un arroyo. Por allí no había centinelas. Se habían alejado unos doscientos metros cuando-oyeron voces de alarma. Todo el campamento se despertó. Empezaron a silbar las balas rozando las cabezas' de los dos criollos.
- Es mejor que nos separemos -dijo el chileno- . Si llegamos hasta los desfiladeros no nos encontrarán más.
- ¿Nos  veremos  en  Mendoza?
- Sí, muchacho. Buena suerte.
Como dos sombras se perdieron en la oscuridad de la noche.
Días más tarde San Martín vio llegar más muerto que vivo al heroico mensajero. No traía la caria que el jefe esperaba, pero pudo repetir de memoria las palabras de la hoja quemada en el campamento español.
Cuando el muchacho terminó el relato de sus aventuras, San Martín lo miró largamente. Luego se levantó y le dijo:
-Miguel: eres un soldado.
Al día siguiente llegaba al campamento de Plumerillo un hombre rotoso y hambriento. Preguntó si había llegado Miguel, el mensajero de San Martín.
Le dijeron que sí. Pidió que lo llamasen.
Cuando Miguel vio a aquel hombre no lo reconoció. Pero cuando oyó la voz lo abrazó fuerte, fuerte, gritando: ¡Viva el patriota chileno! ¡Viva mi salvador! Venga; lo llevaré al despacho del general.
Después de escuchar a Miguel y al chileno, San Martín dijo a este último:
-Muchas gracias, amigo; ¿qué recompensa desea por su acción heroica?
-General: la mayor recompensa para mí, sería servir en las filas libertadoras a las órdenes de San Martín.

sábado, 26 de noviembre de 2016

VOLVIO SOLA Por Magi Balsells Palau

       Joan, es un humilde pescador, no muy agraciado, hombre solitario, para el solo existe su barca y la pesca que es su sustento y mantenimiento diario, poca cosa necesita para vivir
Como cada día, al empezar a esconderse el sol en el horizonte, pone su barca en movimiento adentrándose en la cada ve más oscura aguas, hoy la luna esta escondida entre unos negros nubarrones, y el cielo amenaza tormenta, al fondo los rayos dan luces fantasmagóricas a las ondulaciones del mar.
Busca su lugar para realizar su tarea, pero ya esta ocupado, alguien acudió mas pronto y le quito su sitio preferido, de mal humor se adentra mucho mas en esta inmensa porción de agua, hasta encontrar un sitio adecuado. Mientras prepara sus redes, oye en el silencio solo quebrado por el murmullo de las olas, un canto de gran belleza, que hace que su pensamiento se sienta transportado a un idílico lugar.
Cada vez el hermoso canto, lo nota mas cerca, tanto es así que nota que una húmeda mano se posa encima de la suya, asustado la retira con premura , aun siendo hombre valeroso, ha sentido cierto miedo por el contacto Pero algo calma su desasosiego, es una dulce voz, que le esta embriagando los sentidos, se gira y allí esta la criatura mas hermosa que pueda un hombre soñar, con una sonrisa que ni los mismos Ángeles pueden imitar, le tiende sus brazos, no puede resistir la tentación y en ellos se acoge, que instante mas glorioso, el que nunca a tenido una mujer en su pecho Al momento todo se convierte en oscuridad, se siente arrastrado hacia el liquido elemento, cada vez se hunde mas en las profundidades marinas , no puede respirar , le falta el aire y su boca ansiosa se abre para engullir el agua del mar Se da cuenta que la persona tan bella que habían contemplado sus ojos se esta transformando en un ser espantoso y aun dentro de agua oye su siniestra risa , y sin fuerza para desligarse del fatal abrazo, nota que las pocas fuerzas que le quedaban van abandonándole, hasta que nada ve ni nada oye
Al día siguiente, vuelven las barcas, con sus redes llenas de pescado, los marineros están contento ha sido una buena pesca, pero hay una barca que muy lentamente arrastrada por la corriente matutina, va aproximándose a la orilla, nadie la gobierna, nadie la guía, nadie hay en su interior
Es la barca de Joan

Pan de la memoria Por Guillermo Pilia

He dejado a mis padres
en esa casa que fue alguna vez
del tamaño del mundo. Hay allí,
bajo esos zócalos, en cada grieta
de sus lajas, un tiempo en su sepulcro;
allí una hierba fina va creciendo
como la cabellera de los muertos.
Estos pocos recuerdos son mis únicas
certezas por ahora. Y la infancia
como una espina de naranjo verde
es una extensa mañana de lluvia;
es un agua metálica y humilde
que hervía en grandes ollas
y el perfume del apio y del arroz,
del perejil y la albahaca. Más tarde
yo iría a revolver en los roperos
sin saber que otras vidas más profundas
perduraban detrás de las maderas.
Acaso no existía diferencia
entre el sueño y la vigilia, entre un lado
y el otro del espejo, del armario
aquel en que un abuelo silencioso,
embutido entre los sacos decrépitos,
sonriente descansaba. No sabía
entonces lo que vive o sobrevive
debajo de las lajas y los zócalos,
ni el destino del pelo y de las uñas;
hoy hablo claro está de aquellos años
en los que nunca sentía el temor
de vivir con las sombras, tan distantes
de otros que llegarían a traer
gota a gota la piedad y la pena.
¿Por qué será que ahora
casi nunca se despierta feliz
quien soñó con sus muertos?
Sólo tras muchos viajes por mi sangre
volvería a esos cuartos para hurgar
entre los sueños y entre los roperos,
igual que cuando era aquella casa
del tamaño del mundo. Hoy comprendo
que todo ese mosaico de vivencias
tuvo encaje y sentido en aquel tiempo:
las perchas, las cigarras, las sombrillas,
las cuentas de un collar, las flores rojas
que veía al despertar de la siesta.
Y el olor de la harina humedecida
con que se amasa el pan de la memoria.

Más allá de las tierras del sueño Por Ezequiel Feito

Hay un momento, y sólo uno;
un instante, y sólo uno
donde la tierra que pisas se vuelve infinita
y descubres que es mentira el horizonte.

Y no sabes si estás en el cielo o en la tierra;
o si estás vivo o muerto.
Tu cuerpo se ha vuelto sólo un ojo
que escudriña la profundidad del espacio.
donde navegan tus pensamientos, como coloridas naves,
y el silencio y tú son uno
con la tierra y el cielo.

Hay un momento, y sólo uno...
¡Y has escapado bien del cazador, quienquiera que seas!
Has vuelto a la tierra. Tus pies
elevan nuevamente tu cuerpo y tu sombra
ha regresado y fielmente te acompaña,
mientras vuelve a nacer el universo.

Cuando llueve Por Victor Kartsch- Xavier Coderch

Cuando llueve,
las corolas se vuelven delicadas,
y las gotas cristal frágil,
en la rogatoria del tiempo.-
Cuando llueve,
tú te desperezas en mis brazos,
y añoras que los sueños vuelvan,
para que la noche sea intensa,
tan intensa como la hoguera,
que hiere la penumbra,
en esos chispazos de luz,
que se desvanece en la distancia.-
Cuando llueve,
tú encantas con la sonrisa delicada,
y la fragancia sutil,
que se filtra en la piel,
cuando me rozas apenas perceptible,
en el romance inmemorial,
que seduce y marca con misterios,
esos instantes,
que únicos se hacen pasión,
en el verso y en la melodía.-
Cuando llueve,
el amor se hace sinfonía,
se hace eco leve,
en el estallido de las gotas,
que besan el cristal,
en la frágil locura del amor.

Pasillos Por Egle Frattoni

Calles zigzagueantes
entre chapas y maderas
tan pequeñas
tan angostas
tan plenas de penurias.

Pies descalzos,
Intemporales,
sueños rotos en pasillos sin fin,
inalcanzables más allá del alambre tejido
que marca límites
entre el gourmet
y el choripán callejero.

Pasillo calle.
Pasillo zanja.
Pasillo espera.
Toda la villa en un pasillo.

Tan cerca de la hermosura Por Clotilde Román-España

Frente a frente, ante tus ojos,
tan bello mirar deslumbra
dejando fuga entre vidrios
de tu luz que me vislumbra.

Desde lejano universo
alado tu sol me alumbra
que entre ráfagas yo siento
mentida ilusión nocturna.

Paso en la noche mi tiempo
porque el amarte no hay duda
y en mi callejuela oscura
fulgor con ardor me turba.

¿Cómo se corta distancia
cuando corazón escucha,
cuando tan cerca del alma
tu dulce voz me retumba?

Que repitiendo cercano
mis ojos y voz te buscan
y entre marismas con luna
mi corazón se apresura.

¡Venid y rondar mi calle
que en negra y basta espesura
hasta hoy nadie me mantuvo
tan cerca de la hermosura!

sábado, 19 de noviembre de 2016

El pez remoto por Héctor Fuentes

"El verano es para estar en el agua".
Eso fue lo que dijo el vendedor de la pileta. "Usted la arma en un periquete", me aseguró. "Siga las instrucciones del manual", volvió a indicarme señalando el papel que sobresalía de la caja. "Siempre en el sentido de las agujas del reloj".
Cargué la caja en el baúl del auto, y me fui convencido de que había hecho una buena compra.
Después de almorzar, decidimos poner manos a la obra. Andrea me ayudó a desembalar la caja. Toda mi vida había estado hipnotizado por su hermosura. Hacía años que estábamos juntos, y sin embargo, un rayo inquietante seguía relampagueando entre nosotros. El brillo de su mirada seguía interpelándome. Como si aquellos ojos adivinaran el reverso, la zona oscura, lo inexplicable.
Sus manos blanquísimas empezaron a ensamblar caños y plásticos valiéndose de las directrices del instructivo. Junto a la prepotencia de mi fuerza bruta, elevamos la lona a la altura de la cintura, y pronto estuvimos listos para conectar la manguera y dejar correr el agua.
De a poco el nivel fue creciendo, hasta que los pies empezaron a chapotear y la barriga de la pileta asomó su hinchazón. El agua ocupó todo el espacio, y quedé sumergido en un pequeño lago artificial. ¿Qué más podía pedir?
Comencé a relajarme. El vaivén del agua me bamboleaba suavemente. Con el rabillo del ojo observaba la cúpula del cielo. Un avión a chorro cortaba el azul perfecto manchándolo con su flagrante espuma. Después, una bandada de pájaros se dispersaba en puntitos negros, hasta perderse sobre el umbral del horizonte. Los ojos se me iban cerrando. Entonces jugaba a mirar entredormido.
De pronto creí escuchar la voz de Andrea, y luego vi sus hombros temblando contra la toalla. Ahora un aire fresco mecía apenas el agua, y se movía como un espejo ondulante. La tarde caía y el sol era un punto naranja; una cáscara quemada por los restos del día.
El aleteo casi inaudible de una abeja se pegó contra el cristal del agua. Abrí los ojos sobresaltado y seguí entusiasmado su danza concéntrica, los aros que se rompían como humo. Admiré el acabado de las alas, su pedacito de cuerpo suspendido en la trampa. Al cabo de un instante, ahuequé la mano y la arrojé fuera del agua. En el aire recobró la vida, y ascendió impetuosa sobre la cresta de los árboles.
Ahora un colibrí picotea el árbol de las campanitas. Su cuerpo tornasolado se queda paralizado en el pozo del aire. Impulsado por su pico ebrio, se mueve entre las hojas. Busca el néctar, el corazón de las flores. Bebe y se desplaza. Avanza y retrocede.
color que busca se le niega y entonces emprende la retirada. Ya nada queda de aquel poeta de las plantas. Sólo un zumbido brumoso. Un lejano repiquetear de alas.
Caigo en el sueño como alguien que se resbala. La modorra se mete por las uñas y me vence los ojos. Sube el caracol de sueño la pared descascarada.
Soy la pantalla donde la película se proyecta. El habitante de un solar, de un rectángulo abierto sobre la faz de la tierra.
Mi cabeza oscila y la función empieza.
El   chillido   de   la  radio; vuela la tarde. Mi vecino sintoniza la spika comulgando con el fútbol. Tiene la costumbre de sentarse en la reposera y atropellar el aire con el estruendo del partido. Logra despertarme.
La luz cae sobre el agua como pájaro muerto. Pega su hachazo de lumbre sobre la línea plomiza. En el parpadeo vislumbro una aleta donde emerge mi mano. Estoy soñando, supongo. Y la aleta desaparece. Hundo los remos y mi balsa recomienza. Entonces el sueño cruza la orilla. La frontera se borra y toda la música se abisma. En el caos primigenio se cifra la vida. Los soles en ronda, la luna dormida.
Confusos aullidos me llegan desde lejos. La esfera celeste invierte los mapas y el paisaje cambia.
Ruidos e imágenes se suceden con vértigo: un hacha de piedra, la quilla de un barco, ciudades en llamas, la primera rueda.
El espiral se retuerce como una serpiente y alumbra períodos de esplendor y de muerte. Todo pasa en un segundo con la velocidad de un trueno.
Intento mover las piernas, pero en su lugar, una cola fantástica se propulsa y flamea.
Siento el cuerpo liviano. El hielo en la sangre. La piel que se rompe en infinitas escamas.
Me desplazo como pez en el agua.
En el cielo inmenso un pájaro extinto despliega sus alas.

Otra cosa es con guitarra (CUENTO CRIOLLO) Por J. M. LACUCCI.

He sabido que los tartamudos cuando cantan tienen la voz normal.
Un chacarero de la provincia de Santa Fe, que había levantado una parva de pasto en un potrero alejado casi una legua de las casas, tenía un hijo tartamudo en grado sumo.
Ese día el muchacho andaba de recorrida por el campo cuando vio que la parva que hemos citado estaba ardiendo.
Salió a toda carrera en su caballo para las casas, desmontó de un salto y corrió a la cocina, donde su padre, terminadas las tareas del día, departía con algunos vecinos. Pero quería apurarse tanto para explicar lo que ocurría y estaba tan agitado, que ni el padre ni ninguno de los presentes podía entender palabra de lo que tartamudeaba el muchacho.
Al fin, el padre le cortó el tropel de monosílabos alcanzándole una guitarra y diciéndole:
- Decilo cantando, hijo.
El muchacho se sentó, templó la guitarra y arrancó:
Se te quema, viejo,
vidalita, la parva de pasto...
Oírlo y salir corriendo fue todo uno; pero en todo este tiempo la parva había sido reducida a cenizas.

Tomado de Fogón de las Tradiciones, de "Don Pampa Viejo".

Pasado... aún presente Por Nilda Norma Scarvaglieri

Querer borrarte de mi mente para siempre
y no poder siquiera en un momento...
Mi obsesión es más grande que la muerte.
Querer borrar y no sentir dolor ni sufrimiento,
más siento otra vez el golpe en mi rostro
y latigazos en mi cuerpo...
Querer borrar el pasado y parte de una vida,
que quizás... es de muchos actualmente.
Pesadilla y locura te traen a mi mente.
Y en mi cuerpo herido,
sus llagas hoy sangran nuevamente.
Querer borrarte de mi mente para siempre
y no poder siquiera un momento.
Mi obsesión es más grande que la muerte.
Aún sigo aquí... ¡Pues estoy viva!
Aún sigues aquí...pasado... aún presente.

INDEPENDENCIA PERSONAL Por I. Sánchez Ramos

En cierta fábrica de calzado había un capataz inteligente y bondadoso, llamado Oscar.
El patrón llamóle un día y le dijo:
- Hoy vendrá un empleado del gobierno a preguntar cuántos botines se hacen diariamente, para calcular el impuesto. Diga usted que se fabrican 60 pares.
- Señor contestó el obrero, de los talleres salen, día por día, ciento treinta...
- ¿Y qué importa? replicó el dueño. Se trata de pagar lo menos posible.
- Importa mucho, señor; yo tendría que mentir.   .
-  ¡Vaya con los remilgos! Elija: ¡o hace lo que le mando o va a la calle!
- Me voy, señor. Puedo darme el gusto de cumplir con mi deber. No tengo deudas con usted; poseo algunas economías; jamás cometí acciones indignas y conozco bien mi oficio. En cualquier otra fábrica hallaré trabajo. Soy independiente, hasta el punto de no verme obligado a cometer feas acciones.
Y tomando el sombrero, se encaminó a la puerta.
El dueño, admirado del carácter del obrero, se opuso a que se fuera.

Del libro de lectura “Albricias” de Gaspar Benavento, año 1957

Pampa Gaucha (FRAGMENTO) por PEDRO INCHAUSPE.

Cuando la noche lo toma
sin un refugio seguro,
no ha de ser gaucho cabal
el que se sienta en apuro.

Basta con desensillar
y hacer cama del apero,
que es lindo dormir a campo
velado por el lucero.

Para evitar extravíos
conviene sobremanera
en la dirección del rumbo
orientar la cabecera.

Mas en el pozo de sombra
de la noche y el sopor
debe escucharse el silencio
con un sentido avizor.

Que un palito que se quiebra
o un livianísimo roce
puede anticiparle un riesgo
al que esos trances conoce.

Y al despuntar la mañana
pegarle fuerte al amargo,
que así se retempla el cuerpo
de la humedad y el letargo.

Luego, otra vez en camino,
los ojos en lontananza,
poner en la Providencia
la suma de su esperanza.

Pues sabe el más descreído
que cuando Dios dice ¡ amén!
por brava que sea la empresa
 ha de sacarlo con bien.

sábado, 12 de noviembre de 2016

MAXIMAS DE ROCHEFOUCAULD

El hombre que nunca se haya visto en peligro, no puede responder de su valor.

El hombre prudente haría mejor en evitar un combate que en vencer.

Nuestra propia vanidad hace intolerable la ajena.

La vanidad nos obliga a hacer muchas más cosas contrarias a nuestras propias inclinaciones, que la razón misma.

El perfecto valor consiste en hacer sin testigos todo lo que seríamos capaces de hacer ante el mundo entero.

Antes que dejar de hablar de nosotros mismos, preferimos hacerlo mal.

El Linyera - Por Ada Gil

          Nunca supo porqué la casa de su amigo se fue abarrotando de tan variados y disímiles objetos. Los muchachos de la barra los llamaban despectivamente “cachivaches”. Creo que adquirió la pasión por juntar cosas un atardecer lluvioso, desapacible. Sí, ahora lo recuerdo bien, todo empezó esa tarde, cuando él cruzaba la Placita López.
Debajo de un banco, percibió un brillo fugitivo, justo al lado de la calesita. Pensó que sería algún juguete, purpurina barata, o alguna otra bagatela, ésas que logran hacer felices a los niños. Iba a seguir, pero no, un impulso optimista lo acercó al lugar. Tomó asiento en el banco de maderitas lustrosas y comenzó a observar el objeto brilloso con penetrante atención. Lo desconcertó el hallazgo, era un pequeño puñal, con prensil plateado. ¿Qué haría ese objeto, asociado al tajo, sangre, duelo criollo, en esa apacible plazoleta, justo al lado de una calesita, enredando su chispeo con las risas infantiles? Lo tomó, miró con sigilo a ambos lados y hacia atrás, estaba seguro que la persona que lo había perdido, regresaría a buscarlo. Era muy bello. Esperó dos horas, nunca pudo explicarse esa rara obsesión de esperar semejante cantidad de tiempo a una persona anónima, ajena a su vida. Habíamos quedado en encontrarnos alrededor de las diecinueve, recuerdo que llegó tarde y quisquilloso. Comenzó a hablar sin parar. Me contó todo con lujo de detalles. Que se había quedado como clavado en el banco, que su cuerpo no respondía a los mandatos de su mente, que estaba invadido por una terquedad turbadora, pasmosa, sorprendente, que esas dos horas insólitas se habían deslizado como un suspiro y que al comprobar que nadie venía a buscar el arma, guardó el puñal y se fue caminando hacia mi casa. Cuando me mostró el arma blanca, quedé deslumbrado, era una pieza soberbia. A la mañana siguiente me llamó por teléfono. Agitado me preguntó: ¿compraste el diario? Bueno, dale, apurate, leé las noticias policiales, después hablamos. Tomé el diario, lo hojeé, sorprendido y nervioso leí el copete de una noticia: “Extraño crimen en la Plaza López, una mujer murió apuñalada. Se estima que estaba sentada en un banco, cuando alguien, desde atrás le asestó un profundo tajo en la garganta. Así lo determinaron las pericias forenses. No se presentó ningún testigo y el arma no fue hallada”.
Quedé sacudido. Enseguida le hablé, le pregunté que iba a hacer. Sereno me contestó: “Te soy franco, en un principio, pero sólo por unos instantes, me  sentí partícipe del asesinato, pero poco a poco la intranquilidad fue cediendo y me serené. Yo no vi manchas de sangre, el puñal estaba sucio sólo de arena y barro. Con seguridad nadie lo advirtió  semienterrado debajo del asiento. Pensé en llevarlo a la comisaría, a lo mejor el arma daba una pista del asesino. Luego recapacité, no, mejor no. Las huellas dactilares, si las hubiera tenido, ya habían desaparecido, porque ni bien llegué a mi casa lo lustré con limpia metal hasta dejarlo resplandeciente. Recapacité, si voy quizás sospechen de mí, mejor me quedo y no pienso más en el asunto. La mujer ya está muerta y al asesino que lo busque la policía, para eso les pagan, para que cumplan con su deber”
Sí, ahora lo recuerdo bien, fue desde ese día en que se convirtió en un obsesivo buscador de objetos. Siempre repetía lo mismo: “El que busca encuentra”. Y vaya si encontró, desde cosas banales a piezas de arte. Sí, halló de todo, y los fue acumulando en su casa de dos ambientes estrechos. Una lámpara como la de Aladino, a la que frotaba tanto que parecía de oro puro; un candelabro judío, macizo, compacto, como sus tradiciones; un jarrón cuarteado, con un asa ausente, que reconstruyó con la habilidad del mejor de los artesanos; una escupidera enlozada de color beige, que le hacía recordar a la de su padre, siempre acomodada como un florero debajo de la cama, a la que recordaba con asco porque había tropezado con ella muchas veces armando un chiquero en el dormitorio. Esa escupidera le hacía pensar en la vagancia del viejo, porque el baño estaba justo al lado de la habitación y al utensilio siempre lo tenía que lavar su madre. Siempre le pasa lo mismo, cuando los pensamientos vuelan hacia su infancia, se pierde en ellos. Al padre también le gustaba juntar chirimbolos, pero realmente no tenían la prosapia de los suyos. Sólo juntaba basura.
Como ellos vivían en la misma cuadra, yo frecuentaba la casa. Muchas veces nos íbamos al fondo a curiosear los trastos que el viejo alineaba en un estante desvencijado por el peso, en la pieza del fondo.
El paso de los días, de los años, convirtió la casa de mi amigo en un receptáculo donde convivían un montón de piezas a las que las emparentaba una extraña noción de magia, estilo, linaje, y que se fueron acomodando aleatoriamente en la vivienda. Cuando llenó el hall, fue acumulándolas en el dormitorio. A veces se le hacía difícil circular por la casa con tanto amontonamiento, eso no le importaba, él se sentía millonario, dueño acaudalado, poseedor de un gran tesoro. Al principio podía encontrarse cierto cuidado en la ubicación de las piezas, en general caótica, pero con una vaga noción de estética. La cantidad fue borrando esa sensación y todo aparecía como compactado en un friso único. Me contaba que cada noche, al acostarse, se quedaba extasiado mirando la decoración, hasta quedarse dormido. Muchas veces pensé que se estaba volviendo loco. Sus escépticos amigos, amantes de la mesa del café, pegada a la vidriera, donde la discusión por un gol de algún equipo favorito, era interrumpida por el paso de las formas de una mujer, sin demasiadas exigencias de armonía, comenzaron a llamarlo “El linyera”.
Desde entonces él no los invitó más a su casa. Manifestaba que no lo entendían, que él estaba construyendo su propia Torre de Babel, y que como la mítica construida en la región de Senaar, ésta también transmitía un mensaje divino. Sabía que a la otra un pueblo unido la había construido para luego abandonarla, pero a él no le iba a pasar lo mismo, la construiría hasta el final. Y así siguió su vida, acumulando objetos alucinantes. Cuando no encontraba nada, para él era un día perdido. Le aconsejé consultar con un psicólogo, porque lo que a él le pasaba era una enfermedad llamada “linyerismo”, padecida generalmente por personas de edad avanzada. Le conté la historia de Juan. Cuando su vieja murió y fueron a limpiar la casa, se encontraron  con un sinfín de bolsas repletas de envoltorios de caramelos, corchos, tapitas de gaseosas, cáscaras de miles de naranjas, cientos de huesitos de pollo, un verdadero revoltijo y en ese caos, había convivido compartiendo la abultada maraña con ratas y cucarachas. Los médicos le habían dicho que la senilidad a veces viene acompañada del linyerismo. Traté de convencerlo y le dije con cierta dureza: “No podés seguir así, arrinconado entre objetos, aislado de tus amigos, tenés cincuenta años, si seguís así a los sesenta tu famosa Torre de Babel se te cae encima y te sepulta.
Eso lo impresionó, se quedó pensativo, luego me contestó con convencimiento:
“¿Cómo el ser supremo podría cometer semejante acción? No, imposible amigo, vos nunca entendiste los mandatos divinos”.
En ese momento comprendí que estaba chiflado. Se fue alejando de sus viejos afectos y a mí sólo me veía de vez en cuando. Se la pasaba del trabajo a la casa, y de la casa al trabajo, argumentando que era obediente a las palabras del General. Caminaba con un andar detectivesco, avizorando, escudriñando, recolectando objetos que se convertían en acompañantes fieles. Comprendí que para él, esa maraña confusa era su mejor compañía.
Nosotros nos habíamos convertido en recuerdos remotos. El día 24 de enero una noticia apareció en el diario “La Capital”. Se anunciaba un extraño hecho: “Un señor de apellido Miranda, al no tener noticias de su mejor amigo se dirigió a su casa sita en la calle Maipú al 2300, tocó el timbre con insistencia, al no obtener contestación, sondeó el picaporte, comprobando que la puerta cedía. Expresó que el lugar, atestado de objetos diversos, no le permitían la entrada, que corriendo algunos objetos, con gran dificultad y sorteando obstáculos, se dirigió hacia la puerta del dormitorio de su amigo, que la misma estaba entornada, que lo llamó con fuerza, que nadie le contestó, que no pudo entrar porque la puerta estaba atascada, que asomó la cabeza, que vio una gran cantidad de cosas esparcidas por todos lados, como si
un efecto dominó las hubiera hecho caer, formando una gran torre, que un olor rancio lo mareó, entonces se dirigió a la comisaría más cercana a denunciar el hecho” Yo, José Miranda, avisé a la policía y ayudé a buscar infructuosamente el cuerpo de mi amigo. En la calle se fueron acumulando sus valiosos cacharros, de él ni noticias, se esfumó, se lo tragó la tierra.
Más de seis meses lo buscó la policía, luego abandonaron el caso. Otra desaparición misteriosa en los anales de la justicia. Llegué a pensar que quizás habría llegado al cielo trepando por su torre de Babel o que al derrumbarse la montaña empinada y no permitirle entrar a su propia casa, enloquecido huyó. Necesito que esto se aclare, no puedo vivir con esta incógnita. Mientras tanto y en busca de su rastro, he comenzado a recorrer las calles, hocicando la presencia de objetos emparentados con una extraña noción de magia, estilo y linaje. Los llevo a mi casa. Los voy acomodando aleatoriamente en el hall.

domingo, 6 de noviembre de 2016

OFRENDA LÍRICA Por RABINDRANATH TAGORE (Selección)

27
¡Luz! ¿Dónde está la luz? ¡Enciéndela, ardor brillante del deseo!. Aquí está la lámpara, pero ¿y el aleteo de la llama? ¿Es este tu destino, corazón? ¡Ay, cuánto mejor fuera la muerte!. La miseria llama a tu puerta, y te dice que tu señor está desvelado; que te llama en cita de amor, entre la sombra de la noche. Los nubarrones cubren el cielo, la lluvia no para. ¡No sé qué es esto que se mueve en mí, no sé qué quiere decir esto que siento!. El resplandor momentáneo del relámpago me arrolla una sombra más profunda sobre los ojos. Mi corazón busca a ciegas por el camino que va a donde la música de la noche me está llamando. ¡Luz! ¡Ay!, ¿dónde está la luz? ¡Enciéndela, ardor brillante del deseo! ¿Truena, y el viento se abalanza clamoroso, y la noche está negra como la pizarra?. ¡No dejes que pasen las horas en la sombra! ¡Enciende la lámpara del amor de tu vida!

39
Cuando esté duro mi corazón y reseco, baja a mí como un chubasco de misericordia./ Cuando la gracia de la vida se me haya perdido, ven a mí con un estallido de canciones./ Cuando el tumulto del trabajo levante su ruido en todo, cerrándome el más allá, ven a mí, Señor del silencio, con tu paz y tu sosiego./ Cuando mi pordiosero corazón esté acurrucado cobardemente en un rincón, rompe tú mi puerta, Rey mío, y entra en mí con la ceremonia de un rey./ Cuando el deseo ciegue mi entendimiento, con polvo y engaño, ¡Vigilante santo, ven con tu trueno y tu resplandor!

50
Iba yo pidiendo, de puerta en puerta, por el camino de la aldea, cuando tu carro de oro apareció a lo lejos; como un sueño magnífico. Y yo me preguntaba, maravillado, quién sería aquel Rey de reyes. Mis esperanzas volaron hasta el cielo, y pensé que mis días malos se habían acabado. Y me quedé aguardando limosnas espontáneas, tesoros derramados por el polvo. La carroza se paró a mi lado. Me miraste y bajaste sonriendo. Sentí que la felicidad de la vida me había llegado al fin. Y de pronto, tú me tendiste tu diestra diciéndome: «¿Puedes darme alguna cosa?». ¡Ah, qué ocurrencia la de tu realeza! ¡Pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía qué hacer. Luego saqué despacio de mi saco un granito de trigo, y te lo di. Pero qué sorpresa la mía cuando, al vaciar por la tarde mi saco en el suelo, encontré un granito de oro en la miseria