sábado, 16 de noviembre de 2019

HISTORIA DE UNA CONDENA A MUERTE - Por Juan Carlos Pirali

En el año 1912 un juez de los tribunales de Dolores condenó en primera instancia a un homicida por un crimen cometido en Castelli, a la pena de muerte. Posteriormente, la Cámara de Apelaciones lo sentenció a seis años de prisión.
El 7 de abril de 1912, se presentó en la comisaría de Castelli una persona que dijo llamarse Cristóbal Algañarás, manifestándole al titular de dicha repartición, don Desiderio González, que había inferido una herida con su daga a Silverio Blas Coronel frente al boliche "La Verdura". El mismo día fue interrogado el herido, quien declaró que "viniendo de vuelta de cumplir con unos deberes cívicos", había visto en la vía pública e inmediato al boliche denominado "La Verdura", que discutían acaloradamente Agripino Núñez y Cristóbal Algañarás, y en el preciso instante que se iban a las manos, bajó de su caballo y se interpuso entre los dos, en cuya circunstancia recibió la herida de parte de Algañarás. Dijo llamarse Silverio Blas Coronel, argentino de 18 años de edad, domiciliado en Castelli.
Intervino el médico de Policía, Dr. Atilio Villa, quien constató que Coronel tenía una herida en la región pectoral izquierda, con abundante hemorragia y que su estado era grave. El día 13 de abril se produjo la muerte como consecuencia de la lesión recibida.
El homicida era argentino de 45 años de edad, argentino, con domicilio en el partido de Castelli. Había cumplido dos condenas anteriores; la primera vez estuvo en la cárcel de Dolores desde el 4 de octubre de 1887 hasta el 18 de marzo de 1892 por homicidio cometido en Ayacucho. Por otra parte, la segunda vez ingresó a la misma cárcel el 18 de agosto de 1897 para cumplir una pena de 12 años por haber dado muerte a Juan de Dios Gallardo en el partido de Pila. Fue trasladado el 22 de marzo de 1904 al penal de Sierra Chica, de donde salió al cumplir los ocho años de condena.
El juicio de este caso fue tratado en los Tribunales de Dolores, donde el fiscal Dr. Carlos Ocampo solicitó para el procesado la pena de 20 años de prisión. Por su parte, el Juez de Primera Instancia, Dr. Marcelo Bosch Roldán, en su fallo condenó a Cristóbal Algañarás a la "pena ordinaria de muerte", que debía ejecutarse en la forma prevista en los artículos 56, 57 y 58 del Código Penal y 364 del Código de Procedimientos.
La defensa del acusado estuvo a cargo del Dr. Aurelio Bassi, quien en su exposición comenzó diciendo que "por temperamento y por reflexión soy partidario de la pena capital". Pero en este caso consideró que se trataba de un homicidio involuntario, y que la misma había absuelto al agresor en su declaración ante el comisario de Castelli, al afirmar que se había interpuesto entre Algañarás y Núñez en momentos que ambos discutían acaloradamente. Bassi insistió que se trataba de un homicidio por imprudencia y que la pena correspondiente sería de prisión.
La causa fue tratada el 26 de noviembre de 1912 en acuerdo ordinario de la Cámara de Apelaciones, compuesta por los doctores José Gómez Rodríguez, José Carrillo y Carlos Morales Bustamante, con el objeto de dictar sentencia al respecto, imponiéndole al acusado la pena de seis años de prisión y vigilancia de la autoridad hasta dos años después de cumplir la pena.
Por último, la Suprema Corte de la provincia de Buenos Aires ratificó el 31 de diciembre de 1912 la resolución de la Cámara de Apelaciones.

Fuente: Archivo Poder Judicial de Dolores

CONCURSO "CONTATE UN CUENTO XII" Categoría A - Ganador: “Cartas de Antoine”, de Dolores Ialea, alumna de 1° año de la E.E.S.N°3 “Carmelo Sánchez”

La mudanza había terminado. Sentía un gran cansancio y decidí adentrarme en el sótano.
Realmente es como pensé... no hay nada interesante, dije suspirando. Ojalá hubiese algo fuera de lugar, como una entrada a un mundo diferente...
Caminé hasta que me topé con una caja. Seguro el antiguo dueño la dejó, pensé. Pero... ¡no vendría mal un vistazo! Después de todo, no hay otra cosa que hacer, me entusiasmé.
Tomé un cúter y corté la cinta que sellaba la caja. La abrí y... cartas. Me desilusioné. Tal vez sean de algún anciano enamorado, me dije y me puse a leer ya que estaba muy aburrida.
Veamos... pensé, con renovado entusiasmo.

"Agosto, 1941.
"Querida Jennel. Desde que me fui a mi nuevo hogar, no he podido ver tus ojos azules, tu cabello dorado ni tu cara tallada por los mismos ángeles. ¡Varsovia debería conocer tu belleza! Como te contaba, desde que estoy aquí, todo ha empeorado: dormimos con gente que no conocemos, pero me resultan interesantes las historias de la abuela del señor de al lado.
"¿Cómo va todo en tu vida? ¿Has vuelto a Alemania? Tal vez tu padre ha decidido quedarse en Polonia...
"Espero que leas esta carta y espero con ansias tu respuesta. "Con cariño y esperanzas, Antoine".

Con prisa, tomé otra carta y continué la lectura.

"Septiembre, 1941.
"¡Mi amada Jennel! Hace semanas fuimos enviados a Auschwitz, nos dieron unos piyamas rayados y nos separaron. Se llevaron a mi padre, por lo que pude escuchar, a un campo de trabajo. Espero que le vaya bien. El olor aquí es terrible, ni siquiera nos dejan bañar.
"Un poco confundido, Antoine".

¿Y Jennel? ¿Cómo no ha respondido?, pensaba con preocupación.
Con desesperación, busqué la siguiente carta.

"Noviembre, 1941.
"Jennel, estoy horrorizado. ¡Han matado a mi madre frente a mis propios ojos! ¿Qué hizo? Estoy muy deprimido... me han estado insultando y pegando. Me dijeron que me llevarían a "un lugar mejor".
"¡Por favor, ayúdame! "Horrorizado, Antoine".

Pero... ¿por qué? ¿Qué les hizo? ¡Déjenlo!, grité dentro de mí al sentir tanta injusticia.
Tomé la siguiente carta, con la remota esperanza de que la suerte de Antoine mejorara.

"Diciembre, 1941.
"Campo de concentración de Auschwitz.
"Adorada Jennel, es una verdadera pesadilla... Ya no soporto las constantes torturas y los trabajos infrahumanos. Pero todo estará bien. ¡Saldré de aquí, te lo prometo, y podré verte! Estos soldados no podrán conmigo.
"Antoine".

Conmovida y en silencio, reflexioné. Observé que solo quedaban dos cartas. ¿Habrá sobrevivido Antoine?
¡Necesito saberlo! Abrí la caja y tomé el anteúltimo sobre.

"Febrero, 1942.
"Campo de concentración de Auschwitz.

"¡Mi querida Jennel, cuánto te necesito! Al parecer, las cosas van a mejorar. Me han dicho que pronto estarán terminados los baños. ¡Al fin podremos vivir más humanamente! Se rumorea que solo gente seleccionada podrá usarlos. ¿Acaso mi sufrimiento dará sus frutos?
"Espero que todo esté bien por allí. ¡Ansio el momento de volver a verte!
"Con esperanzas, Antoine".

¡Genial! Me emocioné y tomé la última carta. Pero esta es diferente, otra escritura, otro tipo de sobre. Debe ser de Jennel, pensé entusiasmada. Sin poder contener mi ansiedad, comencé a leerla.

"Marzo, 1945.
"Nunca podré olvidar su cara, radiante a pesar del sufrimiento. Casi con alegría, llegando a las cámaras donde todo, él no podía saberlo, terminaría. Quedé tan impresionado, que tuve necesidad de saber más sobre él. En su litera encontré, cuidadosamente ocultas, sus cartas a Jennel.
"Nunca tuve el valor de entregárselas y solo escribo esto para que sepan que no todos éramos iguales, que no todos compartíamos la maldad, con la débil esperanza de poder aliviar mi alma.
"Un soldado anónimo".

Al terminar de leer, quedé en silencio largo rato. Lo que al principio parecía una "simple" historia narrada a través de cartas, me había conmovido profundamente. Algo terrible que parecía tan lejano en el tiempo, tomaba otra dimensión, se hacía más humano al revivirlo.
Recordé que el Museo de Auschwitz buscaba este tipo de cosas, así que decidí entregárselas. El director en persona vino a buscarlas y aagradecerme. Hasta llegó a los medios de comunicación y hoy es uno de los principales documentos que puedes ver si visitas el Museo.
No tengo dudas que la historia es muy conocida.
Aunque traté de hallar a Jennel, el tiempo pareció borrar su rastro. Hoy solo guardo un anhelo en lo profundo de mi corazón. Que, de alguna forma, las cartas por fin hayan llegado a su destinataria y ayudado a completar su terrible historia.