sábado, 26 de octubre de 2019

HISTORIA DE LEVAS Y RECLUTAMIENTOS - Por Juan Carlos Pirali

     En la mayoría de las ocasiones que se hace referencia al pasado de los habitantes de la campaña argentina, sobre sus hábitos y sus costumbres, se lo describe como un hombre libre, sin sujeciones que lo aten a las leyes, pero de los hechos surge la inobjetable evidencia que esa libertad asignada al campesino no se ajusta a una estricta realidad.
     Una de las primeras medidas adoptadas por los integrantes de la Primera Junta de 1810, fue la de organizar las fuerzas militares, y para tal fin se estableció por medio de una rigurosa leva que comprendía a todos los "vagos sin ocupación conocida, desde la edad de 18 a 40 años" .
     La denominación de "vago sin ocupación" involucraba al gaucho libre de la campaña que ante los alcances de la medida dejaba de serlo, para pasar a contraer un compromiso no siempre reconocido. Durante la leva levantada por la Primera Junta, varias tropas de carretas quedaron paradas por haberles quitado los peones, y la cosecha de trigo que prometía ser abundante no pudo levantarse en forma total.

ERAN VAGOS LOS SOLDADOS DE LA INDEPENDENCIA

     El 30 de agosto de 1815, el gobernador Manuel Luis Oliden en un bando de 11 artículos establecía que: "Todos los pobladores de la campaña sin propiedad legítima, deben ser considerados de la clase de sirvientes... deben estar munidos de una papeleta, firmada por el estanciero para quien se trabaja y por el Juez de Paz, debiéndola renovar cada seis meses"... "quien transite con la papeleta vencida será reputado de vago y condenado a servir en el ejército".
De acuerdo con lo expuesto se abre un interrogante ¿eran vagos los soldados que lucharon para darnos la independencia? y, ¿servir a la patria era una condena?.
Además existía el privilegio para los propietarios de tierras, quienes eran eximidos de integrar las fuerzas armadas.

EL PODER DE LOS JUECES DE PAZ

     Generalmente, la única prueba admitida para considerar como vago a un poblador y destinarlo al servicio militar durante varios años, era el testimonio verbal de los jueces de paz.
Al poder de los alcaldes y de los jueces de paz se refería "El tribuno" de Buenos Aires el 18 de noviembre de 1826 : "Son innumerables los atentados que con motivo de las levas se han cometido por los agentes del poder, ya entrando en estancias, echando a mano a conductores de ganado, a los carreteros, etc..

EL MONTE DEL TORDILLO REFUGIO DE "ALZADOS"

     En el año 1819, las normas judiciales que reglamentaban el ingreso de los peones al ejército, contribuyeron a que éstos se "alzaran" y se refugiaran en lugares apartados de pueblos y de estancias. Uno de los lugares preferidos por los peones que se rebelaban contra el sistema de levas, era el espeso Monte del tordillo, en el partido de Dolores. Allí podían resguardarse del seguimiento de las autoridades.
El gobernador Manuel Dorrego prohibió las levas en 1827, ante la necesidad de brazos para levantar la cosecha, pero al año siguiente volvió a implantar el sistema que había criticado, para obtener tripulantes para la flota del almirante Guillermo Brown.

LAS LEVAS EN LA ÉPOCA DE ROSAS

      Juan Manuel de Rosas continuó con la práctica de las levas, y al respecto, hizo referencia con motivo de la inauguración de la Legislatura el 27 de diciembre de 1831: "Se ha practicado un crecido enganche de voluntarios y destinándose al servicio militar a los vagos y mal entretenidos".
William Mac Kann, que recorrió Buena parte de la campaña bonaerense en la década de 1840, también aporta datos sobre este tema: "Cuantas veces el gobierno necesita de auxilios de esa naturaleza, sus oficiales visitan a quien se le antoje para incorporarlo al ejército".
Los que gozaban de prerrogativas durante el gobierno de Rosas, y que ocupaban un lugar privilegiado ante las levas, eran los ciudadanos ingleses, condición que no alcanzaba a los españoles.

VAGOS DE DOLORES Y LAS FLORES

     En 1860 el oficial Ignacio Rivas comunicaba al entonces coronel Bartolomé Mitre, que había enviado varias comisiones a los partidos de Dolores y de Las Flores "a tomar desertores y algunos vagos y no enrolados con el fin de poner al 3º con 500 hombres".

LEY DE RECLUTAMIENTO

     La Ley de Reclutamiento de 1872 en su artículo 20º decía: " los contingentes serán compuestos de guardias nacionales, solteros de 18 a 45 años de edad designados por medio de sorteos".
José Hernández en su inmortal "Martín Fierro" describe con acertados versos, el regreso de los soldados que sirvieron a la patria:

"Y luego si a alguna estancia
a pedir carne se arrima,
al punto la cain encima
con la ley de la vagancia".

sábado, 19 de octubre de 2019

El viejo Por Julian Centeya (seudónimo de Amleto Vergiati)

Quisiera amasijarme en la infinita
ternura de mi barrio de purrete,
con un cielo cachuzo de bolita
y el milagro coleao del barrilete.
Verlo a mi viejo, un tano
laburante que la cinchó parejo, limpio y claro;
y minga como yo, un atorrante
que la va de sover y se hace el raro.
Mi viejo, falegname, era grandote,
y un cuore chiquitín, siempre en la vía.
Su vida no fue más que un despelote
y un poco, claro está, por culpa mía.
Vino en el "Conté Rosso". Fue un espiro.
Tres hijos, la mujer, a más un perro.
Como un tungo tenaz la fue de tiro.
Todo se la aguantó: hasta el destierro.
Y aquí palmó.. . aquí está adormecido
mi viejo, el pobre tano laburante.
Se la tomó una cheno de descuido
y me dejó un recuerdo lacerante.
Qué mundo habrá encontrao en su apoliyo
sí es que hay un mundo pa los que se plantan.
Sin duda el cuore suyo se hizo grillo
y su mano cordial es una planta.

La marrana peripuesta Por Rafael Pombo

Viénle a un mono la chusca idea
de ornar con flores a una marrana,
y ella, al mirarse ya tan galana,
envanecida se contonea,
y a cuantos mira grúñeles: “¡Ea!
¡Paso a la Venus! ¡Todos atrás!
-¡Ah!, dijo el zorro: siempre eres fea;
pero adornada: ¡mil veces más!

MAULA - Por Javier de Viana (En “La Biblia gaucha”, 1925.)

1.  Contaba ño Luz:
Una güelta, la perrada estaba banquetiando con las achuras del novillo recién carniao, cuando se presentó un perro blanco, lanudo, feo, con las patas llenas de cascarrias de barro que sonaban al andar como los cascabeles de la víbora de ese nombre.

2.  Los perros  suspendieron la merienda y se abalanzaron sobre el intruso,  revoleándolo y mordiéndolo,  hasta que Calfucurá, jefe de aquella tribu perruna, se interpuso, imponiendo respeto:

- ¿Qué andas haciendo?  interrogó airadamente Calfucurá.
- Tengo  hambre-respondió con  humildad  el  forastero.
- ¿Y no tenes amos?
- Tuve; pero me echaron porque una noche dentraron ladrones en casa y se alzaron con varias cosas.
- ¿Y no ladrastes?
- No.
- ¿Por qué?
- Tuve miedo; soy maula.
- ¿Sos joven?
- Sí.
- ¿Tenes buenos dientes?
- Sí... ¡ Hace cinco días que ando cruzando campos sin comer!. . . De tuitos lados m'espantan y tuitos los perros me corren. . .

3- ¡ Hacen bien!  sentenció Calfucurá . El trabajo del perro, como el del polecía, es de ser guapo; siendo flojo, no vale la carne que come, porque sin trabajar naides tiene derecho a comer. . . Ahí tenes esas tripas amargas: enllená las tuyas y seguí viaje. . .

LOS BESOS- Por Vicente Aleixandre

No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.

Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto.
En tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa pájaros cuando llegan, escapan?

Entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.

¡Cuan graciosa, cuan fina, cuan esbelta reinabas!
Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan, revuelan, mientras ciega tú brillas.

No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, Ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo,
Gímen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.

HAY QUE SABER SONREÍR - Por Juan Antiga, año 1927.

1.  Los chinos tienen un proverbio que contiene en su esencia  y  cortos   límites   un   tratado   de   vasta   sabiduría. Este pueblo,  tan  antiguo como  discreto,  dice:   "Quien   no sabe sonreír debe cerrar su tienda".

2.  Dirija usted una mirada al círculo de sus relaciones, y como una sencilla observación, tan sólo por entretenimiento,   haga   la   siguiente   prueba:   tome  una   hoja   de papel y ráyela en el centro. La derecha de la línea rotúlela, "Personas que sonríen" y la izquierda,  "Personas que no sonríen".   Anote en cada departamento los nombres de los que poseen o no esas cualidades, y quedará en realidad sorprendido del resultado: encontrará que invariablemente todas aquellas personas anotadas en la columna de la derecha disfrutan de buena salud, su negocio se desenvuelve próspero, son cordiales, y su perenne sonrisa el mejor anuncio de un estado de ánimo conforme y feliz...

3.  Sonría  siempre,  como  sonríen  los japoneses  desde niños, aun cuando tengan que presenciar terribles espectáculos  o  sufrir  profundos  dolores  morales  o  intensas  penas . físicas. Sonría, aunque tenga necesidad de realizar ejercicios  calisténicos de los  músculos faciales  ante el  espejo cada   mañana,   para   enseñarles   a   contraerse   automáticamente.  Aprenda no tan sólo a sonreír en todas las ocasiones, buenas o malas, sino procure también reunirse con aquellos que hagan de la sonrisa una religión. Busque la sociedad de gentes agradables y alegres. Los libros humorísticos, los chistes por disparatados y absurdos y cuanto tienda a modificar sus pensamientos pesimistas, transformándolos en optimistas. Y más qué nada cultive el hábito de encontrar i o todo bien, tolerar, perdonar o disculpar, buscando lo divertido, lo ridículo, lo realmente digno de considerar sensible y merecedor de crítica bondadosa en cada situación.

4.  No pretendo con esto llevar a nadie al camino de la burla   o   del   sarcasmo,   del   cinismo   o  de   un   escepticismo morboso o, como sucede en ocasiones, y de ellos dan prueba   los   maldicientes  o   los  envidiosos,   hacer   desagradable nuestra relación amistosa o cerrar el cupo de los afectos; pero la vida demasiado corta y rica de tristezas y contrariedades  bien  vale la  pena  de saberla  hacer  grata  a  los que nos quieren o a los que nos aceptan, y más que nada a nosotros mismos, que luchamos con las propias pasiones y tenemos que vencer al horrible monstruo del aburrimiento y del egoísmo en todas sus múltiples manifestaciones. ..

5.   Siembre  una  sonrisa y cosechará muchas de ellas, pues la condición humana consiste en devolver en armonía, lo que recibe. Dé al mundo los beneficios de su alegría, no de sus penas.

Cuéntale al mundo  tus  dichas 
y no le cuentes tus penas; 
que vale más que te envidien 
que no que te compadezcan.

Así dice un cantar popular que un poeta anónimo de Norte América expone en un pensamiento análogo. . . : "Es muy fácil estar contento cuando la vida se desliza, como canción; pero el hombre merecedor de ser tal es el hombre que sonríe cuando todo va mal.

ROMANCE DE LA NIÑA DE SANTIAGO Por Luis Cané (De Bailes y coplerías, 1941)

No por negocios de cobre
ni para mercar salitre
a través de las montañas
desde mis llanuras vine.

Vine desde mis llanuras
a rodar tierras de Chile,
y me he quedado en Santiago,
mirando tus ojos tristes.

Ay, la niña de Santiago,
la de Santiago de Chile,
que se va a pie al San Cristóbal
para rezarle a la virgen...

Altiva, pero con gracia,
dulce, pero sin melindre;
te enseña el cielo a ser clara,
tus montañas a ser firme.

Hablando en diminutivos
todo a tu encanto se rinde,
y el caudal de tu ternura
el corazón no resiste.

Ay, la niña de Santiago,
la de Santiago de Chile,
desde el Cerro San Cristóbal
te guarde siempre  la  Virgen:
transparente como el cielo
como tus montañas firme.

domingo, 13 de octubre de 2019

El hombre, ciudadano de dos mundos - Por Wimpi - Editorial Freeland (Bs. As.) - 1ª edición 1973

Lo que se trata de demostrar en estos capítulos es que en la esencia de lo cómico figura como elemento determinante y precipitante la degradación de valores. Resulta cómico decir que eran un novio y una novia tan gordos que debieron casarlos entre dos curas. Resulta cómico decir, al contrario, que el tipo era tan flaco que cuando subía a la balanza, la balanza marcaba para atrás. El tipo pesaba dieciocho kilos bajo cero. La gente ha reído oyendo mencionar el caso de aquél que tenía la voz tan gruesa que si no hablaba con la boca abierta la voz no le salía. O de aquel tan alto que tenía una nube en un ojo; hermano de otro, también tan alto, qué lo llamaban "chupatecho". En todo esto se advierte la desvalorización estética del sujeto.
En el próximo capítulo, donde se habla de la diferencia que hay entre la risa y el juego, hemos de ver cómo en el juego, como medio de competición, el tipo tiene el orgullo de sentirse superior al otro cuando gana, en cambio el desahogo que produce lo cómico está determinado por el sentir inferior al otro. Hemos de ver, asimismo, cómo en el juego el tipo demuestra cierta predisposición a lo heroico (el juego es un sucedáneo de la aventura, el tipo que juega se compensa, jugando, de su incapacidad para descubrir otros continentes que a lo mejor hay sin que se sepa- o de ir a cazar leones a África que ya no hay porque todos los leones están presupuestados).
En cambio la risa es una especie de venganza. El tipo ríe cuando siente, con respecto a si mismo, la inferioridad de aquello que, por inferior, le produce una sensación placentera. Cuando hablamos de la risa como gesto, como expresión simbólica hemos de ver también, por qué el reír consiste en mostrar los dientes. La malignidad que hay en el fondo de toda risa, ya fue aludida por Platón en el "Philebo", uno de los últimos diálogos escritos por el filósofo de la Academia y en el que, como lo hace notar Víctor Brachard, en su exhaustivo estudio sobre Sócrates y Platón el sabio de "La República" consiguió superarse a si mismo. ¿Por qué hay malignidad en lo que podríamos llamar la entraña de la risa? Porque justamente el tipo ríe, como quedó dicho antes, de aquello que considera inferior. De aquello cuyo valor ve degradado. Los filósofos alemanes del siglo XVIII en vez de referir las causas de la risa o mejor dicho la estructura de lo cómico a una degradación de valores, hablaron del "contraste lógico". Pero hablaron del contraste lógico en sí, sin advertir que hay en él, lo mismo que en la desvalorización estética o moral, una caricatura de la mentalidad de quien
incurre, por vía de un razonamiento defectuoso, en ese contraste.
Si en vez de hablar de gordos o de flacos, de pelados o de porrudos, decimos, por ejemplo, que había una vez un ómnibus tan pesado que pisó un caballo y dejó una sota, se obtiene el efecto cómico por una alteración de la lógica tradicional. De la misma manera que si se dice que el troley es el único echado para atrás que lleva la corriente o que era un barco tan viejo que los ojos de buey usaban lentes, o que era una señora tan distraída que batió la mayonesa con un tenedor de libros, o que el lagarto es un animal que tiene que hacer cola para llegar a sí mismo.
Mediante el efecto cómico de lo expuesto, se advierte que la teoría de que lo cómico proviene de una degradación de valores, ya apuntada por Aristóteles en su "Poética", no queda anulada, sino confirmada por las teorías de Schopenhauer en el sentido de que lo cómico resulta de la incongruencia,expuesta en su obra "El Mundo como voluntad y representación", de Lilly que dice que lo cómico es una negación irracional que despierta en la mente una afirmación racional, expuesta en su obra "Teoría del ludibrio", de Melinaud que considera cómicas a ciertas formas de lo insólito, de Penjon que dice que es cómico lo que escapa a toda ley, de Bergson que sostiene que lo cómico surge de la presencia parasitaria de lo mecánico en lo viviente, o sea del automatismo instalado en la vida. Sería tremendo citar uno por uno a quienes ensayaron la definición de lo cómico.
Ruega uno que se tenga confianza en la declaración de que todos los tratadistas de lo cómico, digan como digan sus cosas, conviene, en el fondo, en que lo cómico surge de una degradación de valores. Y esto es fundamental para ensayar la explicación, como primera etapa hacia su comprensión, del fenómeno de la risa. Apelando, de nuevo, a las observaciones personales, puede asegurar uno, que ha visto reír a la gente de referencias como éstas: las chicas llenitas rompen los ojos, porque las miradas
patinan en sus curvas y caen a la cuneta; tenía unos ojos tan dulces que las niñas eran
diabéticas; el andamio es un piso que sirve para caminar por la pared; la nata es el pellejo de la leche; una vez había un señor al que le gustaba el salchichón tan fresco que se lo hacía cortar con el ventilador; los trajes colgados en el ropero parecen personas huecas que estuvieran haciendo cola; cuando la vaca se enoja con el toro le da un bife; la banana no tiene carozo, porque todos los que le probaron le quedaban cortos; cuando los tacos están gastados, las carambolas salen chuecas; la torre de Pisa está inclinada porque abajo se le zafó una porción; y después estaba el caso de aquel muchacho tan mamón que al final tomaba el pecho con croisanes y mermelada; y el de aquel señor, que sufría de reumatismo y tenía una señora tan celosa que una vez en que él, estando en un picnic se le ocurrió ir a nadar un rato, ella le hizo una escena espantosa cuando lo vio salir con Dolores del Río. Y hubo otro al que lo llamaban El Tero porque la mujer era latera y otro al que le llamaban "El pucho", porque la mujer lo había fumado.
Hay una degradación de valores mentales en los razonamientos de los primeros ejemplos y una degradación de lo moral conyugal en el último de ellos. Sólo después de aceptar que lo que suscita la risa es la desvalorización del prójimo, puede estarse en condiciones de pretender una comprensión más o menos completa de la risa. Y es a esta altura que el tema empieza a responder a su título: el hombre, ciudadano de dos mundos. El de dentro y el de fuera. El mundo de dentro donde alienta el ideal de un yo que nunca se alcanza; el mundo de fuera hacia el que el tipo tiende sus manos anhelantes y casi siempre las recoge vacías... El tipo, a veces sin confesárselo, se afana en buscar su verdad. Pero causa la misma impresión que si buscara un gato negro en un cuarto oscuro donde el gato no estuviera. No tiene uno el propósito, por consideración personal para con los lectores, de buscar hasta lo más hondo del espíritu del tipo a fin de desentrañar las razones de su comportamiento. De manera que para que el asunto resulte menos tupido, dirá, uno así, en vez de abocarse a la observación del tipo desde el punto de vista de la psicología abismalpsicoanálisis de Freud, psicología del individuo de Adler, tipos psicológicos de Jung lo hará desde el punto de vista del llamado "behaviorims" de Westson. Objetivismo. Psicología de la conducta exterior.
El tipo, desde las épocas más primitivas, fue un reprimido. Siempre se impuso un límite a sí mismo. Antes de que existiera la policía y el matrimonio, el tipo tuvo un freno, por ejemplo, en el tabú. Parecería que le temiera el tipo a la libertad, parecería que en mismo se trazara ese límite en torno para no desparramarse; muchas veces uno ha pensado que ese límite es el resultado de cierta actividad del instinto de conservación. Las tres teorías más importantes sobre el impulso vital son por lo que no se ha informado, la de Freud que dice que el elan vital es la libido, o sea el instinto de reproducción, la de Adel, que dice que la protoenergía es el afán de prestigio y de poder y la del profesor Austregesillo que dice que aquel clan vital, el estímulo supremo en el hombre, es la fames o el instinto de nutrición. Según Austregesillo si al tipo le dan a elegir entre un Ministerio del Interior, Silvana Pampanini y una milanesa con papas, el tipo elige, primero, la milanesa con papas. Es triste pero es científico. Sin embargo,
habrá podido entenderse que tanto el instinto sexual, que tiende a la reproducción, como el afán de prestigio, que tiende al poder sobre los demás, como el instinto de nutrición, son formas del instinto de conservación. Y ese instinto de conservación es lo que ha mantenido frenado al hombre desde las primeras épocas. La recia naturaleza de aquel mundo flamante despertó una serie de temores en el hombre feral, en el auténtico tarzán. Y ese hombre se protegió (de fuerzas que creía desatadas para dañarle), con el miedo. No hay cosa más segura que el miedo. Y es el miedo, justamente, lo que aveza a los mecanismos inhibitorios para que el tipo quede quieto, para que no haga lo que le gustaría hacer si no considera que, el hacerlo, resultaría peligroso. Maximiliano Beck, en su Psicología la psicología fenomenológica de Beck es una de las obras más importantes e inquietantes que se han publicado sobre el tema en estos últimos tiempos distingue dos formas de apetencia en el tipo. Más bien dicho, dos actitudes frente al mundo que le rodea: el aspirar y el querer. El aspirar es la tendencia del tipo hacia las cosas. Podríamos decir que el tipo aspira a las cosas que se hacen querer.
Los alemanes, en su intensa terminología, tienen una palabra sin traducción exacta al castellano, y que se emplea mucho en la teoría de la necesidad incorporada a la Psicología de la Forma. Esa palabra es aufforderungscharakter. Aufforderungscharakter es el llamado, la atracción, la exigencia, la solicitación de las cosas. El tipo las desea y ellas se hacen desear; pero la mayoría de las veces ya se trate de la mujer del vecino, ya se trate de darle con un fierro al que se le subió al tipo sobre el pie en la plataforma se renuncia a la satisfacción del deseo. Vale decir, el tipo se reprime. La represión es la seguridad. El tipo se reprime obligado por su instinto de conservación. Resulta mucho más seguro resignarse a no tirarse el lance con la señora X y decir "no es nada" cuando el pisador pide disculpas, que exponerse a la reacción del esposo de la señora o al contragolpe del mal pasajero. Pero esas inhibiciones van acumulando agresividad en el interior del tipo. Y esa agresividad busca cada tanto una válvula de escape. Y la válvula de escape menos comprometedora es la risa. El inglés Herbert Spencer ya había sostenido que la risa era una descarga de energía psíquica contenida; es extraño, sin
embargo, que de él hasta Freud -que en su obra "El chiste y su relación con lo inconsciente" dice "no sabemos, realmente, por qué reímos", es extraño que nadie, en lo que va de uno a otro de los sabios citados ninguno haya ahondado en la índole de esa energía sobrante que se descarga mediante la risa. Para la no autorizada, pero de todos modos optimista, opinión de uno, la de tal energía proviene de la agresividad que el tipo contiene. El tipo es un frenado: primero soporta la autoridad de los padres, luego la de los maestros, y, sucesivamente la del gerente, la del policía, la de la mujer, de la enfermera. De ahí que Platón, en su citado diálogo "Philebo" y, aun, en el Cratilo (tan pocos conocidos ambos incluso por quienes se ufanan de haber leído a Platón) hubiera intuido que hay malignidad en la entraña de la risa. Malignidad porque la risa es en cierto modo, una venganza del hombre contra el mundo al que no puede colonizar en sus deseos por los obstáculos que a eso se oponen. La risa, desde el punto de vista axiólogo, desde el punto de vista de la teoría de los valores  es un juicio de valor negativo. La capacidad de enojarse en el animal es la más vieja. En un libro muy completo de Paul Thomas Young titulado "La emoción en el hombre y en el animal" cita el caso de animales perros y monos que, desprovistos de su corteza cerebral, o sea de la parte del cerebro de más reciente adquisición en el ciclo evolutivo, lo mismo tenían reacciones iracundas. Si tuviera uno, tiempo de hablar sobre la psicología de la ira veríamos que es más interesante aún que la de la alegría.
El ya aludido tratadista Young cita, por ejemplo, el caso de una tortuga que nació con dos cabezas. Dos cabezas y un solo cuerpo. Y se obtuvo de ella una fotografía en el momento en que las dos cabezas peleaban a mordiscones por un trozo de alimento que, al fin y al cabo, lo comiera la cabeza que lo comiera, iba a ir a dar al mismo estómago. La ira el gigante rojo, llamado así por Emilio Mira y López en su libro "Cuatro gigantes del alma" es un impulso tremendo que pocas veces llega a formalizar el tipo en la actitud que lo descargue. Por seguridad a veces por pereza, otras por comodidad, pero por seguridad casi siempre, el tipo se contiene. Se reprime. Se frena. Sicomo lo reconoce Max Scheler en una obra magistral que se titula "El resentimiento en la moral" es así que hay en el fondo de todo ser humano un inconfesado, pero activo, resentimiento contra el mundo. Una agresividad sujeta por fuerzas inhibitorias que el tipo utiliza interiormente para no arrostrar los peligros que supone que le acarrearía su desborde.
De manera que cuando otro patina en la cáscara de banana o, por ser extranjero, habla mal el idioma o, por casado, la mujer lo engaña o, siendo soltero, está por casarse, el tipo, al ver degradado un valor el valor estético del que tropieza y cae, el valor estético del idioma, el valor moral del matrimonio, el valor de la libertad que el soltero está a punto de perder el tipo ríe porque su impulso agresivo se ve satisfecho simbólicamente con el daño del prójimo. Ya hemos de ver en uno de los próximos capítulos, cuando hablemos de la risa y el llanto o de la diferencia que hay entre lo cómico y lo trágico por qué, pese a ser una desvalorización de la salud, no hace reír un enfermo; y por qué hace reír la degradación de un valor, pero no la pérdida de un valor. Por ejemplo, si el que patina en la cáscara, Dios libre y guarde, en vez de caer sentado, se desnuca y muere, quien lo ve no ríe, porque ahí no se ha degradado sino que se ha perdido un valor. Y el tipo siente la posibilidad de eso para él, se proyecta en el otro. Lo
compadece. Compadecer, es padecer con el otro...
Es una verdadera pena que el tipo ocupado en sacar cuentas, en contar los vueltos y en discutir el fútbol, viva dándose la espalda a sí mismo, y ande siempre para adelante que es como andan, también, los caballos en vez de ahondar un poco en su tremenda y maravillosa realidad. Diríase que apenas le ha llegado un puñadito de la luz que salió de Dios hace un millón de años para que le encendiera de estrellas la tiniebla de sus cielos.

sábado, 5 de octubre de 2019

Poemas seleccionados del libro: “Exposición de la actual Poesía Argentina” Por Pedro Juan Vignale y César Tiempo

Nocturno - Por Oliverio Girondo




Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y cuál será la intención de los papeles que arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras, y en que las cañerías tienen gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos   16?  avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a veces las cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tienen algo de siniestro y uno quisiera rozarse a las paredes, como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano sobre el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme.
Silencio. -Grillo afónico que se nos mete en el oído. Cantar de las canillas mal cerradas, único grillo que le conviene a la ciudad.

1921.

Otro nocturno

La luna, como la esfera luminosa del reloj de un edificio público.
Faroles enfermos de ictericia. Faroles con gorras de «apache», que fuman un cigarrillo en las esquinas.
Canto humilde y humillado de los mingitorios cansados de cantar. Y silencio de las estrellas, sobre el asfalto humedecido.
¿Por qué, a veces, sentiremos una tristeza parecida a la de un par de medias tiradas a un rincón? ¿y por qué a veces, nos interesará tanto el partido de pelota que el eco de nuestros pasos juega en la pared?
Noches en las que nos disimulamos bajo la sombra de los árboles, de miedo de que las casas se despierten de pronto y nos vean pasar, y en las que el único consuelo es la seguridad de que nuestra cama nos espera, con las velas tendidas hacia un país mejor.


París, 1921.


Llovizna urbana Por Ángel Guido




Dos días seguidos de llovizna invernal.
Muchos espejitos le han nacido a mi ciudad.

Obstinadamente, debajo de nuestros pies,
nos persigue otro Yo, al revés.

Las casas se arrebujan, bien o mal,
en sus sobretodos de muros de cal.
Las puertas y ventanas se abren y cierran
en el breve bostezo de sus hojas abiertas.

Los dedos de los árboles se crispan en vano.
Nadie despertará a la lluvia de su letargo.

En la calle, las casas sentadas en la vereda,
se han puesto a contar chismes o historietas.

Anochece. Las ventanas cansadas de guiñar
han cerrado sus párpados para dormitar.

A los foquitos eléctricos le han nacido ojeras
y no se cansan de vomitar luz las vidrieras.

Maternalmente, contra las fachadas frías,
la dulce llovizna apoyó sus mejillas.

Y hecha canción piadosa, doblando esquinas,
ha entrado en los comercios y en las oficinas

para cantar, debajo de las verdes pantallas
la dolorosa canción de la tristeza urbana.

ENVÍO
Llovizna: En silencio toda mi ciudad escucha
tu canción que delata nuestra vida absurda;

pero no importa: cuando mañana te vayas
se llenarán de niños y obreros las plazas.

Será día de fiesta en los mercados y tranvías
¡y brillará un sol de domingo en las oficinas!



Coplas- Por Luis Franco



Yo fui labrador un tiempo,
mas eran duras mis tierras
de pobre dejé el oficio...
para meterme a poeta.
Bah, me huyes porque supiste
que te vi cruzar la acequia
(El agua estaba de fría...
que te sonrosó las piernas).

Por el sendero te sigo,
por el sendero del pozo;
¿por qué silbas pajarito,
pajarito malicioso?


Camino para la sonrisa de una muchacha  Por Armando Villar



Han llovido tus ojos chaparrones de pájaros
en el patio redondo de mis días sin árboles.
Has mecido las horas en tus brazos de copla
y es tu nombre su alegre sonajero de plata.
En el aula del alba tu voz ha puesto cátedra,
han urdido tus manos una tela de música
y en los campos en flor de tu dócil palabra
pacen los recentales con los morritos húmedos.
Con tu paso más leve que las plumas del aire
has techado las sendas que sangraban al sol.
Llegarás al bautizo del lucero más rubio
con un grano de sal en un pico de alondra.
He teñido mi vida con color de futuro
y soy una bandera todavía sin mástil.
Cuando llegues, mis días te ceñirán los muslos
y en las parras maduras que vendimia la tarde


Dedicatoria del libro «Mal Estudiante»  Por Luis Cané



A esas buenas muchachas sin pasado ni historia
que contemplan la vida como una fiesta ajena;
a esas sentimentales que saben de memoria
versos de Manuel Flores, y adelgazan de pena;
a la olvidada novia de un triste amor incierto
de mi despreocupada juventud de estudiante,
y a esa que me escribe, desde un pueblo distante,
que a veces me recuerda como a un amigo muerto