sábado, 14 de noviembre de 2020

Contate un Cuento XIII Categoría D


 SÓLO UNA FOTO

Carla Das Neves, alumna de CENS 451

Fue  un atardecer de esos cinematográfico, en algún lugar de la costa Argentina; desde las blancas arenas se podía observar la quietud del mar, casi sin oleaje, sin movimiento ni brisa; sólo la espuma mojando mis  pies ,  daba cuenta del movimiento del agua.

Aquel ocaso era majestuoso, el cielo azul se tiñó de rojo y el sol de principio a fin se convirtió casi en el único protagonista, mientras el lente de mi cámara congelaba el movimiento de las gaviotas en pleno vuelo tras ese sonido tan especial que hacen las cámaras fotográficas.

Minutos antes pasó cerca mío, escuché que lo llamaron por su apodo, Guarro le decían, quizás por su forma burda de bromear, allí lo reconocí; personaje habitual del barrio, de personalidad serena, observador, muy sociable, aunque abstraído muchas veces en su placer por la tecnología; sin embargo, andaba siempre solo, solían decir en el pueblo que acostumbraba a tomarse muy al paso las cuestiones amorosas y su oralidad potenciaba y acrecentaba sus estadísticas de triunfo con las mujeres.

Sin embargo, aquella tarde, nadie imaginó predecir el vertiginoso cambio que su vida iba a asumir.

El campo visual de mi cámara era muy amplio e inquietos mis ojos, me hicieron girar mi posición y  desde lejos la vi antes que Guarro, su cabello negro, su mirada color cielo, labios perfectos y una silueta delicadamente femenina sumado a una sonrisa llena de gracia espontánea mientras caminaba. Se acercaba en nuestra dirección, su nombre era Rubí y aunque habitaban por casi las mismas calles nunca se había cruzado con Guarro; lo pude percibir cuando vi en la expresión de aquel rostro masculino, un primer plano de un momento único, Montesco, donde no había esa típica expresión de conquista cazadora ni estratégica, sólo el único deseo de cambiar todas sus expedientes amorosos por una sola y nueva oportunidad.

Absolutamente obnubilado no dejaba de mirarla. Ella apenas marcando sus pisadas en la arena y  avanzaba ingenuamente sin atinar a la realidad de lo que pasaba en la mirada de aquel hombre.

Guarro ,en su mente, seguramente, se soñó lejos, distinto a quien era y cómo se sentía, se vio así mismo ajeno al vacío de sus pasadas conquistas; un extraño escalofrío parecía que lo envolvía . A medida que Rubí acortaba la distancia,daba la impresión de que él podía hasta imaginar su risa y un sin fin de diálogos cargados de complicidad y sueños; coincidir quizás en el placer de las mismas canciones y un abanico de situaciones; en el interior de sus pensamientos, pensaba,  todo se multiplicarían  a cada paso y no podía contener tanta emoción y energía a la vez por insólito que pueda sonar en tan corto lapso del tiempo.

Dicen que las fotos cuentan historias y mi lente estaba atento a lo que estaba sucediendo en aquel momento.

De pronto Rubí pudo percibir la mirada de Guarro y creyó sentir o advertir lo que sucedía casi como un acontecimiento habitual en su vida por las reacciones que su presencia causaba ante el público masculino; sin embargo y aunque era ella una mujer sumamente sensible e inteligente y perceptiva, jamás me parece que sospechó lo que en verdad sucedió en el interior de aquel hombre.

Por un momento Guarro parecía que se sintió dispuesto a todo, desafiaba cuanto fuese necesario por tenerla a ella y dejar todo de lado. Daba la impresión que sólo deseaba quererla como se quiere cuando se entrega el corazón sin miedo a perder ya que la importancia no está en el riesgo sino en la entrega misma. Así imaginé su amor.

Ella pasó tan cerca de él, que hasta pudo observar en detalle la intensidad de sus pupilas atentas; también mi cámara lo vio, y vi además en la mirada de Rubí la certeza de haber cruzado sólo una historia más como tantas otras sin permitirse el momento único de sentir lo que en verdad sucedía frente a ella; quizás esto no necesariamente habría cambiado el resultado de la historia, pero al menos ella habría sabido con certeza lo que realmente sucedió en aquel atardecer.

Él solo la vio alejarse sin mirar atrás y con ella todas las seguridades y certezas que lo abrazaron por un momento. Fue sólo su imaginación porque la realidad te estaba demostrando la contundencia de lo inevitable.

Casi de manera inexplicable lo vi sentir el vacío de no tener lo que evidentemente nunca había tenido. La indiferencia de Rubí que jamás supo nada de lo que había sucedido en él, dejó en su cuerpo la extraña sensación del miedo, de volver a perderse en quien ya no deseaba ser. Su soledad poco a poco lo volvió a abrazar a medida que ella seguía alejándose.

De pronto, ya no podía pulsar los disparos de mi cámara, no tomé más fotos. Me impactaron esas miradas, ser testigo de aquellas historias y detenerme allí, mientras recordaba la letra de un español famoso: “y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”. La tarde si hizo noche y ya no había claridad en las pisadas.

En el barrio me conocen como el fotógrafo aunque algunos me dicen Cuentista y otros menos cercanos me llaman engañoso. Mis fotos solo cuentan

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