sábado, 12 de agosto de 2017

LA AUTOPSIA DE CRESO Por Leopoldo Marechal 6° Entrega

43.- Velazco amigo, entremos por fin en el Arte y en los artistas: es un tema que nos duele, ¿verdad? ¡En cuántas oportunidades, asomados a la ventana única de nuestra torre (marfileña o no), hemos escupido amargamente sobre la humanidad exterior que nos desconocía! ¡Y en cuántas otras hemos maldecido al propio Creso, ignorando hasta qué punto la “mentalidad” venenosa del Hombrecito Económico se había entronizado en nosotros mismos, como en el filósofo y el hombre de ciencia, como en el resto de aquella humanidad que insultábamos desde nuestra ventana! ¿Qué le había sucedido al Arte bajo Creso el burgués? En rigor de verdad, según dije, y antes de Creso, el Artista nunca fue un ente aislado que practicaba solitariamente un “arte por el arte” mismo. Tradicionalmente (quiero decir en toda sociedad completa y jerarquizada) el artífice practicó el “arte sacerdotal” de Tiresias o el “arte real” de Ayax, o los dos a la vez. ¡En un apunte anterior de mi “Cuaderno de Bitácora” ya dije cómo, al servicio de ambas artes, el artífice no menoscaba su libertad específica de “crear bellas formas”, aunque bajo la inspiración de Tiresias o de Ayax esas formas bellas en si, fuesen a la vez el “soporte” de verdades metafísicas o heroicas. Por lo contrario, el artífice tradicional, sin dejar de cumplir la razón específica de su arte (la de crear bellas formas), lograba también enriquecerlas con un añadido que las redimía de su evidente aunque hermosa “literalidad”.

44.- Pero, ¿qué haría el artífice bajo la férula del Hombrecito Económico, es decir bajo las condiciones asfixiantes que la mentalidad de Creso había universalizado? Ya dije que a Creso nunca le interesó el Arte. Si, en analogía con Tiresias y Ayax, el dictador Creso hubiera tenido su arte “particular”, habría sido un “arte económico” tendiente a glorificar la excelencia de sus artículos manufacturados, o en el terreno lírico a traducir las emociones que la posesión o usufructo de tales artículos provocan en un alma sensible. Amigo Velazco, ¿se ríe usted? No lo haga: últimamente, los jinglers de la radio y la televisión están poniendo la música, la poesía y el dibujo al servicio de tan conmovedores fines; y no se lanza hoy al mercado un laxante o una batidora eléctrica sin su dibujo, su letrilla y su música.

45.- Naturalmente, llamado a crear bellas formas el artífice no pudo entrar en tan bajo ministerio. Y, sin una “función social” determinada, se atrincheró en su torre famosa y se dedicó al “arte por el arte”, inventado por él en la tentativa heroica de salvar, frente al orbe de Creso, su insobornable vocación de la hermosura. Claro está que, falto de estímulos exteriores, el artífice lo hizo con su propia sustancia y merced a una suerte de “respiración artificial”, creador solitario en su torre sola, que sólo ejercitaba el arte para sí mismo y para una élite de “torreros” en minoría y tan asfixiados como él. Así el Arte, bajo Creso, fue reduciéndose a una secta “iniciática” y a una operación de catacumba. Me atreveré a decir que todo ello habría sido “normal”, si el artífice, bien que metido en su caverna, hubiese conservado la inspiración metafísica de Tiresias y la inspiración heroica de Ayax. Y dije que habría sido “normal”, porque, aún históricamente, las cosas del espíritu se recatan y entierran cuando el clima exterior no les es favorable, para volver a germinar luego cuando ese clima vuelve a su equilibrio y les da otra primavera.

46.- Por desgracia, absorbido también por la mentalidad de Creso, el artífice olvidó sus mejores posibilidades con las fuentes antiguas de su inspiración. Y a semejanza del filósofo, se dio a construir estéticas individualistas (recuerde usted la nómina inacabable de los ismos), cuya evolución trataré de sintetizar ahora. 1°) Sin la inspiración de Tiresias ni la de Ayax, el arte perdió su esencia metafísica y heroica, para circunscribirse a cierta “subjetividad” que excluyó los valores “universales” en favor de los tonos “individuales”, fue una etapa de líricos todavía “humanizados”. 2°) El arte, desechando la pasión y la sentimentalidad humanas, se deshumaniza, y se da entonces a un simple juego de formas y técnicas aun con posibilidad de hermosura, ya que la belleza está en el esplendor de la forma: es un proceso del arte en “deshumanización”. 3º) Dado a ese juego, acaba el arte por descuidar las formas, para concentrar su atención en las “materias” y sus tratamientos, que siempre habían sido “medios” y no “fines” del arte, y que lo lanzan a un proceso de “materialización”. 4º) El tratamiento de sus materias conduce al arte a una renuncia total de las formas ”concretas” y sus valores inteligibles: es una etapa de “abstracción” que reduce las obras del arte al “invento” simple y llano de nuevas combinaciones masivas, ya se trate de volúmenes o de colores o de sonidos. 5º) Lógicamente, habiendo eliminado todo lo anterior, el arte concluiría por intentar la eliminación del propio artífice; y es lo que ahora busca, en un afán de sustituir la actividad inteligente del artista por el trabajo de la casualidad o el de una máquina (recuerde usted la música electrónica, los cuadros que se pintan al azar de un movimiento y los poemas que ya se han logrado con maquinarias ad hoc). Y ahora, Velazco amigo, recapitule usted los términos que acabo de utilizar: individualismo, deshumanización, materialización, abstracción y mecanización. ¿No corresponden exactamente a la mentalidad de Creso? ¿Y el círculo vicioso no vuelve a cerrarse?

47.- Y usted entenderá que mi Autopsia de Creso, basada en los aspectos generales del mundo, a él sometido, excluye las excepciones que se han dado y se dan yo diría que naturalmente, o como “supervivencias” del orden perdido o como “reacciones” frente a la “acción” del Hombrecito Económico. Y es en el campo social donde comenzó a darse la batalla contra nuestro héroe simbólicamente panzón. Las “reivindicaciones” de que se habló en aquellos días y aún se habla interesan en particular a Gutiérrez el siervo, es decir a la ultima clase social que, naturalmente fue la más castigada por la tiranía del “homo oeconomicus”. Una ley de la historia en relación con el “descenso cíclico” nos permitiría calcular que, habiéndose trasladado el “poder” de Tiresias el sacerdote al guerrero Ayax, y de Ayax a Creso el rico, sólo Gutiérrez podía suceder al Hombrecito Económico en el gobierno del mundo, y ese gobierno sólo era dable por una “dictadura del proletariado”.

48.- Ahora bien, Gutiérrez, por esencia, sólo tiene una “virtud” operativa, la del trabajo manual, es una virtud “coadyuvante”, una “potencia” no creadora en si, ya que necesita un motor ajeno a ella para entrar en “acto” laborante. A Gutiérrez le falta, pues, toda riqueza material e intelectual: carece hasta de un “vicio” posible que lo haga incurrir en “pecado social” contra los otros. Es el “pobre absoluto” y el “inocente absoluto”, vale decir una imagen de la “privación” y una figura de Jesucristo, la que más reclama, en razón de su miseria, el acto providente de Dios y la justicia distributiva de los hombres. Claro está que, dada su naturaleza, Gutiérrez no podía inventar, como lo hizo Creso, una “mística social” que lo representara en su teórica dictadura. Y Carlos Marx lo hizo por él. Sabemos que Marx no era un proletario, sino un intelectual de la burguesía, no tanto por su origen cuanto por su “mentalidad”. Lejos de abrir un “amanecer”, como aún lo creen muchos, la doctrina de Marx perfeccionó y cerró la “noche de Creso”, y fue una victoria final del Hombrecito Económico, Velazco amigo, “distingamos” para entender.

49.- El marxismo es a la vez, a) una “filosofía general”; b) una “filosofía del hombre”; y c) un “método económico”. Dije ya que la viciosa tendencia de Creso lo llevó a poner el acento de la vida en lo corporal y “material”. Su enemigo aparente, Carlos Marx, no sólo aceptó ese “vicio” de Creso: lo convirtió, además, en una “filosofía”. Por un rasgo de humor (que parece diabólico) la tendencia “negativa” de Creso fue trasmutada por Marx en una desconcertante “afirmación” ideológica: si para Creso la materia fue un demonio tentador, para el marxismo y sus fieles es algo así como una divinidad simplista que ordena el mundo y explica sus contradicciones. ¡Gran Dios, que victoria obtiene Creso, en sus últimos estertores, al imponer al vencedor su propia y falsa mística! ¿No estará en ello la razón de que algunas revoluciones marxistas hayan triunfado según trascendió en su hora, con el apoyo del capitalismo “esotérico” a que ya me referí?

50.- Pero vayamos a la segunda tesis: el marxismo es también una “filosofía del hombre”, coherente, según veremos, con su filosofía general”. Porque un materialismo filosófico no puede admitir en el hombre sino su aspecto de “individuo”, relacionado, como ya dije con su “corporeidad”: su carácter de “persona” trascendente no entra, como es natural, en el credo materialista; por lo cual toda manifestación o reclamo de la “persona” seria un mero “prejuicio burgués”. Y aquí se da otro rasgo irónico del marxismo, al estimar como una herencia de Creso las manifestaciones de la “persona” humana que tanto burló y estafó el Hombrecito Económico durante su tiranía. En realidad, los dos rivales coinciden en el menoscabo de la “persona”, con la diferencia de que el marxismo lo hace por “ignorancia” y Creso por malignidad.

51.- Tal concepto del hombre reducido a su mera individualidad le resulta cómodo al marxismo, en su empeño de construir un Estado que sea el “múltiplo” funcional de los individuos “numerales” que integran una masa. Y en ese aspecto de la cuestión el marxismo no va descaminado; pues el hombre, en razón de su “politicidad”, debe integrarse y realizarse, como “individuo”, en una sociedad física y a las órdenes de un Estado que le haga cumplir los fines de bien común a que se debe. Lo que ignora el marxismo es que tal acatamiento se le puede exigir al hombre sólo “en tanto que individuo”, ya que, “como persona”, el hombre se debe a otra sociedad no física, ya se trate de una Iglesia o de una organización filosófica o de cualquier otro sistema de asociación humana por el espíritu; en vías de lo cual se le deben al hombre las necesarias “libertades” de conocimiento, elección y expresión. De tal modo el marxismo, al eludir o negar la “persona” en el hombre, construye una sociedad integrada por “medios hombres” y con la mitad inferior de cada uno.