sábado, 1 de abril de 2017

CONTATE UN CUENTO IX - Mención de Honor Categoría B: Ella - Por Alfonsina Bevilacqua alumna e 2º del Instituto Presbítero José Albertini de Lobos . Pcia de Bs.As.

Ella cantaba, lo hacía todo el tiempo, en cualquier momento, en cualquier lugar, cualquier canción, con cualquier persona presente. No le importaba lo que los demás pensaran, solo le importaba llamar la atención de una única persona, él. Si la atención de él.
Pasaba días enteros practicando y practicando, repasando cada nota, cada palabra, cada tono, para que ese día, aquel día, todo saliera perfecto.Él era su debilidad, la pared que la sostenía, su razón de vivir, lo que la hacía levantarse por las mañanas y ver con positividad la llegada de un nuevo día, lo que la hacía optimista hasta cuando no había ni una gota buena en un océano malo. Él era la vida, la pura definición de la palabra.
Ella no tenía una buena vida, de hecho, no tenía una propia vida, dependía de su hermano. Todo su ser dependía de él; porque, si ella hacía algo que a él no le pudiera llegar a gustar, se vería obligada a convertirse en su esposa, la esposa de su propio hermano. Y en su país, esto se veía gravísimo. Si, la religión lo aceptaba, pero el gobierno  lo prohibía. Quien rompiese esta regla, sería condenado a muerte. Eso es lo que su hermano quería. Morir junto a su hermana, su única familia. Ya estaba haciendo algo que no le gustaría, así que, si no conseguía lo que quería, lo que le seguía era el casamiento, y eso implicaba su muerte y la de su hermano. Además su hermano tenía problemas mentales. Era esquizofrénico. Le diagnosticaron esta enfermedad a los 8 años, y ahora que tenía 59, al fin había dejado de ver esas visiones de su hermana desnuda, suplicándole morir a su lado. Eso es lo que su hermano pensaba, que era lo que ella deseaba más que nada en el mundo, era lo que le escuchaba decir en sus visiones, y estaba seguro de que lo cumpliría. Ahora veía cosas peores, pero al menos no la incluían a ella. Igualmente, su hermano seguía convencido de su deseo.
Él, para ella, era su salvación, era libertad, era  soltarse de las cadenas de su hermano enfermo, quien había tratado de matarla en muchas oportunidades, era al fin formar su vida, su propia vida, era al fin dejar su pasado, su oscuro pasado. Simplemente, lo necesitaba. Necesitaba ese hombre que no conocía, ese hombre al que nunca le había escuchado la voz, ese hombre del que desconocía su nombre y que simplemente  necesitaba. Pero para eso, debería seguir ensayando su preparada canción, porque esa era la única estrategia que tenía para conquistarlo, ya que con sus 70 años, otro talento no encontraba. Cantar era lo único que sabía hacer. Esa noche, tenía la impresión de que todo cambiaria, no sabía si para bien o para mal, pero algo dejaría de ser igual. Esa noche, tenía que ser su noche, nada podía arruinarlo.
Cantó y cantó por semanas y semanas, esperando el gran día, estaba preparada, todo listo. Se había puesto su mejor vestido, uno largo, blanco, de algodón, con escote pronunciado, unos zapatos de taco medio, acorde con el vestido y se había   maquillaje . A la hora indicada salió caminando hacia la fiesta a la que había sido invitada por él. En realidad, invitada por él no, sino que había encontrado la invitación tirada en la calle y aprovechó la ocasión; no iba a desaprovechar semejante oportunidad.
Al entrar, contempló el arco de globos que se hallaba en la entrada con total admiración, entró muy disimulada, y cuando el guardia le pidió la invitación, ella accedió y se la entregó con total presumo. Lo conocía hacía 20 años, lo amaba, soñaba con él cada noche, imaginaba situaciones nunca vividas y totalmente imposibles a su lado, quería casarse con él, tener hijos, hacerlo feliz y ser feliz también ella. Él era el hombre de su vida, no soportaría desaprovechar el momento, ni mucho menos soportaría su rechazo.
Recorrió el camino de flores hasta toparse con una carpa blanca de fiesta, a su lado ocho carpas más. Todo era color blanco, buena elección de vestido, pensó. Una mujer de vestido blanco largo, súper formal y llamativo, entró por la puerta, y de repente todos los invitados que estaban sentados dentro de las carpas se pararon y tomaron una copa de champaña, la alzaron en su dirección y brindaron mientras la mujer caminaba rumbo al final del camino, donde se encontraba él. Tardó unos segundos en darse cuenta que se trataba de una boda, pero ¿quién se casaba?
Algo se sacudió dentro de ella cuando notó que el que se casaba con esa mujer, no era ni más ni menos que él. Pero ¿Solo con 20 años se casa? ¿No es acaso muy joven? Se quedó en la fiesta, había buena comida, buen vino y buena música, no veía por qué irse. En el momento en que todos bailaban, decidió que sería un buen instante para mostrar su voz, así que se dirigió al centro de la pista, tomo aire y comenzó a cantar para todos los presentes. Vio, al fin, como él se fijó en ella, la miró con amor, con compasión y respeto. Siguió cantando mientras observaba como él se dirigía a ella, y cuando ya estuvieron frente a frente, él le dijo: “Me alegro de que estés aquí, madre” y de un segundo a otro, la voz se le cortó, las palabras no salían de su boca. Tardó un momento en darse cuenta que lo que le faltaba no era la voz, sino el aire. Su mundo se derrumbó en ese instante, los muros que la sostenían cayeron a sus pies. Vio pasar toda su vida frente a sus ojos. En solo un instante. Vio su vida reflejada en un solo instante.
Los talones se le doblaron, sus piernas comenzaron a temblar con violencia, sus ojos iban y venían, el corazón se le aceleró. Unos segundos bastaron para que cayera rendida al piso.
Y así vio su última imagen, la imagen que se le grabó en la cabeza hasta morir. La imagen de ese hombre, el hombre de sus sueños, el hombre que amaba, con el que se había imaginado  un futuro, siendo el mismo hombre al que le dio la vida. Siendo su hijo.

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