sábado, 6 de enero de 2018

“Llegó la hora de escribir un cuento” Menciones especiales del jurado para cuentos de la Escuela Especial Nº 502- El susto del rey - Por Florencia Ojeda

Cierto día en un bosque lleno de árboles con hojas verdes y un sol brillante, apareció un rey, montando su caballo marrón al cual llamaba Cloto.
Al rey Martiniano le gustaba mucho cabalgar con su amigo en el bosque pero de pronto una víbora se les cruzó en el camino. los dos se asustaron, la víbora era muyyyyy larga, pudiéndose enredar entre los troncos.
Cloto no podía moverse, entonces martiniano se puso a pensar cómo iba a hacer para correrla de su paso. fue ahí cuando recordó que en su traje tenía una espada, pero estaba desafilada y dijo:
- Uhh ¡qué mal! ¡no podré cazarla!
Dejó escondido a Cloto detrás de unos árboles y comenzó a buscar algún elemento para poder afilarla. caminó mucho sin encontrar nada, hasta que de pronto vio un castillo, era un castillo de color violeta, con muchas ventanas, banderines en las cúpulas y una enorme puerta de troncos. martiniano golpeó y una hermosa princesa le abrió la puerta.

CONTATE UN CUENTO X - Mención de Honor Categoria A: La chica de los Ojos Blancos - Por Clara Raimondi, alumna de 2º año de la E.S.Nº 3 “Carmelo Sánchez”

         En un salón de clase de segundo año de secundaria, en el fondo del aula, había una chica. Lo único que sus revoltosos compañeros sabían de ella era que se llamaba Sarah Lerman. No conocían ni su color de pelo, ni el de sus ojos, ya que siempre tenía puesta su capucha. Llegaba a clase antes que sus compañeros, se sentaba en el fondo del salón y se ponía a dibujar alas de todos los tamaños, colores y tipos.                                                       
Cierto día, llegó tarde al salón… algo raro en ella. La profesora la hizo sentarse y continuó con la clase. Para cuando el día terminó, salió apurada de la escuela para dirigirse al parque de enfrente a dibujar todo lo que su mente imaginara, al cruzar la calle no vio un auto que se dirigía a toda velocidad hacia ella, pero antes de que impactara contra su cuerpo, el tiempo se detuvo. Nada se movía, nada hacía ruido. La muchacha llegó al otro lado de la calle y observó todo. Rápidamente se quitó la capucha. Sus ojos totalmente blancos reflejaron la imagen de una ciudad enteramente quieta y callada.
-Pensé que cuando viniera a buscarte tu misión ya estaría hecha  dijo su hermano mientras Sarah se dio la vuelta al oír su voz -.Te dimos demasiado tiempo para hacerla.
Ambos chicos se quedaron mirándose por un momento, sin hacer nada.
-No te quedes ahí parada y dime algo- dijo el muchacho dándole una media sonrisa.
-No creí que tú vendrías- respondió saliendo de su trance y mirando sus relucientes ojos verdes.
-Es muy difícil hacer que las personas de esta escuela dejen de tratarse como si los demás no importaran - dijo señalando varios grupos de chicos, todos separados.
-No hiciste nada por controlarlos, Sari. Todos los Ángeles y yo lo sabemos- expresó tocándole el hombro de manera amistosa.
-Eso no es cierto- contestó dándose la vuelta-. Intenté hacerme amiga suya pero nada. No dejan que nadie se una a su grupo de amigos. Nadie.
-Pero eso solo lo intentaste una vez. Y solo tenías que hacer que dejaran de tratarse así. No hacerte su amiga -le remarcó señalando los grupos de chicos separados-. Así no te ganarás tus alas- agregó desplegando las suyas, grandes y de color blanco.
-Sabes que deseo más que nadie poder ganar mis alas y poder vestir de Ángel, pero es difícil - respondió con tono afligido.
En ese mismo momento, su hermano la miró de arriba abajo.
-Esa no es la ropa que te asignó el Ángel mayor- aseguró observando detenidamente la vestimenta de su hermana.
-Esa ropa no me gustaba y preferí ponerme esta- respondió mirando despreocupadamente su ropa.
-Pero la ropa que llevas puesta estaba en nuestra casa y tenías más que prohibido acercarte.
-Aun así no puedo vestir ropa que me dio alguien que en mi vida (y tampoco en mi muerte) he visto, teniendo la opción de vestir mi ropa- le contestó.
-Sabes que es obligatorio que la uses, Sarah- Contraatacó plegando sus alas.
Ambos hermanos se quedaron en silencio, mirándose a los ojos.
-Sé que es difícil pero debes contar, de alguna manera, el modo en que, bueno, moriste.
-Nunca me dijeron que contar como morí era parte de la misión -afirmó confundida Sarah
-Te lo estoy diciendo yo ahora. Intenta decirlo en clase, con algún trabajo o como se te ocurra, así será más fácil.- aseguró el muchacho con un deje de sarcasmo.
-Supongo. Aunque hubiera preferido que me lo dijeran antes- repitió la chica de ojos blanco a su hermano.
-Ya deja el tema que me tengo que ir. Espero verte por allá arriba pronto- Se despidió desplegando sus hermosas alas y volando hacia el cielo.
En cuanto perdió de vista a su hermano, todo el movimiento volvió a la ciudad. Ella rápidamente se puso su capucha y se dirigió a la casa de sus “padres”. Se pasó toda la tarde pensando cómo podría hacer para contar la causa de su muerte.
Varios días después,  presentó su historia a la clase, y todo el tiempo las imágenes del momento pasaban por su mente: ella junto a su hermano y sus padres se dirigían hacia Londres con una lluvia torrencial, un auto de enfrente resbalaba y chocaba contra el de ellos. El auto daba vueltas y vueltas y cuando por fin paró, ella ya no estaba viva.
Y como cuando su hermano había ido varios días antes, todo estaba quieto y callado.
-Veo que lo conseguiste, pequeña ojos blancos- Un hombre adulto, de pelos blancos, ojos marrones y grandes alas blancas fue quien le había hablado.
-¿Quién eres?-preguntó curiosamente la chica.
-Muchas personas, vivas en su totalidad, me conocen como el Ángel guardián, pero todos los muertos que cumplen con su misión y se convierten en Ángeles, me conocen como el Ángel Máximo- se presentó.
-¿Yo cumplí con mi misión?- volvió a preguntar la chica.
-Claro que lo hiciste, no me conocerías si no fuera así. Aunque creo que tú conoces mi verdadero nombre - respondió.
-Perdón, pero no lo sé
-Claro que lo sabes ¿Cómo le hubieras puesto ese nombre al personaje con el que contaste tu “causa”?- preguntó acercándose a ella.
-Patrick Lerman - susurró ella.
-Exacto, tu antepasado más lejano, por si no lo notaste.
-Lo sé, pero es extraño-concordó la chica.
-¿Qué es extraño? - averiguó curioso el Ángel.
-Que te veas tan viejo. Siempre pensé que los Ángeles se verían jóvenes- aseguró con simpleza.
-Cómo te equivocas, querida ojos blancos. Los Ángeles nos mostramos según la etapa de nuestra vida que prefiramos, por eso me veo tan viejo.
-Aunque con unas alas tan joviales como si recién te las hubieras ganado- agregó con tristeza.
-Y las tuyas lo son aún más, querida ojos blancos- dijo señalando las hermosas alas con plumas blancas y marrones.
La chica se quedó observando sus recientemente ganadas alas con asombro y felicidad.
-Ya soy un Ángel- exclamó emocionada Sarah -. Pero no terminé mi misión, ¿Cómo voy a haber ganado mis alas y el color de mis ojos?
-Claro que terminaste tu misión- aseguró Patrick.
-No lo hice, no hice que los chicos, mis compañeros, dejaran de tratarse fríos- contraatacó segura de sí misma.
-Si lo hiciste, cuando estabas leyendo tu historia todos se callaron y dejaron de pelear con los demás. Además contaste tu “causa”.
La chica se quedó pensando sobre lo que había dicho aquel viejo hombre hasta que el susodicho la sacó de sus pensamientos.
-Ya debemos irnos, hay muchas personas que desean verte. Despliega tus alas y vuela, pequeña ojos blancos.
Y así, partió de este mundo el Ángel que, por fin, pudo cumplir su misión.
Se dice que desde ese día, nadie nunca más volvió a ver a esa chica de ojos blancos, aunque nadie pudo explicar cómo de un día para otro, todos los estudiantes de aquella escuela empezaron a tratarse bien.