domingo, 29 de septiembre de 2019

Cuentos con humor - Autobiografía- Por Mark Twain (Selección)

Llegamos al siglo XV. En esa época floreció Twain el Hermoso, también llamado el Letrado o El de la Pluma de Oro. Tenía una habilidad insuperable para imitar la letra y la firma de todos los mercaderes de aquel país. La gente caía muerta de risa al ver cómo sacaba ganancia de ese don en el que alcanzó una completa perfección. No se podía pedir más. Desgraciadamente, parece que, a causa de una de esas firmas, mi antepasado se comprometió a servir de picapedrero en una carretera durante un largo período de años, y que la rudeza del trabajo le echó a perder la mano para una obra delicada como era la de su práctica caligráfica.
De vez en cuando, dejaba el penoso trabajo de la carretera, pero poco tiempo después volvía a engancharse por algunos años, y así estuvo, con breves interrupciones, cerca de medio siglo, mejorando las vías de comunicación y empeorando sus ya debilitadas facultades para el manejo de la pluma.
Todo tiene compensaciones. Tal era la satisfacción de los capataces de la carretera, que en los últimos años mi glorioso antepasado no se alejaba más de una semana del lugar de sus tareas, y los representantes de la autoridad lo convencían muy fácilmente para que volviese al servicio público. Así murió, honrado y llorado por todos. Perteneció a la Orden de la Cadena. Llevaba siempre el cabello muy corto, y  demostraba un gusto especial por la ropa de tela con rayas. Casi nunca usaba otra, y el Gobierno se la proporcionaba gratuitamente. He dicho que la patria lloró la muerte de mi antepasado, sin duda a causa de sus servicios; pero más que nada por la periodicidad que adquirió en el trabajo de las carreteras.

A las tres, con luna llena - Por Marcela Valero

      Camino hacia el muelle como todas las tardes, para escuchar el silencio, el silencio del río turbio, el silencio de la brisa fresca del atardecer de verano. Pero este poniente es especial. No sólo me conformo con que mi cabello se alborote con el movimiento de las hojas del sauce que acarician mi cabeza, también me descalzo para sentir la hierba tierna entre mis dedos.
El río me llama, el río quiere desahogar sus penas, el río quiere que yo sepa lo que siente. El río quiere que conozca a su gente, isleños que se han empeñado en sumar generaciones, donde transcurren en silencio, historias que tienen que ver con el orgullo, el sacrificio, y el amor por una tierra desafiante y a la vez  generosa.
Persigo su voz, y me siento en el borde del anteúltimo escalón reseco de la escalerilla del muelle. Ahora ya no veo mis pies, están dentro del agua. El  movimiento del río hablante me salpica las rodillas y la bruma confunde mis pupilas, y la veo a ella, sentada en mi lugar, pensativa, agotada después de un día intenso de labores.
El río me dice su nombre, Carmina. No hace falta que la describa, la puedo ver. Veo su esbelta figura cobijada en un vestido floreado de jersey, arremangado sobre sus muslos. Veo su tez bronceada sin querer y su cabello castaño dejándose hamacar por el viento. También veo sus ojos de miel entristecidos. Los sigo mirando, y a través de ellos llego a su corazón, a sus entrañas, a sus pensamientos, a su piel erizada.
Carmina no puede dejar de rememorar las últimas palabras de José, “A las tres de la mañana, la noche de luna llena”.
Hacía días que venía observando el almanaque colgado en una de las paredes de su casa isleña. Aunque éste estaba tiznado por la cercanía con la cocina a leña, igual ella podía distinguir los dibujos de la transformación de la luna, y hoy era el día en que alcanzaría su perfecta redondez.
El río se mueve, me pide que lo acompañe, le doy la mano y me dejo llevar. Recorro sinuosas rutas de agua amorronada que se bifurcan, se unen, para volver a dividirse.
-Aquí - me dice.
Agazapada entre un cañaveral de la costa del Río Carabela, rodeada de nutrias y carpinchos que no se inmutan ante mi presencia, con mis pies hundidos en el fango, observo desde lejos. Escucho música. La orquesta típica no tiene respiro, los tangos se suceden uno tras otro, y allí están ellos, Carmina y José que no pueden dejar de mirarse a través del gentío que disfruta del baile.
Ellos saben que no pueden hacerlo, que podrían ser descubiertos, pero el fulgor de sus veinte años les impide desviar la mirada del amor prohibido.
Carmina recuerda en ese instante lo que su padre profirió el día que le pidió permiso para que José la visitara.
-¡Un barquero en mi casa jamás! No voy a entregar a mi hija a un tripulante de arenero, a un Don Nadie, hijo de padre desconocido.
Y usted sabe hija, alguien que no conoce a su padre en estas islas, es más que seguro sea hijo del “Viejo Capitán del Delta”, pocas familias isleñas no han criado un bastardo de este pirata.
Todavía recuerdo verlo transitar por los laberintos inexplicables de esta maraña de ríos en su barca, fabricada con tablones de madera, atados a las cámaras de neumáticos de tractores y maniobrar con una vara larga cortada de un manglar. Custodiado siempre por tres perros roñosos. Nunca voy a olvidar sus nombres,” Verdún, Moro y Preguntale”, el viento siempre me los hacía escuchar cuando el viejo los llamaba. Fieles a su amo, aunque sólo los alimentaba cuando el resultado del contrabando de bienes de la rivera del río le dejaba alguna ganancia, siempre y cuando le sobrara algún peso después de empedarse con caña.
No llore hija, y no me venga a hablar de amor, que eso se pasa, yo voy a seguir rompiéndome el lomo con el desmonte y nunca le va a faltar nada.
Carmina sabía que “el amor” no se pasa, hacía dos años que soñaba todas las noches con él.
Todavía escondida, yo podía sentir su dolor, noté sus lágrimas recorrer mi cara y pude intuir su entrega.
El río me devuelve al muelle, ya es de noche, el mismo viento húmedo que empuja las aguas, mueve las copas de los árboles. La luna, inmensamente redonda destella en el profundo azul del cielo y se refleja en el lúgubre marrón del agua.
Miro mi reloj de pulsera, ya pasó la media noche. Los juncos a mi lado se mueven, y veo asomarse un viejo bote de madera corroída por el tiempo, y veo a Carmina subirse a él. Luce el mismo vestido de la tarde, cubierta con un chal muy bien tejido con restos de lana, que le permite asomar las manos para tomar los remos.
El río me invita a seguirla, y yo accedo a su pedido. Navego junto a ella hasta el Río Paraná. Su colosal caudal me cautiva, y al descubrir su inmensidad comprendo por qué se lo llama “pariente del mar”.
Carmina no deja de mover sus brazos, empujando el agua con los remos para avanzar. Yo la sigo y esquivo, junto a ella, los camalotes, ramas y troncos que se desplazan armónicamente sobre la superficie del río.
Somos un punto minúsculo en un universo acuoso. Ya no puedo distinguir los bosques y la vegetación de sabana que antes  me cobijaban desde la costa, durante el trayecto entre canales, riachos y arroyos.
Pero Carmina sigue, su frágil cuerpo es un huracán de fortaleza cuando sus pensamientos retroceden al día del baile de carnaval, el mismo  del que yo fui testigo. Sostiene con fuerza en su mente, ese encuentro con José en un descuido de sus padres, donde sólo tuvieron tiempo para fijar el día y la hora.
La luna llena allana el camino y resplandece un buque arenero en la soledad del Paraná, y en la proa de la embarcación diviso la figura de un tripulante que mira hacia nosotras.
Al acercarse a la mole de hierro, suelta los remos, y sin más equipaje que su vestido floreado y su chal de lana, se aferra a la improvisada escalera de soga que le arroja José.
Mientras el río me transporta de regreso, satisfecho por contarme uno de sus secretos guardados, puedo ver un bote a la deriva sobre las aguas, y, sobre el buque dos figuras que se funden para hacerse una.
Vuelvo a mirar mi reloj, son las tres de la mañana y hay luna llena.

Silencio infinito Por Rafael Serrano Ruiz

La lluvia cae lentamente.
El asfalto vaporea.
Un silencio infinito
grita la espera
en el temblor de las horas.

Gemir del viento…
de nuevo el silencio,
impasible, completo,
hálito de miedo, oscuridad,
silencio hueco
de nada lleno.

Ansío en mí
escuchar un grito,
un gemido de amor,
un último estertor,
mas….
todo calla,
hasta la lluvia mansa,
mientras suda el asfalto.

LIBRO Por Juan Carlos Pirali

Cuando la tristeza anida
un buen libro es para el alma,
firme bálsamo que calma
depresiones de la vida.
En sus páginas convida
a leer en cada instancia.
Es de vital importancia
beber su conocimiento,
como buen medicamento
para curar la ignorancia.

Juana y Dionisio Por Virgilio Juan Castiglione

Juana, una niña no tan niña,
que había ocasionado con su escote
desvelos, suspiros y camotes,
era la causante de cien riñas.

Esta niña no tan niña,
nuestra Juana una noche,
noche joven, noche ansiosa,
ya no quiso propasarse de mimosa

queriendo demostrar que no era vana.
Dionisio, un muchacho muy juicioso,
que era de su Dios muy temeroso,
sólo un vicio padecía, el celibato.

Al cruzarse con la moza una mañana
dijo, yo me quedo con la Juana,
mi defecto se lo dejo a algún novato.

sábado, 21 de septiembre de 2019

Prosapia Por Wimpi

Uno bien sabe que no es lo mismo un hijo de Congreve que un hijo de caballo de jardinera. Pero sabe, asimismo, que ninguno de los hijos de Botafogo sirvió para nada... De manera que la regla tiene sus excepciones. El pedigree -o linaje o prosapia, que se dice en nuestra especie- es otra de las cosas que se demuestran andando. Es de balde que el tipo proclame la ilustreza de su progenie, si no alcanza a destacarla en el gesto, en la palabra, en la tentativa, en el paso, en la intención. Tan difícil resulta mantener armónico y grave -con brillo y con gracia-el cuadro de una fineza, que la sola circunstancia de reconocer, quien lo ofrece, esa fineza, ya desluce y empastela.
La "calidad" trasciende del ángulo de una reverencia, de la naturalidad de una gallardía o de la salvación de una sonrisa.
La "clase" se manifiesta en el rechazo de las ventajas, en la mesura del denuesto, en la dignidad del desafío.
Siempre, los caballeros alcanzaron la espada que se le cayó al adversario, sin dejar de sonreír y tomándola por la punta.
Surge pues, una señoría, tanto de la entraña de un afecto como de la forma de un reto. El tipo no suele tener en cuenta nada de eso, empero.
Adopta dos actitudes clásicas ante la noción de aristocracia: o la niega terminantemente
-desde una actitud en la que se mezclan la incomprensión y el resentimiento- o trata de
aparecer como un ejemplo ilustrativo de aquella noción, remitiéndose al nombre de sus
antepasados. Y, a veces, neciamente, a la jerarquía de su empleo.
Hincha el pecho el tipo, como cuando se ajusta los tiradores y dice:
-Porque mi bisabuelo, que "ya era un señor..."
La gente cretina lo oye y opina:
-Familia muy antigua. "Viene" de los abuelos.
Como si las demás familias hubieran prendido de gajo.
Pero el tipo inteligente opina, antes bien:
-¡Pensar que este señor es como la zanahoria! Lo único que sirve lo tiene bajo tierra.
Ante la imposibilidad de conseguir no recuerda ahora uno qué cosa le aconsejó un amigo a cierto sujeto, realmente importante:
-Diles quién eres. Si les dicen quién eres, la conseguirás.
Y el otro repuso -justamente porque había llegado hasta acá, procedente de los abuelos, sin perder nada en el camino:
-Si tengo que decirles quién soy, entonces no soy nadie.

El hombre, la mosca y el sobretodo Por Wimpi (La calle del gato que pesca) Buenos Aires - 1978

El hombre se parece en muchas cosas a la mosca: a veces molesta, a veces le gusta la nata, a veces se para donde no debe y a veces lo cazan.
Pero en otras cosas, no se parece. Por ejemplo: la mosca en invierno queda como azonzada, porque la velocidad de sus reacciones orgánicas está condicionada por la temperatura exterior. Quiere decir que la mosca tiene en su cuerpo el calor. A eso se le llama termogénesis.
El hombre se guarda a sí mismo. Produce su propia temperatura.
La ropa de abrigo sólo le sirve para retener el calor que él se elaboró. El abrigo no es una calefacción, es una tapa. No da el calor que el hombre necesita, se limita a no dejar escapar el que el hombre mismo se hace.
El hombre, pues, trabaja ocho horas a fin de ganar el pan -y los bifes, las papas, los choclos, el estofado- que han de servirle para mantener esa temperatura. Durante el día escribe a máquina, lleva libros, hace mandados, habla por teléfono, cruza calles, lo pisan, va a los bancos, corre taxímetros, empuja; todo para que no le falte su sopa de arroz, sus milanesas, su tortilla, su queso y dulce, imprescindibles para que el medio interior no se congele.  Y, luego, debe sacar de eso del dinero destinado a la adquisición de combustibles para comprar un sobretodo que no lo calienta, sino que lo deja enfriar. Y cuando, después de tantas andanzas y sacrificios, se pone el sobretodo, ¡tiene, por medio de la termogénesis, que calentarlo él!
Por eso es que hay tan poca gente que conserva su sangre fría.

Madre en años luz: “El tiempo es una herradura” Por Héctor Fuentes

         Me gustaría verte detrás de las rosas. Sorprenderte en el banco de una plaza y acariciarte el pelo. Vislumbrar tu figura sobre el hechizo del poniente.
Pero estás del otro lado de las cosas, crujiendo tras los cristales fosforescentes. Bebiendo el hilo de la lluvia. Temblando en las hojas del otoño. Riendo en las veredas del infinito.
Hoy tengo ganas de hablarte, de cortar por un instante el hechizo de la muerte. Lo cortaría de un solo hachazo, fundiendo el acero irreversible contra mis ganas de abrazarte; contra mis manos de hijo agradecido; contra el hombre que forjaste desde el vientre.
Pero ya ves, nada me resulta fácil, y estoy hablando en secreto contigo.
Me deslumbra todavía el sonido de tu risa. Las campanas que tronaban desde el fondo de tu boca. Los mil grillos que soltabas explotando en carcajadas. El ida y vuelta de tus manos, que nunca descansaban.
Me gustaría verte detrás de las horas. Golpeando tu tambor de alegría, descorriendo el misterio de las sombras, apañando travesuras en los brazos, perfumando la casa con recetas de cocina. 
Pero estás del otro lado del tiempo, y yo solo soy un hombre simple que no puede detener el avance de las cosas.
Me gustaría encontrarte perdida entre la gente. Eligiéndote un vestido nuevo. Buscando el título de un libro. Haciendo cola en la entrada del cine.
Pero la vida es un nudo incierto, y a veces se deshilacha rompiendo el tiempo.
Todo el amor que me dieron tus manos lo recogió el atardecer para trillarlo contra la luz de mi ventana. El sendero quedó trazado, y por ahí andan otra vez los caminos. Caminos de tus pasos, pasos que abren caminos.
Tus manos están el aire, y tu voz es un aroma que desparrama el viento. La savia de tus deseos florece en la primavera. Canta el pájaro invisible la canción de tus pensamientos.
Maestra de niños y adultos. En los bancos de la escuela quedó inscripta tu enseñanza: todo eso en lo que creías, el país igualitario y justo que defendías. Siempre econtrabas la vuelta a la rueda que hace girar los días.
Un sueño brotó en tu frente, como una estrella prendida. Soltaste tu barrilete sin miedo a vivir la vida.
La melodía de tus canciones de cuna. El arrullo de tus manos. Un sol, un mate, una luna. La vida que pasaba por tu boca, como un chico que vende flores.
El preciso trazo de tu letra. La oración en sujeto y predicado. Tu delantal de maestra. La escarapela y la risa. Tus fragancias. Tus cosas.
Miles de horas pasamos acurrucados en tu cariño. Miles de sueños pasaron por nuestros ojos dormidos.
Madre: tu amor lo puede todo, hasta recomenzar lo perdido. Tu amor es un pájaro de fuego que parte hacia lo imposible.
Madre: el tiempo es una herradura clavada contra la higuera. Los niños juegan debajo, sin saber que los observas. 

sábado, 14 de septiembre de 2019

CANCIONERO (SELECCIÓN) DE ATAHUALPA YUPANQUI

CAMPESINO

Cuando vayas á los campos,
no te apartes del camino,
que puedes pisar el sueño
de los abuelos dormidos.
Campesino, campesino.
¡Por ti canto, Campesino!

Unos, son tierra menuda.
Otras, la raíz del trigo.
Otros son piedras dispersas
en la orillita del río.
Campesino, Campesino.
¡Por ti canto, Campesino!

Cuántas veces, cuántas veces,
más allá del sembradío,
en la fragua de las tardes
fueron á templar sus gritos
Campesino, Campesino.
¡Por ti canto, Campesino!

Sagrado misión del hombre:
nieve, sol y sacrificio.
Morir sembrando la vida.
Vivir, templando su grito.
Campesino, Campesino,
Par ti canto, ¡Campesino!

Cuando vayas á los campos,
no te apartes del camino,
que puedes pisar el sueño
de los abuelos dormidos.
Nunca muertos, ¡sí dormidos ¡
Nunca muertos, ¡si dormidos!

Campesino, Campesino


CANCIÓN

Era una cinta de fuego
galopando, galopando
crin revuelta en llamaradas,
¡mi alazán te estoy nombrando!

Cruzó las sierras con luna,
cruzó los valles nevando.
Cien caminos anduvimos,
¡mi alazán te estoy nombrando!

Oscuro lazo de niebla
te pialó junto al barranco
¿Como fue que no lo viste?
¿Qué estrella andabas mirando ?

En el fondo del abismo
ni una voz para nombrarlo,
solito se fue muriendo
¡mi caballo, mi caballo!

En una horqueto del tala
hay un morral solitario,
y hay un corral sin relincho.
¡mi alazán te estoy nombrando!

Si como dicen algunos
hay cielos pa'l buen caballo,
por ahí andará mi flete
galopando, galopando...

Oscuro lazo de niebla
te pialó...
En el fondo del abismo
ni una voz.


CHACARERA DE LAS PIEDRAS

Aquí canta un caminante
que muy mucho ha caminado
y agora vive tranquilo
y en el cerro Colorado

Largo mis coplas al viento
por donde quiera que voy
soy árbol lleno de frutos
como plantita e mistol

Cuando ensillo mi caballo
me largo por las arenas
y en la mitad del camino
ya me olvide de las penas

Caminiaga, Santa Elena,
el churqui región cortado
no hay pago como mi pago
viva el cerro Colorado

A la sombra de unos talas
yo ei sentido de un repente
a una moza que decía
sosiegue que viene gente

Te voy a dar un remedio
que es muy bueno pa'las penas
grasita de iguana macho
mezclaita con yerba buena

Chacarera de las piedras
criollita como ninguna
no te metas en los montes
si no ha salido la luna

Caminiaga, Santa Elena,
el churqui región cortado
no hay pago como mi pago
viva el Cerro Colorado


EL FORASTERO

Porque no soy de estos
pagos me acusan de forastero
como si fuera un pecado
vivir como vive el viento

De donde vendrán los vientos ,
de donde vendrá el rocío
que besa los pastizales
de la llanura y el cerro

Yo vengo de todas partes
por los caminos del sueño
como las rosas a mayo
los jazmines a enero.

Doy lo que tengo que dar ,
y a veces me doy entero
como la dicha en los valles
y la pena en los desiertos

Junto estrellas en la noche
y en la sombra las enhebro
con ellas hago un collar
para ponerlo en el cuello
de una paisana que nunca
me sintiera forastero

Y ando por todas las sendas,
las del valle, las del cerro
y aquellas que no se ven
y andan corazón adentro

La gente me ve pasar
y me dice forastero
solo escuchan mis oídos ,
porque mi alma esta lejos

Esta mirando esos mundos
que no ven los que son ciegos
aunque se llenen de luz
y tengan los ojos bellos

Por donde quiera que paso,
voy desgranando mis sueños,
aunque digan los demás,
allá pasa un forastero


EL PINTOR

Creyendo hacer cosa buena
Un pintor me pinto un día,
Mas me pinto por afuera
Porque adentro no veía.

¿Cuando vendrá ese pintor
Que pinte lo que yo siento?
Ganas de vivir la vida
Sin angustias ni tormentos...

Es mal pintor el pintor
Que me ha pintado ese día,
Cantando coplas serranas
Con la barriga vacía.

Es mal pintor el pintor,
Y en esto no hay duda alguna,
Pues solo pintó mi poncho
Y se olvidó de mi hambruna.

¿Cuando vendrá ese pintor
Que pinte lo que yo siento?
Ganas de vivir la vida
Sin pesares ni tormentos.

Creyendo hacer cosa buena...


CANCIÓN PARA DOÑA GUILLERMA

Cantaba junta a las ollas
lo que naide pudo oír.
El monte da sus secretos
al que hierve su raíz.

Una lunita morada,
vagando en cielos de añil.
Y dos letras coloradas
en la esquina del mandil.

Doña Guillerma me hizo uno pa' mí.
Pa las campereadas de fines de Abril.
Pa que el paisano se pueda lucir,
lindo el apero, mejor el mandil.
Fue doña Guillerma que lo hizo pa' mí.

La vida tiene sus trampas
porque la vida es así.
Las viejitas trenzadoras
no se debieron morir.
Los criollos ya na' tenemos
a quien mingarle un mandil
Doña Guillerma me hizo uno pa' mí.


LA ENGAÑERA

Corazón tu me engañaste
o es que no te comprendí
pensé que no la quería
y hoy veo que no es así

Tengo miedo muchas veces
tengo miedo de aflojar
tengo miedo que me enseñes,
corazón a perdonar

Ayer la he visto con otro,
alegre la vi pasar
ganas tuve de gritarle
engañera pa'ande vas


EL ÁRBOL QUE TU OLVIDASTE

El árbol que tú olvidaste siempre se
acuerda de ti,
y le pregunta a la noche
si serás o no feliz.

El arroyo me ha contado
que el árbol suele decir:
quien se aleja junta quejas
en vez de quedarse aquí.

Al que se va par el mundo
suele sucederle así.
Que el corazón va con uno
y uno tiene que sufrir,
y el árbol que tú olvidaste
siempre se acuerda de ti.

Arbolito de mi tierra
yo te quisiera decir
que lo que a muchos les pasa
también me ha pasado a mi.

No quiero que me lo digan
pero lo tengo que oír:
quien se aleja junta quejas
en vez de quedarse aquí.

sábado, 7 de septiembre de 2019

El médico (Epigrama de Marcial)

Estaba enfermo, y tu
viniste a mí con tus cien discípulos:
Cien manos heladas de Aquilone
que me palparon…
Yo no tenía fiebre. Ahora la tengo

Acerca de la Vejez - Por Marco Tulio Cicerón -(Selección) Última parte

        No obstante debéis recordar que en toda mi disertación he defendido una buena ancianidad, basada en unos buenos cimientos de la adolescencia. Se deduce pues lo que dije en otro momento con el aplauso de todos: que la ancianidad es desgraciada si se tiene que defender con discursos. Ni los cabellos blancos, ni las arrugas hacen surgir de repente la autoridad. Los frutos de la autoridad los produce la edad vivida honestamente desde el principio.
Cosas comunes como ser respetado, ser querido, que le cedan el paso a uno, ser  acompañado al salir de casa y al volver a ella, ser consultado, hechos que nos gusta sean cumplidos con toda diligencia, son frutos honrosos, aunque parezcan insignificantes, no sólo para nosotros sino también para todos los ciudadanos. Cada cual se adapta a las costumbres del mejor modo.
Se cuenta que Lisandro el Lacedemonio, a quien mencioné anteriormente, solía decir que Lacedemonia era un lugar muy adecuado para la vejez. En efecto, jamás se ha agasajado tanto, ni se ha honrado a la vejez en ninguna otra parte como allí. Se cuenta que durante los grandes juegos de Atenas, cuando se representaba una obra en el teatro un anciano pasó por delante de los atenienses y ninguno se levantó pasó después por delante de un grupo de lacedemonios, que sólo eran aliados, y al verlo, rápidamente se
levantaron todos a la vez cediéndole el sitio.
El teatro puesto en pie, les aplaudió intensamente. Uno de ellos dijo que los atenienses sabían perfectamente lo que había que hacer en semejante ocasión, pero que no querían ponerlo en práctica.
En vuestro colegio existen muchos hombres preclaros, sin embargo, según vamos avanzando en edad, nuestro ruego tiene preferencia, y no sólo para los que envejecen con el honor conseguido por sus cargos públicos, sino también para los que tienen poder como los magistrados, augures mayores. Por lo tanto, ¿pueden compararse los placeres del cuerpo con las ventajas que da la autoridad? Pienso que los que gozan de estos placeres espléndidamente no han representado su papel en el teatro de vida como actores inexpertos, ni tampoco se derrumban en el último tramo de la vida.
Sin embargo los ancianos negligentes, según dicen algunos, están angustiados, son iracundos y difíciles, incluso, si hurgamos, algunos son hasta avaros. Estos son vicios del carácter, no de la vejez. Pero la pereza y los vicios que he citado, merecen una excusa, para que parezcan aceptables aunque no legítimos ciertamente. Ellos se consideran postergados, despreciados, burlados y toda ofensa contra un cuerpo frágil es odiosa. Pero todas estas cosas negativas se endulzan con un buen carácter y con el cultivo de la inteligencia. Así son las cosas: lo mismo que no todo vino se avinagra con el tiempo, tampoco toda naturaleza se avinagra con la vejez. Aunque reconozco la acritud de la vejez, ésta, como otras cosas, es inteligible y no es común ni persistente de ningún modo.
No comprendo a los ancianos avaros que quieren todo para sí. ¿Puede haber alguien más absurdo que quien se preocupe de acumular más provisiones cuanto menos tiempo le quede de vida? Queda la cuarta causa: el hecho de que la cercanía de la muerte parece que atormenta y angustia a nuestra edad. La muerte, lógicamente, no puede estar muy lejos de la vejez. ¡Desgraciado el anciano que no considere que la muerte debe de ser despreciada después de una vida tan larga! Si la mente está ausente, la muerte se ignora totalmente, si la muerte le conduce a una situación terminal debe ser incluso deseada. No puede hablarse de una tercera disyuntiva. Así pues, ¿qué he de temer si no puedo ser desgraciado después de la muerte, ni tampoco puedo ser feliz? ¿Quién es tan necio, aunque sea un adolescente, que asegure que va a vivir hasta la ancianidad?
Entre la juventud hay más muertes que entre la vejez: los jóvenes caen más fácilmente en enfermedades de mayor gravedad y se recuperan en menor número. Pocos son los que llegan a la senectud, si esto no sucediera se viviría con más prudencia, pues el buen juicio, la razón y el consejo están en los ancianos. Si no existiesen los ancianos no existirían las ciudades. Pero vuelvo de nuevo al hecho de la muerte que siempre está amenazante. ¿Por qué la muerte es la desazón perenne de la vejez, cuando bien se sabe que está siempre presente y que también es común a la juventud?
Yo mismo experimenté que la muerte es común a toda edad. Yo, en mi queridísimo hijo y tú, Escipión, en tus hermanos destinados a la más alta dignidad según opinión de todos. Lógicamente el joven espera vivir mucho tiempo, cosa que el anciano ya ha conseguido. El joven espera insensatamente, porque ¿hay algo más necio que tener por seguro lo que es en sí incierto y por falso, lo verdadero? El anciano, al fin y al cabo tiene lo que esperaba, por esto mismo la vejez es mejor que la adolescencia, el joven espera, el anciano ya lo ha conseguido. Aquél quiere vivir durante mucho tiempo, éste ya lo ha vivido.
Aunque, ¡O dioses benévolos!, ¿qué hay en nuestra naturaleza que dure mucho tiempo? Decidme exactamente el tiempo máximo. Consideremos la edad del rey de los Tartesios, Argantonio, que gobernó a los gaditanos durante ochenta años, y que vivió ciento veinte. Sin embargo ese tiempo tampoco me parece a mí algo muy duradero, pues siempre hay un final. Y cuando llega el final, lo pasado se ha borrado, sólo queda lo que has conseguido actuando recta y honestamente. Pasan ciertamente las horas, los días, los meses, los años, el tiempo pasado nunca se recupera, y lo que vaya a suceder no puede
saberse. Por lo tanto el tiempo que se da a cada uno es para vivirlo, por esto mismo se debe estar contento.
Ni siquiera, como gustaría en general, es necesario que el actor actúe en toda la obra hasta el final para ser aplaudido. Lo importante es que en el tiempo que se le asigne actúe con toda perfección. El breve tiempo de la vida es suficientemente largo para vivir bien y honestamente. Si, por ventura, se prolonga durante mucho tiempo, no sería más doloroso que la queja de los agricultores que se lamentan de que, superada la primavera, llega el verano y después al otoño. La primavera simboliza la adolescencia y como ésta muestra los frutos futuros, así el resto de las edades se acomodan a recolección y guarda de los frutos que son propios de las mismas.
El fruto de la senectud, como he dicho anteriormente varias veces, es el recuerdo y acopio de los buenos provechos. Sin embargo todas las cosas originadas por la propia
naturaleza, se deben tener por cosas buenas. ¿Qué es más propio, según la naturaleza, que los ancianos mueran? También alcanza lo mismo a los jóvenes que se topan con una naturaleza adversa y repugnante. Me parece que la muerte de un joven es como sofocar la fuerza de una llama con un chorro de agua. La vejez por el contrario, consumido el fuego, se extingue sin violencia, sin que ellos hagan nada. Las manzanas, si están verdes, no se desprenden de la rama a no ser con violencia, por el contrario caen por sí mismas si están maduras y muy sazonadas. Como la violencia quita la vida a los adolescentes, la madurez quita la vida a los ancianos. Una madurez que a mí me resulta agradable, de tal manera que yo llegaré a la muerte tranquilamente como si después de una larga navegación, al llegar al puerto volviera a ver la tierra.
Siempre es inseguro en la senectud el momento final. Pese a ello, la vejez se puede vivir adecuadamente, siempre que se sea capaz de cumplir una responsabilidad e, incluso, despreciar la propia muerte. Por lo cual resulta que la vejez se esfuerza más y tiene mayor ánimo que la juventud. "Hasta la vejez", respondió Solón al tirano Pisístrato cuando éste le preguntó hasta cuándo iba a seguir oponiéndosele tan seguro de sí mismo. El fin óptimo, sin duda, es vivir con una mente íntegra y con los sentidos en plena forma, pero la propia naturaleza destruye lo que ella creó. Con la misma facilidad que quien construye una nave, un edificio, de igual modo la naturaleza destruye al hombre, y separa lo que ella misma unió. Como toda construcción reciente mal vertebrada se desmorona con facilidad, el breve tiempo que resta de vida ni debe ser deseado con avidez, ni ser rechazado sin causa. Pitágoras prohíbe que, sin orden del emperador, es decir, de Dios, se abandone la estación y la cárcel de la vida.
La naturaleza tiene, como todas las cosas, un límite de existencia. La vejez es el final de una representación teatral de cuya fatiga debemos huir, sobre todo y especialmente una vez asumido el cansancio. Estos son los comentarios que os tenía que exponer sobre la vejez: Quieran los dioses que lleguéis a ella, y que la podáis experimentar y comprobar por vosotros mismos, teniendo en cuenta lo que os he comentado.

Fin y principio Por Wislawa Szymborska

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

miércoles, 4 de septiembre de 2019

"Nuestro gran Mayo Argentino" (Homenaje Lírico y Social) Por Fernando Adrián Zapata


Nuestro gran Mayo Argentino
es de los trabajadores,
desde el triunfo jacobino,
desde los libertadores.
Nuestro gran Mayo Argentino
une sueños y fervores,
es de hermanos oprimidos
y es de justas convicciones.
Nuestro gran Mayo Argentino
es de los trabajadores:
el Primero Obrero es grito
de igualdad y unión de pueblos;
el heroico Veinticinco,
una voz de forjadores;
Veintinueve, el Cordobazo,
popular levantamiento;
y....,de un proletario abrazo,
¡hoy, América es de fuego,
junto al pulso de otros lares,
junto a aquel Mayo Francés
de oprimidos, en las calles,
que hoy alumbra más que ayer!
Nuestro gran Mayo Argentino
alza nuevos corazones:
es de humildes y excluidos,
¡y es de reivindicaciones!
Nuestra voz, nuestra esperanza,
nuestro impulso, desde abajo,
siembra y puebla nuevas ansias
entre hermanos postergados.
Tanta unión, tanta alborada,
tanto pálpito nos une,
y alza y brinda, entre labranzas...,
...¡equidad, trigal y lumbre!
Nuestro gran Mayo Argentino
es de los trabajadores,
¡avanzando, más unidos,
rumbo a más liberaciones!!!