sábado, 20 de abril de 2019

AFILADOR Por Juan Carlos Pirali

Tenaz afilador, casi extinguido;
su oficio milenario se recuerda,
acordes de su música ambulante;
pregón tras el silencio de la siesta.
Anuncio de su paso pintoresco;
pedal para girar enorme rueda,
estrellas desprendidas por su impulso,
chispazos de cuchillos y tijeras.
La piedra de afilar y la “siringa”(*)
citando a los vecinos en la acera.
La ronda de los niños expectantes
con ojos atisbados de sorpresa.
Qué rumbo aventurero habrá seguido,
obrero del destajo con su piedra,
un hueco de silencio dejó el tiempo
y ausencia de una vida callejera.
No anda por los barrios de mi pueblo
errante proclamando su tarea.
El tiempo inexorable se ha llevado
su magia afiladora de la escena.
Un sueño “nostalgioso” anda latente
que rompe los mutismos con su queja,
y grita con las ansias del regreso,
un ruego de ambición para que vuelva.


(*) f. Instrumento rústico, a modo de flauta, o compuesto de muchas flautas.

Noche de insomnio Por Ezequiel Feito


Para Delicia, en su aniversario.

Es de noche  luz sin vida-,y sólo pido
que un susurro de tu voz hable
a mi oído
aquellas palabras que recuerdo cuando
estoy tan sólo, tan pequeño
y tan herido.

Es mucha mi soledad en cada noche
y mi despertar, vacío.
Extranjero soy en la ciudad. Ni aún la casa
que ambos hemos construido
me sirve de refugio. Otra gente es quien la ocupa
y el suelo que ahora piso no es el mío.

...

Cuando tú lo pierdas todo, aún el polvo
que llevas adherido,
huirá en silencio por las calles
y sobre ti caerá ese cielo
que tanto has amado y compartido.

Cuando tú lo pierdas todo, el nombre de tu amada
será furia y viento en tu corazón envejecido.

Entonces entenderás mi soledad, mi muerte en vida,
mientras mi alma, ausente de ella, se habrá perdido..

Epigrama Por Vital Aza

Juan a Domingo reñía
porque nunca trabajaba;
y mientras Juan se enfadaba,
el buen Domingo decía:

Yo no debo trabajar;
estoy, Juan, en mi derecho,
pues los Domingos se han hecho
sólo para descansar.

Perdóname Por Rafael Serrano Ruiz

Perdido en tus ojos
profunda mirada que
atraviesa un mundo
De frente en abrazo,
contacto de pieles
caricias de viento
volcán de pasiones
Y allí, frente a frente
temblando en un mundo
donde tu y yo estamos
Clamor de dos seres
cegado de amores,
de besos prohibidos.

Locura de amores
sintiendo tu aliento
Deseos vividos
compartiendo sueños
culminan el hechizo
los enamorados.

No puedo olvidarlo
perdóname amada
de haberte querido.
No quiero olvidarlo
Perdona mi cielo
el haberte perdido.

En estos momentos
cansado y herido
retorna dolido
el triste lamento
de haber comprendido
lo que nos amamos
lo que te he querido
Ahora comprendo
Me duele en el alma
haberte perdido
Me duele en el alma
este sinsentido
Le culpo a la vida
ser juguetes rotos
de un tiempo pasado
y el bello recuerdo
de un amor perdido

LA PLAZA DE MI PUEBLO Por Juan Carlos Pirali

 Primitiva mensura del poblado
verde pampa del sur, cerril terreno.
Un proyecto de plaza, talas, bruscas,
y en su entorno el juzgado, escuela, templo.
Laberinto de angostas diagonales,
bocanada de oxígeno en  mi pueblo.
Con aromas de tilos y   de  rosas ,
entre bronces que exaltan los recuerdos.
En la quietud de tibia primavera
bajo la llama azul de limpio cielo,
hasta Borges, con diálogos y rimas,
disfrutó de sus bancos de sosiego.
Escenarios de épicas historias,
de protestas, de citas y de encuentros.
Devoción  en los himnos inmortales
con la patria viviendo sus festejos.
En las horas que amparan los ocasos
y la luna derrama sus destellos,
hay miradas de asedios y de entregas
en un marco de idilios y de sueños.
Es la plaza baluarte que memora
a un bizarro soldado y fiel guerrero,
que en un grito de osada rebeldía
con valor entregó su ardiente pecho.
Un acorde de bandas musicales,
proverbial diversión, “vuelta del perro”.
Tradición extinguida, viejo rito,
ceremonia borrada por el tiempo.
Pintorescos y humildes personajes,
“Anyulín”, “Rosalía”, “Firpo”, “Cleto”.
Fueron parte viviente de la plaza,
y hoy regresan en duendes con sus gestos.
Sobre un palco, políticos, discursos,
y hay promesas de planes y proyectos.
En la iglesia, tañidos de campanas
que demandan lealtad y cumplimiento.
Qué belleza sin par, fuentes, palmeras,
y la augusta pirámide en su centro.
Hoy elevo mi voz para cantarle.
¡Loor para la plaza de mi pueblo!.

Cuentos y chascarrillos andaluces - Por Juan Valera

La karaba

Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras viejas de esparto; la puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo que decía con letras muy gordas:
LA KARABA -  SE VE POR CUATRO CUARTOS
Atraídos por la curiosidad, y pensando que iban a ver un animal rarísimo, traído del centro del África o de regiones o climas más remotos, hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada a un gitano y entraban a ver la Karaba.
-¿Qué diantre de Karaba es esta? -dijo enojado un campesino. -Esta es una mula muy estropeada y muy vieja.
-Pues por eso es la Karaba, -dijo el gitano: -porque araba y ya no ara.



A quién debe darse crédito

Llamaron a la puerta. El mismo tío Pedro salió a abrir y se encontró cara a cara con su compadre Vicentico.
- Buenos días, compadre. ¿Qué buen viento le trae a usted por aquí? ¿Qué se le ofrece a usted?
-Pues nada... confío en su amistad de usted... y espero...
-Desembuche usted, compadre.
-La verdad, yo he podado los olivos, tengo en mi olivar lo menos cinco cargas de leña que quiero traerme a casa y vengo a que me empreste usted su burro.
-¡Cuánto lo siento, compadre! Parece que el demonio lo hace. ¡Qué maldita casualidad! Esta mañana se fue mi chico a Córdoba, caballero en el burro. Si no fuera por esto podría usted contar con el burro como si fuese suyo propio. Pero, qué diablos, el burro estará ya lo menos a cuatro leguas de aquí.
El pícaro del burro, que estaba en la caballeriza, se puso entonces a rebuznar con grandes bríos.
El que le pedía prestado dijo con enojo:
-No creía yo, tío Pedro, que usted fuese tan cicatero que para no hacerme este pequeño servicio, se valiese de un engaño. El burro está en casa.
-Oiga usted, replicó el tío Pedro. Quien aquí debe enojarse soy yo.
-¿Y por qué el enojo?
-Porque usted me quita el crédito y se lo da al burro.


Bagajes

Llegó el batallón a un lugarejo y el sargento Pulido se fue en derechura a casa del Alcalde a pedirle bagajes y raciones para el día siguiente.
El Alcalde dijo:
-Póngalo usted por lista a fin de que no se me olvide.
El sargento escribió entonces en un papelito la cantidad de raciones que necesitaba, y en punto a bagajes, añadió luego: un mulo, mi capitán: otro mulo, mi teniente: tres cadetes, tres borricos: total, cinco bestias.