Quisiera amasijarme en la infinita
ternura de mi barrio de purrete,
con un cielo cachuzo de bolita
y el milagro coleao del barrilete.
Verlo a mi viejo, un tano
laburante que la cinchó parejo, limpio y claro;
y minga como yo, un atorrante
que la va de sover y se hace el raro.
Mi viejo, falegname, era grandote,
y un cuore chiquitín, siempre en la vía.
Su vida no fue más que un despelote
y un poco, claro está, por culpa mía.
Vino en el "Conté Rosso". Fue un espiro.
Tres hijos, la mujer, a más un perro.
Como un tungo tenaz la fue de tiro.
Todo se la aguantó: hasta el destierro.
Y aquí palmó.. . aquí está adormecido
mi viejo, el pobre tano laburante.
Se la tomó una cheno de descuido
y me dejó un recuerdo lacerante.
Qué mundo habrá encontrao en su apoliyo
sí es que hay un mundo pa los que se plantan.
Sin duda el cuore suyo se hizo grillo
y su mano cordial es una planta.
¡Bienvenidos! Este blog de literatura está abierto a todo tipo de lectores. Quienes lo hacemos no tenemos otra motivación que el de compartir la lectura de las obras de escritores de todos los tiempos, así como también las de aquellos que se inician y también merecen difusión.
sábado, 19 de octubre de 2019
La marrana peripuesta Por Rafael Pombo
Viénle a un mono la chusca idea
de ornar con flores a una marrana,
y ella, al mirarse ya tan galana,
envanecida se contonea,
y a cuantos mira grúñeles: “¡Ea!
¡Paso a la Venus! ¡Todos atrás!
-¡Ah!, dijo el zorro: siempre eres fea;
pero adornada: ¡mil veces más!
de ornar con flores a una marrana,
y ella, al mirarse ya tan galana,
envanecida se contonea,
y a cuantos mira grúñeles: “¡Ea!
¡Paso a la Venus! ¡Todos atrás!
-¡Ah!, dijo el zorro: siempre eres fea;
pero adornada: ¡mil veces más!
MAULA - Por Javier de Viana (En “La Biblia gaucha”, 1925.)
1. Contaba ño Luz:
Una güelta, la perrada estaba banquetiando con las achuras del novillo recién carniao, cuando se presentó un perro blanco, lanudo, feo, con las patas llenas de cascarrias de barro que sonaban al andar como los cascabeles de la víbora de ese nombre.
2. Los perros suspendieron la merienda y se abalanzaron sobre el intruso, revoleándolo y mordiéndolo, hasta que Calfucurá, jefe de aquella tribu perruna, se interpuso, imponiendo respeto:
- ¿Qué andas haciendo? interrogó airadamente Calfucurá.
- Tengo hambre-respondió con humildad el forastero.
- ¿Y no tenes amos?
- Tuve; pero me echaron porque una noche dentraron ladrones en casa y se alzaron con varias cosas.
- ¿Y no ladrastes?
- No.
- ¿Por qué?
- Tuve miedo; soy maula.
- ¿Sos joven?
- Sí.
- ¿Tenes buenos dientes?
- Sí... ¡ Hace cinco días que ando cruzando campos sin comer!. . . De tuitos lados m'espantan y tuitos los perros me corren. . .
3- ¡ Hacen bien! sentenció Calfucurá . El trabajo del perro, como el del polecía, es de ser guapo; siendo flojo, no vale la carne que come, porque sin trabajar naides tiene derecho a comer. . . Ahí tenes esas tripas amargas: enllená las tuyas y seguí viaje. . .
Una güelta, la perrada estaba banquetiando con las achuras del novillo recién carniao, cuando se presentó un perro blanco, lanudo, feo, con las patas llenas de cascarrias de barro que sonaban al andar como los cascabeles de la víbora de ese nombre.
2. Los perros suspendieron la merienda y se abalanzaron sobre el intruso, revoleándolo y mordiéndolo, hasta que Calfucurá, jefe de aquella tribu perruna, se interpuso, imponiendo respeto:
- ¿Qué andas haciendo? interrogó airadamente Calfucurá.
- Tengo hambre-respondió con humildad el forastero.
- ¿Y no tenes amos?
- Tuve; pero me echaron porque una noche dentraron ladrones en casa y se alzaron con varias cosas.
- ¿Y no ladrastes?
- No.
- ¿Por qué?
- Tuve miedo; soy maula.
- ¿Sos joven?
- Sí.
- ¿Tenes buenos dientes?
- Sí... ¡ Hace cinco días que ando cruzando campos sin comer!. . . De tuitos lados m'espantan y tuitos los perros me corren. . .
3- ¡ Hacen bien! sentenció Calfucurá . El trabajo del perro, como el del polecía, es de ser guapo; siendo flojo, no vale la carne que come, porque sin trabajar naides tiene derecho a comer. . . Ahí tenes esas tripas amargas: enllená las tuyas y seguí viaje. . .
LOS BESOS- Por Vicente Aleixandre
No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.
Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto.
En tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa pájaros cuando llegan, escapan?
Entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.
¡Cuan graciosa, cuan fina, cuan esbelta reinabas!
Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan, revuelan, mientras ciega tú brillas.
No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, Ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo,
Gímen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.
Te rozaron los dientes. Tú sentiste su bulto.
En tu boca latiendo su celeste plumaje.
Ah, redondo tu labio palpitaba de dicha.
¿Quién no besa pájaros cuando llegan, escapan?
Entreabierta tu boca vi tus dientes blanquísimos.
Ah, los picos delgados entre labios se hunden.
Ah, picaron celestes, mientras dulce sentiste
que tu cuerpo ligero, muy ligero, se erguía.
¡Cuan graciosa, cuan fina, cuan esbelta reinabas!
Luz o pájaros llegan, besos puros, plumajes.
Y oscurecen tu rostro con sus alas calientes,
que te rozan, revuelan, mientras ciega tú brillas.
No lo olvides. Felices, mira, van, ahora escapan.
Mira: vuelan, Ascienden, el azul los adopta.
Suben altos, dorados. Van calientes, ardiendo,
Gímen, cantan, esplenden. En el cielo deliran.
HAY QUE SABER SONREÍR - Por Juan Antiga, año 1927.
1. Los chinos tienen un proverbio que contiene en su esencia y cortos límites un tratado de vasta sabiduría. Este pueblo, tan antiguo como discreto, dice: "Quien no sabe sonreír debe cerrar su tienda".
2. Dirija usted una mirada al círculo de sus relaciones, y como una sencilla observación, tan sólo por entretenimiento, haga la siguiente prueba: tome una hoja de papel y ráyela en el centro. La derecha de la línea rotúlela, "Personas que sonríen" y la izquierda, "Personas que no sonríen". Anote en cada departamento los nombres de los que poseen o no esas cualidades, y quedará en realidad sorprendido del resultado: encontrará que invariablemente todas aquellas personas anotadas en la columna de la derecha disfrutan de buena salud, su negocio se desenvuelve próspero, son cordiales, y su perenne sonrisa el mejor anuncio de un estado de ánimo conforme y feliz...
3. Sonría siempre, como sonríen los japoneses desde niños, aun cuando tengan que presenciar terribles espectáculos o sufrir profundos dolores morales o intensas penas . físicas. Sonría, aunque tenga necesidad de realizar ejercicios calisténicos de los músculos faciales ante el espejo cada mañana, para enseñarles a contraerse automáticamente. Aprenda no tan sólo a sonreír en todas las ocasiones, buenas o malas, sino procure también reunirse con aquellos que hagan de la sonrisa una religión. Busque la sociedad de gentes agradables y alegres. Los libros humorísticos, los chistes por disparatados y absurdos y cuanto tienda a modificar sus pensamientos pesimistas, transformándolos en optimistas. Y más qué nada cultive el hábito de encontrar i o todo bien, tolerar, perdonar o disculpar, buscando lo divertido, lo ridículo, lo realmente digno de considerar sensible y merecedor de crítica bondadosa en cada situación.
4. No pretendo con esto llevar a nadie al camino de la burla o del sarcasmo, del cinismo o de un escepticismo morboso o, como sucede en ocasiones, y de ellos dan prueba los maldicientes o los envidiosos, hacer desagradable nuestra relación amistosa o cerrar el cupo de los afectos; pero la vida demasiado corta y rica de tristezas y contrariedades bien vale la pena de saberla hacer grata a los que nos quieren o a los que nos aceptan, y más que nada a nosotros mismos, que luchamos con las propias pasiones y tenemos que vencer al horrible monstruo del aburrimiento y del egoísmo en todas sus múltiples manifestaciones. ..
5. Siembre una sonrisa y cosechará muchas de ellas, pues la condición humana consiste en devolver en armonía, lo que recibe. Dé al mundo los beneficios de su alegría, no de sus penas.
Así dice un cantar popular que un poeta anónimo de Norte América expone en un pensamiento análogo. . . : "Es muy fácil estar contento cuando la vida se desliza, como canción; pero el hombre merecedor de ser tal es el hombre que sonríe cuando todo va mal.
2. Dirija usted una mirada al círculo de sus relaciones, y como una sencilla observación, tan sólo por entretenimiento, haga la siguiente prueba: tome una hoja de papel y ráyela en el centro. La derecha de la línea rotúlela, "Personas que sonríen" y la izquierda, "Personas que no sonríen". Anote en cada departamento los nombres de los que poseen o no esas cualidades, y quedará en realidad sorprendido del resultado: encontrará que invariablemente todas aquellas personas anotadas en la columna de la derecha disfrutan de buena salud, su negocio se desenvuelve próspero, son cordiales, y su perenne sonrisa el mejor anuncio de un estado de ánimo conforme y feliz...
3. Sonría siempre, como sonríen los japoneses desde niños, aun cuando tengan que presenciar terribles espectáculos o sufrir profundos dolores morales o intensas penas . físicas. Sonría, aunque tenga necesidad de realizar ejercicios calisténicos de los músculos faciales ante el espejo cada mañana, para enseñarles a contraerse automáticamente. Aprenda no tan sólo a sonreír en todas las ocasiones, buenas o malas, sino procure también reunirse con aquellos que hagan de la sonrisa una religión. Busque la sociedad de gentes agradables y alegres. Los libros humorísticos, los chistes por disparatados y absurdos y cuanto tienda a modificar sus pensamientos pesimistas, transformándolos en optimistas. Y más qué nada cultive el hábito de encontrar i o todo bien, tolerar, perdonar o disculpar, buscando lo divertido, lo ridículo, lo realmente digno de considerar sensible y merecedor de crítica bondadosa en cada situación.
4. No pretendo con esto llevar a nadie al camino de la burla o del sarcasmo, del cinismo o de un escepticismo morboso o, como sucede en ocasiones, y de ellos dan prueba los maldicientes o los envidiosos, hacer desagradable nuestra relación amistosa o cerrar el cupo de los afectos; pero la vida demasiado corta y rica de tristezas y contrariedades bien vale la pena de saberla hacer grata a los que nos quieren o a los que nos aceptan, y más que nada a nosotros mismos, que luchamos con las propias pasiones y tenemos que vencer al horrible monstruo del aburrimiento y del egoísmo en todas sus múltiples manifestaciones. ..
5. Siembre una sonrisa y cosechará muchas de ellas, pues la condición humana consiste en devolver en armonía, lo que recibe. Dé al mundo los beneficios de su alegría, no de sus penas.
Cuéntale al mundo tus dichas
y no le cuentes tus penas;
que vale más que te envidien
que no que te compadezcan.
Así dice un cantar popular que un poeta anónimo de Norte América expone en un pensamiento análogo. . . : "Es muy fácil estar contento cuando la vida se desliza, como canción; pero el hombre merecedor de ser tal es el hombre que sonríe cuando todo va mal.
ROMANCE DE LA NIÑA DE SANTIAGO Por Luis Cané (De Bailes y coplerías, 1941)
No por negocios de cobre
ni para mercar salitre
a través de las montañas
desde mis llanuras vine.
Vine desde mis llanuras
a rodar tierras de Chile,
y me he quedado en Santiago,
mirando tus ojos tristes.
Ay, la niña de Santiago,
la de Santiago de Chile,
que se va a pie al San Cristóbal
para rezarle a la virgen...
Altiva, pero con gracia,
dulce, pero sin melindre;
te enseña el cielo a ser clara,
tus montañas a ser firme.
Hablando en diminutivos
todo a tu encanto se rinde,
y el caudal de tu ternura
el corazón no resiste.
Ay, la niña de Santiago,
la de Santiago de Chile,
desde el Cerro San Cristóbal
te guarde siempre la Virgen:
transparente como el cielo
como tus montañas firme.
ni para mercar salitre
a través de las montañas
desde mis llanuras vine.
Vine desde mis llanuras
a rodar tierras de Chile,
y me he quedado en Santiago,
mirando tus ojos tristes.
Ay, la niña de Santiago,
la de Santiago de Chile,
que se va a pie al San Cristóbal
para rezarle a la virgen...
Altiva, pero con gracia,
dulce, pero sin melindre;
te enseña el cielo a ser clara,
tus montañas a ser firme.
Hablando en diminutivos
todo a tu encanto se rinde,
y el caudal de tu ternura
el corazón no resiste.
Ay, la niña de Santiago,
la de Santiago de Chile,
desde el Cerro San Cristóbal
te guarde siempre la Virgen:
transparente como el cielo
como tus montañas firme.
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