sábado, 5 de octubre de 2019

Poemas seleccionados del libro: “Exposición de la actual Poesía Argentina” Por Pedro Juan Vignale y César Tiempo

Nocturno - Por Oliverio Girondo




Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo, y cuál será la intención de los papeles que arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras, y en que las cañerías tienen gritos estrangulados, como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa, al dar vuelta la llave de la electricidad en el espanto que sentirán las sombras, y quisiéramos   16?  avisarles para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones. Y a veces las cruces de los postes telefónicos, sobre las azoteas, tienen algo de siniestro y uno quisiera rozarse a las paredes, como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos que nos pasaran la mano sobre el lomo, y en las que súbitamente se comprende que no hay ternura comparable a la de acariciar algo que duerme.
Silencio. -Grillo afónico que se nos mete en el oído. Cantar de las canillas mal cerradas, único grillo que le conviene a la ciudad.

1921.

Otro nocturno

La luna, como la esfera luminosa del reloj de un edificio público.
Faroles enfermos de ictericia. Faroles con gorras de «apache», que fuman un cigarrillo en las esquinas.
Canto humilde y humillado de los mingitorios cansados de cantar. Y silencio de las estrellas, sobre el asfalto humedecido.
¿Por qué, a veces, sentiremos una tristeza parecida a la de un par de medias tiradas a un rincón? ¿y por qué a veces, nos interesará tanto el partido de pelota que el eco de nuestros pasos juega en la pared?
Noches en las que nos disimulamos bajo la sombra de los árboles, de miedo de que las casas se despierten de pronto y nos vean pasar, y en las que el único consuelo es la seguridad de que nuestra cama nos espera, con las velas tendidas hacia un país mejor.


París, 1921.


Llovizna urbana Por Ángel Guido




Dos días seguidos de llovizna invernal.
Muchos espejitos le han nacido a mi ciudad.

Obstinadamente, debajo de nuestros pies,
nos persigue otro Yo, al revés.

Las casas se arrebujan, bien o mal,
en sus sobretodos de muros de cal.
Las puertas y ventanas se abren y cierran
en el breve bostezo de sus hojas abiertas.

Los dedos de los árboles se crispan en vano.
Nadie despertará a la lluvia de su letargo.

En la calle, las casas sentadas en la vereda,
se han puesto a contar chismes o historietas.

Anochece. Las ventanas cansadas de guiñar
han cerrado sus párpados para dormitar.

A los foquitos eléctricos le han nacido ojeras
y no se cansan de vomitar luz las vidrieras.

Maternalmente, contra las fachadas frías,
la dulce llovizna apoyó sus mejillas.

Y hecha canción piadosa, doblando esquinas,
ha entrado en los comercios y en las oficinas

para cantar, debajo de las verdes pantallas
la dolorosa canción de la tristeza urbana.

ENVÍO
Llovizna: En silencio toda mi ciudad escucha
tu canción que delata nuestra vida absurda;

pero no importa: cuando mañana te vayas
se llenarán de niños y obreros las plazas.

Será día de fiesta en los mercados y tranvías
¡y brillará un sol de domingo en las oficinas!



Coplas- Por Luis Franco



Yo fui labrador un tiempo,
mas eran duras mis tierras
de pobre dejé el oficio...
para meterme a poeta.
Bah, me huyes porque supiste
que te vi cruzar la acequia
(El agua estaba de fría...
que te sonrosó las piernas).

Por el sendero te sigo,
por el sendero del pozo;
¿por qué silbas pajarito,
pajarito malicioso?


Camino para la sonrisa de una muchacha  Por Armando Villar



Han llovido tus ojos chaparrones de pájaros
en el patio redondo de mis días sin árboles.
Has mecido las horas en tus brazos de copla
y es tu nombre su alegre sonajero de plata.
En el aula del alba tu voz ha puesto cátedra,
han urdido tus manos una tela de música
y en los campos en flor de tu dócil palabra
pacen los recentales con los morritos húmedos.
Con tu paso más leve que las plumas del aire
has techado las sendas que sangraban al sol.
Llegarás al bautizo del lucero más rubio
con un grano de sal en un pico de alondra.
He teñido mi vida con color de futuro
y soy una bandera todavía sin mástil.
Cuando llegues, mis días te ceñirán los muslos
y en las parras maduras que vendimia la tarde


Dedicatoria del libro «Mal Estudiante»  Por Luis Cané



A esas buenas muchachas sin pasado ni historia
que contemplan la vida como una fiesta ajena;
a esas sentimentales que saben de memoria
versos de Manuel Flores, y adelgazan de pena;
a la olvidada novia de un triste amor incierto
de mi despreocupada juventud de estudiante,
y a esa que me escribe, desde un pueblo distante,
que a veces me recuerda como a un amigo muerto