domingo, 26 de abril de 2020

Dolores: desde 1818 al sur del Salado - Por Juan Carlos Pirali


   Ante la necesidad de extender la frontera al sur del río Salado, el gobierno del Directorio designó en 1815 al capitán Ramón Lara, con el cargo de Teniente Alcalde de la Banda Oriental del río Salado, para que con un piquete de soldados instalara un fuerte en inmediaciones de la laguna Kakel Huincul, con la finalidad de resguardar a los pobladores de eventuales “malones” de los indios en la zona.

   El 23 de mayo de 1817 fue nombrado el capitán Pedro Antonio Paz, como Comandante Militar y Juez Político de las islas del Tordillo, y entre las instrucciones que debía observar, tenía que reunir a los vecinos con la finalidad de formar un pueblo, para lo cual debía elegir el lugar adecuado y comunicar al Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón.

  El 21 de agosto de 1817 se realizó una reunión en la casa de don Domingo de Madrid en el pago de Monsalvo (hoy partido de Maipú), en la que participaron el padre Francisco Robles, los capitanes Pedro Antonio Paz y Ramón Lara, el alférez Antonio González y el teniente de Milicias Leonardo Piedrabuena. Allí se ofició misa y hubo consenso en que la capilla y el nuevo pueblo debía situarse entre las lomas de González Salomón y Dos Talas de Julián Martínez de Carmona. En esa ocasión se fijó la jurisdicción del Curato Nuestra Señora de los Dolores, es decir fue un hecho eclesiástico, pero el acta labrada ese día no habla de fundación de un pueblo, como erróneamente se ha afirmado.

  Con referencia a la fecha de fundación de Dolores no se ha podido determinar el día exacto, pero existen documentaciones que tuvo lugar en los primeros meses de 1818, además, hay pruebas que en 1817 no se había construido, como los datos aportados por el militar inglés Wuilliam Miller, que antes de incorporarse al ejército de San Martín recorrió esta zona a fines de 1817. Según sus “Memorias” pernoctó en la estancia Dos Talas (a dos leguas de la actual Dolores) y dice que “en cien millas alrededor de Dos Talas sólo hay veinte estancias”. También menciona el presidio de Las Bruscas (Dos leguas al este de la actual Dolores), el Monte del Tordillo y Monsalvo, pero no hace referencia a la existencia de un pueblo.

El incipiente pueblo fue destruido el 30 de abril de 1821 por un malón capitaneado por José Luis Molina con indios de las tribus de Ancafilú y Pichimán y fue reconstruido en 1826 por Ramón Lara, quien había sido su primer fundador.

A partir de entonces, Dolores fue adquiriendo importancia, pero a partir de 1839, año en que sus habitantes se levantaron en armas contra el gobierno de Juan Manuel de Rosas, comenzó una etapa de decadencia, especialmente por el desmembramiento de su partido, que quedó reducido a la parte urbana, quintas y chacras.

Con la caída de Rosas y la reorganización de la administración judicial, Dolores fue designada sede del Departamento Judicial del Sur en 1853, con una jurisdicción que abarcaba más de media provincia. En esa época comenzaron a instalarse los primeros servicios de diligencias entre Buenos Aires, Dolores y poblaciones del sur, con un importante movimiento comercial, administrativo y judicial. En 1863 el Banco de la Provincia de Buenos Aires instaló aquí una de las primeras sucursales del interior. En 1873 fue instalado el primer hospital del sur bonaerense y al año siguiente se inauguraba la estación Dolores del Ferrocarril del Sur. En 1888 fue creada la Escuela Normal y se instaló la primera línea de tranvías tirados por caballos. En 1892 el Banco Nación creado el año anterior, instaló una sucursal en esta ciudad.

   A través de los años Dolores ha sido cuna de destacadas personalidades del Arte, la Literatura, la Ciencia, la educación, la política y el deporte, citándose entre otros a Abel Fleury, Aristóbulo del Valle, Faustino Brughetti, Arturo García Bhur, Honorio Siccardi, Eduardo Acevedo Díaz y vecinos ilustres como Juan Vucetich, Victoriano Montes y Ramón Melgar.


Del blog del autor: http://juancpirali.obolog.es/



miércoles, 15 de abril de 2020

La palabra Por Pablo Neruda (De “Confieso que he vivido”)


…Todo lo que usted quiera, sí señor, pero son las palabras las que cantan, las que suben y bajan… Me prosterno ante ellas… Las amo, las adhiero, las persigo, las muerdo, las derrito… Amo tanto las palabras… Las inesperadas… Las que glotonamente se esperan, se acechan, hasta que de pronto caen… Vocablos amados… Brillan como perlas de colores, saltan como platinados peces, son espuma, hilo, metal, rocío… Persigo algunas palabras… Son tan hermosas que las quiero poner todas en mi poema… Las agarro al vuelo, cuando van zumbando, y las atrapo, las limpio, las pelo, me preparo frente al plato, las siento cristalinas, vibrantes ebúrneas, vegetales, aceitosas, como frutas, como algas, como ágatas, como aceitunas… Y entonces las revuelvo, las agito, me las bebo, me las zampo, las trituro, las emperejilo, las liberto… Las dejo como estalactitas en mi poema, como pedacitos de madera bruñida, como carbón, como restos de naufragio, regalos de la ola… Todo está en la palabra… Una idea entera se cambia porque una palabra se trasladó de sitio, o porque otra se sentó como una reinita adentro de una frase que no la esperaba y que le obedeció. Tienen sombra, transparencia, peso, plumas, pelos, tienen de todo lo que se les fue agregando de tanto rodar por el río, de tanto transmigrar de patria, de tanto ser raíces… Son antiquísimas y recientísimas… Viven en el féretro escondido y en la flor apenas comenzada… Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los conquistadores torvos… Estos andaban a zancadas por las tremendas cordilleras, por las Américas encrespadas, buscando patatas, butifarras, frijolitos, tabaco negro, oro, maíz, huevos fritos, con aquel apetito voraz que nunca más se ha visto en el mundo… Todo se lo tragaban, con religiones, pirámides, tribus, idolatrías iguales a las que ellos traían en sus grandes bolsas… Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra… Pero a los bárbaros se les caían de la tierra de las barbas, de las herraduras, como piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes… el idioma. Salimos perdiendo… Salimos ganando… Se llevaron el oro y nos dejaron el oro… Se lo llevaron todo y nos dejaron todo… Nos dejaron las palabras.