sábado, 10 de febrero de 2018

De banderas y patrias Por Maite Sánchez Sempere

Desde mi lugar en el mundo
No conozco más patria
que el vientre de mi madre,
ni más bandera
que una sábana fresca cubriéndome los sueños;
no creo en más frontera
que un río embravecido
o esa cordillera que rechaza
los diminutos seres que intentan conquistarla.

Mi idioma son palabras compartidas
por las lenguas y oídos que ansían entenderse,
mi cultura
dedos de tejedora milenaria
y manos de alfarera que juega con el barro.

No os entiendo, dejad que no os entienda,
dejadme ya, no vais a convencerme,
no creo en los paises de mentira,
ni en la idea canija de vuestros patriotismos.

Dejad ya de contarme historias adornadas
que no hablan nunca
de las madres que lloran,
dejad ya de gritarme vuestro orgullo,
toda esa estupidez de tribu en pie de guerra.

Cread con vuestras manos lo que sea,
un cesto, una red, un cuenco, una lámpara;
escribid un poema, dibujad algo,
un bisonte o una bicicleta,
componed con tres notas
un himno, inventaos un baile,
hablad con vuestros cuerpos,
volved a ser humanos.

Y dejadme ya en paz, con mi patria pequeña,
envuelta en mi bandera de amor y de palabras.

Un retorno Por Rafael Serrano Ruiz

Y allí estaba yo.
Los personajes volvían
como sacados de un sueño.
Juguetes rotos
en imágenes caducas.

Escuchaba y callaba,
y en mi silencio,
ante la realidad de lo vivido
quería olvidar…

repudio de un tiempo
en desesperada frivolidad
de un alma vencida.

PATRIA DE CADA DÍA Por Leopoldo de Luis

Cada uno en el rumor de sus talleres
a diario la patria se fabrica.
El carpintero la hace de madera
labrada y de virutas amarillas.
El albañil de yeso humilde y blanco
como la luz. El impresor de tinta
que en el sendero del papel se ordena
en menudas hormigas.
De pan y de sudor oscuro el grave
campesino. De fría
plata húmeda y relente
el pescador. El leñador de astillas
con forestal aroma cercenada.
De hondas plumas sombrías
el minero. De indómitas verdades
y hermosura, el artista.

Cada uno hace la patria
con lo que tiene a mano: la sumisa
herramienta, los vivos materiales
de su quehacer, un vaho de fatiga,
una ilusión de amor y, al fin, la rosa
de la esperanza, aún en la sonrisa.

Penumbra Por Baldomero Fernández Moreno

Nunca podrás ver nada claramente:
todo es zarzal, espinas y maraña.
En vano gastarás toda tu maña
contra el dorado pájaro latente.

Errado el tiro, vuelves bruscamente
el arma hacia otro lado, mas te engaña
la jugada de sol que el árbol baña.
Te vuelves loco y lloras tristemente.

Todo del tonel sale de la vida
tosco, deforme y dando tropezones.
Dejas pasar los años y su herida,

y cuando quieras darte explicaciones
ni te sirvió la espuela ni la brida:
un pétalo fue más que tus razones.

El trabajo te hace libre Por Consuelo Jiménez Martín

Albor y crepúsculo exterminados
en la sinrazón del todo.
Cautivos pasos trillan la senda de la nada.
Fúnebres latidos se sostienen
en el angosto pasillo del sacrificio,
mientras el tic-tac de las hienas estalla en gozo.
Nubes de cenizas errantes
cercan barracones sin fuga,
donde las gargantas exhalan muerte.
¡Ah! y en lo alto, la cínica falacia, hondea clara:
“El trabajo te hace libre”
Trago saliva, apuro el suspiro.

FAROLERO Por Mercedes J. Aldalur


A Mariana Landry de Halls
I

Tardecitas de mi pueblo,
de allá por el novecientos,..
Los niños cantan la ronda,
pasa Miguel farolero.

Cien faroles, cien faroles,
tienen  las  calles del pueblo,
diez peldaños, diez peldaños,
la escala del farolero...
Que hay que subir y bajar,
para encender cien luceros.

Las rondas son margaritas,
florecen en los senderos,
giran, giran, giran, giran
como a capricho del viento.
"Hilo de oro, hilo de plata",
canta la ronda en el pueblo.

Después de la media tarde,
pasa  Miguel farolero,
cien chispazos roba al sol
y los deja prisioneros,
en las cajitas de vidrio
de los faroles linderos.

II

¡Qué linda era aquella ronda,
que del hilo fino hablaba
que se hilaba en Portugal,
para el ajuar de la novia
que se quería casar...
Más la madre se oponía,
la niña triste lloraba,
el pastorcillo enojado
al rey su historia contaba
y al fin ella, arrepentida,
la mejor hija le daba.
Y los novios se casaron
luciendo el rico cendal,
“Hilo de oro, hilo de plata”
que se hilaba en Portugal

Los niños se hicieron hombres,
las niñas también crecieron,
y ... adiós rondas infantiles
y ... adiós Miguel farolero,
que te fuiste para siempre
encendedor de luceros.

Escribo Por Ana Ocaña

Porque cada mañana
Al despertar
Me encuentro besos tuyos
En las gotas del rocío,
Y en los jazmines de mi ventana.
Escribo poesía
Porque sueño
Con mares derramados
Sobre las rosas de mi pequeño jardín,
Y sistemas montañosos
Bordeando mi cama.
Pero me miras
Y se ilumina mi alma.
Escribo
Porque cuando desapareces
El tiempo es una inmóvil
Hoja de otoño
Que cae sin piedad
Sobre mi memoria.
Escribo poesía
Porque cariño
Pronuncias mi nombre
Y tiemblan mis palabras,
Bajando por mi sangre
Como ríos.
Y tú sin enterarte
Amor mío.