El sueño de Erina
Victor Ariel del Orbe Valdés, de México
Hemos viajado
por casi tres horas, nuestro destino es un pueblo pesquero llamado Alpa. Dicen
mis padres que es muy bonito, que hay una linda casa en una linda playa, lo
único malo es que no hay internet, al parecer es un pueblo muy pequeño y
olvidado, donde las maravillas del internet se han tardado en llegar. Sin
embargo, creo que será interesante vivir un fin de semana sin redes sociales,
sin teléfonos, sólo mi familia, la playa y yo. Además, no me puedo quejar del
viaje, he visto paisajes muy lindos y la furgoneta en la que viajamos es
realmente cómoda. Puedo ver cómo mi hermano Nicolás se divierte contando los
carros rojos que pasan por la carretera, me gusta corregirlo, siempre pierde la
cuenta cuando llega al carro número 49. Solamente tiene 6 años, no sabe contar
más allá de ese número, cada vez que llega al número 49 comienza de nuevo su
cuenta, 1,2,3... y yo le digo: “No, tienes que aprender a contar, después del
49 va el 50,51,52...” el sólo contesta: “está bien hermano, cuando llegue al 49
seguiré con 50”. Me gusta estar con Nicolás, él siempre me hace reír y aunque a
veces sea molesto, él tiene un buen corazón, siempre está ahí para mí, para
darme amor y jugar. Por otro lado, mis padres son personas que nos dejan ser
libres, a veces podrán ser estrictos, pero siempre nos han dejado pensar y
hacer lo que nos haga felices.
A mi padre siempre le encanta poner su música
cuando vamos de viaje, me agrada que siempre ponga las mismas 30 canciones
durante todo el recorrido. Por otra parte, mi madre es tranquila, le gusta
observar los paisajes como a mí, la única diferencia es que ella, usualmente,
duerme durante los viajes de carretera, yo nunca lo hago.
Al llegar a Alpa
me sorprendí, ¡realmente era un lugar muy bonito! Los árboles y el pasto eran
de un tono verde muy vivo; las casas parecían ser todas iguales, blancas con
detalles y tejados rojos y muy cerca del pueblo: ¡la playa! El mar espectacular;
arena color miel y tan suave al pisarla. El mar color azul fuerte, la espuma
que se acercaba a la arena era esponjosa. Al ver el lugar, quedé maravillado y
la casa no me decepcionó, era parecida a las que había en el pueblo. La madera
predominaba en su interior y las puertas eran enormes y de cristal para tener
vista panorámica hacia el mar durante las 24 horas del día.
Había dos
cuartos y un inconveniente, es que sólo había una cama por cuarto, como yo no
quería dormir en la misma cama con Nicolas, decidí hacer del sillón que estaba
cerca de esas hermosas puertas corredizas con vista a la playa, mi cama.
La noche cayó y
al ser un pueblo donde la contaminación de luz no existía, el cielo
impresionantemente estrellado se podía admirar sin problema. Sin embargo, yo
estaba muy cansado por el largo viaje que hicimos, así que sólo dormí después
de haber turisteado por el pueblo. La noche pasaba y el viento soplaba
suavemente, el mar aventaba olas con una delicadeza extrema, el escenario era
realmente reconfortante, hasta que empecé a escuchar unos cantos encantadores.
Al principio no le tomé importancia, puesto que estaba más dormido que
despierto, pero, mi paz terminó cuando me pregunté “¿Quién cantará tan lindo en
la noche?” Después de eso, me desperté, miré el reloj y me pregunté en voz baja
“¿Quién estará cantando en la playa a las 2 de la mañana?”
Sería buena idea
salir a averiguarlo, puesto que me aterraba la imagen de encontrar algo que no
tuviera explicación, pero mi curiosidad por saber quién era la persona con esa
bella voz superaba mi miedo. Así que salí de la casa cuidadosamente, a unos 100
metros estaba ella: Era una niña muy bella, su cabello era corto y negro,
delgada y de tez blanca; a unos 5 metros de donde ella estaba, le dije: ¡Hola!,
enseguida se volteó y mi miedo desapareció poco a poco, pero mi cuerpo entró en
shock, puesto a que era una niña muy hermosa, sus ojos azules, su nariz
perfecta para su rostro, era muy bonita y su voz más encantadora. Ella me observó
y me dijo tranquilamente: “No te asustes, no soy un fantasma, me gusta venir en
las noches y ver el mar” Mi mente reaccionó y le pregunté por la razón de su
canto, su respuesta me hizo sentir algo tonto, me dijo que le gustaba cantar.
No supe qué decir, así que afirmé que me llamaba Sebastián y que ella tenía una
linda voz. Se sonrojó y me contestó que se llamaba Erina. Preguntó si me
gustaría caminar con ella por la orilla del mar.
Hablamos por
unas horas, le conté que era un turista que se alojaba en una casa de playa, le
conté acerca de la ciudad en la que vivía y como era vivir en una sociedad con
internet: Erina estaba sorprendida, sabía que era la internet pero realmente,
nunca había interactuado con las redes sociales. Decía que a ella le gustaría
vivir en la ciudad algún día, quería ser una cantante famosa. En ese momento,
se me salió algo un poco bobo, le dije; “Bueno, si te sirve, creo que ya tienes
al fan número uno”. Ella se carcajeó y me lanzó una mirada tan linda y tierna
que me estremeció, luego me preguntó: “¿bailas?” En automático, respondí: “Sí,
pero te advierto que tengo dos pies izquierdos”. Ella se rio y dijo: “entonces
relájate, yo te guiaré”. Bailamos por unos minutos, aunque yo sentí que lo
hicimos por horas, mi corazón latía muy rápido y fuerte, sentía mucho calor.
Ella lo notó y
me dijo: “cierra los ojos”, los cerré y solo sentí un beso en la boca. El beso
que nunca olvidaré. Después, no pude abrir los ojos, era mucho por procesar.
Cuando pude hacerlo, ella ya no estaba. Había desaparecido como una sirena en
el mar. Me metí a la casa y me acosté, pensando en todo lo que había vivido. El
amanecer se acercaba y cerré los ojos. Al despertar, vi a Nicolás, él me notó
más feliz de lo normal y me preguntó si todo estaba bien.Respondí afirmativamente
y le narré mi experiencia con la chica linda: Erina, la niña que cantaba
hermoso y que de seguro le caería muy bien. Nicolás estaba muy emocionado, fue
a contar todo a mis papás, yo estaba apenado, pero ellos se rieron y dijeron:
“¡Qué bueno que ya te llegó tu amor de verano!” Al escuchar esas palabras me
sentí muy avergonzado pero feliz de haber conocido a Erina, entonces decidí
buscarla y hablar con ella de nuevo. Quería estar seguro de que Erina no
hubiera sido un lindo sueño, así que, le dije a Nicolás que saldría en la noche
a verla, que lo despertaría y así al día siguiente, estaría seguro de que no había
sido un sueño lo que viví. Él accedió, pero me dijo que quería conocerla, le
contesté que estaba bien, pero que después de conocerla tenía que irse para dejarme
solo con ella, él entendió y pactamos el programa de esa gran noche.
El día
transcurría y lo único en lo que pesaba era en la noche, quería que ya fuera de
noche, solo tenía dos días para ver a Erina, quería aprovechar el tiempo que me
quedaba para estar con ella.
La noche llegó y
esperé a que dieran la 1:50 am para despertar a Nico e ir al reencuentro. Ambos salimos y esperamos, pasó
media hora y Nico se puso a contar los cangrejos rojos que encontraba sobre la
arena. Dieron las 2:30 y nosotros caminábamos por la orilla. Mi hermanito ya
estaba cansado, de hecho ya había contado más de 60 animalitos. De repente,
dijo: “Sebas, creo que Erina no existe ¿Y si solo estabas soñando?”. Yo también
comenzaba a dudar, pero mi deseo por ver a Erina era muy grande así que lo
mandé a la casa, le dije que me dejara solo, Nico no quiso, no quería dejarme
solo, tenía miedo de que me pasara algo, él insistía en que volviéramos, ninguno
quería ceder a sus deseos, así que empezamos a discutir, yo le dije que me
dejará en paz, que se fuera a la casa, que yo volvería más tarde. Muy enojado y
refunfuñando, se fue, solamente exclamó: “Deja ya de pensar en Erina, ella solo
fue un sueño”.
Caminé por
horas, dije su nombre un par de veces, pero al final lo único que vi fue a un
hombre admirando el horizonte. Era un señor de tez morena, con una barba
blanca, su aspecto era descuidado. Jamás olvidaré lo que me dijo. Me acerqué y
le pregunté que si había visto a Erina, una niña de ojos azules, cabello negro,
piel blanca. Volteó a verme y comenzó a reír, exclamó: “Muchacho en Alpa no hay
ninguna chica con esas características, he vivido aquí por más de 20 años y
nunca he visto a una niña así”. Me senté y dije: “¡Vaya, entonces al final sí
fue un sueño, qué sueño tan lindo tuve, era una chica muy bella ¡”. El señor vio
mi cara de decepción y me preguntó qué pasaba, intenté quitar esa cara y solo
le contesté: “Nada, sólo que hace un día creí haber tenido un cita maravillosa
con la persona que le describí y me siento algo tonto, porque fue un sueño, un
sueño que desearía que fuera real”. Su respuesta me hizo sentir algo avergonzado,
se rio de mí: “Niño, a veces las personas nos cegamos y luchamos por algo que
es imposible de conseguir, eres muy joven, no te mortifiques, fue un sueño, los
sueños son algo muy bonito, algo que nos impulsa a hacer grandes cosas, pero
también son fugaces, muchas veces aprendes más de un sueño que de la realidad.
Lo más importante de los sueños es que son eso, sueños, no le des más importancia
a un sueño que a tu realidad. Muchacho, ve a dormir, te ves cansado, las 5 de
la mañana no es la mejor hora para que alguien como tú esté por aquí”.
Emprendí marcha
hacia la casa, recapacité y volví para preguntar al hombre su nombre y oficio.
Me contestó que era un viejo al que le gusta levantarse a ver el amanecer. Eso
fue lo último que escuché. Instante seguido desperté y me di cuenta de que solo
había sido un sueño, sacudí la cabeza y murmuré: “Nunca es mucho tiempo para
decir que no duermo durante los viajes en carretera”.
Enseguida vi a
Nicolás y sentí alivio al ver que estaba contando 60 carros rojos.
Al final, los
sueños son fugaces, pero nunca olvidaré el sueño de Erina, amé, reí, bailé, me
enojé, me sentí triste; pero, aprendí y maduré.