domingo, 11 de septiembre de 2016

Amor eterno Por Gustavo Adolfo Bécquer

Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.

Tu Dulzura Por Alfonsina Storni

Camino lentamente por la senda de acacias,
me perfuman las manos sus pétalos de nieve,
mis cabellos se inquietan bajo céfiro leve
y el alma es como espuma de las aristocracias.

Genio bueno: este día conmigo te congracias,
apenas un suspiro me torna eterna y breve...
¿Voy a volar acaso ya que el alma se mueve?
En mis pies cobran alas y danzan las tres Gracias.

Es que anoche tus manos, en mis manos de fuego,
dieron tantas dulzuras a mi sangre, que luego,
llenóseme la boca de mieles perfumadas.

Tan frescas que en la limpia madrugada de Estío
mucho temo volverme corriendo al caserío
prendidas en mis labios mariposas doradas.

Mi mestiza Por Jaime Dávalos

Carne de greda inocente,
siempre recuerdo tu piel,
tengo las manos untadas
con la mansedumbre de tu desnudez.

Barro caliente tu boca
con su gustito de miel,
la soledad de los montes
se entrega al besarte, desnuda también.

Cuando madura la luna
en la flor del alfalfar,
el viento tiembla en los sauces
y mi sangre sola te empieza a nombrar.
Deja que llore tu ausencia
mientras la tarde se va,
porque me acosa la noche
por los cuatro rumbos de la soledad.

Toda torneada de arcilla
te doran las lunas rituales y el sol.
indios y moros forjaron
tu piel que es imperio del sueño español.

AL SUR DE DA NANG Por DAVID ÁLVAREZ MORGADE

Donde la liana ha tejido
filigranas en la. sombra,
los presagios son bramidos
que bailan entre las hojas.

Hay una escuela en el sitio
que un claro a la selva roba
y un pájaro tiene nido
sobre el bambú que la ronda.

Un sampán, lejos, perdido,
cauces oscuros remonta
y los ojos del felino
son dos joyas en las sombras.
(Bajan siniestros graznidos
sobre campesinas zonas)

Qué pasa? Qué ha sucedido
que estalla la selva en ondas?

Quién dijo: "sumar prohibido"?
Quien dijo: “la escuela sobra"?

Serpiente que huye en silbido,
chispas por el aire, locas
y un pájaro enloquecido
golpeando sus alas, rotas.

(Hay un cuaderno partido,
manchado, junto a una roca)

Viaja un junco hacia, el olvido.
Salta un mono entre las chozas.

(Quién dijo: ''Sumar prohibido"?)
(Quién dijo: 'La escuela sobra"?)

Quién, que el pueblo campesino
 merece, por libre, bombas?

Fueras aviones y alaridos!
Libre, Vietnam, de las botas!

El Amor: todos los nidos.
La Paz: en todas las bocas.

La luna, lo dolorido,
con triste caricia toca.

Hay un cuaderno.    Partido.
Manchado.   Junto a una roca.

(1965)

AMANTES BAJO LA LLUVIA Por Manuel J. Castilla

Vosotros que os amáis bajo la lluvia,
vosotros, dulces amantes
ciegos de amor, casi dolientes,
hundidos en vuestro sueño
como en un tenue pantano de lirios
vais afirmando la eternidad de la belleza.
Qué hermoso es que no oigáis
el canto de los pájaros entre las hojas sobre vuestras cabezas
y que la lluvia sea en vuestro alucinamiento
sólo un agua de estrellas.

Todo en vosotros es luz naciente y savia,
una humedad que sube de la tierra
y os cubre de musgo
hasta volveros suave naturaleza enamorada.
Los pájaros cantan en la lluvia
ajenos a vuestro amor
y sobre vuestros cabellos mojados
las hojas caen como desde una corona rota.

Sólo vosotros estáis prolongando la vida,
la abierta vida que fluye de los besos
como una fruta celeste y carnosa;
sólo vosotros festejáis la entrega del almíbar
y del polen a los dedos del viento;
de vuestro amor el vino viene lleno de toros
furiosos y cristalinos;
de lo que vosotros construís en este instante
nos nutrimos sedientos;
por vosotros, amantes,
por vuestro celeste choque,
por vuestro arrebatado incendio triste
las lágrimas son duros crisantemos en nosotros.

Amantes, ciegos amantes de la lluvia.

Nuestra pena cae a vuestros pies
Como muchas hojas húmedas.

MOZAS DE CÁNTARO Por Luis Franco

La mansedumbre amorosa del ala del palomo
la del largo crepúsculo. El agua de la acequia
ahora canturrea más clara. El cinamomo
con su aroma antiquísimo y religioso obsequia.

Las lentas aguadoras han llegado a la acequia.

Y cada cual su cántaro bruno o bermejo llena
tapándole la boca con follaje, sin prisa.
La acequia está olorosa de menta y hierbabuena.
Y el pintoresco grupo dice entre risa y risa
sus bromas y sus chismes. Fluye el agua de prisa.

Y poniendo un rodete de trapo en la cabeza,
alzan, corona fresca, la tinaja cantante.
Y vuelven al camino. Con donosa destreza,
muchas de ellas, llevando las manos adelante,

hacen girar el huso, ligero y susurrante.

El esfuerzo del cántaro da relieve a los pechos.
Brillan los ojos zarcos y los ojos oscuros;
las curvas de los cuerpos y de la senda, a trechos
se confunden en besos armoniosos y puros.

Del cántaro hermanitos menores son los pechos.

Se ven piernas morenas y se ven piernas blancas,
y tobillos desnudos, así como en un friso.
Algunas trenzas rozan las ancas. Y las ancas
se mueven con un ritmo preciso e impreciso.

El desfile es tan puro que se dijera un friso.

Mansedumbre amorosa del ala del palomo,
la del largo crepúsculo. El agua de la acequia
ahora canturrea más clara. Un cinamomo
con su aroma antiquísimo y religioso obsequia.
Las lentas aguadoras retornan de la acequia.