El bosque fantástico
Cielo Peluca, alumna de la E.E.S.
N° 1 “Antonio González Balcarce”
Una niña llamada Lena y sus tres hermanos
mayores fueron a la casa de su abuela, se pusieron a jugar a las escondidas.
Lena se metió en un armario, corrió la ropa y observó que había una puerta,
decidió abrirla y se encontró con un bosque. Entró y vio árboles color rosa,
hadas, unicornios y mucho más. Llamó a sus hermanos, cuando pasaron la puerta
no creían lo que estaban viendo, unos minutos después se les acercaron unas
hadas y los acompañaron a recorrer todo el bosque. Por último, los llevaron a
ver el castillo de la Reina. Entraron y la Reina Flora los recibió muy bien.
Cuando se estaban por ir , los detuvo y les pidió un favor: si podían ir al castillo de la Reina Malasia
para recuperar el elemento mágico que le había quitado, y a cambio ella les iba
a dar a cada uno un objeto. Al mayor le dio una espada; al que le sigue una
soga; a la del medio, un escudo; y por último, a la más pequeña, llamada Lena,
le entregó un diamante que le daba el poder de ir a los lugares que ella
quisiera. Los hermanos contentos se fueron.
Una vez en el castillo de la Reina Malasia, decidieron ir en
silencio para que no se los escuchara. La más pequeña usó el diamante para ir hasta donde estaba el
elemento mágico. Justo cuando iba a agarrarlo,
la Reina los vio y quiso atrapar a Lena, pero el hermano empezó a luchar con la
espada y el escudo. Malasia le estaba
por largar un hechizo y la hermana del
medio se dio cuenta y la maniató con la soga. El mayor agarró la varita y se
fueron rápidamente, dejando a la Reina encerrada en una jaula.
Cuando llegaron al castillo de la Reina
Flora, le dieron el trofeo, esta les agradeció y les dijo que ya era tarde, que
se tenían que ir a la casa de la abuela. Pero antes les aseguró que podían
volver las veces que quisieran e iban a ser bien recibidos.
Los hermanos regresaron a la casa de su abuela. Esta les preguntó a
los niños qué habían estado haciendo; y sin saber qué responderle, le dijeron
que habían estado jugando a las escondidas.
Desde ese momento, cada vez que visitaban a
su abuela, pasaban por la puerta e iban al bosque encantado.
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