sábado, 3 de marzo de 2018

JARDÍN DE VERSOS PARA NIÑOS (Selección) - POR ROBERT L. STEVENSON

NOCHES DE VIENTO

Cuando hay estrellas y luna en el cielo,
cuando sopla el viento fuerte,
toda la noche cruzando lo negro
va cabalgando un jinete.
Si todos duermen, ¿por qué en la alta noche
sólo él galopa, galopa, y adónde?

Cuando se quejan y gritan los árboles
y en el mar crujen los barcos,
allá en lo alto, entre oscuridades,
va el jinete galopando.
Pasa al galope, al galope, y después
se da la vuelta y galopa otra vez.


PARA WILLIE Y HENRIETTA

Si alguien puede entender de cabo a rabo
estos versos de antiguos buenos ratos
y de juegos de casa y de jardín,
vosotros, primos míos, sois los primeros, sí.

Vosotros fuisteis reyes - rey y reina -
conmigo en el jardín, sobre la hierba,
fuimos soldados, cazadores, marinos
y las siete mil cosas que suelen ser los niños.

Ahora sentados entre los adultos
nos quedamos tranquilos aquí juntos
y observamos desde estos miradores
cómo juegan los niños: son nuestros sucesores.

"Pasó aquel tiempo" dice irrevocable
la dorada cabeza irrefutable,
pero el tiempo, al que nadie puede atar,
prosigue su carrera y al amor deja atrás.


PAÍSES LEJANOS

Nadie más que yo se atreve a trepar
y desde el cerezo al mundo mirar.
Me sujeto al tronco fuerte con las manos
y puedo observar países lejanos.

Ahí está la puerta del jardín vecino,
sus flores, sus árboles, ¡qué bien los distingo!
y un montón de sitios con muy buena pinta
que no había visto en toda mi vida.

He podido ver el río a lo lejos
reflejando el cielo igual que un espejo
y muchos caminos subiendo y bajando
por lo que pasaba gente caminando.

Si puedo trepar a un árbol más alto
llegaré a ver sitios aún más alejados,
donde desembocan en el mar los ríos
y en el horizonte cruzan los navíos,

desde donde salen caminos que llevan
a la tierra mágica de las hadas buenas
en donde los niños cenan a las siete
y donde están vivos todos los juguetes.


A ALISON CUNNINGHAM
DE SU NIÑO

Por las largas noches en que me velaste
y a mi cabecera te quedaste;
por aquella mano firme por un suelo difícil andaba;
por las muchas penas en que me amparaste;
por tu compasión, porque me cuidaste;

por los muchos libros que tú me leíste
en aquellos días felices y triste;
mi segunda madre, mi primera esposa,
ángel de mi infancia tan dificultosa...
de aquel niño enfermo, sano ahora y adulto,
toma este librito, aya, porque es tuyo.

Y ojalá que el cielo a cuantos lo lean
les dé en su momento alguien que les quiera,
y que todo niño que escuche mis versos
al cálido abrigo del hogar y el fuego,
perciba en la voz del mismo cariño
que en la que alegro mis días de niño.

R.L.S.


VIAJE

Yo quisiera viajar hasta los pocos
sitios en los que crecen frutas de oro; -
a las islas con loros y bambúes
ancladas bajo cielos siempre azules,
donde ante cacatúas asombradas
solitarios Crusoes se hacen barcas;-
donde la luz del sol, incomparables,
las lejanas ciudades orientales
con sus mezquitas y sus minaretes
entre arenales se alzan y florecen,
y las riquezas de cualquier lugar
se ponen a la venta en el bazar; -
donde la Gran Muralla en torno a China
la aísla del desierto y de la ruina,
mientras en su interior crecen ciudades
con campanas y voces y timbales; -
donde hay selvas ardientes como llamas
y del tamaño de la Gran Bretaña,
llenas de monos y de cocoteros
y de chozas de caza de los negros;-
donde los arrugados cocodrilos
acechan y descansan en el Nilo,
y los rojos flamencos van volando
y ante sus ojos peces atrapando;-
donde abundan las junglas y los bosques
con tigres que se comen a los hombres
y que en lo oscuro y en silencio acechan
y pillan despistadas a sus presas,
o a alguno que pasaba por allí
y se iba balanceando en palanquín;-
donde las arenas del desierto
hay ciudades en las que todo ha muerto:
sus príncipes, sus niños, sus criados
hace miles de años se esfumaron,
no hay huellas en las calles ni en las casas
de niños, de ratones ni de nada,
y de noche, al caer la oscuridad,
no hay ni una luz en toda la ciudad.
Cuando sea mayor, pienso ir a verlo
con una caravana de camellos;
encenderé una hoguera en un salón
lleno de polvo y sin ventilación,
miraré las paredes con pinturas
de festivales, héroes y luchas,
y encontraré juguetes de los niños
que vivieron en el antiguo Egipto.


MIS TESOROS

Estas nueces que tengo guardadas en el fondo
de mi escondite, junto a los soldados de plomo,
las cogió mi niñera conmigo en el nogal
frente a un pozo en un bosque a la orilla del mar.

El silbato lo hicimos, - ¡y hay que ver que bien pita!-
en la linde de un campo, al final de la finca.
Con la rama de un plátano y mi propia navaja
me lo hizo mi niñera, que es la mar de apañada.

La piedra blanca y gris con manchas amarillas
la encontramos muy lejos, a no sé cuántas millas,
y aunque pesaba mucho me la traje yo solo,
pues aunque mi papá lo niegue, sé que es oro.

Pero este es el mejor de todos mis tesoros,
porque una cosa así la poseen muy pocos;
y es un formón completo, con su hoja y con su mango,
que hizo algún carpintero y lo usó en su trabajo.



AL EMPEZAR LA NOCHE

Todas las noches cuando mi mamá
me besa, apaga las luces y se va,
veo cómo desfila claramente
ante mis ojos un montón de gente

Ejércitos sin fin y emperadores
llevando cosas de diez mil colores
marchando en un desfile tan genial
que nadie ha visto nunca nada igual

Nunca se vio espectáculo tan grato
cuando el gran circo exhibe su aparato;
en esta caravana van marciales
toda clase de hombres y animales.

Avanzan al principio lentamente
pero aceleran progresivamente
y yo me uno a ellos en su empeño
hasta llegar a la ciudad del sueño.


CANTANDO

De huevos con pintas cantan las aves
y de nidos en los árboles;
canta el marino de cosas del mar
que le suceden al navegar.

Cantan los niños en el Japón,
en España cantan un montón;
y el organillero en la calle
canta mientras la lluvia cae


MI MADRE

Lee también tú mis poemas, madre,
por cariño a aquel tiempo inolvidable,
y a la mejor vuelves a oír, bajito,
por el pasillo aquellos piececitos.