sábado, 18 de febrero de 2017

Mención de Honor de Categoría C - El olvidado Por Braian Hoyos, alumno de 5º año de la E.S. y T Nº 1 “Lucas Kraglievich”

Querido hijo, hoy es un día muy especial, como todos los años te espero sentado en el sillón que está cerca de la puerta,  con muchas ansias y una sonrisa grande para que me vengas a buscar, para que me  saques de este lugar tan apagado y feo. Cumplo un año más y vos muy bien sabes que cumplir años no me gusta, me vuelvo más viejo y me cuesta hacer cosas por mis propios medios, ya no soy el mismo de antes.
Hace tres años que no vienes a verme y sé que hoy tampoco vendrás te has olvidado de mí, pero por ello decidí escribirte esta carta. No sabes cómo estoy pero yo sí sé lo bien que te está yendo con tu carrera profesional, eres muy bueno jugando al fútbol,  tienes un gran talento, los medios hablan muy bien de vos, recorres el mundo entero y  disfrutas mucho tus tiempos libres, pero ya no tienes tiempo para ver a este anciano aburrido.
¿Te acordás lo que te dije cuando te volviste mayor de edad? Te mencioné este día, en el que me ibas a ver viejo y ya no sería el mismo de antes. Te pedí que me  intentes comprender cuando no pueda cambiarme, ni bañarme y me ensucie. Te pedí que  no te desesperes, cuando me enferme y me caiga y  no te asustes, sino que hagas el esfuerzo de darme tu cariño hasta el último de mis días, que no me dejes sólo,  que no me abandones,  que hagas lo mismo que hice por ti.
Sin embargo, tu vida ha cambiado ya no eres ese jovencito que comprendía las cosas. El lujo, el dinero, la fama te lavó la cabeza y sin pensarlo me trajiste a este lugar donde la humedad invade mi habitación, donde los días se tiñen de gris, donde por las ventanas no entra la luz del sol, donde los olores son insoportables,  la comida es fría y nos descompone y las camas son incómodas, donde no hay diversión ni buenos momentos, sólo vivimos en soledad esperando las visitas de nuestras familias y otros esperan el día de su partida.
Cuando murió tu madre tuve que aprender muchas cosas para que estés bien y no te haga falta nada: te cambié los pañales, te ayudé a comer, a andar en bicicleta, a trabajar, a estudiar, a triunfar en la vida, te acompañé en tus momentos de tristeza, cuando se te murió tu perrito, cuando recordabas a tu mamá, cuando las cosas no te salían bien yo trababa de sacarte una sonrisa, te enseñé valores, te eduqué, nunca te maltraté. Sos una persona brillante, di lo mejor de mí para que triunfes en la vida, siempre estuve muy orgulloso de vos, siempre te decía que te quería, que eras lo más importante para mí en este mundo.
Sé que soy un estorbo, que ya no sirvo para nada, que en estos tiempos sólo te traje disgustos.  Soy como un bebé, como ese bebé que vos fuiste cuando naciste, como ese niño que necesitó mi ayuda cada vez que no lograbas lo que  querías, soy como ese adolescente que le costaba estudiar, que sufría por amores, al que el trabajo le resultaba muy duro pero yo siempre estuve para ayudarlo y darle mi apoyo, soy como ese hombre que tuvo un hijo y no sabía qué hacer y yo le di consejos y lo ayudé a que sea un buen padre como yo lo fui con él.
Hijo mío … ¿por qué me dejaste en este lugar sin tu cariño, sin tu ayuda, sin ver a mis nietos? Me dejaste de lado, me olvidaste, te dedique la vida entera y sé que no me merezco esto, no es malo estar en un asilo, pero lo que es malo es dejar de lado a la persona que más te ama, que dio todo por tu felicidad, yo no te culpo por tu forma de pensar, pues soy humano y no soy quien para juzgar, eres mi hijo y siempre te voy a querer. Yo te perdono por haberme dejado en este lugar como te perdono haberme olvidado pero está en ti en que te perdones lo poco que hiciste por mí y no haber valorado el cariño que te tengo.
Hoy me despido con lágrimas en los ojos que se derraman sobre esta carta para que te tomes un momento y entiendas lo mucho que me dolió que me hayas olvidado, pero me despido con la imagen de ese niño al que vi nacer, crecer y triunfar. Sos mi mayor orgullo, te deseo lo mejor, todavía te queda un gran futuro por delante, sólo repara tus errores y haz las cosas bien como te enseño este anciano, te amo hijo.
“El abandono de los ancianos es un pecado mortal. ¡Es feo ver a los ancianos descartados, es una cosa fea, es pecado! El anciano somos, nosotros dentro de poco, dentro de mucho.”
Papa Francisco. Flaco

CONTATE UN CUENTO IX - Mención de Honor de Categoría “A” SECRETOS DE INVIERNO Por Máximo Oddo alumno de 1º año de E.S. Nº 3”Carmelo Sánchez”

   Era un día muy frío y la peluquería estaba desolada. Estuve esperando unas horas hasta la llegada del sr. Alderman. Él era un sexagenario robusto con aires de felicidad que venía cada semana a saludarme y a pedirme que le cortase el cabello. Sin embargo, ese día se veía un poco desanimado. Envuelto en su gran bufanda color café cruzó la puerta. Estaba muy extraño a mi parecer. No quería hablar. Le pregunté por qué estaba desanimado  Él me pidió un vaso de agua y comenzamos a hablar. El pobre hombre, deprimido, me contó que sólo le quedaban unas pocas semanas de vida. Yo sentí una corazonada. No iba a dejar que este humilde señor muriera solo y triste, así que me ofrecí a cuidarlo. Él levantó una tenue sonrisa.
Repentinamente, escuché un extraño sonido desde la cocina. Lo noté al ver el comportamiento alterado de Atenea, mi dóberman, que estaba paseando alrededor de mí. Fui  en puntitas de pie para no alarmar.
Pasaron quince minutos y el sr. Alderman se empezó a impacientar. Se levantó de su silla y escuchó pasos hacia allí. Se oyó a alguien que decía… “-¡Levanten las  manos o los elimino de la faz de la tierra!-”
El Sr. Alderman reaccionó a la orden sin dudar. Un hombre rubio, alto, de nariz aguileña salía de la oscuridad tomándome por el cuello con un cuchillo. Luego, en un impulso de miedo, el anciano sacó un revólver de su bolsillo derecho y disparó tres balazos en la zona del tórax de ese desgraciado. Le pregunté, liberándome del agresor gracias al sorpresivo ataque de dónde había sacado ese arma. Alderman me explicó que, desde que hubo un ataque de ladrones  en una fracción del barrio en el que se hospedaba, él tuvo un momento de inseguridad ajena y pensó que sería una buena idea comprar un arma, así se defendería si le ocurría el mismo y trágico destino que las víctimas de aquel robo.
Luego de un largo silencio, en el que sólo se cruzaban nuestras angustiantes miradas  y de haber movido entre los dos, el cuerpo sin vida del malhechor hacia el terreno lindante, él se sentó en una silla indicándome que le cortara el cabello. Me dijo que su vida no era fácil, que tenía que cargar con la desdicha de la muerte de su esposa y el secuestro de su primogénito. Se sentía muy solo porque su hija menor tenía que mantener a sus nietos y que por eso no podía estar junto a él; ella se había mudado a Francia desde hacía casi una década. Según sus propios dichos:  “Elisa, mi hija, es una madre responsable que cuida a sus hijos con su vida, después de todo, ella ha estado muy ocupada estos días. En Toulouse, ella tiene que ganarse la vida.” Su mirada se opacó aún más cuando mencionó: “Mi hijo era un niño bajo de estatura, rubio y alegre, me impresiona que haya desaparecido a tres cuadras de aquí, eran épocas de dictadura, así que su desaparición no era algo extraño. En tiempos de silencio obligatorio nadie escuchó mis reclamos.”                                                                                                                                                                                
Al escuchar esto empecé a dudar,  ¡qué coincidencia, su hijo tuvo la misma desgracia que yo! Según mi madre adoptiva, un desconocido me abandonó en su puerta cuando apenas tenía cinco años…Sin dejar de pensar en ello, le ofrecí llevarlo a su casa en mi viejo Ford Falcón. Asintió con la cabeza y se puso en camino al cacharro de auto que tengo mientras yo bajaba la persiana metálica del local.
Atenea se subió al auto con sus patas embarradas. El auto empezó a hacer ruidos molestos hasta que arrancó; estuvimos discutiendo sobre múltiples maneras de arreglar  los problemas del auto hasta que llegamos a su vivienda.Él me ofreció una porción de tarta de frambuesa mientras le tiraba un hueso con unos vestigios restantes de carne a mi can. Me quedé impresionado al escucharlo, yo le dije que era mi tarta favorita. Él dijo que carecía de palabras para explicar que también era su sabor de preferencia. Lo  acompañé hasta su habitación, se despidió de mí y me fui raudamente hacia mi casa a dormir.

Dos semanas después...
Al despertar refunfuñé debido al estridente ruido del despertador, me levanté, me cambié, tomé una taza de café para ir al hospital a acompañar al Sr Alderman, quien estaba internado desde hacía un par de días. Me estaba sacando la campera que usaba debido al frío polar y, de repente, me empecé a sentir encolerizado al recordar que me había deshecho del cadáver de ese desdichado ladrón unas semanas antes para no dejar rastros del asesinato.
El señor estaba débil, miraba hacia el techo mientras. Lo saludé, agarré un banco pequeño de una esquina y me senté a su lado. Él me saludó tartamudeando, con desgano, aunque en sus ojos se veía que estaba feliz  sabiendo que yo había llegado a acompañarlo. Se puso a respirar lentamente mientras decía: “ Después de todos estos años juntos, nuestra felicidad, nuestros sentimientos, debo revelarte mi secreto más grande a ti antes de que sea demasiado tarde para mí. Aunque no lo sepas, y me sienta herido en el corazón por no haberlo dicho antes pero…”
Lo abracé mientras decía sus palabras finales utilizando su último aliento… “ Aunque no esté para ti, quiero decirte, Vinicius Thomas Alderman, siempre estaré contigo...”
Después de todo, ante los sucesos ocurridos, y en un mundo de desdichas, que me produjeron más preguntas que respuestas, acabo de llegar a la conclusión de que el señor Alderman era mi padre y que Elisa era mi hermana. De repente, y después de tantos años de soledad, tenía ante mí, una familia de sangre.
Nunca olvidaré a una persona a quien yo quería con el corazón y  con quien anhelaba haber podido pasar más tiempo, y a quien yo solía llamar: Señor Alderman…