domingo, 30 de abril de 2017

El consejo maternal. Por O. Andrade.

- Ven para acá, me dijo dulcemente
Mi madre cierto día;
(Aun parece que escucho en el ambiente
De su voz la celeste melodía).

- Ven y dime qué causas tan extrañas
Te arrancan esa lágrima, hijo mío,
Que cuelga de tus trémulas pestañas
Como gota cuajada de rocío.

Tú tienes una pena y me la ocultas :
¿No sabes que la madre más sencilla
Sabe leer en el alma de sus hijos
Como tú en la cartilla?

¿Quieres que te adivine lo que sientes?
Ven para acá, pilluelo,
Que con un par de besos en la frente
Disiparé las nubes de tu cielo.

Yo prorrumpí a llorar. - Nada, - le dije:
La causa de mis lágrimas ignoro;
Pero de vez en cuando se me oprime
El corazón, ¡y lloro!...

Ella inclinó la frente pensativa,
Se turbó su pupila,
Y enjugando sus ojos y los míos,
Me dijo, más tranquila :

- Llama siempre a tu madre cuando sufras,
Que vendrá, muerta o viva;
Si está en el mundo, a compartir tus penas ;
Y si no, ¡a consolarte desde arriba!...

Y lo hago así. Cuando la suerte ruda,
Como hoy, perturba de mi hogar la calma,
Invoco el nombre de mi madre amada,
¡Y entonces siento que se ensancha el alma!

El espejo Por Francisco Acuña de Figueroa

Soy liso y llano en extremo
y aunque me falta la voz,
digo en su cara a cualquiera
la más leve imperfección.
Respondo al que me consulta,
sin lisonja y sin ficción,
y si mala cara pone,
la misma le pongo yo.

La oveja cien Por Ezequiel Feito

I

Hay una silla que nadie ocupa, un lugar pequeño,
un vacío de luz que nada vale.
Es el de la oveja cien, la sin nombre.

La oveja que ocupa un poco de aire
en cualquier lugar donde haya gente:
En la iglesia, en la escuela, en el trabajo,
y en cualquier camino.

¿Por qué se ha ido? Tú no lo sabes...
Tú no lo sabes, no te importa, no lo has notado.
Otra ha ocupado ese invisible aire
que aún tiene su nombre.

II

¿Quiénes son las 99 que están felices y satisfechas
por engordar con ese aire ausente?
Sus vientres se llenan con el vacío
y hacen brillar sus dientes con la ausencia,
mientras tanto
muchas ovejas cien desaparecen y el mundo
se llena de pequeños infinitos.

III

Pero si tú eres esa oveja,
su corazón es el tuyo y su muerte es la tuya.
Búscala y hallarás su vida.

Si, búscala
y hallarás la tuya.

Día bondadoso. Por Gastón Figueira.

Hoy, cuando abrí temprano la ventana
vi entre las flores tantas mariposas,
que creí que danzaban las mil rosas
del jardín, festejando la mañana.

Más tarde, cerca, ya del mediodía,
vagando por los sotos florecidos,
al ver cantar las aves en sus nidos,
cantó también alegre el alma mía.

Ante un limpio crepúsculo silente,
por un instante, me quedé extasiado:
Todo el paisaje pareció inundado
de un polvo de oro fino y reluciente.

Y en el misterio de la noche obscura
me enamoré de una lejana estrella
que me dio la visión alada y pura
de otra vida mejor: más grande y bella...

¿Qué es un niño? Por Rodolfo Menéndez

El niño es el padre del hombre  Pope-

Es un futuro soldado
del progreso y de la historia
en quien tendrán fuerza y gloria
la familia y el estado.
No dejéis que desarmado
de amor, y de luz desnudo,
entre en el combate rudo.
Dadle la ciencia por guía,
la virtud por compañía
y la honradez como escudo.

Perfume de otoño. Por Francisco Villaespesa.

La tarde se muere...
Respira la brisa
un triste perfume
de rosas marchitas.

La enferma sentada
al balcón, se mira
las pálidas manos,
exangües y finas.
Y al sol, en la nieve
de sus dedos brilla
el rubí de una
dorada sortija.

Florece en sus labios
amarga sonrisa,
y una leve lágrima
tiembla y se desliza
lenta por las pálidas
y enfermas mejillas.

La tarde se muere...
Respira la brisa
un triste perfume
de rosas marchitas.

La Cenicienta. Por Gastón Figueira.

Sobre un antiguo banco, abandonada
está la Cenicienta... En la cocina
muere el último trozo de la encina.
La estancia va quedando desolada...

Cenicientilla sueña con el hada
que aun no ha venido; sueña con la fina
fiesta, el amante que con voz divina
le ha de gorjear :  Mi bella... mi adorada...

Y llora Cenicienta... De repente,
entra en la estancia un ave misteriosa
trayendo una áurea flor de primavera,

de cuyo cáliz cae suavemente
un billete que dice : Eres hermosa,
Cenicienta, eres buena... espera, espera...

Nunca es tarde Por Consuelo Jimenez-España

Hoy la mar es nido de gaviotas,
el cielo huérfano de alas
derrama su azul inmenso en versos.
Soledad llena de horizonte.
Calmada orilla sin deriva
barrida por el furor de un viento raso.
Arena fina ardiendo en clave de sol,
irremediable alfombra dorada.
Caminar de sal amante
vertida en la blanca espuma
de nuestro encuentro, sonríes.
Sin ser sueño, me sonríes.

Los pies desnudos Por Alberto Edel Morales- Cuba

No tengo nada.
Sólo el amor de una muchacha
y mis párpados abiertos.
Así puedo correr sobre la hierba
húmeda y punzante.
Sabiendo que a esa certeza
llamarán locura.