sábado, 29 de julio de 2017

LA AUTOPSIA DE CRESO Por Leopoldo Marechal 5° Entrega

34.- El estilo que usó Creso para ganarse al soldado, Ayax no fue menos tangencial ni menos conducente. Si es verdad que Ayax, en su devenir histórico había descendido también a la postración o decadencia que dije, no es menos verdadero que aún guardaba las tres virtudes operativas de su naturaleza; el culto del “honor”, la práctica del “valor” y el ejercicio de la “austeridad”, sin las cuales no hay soldado posible y que se refieren a las cuatro virtudes cardinales, Justitia, Prudentia, Fortitudo y Templantia, tradicionalmente reconocidas indispensables al “orden activo” del quehacer humano. Como era de suponer, Creso aduló esas virtudes heroicas, una de las cuales, la Fortaleza, él había experimentado muchas veces en sus propias costillas: el Hombrecito Económico, ya en el poder, siguió admirando y “temiendo” las virtudes operativas de Ayax el soldado. Hasta que logró neutralizar sus temores. ¿Cómo? Poniendo esas virtudes al servicio de sus intereses económicos. La operación de Creso, en tal sentido, fue una obra maestra de su proverbial astucia.

35.- Y le daré un ejemplo muy ilustrativo. La dedicación de sus virtudes a la Patria fue siempre la tarea de Ayax el soldado. Tradicionalmente su noción de Patria tenía un sentido bien real y muy “concreto”: Patria era sinónimo de Nación o Pueblo, con toda la suma de valores espirituales y materiales, esencialmente “humanos”, que comporta un ente nacional. Quiere decir que nuestro soldado entendía la Patria en la “primera acepción” lingüística de su nombre (y vea usted el diccionario, es muy aleccionador). Ahora bien, la primera acepción de un vocablo por ser la “original”, es la que nombra o define “la cosa” en su real esencia: las “segundas acepciones” de las palabras nacen, justamente, no bien “la cosa” es tergiversada en la noción de su verdadera entidad. Y tergiversar la noción de Patria es lo que hizo Creso para ganarse al soldado: hizo de una Patria “concreta y humana” un ente “abstracto y sin humanidad”, con el objeto de conseguir que se desvaneciera en la noción de Ajax el factor humano sobre el cual ejerce Creso su dictadura (recuerde usted que el Hombrecito Económico es un especialista en abstracciones escamoteadoras). Y el primer paso de su escamoteo consistió en sustituir la primera acepción de Patria (nación o conjunto de habitantes) por la segunda (lugar en que se ha nacido). Pronto a la cual el soldado Ayax debió aparecer como defensor de una mera “geografía” o escenario, con abstracción de los “actores” (el pueblo) y del “drama” (el devenir nacional) que se representa en él.

36.- Más astuto fue luego el segundo paso de la tramoya, que dio Creso al advertir las primeras reacciones internas que provocaba su régimen. Consistió en identificar la noción de Patria con las instituciones políticas, económicas y sociales que había creado él mismo y pro domo sua con la colaboración de sus vasallos legistas. El obnubilado Ajax, en este punto, entendió que su objetivo era también la defensa de tales instituciones, a cumplirse en un campo de batalla “interno” que hasta entonces no había conocido el soldado; lo cual implicaba la existencia de un “enemigo interior”, igualmente novedoso, que tenia que ser fatalmente un “hermano” suyo en la nacionalidad. De tal suerte, vimos como el guerrero Ayax, bajo la tiranía del Hombrecito Económico, desprestigiaba su acero y ofendía sus laureles en tristes funciones de “policía” interna que a menudo lo llevaron al fratricidio. Sin embargo, era fatal que también Creso lanzara guerras exteriores. Y lo hizo a su modo: si bajo el signo del sacerdote la guerra fue “religiosa” (piense usted en las Cruzadas) y bajo el signo del soldado la guerra fue “política”, bajo el signo de Creso la guerra fue “económica”. Y en su día vimos como el soldado Ayax, metido en una Guerra de Cresos, derramaba su sangre por defender los mercados exteriores del Hombrecito Económico.

37.- Amigo Velazco, si entiende usted que mi Autopsia de Creso llegó a su fin le rogaré que se desengañe. Porque la tela de nuestro héroe es muy rica, y no muy zurdo este sastre que la va cortando. Antes de continuar mi operación anatómica, volveré a decirle que lo que estoy disecando no es un cuerpo sino una “mentalidad”, la de Creso, universalizada por el Hombrecito en el transcurso de su reinado que agoniza. Estudiaremos ahora, si le place, la influencia que dicha mentalidad ejerció, hasta nuestros días en el campo del intelecto, vale decir en la ciencia, en la filosofía y en el arte.

38.- Le anticipé a su hora que el dualismo cartesiano, en razón de su origen “mentalmente" burgués, descuidaría el segundo término del binomio (el alma) en favor del primero (la corporeidad del hombre). Justo es decir que las “curiosas ciencias”, anunciadas por Descartes como de navidad inminente, habían tenido en el Renacimiento el origen de su “posibilidad”. Se trataba de buscar a Dios, no ya en las Escrituras reveladas (de origen “sobrehumano”), sino en la Naturaleza entendida como un “libro” escrito por el Hacedor según medida, peso y número. La lectura del “libro” exigiría, pues, una investigación minuciosa de tales números, pesos y medidas; y las “curiosas ciencias” que anunciaba Descartes presentían esas investigaciones y experimentos. En mi “poema de la Física”, terminado recién , digo las consecuencias de semejante método: a) Dividida, subdividida y “atomizada” por fin en los laboratorios del sabio, la naturaleza dejó de ser un “libro inteligente”, y por tanto, de manifestar a su Autor; b) interrogar a la Natura creada sin atender a la esencia y los fines de su Creador es condenarse a no recibir ninguna respuesta con respecto al “qué”, al “cómo”, al “por qué” y al “para qué” del universo que integramos; y c) la ciencia moderna, resultado final del método, carece de todo “valor explicativo” en relación con los interrogantes que siempre, y con dramática insistencia, se ha formulado el hombre acerca de sí mismo, de su devenir y de su mundo.

39.- Claro está que la ciencia moderna, si desertó la lectura de los “números inteligibles” que explican el Universo, trabajó muy a fondo con sus “números sensibles” y con la materia sólida que los encarna. Luego, una excluyente obsesión de la “materia”, obrando en un hombre que se había reducido gradualmente a su sola “modalidad corporal”, daría como fruto el materialismo y sus dogmas. Y aquí, amigo Velazco, debo hacerle una importante aclaración: las “privaciones” metafísicas de la ciencia moderna no anulan ni menoscaban sus afirmaciones descubiertas en el mundo físico. Lo que sostengo es que no hay ciencia integral sin una relación del “efecto” a su “causa”; y cómo la Creación entera es un “efecto”, no llega en sí su “causa” o razón suficiente, que hay que buscar fuera de la Natura y no en su interior. Sin embargo, todo lo que la ciencia moderna encontró y encontrará de verdadero en el “orden físico” es rigurosamente referible al “orden metafísico”, si el que realiza la transposición está dotado para ello. Yo lo intenté no hace mucho en mi Poema de la Física, y su resultado me satisface.

40.- Pero volvamos a la ciencia moderna: sí no explicó nada trascendente, su manipulación de fuerzas y elementos corporales la llevó a descubrir, en cambio, ciertas leyes que los inventores aplicaron a “lo útil”, y que la técnica industrial convirtió en “objetos” destinados a la comercialización del Hombrecito Económico. Y mire usted cómo el circulo se cierra cuando es “vicioso” en sí.

41.- Le diré ahora cómo la filosofía (etimológicamente basada en el “amor de la verdad”) entró en un tirabuzón parecido al de la ciencia. Sólo hay dos caminos a la verdad: el de la revelación (de origen sobrenatural o “no humano”), y el de la Razón, que bien ejercida por el hombre (vale decir con rectitud y amplitud) lo lleva “naturalmente” a la verdad o a sus gustosas aproximaciones. ¿Qué destino le aguardaba, pues, a la Filosofía en la era de Creso, en que la Revelación fue soslayada o negada y en que la Razón vivía el grado último de su atrofia? En realidad, a Creso no le interesaba la Filosofía, como no le interesó jamás el arte (dos ejercicios que, a su entender, “consumen” sin “producir”): he ahí por qué razón el Arte y la Filosofía, en la era de Creso, dejaron de tener el “estado público” de que gozaban en épocas anteriores (recuerde usted a los filósofos de Grecia y a los artistas del medioevo). En consecuencia, el artista y el filósofo. bajo la dictadura de Creso, perdieron el “sentido social” que nunca se les negó en una comunidad bien organizada: se convirtieron entonces en individuos oficialmente ”inútiles”, y se aislaron con feroz dignidad en sus torres de marfil. Consideremos el devenir de cada uno.

42.- Cerrados para el filósofo los dos caminos de la verdad (es decir, las dos vías del “descubrimiento”), no le quedaba otro recurso que el de la “invención”. Y el filósofo se dedicó a “inventar la verdad” sobre una base muy endeble de tanteos oscuros que respondían a ciertas problemáticas individuales, cuando no a simples y a veces angustiosos “estados anímicos” del ser que filosofaba. De tal suerte, la Filosofía dejó de ser una ciencia basada en la “especulación”, y se hizo un acto de “creación” muy parecido al del Arte. Proliferaron así las tesis y sistemas individuales (o individualistas) en que cada filósofo construyó “su verdad” y que no tienen, en conjunto, mas valor explicativo que las ciencias experimentales desarrolladas en la misma era de Creso. De tal modo, la Filosofía, que siempre fue una ciencia de la “verdad” única y unificante, pasó a ser una ciencia de la “opinión” numerosa y disgregante.