Ganador
Categoría Malvinas: jóvenes de 16 a 18 años
“Amor
en guerra”
de Ana Paula Marchan alumna del colegio ILI de Villaguay, Entre Ríos
Era un 2 de abril de 1982 en Buenos Aires,
me desperté por el sonido de la alarma que anunciaba que eran las 7 de la
mañana, me levanté de la cama, me dirigí a oscuras a prender la luz de la
pieza, en eso me encaminé hacia el escritorio donde descansaba una pequeña radio
a la cual prendí. Arrastré la silla de su lugar y procedí a sentarme, saqué una
hoja y una lapicera del primer cajón del escritorio y empecé a escribir,
mientras escribía en la radio se escuchaba uno que otro robo, un suicidio de
una persona porque no podía pagar la renta de su casa y la que más me llamó la
atención fue la noticia de la recuperación de las Malvinas, eso me puso muy
alegre pues eso significaba que volverías pronto a casa.
“Querido Miguel:
Hoy es 2 de abril, ha pasado tiempo ¿Cómo
te encuentras? Aun no recibo alguna noticia tuya, pero espero que te encuentres
bien, mis amigos me dijeron que era una pérdida de tiempo el escribirte cartas
y que simplemente te olvide, como si fuera fácil hacerlo, pero solo son
testigos de mi sufrimiento y no del tuyo.
Te advertí que no fueras, más que
advertirte te supliqué llorando que no te fueras a la guerra, pero más no me
hiciste caso. Me dijiste que cuando volvieras nos íbamos a casar mientras me
dabas un anillo de color dorado con una pequeña flor de color lila, era el
anillo que te dije que me había gustado, no sé cómo te acordaste ya que
mayormente te olvidas de todo, aún espero que vuelvas.
Tú me juraste que saldrías ileso, aunque
yo esté sufriendo podría estar peor.” Estaba tan concentrada escribiendo la
carta que me sobresaltó el sonido de la puerta principal siendo tocada una y
otra vez, arrastré la silla hacia atrás y me levanté, abrí la puerta de la
pieza y me encaminé por el largo pasillo de la casa, mientras caminaba miraba
los cuadros colgados en la pared, me detuve específicamente en uno, en él se
veía un joven de unos 19 años, con el pelo color negro en corte militar; ojos
de color azul que se podría comparar con el mismo cielo, nariz respingada, alto,
de 1.80, una sonrisa de oreja a oreja. Vestía una
remera de color negro y unos pantalones desgastados, a su lado se veía una
joven de unos 20 años, el pelo de color rojo asemejándose al color del fuego,
ojos de color marrón que se podía comparar con el color del café, nariz recta,
de 1.70, una sonrisa que hacía que sus
ojos se cerraran, vestía un lindo vestido de color blanco con pequeños detalles
de flores de color azul, los dos estaban abrazados.
Me quedé tan sumida detallando el cuadro
que me sobresaltó el sonido de la puerta siendo golpeada fuertemente, me
encaminé rápidamente, antes de abrirla me arreglé como pude el pelo, pues me
había mirado en el espejo de al lado y mi cabello no me favorecía. Tomé un
bocado de aire y abrí la puerta con una sonrisa. Pude apreciar a dos señores
vestidos de uniforme militar, los saludé y los invité a pasar, Ellos aceptaron
gustosos, los hice caminar hacia la cocina que estaba pintada de un color rosa
clarito, en ella se podía apreciar una mesa pequeña cubierta por un lindo
mantel lila de cuadros y cuatro sillas. Los invité a sentarse. Cada quien se
sentó en las sillas que estaban en cada esquina, les pregunté si querían té y
ellos asintieron, fui hacia la cocina para poner la pava, mientras esperaba que
el agua se calentara busqué de las estanterías unas galletitas de chispas de chocolate
y se las ofrecí, aceptaron gustosos. El sonido de la pava hirviendo me despertó
de mis pensamientos, busqué tres tazas y les puse su respectivo saquito, tomé
la azucarera, tres cucharas y una bandeja, puse las cosas encima y las coloqué
en la mesa, le di a cada uno una taza.
- Lindo día hoy, verdad- dije mientras me
sentaba.
-Lindo día- respondió el que se veía más
joven de los dos.
-Señorita mire no queremos quitarle tanto
tiempo- aseguró el de mayor edad.
-Dígame entonces- dije mientras le daba un
sorbo a mi té.
-Vera como habrá escuchado en las
noticias, pudimos recuperar las Malvinas-
-Si- le interrumpí- ¿Qué con eso? –
pregunté.
-Verá, recibimos una orden de la cabina de
seguridad de que un grupo de ingleses se acercaba, un grupo de 10 de nuestros
soldados fue hacia allí para detenerlos, al llegar se dieron cuenta que los
hombres estaban armados- dijo el más viejo. Se miraron directamente como no
sabiendo quien tomar la palabra, al final el más joven fue el que la tomó.
-Vera señorita, entre ese grupo se
encontraba Miguel... su novio, él… vio que uno de los ingleses tenía un arma y
le iba a disparar a un compañero entonces se puso enfrente y … recibió el disparo-
- ¿Qué me quieres decir? - averigüé
mientras bajaba mi taza de té.
- Lo que quiere decir mi compañero
señorita es que Miguel murió por el disparo, lamento su pérdida- dijo el más
viejo.
Sentí que mi mundo se detuvo por un
momento, las luces se veían distorsionadas y mis ojos se me cerraron.
- ¿Señorita se encuentra bien? - me
preguntó el más viejo.
- Yo…yo sí, estoy bien, por favor- les
dije mientras me levantaba de la silla.
Ellos entendieron y se levantaron de sus
respectivas sillas, los acompañé hasta la puerta y sin despedirme se la cerré
en sus caras, me apoyé en la puerta y me deslicé hacia abajo. La noticia me
cayó como un balde de agua fría, sentía las lágrimas salir de mis ojos una
detrás de la otra, hasta llegar al piso. Miré fijamente el anillo que él me
había dado y lo atraje hacia mi pecho abrazándolo.
Tu funeral fue el 5 de abril, pues tu
cuerpo tenía que ser traído desde las Islas hasta aquí, estábamos toda tu
familia, tus amigos, vecinos y gente que supongo que eran tus conocidos. Cada
uno de ellos se me acercaba y me daban sus condolencias.
- Disculpa, esto te dejó Miguel- dijo un
señor vestido de militar, mientras me daba una carta.
Se lo agradecí mientras me guardaba la
carta en el bolsillo de la campera.
Pasaron 2 horas y me encaminé hacia casa,
mientras abría la puerta me puse a pensar en todos los momentos que habíamos
pasado juntos, no pude evitar sonreír al recordarlos.
Entré, fui hacia la cocina, me preparé un té y procedí a
leer tu carta.
“Querida Marie:
Hoy es 2 de abril de 1982, ha pasado un
tiempo desde que nos vimos, te extraño mucho, espero que te encuentres bien, yo
me encuentro bien. Los chicos son muy amables conmigo, y aunque estemos alerta,
tenemos tiempo para compartir anécdotas, te cuento una que me paso. Estaba
preparando la comida, sopa para ser más específicos, estaba tan concentrado que
no vi que un compañero se me acerco por atrás, me tocó y yo di un salto que
casi llegó al techo.
No puedo evitar reírme cuando me acuerdo
de esa anécdota con mis compañeros, todavía tengo presente el día que te dije
que me esperes para poder casarnos, ya decidí el lugar y a donde vamos a ir de
luna de miel, pero eso es secreto. Mis compañeros me dijeron una frase que se
me va a quedar grabada por toda la vida y quiero compartírtela, “cuando
advierten a soldado, si está enamorado en guerra morirá”. Esa frase se me quedó
porque es verdad, yo te amo con mi vida y si tengo que morir lo haré con
orgullo porque pude proteger a mi rayito de luz, a mi pequeña hadita, a mi
mundo.
Te amo a pesar de todo, recuerdo todos los
momentos que vivimos una y otra vez, no puedo evitar reírme y sonreír con
ellos.
Espero te encuentres bien, con amor tu
soldado Miguel.”
No pude evitar sonreír, pues tu carta
llenó mi corazón, mientras la leía te imaginaba escribiéndola, con tu sonrisa
de oreja a oreja, lloré en el momento que leí la frase que te dijeron tus
compañeros.
-Fin-
- ¿Qué les pareció la historia niños? -
dije mientras dejaba el libro sobre mi regazo
- Abuela, esa chica se parece mucho a ti-
dijo un pequeño de pelo color negro y un llamativo color verde de ojos.
- Si es cierto abuela- dijo otro pequeño
igual que el otro nada más que con unos ojos azules que se podían comparaban
con el mar.
- Si verdad- dije mientras me levantaba de
la silla, e iba hacia una pequeña repisa en la que se podía ver una foto de un
hombre con ropa militar con una sonrisa de oreja a oreja, al lado un pequeño
florero con unas hermosas margaritas. Dejé el libro al lado y susurré- Me falta
toda la vida si no estás, como te extraño mi amor, que debo hacer para que
vuelvas a mi-
Al lado había una pequeña carta que decía:
“Ay amor divino, pronto tienes que volver a mí, cómo te extraño mi amor, ¿por
qué será? Me falta todo en la vida si no estás. Cómo te extraño mi amor, ¿qué
debo hacer? Te extraño tanto que voy a enloquecer.
Con amor tu rayito de sol Marie.
Han pasado 30 añas de tu muerte y hoy por
fin después de luchar y luchar puedo decir que mi escrito “Amor en guerra” es
publicado, fue difícil conseguir una editorial que quiera publicarlo puesto que
al ser mujer no tengo muchos derechos. Pero no me rendí eso siempre fue lo que
te llamó la atención de mí, el no rendirme, el luchar por lo que quería, el
saber que si no podía me levantaba una y otra vez a luchar y a salir adelante.
Esta obra costó demasiado, ya que es un
dolor que no quiero recordar, pero sé que en el fondo es una distracción y un
alivio el recordarte y soltarte de una vez por toda, sé que siempre quisiste
que te recordara con tu hermosa sonrisa de oreja a oreja, es algo que no se
puede olvidar más de una persona como vos, tan alegre. Tan llena de
tranquilidad y paz. Hoy por hoy puedo decir que esta obra es gracias a ti.