sábado, 22 de noviembre de 2014

LOS ARGENTINOS HAN PENSADO Y PIENSAN (Selección de Álvaro Yunque)

- Seríamos mejores si consideráramos que nuestro presente será algún día nuestro recuerdo.
Enrique Banchs

- Beneficencia: Daré un hueso al perro que no me muerda.
Manuel Libenson
- La nostalgia es un cuarto donde habita el insomnio.
Raúl González Tuñón

- Algunos opinan que en la poesía no deben intervenir elementos didácticos; otros han prohibido los elementos filosóficos, políticos, raciales, científicos; otros los valores musicales, ritmo y rima. Sería bueno escribir un poema "purificado" según todas esas recomendaciones; no quedaría nada.
Ernesto Sábato

- Cuando la libertad de un ciudadano es agredida impunemente, la libertad de la sociedad se halla amenazada.
Nicasio Oroño

- Los hombres en general juzgan de lo pasado según la verdadera justicia y de lo presente según sus intereses.
José de San Martín

-De la educación de las mujeres depende en gran parte la suerte de los estados; la civilización se detiene a las puertas del hogar doméstico cuando las mujeres no están preparadas a recibirla. Las costumbres y las preocupaciones se perpetúan en ellas, y jamás podrán alterar la manera de ser de un pueblo, sin cambiar antes las ideas y los hábitos de vida de las mujeres.
Domingo Faustino Sarmiento

- Todos los grandes errores han encontrado grandes hombres que los apoyan.
Florencio Varela

- El hombre solamente progresa porque duda.
Deodoro Roca

- Donde no hay libertad no existe patria.
Esteban Echeverría 

- Plantea cualquier asunto a un erudito que no sea más que erudito y os dirá como pensaban o Aristóteles o Platón o Descartes o Kant, según el caso; pero no os dirá su opinión personal, pues no la tiene.
José Fernández Coria 

- Si queréis aprender cosas nuevas, leed libros viejos.
Carlos Guido Spano 

- Olvidarse de sí mismo es el primer mandamiento para toda felicidad.
Emilio Becher

- No tienen los pueblos mayor enemigo de su libertad que las preocupaciones adquiridas en su esclavitud.
Mariano Moreno  

- Disfrutar de la cultura como de un privilegio, envilece tanto como disfrutar del oro.
Aníbal Ponce

- El primer deber del hombre es no quitar la ilusión ajena.
Celso Tíndaro 

ENDECHA A UN ADOQUÍN Por Álvaro Yunque

Noble adoquín: Cuán miserable
Con vos compórtase el destino
Que, a ser pisado te condena
En una calle cuando, ungido
Estar podríais por la fama.
¡Sobre los hombros de un ministro!

LA VIDA, AHÍ FUERA Por Gabriel Celaya

Esa vida que no es mía y me rodea,
el misterio de la muerte, lo que llamamos la muerte
y el misterio de la vida siempre abierta,
lo que llamamos la vida
en el árbol, en las nubes y en el agua,
y en el viento y en el mundo que es quien es sin ser humano,
y en la inmensa transparencia que no se dice, se muestra
en eso que busqué tanto y ahora encuentro regresando:
La infancia, quizá, la infancia, nuestro final seguro,
nuestro cuento, nuestro canto, nuestra mágica conciencia:
El total de lo sin fin y de la vida abierta.

(De "Poemas órficos", 1978)

CAPRICHO LUNAR Por CARLOS IBARRA GRASSO

Canciones de plata ritmaba la luna
por sobre la fuente de noche otoñal,
y sobre la fronda fantástica y bruna
fingiendo los seres de un cuento ideal.

La bella, embriagada de rayos de plata,
 miraba en los cielos la blanca vestal,
y luego en la fuente que el astro retrata
miraba ese cuadro de viejo misal.

Al fin, en su seno de raros antojos,
extrañas nostalgias  sintió florecer,
extrañas nostalgias, que en labios muy rojos
creciendo veloces son flores de arder.

"Servime en mi copa de múrrino encanto
ese astro que vemos, tan blanco, flotar;
servime en mi copa, con néctar de llanto,
que bebo si el alma me quiero embriagar".

"Bébelo en la fuente, - le dijo el poeta-,
allí donde boga cual pez de ilusión,
brindando joyeles de dicha secreta
ó lágrimas tiernas de amante ficción:

Acerca tus labios a la onda azulada,
con venas de plata de luz irreal,
besando la blanca vestal reflejada
con labios fervientes de rojo coral".

Y luego volviendo con raro embeleso,
y el labio temblante por sorda emoción;
le dijo, "es muy frío, muy triste ese beso
que damos a toda fingida visión".

Mis versos Por Ana María Broglio

¿Adónde irán mis versos cuando muera?
¿Los llevaré conmigo entre los huesos?
¿Dormirán en mis labios y en mis besos...
al fin, entre la sombra y mi quimera?

¿Adónde irán mis versos cuando muera?
¿Tal vez han de quedarse como impresos
a hostiles territorios inconfesos
o viajarán prendidos a mi vera?

¿Adónde irán mis versos? Si eligiera,
ceniza habrán de ser, grano en la arena.
Pasada esta entelequia transitoria,

ya que nunca sabrán lo que es la gloria,
se pierdan en la mar azul serena
ínfimos y pretéritos quisiera.

AMANTE Por María Itza

Mi cuerpo no es mi cuerpo si tu mano lo toca,
Si tus ojos horadan mis pensamientos todos
Soy guitarra, soy arpa que repite tu toque,
Soy mujer y paloma si tu abrazo me ampara.
Te siento como un río que recorre mi cauce…
Te hundes en mí igual que una caricia…
Mi centro de mujer se estremece y se calla
Porque bebe en silencio de tu copa colmada

Te vas por mis espacios ocultos y secretos
Y dibujas tu estela de poeta…. y tu nombre
Es caricia en el alma y en el cuerpo es un beso
Sabes lo que me gusta oír y me lo rezas
Al oído del alma donde están tus palabras
Que despiertan anhelos antiguos, olvidados
Te atas con el hilo de mi vida , en mi cuerpo
Donde estarás atado hasta que lo decidas.

martes, 11 de noviembre de 2014

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “EL PAJARITO SIMON” - Por pequeños escritores segundo ciclo escuela Especial Nº 502

            Había una vez un pajarito llamado Simón que se escondía en el bosque buscando la casa de una familia para vivir.
            Entonces apareció el hada Sonrisa y con la varita hizo magia y convirtió al pajarito en sapo.
            Entonces llegó el rey con su espada y luchó con el hada para salvar al pajarito, pero el hada convirtió al rey en gato.
            Vino la reina para tocar la flauta y que se vaya el hada , olvidándose  la varita mágica.

            La reina tomó la varita mágica y los convirtió al sapo en pajarito y al gato en rey. Y se fueron felices al castillo y colorín colorado , este cuento ha terminado.

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “EL AMOR VA MÁS ALLÁ” - Por Brenda Godoy

             Hoy entró la seño al saló y dijo:¿quieren participar de un concurso literario?. Yo no sabía bien de que se trataba, y me explicó que debíamos escribir  un cuento. Y aní empecé a hacer garabatos con el lápiz, hasta que dibujé un corazón y me di cuenta que había “ había llegado l hora de escribir mi cuento”
            Era un día muy bello cuando dos hermanas mellizas decidieron salir a pasear, era el momento ideal para hablar a solas de lo que les pasaba, de lo que sentían, de todo lo que hablan las hermanas.
            Zoe y Maía , así se llamaba, y estaban ansiosas por tener un amor. El verdadero amor. así que se miraron, juntaron sus manos y pidieron un deseo: conocer a ese amor tan deseado. Una pelota llegó a sus pies y detrás de ella los gritos de Valentín y Ramiro. La situación fue incómoda, pero así se conocieron y empezaron a charlar. ¿Tendría que ver con el deseo que pidieron?. Por lo pronto lo que era más seguro, es que había comenzado una gran amistad.
            Los días pasaban y esta gran amistad creía. Los cuatro compartían paseos, charlas, música y sobre todo pensamientos. Hasta que , esa tarde, Valentín no tenía buena cara. Era tan trasparente que se le notaba. Estaba como incómodo y tuvo que dar la noticia: “me voy a estudiar a España”, dijo. ..sólo miraba el piso. Nosotros lo mirábamos sin poder creerlo. El silencio se rompió cuando Zoe le dijo muy convencida y segura: ¡Qué bueno! ¡Qué gran oportunidad!... ¡Mentirosa! Por supuesto que los demás nos unimos. ¿Quedaba otra?
            Estaba más que claro que esto no era ninguna amistad para los cuatro. De que ya o podíamos disimular lo que sentíamos. Pero nadie daba el primer paso. La cosa es que Valentín ya tenía las valijas armadas y había que ir a despedirlo. Acá no importa ni el Facebook, ni el chat, ni tofo lo que inventen, porque no es lo mismo para poder ver a la persona que querés.
            La parte de la despedida me la salteo porque todas son iguales. Lo bueno de esto es que Ramiro blanqueó su amor a Maía. ¡Enamoradísimos! Estaban , aunque la cara de Zoe mostraba tristeza. Los chicos nunca dejaron de hablarse, todos los días se conectaban.
            El amor lo puede todo. Tanto puede que Zoe terminó de estudiar y ganó una beca para irse a Francia. Si no se hubiese enamorado, la beca no le hubiera importado. Era la oportunidad de encontrarse con su gran amor. otra vez el aeropuerto,  otra vez todas las valijas, peor con las gas de ser feliz sin miedo.
            Bueno , toda historia de amor tiene que tener un final feliz, por eso Valentín se quedó con la boca abierta, cuando la vio acercarse a Zoe en la placita donde él estaba estudiando. ¡Era un sueño, o era real? Y ¿ Por qué  no puede ser real? Cuando te enamorás de verdad, el amor va más allá y lo puede todo.


Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “NARICES Y BOCAS ROJAS” - Por Belén Galante

      Faltaba solo una semana para el gran desfile de cierre de colección, de moda. Las modelos se preparaban muy bien, tacos altos, vestían ropa abrigada, carteras muy lindas y lucían hermosos moños en la cabeza. Pero algo surgía en cada desfile, la desaparición de los labiales color rojo. Las modelos estaban preocupadas porque en esa colección solo se usaban esos mismos labiales. Entonces los maquilladores compraban mas labiales, volvían y ya no estaban. Instalaron cámaras, los escondían, hasta las modelos se los guardaban, pero no había caso, desaparecían igual. Hasta que decidieron llamar al detective López, que era un hombre muy serio, pero la seriedad desaparecía cuando debía acompañar a su pequeño hijo de cuatro años al circo. Bueno, después de 2 días, el maquillador Martín, llamó al detective López
   -¡López, necesito que investigue porque desaparecen los                                                  labiales rojos!
   - ¡Martín, va a ser imposible, me encuentro con mi hijo en un circo, cuando termine la función voy para allá!
  La función deslumbraba con el show del payaso “boca roja”, los niños se divertían mucho.
  Tiempo después, el detective llegó a la carpa donde se realizaría el desfile, con su ayudante Mauro Miguel Martínez, y notaron que los jurados estaban muy enojados y ponían notas demasiado bajas. Pero el cierre final era el viernes, y eso fue exactamente la prueba de modelos nuevas, el miércoles. Justo el jueves por la tarde, el detective López y su hijo asistieron nuevamente al mismo circo, y le pidió a Martínez:
- Usted vaya y vigile las entradas de la carpa.
- Sí, señor.
    Martínez vio que todas las casillas rodantes estaban abiertas menos la del Payaso y el maquillador, y se lo informó a López.
  Dicho y hecho, a los niños les quedaba una sonrisa de oreja a oreja con el espectáculo del payaso “boca roja”, que por cierto tenía mucho maquillaje. Pero López notaba que el payaso y su maquillador Roco hablaban mucho y se notaban muy raros. Así que apenas terminó la función, López se comunicó con el maquillador Martín:
.- ¡ Encontré una pista, el payaso “boca roja”, de la función se lo notó muy raro, ¿puede ser una señal? Recordá “boca roja”.
   Pero justo ese mismo jueves, al término de la función, los maquilladores del desfile decidieron no comprar más labiales. El viernes por la tarde, antes de la gran noche, López se dirigió nuevamente al circo, a observar la situación. Cuando llegó el momento del payaso “boca roja”, los dueños del circo informaron que se suspende la función del payaso, en ese momento forzaron las puertas de las casillas y encontraron los labiales, y los sacaron de allí.
  Martín se comunicó con López:
- López, los labiales rojos aparecieron! Estaban en la casilla rodante del payaso que me contaste.
- ¡Martín, se suspendió la función del payaso “boca roja”, pregunté por qué y dijeron que era porque no tenían maquillaje!
- Increíble López, ¿y quién era el ladrón?
- No, ladrón no, eran dos; el payaso y  su maquillador. Las cámaras de seguridad del edificio que está enfrente los detectaron.
- ¡Viva! Se podrá hacer el desfile.
  Y así fue, a las 18:37 horas, el payaso “boca roja” y su maquillador fueron detenidos. Y a las 22:00 horas, el desfile deslumbró, y con muchas bocas rojas, pero no de payasos, sino ¡modelos!



Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “EL REGRESO EN ABRIL” - Por Valentina Scorza

  Julio era  maestro de grado en una escuela primaria, vivía  con su familia en Iruya, un pueblito muy pintoresco situado en las alturas en la provincia de Salta, posee árboles añosos y se encuentra rodeado de hermosas montañas.
 Por esos días esperaba impaciente la llegada de su  primera hija “Abril”. Una mañana como todas, preparó su guardapolvo  blanco, su maletín de trabajo y se sorprendió al observar un extraño sobre en la mesa. ¿Quién lo habría traído? ¿Qué dirá? ¿Serán buenas noticias?...
  Era un aviso inesperado, su cara empalideció de golpe, miró a su esposa asombrado y de sus ojos brotaron ríos de agua salada. Con la voz entrecortada le explicó, que debía ir a las Islas Malvinas, pero no a pasear, sino, a la guerra. Se produjo un minuto de silencio, su esposa se puso a llorar, él trató de calmarla, pero no pudo…
   Pasaron dos semanas y llegó el día, levantó  unas pocas cosas, entre ellas, una manta tejida por su madre.  Fue hacia el lugar de partida y emprendió el viaje.
  Todos sus compañeros estaban tensos y nerviosos, él se encontraba tranquilo porque presentía el regreso. Subió al avión y con la cabeza baja miró por última vez a su esposa, con esas miradas que nunca se olvidan.
  Después de una extensa siesta, sintió un escalofrío que poco a poco fue  recorriendo su cuerpo, miró alrededor y observó un paisaje  cubierto de nieve blanca. Ni bien pisó el suelo comenzó a sentir el silencio aterrador de la guerra, se ocultó detrás de las rocas con mucho cuidado sin que nadie lo divisara. Al caer la noche lo sorprendió un enemigo tratando de clavarle un arma blanca por la espalda, pero antes de que esto sucediera Julio luchó y logró escapar a las trincheras, consiguiendo que este le perdiera  el rastro. Pensó en “Abril” y su esposa, se quedó dormido envuelto con el calor de las manos de su madre guardado en aquel tejido. Al despertar escuchó  “Alto el fuego”… con una sonrisa de oreja a oreja abrazó a sus pocos compañeros sobrevivientes y partieron hacia sus hogares.

  Historias como estas parecen comunes, pero no es común el sufrimiento, la espera y el dolor de los que fueron y de los que esperaron ansiosos cada segundo.

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “RESCATANDO A LOS HORNEROS” - Por Alanis Moyano

    Todo comenzó hace 2 semanas a la mañana cuando mi familia y yo íbamos a una estancia. Mi nombre es Tobías y mi familia es la siguiente: mi mamá es alta, flaquita y hermosa como las flores, ella se llama María. Mi papá se llama Pedro y es bajito y morocho como el barro. Además, tengo hermanos gemelos, que son pelirrojos como tomates, ellos se llaman Emanuel e Ignacio.
     En el viaje a la estancia vi una casita que me pareció muy rara… ¿Qué era eso tan raro? La casita era marrón, pequeña hecha con barro y con forma circular. Al rato me olvidé de eso y no le di más importancia.
    Cuando llegamos a la estancia, conocimos a un hombre muy feo con un bigote blanco como la nieve y largo como un tallarín, el se llamaba Domingo pero como no le gustaba su nombre, todos le decían Pepe. Él nos hizo recorrer todo el lugar y finalmente llegamos a un galpón que estaba en el fondo de la estancia, en él, vi muchísimas casitas de las que había visto esa mañana. En ese momento, le pregunté a mi papá de qué era esa casita, y él me respondió que era de un pajarito llamado hornero. Lo que me dio mucha curiosidad fue que… ¿Por qué este hombre tenía todas estas casitas en su galpón? Entonces le pregunté, pero él se hizo el distraído y se quedó hablando con mis padres, organizando para volver a verse la próxima semana.
    Cuando llegamos a mi casa, empecé a investigar sobre el hornero. Lo primero que encontré en las enciclopedias y en las computadoras fue que los horneros eran una especie en extinción y que sus nidos los rompían o se los robaban las personas para decorar. Al ver eso, me enojé mucho con Pepe y pensé cómo podía hacer para qué él cambie de opinión y no siga robándole sus nidos a los horneros.
    Después de pensar y pensar, se me ocurrió un plan que consistió en…
    A la semana siguiente, cuando fuimos nuevamente con mi familia a la estancia de Pepe, hablé con él, porque antes de realizar el plan debería saber si no estaba arrepentido de lo que había hecho o si no seguiría robando nidos de hornero, pero como lo que me respondió fue todo lo contrario a lo que yo quería que respondiera, empecé el plan.
    Arreglé una casa abandonada que estaba en la esquina de la estancia de Pepe, y se la presenté a él para que viva ahí. La casa había quedado tan hermosa que Pepe se encariñó de una manera que no salió ni por un momento. Además no podía entrar nadie más que él.
    Después de tres días, cuando mis papás me llevaron a visitar nuevamente a Pepe fui al frente de su casa nueva, toque el timbre y cuando abrió la puerta para ver quién era, entré rápidamente y le enseñé fotos de casas destruidas y personas que se quedaban sin hogar. En ese momento lo vi a Pepe salir corriendo.
    Cuando salí de la casa de Pepe lo vi llorando y le dije – ¿Ahora comprendés a los horneros?- y él salió corriendo rápido como una liebre hasta su estancia. En ese momento lo seguí y mientras caminaba, pensaba que se había ido por vergüenza o porque no me quería escuchar, pero me equivoqué… Cuando llegué, él estaba sacando todos los nidos de hornero de su casa acomodándolos sobre un gran árbol, dándoles comida y agua, y los cuidó por muchísimo tiempo.

     Camino a casa volví pensando en que me sentía feliz por haber podido ayudar a los horneros, pero también me sentí orgulloso de Pepe por haber cambiado de opinión en solo un día.  

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “EL POZO DE PIEDRA” - Por Lola Azul Maurente

             Rodrigo y Mariana eran niños de  diez y doce años. Se acababan de mudar con sus padres a  Monte Hood, Oregón. Aburridos los niños deciden preguntarle  a su mamá si había algo que ellos pudieran hacer. La madre sorprendida le dice que pueden ir a buscar agua, ya que la instalación en la casa aún no funcionaba. Y allí fueron aunque no sabían de donde sacar agua.
            Cerca de allí, vivía un leñador, hacía muchos años. ellos tocaron su puerta y salió el leñador, con ropa muy sucia y rota y les dijo:
            -¿Qué hacen aquí?
Los niños asustados le preguntaron si en algún lado del bosque había un pozo de donde sacar agua.
            -Sí, les dijo el leñador, pero el único pozo que hay aquí cerca, es el pozo de piedra, aunque les recomiendo que o se acerquen.
El hombre les contó que en ese pozo había pasado algo inexplicable. “ lo único que sé , es que allí vive algo malo que no se conoce, por eso vuelvo a decirles , no se acerquen a él, y si van , tengan cuidado”.
Los niños pensaron que el leñador exageraba o estaba loco y decidieron ir allí. Cuando llegaron vieron las ruinas de piedra que rodeaban al pozo, húmedas, drías y llenas de moho. Se acercaron lentamente, y la niña preguntó a su hermano:
            -¿Y si lo que nos contó el leñador es cierto Rodrigo?
            -¡Bah! No digas bobadas Mariana, no le vas a creer a ese viejo loco. Tengo una idea para saber si es verdad que allí hay algo.
            Y diciendo esto, escribió una notita que decía –“¡Hola!, ante la mirada atónita de su hermana que no entendía nada.
            -¿Qué haces Rodrigo?
            -Ves , dice el hermano-  tiramos este papelito dentro del balde para sacar el agua y si allí hay “algo” o “alguien” seguro que nos va a contestar cuando lo levantemos.
            -¡Qué pavada! Dijo Mariana eso nunca va a ocurrir.
            Al día siguiente , los hermanos regresaron al pozo de piedra y levantaron el balde. Grande fue si sorpresa cuando al desdoblar el papel que habían dejado allí, con una letra  horrorosa como si hubiera sido escrita con  sangre , decía “Hola”
            Seguido con la misma letra . también decía “tengo hambre, tráiganme de comer"”…
            Los niños se miraron sin creer lo que estaba pasando .son saber mucho que hacer, Mariana pensó en contarle a su mamá lo ocurrido, pero enseguida su hermano la detuvo
            .¡No Mariana! Es nuestra oportunidad para saber quién vive allí. Vamos a buscarle comida.
            Durante algunos días fueron llevando al pozo frutas y pan que podían sacar de su casa, la metían en el balde y la bajaban. Una tarde ,cuando levantaron el balde para volver a traer comida, les sorprendió encontrar allí la que habían bajado antes, algo putrefacta.
            -No le gusta esta comida Mariana- dijo Rodrigo- ¿Qué comerá?
            Decidieron , entonces, contarle al leñador lo que había ocurrido y fueron a su casa. El hombre los escuchó y les dijo que se fueran y que no volvieran más-
            Cuando los niños se alejaron, el leñador tomó un hacha y fue a lugar donde se encontraba el pozo de piedra.
            Al llegar, quiso asomarse para ver si era verdad lo que los niños le habían contado, pero tropezó con una piedra suelta y cayó dentro del pozo. A continuación se escuchó un alarido estremecedor y luego…silencio.
            Al día siguiente, los hermanos, intrigados por saber qué pasaba en ese pozo, volvieron para tirar más comida.

            Grande fue su confusión cuando, al levantar  la soga con el balde, había una nota y un hacha ensangrentada. Sus ojos se llenaron de terror mientras leían  “Gracias por la comida”.

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “LA GRAN AVENTURA” - Por Matías Francisco Minelli Rodríguez

             Un día un niño llamado Fafnir, estaba trepado a un árbol muy alto. Había nubes y la presencia de una fuerte tormenta. De pronto el cielo se oscureció más aún, surgió  un viento endemoniado y apareció un tornado que sacó al árbol de raíz. Fatnir salió disparado con él y una rama le golpeó la cabeza dejándolo inconsciente. Más tarde se despertó y estaba abrazado al árbol con algunas heridas importantes. De pronto apareció una figura frente a él. Era como una serpiente gigante con patas de león y cuernos de alce. Esa criatura se le acercó despacio y aunque su aspecto atemorizaba, sus ojos tenían una mirada dulce. Parecía tierno y cariñoso. Cuando estaba a menos de un metro de distancia abrió la boca, sacó la lengua muy larga  y le lamió las heridas más graves. Todas cicatrizaron. El niño extendió el brazo y le acarició la cabeza. Una gran amistada surgió entre ellos.
            Estruendo. Hubo una explosión en el aire que los aturdió, se abrió como un portal en el cielo y acto seguido apareció otra serpiente muy grande con alas de águila. El niño, sin dudar un segundo, le dijo a la criatura que era su amiga, que se escondiera con él en el árbol (ya que temblaba de miedo). Cuando la serpiente los vio, escupió una bocanada de fuego. El niño salió corriendo, pero esa serpiente lo siguió rápidamente. De pronto Fafnir tropezó y en un instante pensó que la serpiente lo mataría, pero la criatura se abalanzó sobre la serpiente, la envolvió con sus patas y las dos se trenzaron en una lucha titánica, sin igual.
            Estampido. Como un rayo. Luego una luz muy blanca y como si nunca nada hubiera  ocurrido, la criatura y la serpiente  se desvanecieron, Fafnir asustado y desconcertado se fue corriendo al pueblo.
            Días después, Fafnir intentó incorporarse de a poco. Le dolía todo el cuerpo y se encontraba en la cama de un hospital. Su brazo derecho estaba enyesado. Su mamá lo abrazó con lágrimas en los ojos. Él intentó contare lo ocurrido.
La tormenta, el tornado, el árbol disparado con él, la criatura de la mirada dulce, la serpiente que quiso matarlo…
            Su madre lo miraba sin detenerlo hasta que dijo:” Es un milagro que no te hayas matado al caerte del árbol Fafnir,  los médicos me daban pocas esperanzas de que despertaras”…
            Fafnir aún  no reaccionaba a la realidad. Fue tan real su aventura…

            Cuando su madre lo abrazó nuevamente, le tomó el rostro entre sus manos y lo miró a los ojos dándole un gran beso y en ese mismo momento Fafnir pareció recordar la mirada dulce de la criatura que lo había salvado. Y entonces la abrazó más fuerte aún.

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “SORPRESAS INESPERADAS” - Por Camila Colombani

Desde el primer grado de la escuela primaria soy amiga de Sofía. Ahora estamos terminando la Secundaria y seguimos siendo inseparables… pero un buen día llegó la noticia que lo cambiaría todo.
Estábamos terminado la tarea de naturales, cuando entró la mamá de Sofía y le dijo:- Sofía , papá , yo y vos tenemos que hablar.
Sofía  siguió a su mamá y  yo esperé sentada en la cama de su cuarto, pensando que le estarían diciendo , ¿por qué la mamá había sacado a Sofía de su habitación con  tanta urgencia?
Mi amiga entró rápidamente al cuarto y quedó recostada sobre la puerta con los ojos rojos e hinchados , parecía que había estado llorando mucho.
-¿Qué pasó? le dije ¿Tus papás se separaron? ¿Vas a tener un hermanito?¿Tienen que vender la casa? ¡¡¡¡¡Dale , decime!!!
A esta altura yo ya no podía ocultar la ansiedad, ella respiró hondo y me dijo:
-Me tengo que mudar a Esquel…
-¿A dónde? ¿Es muy lejos? ¿A cuántos kilómetros queda? ¿Es en Argentina?
Tenía muchas preguntas para hacerle, pero al ver su cara de “nada” me detuve…
-Perdón , le dije,- si querés,  contame lo que pasó .
-Resulta que mi mamá perdió su trabajo, entonces papá pensó que acá no iba a conseguir nada y decidieron  irse a una ciudad pequeña donde hubiera turismo  para conseguir un trabajo y pensaron en ir a Esquel porque hay chocolaterías que necesitan empleadas. Además  según mi papá allá “ se hace una vida más sana” ¡ay Marina! , no me quiero ir… en dos semanas estaremos allí.
Dos semanas después llegó el momento de las despedidas, fueron los familiares y los amigos y por supuesto estaba yo. Cuando la vi subir al avión sentí como una lágrima caía por mi cara, y un nudo apretaba mi garganta.
La extrañaba mucho, por eso tiempo después dos amigas más y yo decidimos ir a visitarla. ¡ Qué emoción! Preparamos todo y RUMBO A ESQUEL!!!!!
Cuando llegamos estábamos muy contentas, pero todo se complicó gracias a la visita que hicimos a la chocolatería donde trabajaba la mamá de Sofía, porque el primer día fue todo alegría y cuando al día siguiente fuimos a su lugar de trabajo , ella nos convidó un pedacito de chocolate en rama, pero cuando lo estaba cortando vimos como de él se desprendían miles de estrellitas doradas. Todas preguntamos, qué era eso, pero Julia nos contestó que no era nada  que todo se debía a que era chocolate de calidad marca “Tres hermanos”…
Salimos a la vereda y cuando miramos  la vidriera observamos como una extraña mujer espolvoreaba los chocolates con un polvillo brillante y cuando ella nos vio desapareció como si nada. No dijimos nada, nos miramos y salimos corriendo asustadas. Cuando llegamos  nos dolía todo, pero teníamos sueño y quedamos  como “planchadas”…
Al día siguiente mientras desayunábamos vimos a un periodista que  por la tele daba el siguiente anuncio: “Extraña enfermedad afecta a los pobladores de Esquel, se la denomina: CHOCOPOLVETITIS , la misma comienza con la aparición de granos en el rostro, pérdida de equilibrio, alergias y dolor agudo en la lengua. Se aconseja consumir mucha agua y nada de chocolates, pues en estos momentos se está observando cómo evolucionan varios pacientes”.
Las chicas se miraron y corrieron al espejo -¡Qué horror!  Ay!!!!!!!
Cuentan en el pueblo que en el lugar donde funciona la chocolatería hace varios años, vivían tres hermanos y una hermana más pequeña, ellos fallecieron, pero de la hermana nunca más se supo nada…
¡Qué casualidad! ¿No? Chocolates “Los tres hermanos” ¿y la hermana?

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” “MI FIEL AMIGO” - Por Lara Agustina Latorraca

            Hace unos días atrás, en una tarde cruda de invierno, recuerdo que el frío azotaba a todo aquel  que en la calle se encontrara, y al mirar por la ventana observé a un pequeño perro asomándose a la vidriera de un restaurante. Todos los que por allí pasaban jamás retrocedieron para apiadarse de aquel inocente perrito.
            Comenzaba a caer la noche y aquel pequeñito aún estaba allí, acurrucado sobre una caja de cartón. Comencé a sentir algo muy profundo por ese pobre perrito. Le pregunté entonces a mis papás si podía quedarme con él, pero las excusas de ellos fueron infinitas: que el departamento era pequeño, que estropearía la casa, que quién lo cuidaría, no tenemos patio, quién limpiaría sus necesidades y tantas otras cosas que preferí desistir de mi deseo de adoptarlo.
            Aquella noche no pude dormir pensando en “Toby” a quien yo , ya había bautizado con ese nombre. Resultó ser que aquella noche una tormenta muy fuerte azotó la ciudad  y la preocupación y mi cariño, causaron en mi el deseo de ir en búsqueda de Toby. Decidí entonces escaparme, me puse mi piloto, tomé una linterna y sin hacer ruido salí de mi casa a buscar a Toby.
            Cuando llegué a la casa la lluvia y el viento no me dejaban ver y cuando llegué al lugar la caja donde estaba el pequeño ya no estaba allí, ni tampoco Toby. De pronto escuché unos ladridos y me imaginé  que se trataba de mi perrito, me asomé a ver si se trataba de él y por suerte lo era. Pero mi sorpresa fue aún mayor  cuando vi que se encontraba atrapado en una alcantarilla y con la mitad del cuerpo hacia la calle, desesperado por liberarse y escapar de aquella corriente de agua. Mi desesperación fue muy grande al ver una fuerte corriente de agua pero también temía `perder a Toby y la única persona que podía salvarlo era yo. Así que tomé mucha fuerza y valor y con mucho cuidado me acerqué a él, lo tomé por los brazos y sentí que con cada uno de los besos me agradecía por haberlo salvado.
            Volvimos a mi casa y aún todos dormían, llevé  Toby a mi cuarto y lo sequé con una toalla y aquella primera noche dormimos juntos. Al llegar la mañana, procuré esconder al pequeño Toby en el altillo ya que nadie iba allí, le dejé comida y marché al colegio.

Las miradas de mis padres  eran muy extrañas y al asomarme a la cocina Toby estaba comiendo y tomando leche y en su cuello tenía puesto un collar azul. Cuando me vio vino muy contento  a saludarme. Giré y miré a mis padres ya que la sorpresa era muy grande, ellos entonces me dijeron que se podía quedar, mi alegría fue aún mayor y desde entonces mis días cambiaron con la llegada de Toby, ya que siempre jugamos juntos y jamás nos separamos.

Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento”



La Escuela de Educación Primaria Nº 13 “ Independencia Nacional”  puso en marcha este año la primera edición del Concurso Literario “Llegó la hora de escribir un cuento” Se trata de un concurso que propone a los niños y niñas de sexto año de las escuelas primarias públicas y de gestión privada y con apertura a escuelas de Educación Especial la escritura de un cuento en donde puedan hacer volar toda su imaginación y poner en acción la creatividad que tienen para desarrollar.


Primer premio 

“ Mi fiel amigo” obra perteneciente a Lara Agustina  Latorraca ,alumna de la EP Nº 4

Menciones de honor

-“Rescatando a los horneros”, obra perteneciente  a Alanis Moyano, alumna de la EP Nº 13

-”El amor va más allá”, obra perteneciente a  Brenda Godoy, alumna de la EP Nº 45

-“El pozo de piedra”, obra perteneciente a  Lola Azul Maurente, alumna de la EP. Nº24

-“Sorpresas inesperadas”, obra perteneciente a Camila Colombani, alumna de la EP Nº 13

-“La Gran aventura”, obra perteneciente a  Matías Francisco Minelli Rodríguez, alumno de la EP Nº24

-“Narices y bocas rojas”, obra perteneciente a Belén Galante, alumna de la EP N º13

-“El regreso en Abril” , obra perteneciente a Valentina Scorza, alumna de la EP Nº 13

MENCIÓN ESPECIAL DEL JURADO

Pequeños escritores de la escuela Especial Nº 502 por la obra “ El pajarito Simón”perteneciente a alumnos de segundo ciclo: Juan Manuel Godoy, Victoria Luna, Florencia Ojeda, Rocío Romero y Milagro Siaira
                                   

        Hubo un total  de 83 participantes , de las escuela primarias N 1, Nº 2. Nº3, Nº4, Nº 7, Nº13, Nº 16, Nº 24, Nº 45 y Especial Nº 502
        Se preseleccionaron 29 obras.
        El jurado estuvo integrado por  Marisol Moreno , directora de la Biblioteca Pública “Pablo Pizzurno”, Ezequiel Feito, escritor local,  Héctor Fuentes, escritor local y Lidia Poza docente de Prácticas del Lenguaje de Primaria, quien ofició como coordinadora del concurso.
        El acto de premiación se llevará a cabo  el miércoles 26 de noviembre  a las 9 horas en el gimnasio de la EPNº13, sito en calle 21 entre 28 y 30 Nº 924 con un encuentro de diferentes manifestaciones culturales.
       El ganador recibirá un producto electrónico otorgado por la Asociación Cooperadora de la EP Nº 13 y un libro
       Las menciones recibirán libros donados por editorial Santillana.
       Esta primera edición cubrió todas las expectativas puestas en el concurso, observando cuán importante es dar la oportunidad para que los niños y niñas pueda hacer volar su imaginación y sentir que pueden convertirse en verdaderos escritores.

domingo, 9 de noviembre de 2014

CONTATE UN CUENTO VII - “Giselle” Por Gustavo Circelli – Balcarce

Para Giselle era inexorable el paso del tiempo, un tormento diario e ineludible que la tornaba cómplice durante todas sus mañanas. De aspecto lánguido y a merced de reiteradas burlas por parte de algunas compañeras del aula, no esperaba grandes cambios en su vida. De pelo trigueño, corto y enraizado dejando ver sus ojos tristes color café, a la sombra de unas enormes cejas cuasi rectas. De orejas desproporcionadas al tamaño de su cara, emergían como paletas de caramelo siendo el blanco de algunas manos que jalaban de ellas dejando atrás las risas y carcajadas. El aire se tornaba turbulento en su nariz respingada y un tanto chata que producía cosquillas en sus labios delgados, al salir de ella.
Giselle sobresalía además en estatura lo que la dejaba aún más expuesta ante situaciones que ella misma quería esconder, como por ejemplo sus pechos pequeños y una delgadez, que sin ser extrema, alimentaba más aún sus complejas e internas sensaciones de no ser feliz, de sentirse desvalida, descartada y aislada por la mayoría del alumnado.
Pero no todo era tan sobrio e inhumano, tenía amigas y amigos que la estimaban y la incluían en sus salidas, como toda adolescente, siendo ella misma la que se rehusaba a compartir recluyéndose en sí misma, pues su sufrimiento iba más allá de los buenos momentos que pudiese compartir. Las miradas ajenas la incomodaban sobremanera, dibujando en su mente todo tipo de supuestos pensamientos que la otra persona pudiese esbozar acerca de su apariencia física.
Esa noche del 13 de Septiembre, 22:37 horas, y como todas las noches en su habitación, terminó con sus tareas y se fue a dormir. En la mañana siguiente, como todas sus mañanas, se dispuso a ir al colegio, y tras un abrazo a sus padres preocupados por su estado de ánimo, caminó hacia la puerta, atravesó un pequeño corredor lleno de plantas recién florecidas en vísperas de la primavera que se asomaba y abrió la puerta de rejas, invadida de una hermosa enredadera, para esperar su colectivo escolar. En ese período de espera temporal observa que en su buzón de correos hay un sobre, sin remitente y tras darlo vuelta, observa su lectura “Para Giselle”. Rápidamente y tras sentirse acorralada por sus propios fantasmas que la observaban diariamente, toma el sobre y lo guarda en su mochila.
El día transcurre como el resto de los días y al retornar a su casa, sin mediar saludo, y tras la sorpresa de sus padres, corre presurosa a su habitación para abrir el misterioso sobre.
Dentro del mismo, había una pequeña fórmula incompleta conformada por una serie de “pasos” y “sellos”. El paso era una instrucción a ejecutar de manera simple pero precisa y el sello, como corolario del paso ejecutado. Giselle no entendía muy bien y tuvo que recurrir al diccionario en Internet para comprender. Advirtió que “corolario”, en resumidas cuentas, es un término que se utiliza en lógica y Matemática para evidenciar algún hecho, es decir una consecuencia de cierre del “paso” que debía ejecutar.
El primer paso: “Tomarás un espejo donde tu figura sea reflejada en forma completa. Todas las mañanas y a la espera del sello y nuevo paso, deberás observarte sin pestañar durante treinta segundos exactos.”
Giselle pensó que era otra burla más de sus compañeras, sería demasiado cruel someterla diariamente al tormento de observarse, a sabiendas de lo que más odiaba en su vida. Pasaron algunos días y la idea del “paso” se sacudía irremediablemente dentro de ella -¿qué tenía que perder?- se cuestionaba. Es así que va a la casa de su abuela de donde toma un espejo antiguo de las dimensiones de ella, es decir largo y delgado. La abuela se lo prestó gustosa,  Giselle adujo un experimento de ciencias. El problema fue justificarlo en su casa, donde se valió del mismo discurso, “por la ciencia”. Es así como Giselle cumplía todas las mañanas el paso, se observaba durante treinta segundos, y luego iba a la escuela no sin antes escudriñar su buzón a la espera del “sello” y un eventual nuevo paso.
Giselle comenzó a advertir cambios en su físico de manera mágica, sus “paletas de caramelo” cambiaron su forma y descansaban acariciando suavemente su pelo, ahora más ligero y suelto que comenzaba a invadir su cara con un flequillo liviano y seguro con un toque muy personal de distinción. Las cosquillas sobre sus labios ya no eran por el aire turbulento sino por su pelo en movimiento permanente. Su nariz se volvió cálida y sensitiva que acompañaba sus primeros intentos de sonrisa. Sus compañeros y amigos le preguntaban si se había sometido a alguna operación, a la cual respondía que no, como tampoco daba detalles ni siquiera a sus mejores amigas. El tiempo pasó.
El primer sello: “Dibujarás el contorno de tu silueta actual sobre el espejo con un lápiz labial color negro y lo guardaras junto al espejo por siempre.”
El segundo paso: “Comprarás tres sostenes de color rojo intenso, el primero a tu medida, el segundo con la medida siguiente al primero y el tercero a la siguiente medida del segundo. Deberás utilizarlos los tres al mismo tiempo y sin quitártelos a menos que sea necesario por naturaleza, y hasta la espera del sello.”
Giselle, se sentía más a gusto, veía su entorno diferente y sus fantasmas se desvanecían. Sus padres cada vez más sorprendidos, no alcanzaban a comprender y se reprimían el hecho de someterla a un interrogatorio, - parece que el experimento de ciencias le sienta bien-, se decían. Giselle sonreía, comenzaba a salir con sus amigas, tenía pretendientes y en la escuela la invitaban a desfilar en los cierres de la clásica competencia deportiva intercolegial o “estudiantina”. ¿Cómo iba a negarse al segundo paso?, se preguntó. Tomo el lápiz labial, contorneó su silueta en el espejo y guardó ambos bajo su cama. Todas las mañanas, cerraba su habitación para que sus padres no advirtieran su experimento. Se colocó los tres sostenes y con el correr de los días y tras soportar el hecho de no quitárselos nunca, advirtió que el sostén número uno comenzaba a ajustarle demasiado. Como el paso indicaba no quitárselos salvo por naturaleza, pues bien, naturaleza obliga y se quitó el primero. Así ocurrió lo mismo con el segundo y el tercero.
 Sus amigas pensaban que estaba embarazada dado el crecimiento evidenciado, pero ella indicaba simplemente, -nada que ver-. Se volvió la más bella, la más deseada.
Segundo sello: “Tomarás los tres sostenes usados, los pintarás de negro y los guardarás junto al espejo”
Pero no todo era tan bello como parecía, Giselle no era burlada, más bien odiada por sus competidoras “las lindas de la escuela” y sus amigas habían perdido a su antigua Giselle, se distanciaban y la marginaban. Nuevas personas se acercaban para acoplarse a la “sensación del momento” solo por apariencias y muchos engaños. No tardó mucho en volver la tristeza a su rostro, se escondía nuevamente y lloraba desconsolada, extrañando a sus amigas, la sinceridad y pureza de quienes se preocupaban por ella, incluso, extrañaba a sus padres de quién se había escondido durante mucho tiempo.
Ultimo sello: “Has cumplido con tus pasos y logrado lo que tanto buscabas. Definitivamente permanecerás así, si y solo si, guardas durante toda tu vida el espejo, los sostenes y el lápiz labial, sin que nadie ni nada altere su condición.”
Transcurría el tiempo y su fama era creciente, no necesitaba estudiar para aprobar, su belleza estaba por sobre cualquier situación, mas su soledad era aún mucho mas temible.
 Un día cualquiera, corre a su habitación y siendo las  22:37 horas, se arroja bajo su cama, observa su espejo y lo rompe en miles de pedazos que luego junta en una bolsa de consorcio. Los sostenes y el lápiz sufren el mismo destino. Arroja la bolsa a un contenedor de basura y se va a dormir.
El sol de la mañana, como delgadas sedas, se filtra por las grietas de su habitación  acariciando la piel de Giselle. Un sobresalto la trajo a la realidad, y sus ojos buscaron desesperadamente bajo su cama. No había nada. Otro suspiro la llevó a tomar su celular y sacarse una foto propia para observar su apariencia, estaba realmente feliz y contenta. Besó a sus padres con una gran sonrisa,  caminó hacia la puerta, atravesó el corredor de plantas regalando una caricia a cada una, abrió la puerta de rejas para esperar su colectivo escolar, - vaya sueño que tuve-, pensó.

Un niño de la calle, como los hay tantos, juega a ”encandilar” con un pequeño trozo de espejo que encontró en la basura.

CONTATE UN CUENTO VII- MENCION DE HONOR: “ANGELES SIN ALAS “ Por Viviana Martínez - Balcarce

Esa mañana del 21 de julio marcó mi vida para siempre, aunque no del modo que yo esperaba.
Durante mucho tiempo había anhelado esa entrevista de trabajo. Era la posibilidad de poder hacer algo con mi vida. La verdad es que me había resultado difícil descubrir mi verdadera vocación. Me embarqué en varias carreras y oficios pero ninguno me había satisfecho completamente. Es por ello que cuando leí en el periódico local que convocaban aspirantes  para trabajar en el hospital, pensé “es para mí”. De algo tenían que servir los títulos que había acumulado. Pero esa bendita mañana, parecía que todo en el universo se había complotado  para evitar que llegase a tiempo. El despertador del celu no sonó, no había agua en el edificio porque se había roto un caño, mi auto nunca arrancó y el taxi que conseguí me dejó varada a mitad de camino por un desperfecto técnico. A esa altura yo buscaba la cámara creyendo que era una broma de Tinelli. Me retrasé más de media hora, pero llegué al hospital  justo cuando mis piernas parecían no poder sostenerme por más tiempo. Y allí conocí a Marta; fue quien me entrevistó. Después de contarle acerca de todos mis títulos y capacidades, me  preguntó si sabía para qué servicio era la convocatoria. Ante mi evidente desinformación, me invitó a dar un paseo por el lugar. Mientras caminamos me comentó que había llegado allí al igual que yo, con varios títulos y habilidades, y que en ese hospital había encontrado su lugar.

Marta era la hija mayor de una familia de madre separada y padre ausente.  Siendo  muy pequeña asumió la responsabilidad de cuidar a su hermano. Debía entonces administrar “interinamente” la casa mientras la mamá estaba trabajando. Desde entonces conoció la austeridad y aprendió a fabricar una comida con lo poco que contaba, a hacer su propio pan; aprendió que si un corte de energía eléctrica era antecedido por un ruido de escaleras, significaba que no habían pagado a tiempo la boleta de la luz. Y aprendió que las lágrimas de su hermano sentado delante de una tele apagada, no modificaban esa situación, sólo entristecían el rostro de su madre cuando llegaba agotada de limpiar pisos ajenos.
Marta y su hermano aprendieron que a Papá Noel y a los Reyes Magos no había que pedirles mucho, de manera que también les alcanzase  el dinero para regalarle a otros niños, y  a veces no llegaban a tu casa si vivís lejos.  Y aprendieron que la ropa y los juguetes nuevos  no son  los que se compran en los negocios, sino que son la que te dejan los primos más grandes…

En este punto, mis lágrimas caían como lluvia sobre mi rostro, la emoción me invadía  y me sorprendía ver a mi compañera de paseo, relatar su historia con una enorme sonrisa. Pero supe después  que no siempre pudo ver su vida de esta manera:

Ella había crecido rodeada de mucho amor, pero mirando las cosas que otro tenían y ellos nunca podrían tener. Entonces le reprochaba a Dios hasta cuándo deberían hacer tanto sacrificio, y por qué la vida era tan difícil para ellos.
            Apenas egresada de la escuela secundaria, estudió la carrera de Maestra Jardinera, ya que era una de las pocas ofertas académicas de su ciudad. Pero nunca pudo acceder a un cargo, ni siquiera como suplente. Y también por ello le reprochaba a Dios por qué si hacía las cosas con tanto amor y dedicación, todo seguía siendo tan difícil.
Para  sobrevivir vendía las artesanías que realizaba y ayudaba a su mamá a confeccionar tortas de cumpleaños que vendían a pedido.
Pasaron algunos años, se casó y estudió al fin una carrera universitaria que ofrecían temporalmente en su ciudad: Enfermería. Con el título en su mano comenzó a trabajar en un hospital.
Si bien algunas carencias ya no existían, otras comenzaron a aparecer en su matrimonio: la rutina había consumido el respeto, el buen trato y el  amor que en algún momento habían disfrutado.  Y llorando le continuaba reprochando a Dios porqué la seguía abandonando, hasta cuándo sufriría.
El matrimonio de Marta terminó y ella pudo encontrar un amor verdadero, que se transformó en su compañero de ruta, en su amigo, y un padre maravilloso para sus hijos.

Interrumpí el relato de la enfermera diciendo “Bueno, al menos tanto sufrimiento y sacrificio terminaron en algo lindo. Al fin Dios se acordó de usted”
Marta me sonrió y me dijo con su tono más dulce: “Dios nunca se había olvidado de mí. Estaba trabajando conmigo, me estaba preparando para mi tarea. Y me comentó que un día había recibido un mail ofreciéndole un trabajo en ese Hospital, en el servicio al que nos dirigíamos.
Cruzamos entonces un enorme parque lleno de flores, árboles frondosos y juegos de plaza. Me sorprendió encontrar un lugar tan agradable en medio de un hospital.  No es lo que imaginaba.
Llegamos a una casa con grandes ventanales y un cartel en la puerta que decía “Servicio de Oncología Pediátrica”. Me paralicé y por un momento pensé en decirle que prefería no entrar.
No pude hablar y la puerta se abrió. Y entonces quedé más muda que antes. Aquello tampoco era como lo hubiera imaginado. Había muchos pequeños con pañuelos o gorros cubriendo sus cabecitas desnudas, otros conectados a equipos de oxígeno, otros con sus sueros a cuestas. Pero aquel lugar no era sombrío ni triste. Marta había ideado aquel hogar. Estaba pintado de colores y todos jugaban o realizaban distintas actividades, incluso acompañados de sus papás o hermanos. Ella sabía lo importante que era la unión y el apoyo de la familia para atravesar las situaciones adversas. Había una cocina enorme donde realizaba distintos platos con los niños y algunas madres. Los mismos amiguitos confeccionaban con la ayuda de Marta las tortas de cumpleaños y armaban grandes fiesta.
La sala contigua era un aula, Marta les daba clase y hacían sus tareas escolares. En la “sala de arte”, confeccionaban artesanías que vendía la Cooperadora del Hospital para recaudar  fondos para el Servicio. Y en las vacaciones de invierno, comenzaban con el “Taller Lúdico”, donde confeccionaban y restauraban juguetes para regalar el día del niño, o que enviaban en diciembre a los Servicios de Pediatría de los Hospitales cercanos. A ese proyecto lo llamaban “Papá Noel y Reyes para todos”. Había otra sala de Música, de Teatro… Marta había utilizado todos sus conocimientos y todas sus herramientas en aquel  lugar, con aquellos niños. Pero el proyecto se había extendido tanto que necesitaba colaboradores. Sin duda me uní a esa gran familia. Y apliqué mis conocimientos de Psicología, Servicio Social y hasta el curso que hice de Decoración de Interiores.
Entonces comprendí las palabras de aquella enfermera cuando me dijo que Dios no la había abandonado nunca y la había estado preparando para su tarea. Todo lo que vivió la enriqueció tanto que ahora podía hacer cosas maravillosas.
Los ángeles, también pueden ser simples seres humanos, imperfectos, que sólo le abren a Dios su corazón y se ponen al servicio de sus hermanos. Cada uno con las herramientas que tiene.

Señoras y señores, yo conocí ángeles sin alas, y viven todos en una casita de un hospital.

CONTATE UN CUENTO VII- MENCION DE HONOR “La protesta de dos viejitos” Por Ricardo Gustavo Creimer – La Plata

Encarnación Rizzo y Pacifico García conformaban un matrimonio de ancianos jubilados. Entraron a media mañana al Ente encargado de la provisión del agua corriente para efectuar un reclamo. Retiraron un número para el mostrador y se sentaron a esperar a que los llamaran. Pacifico llevaba una mochila de oxigeno de las que utilizan los pacientes de enfermedades pulmonares, con su guía de ingreso metidas en sus fosas nasales. Cuando les llegó el turno se dirigieron despacio pero resueltamente al mostrador y a viva voz explicaron su problema, más o menos así:
- Hace siete días que no tenemos ni una gota de agua en toda la casa. Hicimos el reclamo y nos dijeron que corría bajo el número 141417. También nos dijeron que en 48 o 72 horas lo repararían.
Continuaron contando que por la buena voluntad de los vecinos, que les tendieron una manguera por sobre la medianera, contaban con el agua imprescindible para la utilización, más o menos decorosa, del inodoro. Claro que previo acarreo del balde por más de quince metros.
La empleada que los atendía conectó su respuesta automática aprendida para estos casos con su fingida sonrisa. Para colmo al final de cada oración le agregaba la odiosa muletilla de “¿correcto?”.
Así es que les decía sonriendo: - en el término de 48 a 72 horas les solucionaremos el inconveniente… ¿correcto?
Don Pacifico, cada vez más enojado, soportó tres veces la respuesta monótona y automática; pero a la cuarta, le contestó furioso:
- No. no es correcto. El reclamo ya tiene una semana de efectuado y no pueden contestarme que espere dos o tres días más y para colmo subrayarlo interrogativamente con la palabra “correcto ” que no sabes ni lo que quiere decir.
Lamentablemente lo único que consiguió con eso fue que la empleada se hiciera la enojada y le repitiera que en 48 a 72 horas sería solucionado, volviendo a agregar el enojoso “¿correcto?”, pero esta vez separando cada una de las silabas de la palabra: - CO – RREC – TO 
Encarnación los interrumpió preguntándole a la empelada donde estaba el baño de damas y hacia allí se dirigió parsimoniosamente. El viejo, abandonando la discusión inútil, hizo lo propio y también ingresó en el baño de caballeros, razón por la cual la empleada suspiró aliviada y llamó el siguiente número de viva voz, para seguir con los reclamos, desentendiéndose de los viejitos.
Transcurridos más de quince minutos, y ante el reclamo de otras personas que querían acceder a utilizar el baño y encontraban la puerta cerrada, los empleados cayeron en la cuenta que los viejitos se habían encerrado; ella en el baño de damas y él en el de caballeros.
Golpearon insistentemente las puertas sin tener ninguna respuesta. Angustiada, la empleada que había tenido la discusión con ellos, llamó a Seguridad, argumentando:
-  lo único que falta es que los viejos se inmolen a lo bonzo.
Vinieron dos empleados de Seguridad grandotes y uniformados e insistieron con los golpes para que abrieran. Debido a que el silencio continuó siendo la única respuesta, luego de algunas consultas con la Gerencia y con la Comisaría, procedieron a violentar la puerta del baño de caballeros.
Esperaban encontrar al viejo ahorcado, pero no. Don Pacifico estaba pulcramente bañado, envuelto en una toalla y terminando de afeitarse. Mientras tanto ella, salió del baño secándose con un toallón floreado y luciendo otra toalla más chica envuelta sobre su cabellera a modo de turbante con el que las mujeres se transforman - por un instante - en actrices de cine.
Miró para un lado y para el otro y, sonriendo, volvió a entrar al baño, diciendo: - Me visto y salgo.
Entre los aplausos y vítores de otros usuarios que colmaban la oficina haciendo sus trámites, don Pacifico se sentó en una de las filas de sillas puestas a propósito “para esperar sentado”, secó sus pies y cortó sus uñas, juntando meticulosamente los trozos desbrozados.
Unos minutos después, mientras salían a la calle entre numerosas muestras de cariño, Encarnación dijo gritando:
- El Papa Francisco dijo que hiciéramos lió y aquí estamos. Tienen todo el día para arreglarnos el desperfecto; si no, mañana volvemos a cocinar aquí.
En menos de dos horas, concurrió una numerosa cuadrilla -de aquellas en las que uno trabaja y los demás miran - y en muy pocos minutos superaron el desperfecto.
Eso sí; previendo que la conducta de los viejitos se hiciera costumbre, el Gerente ordenó retirar las duchas y anular el agua caliente en los baños de atención al público.

CONTATE UN CUENTO VII - MENCION DE HONOR “Una mochila de Mickey” Por Mariano Contreras - Lobos

Hacía cerca de veinte minutos que esperaba el colectivo, debajo del techo de chapa de la parada. Llovía desconsoladamente, y allí en el medio del campo solo restaba esperar fumando. Estaba ojeando un inútil libro de pedagogía, cuando escucho una voz que me sorprende:
-Profe, ¿no me convida un cigarrillo?- Yo estaba cagado de frío, no me quiero imaginar cómo habría estado ese chico con las alpargatas empapadas, el pelo mojado, y sin siquiera una campera.
Ya no quedaba nadie ni en el colegio ni en los alrededores, lo niños corrieron bajo la lluvia y los demás profesores partieron en sus autos propios, ninguno se ofreció a llevarme, después de todo era solo un profesor suplente de inglés, una materia de segunda para el resto de los docentes.
A pesar de que muchos no dudarán en juzgarme por esta actitud, accedí a su pedido, después de todo no fui yo quien lo inició en el vicio y hacía tiempo que el pibe fumaba, se notaba. 
-¿Sabe una cosa? Me cae bien usted, y no lo digo solo por el cigarrillo, ojalá pudiera continuar con las clases aquí, la profesora titular es mucho más severa y amargada, viene sin ganas, obligada. Ya sé que ésta fue su última clase, pero quería decirle que me gustó tenerlo como profesor.- Era la primera vez que recibía un comentario positivo de un alumno, no sabía si lo decía realmente por convicción o solo por ser condescendiente, de todas maneras una palabra de ahínco es una satisfacción que regocija el alma entre ese mar de desinterés, desagravio y mala conducta que inunda las escuelas públicas de hoy en día.
Hay algo mágico en compartir un cigarrillo con alguien, algo que sincera y acerca a las personas, aunque sean desconocidas, se forma un vínculo circunstancial pero poderoso. Una efímera intimidad que permite tanto las más profundas declaraciones, como los chistes más soeces o las pavadas más grandes.
-¿Cuánto hace que fumás? Sos muy chico, no seas boludo mirá que te va a hacer mierda. Para cuando tengas veinte vas a estar reventado- No era mi intención sermonearlo, más bien era un consejo, yo todavía me arrepiento de aquellos primeros cigarrillos en el baño del colegio secundario, hasta el día de hoy que sigo luchando con el vicio.
-Hace un par de años ya, mi viejo me convidó los primeros.- Tendría cerca de catorce años, y estaba en esa maravillosa edad en la que se está a punto de perder la inocencia pero todavía se mantienen los juegos de la niñez. -Mi mamá se fue hace un par de años, según papi se fugó con un vecino y nos dejó. La verdad no recuerdo mucho de ella, solo he visto una o dos fotos que guarda papá en su mesa de luz, junto al revolver 22 corto, cuando él no está me meto en la pieza y las miro. Las miro y me pregunto, qué habrá pasado por su cabeza en ese momento en que decidió irse. ¿No habrá pensado en nosotros? ¿No habrá pensado en mí? Quizás ella esté en este mismo momento en algún lugar, mirando la lluvia igual que yo, y extrañándome.- Un trueno lejano interrumpió ese incomodo silencio. Terminó el cigarrillo y lo arrojó lejos. El niño miraba el horizonte, con el guardapolvos  roído, y yo sin saber qué decirle. Tenía su gastada mochila de Mickey apoyada en el suelo, embarrada, le faltaba una oreja al ratón y era una perfecta metáfora de una infancia rota, manchada. Para ser sinceros, ni me acordaba el nombre del nene, creo que el apellido era Cingolani, pero no estaba seguro.
- A veces las personas tienen motivos extraños para hacer las cosas, motivos que solo el que los vive conoce. Sé que debe ser difícil de comprender, pero lo importante no es entender las causas, sino aprender para no cometer los mismos errores.- Hasta yo me sorprendí con esa frase que me salió no sé de dónde, quizás un recuerdo latente de una conjunción de películas pedorras y novelas adolescentes. El pendejo se quedó un rato en silencio, como pensando en lo que yo le había dicho, analizando palabra por palabra.
En eso llegó el colectivo, subimos, le pagamos al chofer y nos sentamos en los primeros dos asientos. Había pocos pasajeros, solo un par de viejas allá al fondo. El nene fue mirando por la ventanilla todo el viaje, en silencio, no se lo veía triste, más bien pensativo.
-Gracias por todo, ha sido muy bueno conmigo, ojalá vuelva a la escuela en algún momento, o quizá algún día volvamos a vernos si Dios quiere, tal vez nuestros destinos se crucen en algún punto- Fue lo único que dijo, antes de ponerse de pie y bajar en la tranquera de un campo, que para mí hubiera sido imposible de identificar, allí en el medio de la nada.
En eso el chofer me dirige la palabra, sin quitar la vista de la peligrosa ruta mojada.
- Se nota que es buenísimo el pibe, siempre muy respetuoso. Pobre, me da lástima a veces. El padre lo hace laburar como negro en la época de cosecha, y después se gasta la guita en chupi. El nene dice que la madre se fue, pero lo cierto es que el viejo la mató, todo el mundo por aquí lo sabe, le pegó un tiro en la cabeza un día que estaba borracho, hace como diez años, el nene era chiquito en ese entonces. Nadie sabe dónde está enterrada, por eso está suelto el asesino.- Durante la media hora restante de viaje hasta llegar a Lobos, no pude dejar de pensar en aquel pobre pibe, en la vida de mierda que parecía llevar, y en el asesinato de su madre.
Hace unos días volví a encontrármelo en la municipalidad, estábamos haciendo cola para hacer unos trámites, y me vio. Yo le encontré cara conocida cuando se me acercó, pero no lo pude ubicar hasta que me dijo -Hola profe, cómo está.-
El pibe era un tipo grande ya, tenía veinticinco me dijo, parece mentira que ya hayan pasado once años de aquel día de lluvia. Me contó que tenía dos hijos, que estaba casado y a pesar de las necesidades eran felices.
- Che, mira… no sé cómo decírtelo, pero en el campo se rumoreaba que a tu vieja la había matado tu papá. No es problema mío pero quería que lo supieras. Todos estos años me quedó eso dando vueltas en la cabeza y quería decírtelo.
-Ya conocía ese chusmerío, no se preocupe, en el campo la gente tiene tiempo libre e inventa boludeces. Mi viejo falleció hace cerca de seis años, y hasta arreglar el tema de la venta del campo y todo lo legal, estuve un tiempo quedándome en la casa de mi abuela paterna, la cual no recordaba tener. Ella me contó la verdad, me mostro más fotos y me dio datos. Resulta que mi vieja se calentó con otro tipo y se fue a la mierda, nada de misterioso.
Hace poco la ubiqué por Facebook, tiene dos hijos grandes, y ya es abuela, vive aquí en Lobos. Un día me la crucé, aquí en el centro, yo iba con uno de mis hijos y ella pasó por al lado, ni me conoció. Tal vez hubiera sido mejor la versión que le contaron a usted, quizás si la hubieran asesinado no hubiera sido tan hija de puta de abandonarnos, no hubiera tenido la posibilidad de dejar un hijo atrás.- Se me hizo un nudo en la garganta. Pobre flaco había soportado demasiadas cosas en su vida, desde el frio despiadado del invierno en el campo, hasta un corazón roto.
-¿Sabe una cosa? Todavía recuerdo lo que usted me dijo aquel día en el colectivo (yo sinceramente no me acordaba que pavada le habría dicho), que lo importante no es entender las causas, sino aprender para no cometer los mismos errores. Yo hoy en día tengo una familia, dos hijos hermosos y una esposa divina, y son lo más importante del mundo para mí. Incluso dejé de fumar, hace años que no toco un pucho. Gracias.- Me dio un abrazo y se fue. Ya no soy más profesor, pero es la más linda anécdota que tengo, la satisfacción de haber influido positivamente en alguien, y de haber ayudado sin siquiera imaginarlo.

Lo vi marcharse, de la mano de su hijo. El niño llevaba una mochila de Mickey, pero esta vez estaba sana.

CONTATE UN CUENTO VII - Ganador Categoría D “PALABRA SANTA O UN PUNTO FUERA DE LA RECTA” Por Ernesto Daniel Bollini – Ciudad Autónoma de Buenos Aires

    Érase una honesta escuela pública de provincia, con sus paredes blanqueadas a la cal y sus animadas reuniones de cooperadora, con sus masivos y rutinarios actos escolares y la orgullosa bandera blanquiceleste flameando ante sus puertas. En esta sacrosanta institución reinaba en democracia la señora Directora, Elsa Irene Rouquié de Saldívar. Mujer cuarentona, cuyos rasgos severos acentuaban el peinado tirante con rodete, el resonante andar  en sus tacos altos y el traje sastre siempre impecable, la Señora Elsa, como la llamaban untuosamente todos, había sabido generar el respeto necesario como para que sus órdenes fueran palabra santa, sin levantar nunca la voz, sin ofuscarse, sin enrojecerse un ápice su armonioso rostro de maquillaje perpetuo. Los niños se cuadraban religiosamente cuando la veían pasar, procurando no olvidar el saludo de rigor, exagerando en su entusiasmo para que fuera percibido: “¡Buenos días, señora Elsa!”. Ella respondía siempre con un calmo: “Buenos días, alumno.” Eran famosas las filípicas que la señora Directora dedicaba a aquellos que fingían no haberla visto para ahorrarse el saludo, por timidez, miedo, o una combinación de ambos. Podía reconocerse fácilmente a las víctimas de tales sermones porque eran los primeros en gritarle el “¡Buenos días!”, y los que más horadaban el aire con sus voces asustadas al hacerlo.
Todos coincidían, por lo bajo, en que el secreto de su don de mando era la mirada penetrante, de sus ojos negros, profundos, muy bien delineados, que dejaban mudo de pavor a quien la recibía, como un animalito subyugado por el silbido de la serpiente que lo devorará. “Lo miro, nada más”, solía ser la frase lapidaria que acompañaba a los ojos clavados en el niño rebelde, que empujaba a otro en la fila, que hablaba de más con sus compañeros, o que simplemente demostraba dejadez en los estudios.
            Los docentes le temían también. Solía irrumpir en la sala de maestros para increpar con la mirada a quienes portaran guardapolvos sucios o desabotonados, sentarse majestuosamente a tomar un té, que todos se apresuraban a servirle, y mordisquear apenas, con gesto de desagrado, tomándolo con dos dedos, un bizcocho o una vainilla. Pero lo que detectaba y castigaba con mayor fanatismo la señora Elsa era la pronunciación de malas palabras. Cuentan que había llegado a expulsar a un par de alumnos que había sorprendido en un recreo intercambiándose gruesos epítetos, y también que un docente de Ciencias Naturales, por cometer idéntico pecado, había sido trasladado, por su intercesión, a una alejada escuela de otra provincia.
La señora Elsa  Irene Rouquié de Saldívar tenía, por supuesto, una familia modelo: Su marido, el señor Pedro Saldívar, connotado Inspector Escolar, inflexible funcionario y tímido esposo, su hijo menor, Daniel, de irresponsables tres años de edad, y Esther, primogénita y alumna sobresaliente del mismo establecimiento en el que la señora Elsa ejercía sus labores. Por supuesto que nadie se atrevía a objetar la aparente incompatibilidad entre sus funciones de madre y Directora. Más aún, la severidad de la señora Elsa se acentuaba cuando debía evaluar a su propia hija. Esther ,era previsible, se destacaba como la alumna más brillante de cuarto grado, y acaso de todo el colegio. Sus compañeros la adoraban por su bondad ejemplar y su dedicación al estudio, excepción hecha de Alejandra Larrañaga, que consideraba a la niña su sombra negra. Alejandra obtenía nueves cuando Esther sacaba diez, y sospechaba injustamente que la señora Directora influía en la desleal competencia. Para vengarse, acostumbraba tirarle del pelo, colocarle chinches en el banco y otras maldades semejantes, sabedora de que jamás sería denunciada por la correctísima niña, que a lo sumo le dedicaba a cambio una sonrisa de comprensión, lo que ponía más furiosa aún a su contendora. La señora Directora solía etiquetar a su propia familia valiéndose de una norma geométrica, que le recordaba sus comienzos como profesora de matemática: “Dos puntos siempre son unidos por una recta y sólo una. Y nuestros puntos son tres.” Cabe aclarar que tal definición había sido acuñada antes del nacimiento de Danielito. Podríamos afirmar que el niño era, sin lugar a dudas, el punto fuera de la recta.
Extrovertido y feliz, solía hablar a voz en cuello y emitir risotadas que sus padres censuraban con  miradas duras de desaprobación. Sin embargo, Esther tenía debilidad por su hermanito, a quien consentía y cuidaba con admirable vocación. Por lo demás, se trataba de un grupo sólidamente unido, vaya uno a saber por qué fuerzas.
Pero podríamos decir, sin temor a la exageración o a la injusticia, que la señora Elsa tenía dos caras, como tanta gente. En efecto, no bien trasponía el umbral que le permitía entrar a su casa, se transformaba. Perdía el control y la serenidad cuando encontraba los juguetes del niño desparramados por el piso, o la comida sin preparar, o cuando su marido faltaba a la mesa del almuerzo o la cena. En tales circunstancias acostumbraba sembrar de puteadas a todo ser viviente que se le aproximara. La muchacha que hacía la limpieza y trabajaba en la cocina solía ser la primera víctima de esos efluvios de furia. “¡Mierda, hacés todo mal!”, era su reproche preferido. El señor Pedro Saldívar  entonces susurraba a sus hijos: “Hay que entenderla. Su trabajo es muy desgastante” Esther no respondía y Danielito se tapaba la boca para disimular las habituales y estrepitosas carcajadas.
Corría el mes de diciembre; se aproximaba el Acto de Fin de Curso y, como todos los años, la señora Elsa Irene Rouquié de Saldívar era la encargada de organizarlo, lo que aumentaba la frecuencia y la violencia de sus erupciones de rabia. Con nerviosos movimientos caminaba por la casa preparando discursos, escribiendo guiones de modestas obritas de teatro, enrollando diplomas, revisando grabaciones musicales, ayudada forzosamente por el sufrido esposo y la atribulada niña. La clásica admonición (“¡Mierda, hacés todo mal!”) se repartía entonces parejamente entre todos los habitantes del hogar, que agachaban la cabeza y asentían en silencio o, en el caso del niño, huían para esquivar el inminente coscorrón.
Llegado el día del acto, sin embargo, todo había quedado en orden. Sin lugar a ninguna discusión, Esther había sido ungida abanderada y se la vio ingresar al patio luciendo, orgullosa y seria, el estandarte ceremonial, que colocó en la soga del mástil con estudiados movimientos para aprestarse luego a izarla. Los cerrados aplausos precedieron el ascenso al púlpito de la señora Directora, que comenzó su largo y extenuante discurso. Los alumnos procuraban no perderse palabra, menos por interés que por el temor reverencial que aquella autoridad les provocaba. Los docentes escuchaban también, respetuosos, y los padres arrastraban imperceptiblemente los pies para quedar ubicados frente a sus hijos, porque enseguida comenzaron las actuaciones, pletóricas de rígidos ademanes y emocionadas despedidas hasta el año siguiente. Números musicales que incluían zambas y chacareras, lectura de poemas alusivos, discursos y más discursos de otros docentes, transcurrieron sin mácula, supervisados por la mirada altiva y complaciente de la señora Elsa Irene Rouquié de Saldívar.
Como colofón del acto, la emocionada Esther comenzó a bajar la bandera Argentina. En ese momento, ocurrieron varias cosas que ameritan ser relatadas en orden cronológico, cual si hubiera durado una eternidad, aunque pasaron con la velocidad de un rayo frente a la comunidad educativa reunida a la sazón. Un nudo en la soga o algo parecido provocó que la bandera se trabara a mitad de su glorioso camino descendente. Los disimulados esfuerzos de Esther y de los escoltas por superar el inconveniente fueron vanos. La señora Elsa Irene Rouquié de Saldívar comenzó a impacientarse, aunque nadie que no perteneciera a su familia, concurrente en pleno a la ceremonia, notó la diferencia bajo el perfecto maquillaje y el rostro impertérrito. Entonces, Danielito, en medio del silencio mortal del patio,  lanzó el remanido epíteto, seguido de una carcajada: “¡Mierda, hacés todo mal!”
Los concurrentes, azorados, pensaron las siguientes preguntas, en ávida catarata: “¿Eso le enseñan en la casa?”; “¿Así habla el hijo de nuestra ejemplar Directora?”; “¿Cómo reaccionará la señora Elsa frente a semejante desplante?”; y así siguiendo.
Las piernas de la mujer comenzaron a aflojarse. Su fría cabeza se esforzaba por encontrar salidas elegantes, instantáneas, a la embarazosa situación, pero evidentemente no las hallaba. Había que hacer algo... Esther se hizo cargo de la situación. Sin perder la calma soltó la soga y se encaminó al púlpito donde su inmóvil madre sostenía el micrófono.
Yo soy culpable de la situación- explicó a toda la comunidad educativa.- Suelo insultar así a mi hermano cuando estamos solos.
Me sorprenden sus dichos, señorita- respondió rápidamente la señora Directora, retomando el control de la situación con una voz metálica que a Esther le resultó más helada que nunca- De todos modos, lo justo es justo- Carraspeó ligeramente y elevó la voz- Una abanderada debe ser ejemplo tanto dentro como fuera del ámbito escolar, y evidentemente usted no lo es. Señorita Alejandra Larrañaga, dé un paso al frente, por favor.
La sorprendida alumna obedeció al ser aludida.
Señorita Larrañaga- siguió diciendo la señora Directora- Reemplace en su puesto a la señorita Esther Saldívar. Señorita Saldívar, abandone el puesto de abanderada, que sin duda no merece, y reintégrese a la fila. Doy por concluido el acto. Felices vacaciones para todos.

Esther, sintiendo el rostro enrojecido y los ojos mojados, pasó con la cabeza gacha frente a  Alejandra, que lucía una sonrisa ancha y espléndida. Luego, con paso majestuoso, la señora Elsa Irene Rouquié de Saldívar hizo abandono del púlpito, seguida de una salva de admirados aplausos, mientras los alumnos se dispersaban en perfecto orden.

CONTATE UN CUENTO VII - MENCIÓN DE HONOR DE CATEGORÍA C “La elegida” Por Eugenio Cuccioletta – alumno de 3º año de la Escuela Leopoldo Lugones de Santa Fe

Cuando me despierto veo a mi dulce hermana Priscila, o Pri como me gusta llamarla a mí, acostada junto a mí. Es una jovencita de doce años de edad, tiene una cara pálida y unos sedosos cabellos rubios que le llegan hasta la cintura. Soy la encargada de que no le falte nada desde la partida de mis padres. Esa trágica expolición  sucedió hace ya varios años y desde entonces me dedico a las labores de la casa. En un principio me pareció bastante complicado, pero con el paso del tiempo se me fue haciendo una costumbre. Mi primo George se encarga de traerme todos los días las provisiones que necesito. Es un muchacho muy fortachón y audaz, estoy eternamente agradecida por lo que está haciendo por nosotras.
Al levantarme, prendo la televisión y comienzo a prepararme un enorme desayuno, porque sé que hoy será un día muy agotador, debo ir a la casa de la anciana Helen a realizarle algunos trabajos en su jardín. Me considero muy detallista y a la hora de trabajar con flores soy una experta. Esa es mi manera de ganarme la vida, igualmente recién estoy empezando y estoy muy segura de que con el paso del tiempo podré mejorar aún más. 
Prometí a Helen estar en su casa a las ocho de la mañana en punto, la conozco demasiado y sé que no soportará que llegue tarde. Esta anciana era muy amiga de mi madre, antes de su fallecimiento ellas se visitaban mucho, si mal no recuerdo ambas fueron juntas a la escuela.
Una vez dentro de la vivienda, me lleva hacia su enorme y desgastado jardín trasero y comienza a darme algunas indicaciones que debo cumplir: podar los árboles frutales cuidadosamente sin dañarlos, plantar tulipanes a lo largo del interminable camino que no sé dónde llegará y colocar un verde césped en ciertos lugares indicados. Sinceramente tengo que darle vida a este desolado jardín, seguramente hace años que nadie toca nada, pero se observa a simple vista que antes de ser este despreciable y oscuro territorio era un espacio colmado por infinidades de flores, lleno de mariposas que se posaban sobre ellas todos los días del año.
Comencé mi labor plantando una gran cantidad de tulipanes en el camino. Mi curiosidad me llevó a caminar por el sendero, sin saber dónde me estaba conduciendo.  Cada vez que avanzaba el camino se iba haciendo más estrecho por los incontables árboles que aparecían. Cuando decidí volver, me fue imposible, me sentí desorientada y caminé tratando de encontrar alguna salida posible.
Algo me llamó mucho la atención, era un árbol, era muy diferente al resto, tenía algo que los otros no, pero no podía saber qué. Tomé la decisión de acercarme a él. Su madera era distinta a la de los demás, sus hojas eran de un color rojizo, y contenía unos diminutos frutos muy similares a una fresa. De repente, sus flexibles ramas me tomaron de la cintura. Su torso se abrió y me introdujo dentro. Pedí ayuda, pero fue en vano, porque estaba solamente yo en aquel lugar.
Cuando logré despertarme me encontré en un mundo nuevo, estaba tendida en el suelo y desde allí observé los distintos pájaros que volaban sobre mí, que nunca en mi vida había visto siquiera en fotos. Había incontables flores, de todos los tamaños y colores, animales que nunca en mi vida los hubiese imaginado, parecían mutaciones. Era sorprendente.
Tomé fuerzas y me levanté, aún me encontraba mareada y no entendía nada de lo sucedido. Logré observar muy a lo lejos una aldea y sin dudarlo fui hacia ella. Al cabo de unos minutos me encontraba en el sitio deseado. Caminé por las calles de tierra varias cuadras, donde vi que personas de carne y hueso como yo, vestidas de una manera muy rara a mi entender, salían de una pequeña parroquia construida de piedra.
Al verme todos lanzaron un grito y se acercaron diciéndome que yo era la elegida. Me condujeron a una vivienda, me sentaron en una silla y comenzaron a explicarme todo: según una antigua profecía, una muchacha extrajera, de ciertas características físicas muy similares a las mías, debía liberarlos de la tortura de la Reina Osella, que los obligaba a mandar a sus hijos a los diez años de edad a su castillo, de lo contrario sufrirían terribles castigos por el resto de su vida. Nadie sabía para qué utilizaba a los niños, aunque había varias teorías, algunos decían que los usaban para alimentar a una terrible bestia que se encontraba encerrada hacía ya varios años, otros contaban que transformaba en esclavos para mantener en perfectas condiciones al castillo, pero como la labor era demasiado complicada, muchos fallecían al poco tiempo.
Una mujer se acercó hacia mí y comenzó a contarme la historia de cómo le habían quitado a sus dos niños, Eusebio y Cameron, ambos eran gemelos y fueron tomados por cuatro guardias que se acercaron a su vivienda. Ella no mostró resistencia, según me dijo, pero nunca iba a perder las esperanzas de que algún día regresasen sanos y salvos. Antes de que se fuera le pregunté cómo podía regresar a mi casa, ella me comentó que quien mataba a la Reina podría pedir un deseo. Cuando quise darle las gracias había desaparecido de una forma muy misteriosa.
Reuní a la muchedumbre que se encontraba en el lugar, los hice callar y acepté liberarlos.
A la mañana siguiente, varios hombres me equiparon con las provisiones que iba a necesitar: una espada, un escudo elaborado de madera, medicinas, y un pequeño bolso con comida. En menos de una hora ya estaba preparada para salir. La gente estaba muy agradecida conmigo y prometieron jamás olvidarme. Me señalaron el camino y comencé a caminar en esa dirección. El castillo no estaba muy alejado
Todo marchaba bien por el momento, ya estaba próxima a llegar pero antes debía cruzar una enorme muralla que rodeaba la estructura de piedra. Recordé que contenía una soga en la mochila, la tomé y al cabo de un tiempo ya estaba del otro lado del paredón.
Ingresé por una enorme puerta de madera, subí por una resistente escalera y entré en una habitación donde se encontraba Osella, quien no se asombró al verme, y exclamó que me estaba esperando. Tomó su espada y comenzó una pelea. Yo sabía que esta sería la única posibilidad para volver a casa y poder estar junto a Pri nuevamente. Me torturaba pensar que podría no verla nunca más y si lograse regresar lo primero que haría iba a ser abrazarla con todas mis fuerzas. Sin rendirme, aún con las grandes heridas sufridas en la batalla, logré atravesar el corazón de la Reina luego de varios forcejeos.. Cerré los ojos y silenciosamente pedí mi deseo.
Al cabo de un instante una luz azul me inmovilizó y me llevó nuevamente a mi hogar. Al llegar oí un grito de mi hermana, quien estaba con George que había estado cuidándola en los días de mi ausencia. Comencé a besarlos y a llorar de felicidad.
Estuve varias horas contándoles lo sucedido. Estoy muy convencida de que me creyeron, aunque parezca muy sobre natural.
Luego de un año mi vida siguió siendo siempre la misma, me convertí en una excelente jardinera, mi primo logró casarse y se mudó a otra ciudad, Helen debió ser internada por demencia y su casa quedó deshabitada. Pri está muy ansiosa porque en unos días va a cumplir trece años de edad y yo ya le he comprado su regalo que ha deseado durante varios años: un costoso vestido largo de color rojo con delicados detalles en oro.

Resulta que ayer misteriosamente apareció sobre mi cama una carta con fotos de aquella mujer que me había dicho como volver a casa, con sus dos hijos que habían vuelto a su hogar. Se los veía muy felices a los tres juntos.

CONTATE UN CUENTO VII - MENCIÓN DE HONOR “¿Y dónde están mis zapatos?” Por Gladys Aguilar – alumna de 6º año de la E.S.Nº 1 “Antonio G.Balcarce”

- ¿Dónde están mis zapatos? - pregunté preocupado mientras los buscaba debajo de la cama. Eran mis zapatos favoritos, de un verde azulado, los necesitaba para poder ir a entrenar. Sabía que con la arterias clorosis de mi madre no los iba a encontrar, así había pasado con cada uno de los pares de zapatos que yo compraba, ninguno duraba más de dos meses en casa. Nunca sabía dónde terminaban, revolvía los rincones más insólitos de la casa y no estaban, abría los roperos, los cajones, desarmaba las cañerías, subía a los techos y hasta revisaba dentro de la aspiradora. Nunca obtenía resultados. Tenía más de 50 pares de zapatos perdidos, que yo haya contado.
- ¿Qué zapatos? - preguntó mi mamá, algo extrañada.
 Ella buscaba, pero nunca encontraba nada, o cambiaba las cosas de lugar y después desaparecían mágicamente de ese sitio.
- ¡¡¡¡LOS VERDE AZULADOSSSSSS!!!!! - grité desesperado, viendo que ya estaba llegando quince minutos tarde al entrenamiento. Todavía tenía que caminar 15 cuadras hasta llegar a la cancha. Revolví una vez más el desorden de mi habitación, quizá los zapatos estaban ahí tirados y yo no los había visto. Negativo. Opté por ir a entrenar con los mocasines del traje que usé en la fiesta de 15 de una amiga. Un mocasín y una pantufla. En la caja quedaba solo un mocasín, vaya a saber dónde estaba el otro.
- Los zapatos rojos están arriba del televisor de la cocina, tu padre los puso ahí - respondió mi madre. Fui a ver y arriba del televisor solo había un corpiño de mi bisabuela. Vaya a saber cómo terminó allí. Ni en mi más profunda borrachera iba a agarrarlo para sacarlo de ahí, preferí ignorarlo y salir para mi entrenamiento, que ya bastante tarde era.
Caminé las 15 cuadras y al llegar noté que no había nadie en la cancha. Sólo estaba el profesor guardando las pelotas, quien al verme me miró y enojado me reprendió: “Sexta semana que llegas cuando el entrenamiento termina.¿Querés que te expulse?” Pedí disculpas y volví a mi casa. Lo de siempre, mi mamá no cambió las pilas del reloj como me dijo que había hecho.
Cuando llegué a casa, recordé que al  día siguiente tenía evaluación de matemáticas,  y tenía que hacer el recuperatorio de geografía, que lamentablemente   reprobé y necesitaba  recuperarlo porque estaba en riesgo de llevarme  a diciembre la materia, esa vieja de mierda no me banca y a toda costa me la quiere hacer llevar, pero voy a estudiar y quiera o no, me va a tener  que aprobar.   
Empecé con matemática, me iba  bastante bien así que solo tenía que repasar, además el profesor era buena onda  y  me iba a ayudar, como siempre.  Leí las teorías  y algunos de los ejemplos que explicó y  fui a buscar  la carpeta  de geografía,  la encontré abierta y con unas hojas  llenas de garabatos que había  dibujado cuando era chico, no logré entender cómo habían llegado allí, además de que hacía varios años se los había regalado a mi vecina, que siempre insistía en que yo tenía que ser artista, pobre viejita, venía de la prehistoria. Me dispuse a estudiar del libro para después buscar la carpeta, leí los temas, llegó la noche,  y me acosté temprano a dormir porque me sentía agotado. 
A la mañana siguiente, mi mamá me despertó con el  desayuno, un té con una deliciosa torta de chocolate que ella misma había preparado durante la tarde de ayer. Observé detalladamente su cabello, lo tenía más corto, lleno de canas y su rostro  se veía algo arrugado, me empecé a preguntar en qué momento  había envejecido de esa manera, ya que  en la última foto familiar que sacamos 6 meses atrás, era morocha, con un cabello extremadamente largo y saludable,  y poseía una piel envidiable, suave, y sin imperfecciones, creo que el tiempo pasó muy rápido, y mi madre era testigo y víctima de ello, estaba muy cambiada.  Se notaba a la distancia que esas ganas  de vivir que ella siempre tenía habían desaparecido, y en vez de una sonrisa en su rostro, ahora había un gesto desganado y cansado en su cara.  Estaba un poco más agresiva que antes, bastante diría yo, se la pasaba diciendo que  estaba cada día más torpe y despistado.  ¿Yo despistado? No entendía por qué me decía eso a mí, si la que me perdía las cosas cada vez que las tocaba era ella, yo suelo ser muy ordenado, y gracias al  cielo nunca fui un chico torpe, desde pequeño solía ser un niño astuto y habilidoso.
Luego de esa serie de pensamientos, en los que no dirigí la palabra a nadie, decidí seguir repasando mi lección de geografía ya que había estudiado mal y sentía que tenía la mente en blanco.  No me acordaba nada, ni siquiera el título.  Algo raro en mí, siempre se me hizo fácil el estudio, leía una vez las cosas y las memorizaba perfectamente, debía estar algo desconcentrado mientras estudiaba. Sí, seguro era eso. Tenía motivos para estarlo, mi madre vivía perdiéndome las cosas y nunca  las podía encontrar nuevamente.
Mientras tanto yo seguía preocupado por mis zapatos verde azulados,  mientras ella, totalmente despreocupada,  se estiraba  en el sillón y miraba sus telenovelas brasileras. Esa era otra de las cosas  en las que notaba el paso del tiempo,  a mi madre nunca le gustaron esa clase de novelas, decía que eran para viejas, para que se sienten a no hacer nada  durante toda la tarde, y que encima después vayan a la casa de todo el vecindario a contarle lo que pasó en cada novela, si Pepito  se casó con  Menganita, pero  Menganita amaba a Fulanito, y Fulanito no la registraba, a nadie le interesaba.  De no gustarles, mi madre pasó a tener el culo pegado al sillón.  Otra de las cosas que parecía ser de siglos anteriores, el año pasado cuando se compró en la tienda,  era de una seda roja brillante, era  hermoso, ahora estaba marrón, sucio, rasguñado, y con agujeros en algunas partes.  Le cayó el tiempo encima a todo en esta  casa. La alegría que siempre hubo en mi casa se había transformado en un clima de asilo, de esos asilos donde no volaba una mosca y solo había olor a viejo, y cada tanto se escuchaba algún quejido, o alguna  tos ronca de algún anciano.
Los cambios que había en mi  casa eran increíbles,  no sé cuándo pasó  todo esto, hasta  hace un tiempo, nuestra situación  económica era buena, ahora,  parecía que mi padre jamás hubiese trabajado, no había nada de dinero en la casa, y siempre  estaba sentado en el sillón con mi madre,  no mirando las novelas, pero sí leyendo el diario y reprochándole que lo dejara ver el partido de  Independiente. Rarísimo, mi padre era de Boca, pero bueno, sobre gustos no hay nada escrito. Quizás por algún motivo había decidido cambiar de  equipo.  No entiendo, de todas maneras, cómo es posible que pase tanto tiempo en casa, si siempre estuvo más de la mitad del día en su oficina trabajando, tal vez lo despidieron y para no preocuparme, no me dijo  nada, siempre fue un tipo reservado. 
Mi padre también era otro al que el tiempo  le había caído encima, su bigote había pasado  a ser una barba espesa y larga, con una gran cantidad de canas,  la calva se le estaba empezando a notar,  y ya no era tan higiénico como siempre lo fue. No le importaba ir al baño con la puerta abierta, y ni hablar de tirar la cadena cuando salía, me daba asco. Antes no me dejaba ni tocar el suelo sin lavarme las manos luego.
-¡Ey! Despabílate un poco querido  -  la  voz de mi madre me despertó de mis pensamientos.
-¿Qué pasa má? – respondí totalmente desganado.  No quería hablarle.
- Ponete algunas zapatillas que encuentres, ya que no hallas las tuyas  y anda a la casa de la vecina a pedirle azúcar. Se terminó y no me alcanza el dinero para salir a comprar  algún paquete.
Me pareció extraño que no haya dinero para un paquete de azúcar, entiendo que haya mucha inflación en estos últimos años, pero no pensé que para tanto. Aunque quizá mi padre verdaderamente esté  sin trabajo, y no llegue con el dinero para abastecernos durante todo el mes.
Me puse las pantuflas de mi madre, que fue lo único que encontré, iba a la casa de al lado, así que no  iba a decir nada la gente porque salí en pantuflas, y si lo decían  tampoco me importaba. Nunca me importó lo que dijeran de mí.  Sin embargo cuando miré con detenimiento las pantuflas también la vi avejentada, era el gusto de mi vieja por la ropa, las pantuflas parecían haber sido compradas en el siglo 15 antes de Cristo, no se sabía ni siquiera cuál era de cada pie.     Al entrar a la casa de mi vecina observé  en un rincón de la mesa del comedor, mi carpeta de geografía, con la guía que tenía que estudiar marcada y  con los apuntes resumidos, listos para estudiar.  Arriba del televisor estaba el león de peluche que me había regalado mi tía  cuando tenía  cinco o seis años,  el sillón rojo de seda estaba como nuevo en  una esquina del living. Decidí ir al pasillo,  que terminaba en una habitación, donde había dos camas.  Se veían bastante ordenadas  y vaya sorpresa me pegué cuando vi que  debajo de una de ellas se veía la punta de uno de mis zapatos verde azulados.  Espantado, salí corriendo de esa casa antes de  que la vecina llegase a  darme el tarrito de azúcar que había venido a pedirle.  ¡ Qué chorra  mugrienta es esta mujer por favor, con gente como ésta el país está como está!, pensaba.  Al entrar  a la casa, mi madre como siempre,  estaba mirando la novela sentada en el sillón. Mi padre dormía. A los gritos y como pude le expliqué a mi madre que había que llamar a la policía, que la vecina nos estaba robando, que era una ladrona y  que no se merecía tener unos vecinos tan buenos como éramos nosotros, que si no la frenábamos ahora,  en un tiempo en vez de robar objetos como zapatillas, iba a venir a golpearnos para robarnos dinero, si es que ya no lo había hecho .
            Mi madre me miró  extremadamente sorprendida  y asustada, como para no asustarse con la clase de vecinos que teníamos. Luego de un rato recibí una respuesta. Con bastante enojo por cierto.
- ¡¡PEDAZO DE IDIOTA!! A  nosotros nadie nos robó el sillón, ni tus carpetas, ni tus zapatos,  ni nada. Los vecinos no son unos ladrones como vos decís. Son gente trabajadora.
- Mamá,  los vecinos nos están robando las cosas,  y vos no te das cuenta porque tenés una memoria espantosa y seguro ni te acordás de lo que estoy hablando.
Quizás habían vendido todas esas cosas,  y yo no me había dado cuenta,  y mi carpeta había terminado allá por alguna  equivocación y los vecinos no eran unos ladrones como yo decía, pero seguro que mi madre ni se acordaba  de las cosas que faltaban.

-¿MALA MEMORIA YO?  Acá el único bruto, torpe, desmemoriado y despistado sos vos. -  respondió completamente enojada. Y para demostrar  que yo tenía razón, llame a la vecina para que confiese su robo. Y lamentablemente, fue ahí cuando comprobé que el de las arterias clorosis era yo, el despistado  era yo, y el desubicado que vivió casi un mes en la casa de la vecina de 90 años, también era yo.