sábado, 9 de septiembre de 2017

DE ADIVINOS, SUPERSTICIONES Y DEMÁS CONJUROS....

Es interesante el papel que ha tenido lo desconocido en la historia de la humanidad. La más de las veces, la incertidumbre humana buscó cierta seguridad y estabilidad mediante la superstición, la hechicería, la adivinación y toda clase de conjuros o rarezas que tenía a mano. Muchas decisiones políticas, económicas y sociales que marcaron el destino de millones de vidas se han tomado (y aún se toman) de esta manera. Y lo que es más, en pleno siglo 21, hoy en día, están resurgiendo con más fuerza que antes pero con distintos ropajes, aún bajo los más asépticos pseudo racionales y tecnológicos. Pase y vea. Lo de hoy es sólo una pequeña muestra extraída del libro “Historia de las creencias” de Fernando Nicolay, Editorial Americana, año 1947.




     Luis XI tuvo algún tiempo por astrólogo a Ángel Cattho, quien no se separaba de él, ni más ni menos que su médico, éste empleando medicamentos conocidos, y el otro "dirigiéndose a lo desconocido para prever las enfermedades o para conjurarlas". Conocida es la ingeniosa réplica de un émulo de Cattho, Galeotti, a quien el rey, encolerizado, le vituperaba el haberle anunciado que "todo iría bien en Perona", y que, temiendo por su vida no sin motivo, dijo a Luis XI: "Señor, acabo de leer en el cielo que moriré tres días antes que Vuestra Majestad".

     Existe en la Costa de los Esclavos una superstición original, la del dedo del pie fetiche.
Ypori, tercer genio protector del hombre, dice un misionero, ha fijado su residencia en los dedos de los pies... De todos los genios, este es el menos favorecido, porque son raros los sacrificios que se le ofrecen; sólo los consigue cuando el negro ha de emprender un gran viaje, en cual caso hace fetiche a su dedo del pie, con .un poco de sangre de gallina y de aceite, con lo que el genio de los caminos debe estar satisfecho y mostrarse propicio.


... La fecha fatídica más famosa es quizás la del año, mil. Los hombres, que ya esperaban el aniquilamiento del mundo, al acercarse el año terrible hubieron de creer tanto más en la proximidad de la catástrofe final, cuanto que los últimos tiempos del siglo X señaláronse por espantosos azotes, peste y hambre.
     La fe en aquella predicción era tan grande, que muchos documentos públicos de aquella época se motivaron con la siguiente fórmula: "Acercándose el fin del inundo, .."
La realidad de esta superstición ha sido discutida en un libro reciente, citándose, en efecto, una decisión del Concilio de Roma de 998 que imponía al rey Roberto una penitencia de siete años que, por consiguiente, no debía quedar cumplida hasta cinco años después del año mil; pero en esto no hay contradicción, pues si bien es indudable que la autoridad pontificia y las personas ilustradas de entonces no creían en la venida inmediata del Anticristo, en cambio al pueblo y al bajo clero impresionóles hondamente el texto del Apocalipsis que parecía anunciar para el año mil el fin del mundo.

     Refiere San Juan Crisóstomo. que en su tiempo, para imponer un nombre de fila a un recién casado, se encendían cirios a los cuales se designaba por santos del calendario y el cirio que ardía más tiempo, indicaba el protector que había de asegurar larga vida al niño.

     Más numerosas aún son las supersticiones relativas al matrimonio, de las cuales sólo enumeraremos las que eran tradicionales en nuestras antiguas provincias.
-¿Quería uno de los esposos asegurarse el afecto perseverante del otro? Pues no tenía que hacer otra cosa que darle a beber agua en la que hubiese estado en remojo durante un día un hueso sacado de la fosa de un -criminal... o ayunar seis viernes seguidos.

-Un matrimonio celebrado en miércoles debía, dar necesariamente malos resultados.

-Toda boda realizada en mayo traía como consecuencia la pobreza.

-¿Se celebraban dos casamientos en la misma iglesia y en un mismo día? Pues sólo podía ser dichoso el primero.

-Otro medio muy recomendado para garantizar la felicidad a la recién casada consistía en hacer que aplastara con el pie un huevo al entrar en el domicilio conyugal, o bien en arrojarle a él un puñado de trigo a la cabeza.

     El juego de la taba tiene un origen adivinatorio: la posición en que quedaban los huesecillos al caer separadamente o en grupo, dio origen a la astragalomancia. A menudo los huesecillos eran substituidos por dados.

     Decretábanse las leyes y resolvíanse los tratados de paz según fuesen el balido de un carnero o los movimientos de un cabrito: en una ocasión Aníbal apremió al rey Prusias para que librara combate contra los romanos, pero aquél se negó a ello diciendo que las víctimas se oponían, a lo que el cartaginés repuso: "¿De modo que preferís el consejo de un carnero al de un viejo general?"

    A  un   romano   que,  lleno de espanto, acudió a Catón para referirle que la noche antes unos ratones le habían roído los zapatos, dióle éste la siguiente respuesta: "Amigo mío, recobrad vuestro ánimo, que este accidente no tiene nada de espantoso. Lo que sí habría sido indudablemente un prodigio terrible es que los zapatos se hubiesen comido a los ratones".

     He aquí cómo se practicaba la Alectoromancia (Adivinación por medio de un gallo). Cuando se quería descubrir el nombre de un enemigo o de un culpable, se dibujaban en una superficie muy lisa tantas casillas como letras tiene el alfabeto y se colocaba cierta cantidad de granos de trigo en cada una de ellas, empezando por la A. Una vez distribuido el trigo en esta especie de tablero, de damas improvisado, se tomaba un gallo joven, enteramente blanco, se le cortaban las uñas y se le hacía tragar un pedacito de pergamino en el que se habían escrito algunas palabras cabalísticas. Hecho esto, se ponía en el suelo al animal, que picoteaba los granos, y a medida que éste iba comiendo se apartaban las letras correspondientes, juntándolas luego con la esperanza de encontrar el nombre que se deseaba conocer, o por lo menos alguna sílaba indicadora.

     En tiempo de Plinio y aun muchos siglos después pretendíase descubrir a los ladrones y a los asesinos por medio de la Axinomancia, o prueba del hacha y del mango: se arrojaba contra el tronco de un árbol un hacha que poco a poco se desprendía de la hendidura a causa del peso de su largo mango que formaba palanca; sucesivamente se pronunciaban los nombres de los individuos sobre quienes recaían sospechas y aquel a quien se nombraba en el momento en que el hacha caía al suelo era declarado culpable. ¡Horroriza pensar que ha habido quienes  han podido ser condenados sin más pruebas que estas!

     También se buscaba a los criminales por medio de las cebollas (cromyomancia): la víspera de Navidad se colocaban encima de un altar cierto número de bulbos, cada uno de los cuales llevaba el nombre de uno de los acusados, y el que germinaba primero revelaba el culpable. Esta forma de adivinación se empleaba asimismo para ayudar a la elección de un esposo.

Y aún hay mas:

- Colocar una espada desenvainada sobre el mástil de un buque para desviar la tempestad.
- Bailar en la iglesia en las fiestas de la Ascensión y de San Bartolomé, para curarse de la epilepsia.
- No comer cabezas de animales para no tener dolor de cabeza.
- Tocar con los dientes un diente de ahorcado o ponerse un pedazo de hierro en la boca cuando suenan las campanas del Sábado Santo, para curarse del dolor de muelas.
- Para no perder el cuchillo que se ha comprado, dar a un perro el primer pedazo de pan que con él se corte.                                                      
-El que, encontrándose sin  dinero, oye cantar el cuclillo, continuará todo el año sin recursos.
- Encontrar por la mañana una liebre o una vieja acarrea desgracia.
- Es preciso quemar los cabellos que nos cortan so pena de padecer de calvicie.
- Si se dan las gracias por la leche regalada, la vaca enfermará.
- ¿Llueve el día de la boda? La novia llorará a menudo.
- No se corten las uñas de los niños más que con los dientes, de lo contrario serán unos bribones.
- Si se puede hacer entrar a un recién nacido en la iglesia por una ventana, vivirá muchos años: este consejo sólo puede practicarse, como se ve, si la iglesia es un edificio miserable.
- En las memorias policíacas de Dutard, durante el ministerio de Garat, vemos que en París se vendían "cajas de grasa de ahorcado para curar los reumatismos".
- Si un perro pasa entre dos amigos, es señal de ruptura.
- El que come pan mordido por otro, no tardará en odiar a éste.

- Está libre de epilepsia el que lleve los nombres de los tres reyes magos: Gaspar, Melchor y Baltasar.

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