sábado, 30 de noviembre de 2019

Cada vez... - Por Ezequiel Feito


I

Cada vez que discutes conmigo
remueves la húmeda y leprosa tierra del recuerdo
y desentierras el ansioso y nunca muerto cadáver
de nuestros errores.



II

Mientras él resucita, nosotros
vamos descomponiéndonos de a poco, juntos, en una sola carne.
Un dulce coro de gusanos va subiendo a nuestros labios
y nuestras palabras, y nuestros gestos,
van cubriendo nuestra tumba.



III

Amor, ¿hasta cuándo soportaremos esta carne enferma?
¿Hasta cuándo seguiremos llamando aquel cadáver?

IV

Mientras tanto,
no hay sol ni luna, y nuestro corazón se disuelve
en la húmeda tierra de la noche y el silencio.

sábado, 23 de noviembre de 2019

Amor a los libros - Por Valentina Galbán, alumna de 3° 2° de la E.E.S.N° 3 “Carmelo Sánchez”

       Hay ciertos amores inexplicables, seguramente conoces a alguno, generalmente este tipo de amor suele ser más dirigido hacia personas, sin embargo ¿Alguna vez te imaginaste amando un objeto tan común y corriente como un libro? Suena raro, pero te sorprendería saber la cantidad de cosas que pueden salir mediante las palabras, es sorprendente, la cantidad de alegría, tristeza, angustia y odio que atraviesa al lector mientras se interna en sus historias.
      ¡Cómo puede ser que leer pueda ocasionar varias reacciones! Tal parece ser el caso de aquellas personas que no se dan el lujo de disfrutar lo que un par de páginas pueden producir.
Esto va más allá “No juzgues un libro por su portada”, es directamente “No juzgues a una persona por leer”. Es una lástima, nunca voy a entender por qué últimamente la Juventud se priva del placer de leer mediante simples, sencillos y mediocres argumentos, tales como: la duración (generalmente influye más un libro largo que uno corto); el tema; la apariencia del mismo, de ahí la frase “No juzgues un libro por su portada”. O sino por una cuestión de moda, es decir, hoy en día según la federación de Gremios de Editores de España: “Sólo el 44,7% de chicas y chicos, entre 15 y 18 años, leen de manera habitual. El porcentaje de lectores entre los 10 y 14 años es del 70,8%”, y pueden ser razones realmente tontas, por ejemplo: si un adolescente se la pasa la mayoría del tiempo libre leyendo, es un “anti”, un aburrido, un traga o se le asignan otros apodos denigrantes para un ser humano. ¡Una lástima!
   Pero gustos son gustos, y nadie puede obligar a la otra persona a hacer algo o criticarlo por hacerlo, hay que respetar y ser respetado. Porque habla muy mal de alguien tratar mal a una persona por hacer algo tan lindo y común como leer. Si estás dentro de este porcentaje de personas que no se anima a disfrutar de este placer, déjame decirte algo: el no ya lo tenes, no creas que esto es una pérdida de tiempo, porque quizás sea uno de los errores que alguna vez vallas a cometer, esto recién lo vas a entender el día que estés leyendo y que sin querer y sin darte cuenta estés derramando una lágrima, riéndote o enojándote. Porque puede ser que leer hoy te parezca una tontería y que no lo entiendas, pero no podés entender algo hasta que lo vivas en “letras propias”.

COSAS QUE PASARON...(De la revista “Leoplán” del 18 de noviembre de 1963)

...entre un rey y un gobernador
El gobernador de Auvernia contestó de la siguiente manera a Carlos IX, cuando le mandó la orden que se refería a la matanza de San Bartolomé: "Me han traído una orden con el sello de Vuestra Majestad mandando dar muerte a todos los protestantes. El respeto que profeso a Vuestra Majestad me hace creerla falsa; pero si fuese verdadera, el respeto me mandaría no obedecer".

... en Francia
Ana de Montmorency, mientras rezaba el rosario, escuchaba a alguien que le contaba las atrocidades que cometían sus soldados, y entonces, entre dos Aves, se interrumpía para decir:
-Que se lo cuelgue. Que se lo ahorque.

....en España
Pocos años antes de su abdicación, Carlos V se vio aquejado de fuertes dolores de gota, y como cierta vez el conde de Burens lo viera cojear, le dijo:
- El imperio cojea.
- No son los pies los que gobiernan -le respondió el emperador-, sino la cabeza.

... en la China Imperial
Nanking, preocupadísimo por la conducta de sus soldados y generales que rao escatimaban asesinatos y que se regodeaban con las grandes matanzas, fingióse enfermo y se metió en cama. Mandó luego un emisario a los altos generales de su ejército, con un parte donde les decía: "Me hallo mal, muy mal, pero el remedio más seguro para curarme depende de vosotros. Juradme que no derramaréis la sangre de los ciudadanos". Los soldados prometieron y cumplieron la promesa; entonces el emperador curó de sus males.
El mismo emperador acostumbraba a decir: "No hay don más precioso que la vida de un hombre. La salud de un pueblo es la del imperio; por eso, para mejorar un imperio, nada hay tan provechoso como animar al pueblo, y para mejorarse a si mismo nada hay tan útil como reprimir las pasiones".

...con Napoleón
Le escribía Napoleón al duque de Berg, que se encontraba en España con sus tropas:
"Comportaos de tal modo que los españoles no puedan adivinar el partido que yo he de tomar; esto os será fácil porque yo mismo todavía no lo sé"

lunes, 18 de noviembre de 2019

“CONTATE UN CUENTO XII” Categoria E: adultos Ganador: “El guapo” de Alejandro Damian Lamela de Ciudad Autónoma de Buenos Aires

  La vida puede ser muy dura para esos que apenas nacen ya no le importan a nadie. Hay que ser muy guapo para bancarse esa realidad. Lo pensó una vez más mientras lo preparaban para el combate. Cuando uno no tiene nada (o casi) que perder, es más fácil soportar los golpes de la vida, y hacerse fuerte. La vida… eso es lo único que se tiene para perder. Así que hay que aferrarse a ella, con las uñas si es necesario, para que no se escape, la muy roñosa.
   Roña le estaba buscando ese hijo del mal que lo miraba al otro lado del patio, revoleando el cogote, entrando en calor para lo que vendría después. Se hacía el gallito, pavoneándose frente a la peonada, yendo de un lado al otro, como quien se cree mejor que cualquiera. Que siguiera así, dentro de un rato iban a jugar al gallito… y gallito ciego iba a quedar.
   Él no se pavoneaba. Él se erguía recto, fuerte, duro, como la vida. Él era El Guapo, y le hacía honor al nombre sin ningún changüí. Ya de muy chico había tenido que mostrar fortaleza, como el día en que surgió una disputa con uno de sus hermanos mayores que se hacía el vivo con su comida: se le plantó, lo fajó de lo lindo y el taimado terminó perdiendo un ojo, ante la vista impasible de su madre. Ahí fue cuando el patrón se dio cuenta que él tenía otras cosas para dar, que no era uno más. Ese mismo día se lo llevó, y lo empezó a preparar.
   Preparar para carnicerías como la que estaba a punto de empezar, en esos galpones perdidos en el medio de la provincia, en esas veladas nocturnas de combates ilegales cerca de los esteros, uno tras otro, tras otro, tras otro irían cayendo, hasta que sólo uno de los que peleaban se iría caminando sobre sus dos patas.
   Hasta ahora El Guapo siempre había salido caminado. Cuando la vida no te trata bien, o te hacés fuerte o le das de comer a la indiada. Tenés que demostrar que servís para algo más que el resto, que podés aportar otras cosas. Sangre, ferocidad, violencia, ira, muerte… él tenía mucho de todas. Lo dejó en claro cuando lo enfrentaron a otros más grandes y curtidos que él en los entrenamientos: siempre se los tenían que sacar antes de que les arrancara el cogote a los muy taimados. Se pensaban que porque era jovencito le iban a cortar las alas. ¡¡¡Pues no señor!!! Y se iban rotos, para que les emparcharan los agujeros por los que se les filtraba la vida a gotones.
   Agujeros. Buscó hacerle uno rápido a su rival de hoy, El Carnicero, pero no tuvo suerte, lo esquivó fácil y cuando se quiso acordar, él mismo estaba a la defensiva tratando de esquivar los golpes, moviéndose de un lado al otro, saltando y cambiando el paso para volverse imprevisible.
   Siempre funcionó eso: era veloz, era impetuoso, se los llevaba por delante a los que le ponían en los primeros combates, no le duraban nada, y muy de a poco fue saliendo de la inmundicia del fondo del rancho en el que jugaba de local, para ir visitando otras taperas donde reventarse la jeta con el matungo de turno, ese que siempre venía “invicto”, y se iba desplumado.
   Hoy chocaban dos invictos, el de larga data era él, el nuevito era el otro. Y mal que le pesara se estaba notando que la mano había cambiado. El muy maula era veloz y escurridizo: cada vez que El Guapo avanzaba, El Carnicero lo frenaba en seco con un cabezazo, y le llovían los golpes sin respiro.
   Siempre él había sido la sorpresa, como cuando fue de punto al festival ese en la Capital, a escondidas de la Ley, para variar. Se fue comiendo a los pebetes uno a uno, los dejó tirados a todos y si no ganó la final, fue porque llegaron los milicos y se llevaron a todos presos. Él y su entrenador corrieron y safaron de tener que abrir el pico y cotorrear en detalle sobre lo que hacían.
   El pico que le quería cerrar a El Carnicero se empezaba a ver borroso. Parecía que no, pero se fue dando cuenta de todos los golpes que había recibido por la sangre que iba salpicando la tierra. Los de afuera gritaban como condenados, ya se acercaba el final del combate: cuando los energúmenos se ponen así es porque ven que la sangre está hablando y que su ganancia o pérdida está a punto de aumentar. Y cuando se apuesta fuerte, se apuesta todo.
   Nadie apostaba más fuerte que él. Ya ahora, que tenía unos cuantos años de profesional en ese circuito mugroso de peleas clandestinas, sabía interpretar perfectamente cuando la mano venía dulce y hasta tenía tiempo de cacarear antes de liquidar la faena, lucirse un poco y subir el copete. Y cuando la mano venía torcida. Como hoy. Aunque se torcía siempre para el otro, y ahora se le estaba torciendo a él.
   Ya no veía. Capaz porque esa masa con sangre a sus patas era su ojo derecho, y el izquierdo no estaba mejor. El Carnicero lo estaba faenando de lo lindo. Pero él era Guapo, y se bancaba todas, hasta la derrota inminente. Juntó coraje, que de eso siempre tenía para dar, guardar y repartir. Se mandó para el frente con todo en un intento valiente enardeciendo a la negrada, que ya lo había visto pelear muchas veces, y esperaba esa corrida veloz del final para sorprender al otro y sacarle la victoria del buche. Pero se ve que El Carnicero también la esperaba, pegó un salto de la santa madre, le cayó encima del lomo y lo molió a golpes. El coraje, los huevos, las agallas habían quedado lejos a la distancia. Ahora reinaba el dolor y apestaba la muerte. En el charco de su sangre, respirando como podía, mientras las tripas se le escapaban, oyó que había nuevo campeón en la zona, y no era Guapo, era Carnicero. Y de yapa, escuchó:
   - ¡Qué malaria, don Tabaré! Le mataron al campeón, se le terminó la racha.
   - Y bueno, m`hijo, las rachas están para romperlas. Bastante me dio de comer el gallo éste. Y en un rato lo va a hacer una vez más. Se lo llevo a la patrona para el puchero… ja, ja, ja.
   La vida puede ser muy dura, para esos que apenas nacen ya no le importan a nadie. Hay que ser muy guapo para bancarse esa realidad.

“CONTATE UN CUENTO XII” Categoría D: alumnos de EEPA y CENS Ganador: “Lo que enseña un gran amor” de Laureano Ezequiel Loza alumno de 2° año de CENS 451


En una hermosa tarde de primavera (para mí, la estación más linda) viajé hacia donde mis abuelitos vivían, un lugar pequeño, pero con grandes personas.
             Mis abuelitos se amaban como la primera vez,  cuando se habían conocido, o con mayor intensidad. La de ellos era una historia digna de un cuento de hadas. Siempre llevaban una gran sonrisa en su cara, inclusive caminaban de la mano juntos y no se separaban por nada.
             Yo soñaba con encontrar a un amor así, una persona que llenara mi vida de colores, que alegrara mis días, que estuviera conmigo en las buenas y en las malas, que fuese la luz de mi existir, y que con sus caricias hiciera brillar mi vida.
              Cierto día de mi estadía, pregunté a mis abuelitos cómo hacían para ser felices y que nada los quebrantara. Entonces, mi abuelo me dijo:
- El amor, el verdadero amor, es aquel que permanece intacto con el tiempo.
             Mi abuelita sonrió tiernamente y miró a los ojos a mi abuelito diciendo: 
- Porque el amor es eso, envejecer amándose…
             ¡Esas palabras fueron tan inspiradoras, tan dulces para mí!. Yo me sentía feliz al lado de ellos, en un ambiente muy tranquilo y armónico, diferente a lo que sucedía en mi casa, donde mis padres sólo pasaban el tiempo discutiendo. 
             A veces, sentía que la magia del amor se había apagado en ellos, aunque trataran de disimularlo, yo ya estaba grande y me daba cuenta.
             Muchas veces fui feliz, pero otras, lloraba en mi cuarto pues mis padres no se acordaban de mí, no me llamaban ni siquiera para preguntarme cómo estaba. Para mi fortuna,  mi abuelita siempre me consolaba y me decía que seguro era porque estaban ocupados, trabajando, con muchas cosas que hacer.
             Un día, salí a caminar al campo y distraerme un poco, compré helado y me divertí mucho viendo a otros niños jugar. Pero cuando regresaba a casa recibí una llamada que cambiaría mi vida… Me decían que mis padres habían muerto en un accidente de tránsito, mientras discutían.
             En ese momento todo se derrumbó para mí y lo único que atiné a hacer fue sentarme en la calle a llorar desconsoladamente. Las personas pasaban y me miraban llorar, pero nadie se detenía, nadie imaginaba el enorme dolor que llevaba dentro. Hasta que un joven se detuvo, se sentó junto a mí y me preguntó por qué estaba llorando. Yo sólo le dije que se fuera, que no hablaba con desconocidos. Sin embargo, tanta fue la insistencia de aquél joven que logró que le contara lo que me había sucedido. Entonces se conmovió, me abrazó y luego me dijo:
- Ya no llores. Tus padres estarán en un mejor lugar, con Dios en el cielo; desde allí velarán por tus sueños y guiarán tu vida. Sólo hay que creer y tener fe.
   Luego, me llevó a mi casa. Mis abuelos le agradecieron lo que había hecho por mí. Parecía ser un extraño, pero me inspiraba confianza, tranquilidad.
             Así fueron pasando los días y tuve que hacerme fuerte para poder superar lo que me había pasado. Siempre recordaba a ese joven que me había dicho palabras muy sabias. Por cierto, no sabía nada de él, ni siquiera le había preguntado su nombre…
             Después de un tiempo, mis abuelitos me propusieron que continuara mis estudios en un colegio cercano, y yo acepté pues me encantaba aprender cosas nuevas y me ayudaría a mantener mi cabeza ocupada.
             Cuando iba caminando con mucha expectativa al lugar en el que se construiría el conocimiento, donde conocería gente nueva, casi sin fijarme tropecé con un joven que se dirigía al mismo lugar que yo.
- Me alegra que ya estés mejor- me dijo. Y enseguida reconocí su voz. La vida parecía querer volver a juntarnos, hacernos coincidir.
             Me reconfortó volver a escuchar sus palabras y le respondí con una sonrisa cuando me preguntó mi nombre:
- Victoria- le dije.
- Así como lo indica tu nombre, debes triunfar en la vida, luchar siempre y no dejarte vencer.
             Con el correr de los días en clase nos fuimos convirtiendo en amigos inseparables y podría decir que según mi deseo también en algo más que eso.
             Ese joven tenía algo especial. Era diferente a los demás, único. Sabía siempre lo que me pasaba y podía contenerme, me hacía compañía y me apoyaba.
             A medida que la relación crecía   había logrado convertirse en el hombre de mis sueños pero no podía decírselo porque temía perder su amistad. Me bastaba con que fuese mi amor platónico. Sin embargo, él se adueñaba cada vez más de mis más dulces anhelos y sentimientos.
             Entonces, decidí tratar de alejarlo de mis pensamientos y de mi corazón,  pero me resultaba imposible. A menudo me descubría con la mirada perdida pensándolo una y otra vez.
             Cierto día, mis abuelos comenzaron a preguntarme  qué había cambiado en mí … estaba diferente. ¡Claro!. ¡Me había enamorado!!! ¡Como ellos! ¡Me había enamorado!!!.
             En medio de este sentimiento nuevo para mí, por las noches recibía un mensaje que decía: “Dormiré temprano para soñarte más temprano aún”.
             Una mañana, el joven dijo que quería hablar conmigo y tomándome de las manos y de rodillas, como se hacía antes, me preguntó si quería ser su novia.
             Me juró amor eterno, me hizo dueña de todas sus ilusiones y ansias, luego me abrazó y me besó. Guardaré el recuerdo de aquel momento en lo más profundo de mi corazón.
             Mis abuelitos estaban contentos. Veían a aquel joven como alguien caído del cielo que había venido a hacerme feliz.
             Desde entonces nos hicimos inseparables. Caminábamos de la mano, compartíamos nuestros sueños e ilusiones, nos mirábamos por horas diciendo lo mucho que nos amábamos e intercambiábamos promesas de amor.
             Fuimos novios muchos años, ocho exactamente, los mismos que marcarían mi vida y mi existencia. Nuestro amor parecía bendecido; era como el de los cuentos de hadas.
          Una hermosa noche estrellada, Emmanuel me llamó, me citó en el parque junto al lago y me pidió matrimonio. Me dijo que era el amor de su vida y las lágrimas no tardaron en aparecer. La felicidad colmaba todo mi ser.
             El día de nuestra boda debía ser el más feliz de mi vida; sin embargo, sentía que algo oprimía mi corazón. Pensé que simplemente eran nervios, pero cuando iba para la Iglesia recibí una extraña llamada que me decía en un tono que más tarde entendería como despedida:
- Te amaré infinitamente. Mi amor por ti no conoce tiempo. Pase lo que pase siempre estarás en mi corazón.
             En el camino, cuando estaba próxima a llegar a la Iglesia, noté que algo sucedía ya que había gente aglomerada en la calle. Un dolor profundo, un presagio, un temor invadía todo mi ser al tiempo que comenzaba a ver aquello que no hubiera querido nunca. El carro en el que viajaba Emanuel, mi novio, mi futuro esposo, había tenido un accidente y él había muerto en el acto.
             Mi mundo se derrumbaba otra vez. Lloré junto a mi amado. Parecía estar viviendo una pesadilla de la que quería pronto despertarme. El mundo no era el mismo sin él: el sol no brillaba, la noche era oscura y mi interior estaba en penumbras.
             Cuando parecía que ya no había salida, que no valía la pena seguir, que el amor se había acabado, cuando había decido que ya no quería seguir viviendo, él apareció una vez más, para salvarme.
             Dicen que en la vida todos tenemos un ángel de la guarda, que nos acompaña siempre, que está justo detrás de nosotros sosteniéndonos, o a un costado llevándonos de la mano, o delante mostrándonos el camino.  Porque el amor verdadero, una vez que se conoce, nunca muere. Porque si no es en esta vida, tal vez sea en otra, pero ese amor inmenso siempre nos acompañará.
             De a poco, desapareció entre la nada. Pero me dejó la esperanza de ese gran amor, la ilusión, las ganas de seguir y de trascender esta vida con toda la fuerza de mi nombre. Sentí a Dios y viví con la fe que me transmitió que algún día nos volveríamos a encontrar, es decir, volvería a encontrarme con un gran amor.

“CONTATE UN CUENTO XII” Categoría C: jóvenes de 16,17 y 18 años Ganador: “ El amor después del dolor” de Emilia Netcoff, alumna de 4º año del colegio Santa Rosa de Lima


              Ese día no me lo olvido más. Me acuerdo de estar abrazándonos todos los chicos, sin necesidad de sentir dolor por el otro porque cada uno tenía el propio, con el alma rota, el corazón destrozado y los ojos hinchados, resultado de haber llorado horas y horas sin parar. Un chico como yo jamás se hubiera imaginado tener que vivir una desgracia como ésta.
             Ese velorio. Ese día soleado, pero gris de angustia. Los rayos del sol que quemaban,  pero al tacto eran fríos y sensibles sobre la piel. La muerte de mi mejor amigo, de mi hermano, mi compañero incondicional. Sólo pensaba en cómo la vida había sido tan injusta, con él, conmigo, con su familia, con   su hermana, con sus papás.
             Todos desconsolados en busca de respuestas, esperando recibir la noticia, que todo era mentira, que ese accidente no era real, que él seguía con nosotros, jugando un partido, tomando mates después de entrenar o mirando pelis con Cami y conmigo. Ahora ella estaba sola, asustada, perdida en el sufrimiento por tener que despedirse de su hermano mayor, el que la había cuidado siempre, desde el primer día. Eran inseparables; dos en uno.
             La noche después de la muerte me acuerdo de estar tirado en la cama, pensando sin parar en Nico. Me preocupaba qué fuera a hacer yo sin él. Amigos desde sala de 3 y 15 años de amistad, eso no se podía borrar y soltar de un día para el otro.
             A las semanas empecé a tratarme con una psicóloga que me hizo muy bien. Nico ya no era un recuerdo horrible y trágico, sino una persona que iba a recordar con una sonrisa. También me sumergí en la música. Se me hizo como un refugio llegar de la escuela y tomar la guitarra; a menos que tuviéramos Educación Física no la soltaba.
             Las terapias me habían dado un empujón enorme para salir adelante, pero obviamente había una parte que no alcanzaba nunca a sanar. Me lastimaba saber que Cami ya no contaba con la figura que le significaba su hermano, y verla salir del colegio sola todos los días me partía el alma. Por eso fue que me volví a acercar a ella, porque sé que si Nico hubiera estado acá, ahora, me pediría que la cuidara. Muchos hermanos mayores detestan que sus amigos, incluso, hablen de su hermana, pero este no era el caso. El solía decirme que si le pasaba algo quería que yo estuviera ahí con ella, pero ¿quién hubiera pensado que una tragedia iba a cruzarse en nuestras vidas? Nadie. Uno nunca piensa en que mañana te podés levantar y quizás alguien que ames ya no esté. Por eso siempre lo tomé como en broma. Ahora ya no nos estábamos riendo, así que me tocó ocupar ese lugar .Con Camí teníamos una buena relación por lo que no fue tan difícil buscarla.
             Un viernes, la esperé a la salida del colegio. Me pasó por al lado, me saludó con el mismo "adiós" de cada vez que me veía y siguió de largo hasta que levanté un poco la voz para decirle que se acercara. Caminó indecisa hasta el escalón donde estaba sentado y me miró esperando que algo saliera de mi boca. Un poco nervioso porque no hablábamos desde la semana siguiente a la muerte de Nico, le pregunté si no quería acompañarme a casa y tomar unos mates, no obstante me devolvió una expresión negativa. Me pareció raro porque Cami jamás rechazaba unos mates con nadie, pero decidí darle su espacio. A lo mejor no era el momento y no estaba lista para enfrentar los recuerdos del pasado.
             En la sesión con la psicóloga le comenté lo del viernes y me dijo que era lo indicado darle tiempo, pero que no creía que el hecho le hubiera dado igual, sino que seguramente estaba extrañada con mi intervención y que era probable que ahora, estuviera cruzándose por su cabeza y  esperando alguna explicación.
Luego de esa charla, me quedé varias noches desvelado pensando en qué hacer con Camila y cómo. Por fin, recurrí a mis instintos y pasé por la casa de Nicolás. Si era duro para mí, no me quería imaginar lo que sería para su familia.
             Las manos transpiradas del miedo y la incertidumbre palmearon para que alguien me abriera la puerta.  De repente, mis ojos miraban al papá de mi mejor amigo. Su cara pasó a expresar unas cinco emociones en menos de diez segundos: primero sorpresa, después confusión, alegría, cariño y una vez más, confusión.  Entonces me abrazó y me dijo lo contento y asombrado que estaba de verme ahí.
             Nos sentamos en el sillón donde solíamos pasar Nico y yo tardes enteras y conversamos del transcurso de mi último tiempo. Entonces, le pregunté por Camila. Por lo que me dijo, ella estaba haciendo un informe para el colegio (típico de su parte, de una chica responsable, inteligente y aplicada) pero de igual manera me llevó a su habitación. Toqué la puerta que permanecía cerrada y pregunté si podía pasar.
             La hermana de mi amigo me abrió la puerta. Muy tranquila, me miró, sonó un cálido “no esperaba verte por acá”  y me hizo pasar. Me senté en el borde de la cama. Antes de poder explicarle mi presencia me interrumpió, se disculpó por no aceptar mi invitación del viernes y se anticipó a explicarme que ése no había sido un buen día y que necesitaba volver a su casa. Después de que terminara empecé a resumir mi parte:
-Cuando se fue Nico también se fue una parte de mí con él, no sabía cómo seguir; fui a la psicóloga, pase días completos encerrado, con la guitarra, en silencio. Verte todos los días destrozada, volverte sola y no tener salidas como cualquier adolescente me daba impotencia. Siempre fuiste una con tu hermano y conmigo, y no hacer nada por vos era volverme indiferente a Nico, a vos y a tus papás. Nunca le haría eso a mi mejor amigo, así que si no te molesta me tomé el atrevimiento de devolvernos nuestra vieja relación.
             No se contuvo ni dos segundos para abrazarme. Le devolví la expresión con más fuerza y me contestó, antes de soltarme, que me extrañaba y que estaba muy agradecida con el gesto.
             A partir de ese día los dos nos unimos más que nunca; vernos ya era costumbre por lo menos una vez a la semana. Siempre hacíamos planes distintos, y el que no podíamos evitar repetir era el de visitar el silencio y la calma de los atardeceres en el borde del río, donde la ciudad se asomaba paulatinamente a la oscuridad de la noche y a la luz de la luna. Pero lo que hacía al momento más especial era la compañía de la guitarra y la voz de Camila resonando en cada melodía. Sentí que estaba recomponiéndome, sanando, y que era algo que hacíamos mutuamente, dejando que cada pedazo de mí que daba por perdido, volviera a su lugar.
             Y  fue entonces cuando me di cuenta que el amor que sentía por la hermana de mi mejor amigo, ya no tenía que ver con sólo ir en busca de su paz . Había algo más que, después de tanta tristeza, parecía devolverme la felicidad. Me había enamorado de la última persona que hubiera imaginado y estaba siendo verdaderamente increíble.
             Cuando me di cuenta ya estábamos transitando la última semana de clases. Con Cami quisimos cerrar el ciclo de mi último año regalándonos un buen festejo. La idea consistía en vernos a la salida de mi última jornada escolar, de la que aliviado me iba a despedir, (después de la muerte de Nico no logré formar ningún vínculo), almorzar en mi casa y desde ahí encaminarnos al muelle a pie.
             Nos sentamos a descansar sobre las últimas tablas de madera antes del río. Nos dedicamos a intercambiar anécdotas, historias y cualquier tema que surgía en el momento, en medio de algún recuerdo con Nicolás. Mezclamos nuestras risas hasta cansarnos y cuando fue así Camila se recostó a mirar las numerosas constelaciones mientras yo respiraba muy profundamente, cargando mis pulmones de ese aire distinto al de todos los días. No pude descifrar qué lo diferenciaba, pero me confundía entre la sensación de estar vivo y de ser el espectador de una película de ficción.
             Esa noche, en ese momento y lugar, junto a Cami, pude entender el sentido de la vida. Alcancé a ver cómo podía ser tan angustiante y difícil, pero, al mismo tiempo, tan reconfortante y satisfactoria.  Supe que siempre se nos puede venir el mundo abajo sin embargo tarde o temprano viene una recompensa, un aprendizaje que compensa, algo que te hace apreciar y agradecer el día que llegaste al mundo.. Y valoras todavía más cada sensación, experiencia o persona, que te recuerde el motivo de estar de pie y con el corazón a pleno latir. Nico fue una de esas y ahora Cami también. Porque…, qué es la vida sino una síntesis de instantes de felicidad, y aprender que, de un terrible drama, de una tragedia, también puede nacer el amor

“CONTATE UN CUENTO XII” Categoría B: jóvenes de 14 y 15 años - Ganador: “La guerra de la verdad”, de Anneke Wendel alumna de 3º año del Inst. Bg. Martin Rodríguez de Tandil


  - ¿Ya llegó? -preguntó el pequeño no bien regresó de la escuela.
  - ¿Qué es lo que debería de haber llegado? -respondió su madre.
  - La carta de papá. Todos los meses llega para estas fechas, pero al parecer en este se ha retrasado unos días...
  El rostro de la mujer palideció. El niño no parecía comprender el porqué de su reacción ante su inocente pregunta, pero de inmediato volvió con sus preguntas:
  - ¿Significa eso algo malo, mamá? ¿Qué le puede haber sucedido?
  - No, mi niño -dijo intentando que se pasara su desesperación- ya sabes cómo son las guerras: no cesan hasta que el último enemigo es derribado y haya abandonado el campo de batalla. Seguramente sólo ha estado muy ocupado, y no ha encontrado el momento adecuado para escribirnos: no tienes de qué preocuparte.
  Ambos se abrazan. El chiquillo estaba creciendo con la ausencia de su padre, pero estaba encariñado a las cartas que les enviaba cada mes. Sentía que cada palabra escrita en el papel, le quería transmitir algo más de lo que realmente decía.
  A la mujer, por el contrario, la llegada de los últimos días del mes, implicaban una serie de sentimientos difíciles de sobrellevar. Cada vez se le dificultaba más y más el hecho de lidiar con sus emociones.
  Se separaron. Era la hora de la cena, que por lo que parecía, sería lo suficientemente incómoda como para que ninguno de los dos no emitiese palabra: no sabían qué decir luego de la conversación de hace unos momentos.
  - ¿Ya has terminado?
  - Sí, mamá.
  - Espero que te haya gustado. Te veo muy cansado: prepárate para ir a dormir.
  - Está bien. Buenas noches.
  - Buenas noches, mi niño.
  El niño se retira. Ella sale inmediatamente al jardín: luego de lo que le había ocurrido, necesitaba tomar un poco de aire fresco, pero, aun así, no mejoraba. ¿Cómo se había olvidado?
  Entró rápidamente a la casa, y comenzó a buscar unos papeles en un antiguo baúl. Tomó una pluma, y comenzó a escribir. Su mano se deslizaba haciendo rodar e impregnar la tinta sobre el papel lentamente: procuraba que ese escrito no tuviese ningún error, debía de ser perfecto. En medio de su escritura, su nerviosismo, hizo que una gota de tinta negra, cayese sobre las palabras recién escritas. De inmediato, un borrón color oscuro se generó por sobre la hoja: ya no servía.
  Enojada y desesperada, tomó la copia y la desechó. Tomó otro pliego de papel con preocupación, y comenzó a escribir nuevamente. Ya eran las dos de la mañana, y aun no había terminado. Era tal el silencio que reinaba en la casa, que lo único que se oía era el correr de la pluma con tinta por sobre el papel. Sentía que el tiempo corría y corría, pero no lograba darse por satisfecha hasta que sus palabras fuesen consideradas por ella misma como correctas.
  Finalmente, logró acabar. Tomó su manuscrito y fue hasta su habitación  por un sobre blanco. Lo colocó dentro, y le aplicó una estampilla en una de las esquinas. Procuró que estuviese bien cerrado, y lo puso sobre la mesa de la cocina.
  Más tranquila, se preparó y se fue a dormir, aunque logró conciliar el sueño cerca del amanecer.
  - ¡Hijo, despierta! ¡Ha llegado una carta! Tal vez sea de tu padre.
  - ¿Sí? Está bien, déjame dormir un poco más e iré a leerla.
  La mujer se quedó desconcertada: era la primea vez que el niño reaccionaba de tal manera. No entendía cómo de un día a otro, su interés por recibir una carta proveniente de su papá se había aplacado así. Sin embargo, tuvo la suficiente fuerza para calmar su curiosidad, y logró esperar hasta que el pequeño se levantase.
  - ¿Y la carta? ¿Puedo leerla ya?
  - Sí, hijo. Está sobre la mesa.
  El chiquillo tomó el papel con ambas manos, y muy desganado comenzó a leer. No parecía tener en absoluto ansias por saber el contenido de ella.
  - ¿Y? ¿Qué es lo que dice?
  - Exactamente lo mismo que dice el papel desechado.
  Comenzó a sentirse mal.
  - Mamá, ¿puedes explicarme cómo es que tienes una copia de la supuesta carta de papá?
  ¿Había llegado el momento de confesar todo? Este secreto desde hacía años, ¿había llegado a su final?
  - ¿Puedes decirme?
  Hubo un silencio que duró algunos minutos.
  - Hijo, las cartas las escribo yo.
  Las facciones del niño, de golpe representaron un enorme desconcierto.
  - ¿Y mi papá? ¿Dónde está? ¿Está en la guerra?
  Una pequeña lágrima, comenzó a rodar por las mejillas de los dos.
  - Él nunca fue a la guerra. Te abandonó cuando apenas habías nacido.

sábado, 16 de noviembre de 2019

HISTORIA DE UNA CONDENA A MUERTE - Por Juan Carlos Pirali

En el año 1912 un juez de los tribunales de Dolores condenó en primera instancia a un homicida por un crimen cometido en Castelli, a la pena de muerte. Posteriormente, la Cámara de Apelaciones lo sentenció a seis años de prisión.
El 7 de abril de 1912, se presentó en la comisaría de Castelli una persona que dijo llamarse Cristóbal Algañarás, manifestándole al titular de dicha repartición, don Desiderio González, que había inferido una herida con su daga a Silverio Blas Coronel frente al boliche "La Verdura". El mismo día fue interrogado el herido, quien declaró que "viniendo de vuelta de cumplir con unos deberes cívicos", había visto en la vía pública e inmediato al boliche denominado "La Verdura", que discutían acaloradamente Agripino Núñez y Cristóbal Algañarás, y en el preciso instante que se iban a las manos, bajó de su caballo y se interpuso entre los dos, en cuya circunstancia recibió la herida de parte de Algañarás. Dijo llamarse Silverio Blas Coronel, argentino de 18 años de edad, domiciliado en Castelli.
Intervino el médico de Policía, Dr. Atilio Villa, quien constató que Coronel tenía una herida en la región pectoral izquierda, con abundante hemorragia y que su estado era grave. El día 13 de abril se produjo la muerte como consecuencia de la lesión recibida.
El homicida era argentino de 45 años de edad, argentino, con domicilio en el partido de Castelli. Había cumplido dos condenas anteriores; la primera vez estuvo en la cárcel de Dolores desde el 4 de octubre de 1887 hasta el 18 de marzo de 1892 por homicidio cometido en Ayacucho. Por otra parte, la segunda vez ingresó a la misma cárcel el 18 de agosto de 1897 para cumplir una pena de 12 años por haber dado muerte a Juan de Dios Gallardo en el partido de Pila. Fue trasladado el 22 de marzo de 1904 al penal de Sierra Chica, de donde salió al cumplir los ocho años de condena.
El juicio de este caso fue tratado en los Tribunales de Dolores, donde el fiscal Dr. Carlos Ocampo solicitó para el procesado la pena de 20 años de prisión. Por su parte, el Juez de Primera Instancia, Dr. Marcelo Bosch Roldán, en su fallo condenó a Cristóbal Algañarás a la "pena ordinaria de muerte", que debía ejecutarse en la forma prevista en los artículos 56, 57 y 58 del Código Penal y 364 del Código de Procedimientos.
La defensa del acusado estuvo a cargo del Dr. Aurelio Bassi, quien en su exposición comenzó diciendo que "por temperamento y por reflexión soy partidario de la pena capital". Pero en este caso consideró que se trataba de un homicidio involuntario, y que la misma había absuelto al agresor en su declaración ante el comisario de Castelli, al afirmar que se había interpuesto entre Algañarás y Núñez en momentos que ambos discutían acaloradamente. Bassi insistió que se trataba de un homicidio por imprudencia y que la pena correspondiente sería de prisión.
La causa fue tratada el 26 de noviembre de 1912 en acuerdo ordinario de la Cámara de Apelaciones, compuesta por los doctores José Gómez Rodríguez, José Carrillo y Carlos Morales Bustamante, con el objeto de dictar sentencia al respecto, imponiéndole al acusado la pena de seis años de prisión y vigilancia de la autoridad hasta dos años después de cumplir la pena.
Por último, la Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires ratificó el 31 de diciembre de 1912 la resolución de la Cámara de Apelaciones.

Fuente: Archivo Poder Judicial de Dolores

CONCURSO "CONTATE UN CUENTO XII" Categoría A - Ganador: “Cartas de Antoine”, de Dolores Ialea, alumna de 1° año de la E.E.S.N°3 “Carmelo Sánchez”

La mudanza había terminado. Sentía un gran cansancio y decidí adentrarme en el sótano.
Realmente es como pensé... no hay nada interesante, dije suspirando. Ojalá hubiese algo fuera de lugar, como una entrada a un mundo diferente...
Caminé hasta que me topé con una caja. Seguro el antiguo dueño la dejó, pensé. Pero... ¡no vendría mal un vistazo! Después de todo, no hay otra cosa que hacer, me entusiasmé.
Tomé un cúter y corté la cinta que sellaba la caja. La abrí y... cartas. Me desilusioné. Tal vez sean de algún anciano enamorado, me dije y me puse a leer ya que estaba muy aburrida.
Veamos... pensé, con renovado entusiasmo.

"Agosto, 1941.
"Querida Jennel. Desde que me fui a mi nuevo hogar, no he podido ver tus ojos azules, tu cabello dorado ni tu cara tallada por los mismos ángeles. ¡Varsovia debería conocer tu belleza! Como te contaba, desde que estoy aquí, todo ha empeorado: dormimos con gente que no conocemos, pero me resultan interesantes las historias de la abuela del señor de al lado.
"¿Cómo va todo en tu vida? ¿Has vuelto a Alemania? Tal vez tu padre ha decidido quedarse en Polonia...
"Espero que leas esta carta y espero con ansias tu respuesta. "Con cariño y esperanzas, Antoine".

Con prisa, tomé otra carta y continué la lectura.

"Septiembre, 1941.
"¡Mi amada Jennel! Hace semanas fuimos enviados a Auschwitz, nos dieron unos piyamas rayados y nos separaron. Se llevaron a mi padre, por lo que pude escuchar, a un campo de trabajo. Espero que le vaya bien. El olor aquí es terrible, ni siquiera nos dejan bañar.
"Un poco confundido, Antoine".

¿Y Jennel? ¿Cómo no ha respondido?, pensaba con preocupación.
Con desesperación, busqué la siguiente carta.

"Noviembre, 1941.
"Jennel, estoy horrorizado. ¡Han matado a mi madre frente a mis propios ojos! ¿Qué hizo? Estoy muy deprimido... me han estado insultando y pegando. Me dijeron que me llevarían a "un lugar mejor".
"¡Por favor, ayúdame! "Horrorizado, Antoine".

Pero... ¿por qué? ¿Qué les hizo? ¡Déjenlo!, grité dentro de mí al sentir tanta injusticia.
Tomé la siguiente carta, con la remota esperanza de que la suerte de Antoine mejorara.

"Diciembre, 1941.
"Campo de concentración de Auschwitz.
"Adorada Jennel, es una verdadera pesadilla... Ya no soporto las constantes torturas y los trabajos infrahumanos. Pero todo estará bien. ¡Saldré de aquí, te lo prometo, y podré verte! Estos soldados no podrán conmigo.
"Antoine".

Conmovida y en silencio, reflexioné. Observé que solo quedaban dos cartas. ¿Habrá sobrevivido Antoine?
¡Necesito saberlo! Abrí la caja y tomé el anteúltimo sobre.

"Febrero, 1942.
"Campo de concentración de Auschwitz.

"¡Mi querida Jennel, cuánto te necesito! Al parecer, las cosas van a mejorar. Me han dicho que pronto estarán terminados los baños. ¡Al fin podremos vivir más humanamente! Se rumorea que solo gente seleccionada podrá usarlos. ¿Acaso mi sufrimiento dará sus frutos?
"Espero que todo esté bien por allí. ¡Ansio el momento de volver a verte!
"Con esperanzas, Antoine".

¡Genial! Me emocioné y tomé la última carta. Pero esta es diferente, otra escritura, otro tipo de sobre. Debe ser de Jennel, pensé entusiasmada. Sin poder contener mi ansiedad, comencé a leerla.

"Marzo, 1945.
"Nunca podré olvidar su cara, radiante a pesar del sufrimiento. Casi con alegría, llegando a las cámaras donde todo, él no podía saberlo, terminaría. Quedé tan impresionado, que tuve necesidad de saber más sobre él. En su litera encontré, cuidadosamente ocultas, sus cartas a Jennel.
"Nunca tuve el valor de entregárselas y solo escribo esto para que sepan que no todos éramos iguales, que no todos compartíamos la maldad, con la débil esperanza de poder aliviar mi alma.
"Un soldado anónimo".

Al terminar de leer, quedé en silencio largo rato. Lo que al principio parecía una "simple" historia narrada a través de cartas, me había conmovido profundamente. Algo terrible que parecía tan lejano en el tiempo, tomaba otra dimensión, se hacía más humano al revivirlo.
Recordé que el Museo de Auschwitz buscaba este tipo de cosas, así que decidí entregárselas. El director en persona vino a buscarlas y aagradecerme. Hasta llegó a los medios de comunicación y hoy es uno de los principales documentos que puedes ver si visitas el Museo.
No tengo dudas que la historia es muy conocida.
Aunque traté de hallar a Jennel, el tiempo pareció borrar su rastro. Hoy solo guardo un anhelo en lo profundo de mi corazón. Que, de alguna forma, las cartas por fin hayan llegado a su destinataria y ayudado a completar su terrible historia.

sábado, 2 de noviembre de 2019

El muerto del esquinero - Por Javier De Viana (De “La Biblia Gaucha”)

¿Sabe el lector lo que es un "esquinero"?
¿No?... Llámase así el poste grueso, fuerte, plantado en el vértice que forma el ángulo de dos líneas de alambrado. Por más recio que fuese y por más hondo que esté enterrado, este "principal" esquinero no podría nunca resistir a las dos fuerzas divergentes que necesariamente lo harían caer en el sentido de la resultante diagonal...
A objeto de contrarrestar esas dos acciones combinadas, se cava  a un par de metros del alambrado, en su parte externa,  una fosa de un metro de profundidad, donde se sepulta otro poste, grueso, duro, imputrescible, al cual se amarra una brida, resistente torzal de alambre que parte de la punta del "esquinero".
Este poste acostado bajo tierra, se llama  en el gráfico decir campesino, - "un muerto".
Se le echa tierra encima; se apisona; más tarde la gramilla crece encima y el foso queda como una tumba olvidada...
Cierta vez, viajando por el despoblado, el que esto escribe, llegó al caer la noche, a un rancho pobre, donde tres gauchos viejos velaban el cadáver de un viejo gaucho. Indagó quién era el muerto y respondieron: "Un hombre que vivió haciendo el bien y a quien, al morir, nadie lo recuerda. Hay hombres que son como los "muertos" de esquineros" de alambrao, que soportan todo el peso, hacen la gloria de los otros y nadie los considera, porque están bajo tierra y nadie los ve y nadie los oye ..."

Semejanza Por Baldomero F. Moreno

De tal manera, hijo, en tus facciones tiernas
reproduces mis ojos, mi frente, mis mejillas,
que cuando a caballito juegas sobre mis piernas
veo toda mi infancia saltando en mis rodillas.

Oración para que un niño no se muera Por Francis Jammes

Dios mío, conservadles ese niño pequeño
tal como conserváis una hoja en el viento.
Ved llorar a la madre. Dios mío, ¿qué os importa
que no se muera el niño, no llevárosle ahora,
como si no pudiera nada evitarlo? Ved
que si le dejáis vivo, rosas ha de ofrecer
en Corpus, para oí año que viene, en vuestro altar.
Vos no ponéis, Dios mío, que soís todo bondad,
la muerte azul en las mejillas sonrosadas,
a menos que os llevéis los niños a una casa
bella, en que con sus madres estén en la ventana...
¿Por qué no ha de ser ésta?... Si el momento ha llegado,
Dios mío, al ver morir a este niño, acordaos
de que vos vivís siempre de vuestra madre al lado.

El poema de Dios Por César Abreu Volmar

Y quise escribir
el mejor poema,
pero Tú lo habías hecho,
Señor.

Y quise encontrar
la mejor palabra,
pero Tú eres la Palabra
por excelencia.

Somos tu poema,
escrito con dolor
y sangre de tu Hijo,
de tu propio corazón.

El mundo es tu
parto de palabras;
somos las sílabas
de tu Gran Canción.

Puesta de sol Por Ezequiel Feito

Árbol amigo, que de lejos me traes
el dulce incienso del sacrificio de la tarde;
como en tiempos en que lo ofrecía
con mis propios labios.

Fuentes del cielo que muestran la escondida senda
de los amantes;
estrecho es mi lecho y no me permite
llevar conmigo a nadie.

Mi tiempo es hoy y mis ojos, esperando la mañana.
se han vuelto nieve para ser llevados
por el lazarillo de la noche.

Ahora entiendo por qué la aurora,
me toma suavemente de la mano
hasta que el día aclara, y la memoria
despierta mansamente entre mis manos.

¡Aún así, miro a lo lejos
y mi corazón se llena de un futuro ya encontrado!

Nupcial - Por Javier De Viana (De “La Biblia Gaucha”)

     La prolongada sequía estival convirtió en polvo las pasturas de los serranos campos del norte. Los cañadones mostraban áridas y ardientes, como la piel del
desierto, las doradas arenas de sus lechos. Los arroyos quedaron reducidos a exiguas lagunetas, aisladas unas de otras por los médanos de los altos fondos.
Los grandes ríos, exhaustos, acostumbrados a decir imperativamente al viajador: ¡por aquí nadie pasa!... semejábanse en su magrura a gigantes éticos, y debían sufrir viendo cribada de portillos su imponente muralla líquida.
El aire caldeado, cargado con las emanaciones de los millares de osamentas de vacunos, era casi irrespirable. Ni un clavel, ni un malvón, ni un toronjil resistieron a la aridez
feroz. Cayeron achicharradas las hojas de los cedrones, y se consumieron sin madurar las rojas frutas de los ñangapirés.
Los hacendados más pudientes resolvieron trashumar sus haciendas, - los animales que aún caminaban, - en busca de las tierras del sud, más fértiles, menos castigadas por la sequía.
Una tarde, después de angustiosa recorrida del campo, Maneco de Souza penetró en el galpón y encarándose con Yuca Pleitas, el hijo de su viejo mayordomo y su peón de más confianza, le dijo: Esto es el acabóse. Ya la gente no alcanza ni pa cueriar la
animalada que muere... ¿Te animas a marchar pal sur con una tropa de tres mil novillos?... Yo me animo a tuito lo que me mande, patrón. Hay que dir más de cincuenta leguas p'abajo. Iré. Con seguridá que vas a dir dejando el tendal de novillos pu'el camino. Aunque me quede uno solo he llegar al destino, con la ayuda
de Dios.
- Güeno; mañana, al clariar el día, paramos rodeo y apártame lo mejorcito, y lo que llegue que llegue, y que lo que ha de llevar el diablo, que cargue cuantiantes con él !
No alcanzaban a quinientos los novillos salvados, no obstante la obstinada defensa de Yuca. Pero los quinientos novillos estaban gordos, muy gordos y el amparo
de la escasez casi equivalían a lo perdido.
Yuca recibió orden de conducir la tropa a la Tablada. Debía partir al iniciarse el día.
Esa tarde fue a despedirse de don Braulio, quien le había dado, pastoreo. Terminada la cena,  que fue festín,  y hecha ya la noche, noche opaca, huérfana de luna y de estrellas, Yuca y Carmela se encontraron, sin duda por casualidad, junto a las raíces morrudas del ombú.
-¡Te vas!  exclamó la moza apesadumbrada. Me voy pero volveré.
- ¡Es tan lejos tu pago!... De aquí hasta allá has d'encontrar tantas mujeres que te brinden su cariño, que no espero la güelta!...
 - Si le tenes miedo a las tentaciones del camino, venite conmigo. - Yo iría, pero...
Y él, oprimiéndola entre sus brazos, ordenó: ¡Dame un beso! Ella intentó resistir.
- ¡No, no!. . . Si me besas me embozalas y tendré que seguirte a la juerza
- Por juerza no, por güeña gana. Y se besaron.
Y en eso, en la sombra de la noche, toda hecha de sombras, surgió una más grande.
Era don Braulio, un viejo alto y robusto como un viraró, con la cabeza y el rostro emblanquecido por copiosas barbas de toro. ¿Qué hay, gurises?  preguntó con voz plácida.
Tras breves instantes de indecisión, musitó Carmela humildemente :
 - Yuca me quiere sacar. .
Solemne, el viejo interrogó al joven: - ¿La querés? Dejuramente- Tenes cara de güeno. Dame la mano. Y besó a la hija en la frente...
Y a la madrugada, cuando todavía no se había encendido ninguna luz en el cielo. Yuca partía, llevando en la anca chata de su tordillo, al mejor clavel del pago.
A falta de sacerdotes, el radioso sol levante, besándolos en la frente, santificó sus desposorios.

viernes, 1 de noviembre de 2019

GANADORES DEL CONCURSO "CONTATE UN CUENTO XII"



La E.E.S. N° 3  “ Carmelo Sánchez” desde hace doce años lleva adelante el Concurso Literario “Contate un Cuento” y esta edición, la décima segunda ,  contó con la participación de 150 jóvenes y adulto. A lo largo de estos años hemos logrado crear un espacio que invita a sus participantes a imaginar historias que están guardadas en algún rincón de su corazón.  Hoy nuevamente el objetivo está cumplido y la décima segunda edición cuenta con nuevos ganadores

Categoría A: Jóvenes de 12 y 13 años

Ganador

“Cartas de Antoine”, de Dolores Ialea, alumna de 1° año de la E.E.S.N°3 “Carmelo Sánchez”

Mención de honor

“Si lo sueñas …se te cumplirá” de Dalma Olea en coautoría con Mélany Masmut, alumnas de2° año de la E.E.S.N° 10 de Balcarce

 “Infierno sin fin” de Morella Perez Berber en coautoría con Selene Agustina Canziani, alumnas de la E.E.S.N° 2 “Florentino Ameghino” de Tandil

“El espejo” de Sofia Grosz, alumna de 1° año del Instituto Dante Alighieri de Bariloche


Categoría B: jóvenes de 14 y 15 años

Ganador

“La guerra de la verdad”, de Anneke Wendel alumna de 3º año del Inst. Bg. Martin Rodríguez de Tandil

Mención de honor

“Planta Alta” de Valentina Cerono, alumna de 3 año del Colegio Santa Rosa de Lima
“Un viaje por la literatura”, de Enzo Denicolay, alumno de 3° año de la E.E.S.Y T. N° 3 de Tandil
“En mi propio calabozo” de Génesis Alexandra Manzanilla Linares, de Venezuela


Categoría C: jóvenes de 16,17 y 18 años

Ganador

“ El amor después del dolor”   de Emilia Netcoff, alumna de 4º año del colegio Santa Rosa de Lima

Mención de honor

“Armagedón” de Jazmin Piriz,   alumna de 5° año de E.E.S. Nº 1 “Antonio González Balcarce
“ La culpa y sus sombras” de Ayelen Alias alumna de 4° año de la E.E.S. Nº 1 “Antonio González Balcarce
“Bajo el edredón de plumas”, Julieta Watts alumna de 5º año de la E.E.S N° 19 de Tandil


Categoría D: alumnos de EEPA y CENS

Ganador

“Lo que enseña un gran amor” de Laureano Ezequiel Loza alumno de 2° año de CENS 451

Mención de Honor

“El monstruo que cargamos” de Marcelo Daniel Crognale, alumno de 1 año de CENS 451
“El viejo del vagón” de Walter Hormaechea, alumno de la Escuela Secundaria de Oficios
“La desilusión de Serapio” de Roque Atilio Ledesma alumno de EEPA N° 702


Categoria E: adultos

Ganador

“El guapo” de Alejandro Damian Lamela de Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Mención de Honor

“La niña huérfana” de Maria Elena Ali de Balcarce
“Reminiscencia” de Patricia Cavaiani de Balcarce
“Vida útil” de Hugo Alberto Alonso de San Pedro, provincia de Buenos Aires

             Hubo un total de 150 participantes. Entre las escuelas intervinientes, además de las ganadoras, se encontraron la E.S.N°2 “Rene Favaloro” de San Agustin, la E.E.S.N° 5, la E.E.S. y T N° 1 “Lucas Kraglievich” la EEPA 701 de Balcarce, la E.E.S y T Nº 1 , la E.E.S. Nº 5 y el CENS 451  de Lobería, la E.E.S. N° 3 ,18,  la Escuela Secundaria Polivalente de Tandil, la E.E.S. N° 10 y 13 de Moreno,  la E.E.M N° 6 de Villa 21 Barracas, la E.E.S. y T. N° 2 de Villa Vallestero  También han participados jóvenes y adultos de Tandil, San Antonio de Areco, Tres de Febrero, La Plata y de  Perú, España, Alemania y  Chile.
Este año incorporamos una nueva categoría que invita a participar a los alumnos de las Escuelas de Adulto ya sean primarias como secundarias y fue un éxito porque fue la categoría que más participantes tuvo.
El jurado estuvo integrado en esta oportunidad por el escritor Ezequiel Feito y las profesoras de Lengua y Literatura Alejandra Martinez e Idelsa Arcuri. A ellos se le sumaron en la categoría A, la inspectora de Educación Secundaria Verónica Testa y la vicedirectora de la E.E.S. N° 3 “Carmelo Sánchez”, Karina Erratchu; en la categoría B, la Inspectora Patricia Antognioni y el vicedirector Armando Poblet; en la categoría C, la inspectora de Adultos Laura Gimaray que también fue jurado de la categoría E y la Directora Liliana Acosta que juzgó los trabajos de la categoría D, en esta también estuvo la Inspectora de Educación de Adultos María Ester Bello, y en la Categoría E  estuvo la vicedirectora María Angélica Pajin.
Esperamos a todos los ganadores y menciones de honor junto a sus familiares y a los  participantes en el acto de premiación que se realizará el día 7  de noviembre a partir de las 9:30hs. en nuestro establecimiento sito en calle 32 Nº 1026. Los ganadores serán premiados con un auricular inalámbrico donado por los gremios docentes, mochilas de la empresa Travel Rock y libros donados por Escuela en Red, Subsecretaria de Cultura y editorial SM. Los cuentos ganadores y menciones próximamente aparecerán en este Blog   También los cuentos ganadores serán publicados en el diario La Vanguardia.