martes, 8 de diciembre de 2020

Caos – Por Rafael Serrano Ruiz

               El destino obliga a dar el primer paso. Es posible rebelarse o dejar hacer. Es un momento decisivo que tendrá consecuencias, pude hacer daño a unos y feliz a otros ¿Por qué? ¿Debemos dejarnos llevar?  ¿Permanecer impasibles? ¿No es eso renunciar a la vida? …

Encantadora, delgada, rubia, bien formada, ojos grises y nariz ligeramente tachada de pecas. Parece un ratoncito pidiendo amor: tierna y alegre al mismo tiempo, pero excesivamente delgada en comparación con el tamaño de su pecho. ¿Veinte años? Pudiera ser...

Hacía tiempo que había conocido a Alicia. Eran parte de una pandilla de jóvenes como muchas otras que se forman en la vida. Se atraían, siempre se estaban buscando dentro del grupo, pero no había más entre ellos. Poco a poco fue creciendo su camaradería hasta que un día, visitando unos amigos comunes en un pueblo cercano, después de la hora de la comida, se dirigen todos juntos a buscar el frescor junto al rio que pasa serpenteando cerca de la casa. Una vez allí, unos juegan cartas, otros vaguean bajo la sombra de los árboles o pasean por la orilla entre los juncos. Juan decide dar un paseo con Alicia. Llegan a un remanso un poco separado del resto de los amigos, y allí se sientan en la hierba y se ponen a charlar de todo y de nada: La dependencia sensitiva de las condiciones iniciales (el entorno) es consecuencia inevitable de cómo las vidas individuales se entrelazan con la general: En un momento dado sus miradas se cruzan, sus manos se juntan y caen en un abrazo mientras se besan con pasión. En pleno ardor, Juan con delicadeza se aparta un poco de ella. Alicia con la mirada brillante arranca unos juncos y entrelaza una pequeña corona que pone sobre su cabeza a modo de los santos. No hay palabras, ninguno de los dos dice nada y después de unos momentos, se levantan para reunirse con el resto de la pandilla mientras Alicia le mira con sus dulces ojos, mostrándole toda su ternura

 Cae la noche y toman el tren de vuelta a casa. Están solos en el departamento del vagón de aquel viejo y destartalado tren de cercanías. En el exterior, al mirar por la ventanilla, sólo se ve la oscuridad, tachonada por una sucesión esporádica de luces que pasan más o menos rápidas en función de la distancia y la velocidad del tren,  indicando que  allí hay unas casas donde se está desarrollando una sucesión de acontecimientos, los cuales pueden influir en el futuro de ellos mismos, puesto que no hay efecto que no sea producido por una causa, y nunca tendremos la certeza de cuándo un hecho es aislado realmente en sí mismo, o si está produciendo un encadenamiento de sucesos,  de los cuales, alguno de ellos, llegará a formar parte más o menos importante de nuestra existencia. Las pequeñas modificaciones que se producen en la capacidad humana, causan cambios a gran escala, pero si pudiéramos modificar el tiempo, se ignoraría cuales hubieran sido esas modificaciones y por tanto el comportamiento. Ello cambiaría el hecho de la persona, pero nunca se sabría si para bien o para mal. Alicia se pone de rodillas sobre el asiento mirando a través de la ventanilla, él posa su mano sobre la parte posterior de la pierna de ella y empieza a acariciarla, muy despacio, suavemente. Mientras lo hace, va aumentando su audacia, alargando el recorrido de su mano, escalando con la punta de los dedos en la suavidad de su piel. Ninguno de los dos dice absolutamente nada, solo se escucha el golpeteo de las ruedas del tren con las uniones de las vías y unos corazones acelerados, la rodilla..., el calor de los muslos, el contacto con la tela de la braguita...  Ella continúa mirando por la ventanilla o dice alguna frase nerviosa, con un cierto sentimiento de rubor referente al rápido pasar de las luces y sombras, dando, en cierta forma, una aceptación al hecho que se está produciendo. Los dedos de Juan pasan más allá de la tela, siente la suavidad del vello y guiado por una cierta humedad, se introduce entre los labios, acariciando lentamente... Juan nota su temblor, es un estremecimiento que casi le asusta. Pasa un tiempo que no pueden precisar, pero nadie habla.  ¿Por qué? ¿Por qué ninguno de los dos dice nada?  Un ¡Te deseo! ¡Te quiero! Ella, continúa con la mirada fija en el exterior, como si estuviera ajena a lo que está sucediendo. Después de un tiempo se da media vuelta, lo mira con ternura y continúa callada. Nuestra realidad es una mezcla de hechos que se producen en nuestro rededor, independiente de nosotros mismos. Somos actores que actuamos sin un papel definido, la casualidad o la causalidad

 

 Juan descuelga el teléfono. Es Alicia, se encuentra mal. Aparta los libros a un lado. Observa por la ventana. La noche es fría. El cielo está despejado. A pesar de la luz tenue que proyecta la ciudad sobre el firmamento, puede divisarse un cielo estrellado típico de un invierno seco. Se emboza todo lo que puede dentro de su abrigo y sale en su busca. Mientras está en camino, le vuelve la idea de la fragilidad de Alicia y en el ambiente tan triste que la rodea. Es verdaderamente sorprendente, como, viviendo en ese ambiente, Alicia puede tener un carácter tan abierto y alegre. Ella le está esperando en la puerta de su escuela, se siente mal, pero prefiere pasear un poco para ver si, con el frío de la noche, se le pasa la desagradable sensación que siente. Pasean un buen rato.  Ella sufre un ligero desvanecimiento, la toma en brazos, sintiendo sobre ambos la mirada llena de curiosidad de los transeúntes que se les cruzan en los pocos metros que quedan para llegar al portal de su vivienda y termina, no sin gran esfuerzo, introduciéndola en el interior de la casa. Esta situación no le ha gustado nada, se ha sentido un poco ridículo llevándola en brazos por la calle como a una desvalida, y el hecho, ha acentuado en su interior las dudas que siente sobre su relación. Hay algo que no marcha, no sabe lo que es, pero poco a poco se va abriendo una fosa más profunda entre los dos.

 Hay una convergencia en el modo como ocurren las cosas y pequeñas influencias arbitrarias se hinchan hasta tener grandes efectos demoledores.  Ese algo, se va definiendo, en una palabra, temor, miedo a su fragilidad, miedo al ambiente que encuentra en su entorno y miedo al saber que todo ese bagaje, tendrá que incorporarlo a su vida. No sólo une su vida a la de Alicia sino también, aunque no lo quiera, a su entorno, Es posible que estos argumentos sean demasiado irracionales; de todas formas, independientemente de los argumentos, hay algo que no encaja. Tenía que tomar una decisión antes de que fuera demasiado tarde, una decisión que le es muy dolorosa.

¿Por qué decidió ir precisamente de vacaciones con su familia aquel año cuando nunca antes lo había hecho? Esta idea la tiene, como una de esas claves misteriosas que cree resultar transcendentales para el posterior transcurrir de su vida. De acuerdo, quería alejarse de la ciudad y pensar en su relación, y de paso descansar un poco de sus estudios, pero podía haber ido como otras veces a casa de sus tíos o cualquier otro tipo de decisión, pero no: decidió acompañar a su familia. Y allí estaba, en la playa. La luz del Mediterráneo contrastaba con la del foco que iluminaba por las noches sus libros llenos de llamadas y anotaciones. Al principio, el cambio de hábitos se le hace difícil. Dormir la noche, tomar el sol, hablar con las gentes, saludar a los vecinos, comer a sus horas. De pensar sobre Alicia, nada de nada, sólo con el hecho de encontrarse allí, frente a ese mar tan inmenso y verdoso, a ese sol tan brillante que le hace guiñar los ojos para poder ver mejor, son motivos suficientes para darle todo tipo de respuestas a sus preguntas, además, estas respuestas son ya conocidas por él incluso antes de salir de la ciudad, incluso antes de planteárselas. Cree que pensar con un poco de calma y distancia viene bien para darle la fuerza que necesita.

 

Las vacaciones han terminado, hace días en los cuales, sintiendo cierta culpabilidad, está ocultando su presencia en la ciudad a Alicia y sabe que no puede demorarlo más. Toma el teléfono en un estado mezcla de nervios y miedo a lo que está por llegar

 

 - ¡Hola! ¿Cómo estás?

- ¿Qué tal lo has pasado?

- Yo bien, he descansado mucho, sólo dormir y playa…. ¿Y tú? Se te nota muy alegre

- ¡Por supuesto que iré a verte!,

-  No, no pasa nada, ¿Por qué?

 

Quedó en ir a verla el día siguiente. Se encuentra preocupado, intranquilo, pero seguro.

 

Sólo recuerda la noche, una carretera oscura, solitaria, sus pasos resonando con eco entre tanta soledad, su mente en blanco, tener que frenarse para no echar a correr, y no es que huyese, no, simplemente quiere alejarse lo más rápidamente posible del dolor que está produciendo, porque sabe que Alicia le quiere, que la situación es injusta, pero en el amor no hay racionalidad, ni lógica, sólo intuición deseo y fantasía. Está siendo injusto con ella, pero consecuente con él mismo. Después de recorrer una distancia que le parece eterna, ve unas luces al final del camino, es la estación en la noche, un tren que llega y una profunda paz se instala en su corazón. Ha recuperado su libertad. De nuevo el destino, una bifurcación en el camino hacia no se sabe dónde. No hay razón o causa definida, no puede hablarse de normalidad o anormalidad, porque lo bueno hoy, puede ser malo mañana y lo que cree hoy doloroso, puede ser mañana pesadilla o felicidad ¿De qué depende? ¿De él? No, él continúa siendo ajeno a la causa, es mero instrumento, juguete del destino. Sus intuiciones están marcadas en alguna parte de su interior, como si también hubiera una ley genética que le obliga a hacer lo que hace, siempre envueltas en el sentimiento de lo mejor y la felicidad, pero ocultando quizás amarguras y remordimientos por lo que es o por lo que pasará. Alicia lo tenía todo, cultura estilo, belleza, alegría... Nadie podría pedir más ni física, ni intelectualmente, pero de pronto, una sinapsis en su cabeza, una unión entre dos neuronas hace desencadenar un proceso extraño, por el cual decide como si fuera un dios, que el amor que siente por ella tiene que desaparecer debido a su fragilidad y entorno ¡Qué culpa tiene Alicia de todo esto! Ella no es tampoco responsable, seguro que su razonamiento es posiblemente falso o al menos improbable, quizás este argumento esté destruyendo una vida de felicidad que podía haber tenido, pero eso nunca lo sabrá. Él está contento, liberado, feliz por haber realizado esa idea que salió de una conexión entre dos neuronas que quizás dejaron de existir segundos después, y la dulce Alicia sale de su vida, pero no del todo, de vez en cuando recuerda la escena del tren, y se siente reconfortado por la belleza del momento que sólo ella pudo darle.

sábado, 14 de noviembre de 2020

Contate un Cuento XIII Categoría E

 

Pesares

de Patricia Testore de Ciudad Autónoma de Bs.As.

 

… ¿cómo se hace?... ¿cómo es que se continua respirando?... ¿cómo es que el diafragma insiste en pulsar cuando el aire lacera dentro?... ¿cómo es que se sigue cuando el nudo estruja sin pausa la garganta, cuando incesantemente entrega dosis de asfixia sin pedir algo a cambio?... ¿cómo es que se sobrevive mínimamente al día sin el timbre de su voz, sin el llegar de sus pasos, sin el venir de su presencia, sin la fresca consolación de sus caricias que diluían con lacia paciencia el pavor sudado de mi frente, el que las noches y sus pesadillas aún hoy insisten en traerme?… ¿cómo es que se persevera en esta existencia que me recuerda a cada instante, y aun en los intersticios que los separan, el efluvio de su aliento envolviendo mi boca con la más soleada de las pasiones?... ¿cómo?... ¿cómo seguir así, sin ocupar perpetuamente en elli,  mi pensamiento, sin lograr ni un ínfimo tris que eluda siquiera algo de elli?… ¿podés decirme vos de ese cómo?... ¿de cómo olvidar lo que jamás olvidaré por haberlo creído tanto tiempo parte de mí, fracción de mí?… ¿de cómo olvidarla, de cómo ejecutar tamaña contradictoria acción?... ¿cómo, si cada rincón de esta casa sabe de elli?… ¿cómo, cuando la inercia hace doler cada célula, cuando la amargura todo lo impregna, cuando nos coopta la certeza de que algo bueno se acaba de extinguir en el orbe?… ¿y cómo hacés vos, para no sucumbir al tremendo vacío de no verla al despertar, para no desfallecer a la nostalgia sofocante de su voz montando el aire, para no suplicarle a los ecos que por una vez liberten la voz que de elli han ahorrado?... ¿y cómo podés vos no llorar hasta quedar desértica cuando sabes que no serán más tuyos sus besos, ni míos, y que sus labios vagarán por otras pieles, y reposarán en otras bocas, y que su corazón latirá al compás de otros corazones, que ni el tuyo ni el mío serán?… ¿cómo vas a hacer vos para no morir ahogada en angustia, cuando las hileras de atardeceres te traigan el omnipresente murmullo de su ausencia?… ¿cómo?... ¿cómo seguiremos caminando bajo lloviznas descaradas, si cada gota que peregrine desde tu frente a tu mejilla me li recordará?… ¿cómo, si mi cabello mojado no admitirá que vos li olvides?… ¿cómo serán los abrazos debajo de un cielo lloroso, cómo sin elli?... ¿cómo de pequeños, de vilmente menores, de insuficientes, de cínicamente partidos?… ¿es que vos me podes decir cómo haremos para seguir sólo dos con todo este demacrado espanto cada vez que li imaginemos feliz entre otras sonrisas, jugando al amor?... ¿cómo haremos, por favor decime, cuando tres nos prometimos tantas humedecidas felicidades, las que después se mezclaron y fueron una sola, una que sería eterna, pero que duró menos?… ¿cómo soportaremos nuestra existencia a cuestas, si a elli la encontraremos en todas las miradas, si cada esquina será una en la que tres esperamos, si cuando la luz se apague ducharemos con nuestras aguas y nuestras sales la almohada que ya no sostendrá su cabello?… ¿cómo se sobrevive a la partida de un amor?... ¿cuál anestesia se les suministra a los que quedan solos, y vencidos?... ¿cómo se tempera la mordida en las costillas del hombre y en las entrañas de la mujer cuando se les extirpa un tercio de sus vidas?... ¿qué mayúsculo sacrificio, cuál grandiosa ofrenda deberemos darles a los poderosos, sublimes, alados Dioses nuestros, para que en este aciago atardecer nos libren de esta bárbara amargura?... … … …

… … … … ¡de esta bárbara amargura, en este aciago atardecer, líbrame Dios mío!… ¡consume ya la hiel que pervive adherida a mi garganta, que gotea sin descanso ni final sobre mis entrañas, carcomiéndolas, haciéndolas arder en el horno ácido de mis oscuridades pecadoras!… ¡ten piedad del yerro que la desesperación le dictó a mi oído, cuando me encontré aturdida, sin él, y extraviada deseé todo fin!… ¡acepta este arrepentimiento, esta limpia súplica de tu divino indulto, de tu postrera redención!… ¡olvida Dios mío, como logras Tú solamente hacerlo, la vileza de mi flaca tenacidad al no soportar su partida, al intentar cobardemente quitar de mí el soplo de vida que Tú, y sólo Tú, una vez me prestaste, y que sólo Tú fabricaste, y que solo Tú debes acallar!… ¡margina de mí, te ruego, este suplicio ponzoñoso que erra por mis venas y que incinera mi carne!… ¡expulsa ya, por compasión, los exóticos, heréticos, asquerosos delirios de esta agonía envenenada!... ¡destierra de mí, con tu amor, estas antinaturales alucinaciones de anatemas tercios que derruyen mi conciencia y ahogan en desasosiego estos instantes, que serán mis últimos!… ¡ve en mí más que el hoy, mi Dios, y no dejes de observar lo que por él di!… ¡ten en cuenta, Tú que sabes del hubiera, cómo habría sido mi terrenal vida junto a él, y cómo jamás me habría yo apartado de tu sendero!… ¡haz que penetre, mi único Dios, en cada una de mis células tu perdón, que sólo tuyo es!… ¡ten en cuenta, oh Dios mío, el desgarro del alma que su ausencia me propinó!… ¡puedas advertir suavemente, Dios único y cierto, que ya más no pude, y que la mordaz aflicción confundió mi voluntad!… ¡acógeme así, mi Dios fidedigno, y si es tu albedrío, en la más humilde habitación de tu reino, donde ya él mora y por mi aguarda!… ¡pero si Tú, Dios mío, así no lo arbitras, ya nomás le imploro a tu generosa clemencia que más que prontamente empuje mi vida hasta el final de este fiero túnel, de pared azabache y dolorosa, colmada de atroces desvaríos!… … …

… … … atroces desvaríos colman este fiero túnel de pared azabache y dolorosa… lobreguez cilíndrica, flagelante, que enreda trances con tiempos, que funda desolaciones, que concibe penas imposibles, acaso humanas por desesperadas, ciertamente humanas por suicidas… pero ya no importa demasiado, porque allá veo el color... allá adelante, en la luz al final del túnel… la forma inexacta que se va aproximando, detentando la vivacidad de una llaga… y entonces los suplicios van desintegrándose, así, como ahora, de a uno a la vez… y los pensamientos van confundiéndose, todos, se van reformando en uno, complejo y simple, único, como en los instantes previos a dormirme… y no, no es factible precisarlo, describir cómo es que va arribando el alivio… tal vez sedosamente, mas sólo se comprende en el cuerpo, en el mío, que va deslizándose hacia una paz aterciopelada… va ganando acceso a una luz de color imbatible, ignoto, a una cromaticidad de herida honda, equivalente a la de un atardecer final, cada instante más cercano, ahí, en el extremo benigno de la negrura… y la vista va acomodándose en esa dirección, y yo me voy donando a mí mismo, bien de a poco, lentamente… y en ángulos más bondadosos el final se va entregando con docilidad a una perspectiva visual más misericordiosa, y a cada pausa continua se va ofertando más, y a mí se me va olvidando lo oscuro, lo que aún duele, lo que dolió antes tanto, tanto y más... aquellos errores, una aflicción, las culpas, todas las omnipotentes impotencias apiladas… y ansío perdonar, ahora, porque ya no importa el daño soportado, porque ya no posee peso la razonabilidad de no hacerlo, y entonces la venganza va diluyéndose en el agua salada, soltándole de a uno sus átomos desganados… y el perdón se da, se emana sin más, y yo lo voy adjudicando en todas direcciones, hacia todo, hacia todos, también a los que me legaron su prejuicio, y me condenaron, y me aislaron, y me lapidaron… pero ahora voy llegando, y ya los pensamientos se tiñen del color del atardecer último, y yo me observo ir, y como en un sueño afable logro enfocarme a mí mismo, a un hipocampo hermafrodita que de un barro y de una costilla fue moldeado así, porque en su hocico alguien sopló del modo que lo hizo, y no de otro modo… yo lo veo irse, como a imagen y semejanza mía, o como a una memoria de hipocampo… la veo alejándose, paulatinamente, una memoria que va borrándose asintóticamente, muy de a poco, por siempre.

 

Contate un Cuento XIII Categoría E

 

Autorretrato de mujer frente al espejo

Blanca Estela Castro de México

He corrido las cortinas para mirar amanecer en el mar. La luz del sol potenciada con su propio reflejo sobre el agua azul llenaba todo el espacio de vida y alegría.

Respiro lentamente el aire fresco y me siento en el paraíso por unos minutos infinitos hasta que unos nudillos golpean la puerta apenas. He pedido un jugo a la habitación, la camarera ya está aquí.

Al volverme para abrir la puerta el enorme espejo que está sobre la pared me devuelve una imagen que se lleva mi alegría matutina. Mi cara que aún no ha pasado por el baño está fláccida y descolorida, mis ojos con ojeras han profundizado sus patas de gallo. Por mi frente cruzan dos surcos bastante visibles. Mi pelo quebrado y rebelde muestra más de cuatro canas perfectamente blancas en su oscura maraña.

Si bajo la mirada, casi sin querer, aparece una silueta desgarbada, desdibujada bajo un camisón blanco demasiado grande para ese cuerpo posando sobre un par de pantuflas ridículamente rosas a ras del piso.

Trato de montar una sonrisa para la camarera, saludo y doy las gracias como me han enseñado mientras deslizo unas monedas en las manos de la mujer que se marcha tan veloz como vino después de un breve: “No se moleste”.

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Esta noche saldremos a cenar a uno de los restaurantes cercanos al puerto. En esta ciudad son famosos los restaurantes de esa zona por sus comidas y por la cantidad de gente de todo el mundo que se puede encontrar por allí.

Es una noche especial, me he puesto un vestido negro largo y zapatos de tacón, ahora vengo frente al espejo para arreglarme el chal plateado sobre los hombros.

La luz de la araña de la habitación no es la mejor, pero para arreglarme el chal sirve perfectamente. No puedo evitar sonreír al mirarme al espejo, no parezco la mujer que hoy a la mañana miraba salir el sol. Este vestido y los zapatos con tacos altos me hacen ver elegante, con el chal cubriré la leve flaccidez de mis brazos. La peinadora hizo un buen trabajo con mi cabello, luce brillante y en su sitio, no veo ninguna cana. La maquilladora me ha colocado base y rouge, el labial es un rojo brillante, hasta tengo un toque sensual. Mis arrugas casi no se ven y mis ojos enmarcados por sombras mezcladas y rímel lucen hermosos, además tienen el brillo que da el disfrute de unas vacaciones tan soñadas como estas.

Basta de mirarse al espejo, tomo mi cartera y la llave para salir. En estos hoteles ni siquiera hay que apagar la luz. Soy haragana por nacimiento, me encantan las vacaciones.

 

 

Contate un Cuento XIII Categoría D

 

La vanidad

Lorena Erquiaga, alumna de CENS 451

 

En un tiempo lejano cuando se estaban formando los bosques de Bariloche, lugar este donde existían grandes volcanes, hacía mucho calor, abundaban las lluvias tropicales, era en ese momento cuando  la vida transcurría con tranquilidad y sin grandes cambios. Sobre todo porque no existían los hombres.

En lo profundo de esa tierra inexplorada, floreciente y en pleno apogeo existían dos personajes muy particulares: una araña y una mariposa.

La araña, que llevaba el nombre de Tita, era muy trabajadora, alegre porque cantaba todo el día, tenía en su cabecita un moño.Ella vivía entre los árboles de arrayanes y las rosas mosquetas, junto a una cascada de agua fresca y pura y  a los helechos grandes.Tejía todo el día con hilos de colores, mientras cantaba y conversaba con sus vecinos,  en una amistosa y armoniosa colonia de bichos.

La mariposa, se llamaba Tati, era muy mala, no le gustaba trabajar y hacía pelear a todos los bichitos y sobretodo presumía que era muy bonita, vestía unas botas negras y largas, usaba pestañas largas y una cabellera rubia con ondas.

La araña cansada de que la mariposa rompiera sus telas e hiciera pelear a todos decidió darle un escarmiento y  contó su idea al resto de los bichitos.

 

      -Hola Tati, te enteraste del gran concurso del bosque -dijo Tita como planteando una novedad importante

     -No ¿cuál? -sorprendida por la noticia

     -¡El de belleza!- respondió la araña

     -¿Enserio? Yo lo voy a ganar. ¡Soy la Mariposa más encantadora y bella del Bosque de Bariloche!!

Tita le explicó donde sería el concurso con lujo de detalles.

Tati sorprendida, con astucia y gran maldad, avisó a todas sus competidoras, que se realizaría de día, cerca de la cascada, cuando el sol estuviera en lo más alto del cielo.Pero en realidad el lugar a donde las envió a las restantes competidoras quedaba, en lo profundo del bosque y de noche.Mientras tanto Tita tejió una tela de araña muy bella, llena de colores y lentejuelas. El resto de los bichitos la esperaban escondidos entre las ramas, piedras, los arrayanes y las rosas mosquetas.

Cuando llegó Tati estaba el Gran Jurado que lo conformaba : el Sr Sapo, una verde Babosa, una esbelta Serpiente y una crítica Rata de bosque. Eran los más feos y asquerosos para la presumida Mariposa, que más de una  vez  se había burlado  de ellos.

El jurado la miraba con entusiasmo. Para Tati, sus competidoras eran feas, gordas, chuecas y desalineadas, pero lo que no sabía es que por dentro eran muy lindas y tenían un gran corazón.

Cuando le tocó el turno a Tati se quiso lucir, pero al ver aquella pasarela tan elegante y brillante la quiso destruir, se cayó, rompió todo y se quedó pegada en la gran tela de araña de Tati.

Todos se levantaron, la miraron y no dudaron en ayudarla a levantarse. Luego se retiraron  y nuestra mariposa engreída se quedó solita y  sola.

Para el resto había sido una gran fiesta de desfile y todos se fueron a festejar. Menos nuestra amiga Mariposa.

Después de un buen rato apareció en la celebración nuestra  Mariposa, sucia y desaliñada, pero con un gran gesto: pidió disculpas por las malas acciones cometidas y prometió que jamás lo volvería a hacer.

Contate un Cuento XIII Categoría D


 SÓLO UNA FOTO

Carla Das Neves, alumna de CENS 451

Fue  un atardecer de esos cinematográfico, en algún lugar de la costa Argentina; desde las blancas arenas se podía observar la quietud del mar, casi sin oleaje, sin movimiento ni brisa; sólo la espuma mojando mis  pies ,  daba cuenta del movimiento del agua.

Aquel ocaso era majestuoso, el cielo azul se tiñó de rojo y el sol de principio a fin se convirtió casi en el único protagonista, mientras el lente de mi cámara congelaba el movimiento de las gaviotas en pleno vuelo tras ese sonido tan especial que hacen las cámaras fotográficas.

Minutos antes pasó cerca mío, escuché que lo llamaron por su apodo, Guarro le decían, quizás por su forma burda de bromear, allí lo reconocí; personaje habitual del barrio, de personalidad serena, observador, muy sociable, aunque abstraído muchas veces en su placer por la tecnología; sin embargo, andaba siempre solo, solían decir en el pueblo que acostumbraba a tomarse muy al paso las cuestiones amorosas y su oralidad potenciaba y acrecentaba sus estadísticas de triunfo con las mujeres.

Sin embargo, aquella tarde, nadie imaginó predecir el vertiginoso cambio que su vida iba a asumir.

El campo visual de mi cámara era muy amplio e inquietos mis ojos, me hicieron girar mi posición y  desde lejos la vi antes que Guarro, su cabello negro, su mirada color cielo, labios perfectos y una silueta delicadamente femenina sumado a una sonrisa llena de gracia espontánea mientras caminaba. Se acercaba en nuestra dirección, su nombre era Rubí y aunque habitaban por casi las mismas calles nunca se había cruzado con Guarro; lo pude percibir cuando vi en la expresión de aquel rostro masculino, un primer plano de un momento único, Montesco, donde no había esa típica expresión de conquista cazadora ni estratégica, sólo el único deseo de cambiar todas sus expedientes amorosos por una sola y nueva oportunidad.

Absolutamente obnubilado no dejaba de mirarla. Ella apenas marcando sus pisadas en la arena y  avanzaba ingenuamente sin atinar a la realidad de lo que pasaba en la mirada de aquel hombre.

Guarro ,en su mente, seguramente, se soñó lejos, distinto a quien era y cómo se sentía, se vio así mismo ajeno al vacío de sus pasadas conquistas; un extraño escalofrío parecía que lo envolvía . A medida que Rubí acortaba la distancia,daba la impresión de que él podía hasta imaginar su risa y un sin fin de diálogos cargados de complicidad y sueños; coincidir quizás en el placer de las mismas canciones y un abanico de situaciones; en el interior de sus pensamientos, pensaba,  todo se multiplicarían  a cada paso y no podía contener tanta emoción y energía a la vez por insólito que pueda sonar en tan corto lapso del tiempo.

Dicen que las fotos cuentan historias y mi lente estaba atento a lo que estaba sucediendo en aquel momento.

De pronto Rubí pudo percibir la mirada de Guarro y creyó sentir o advertir lo que sucedía casi como un acontecimiento habitual en su vida por las reacciones que su presencia causaba ante el público masculino; sin embargo y aunque era ella una mujer sumamente sensible e inteligente y perceptiva, jamás me parece que sospechó lo que en verdad sucedió en el interior de aquel hombre.

Por un momento Guarro parecía que se sintió dispuesto a todo, desafiaba cuanto fuese necesario por tenerla a ella y dejar todo de lado. Daba la impresión que sólo deseaba quererla como se quiere cuando se entrega el corazón sin miedo a perder ya que la importancia no está en el riesgo sino en la entrega misma. Así imaginé su amor.

Ella pasó tan cerca de él, que hasta pudo observar en detalle la intensidad de sus pupilas atentas; también mi cámara lo vio, y vi además en la mirada de Rubí la certeza de haber cruzado sólo una historia más como tantas otras sin permitirse el momento único de sentir lo que en verdad sucedía frente a ella; quizás esto no necesariamente habría cambiado el resultado de la historia, pero al menos ella habría sabido con certeza lo que realmente sucedió en aquel atardecer.

Él solo la vio alejarse sin mirar atrás y con ella todas las seguridades y certezas que lo abrazaron por un momento. Fue sólo su imaginación porque la realidad te estaba demostrando la contundencia de lo inevitable.

Casi de manera inexplicable lo vi sentir el vacío de no tener lo que evidentemente nunca había tenido. La indiferencia de Rubí que jamás supo nada de lo que había sucedido en él, dejó en su cuerpo la extraña sensación del miedo, de volver a perderse en quien ya no deseaba ser. Su soledad poco a poco lo volvió a abrazar a medida que ella seguía alejándose.

De pronto, ya no podía pulsar los disparos de mi cámara, no tomé más fotos. Me impactaron esas miradas, ser testigo de aquellas historias y detenerme allí, mientras recordaba la letra de un español famoso: “y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”. La tarde si hizo noche y ya no había claridad en las pisadas.

En el barrio me conocen como el fotógrafo aunque algunos me dicen Cuentista y otros menos cercanos me llaman engañoso. Mis fotos solo cuentan

Contate un Cuento XIII Categoría D

 

El secreto de sus manos

Ana Soto, alumna de CENS 451

 

A aquella mujer, con sus “ojitos llenitos de ayer” como canta Diego Torres, se le iluminaba la cara al mirar a sus hijos, orgullosa de verlos convertidos en personas de bien y trabajo.

En sus manos quebrajadas por el frio, la resequedad del trabajo, las arrugas y las cicatrices veía el paso de su vida, solo con mirarlas sus recuerdos llenaban sus horas…

 Cada una de sus cicatrices marcaban un nuevo recuerdo… Como aquella tan pequeñita en el dedo pulgar, que la trasladaba a su niñez. A aquella vez, cuando iban a la escuela en bicicleta con sus hermanas, de pronto cayó sobre un gran juncal y un cardo la hirió. No podían volver, ya que su casa quedaba muy lejos. Llegar a la escuela era su mejor opción, al arribar allí y ver la sonrisa de su maestra con sus brazos extendidos, fue más que satisfactorio para su corazón, pues el dolor se desvaneció, eso era lo mejor del día, la mejor alegría.

También estaba la de la palma de la mano, aun yacía allí, desde aquellas frías mañanas de invierno en las carneadas, en donde se clavó un pequeño cuchillo cortando la carne. Todavía resonaban en sus oídos el grito agudo de aquel animal al ser sacrificado. No era lo más lindo, pero a la hora de degustar, eso sí que era lindo. Además, le parecía que aún tomaba aquellas sartenes ahumadas y tiznadas por tantos fuegos de carneadas pasadas, en aquellos fogones grandes llenos de leños secos en un costado para que no se apagara, y al final del día era un placer ver, las cañas llenas de roscas de chorizos colgadas por todo el lugar, esperando que se secaran  para poder consumirlo. Sin olvidar la corrida de la abuela con la olla juntando la sangre para la morcilla. Si parecía ayer cuando las palabras de su padre resoplaban en su mente perdida en sus recuerdos, diciendo: “todos ayudamos, porque todos comemos”.

 Viendo en su muñeca, aquella gastada pulsera, se transportaba a su juventud, a aquellos bailes de campo, donde debían ir acompañados con sus padres, iban una vez por mes, allí conoció a ese muchacho, con solo mirarlo sintió que era el gran amor de su vida, aunque su fama no era tan buena, tuvo que probarles a sus padres que era merecedor de su hija, siendo bueno y trabajador.

 Rápidamente su mirada se depositó en su anillo y una lágrima se desprendió simultáneamente con ella. En su mente se instaló el momento de su casamiento- La felicidad de sus primeros cinco años, se vieron interrumpidas por el egoísmo que invadió al ser amado, el vicio al alcohol, lo fueron transformando. Así, comenzaron los años de hambre y miseria, donde viviendo en una pequeña casilla, el viento helado golpeaba con fuerza aquellas viejas chapas. Una noche, al verlo llegar, se detuvo en sus ojos cansados, reconoció algo de su ser amado, aun lo seguía amando. No rindiéndose lo ayudó a conseguir trabajo, así pudieron salir de esta tempestad, y el amor verdadero volver a reconquistar. Porque ella sabía que a pesar de ese egoísmo que atrapaba a aquel hombre, estaba allí, el dulce y tierno muchacho del que ella se había enamorado, porque solo al tomarlo de las manos y mirar sus ojos, su amor era tan latente como aquel primer día.

 La mujer estaba tan metida en sus pensamientos, cuando escucha de pronto una dulce y chillona voz, que la hizo volver a la realidad, era su nieto, diciendo: “abuelita ven, dale que vamos a cenar”… Otra vez la sonrisa se le dibujó en su rostro, sus ojos se volvieron a llenar de luz, las manos pequeñas de su nieto entrelazadas con sus mano cansadas estaban transportándola hacia y esa felicidad, que a esta mujer le brindaba un día más.

Contate un Cuento XIII Categoría D

 

El poder de una mirada.

Silvano Cáceres, alumno de E.E.P.A. 702

   Había una vez, un niño llamado Juan que vivía en Federal, un pequeño pueblo de Entre Ríos. Cada mañana asistía a una escuela que le quedaba a unas 3 cuadras de su casa.

  Una tarde de otoño en la que el viento y la llovizna sacudían el lugar, el niño vio un camión de mudanzas, lo cual le llamó la atención ya que no siempre sucedía algo así. Expectante,  se acercó y miró por el portón como un niño bajaba junto a su madre. Juan quedó sorprendido, nunca había visto algo así. Aun así un poco intrigado siguió su rumbo a la escuela.

  Al día siguiente, Juancito pasó nuevamente por aquella casa en la que estaba el camión de mudanzas y notó que aquel niño que había visto se encontraba sentado en el césped. Lo observó concentrado, sumiso y no dudó en acercarse.

- Hola, ¿Cómo estás? – le dijo sonriente- me llamo Juan.

-Hola, ¡no te burles de mi ,por favor! – pidió triste el niño-

-¿Ese es tu nombre? – le dijo Juan sorprendido-

-Mi nombre es Marcos, solo que nunca antes me habían preguntado cómo me llamaba más bien suelen preguntarme porqué me faltan mis brazos – contó apenado Marcos- ¿vos no querés saber? –volvió a decir-

 Juan no sabía qué decir ya que en realidad sí le intrigaba saber quién había sido capaz de quitarle sus brazos. Pero, decidió responder: -Me parece más importante saber cómo te llamas, para cuando pase por acá para ir a la escuela poder gritar tu nombre y saludarte, me gusta más la idea de hacerte sentir bien porque no se necesitan un par de brazos para divertirnos, – dijo muy sonriente- recordando una historia que le había contado su hermana mayor  Sonia, de cuando trabajaba en la ciudad, en una escuela para personas con discapacidad.

  Marcos sorprendido y con la comisura de sus labios levantados, exclamó... – ¡Me gustaría que seamos amigos! aunque no sé si seré un buen amigo, ¡nunca tuve amigos!  - aseguro desesperado-

   Yo te enseñaré, tendrás muchos amigos a partir de hoy –le respondió muy alegre-

   A la semana siguiente Juan iba junto con su nuevo amigo a la escuela, durante la semana anterior este  había hablado con todos sus compañeros para que Marcos se sintiera muy a gusto, en compañía de todos ellos.

  Marquitos estaba un poco nervioso, tenía miedo de ser rechazado, discriminado y excluido, como en su anterior escuela. Pero... todas estas ideas se esfumaron, cuando cruzó la puerta del aula, y todos sus compañeritos reunidos y al ver que Marcos ingresaba con Juan gritaron a coro ¡BIENVENIDO MARCOS!

  Marcos había nacido sin brazos, desde chico se adaptó usando sus pies para casi todas sus actividades cotidianas. Pero ahora, algo en él había cambiado, pues tenía amigos,  un lugar en su nueva escuela y en el pequeño pueblo al que se había mudado. Por primera vez entendió que con brazos o sin ellos, él podía lograr ser feliz.

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Felicidades por tu último cumpleaños

Malena Bottega, alumna de la E.E.S. y T N° 1 “Lucas Kraglievich”

Siete meses antes:

Camila estaba durmiendo. En eso escuchó que hablaban en la cocina y se levantó, se puso atrás de la puerta como de costumbre porque ella sabía que en asuntos familiares no la incluían. Todos preocupados, silencios incómodos, preguntas cortas, raras, inentendibles como si no quisieran nombrar alguna palabra. Hasta que la nombraron, dijeron esa palabra clave que nadie quiere escuchar, ni decir, esa palabra que rompe ilusiones, que aturde al sonido, que inunda los ojos; cáncer. El cáncer había vuelto.

Después de escuchar lo que no tenía ni tampoco quería, dio pasos hacia atrás y se volvió a acostar. Cerró los ojos creyendo que quizás había oído  mal y culpándose por estar donde no debía. Se hizo la dormida hasta que alguien de su familia fue a despertarla para almorzar. Ella sabía que en el almuerzo se lo iban a contar. Y así pasó. Lo único que preguntó fue cuan avanzado estaba y de qué tipo era.

-Voy al baño- dijo. Cuando cerró la puerta comenzó a llorar y buscó por el celular en internet, era una bomba de tiempo. Leyó lo que tampoco quería leer, era un tipo de cáncer extraño e intratable para la edad y sus antecedentes. También, era algo muy invasivo, iba a ser doloroso y cruel.

El cáncer es jodido, se cree que es solo una enfermedad, pero el cáncer es muerte o eso pensaba Camila. Si no es muerte ahora, lo sería más adelante. Cuando alguien se salva de cáncer sabe que es solo por unos años porque luego vuelve. El cáncer es como esa relación tóxica, o como el boomerang que lo tiras y pensas que lo perdiste, pero cuando te das vuelta ¡boom! te pega en donde más te duele, no lo ves venir, te sorprende y te deja nocaut.

Cinco meses antes:

A su abuela le costaba caminar, tenía miedo de caerse, miedo de quedarse tirada sola en el piso sin que nadie fuera en su ayuda Entonces Camila la acompañaba agarrándola del brazo, sosteniéndola hasta llegar y asegurarse de que no se iba a caer

Una tarde luego de haber ido a hacer las compras, su abuela preparó el mate como siempre: lavado y no apto para diabéticos, pero con mucho amor también. Sus mates tenían amor y un amor incondicional ,en especial cuando se los cebaba a sus nietos. Cuando cebó el primer mate, ella se la quedó mirando fijo, va, en realidad, ambas se miraron fijo. Aunque Camila se hiciera la fuerte hay cosas que la superaban emocionalmente, y comenzó a llorar; se le caían lágrimas de dolor que no acompañaban a ningún llanto, solo eran lagrimas armoniosas que caían una tras otra. Y dio vuelta la cara, no quería que su abuela la viera así, llorar por ella y por su horrible cáncer. Pero la vio.

-¿Qué te pasa nena? ¿Estás mal? ¿Es por mí?- preguntó la abuela preocupada. A Camila no se le da bien hablar de sentimientos tampoco, pero algo la exorcizó e hizo que responda “si”.

-¿Vos decís que es muy grave lo que tengo? ¿Es para tanto?- Y se comenzó a preocupar por ella. En ese instante Camila se dio cuenta que su abuela no sabía la verdad de la milanesa o que prefería ignorarla. Le dijo que estaba sensible y no la quería ver mal pero no era tan grave en si lo que tenía. Aunque lo era.

Paréntesis:

 La abuela no era de esas personas amorosas que desparramaban besos o palabras cursis, todo lo contrario; era más bien negativa, un tanto amarga y nada sentimental pero aunque no lo digiera ni expresara, ella hacia todo por amor, por mucho amor, del incondicional, siempre y cuando habláramos de algún tercero. Todo el amor que le faltó o que no se tenía a ella misma lo desparramaba a su alrededor,. Dedicó su vida a sus hijos, y sobre todo a sus nietos, ellos eran su debilidad (aunque hay que reconocer que había favoritismo, no hay que juzgarla). Quizás ella no es de las personas que te dan un abrazo si estas llorando, pero te alcanzaría un pañuelo o quien dice un mate lleno de sentimientos. A ella no se le cae un “te quiero” ni por casualidad, y eso no quiere decir que no quiera. Quiere, siente, y mucho.

Un mes antes:

La abuela desmejoró tanto que a nadie le gustaba verla así. Ya estaba en cama y no había nada clínicamente posible para hacer. Todos querían que dejase de sufrir, que estuviera tranquila y en paz. Pero nadie quería, paradójicamente, que muriera.

Ella sabía que estaba mal, pero se hacia la que no para despreocupar a su familia, aunque su familia sabia más que ella misma. Ella sabía; sabía su estado, sabía lo que iba a pasar, sabía que todos estaban mal, sabía. Tanto sabía que ideó un plan; quiso festejar su cumpleaños. Lo que desconcertó a todos porque nunca había querido festejar nada jamás (excepto navidad), ni mucho menos su cumpleaños.

Un día antes:

-Vos querida anota: los pancitos, 500 de paleta, 500 de queso, dos potes de dulce de leche de los baratos, no gastes mucho, merengues para el relleno, y alguna que otra lata de duraznos para arriba de la torta. Ahh, y el bizcochuelo obvio.-dijo la abuela con un tono de mandato.- Y si te queda de pasada, algunos globos, pero no muchos porque a mi esas cosas no me gustan.

Quizás nadie entendía porqué estaba tan emocionada por su cumpleaños, o nadie quería entender pero todos le seguían el juego. Decoraron su cuarto y le prepararon la torta.

El día:

La pasaron a saludar muchos. Por alguna razón extraña todos estaban conmovidos y nostálgicos, pero felices, festejando. Quién iba a decir que dejaría que festejen su cumpleaños, era algo ilógico en su lógica. Pasaron un lindo día, se sacaron muchas fotos, recordaron muchas anécdotas, se rieron y cuánto se rieron. Fue un día divertido de los que ya no había en esos últimos meses. Parecía como si las ilusiones y alegría habían hecho desaparecer el cáncer

La noche:

La abuela comenzó a respirar mal, con sonidos raros y ella nunca roncaba ni mucho menos despierta. La alegría que corría en el hogar por su cumpleaños se esfumó en un instante. Llamaron al médico contándoles los síntomas y este, como buen profesional y humano que es, pasó a verla.

-De un momento a otro, dejó de reírse y comenzó a respirar mal, pensamos que estaba ahogada pero tomaba agua y no se le pasaba. No se le pasaba. No sé qué tiene, como que ronca pero está despierta, no habla, esta pálida. Le juro doctor que recién estaba joya.

-No me tiene que jurar nada.-dijo el médico.- el cáncer es así.- E hizo una mirada que todos vieron. Desgarradora, una mirada de final, de “es ahora”.

A todos les cambió la cara. La abuela en su estado de inconsciencia llamó a uno por uno para que estuviera con ella un rato. No podía hablar, pero de vez en cuando, en todo el silencio decía algo, algo que duele más que un puñal y que sana más que el vodka; palabras de despedida.

Al nieto mayor le confesó que era su favorito y le pidió que se reciba, al menor le dijo que no se enoje tanto por todo, a Camila le dijo que sea fuerte, y a la menor de todas que sea simplemente ella. A su hija le dijo que cuide de sí misma como ella nunca lo había hecho consigo.

Un nieto, le dijo “Gracias por poner tu vida sobre la nuestra, y aunque no lo comparto, aprendí a no juzgar. Te quiero, descansa.”

Cuando todos le dijeron que descanse, que iban a estar bien sin ella y que dejase de preocuparse, ella lentamente, respiración a respiración, con todos sus seres a los que amó más que si misma a su alrededor…dejó de respirar. Así de lento, de fugaz, de triste y a la vez aliviador; ya no sentía más dolor porque el cáncer se la llevó. Se olía mucha tristeza en el aire, una luz se apagó.

Y aunque esto es muy personal, un nieto se atrevió a susurrarle “Felicidades por tu último cumpleaños”. Ella les había regalado toda su vida; desde su último cumpleaños hasta sus últimos segundos.

Una vez más fallé como narrador omnisciente porque debo confesar que se me está cayendo una lágrima, como la que se cayó a Camila aquella vez. Quizás es, porque Camila soy yo, “el narrador”.

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El mundo se está muriendo

Jazmin Piriz, alumna de la E.E.S.N° 1 “Antonio González Balcarce”


No muchos le tomaron importancia en su día.

No importaba lo que individualmente una persona hiciera para tratar de mejorar la situación, ¿Qué más da si reciclas, si no ensucias o si cuidas al medio ambiente? Lo que tú, pequeño individuo, hagas con tu vida, no es nada comparado con el desastre que los poderosos de arriba hacen por su codicia.

Ellos no querían parar y no pararon, hasta que fue muy tarde.

Me apena decir que con mis quince años de edad jamás he podido ver aquello a lo que los ancianos llaman bosque y creo que nunca podré ver uno, dejaron de existir hace mucho tiempo.

“El mundo se está muriendo.”

Eso es lo único que repiten las noticias, llenos de arrepentimiento por un pasado que no es culpa de nuestra generación, pero que nosotros no podemos cambiar y que ahora nos toca pagar. La gente está aterrada, muchos rezan y ruegan a sus dioses, desesperados por un último ápice de esperanza, pero eso no existe, ya no. Plegarias de piedad rogadas al viento, no son nada más que eso.

El mundo se está muriendo, eso es todo lo que sé.

Tengo hambre, hace mucho que no hay comida y el oxígeno se está acabando. Mamá y papá me habían dado de lo último que habían comprado antes de ir afuera por más. Es todo un tema, llegamos al punto de pagar por el derecho de vivir.

Lloro con desesperación, mientras miro hacia la puerta y ventanas cerradas. Mamá y papá no han vuelto en días y me siento de pronto como toda una niña perdida.

Los llamo, aunque sé que no van a contestar.

¿Mamá? ¿Papá?... Sé que dije que podría sola... Pero tengo miedo. Mamá, el oxígeno se está acabando, me duelen, me duelen mucho los pulmones…

Sólo me queda escuchar el terrible viento seco que golpea la casa, no necesito verlo para saber que afuera un torrente de polvo está acabando con los pocos que allí deben quedar de pie. Tiemblo mientras abrazo a mí muñeco favorito, es muy infantil, pero es el único consuelo que tengo actualmente.

Hace mucho frío, y apenas puedo notar las cosas de mi hogar con la terrible oscuridad que desde hace semanas he soportado, hace mucho, mucho tiempo que no se hace de día. La monocromía de tonos negros invade mi pobre vista azul, brillante ante tal ausencia de luz que para soñar requiero. Es la desesperanza hecha en vida, la negrura, que refleja lo que el alma en lo corpóreo no podría expresar, ¿Será por el polvo?... Me gustaría saber más, quizás así tendría menos temor.

Nunca atendimos a nuestro mundo. Nos preocupábamos únicamente por encontrar a otros pares en distantes planetas, con una inteligencia superior o similar, aun cuando sólo hayamos los restos de una civilización muerta como la sombra de lo que alguna vez fue y como el reflejo futuro de lo que sería de nosotros, en un sitio completamente inhabitable.

Hoy sólo los privilegiados podrán volver a ver las estrellas, buscando y dejando a la suerte sus vidas prolongadas, mas no eternas. Me pregunto en estos momentos si esto es el mero infortunio, o si es parte de un ciclo que ya se ha repetido y se repetirá, ¿Acaso alguien nos encontrará? Quien sea, ojalá se libre de este destino...

Mi nariz sangra, lo seco del ambiente me está torturando y el oxígeno ya se acabó, pero yo comienzo a sentir cada vez menos.

Qué suerte, creo, es como si ya me estuviera sintiendo mejor.

El sueño comienza a ganarle al dolor, ¿Eso está bien?... Ya no puedo pensar, así que trato de no cuestionarlo.

Una extraña paz inunda mi cuerpo y ahora únicamente puedo sentir el débil tacto de mi piel con la tela suave de mi muñeco. Me hace sentir que no estoy sola, entonces está bien, eso es todo lo que importa.

Escucho la voz de mamá, pero ella no está en ningún lugar, no lo entiendo, pero tranquiliza un poco el llanto que no ha cesado por el dolor.

Cierro mis ojos, confiada, ya no me preocupa, estoy segura de que papá llegará pronto.

...

El tiempo pasó antes de que cualquier cosa volviera a pisar aquellos suelos áridos y hostiles, completamente desolados desde hacía ya millones de años.

- ¡Encontramos algo! ¡Encontramos algo!

Festejaban los seres extraños del exterior, provenientes de un planeta cercano, que en su momento no era más que una roca errante y sin vida, mientras que uno de sus robots invasores cavaba en aquellas tierras rojizas, encontrando un esqueleto en posición fetal, pequeño en estatura, más de lo esperado, que parecía no llegar a la etapa adulta.

- ¡Encontramos rastros de vida en Marte!