El poder de una mirada.
Silvano Cáceres, alumno de E.E.P.A. 702
Había una vez, un niño llamado Juan que
vivía en Federal, un pequeño pueblo de Entre Ríos. Cada mañana asistía a una
escuela que le quedaba a unas 3 cuadras de su casa.
Una tarde de otoño en la que el viento y la
llovizna sacudían el lugar, el niño vio un camión de mudanzas, lo cual le llamó
la atención ya que no siempre sucedía algo así. Expectante, se acercó y miró por el portón como un niño
bajaba junto a su madre. Juan quedó sorprendido, nunca había visto algo así.
Aun así un poco intrigado siguió su rumbo a la escuela.
Al día siguiente, Juancito pasó nuevamente
por aquella casa en la que estaba el camión de mudanzas y notó que aquel niño
que había visto se encontraba sentado en el césped. Lo observó concentrado,
sumiso y no dudó en acercarse.
- Hola, ¿Cómo estás?
– le dijo sonriente- me llamo Juan.
-Hola, ¡no te burles
de mi ,por favor! – pidió triste el niño-
-¿Ese es tu nombre? –
le dijo Juan sorprendido-
-Mi nombre es Marcos,
solo que nunca antes me habían preguntado cómo me llamaba más bien suelen
preguntarme porqué me faltan mis brazos – contó apenado Marcos- ¿vos no querés
saber? –volvió a decir-
Juan no sabía qué decir ya que en realidad sí
le intrigaba saber quién había sido capaz de quitarle sus brazos. Pero, decidió
responder: -Me parece más importante saber cómo te llamas, para cuando pase por
acá para ir a la escuela poder gritar tu nombre y saludarte, me gusta más la
idea de hacerte sentir bien porque no se necesitan un par de brazos para
divertirnos, – dijo muy sonriente- recordando una historia que le había contado
su hermana mayor Sonia, de cuando
trabajaba en la ciudad, en una escuela para personas con discapacidad.
Marcos sorprendido y con la comisura de sus
labios levantados, exclamó... – ¡Me gustaría que seamos amigos! aunque no sé si
seré un buen amigo, ¡nunca tuve amigos!
- aseguro desesperado-
Yo te enseñaré, tendrás muchos amigos a
partir de hoy –le respondió muy alegre-
A la semana siguiente Juan iba junto con su
nuevo amigo a la escuela, durante la semana anterior este había hablado con todos sus compañeros para
que Marcos se sintiera muy a gusto, en compañía de todos ellos.
Marquitos estaba un poco nervioso, tenía
miedo de ser rechazado, discriminado y excluido, como en su anterior escuela.
Pero... todas estas ideas se esfumaron, cuando cruzó la puerta del aula, y
todos sus compañeritos reunidos y al ver que Marcos ingresaba con Juan gritaron
a coro ¡BIENVENIDO MARCOS!
Marcos había nacido sin brazos, desde chico
se adaptó usando sus pies para casi todas sus actividades cotidianas. Pero
ahora, algo en él había cambiado, pues tenía amigos, un lugar en su nueva escuela y en el pequeño
pueblo al que se había mudado. Por primera vez entendió que con brazos o sin
ellos, él podía lograr ser feliz.
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