sábado, 20 de julio de 2019

APÓLOGO A EZEQUIEL SOBRE LEONES Y RATONES Por Leopoldo Marechal

          Querido Ezequiel, al iniciar este apólogo me aflige la desgracia de no recordar quién fue el general o el déspota (y ambas preciosidades vienen juntas a ratos) que dijo cierta vez en un arranque de su ambición o de su modestia: "¡Prefiero ser cabeza de ratón a ser cola de león!" El hecho en sí no habría tenido ninguna trascendencia si la Historia, que nunca duerme, no hubiera estado junto al general con el oído atento y la pluma lista. Porque la Historia es -un rumiante circunspecto que se alimenta solo de frases célebres. Ezequiel, no caigas jamás en la tentación de lanzar una frase histórica: si lo haces, correrás el .riesgo de que te apedreen o te levanten un monumento, dos alternativas igualmente incómodas para la salud, sobre todo la segunda si tienes en cuenta la intemperie cruel en que viven las estatuas. Lo cierto fue que nuestro general, tras emitir la frase, lanzó su ejército de ratones contra un honrado pueblo de ratones, porque deseaba ser cabeza de ratón antes que cola de león.
-¿Y el león qué dijo frente a esa insolencia de la fábula? No ignoras, Ezequiel, que el león es una dignísima bestia solar, que a menudo raya en lo sublime y que siempre gozó de una prensa muy favorable. Al oír al general, el león impasible continuó echado en su desierto, con la flor de su noble testuz remontada en el aire y el noble escobillón de su cola removiendo las arenas.
Pero el joven Anacarsis, que recorría el país con fines educativos, también oyó el flatus vocis del general y decidió investigar su oculto sentido. Para ello se dirigió al moralista Pafnucio, que especulaba en su ermita sobre la cordura y la locura de los hombres.
- Maestro -le preguntó, ¿qué dirías de un general que prefiere ser cabeza de ratón antes que cola de león?
- A mi entender -le contestó Pafnucio-, el. anhelo del general responde o a una gran humildad o a un orgullo insensato: humildad, porque se rebaja él santamente a la naturaleza de un ser «tan modesto corno el ratón; y orgullo, porque prefiere ser la cabeza y no la cola de algo.
-¿Y hacia qué lado se inclina la balanza de tu juicio?
-No lo sé -vaciló Pafnucio-: tendría que meditarlo, escribirlo y publicarlo antes en dos tomos encuadernados. La ciencia es lenta pero segura,
Sin ocultar su decepción, Anacarsis abandonó a! moralista y reanudó sus andares hasta encontrar al predicador Baalschem, un justo que florecía en la Kabbala y cuya santidad era como una rosa encendida en los huertos jasídicos.
- Rabí -le preguntó Anacarsis-, ¿has oído hablar de una frase muy publicitada últimamente?
- ¿No es una historia de leones y ratones?- inquirió Baalschem.
- Sí, rabí. ¿Cómo interpretarías ese flujo literario de un general en actividad?
A la fresca sombra del árbol sephirótico, Baalschem reflexionó un instante y dijo:
- Si bien se mira, una criatura sublime, como el león, lleva la sublimidad en todas y cada una de sus partes, del testuz a la cola; y una criatura miserable, como el ratón, instala su miseria en todos y cada uno de sus átomos constitutivos. Y no es que yo desprecie al ratón, ya que toda criatura lleva en sí con dignidad la gracia: o la desgracia que corresponde a su esencia. Lo que no entiendo es cómo un ser humano en ejercitación de su libre albedrío, sea o no general y por vanas diferenciaciones de cabeza o de cola, prefiera integrar el volumen de un ente miserable y no el volumen de un ente .sublime, sin advertir que, visto desde lo Absoluto, ser cabeza o ser cola es una simple cuestión de topografía.
El joven Anacarsis escuchó, digirió y asimiló aquel discurso, fiel a las leyes de la pedagogía. Luego le dio las gracias a Baalschem y retomó los caminos de la tierra enseñante. Ezequiel, ¿y qué haremos nosotros? ¿Incurriremos en la maldad antigua de buscarle a la historia una moraleja? Te propongo algo mejor: que tú como destinatario, yo como remitente y Elbiamor como portadora de fábulas, dediquemos este apólogo a la memoria venerable de Martín Buber, que sobre todo esto sabía "un kilo", tal como solemos decir en esta graciosa margen del Plata.

Aparecido  en  la  revista  Davar Nro.124,  Buenos   Aires, 1970.

Triste desfile Por Horacio Rega Molina

Bajo el cielo intranquilo
pasan, tristes, las fieles
huérfanas de un asilo.

Cae una lluvia informe
empapando los crueles
trapos del uniforme.

¡Oh, cándida inocencia!
¡Qué amargas son las mieles
de la beneficencia!

Desde una gran vidriera
sonríe, entre sus pieles,
una niña de cera.

Tierra nueva - Por José Sebastián Tallón

               I

Quise cantar, América, tu gaucho,
tu pampa y tu guitarra,
pero me vine atrás con el intento
porque ya de ese elogio estás cansada.

Me enternece pensar más en la forma
de corazón que tienes en el agua;
o sintiendo los golpes de latido
que produce tu nombre en mi garganta.

Cuando era niño yo pensaba, tierra,
que eras roja también, como en el mapa;
y lo miraba absorto, como un monje
frente a un sangrante corazón de estampa..

Y hoy te miran así
los que detrás del horizonte de agua,
sueñan sólo el rincón de una bodega
para venirse a ti con su esperanza.

¡Tenebroso rincón
donde cuelga el dolor su telaraña!
¡El añoso dolor del emigrante
que dijo adiós al sol de su montaña!

Subir al barco, darse vuelta y ver,
con los ojos vendados de nostalgia,
que una parte del alma, todavía,
no ha comprendido que el patrón se marcha...
Y anda aún recorriendo los caminos,

sobre el arado, todavía, canta;
pero luego se vuelve pequeñita
y brillante, rodando por la cara...

Luego el mar y la noche. El infinito.
Y el barco es un fantasma
que recoge su miedo en las cadenas
y en las uñas desnudas de las anclas.

 (Muchos hombres se duermen, en la proa,
para llegar más pronto y no ver nada...
Y en el hilo de humo que se vuelve,
desertaron, quizá, sus pobres almas).

II

¡Dales tu amor, América! Y un campo,
y una rústica mesa
donde arrime sus codos la alegría.
Dales un campo y una casa ingenua.

Y un descanso propicio a la actitud
de meditar doblando la cabeza
para verse los ojos, largamente,
en la sopa hogareña.

Porque todos los simples, en los ojos,
se han traído el paisaje de su aldea.

III

Por anular el desamor del tiempo,
siempre insomne y desnuda, la nostalgia,
con sus caricias de hermanita dócil,
ha tendido su cuerpo en la distancia.

Y en las manos del manso está la duda...
¡tierra acorazonada!

Nocturno de los sueños infantiles Por Horacio Rega Molina

En la noche, he deseado, distendida la mesa,
sobre los duros brazos apoyar la cabeza

y quedarme dormido como si fuera un niño.
Tener un dulce sueño, como un viejo cariño,

en que pasen cantando parejas de soldados,
en que vuelen estrellas y pájaros dorados.

Ya se fueron los tiempos de la niñez florida
donde nuestra cabeza se quedaba dormida

junto a la dulce lámpara, en un sitio cualquiera...
Oh, si Dios me dejara soñar lo que quisiera.