viernes, 19 de noviembre de 2021

Obras premiadas en el Concurso literario narrativo CONTATE UN CUENTO XIV Mención de honor Categoría D

 

Apnea

Claudia Edith Rosa, alumna del CENS 451 de Balcarce

 

Ella tenía ganas de descansar, el verano le había resultado agotador, ¡dios!!!, se dijo a sí misma, ¡basta de gente!!!. Necesito estar sola…

            Se encerró en su departamento, se sacó los zapatos y se tiró en su sillón confortable y mullido. Estaba agotada de escuchar a sus padres, de pileta rodeada de niños y hasta de sus amigas pidiéndole consejos. ¿Acaso no sabían vivir sin ella?. Se prometió a sí misma dejar de preocuparse por los demás, ya era tiempo de ocuparse de ella. Por eso se había separado, se estaba ahogando de tantos reclamos y nunca supo cómo se dejó llevar, asistiendo a todo el mundo. Pero ya no más; dejaría el celular en silencio, y se propuso no atender el timbre, aislarse por un tiempo, tal vez practicar yoga, comer en la cama, ver alguna serie… Se regocijó de solo pensarlo.

            Así, ese día templado de marzo había decidido mutar de nuevo…Miró a su izquierda y vio el control de la tele, lo prendería para dejar de pensar. Comenzó a hacer zapping y entonces prestó atención en las noticias (¡¡todas daban la misma información!!: “a partir de hoy, 20 de marzo y hasta el 26 de abril todo el país entra en aislamiento obligatorio por la pandemia mundial del COVID-19 iniciada en Asia”.

            Ahora hablaba el presidente, pausado, algo cabizbajo… “Será solo hasta que nos acomodemos sanitariamente, no habrá clases, cerrarán los negocios y solo quedarán los de mayor prioridad. Tenemos que encerrarnos en nuestras casas para resguardarnos…”, decía.

-¿Quééé??? -dijo ella en voz alta como hablando con alguien-. ¡Me jodés!!!. ¡Jajaja!. ¡Dios escuchó mis plegarias! Nada de visitas, no iré a ver a mis padres por un mes… ¡No escuchar a mis amigas!!, y encima no ir a trabajar ¡y que te paguen! ¡Es genial! Se puso música y comenzó a saltar en el sillón de alegría…

            Estaba tan eufórica que no escuchaba la cantidad de mensajes que llegaban a su celular.

            ¡Bien!!. Estas son mis vacaciones reales -dijo- y así se dirigió a la ducha, se dio un buen baño, se calzó el pijama y fue a la heladera por un yogurt, buscó una cuchara y se metió en la cama.

- Ahora sí -murmuró-, se puso esa serie que nunca había terminado de ver en la compu mientras disfrutaba de su yogurt. Se durmió a cualquier hora esa noche.

            Y así comenzaron a pasar los días. Se hizo un pedido en el super, cargó heladera y alacenas, ordenó el departamento (y luego lo desordenó otra vez), comenzó a ver videos de cocina, de costura, de Reiki…Llamó a sus padres a diario, total una llamada no sería tan agobiante como visitarlos, hicieron videollamadas entre amigas (le resultaba divertido ya que no les daba tiempo a que se pongan “densas”) y así pasó el mes. De nuevo el presidente extendiendo el aislamiento, un mes más y dos y tres….

            Ya casi no encontraba qué cambiar en su hogar. Aprendió a hacer pan casero, a coser y se hizo su primer barbijo mirando un tutorial.

-Bueno –se dijo un día-  esto ya no estaba tan divertido, comenzó a extrañar hablar con alguien, compartir un mate, una charla. ya se dormía llorando y ni siquiera sabía qué día era. Las noticias ya la estremecían, se hablaba de muertes, de contagios y estadísticas. Llamó a esa psicóloga que tanto la ayudó con su separación porque comenzaba a sentir ansiedad, había aumentado varios kilos y no podía conciliar el sueño.

-Carajo- dijo-, ¿por qué no me compré un perro?

            Cuando quiso acordar estaban organizando las fiestas, cómo hacer; juntarse solo familias aconsejaban por el momento. Por suerte todos la venían pasando bien de salud, entonces por fin chocarían las copas en casa de sus padres. ¡Hay que festejar!!. Hemos pasado un año duro –pensó-.

            La pandemia estaba retrocediendo y ya se hablaba de la vacuna. Se compró un vestido rojo para Navidad y uno blanco para fin de año, llevó regalos a sus sobrinos ya que había pasado varios meses sin verlos y merecían un buen regalo de la tía, después de clases virtuales y nada de amiguitos, ¡se lo merecían!

             Pasaron tan rápido las fiestas que sin darse cuenta ya estaba desarmando el arbolito, ese que no vio casi nadie.

 -El año que viene me compraré uno nuevo- pensó- y le diré a mis padres que vengan a pasar las fiestas aquí. Me encantaría que vengan y cocinarles, hacer ese pan que me sale tan rico.

            El sonido del teléfono la sacó de sus pensamientos. Era su hermana, angustiada, muy angustiada.

-¿Qué pasa?! -preguntó ella, casi sin aire-.

- Es Papá -dijo la hermana del otro lado- Tuvimos que llamar a la ambulancia, no podía respirar… Lo internaron, pero no podemos verlo. Mamá está muy angustiada porque quedó solita, tampoco podemos verla. ¡Están con COVID!!!.

            Ella Sintió un dolor en el pecho y cortó. No podía recuperar el aliento. ¿Qué debía hacer? Nada, no podía hacer nada. Por un momento le pareció no respirar, algo así como una APNEA... Desesperada comenzó a llamar al hospital. Del otro lado solo le dijeron: - Señora tranquilícese, si pasa algo se lo comunicaremos, estamos colapsados-.

            Se puso pálida.  ¿Qué estaban diciendo? No podía estar pasando… si se habían cuidado. si habían tomado todos los recaudos… si habían compartido las cenas en el patio. Si...si…

            En su cabeza se agolparon todas las palabras, no sabe cuánto tiempo estuvo sentada en ese sillón, confortable y mullido, esperando noticias.

            La despertó el sonido del timbre, fue hacia la puerta a los tumbos, abrió y era su hermana. Se echó a llorar en sus brazos.

-Es Papá, ¡es papá!! –repetía-. Entró en paro…no pudieron hacer nada…

            De pronto, todo se oscureció. Era como si estuviera viviendo una pesadilla. Sus lágrimas no querían salir porque no podía creer lo que estaba viviendo. Pero lo sintió real cuando acompañó su cajón, junto a su madre y un puñado de personas, pocas, muy pocas, con barbijos, sin casi darse cuenta de quiénes eran. Y volvió a su casa, a ese sillón confortable y mullido, desarmada, desconsolada, en ese mismo

sillón donde festejó estar sola, donde celebró no ver a sus padres por un tiempo… Pero solo era por un tiempo…solo un tiempo…

Y la apnea… Esa misma apnea que sintió el mundo a partir de esa maldita pandemia….

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