sábado, 29 de agosto de 2015

LEOPOLDO MARECHAL (1900 - 1970)

Fue un escritor múltiple: Socialista, yrigoyenista, formó parte del grupo Convivio, en donde tenia muchos amigos nacionalistas. No hacía diferencia con sus colegas, ni con persona alguna por pensar diferente.
Adhirió al gobierno del general Perón en su permanente búsqueda de justicia social. Tiempo después de la caída de su gobierno, se autodenominó "el poeta depuesto". Se autoexilió en su hogar, por diversas situaciones que le tocó en suerte atravesar; fue muy difícil poder visitarlo, incluso para los amigos o familiares. Aún así, fue Admirado por escritores como Roberto Arlt, Francisco Luis Bernárdez, Julio Cortázar... En 1948 creó la Escuela Nacional de Danzas Folclóricas Argentinas. Es uno de nuestros más grandes escritores (cultivó todos los géneros literarios) y recién en este siglo, comenzó a ser revalorizada y difundida su obra, merced al trabajo de sus dos hijas, especialmente María de los Ángeles Marechal.


EL CANTO RODADO

El genio de la vida preparó sus crisoles
de alquimista gigante, tras una idea magna,
y puso allí la luz de los astros y el zumo
de las noches profundas como el fondo de un alma.

Pidió al azul sereno y al arroyo ternura,
dureza al impasible peñón de la montaña,
calor a los volcanes que hierven por debajo
y frialdad al polo.

Buscó luego en el ala
el impulso inquietante que domina el vacío;
la inercia a los peñascos arrancó; la inconstancia
de las olas rebeldes pidió al mar, y, así loco
tras su loco proyecto, quiso tener mezcladas
sombra y luz; fuego y nieve, tierra y mar, oro y fango,
lo que siempre se encumbra, lo que siempre se arrastra,
lo indomable y lo dócil, lo asqueroso y lo puro;
todo lo que maldice con todo lo que ama.

Revolvió en sus matraces la terrible mestura,
dijo raros conjuros, sopló luego la hornalla
y al final, en el fondo de sus grandes crisoles,
¿qué encontró el alquimista?
Una piedra sin alma...

¡Cómo rieron entonces los que todo lo niegan!
¡Qué lacerantes burlas, qué enormes carcajadas
saludaron al dios en su inmenso fracaso!
Pero el dios, tras la luz de una nueva esperanza,
tomó el tosco guijarro del crisol y le dijo:
"Rodarás, piedra impura; las edades en marcha
le verán en el lecho del torrente impetuoso
que te lleva en sus ondas, que te pule y te gasta.

Rodarás siempre, siempre, tus sombrías escorias
quedarán en el fondo, pulirás tus extrañas
asperezas; el fango que te oprime, vencido,
dará paso a tus alas...

¡Entonces serás mío, cuando muestres tu fibra,
cuando brille tu luz, cuando surja tu alma
como una mariposa que despierta de un sueño
para romper su cárcel!"
Y lo arrojó a las aguas...


De “Los Aguiluchos” 1922



DEL NIÑO Y UN PÁJARO

El niño, junto al agua,
pidió ser Alfarero.
Cerca del río joven lo buscaba su madre:
lo encontrará su madre
con los dedos mojados.

El niño amasa el barro, cerca del río joven;
y entre sus dedos brota,
como de Dios, un pájaro de tierra.

La mano de la tierra
gravita sobre el pájaro naciente:
su pico está soldado con un duro
silencio mineral.

El puño de la tierra lo cautiva
cerca del río joven;
pero el niño le sopla su viento en las narices,
y el pájaro se alza...
Cerca del río joven queda un niño
con los dedos mojados.

Y ángeles albañiles interrogan:
-¿A dónde irá tu pájaro, Alfarero?
Y el niño extiende lontananzas,
para que no le falte cielo.

-¿Con qué sustentarás a tu pájaro, Niño?
ángeles de cocina le preguntan.
Y el niño inventa el árbol,
para que tenga fruta.

¿Descansará tu pájaro, Alfarero?
así nublados ángeles inquieren.
Y al cazador el niño afila,
para que no le falte muerte.

Con agua y tierra edificó un destino:
sobre el pájaro muerto llora el niño.

Su madre lo buscaba, cerca del río joven:
lo encontrará su madre
con los ojos mojados.

De “Odas para el hombre y la mujer”, 1929



MOTIVO DEL ALFARERO

Alfarero, yo he visto tus manos
como dos ideas modelar arcilla.

Tras la curva de un ánfora grácil
como el torso móvil de las odaliscas,
temblaban tus dedos nerviosos,
tus dedos de artista.

Y en las rosas del vientre combado
y en los dos dragones del ansia, lucía
todo el fuego divino que el arte
volcó en tus pupilas.

Tú ignorabas si en ella la suerte
manojos de flores suntuosas pondría,
 o si manos brutales, acaso,
rompiéranla en trizas...

La soñabas en nobles jardines
sobre pedestales de pórfido erguida,
con abrazos de hiedra en su cuello,
con rosas divinas.

Y pensé que todos somos alfareros;
pensé que la vida
era un barro dócil gastado en mil ánforas
de esencia distinta.

Nuestras ilusiones son frágiles copas
y nuestros ensueños son vasos de arcilla:
¿Qué pondrá en las ánforas el torvo destino?
¿Qué pondrá en los vasos el hada madrina?

Tal vez el destino las colme de rosas;
tal vez para siempre se queden vacías...
tal vez otras manos
las partan en trizas.

Y así caminamos, pobres alfareros;
así convertimos la sagrada arcilla
en copas desiertas, en vasos fecundos
o quizás en trozos de ánforas perdidas...

De “Los Aguiluchos” 1922


DE LA ADOLESCENTE

Entre mujeres alta ya, la niña
        quiere llamarse Viento.
Y el mundo es una rama que se dobla
        casi junto a sus manos,
        y la niña quisiera
       tener filos de viento.

Pero no es hora, y ríe,
        ya entre mujeres alta:
sus dedos no soltaron todavía
        el nudo de la guerra
ni su palabra inauguró en los vivos
regiones de dolor, campos de gozo.
       Su boca está cerrada
       junto a las grandes aguas.

Y dicen los varones:
"Elogios impacientes la maduran:
        cuando se llame Viento
        nos tocará su mano
       repleta de castigos"

Y las mujeres dicen:
       "Nadie quebró su risa:
        maneras de rayar le enseñaron los días"
La niña entre alabanzas amanece:
       cantado es su verdor,
       increíble su muerte.

De “Odas para el hombre y la mujer”, 1929

sábado, 22 de agosto de 2015

LA INVITACIÓN A LA PAZ UNIVERSAL .

De “Las mil noches y una noche” (versión del doctor J.C. Madrus). Los lectores advertidos notarán en la fábula del gallo y el zorro una similitud demasiado próxima a otra versión más occidental. No es casualidad: éste es el original, muy superior, por supuesto, a las copias.



Cuentan que un venerable jeique rural tenía en su cortijo un hermoso corral, al que dedicaba todos sus afanes, y que estaba bien provisto de aves machos y aves hembras que le producían muy buenos huevos y soberbios pollos sabrosos de comer. Y entre las aves machos poseía un grande y hermoso Gallo de voz clara y plumaje brillante y dorado, el cual, además de todas sus cualidades de belleza exterior, estaba dotado de instinto vigilante, de sabiduría y de experiencia en las cosas del mundo, las mudanzas del tiempo y los reveses de la vida. Y estaba lleno de justicia y de atención para sus esposas, y cumplía sus deberes respecto a ellas con tanto celo como imparcialidad, para no dejar entrar los celos en sus corazones y la animosidad en sus miradas. Y entre todos los habitantes del corral se le citaba como modelo de maridos por su potencia y su bondad. Y su amo le había puesto de nombre Voz-de-Aurora.
Un día, mientras sus esposas dedicábanse a cuidar de sus pequeñuelos y a peinarse las plumas, Voz-de-Aurora salió a visitar las tierras del cortijo. Y sin dejar de maravillarse de lo que veía, revolvía y picoteaba a más y mejor en el suelo, según iba encontrando a su paso granos de trigo o de cebada o de maíz o de sésamo o de alforfón o de mijo. Y como sus hallazgos y pesquisas le llevaron más lejos de lo que hubiese querido, en un momento dado se vió fuera del cortijo y del villorrio, y completamente solo en un paraje abrupto que jamás había visto. Y por más que miró a derecha y a izquierda, no vio ninguna cara amiga ni ningún ser que le fuese familiar. Y empezó a quedarse perplejo, y dejó oír algunos gritos leves de inquietud. Y en tanto que tomaba sus disposiciones para volver sobre sus pasos... he aquí que su mirada se posó en un Zorro que a lo lejos iba en dirección suya a grandes zancadas.
Y al ver aquello, tembló por su vida, y volviendo la espalda a su enemigo, tomó impulso con toda la fuerza de sus alas abiertas, y ganó la altura de un muro en ruinas, donde no había más que el sitio preciso para agarrarse, y donde no podría atraparle de ninguna manera el Zorro.
Y llegó al pie del muro el Zorro, sin aliento, husmeando y ladrando. Pero, al ver que no había medio de encaramarse hasta donde estaba el volátil que apetecía, levantó la cabeza hacia él, y le dijo: "La paz sea contigo, ¡oh rostro de buen augurio! ¡oh hermano mío! ¡oh encantador camarada!" Pero Voz-de-Aurora no le devolvió su zalema y ni quiso mirarle. Y el Zorro, al ver aquello, le dijo: "¡Oh amigo mío! ¡oh tierno! ¡oh hermoso! ¿por qué no quieres favorecerme con un saludo o con una mirada, cuando tan vehementemente deseo anunciarte una gran noticia?" Pero el Gallo declinó con su silencio toda proposición y toda cortesía, y el Zorro insistió: "¡Ah! -¡hermano mío, si supieras solamente lo que tengo el encargo de anunciarte, bajarías cuanto antes a abrazarme y a besarme en la boca!" Pero el Gallo continuaba fingiendo indiferencia y distracción; y sin contestar nada, miraba a lo lejos con ojos redondos y fijos. Y el Zorro añadió: "Sabe, pues, ¡oh hermano mío! que el sultán de los animales, que es el señor León, y la sultana de las aves, que es la señora Aguila, acaban de darse cita en una verdeante pradera adornada de flores y de arroyos, y han congregado en torno suyo a los representantes de todas las fieras de la Creación: los tigres, las hienas, los leopardos, los linces, las panteras, los chacales, los antílopes, los lobos, las liebres, los animales domésticos, los buitres, los gavilanes, los cuervos, las palomas, las tórtolas, las codornices, las perdices, las aves de corral y todos los pájaros. Y cuando estuvieron entre sus manos los representantes de todos sus súbditos, nuestros dos soberanos proclamaron, por real decreto, que en adelante habrán de reinar juntas, en toda la superficie de la tierra habitable, la seguridad, la fraternidad y la paz; que el afecto, la simpatía, la camaradería y el amor habrán de ser los únicos sentimientos permitidos entre las tribus de las fieras, de los animales domésticos y de las aves; que el olvido deberá borrar las antiguas enemistades y los odios de raza; y que la meta a que deben tender todos los esfuerzos es la dicha general y universal. Y decidieron que cualquier transgresión que se realizara de tal estado de cosas se llevaría sin tardanza al tribunal supremo y se juzgaría y se condenaría sin remisión. Y me nombraron heraldo del presente decreto, y me encargaron ir proclamando por toda la tierra la decisión de la asamblea, con orden de darles los nombres de los rebeldes, a fin de que se les castigase con arreglo a la gravedad de su rebeldía. Y por eso ¡oh hermano mío Gallo! me ves actualmente al pie de este muro en que estás encaramado, pues en verdad que soy yo, yo con mis propios ojos, yo y no otro, el representante, el comisionado, el heraldo y el apoderado de nuestros señores y soberanos. Y por eso te abordé hace poco con el deseo de paz y las palabras de amistad, ¡oh hermano mío!"
¡Eso fue todo!
Pero el Gallo, sin prestar a toda aquella elocuencia más atención que si no la oyese, continuaba mirando a lo lejos en actitud indiferente y con unos ojos redondos y distraídos, que cerraba de cuando en cuando, meneando la cabeza. Y el Zorro, cuyo corazón ardía en deseos de triturar deliciosamente aquella presa, insistió: ";Oh hermano mío! ¿por qué no quieres honrarme con una respuesta o acceder a dirigirme una palabra o posar solamente tu mirada en mí, que soy el emisario de nuestro sultán el León, soberano de los animales, y de nuestra sultana el Agqila, soberana de las aves? Permíteme, pues, que te recuerde que, si persistes en tu silencio para conmigo, me veré obligado a dar cuenta de la cosa al consejo; y sería muy de lamentar que cayeses bajo el peso de la nueva ley, que es inexorable en su deseo de establecer la paz universal, aun a trueque de hacer degollar a la mitad de los seres vivos. ¡Así es que por última vez te ruego ¡oh hermano mío encantador! que me digas solamente por qué no me respondes!"
A la sazón el Gallo, que hasta entonces se había encastillado en su altanera indiferencia, estiró el pescuezo, e inclinando a un lado la cabeza, posó la mirada de su ojo derecho en el Zorro, y le dijo: "En verdad ¡oh hermano mío! que tus palabras están por encima de mi cabeza y de mis ojos, y te honro en mi corazón como enviado y comisionado y mensajero y apoderado y embajador de nuestra sultana el Águila. ¡Pero no vayas a creer que, si no te respondía, era por arrogancia o por rebeldía o por cualquier otro sentimiento reprobable; no, por tu vida que no, si no solamente porque me tenía turbado lo que veía y sigo viendo ante mí allá lejos!"
Y el Zorro preguntó: "Por Alah sobre ti, ¡oh hermano mío! ¿Y qué veías y sigues viendo para que así te turbe? ¡Alejado sea el Maligno! ¡Supongo que no será nada grave ni calamitoso!"
Y el Gallo estiró el pescuezo más todavía, y dijo: "¿Cómo, ¡oh hermano mío!? ¿Acaso no divisas lo que estoy divisando yo, por más que Alah puso encima de tu venerable hocico dos ojos penetrantes, aunque un poco bizcos, dicho sea sin ánimo de ofenderte?"
Y el Zorro preguntó con inquietud: "¡Pero acaba, por favor, de decirme qué ves! ¡Porque tengo los ojos hoy un poco malos, aunque no sabía que fuese bizco ni por asomo, dicho sea sin ánimo de contrariarte!"
Y el Gallo Voz-de-Aurora dijo: "¡La verdad es que estoy viendo levantarse una nube de polvo, y en el aire diviso una bandada de halcones de caza que describen inciertos giros!" Y al oír estas palabras, el Zorro se echó a temblar, y preguntó, en el límite de la ansiedad: "¿Y es eso todo lo que divisas, ¡oh rostro de buen augurio!? ¿Y no ves correr a nadie por el suelo?" Y el Gallo fijó en el horizonte una mirada prolongada, imprimiendo a su cabeza un movimiento de derecha a izquierda, y acabó por decir: "¡Sí! veo que por el suelo corre a cuatro pies un animal de patas largas, grande, delgado, con cabeza fina y puntiaguda y largas orejas gachas. ¡Y se acerca a nosotros con rapidez!"
Y el Zorro preguntó, temblando con todo su cuerpo: "¿No será un perro lebrel lo que ves, ¡oh hermano mío!? ¡Alah nos proteja!" Y el Gallo dijo: "¡No sé si es un lebrel, porque nunca los he visto de esa especie, y sólo Alah lo sabrá! Pero, de todos modos, creo que es un perro, ¡oh cara hermosa!"
Cuando el Zorro hubo oído estas palabras, exclamó: "¡Me veo obligado ¡oh hermano mío! a despedirme de ti!"
Y así diciendo, le volvió la espalda y echó a correr azorado, confiándose a la Madre-de-la-Seguridad. Y el Gallo le gritó: "¡Escucha, escucha, hermano mío, que ya bajo, que ya bajo! ¿Por qué no me esperas?" Y el Zorro dijo: "¡Es que siento una gran antipatía por el lebrel, que no se cuenta entre mis amigos ni entre mis relaciones!" Y el Gallo añadió: "¿Pero no me has dicho hace un instante ¡oh rostro de bendición! que venías como comisionado y heraldo de parte de nuestros soberanos para proclamar el decreto de la paz universal, decidida en asamblea plena de los representantes de nuestras tribus?"
Y el Zorro contestó desde muy lejos: "¡Sí, por cierto! ¡sí, por cierto! ¡oh hermano mío Gallo! Pero ese lebrel entrometido (¡Alah le maldiga!) se abstuvo de ir al congreso, y su raza no ha enviado allá ningún representante, y su nombre no se ha pronunciado en la proclamación de las tribus adheridas a la paz universal. ¡Y por eso ¡oh Gallo lleno de ternura! siempre existirá enemistad entre mi raza y la suya, y aversión entre mi individuo y el suyo! ¡Y que Alah te conserve con buena salud hasta mi regreso!"

Y tras de hablar así, el Zorro desapareció en la lejanía. Y de tal suerte escapó el Gallo a los dientes de su enemigo, gracias a su ingenio y a su sagacidad. Y se dio prisa en bajar desde lo alto del muro y a volver al cortijo, glorificando a Alah, que le reintegraba a su corral en seguridad. Y se apresuró a contar a sus esposas y a sus vecinos la jugarreta que acababa de hacer a su enemigo hereditario. Y todos los gallos del corral lanzaron al aire el canto sonoro de su alegría para celebrar el triunfo de Voz-de-Aurora.

sábado, 15 de agosto de 2015

Protección total - Por Enrique Spinelli

       En la ciudad de La Plata existe una zona limitada por una avenida, la vía del tren y una diagonal, que es tan apacible, tan tranquila, que su contraste con el entorno llama la atención. Una multinacional de seguros me contrató para estudiar el fenómeno, e inicié mi trabajo de campo entrevistando a Edgar, un kioskero que fue indicado como “el que más sabe” sobre este extraño lugar. Para que mi presencia no perturbe el objeto de investigación, me presenté como un posible comprador de una casita en esta zona.
       -En este barrio nunca pasa nada, podés mudarte tranquilo. Hace cinco años que tengo kiosko en esta esquina y te digo que es muy seguro. Las viejitas cuentan la jubilación en la vereda, y ahí las tenés, intactas, chusmeando en la puerta de su casa. Cruzan la calle sin mirar, comen lechón frío a la mañana y perduran.
       En serio pibe, aquí no pasa nada. Si ponés a calentar agua para el mate, no se hierve por más que te distraigas. Las mujeres pueden batir mayonesa cualquier día de su mes, que no se va a cortar. Te digo más, el trago preferido de este barrio es vino tinto con sandía. Después de comer un chancho te tirás a la pelopincho sin hacer la digestión, y no te pasa nada. Aquí no-pasa-nada.
Dicen que no fue siempre así, que se afanaba y que ocurrían las mismas desgracias que en todos lados, pero en algún momento comenzó esta “seguridad” o tal vez una ¿“sensación de seguridad”? No sabemos si no pasa nada, o si nos tenemos tanta confianza que no nos pasa nada. De todos modos, el resultado es el mismo.
       Todo es así siempre que estés dentro del barrio. En el puestito de chori del gordo Tupa podés comer piola, pero si salís del barrio antes que todo residuo del alimento haya abandonado tu cuerpo, te revolverás en terribles convulsiones: es sólo para el mercado interno. Doña Tita salió a visitar a su hermana a Tolosa, se bajó del micro sin mirar, y redujo en 1 la población de esta comunidad.
       -Digamé Edgar, ¿esta zona es muy baja? ¿se inunda?
       -Mirá, dicen que antes bastaba que el gordo Tupa transpirara un poquito de más para que se inundara todo el barrio, pero desde que tengo el kiosko nunca pasó nada.  Con la lluvia torrencial de la semana pasada;  de aquel lado de la avenida había metro y medio de agua, y de este… nada, las hormigas hacían pie sin problema y los pibes estuvieron toda la tarde jugando al tobogán acuático.
       No pasa nada con el agua y tampoco con el fuego. Doña Mirta, la entrenadora de básquet, toda la vida prendió velas a San Cayetano pidiendo  trabajo para su hijo Ruben. Varias  veces prendió fuego el altarcito, y su pieza se incendió cuando Ruben tenía unos 50 años, pero hace tiempo que las velas se apagan solas antes de terminarse, y su altarcito de telgopor está intacto.
       -Aha… ¿y funcionó? ¿Consiguió trabajo el hijo?
      - Si le digo que toda-la-vida le prendió velas, es porque ¡nunca consiguió trabajo!  Seguramente SanCa le mandó alguno, pero debe haber otro santo -desconocido-  que ayuda a que los tipos como Ruben no lo agarren.
       -No tienen problema con el agua, ni con el fuego ¿y con el viento?
       -¡Uy Dio! Agua, fuego, viento… ¿qué sos vos? ¿Astrólogo? ¿Podés predecir que va a pasar? Acá eso es fácil. Aquí no pasa nada.
       -Sí, pero este barrio está muy bueno, se debe mudar mucha gente aquí ¿no?
      -No. No vienen muchos, porque esto no es tan bueno como parece. Acá nada tiene consecuencias, nada puede salir mal, no hay riesgos, no hay miedo y es muy difícil vivir así. Sin miedo a perder, las cosas pierden valor, no hay celos, las sorpresas son pobres y todo es muy aburrido. Los que vienen de afuera no aguantan y se van enseguida, la mayoría de los que viven aquí nacieron en el barrio. Es como el asunto del sapo, que si lo ponés en una olla con el agua fría y la vas calentando, lo cocinás vivo y no reacciona; pero si lo tirás al agua hirviendo, salta para afuera como un sapo.
       Con el tiempo y con esta seguridad, la gente se fue poniendo vieja y triste. Los jóvenes impetuosos se van porque no se destacan. Acá es lo mismo ser valiente, temerario o cobarde. Los valientes se van porque no tienen miedo que vencer, los cobardes porque no tienen miedo que tener, y los temerarios también se van, pero no sé porqué. Los pibes se van a estudiar y desaprobar, a trabajar y ser despedidos, a romper vidrios a pelotazos. De a poco van quedando sólo viejos, que se aferran a esta vida segura pero desabrida, porque mañana va a salir parecido a hoy y casi igual que ayer. Todo es seguro, todo va a suceder con seguridad: el futuro es falso.
       -Usted no es tan grande, ¿por qué se queda aquí?
      -Porque soy gordo, pelado, puto y me gusta bailar murga. Aquí no le tengo miedo al ridículo… ¡porque no pasa nada!
      Pero te digo la verdad, ya me estoy aburriendo. Cuando bailaba del otro lado de la avenida, me puteaban, la gente se sacaba y me tiraban cosas, me gritaban cualquier barbaridad. Era peligroso, pero me prestaban atención. Aquí… nada, a veces me aplauden nomás.
      Así es muy difícil generar historias y anécdotas. ¿Qué me decís si te cuento que comí un tupa-chori, me dieron retorcijones y llegué al baño con lo justo; y que cuando me levanto para tirar la cadena se me cayeron las llaves adentro del inodoro?... ¿Si te cuento que cuando me agacho para agarrarlas, se me cayó el celular del bolsillo de la camisa también al inodoro? ¿Y si te digo que pongo las llaves en el bidet, y cuando abro la canilla para enjuagarlas, le pifié, abrí la llave de la flor y me hice sopa?... ¿Eh? ¡Te estás cagando de risa! No, no te rías, no te rías porque nada de eso ocurrió. No pasó nada, me comí el chori, llegué a casa y me puse a mirar tele hasta que me dormí en el sillón.  Por eso, en el barrio ya no hay escritores, se fueron por falta de material. Acá ni siquiera hay histeria. Las personas te dicen que si o que no ¡A ver si podés escribir una canción con eso! La poesía no es viable.
       Con el tiempo se fueron todos los artistas. Sólo de vez en cuando viene un pibe que pinta esos murales con personajes raros que ves ahí. Pinta con la ropa de salir y no liga ni una mancha de pintura, tampoco mancha jamás el piso, y por eso todos le ceden las paredes.
       -Edgar, usted ya me dijo que este barrio no fue siempre así de seguro ¿Cuándo empezó este estado de “seguridad extrema”? ¿Por qué razón le parece que esto es así?
       -Nadie tiene idea. Pensamos que no es una cuestión de seguridad porque sí, sino de protección, que alguien o algo nos protege. Sospechamos del San Cayetano de Doña Mirta, porque después del incendio de la pieza cambió la imagen, el altarcito y no se prendió fuego nunca más, siendo que antes se prendía fuego a cada rato. Está claro que ese santo no da este tipo de protección, pues  está diseñado para conseguir trabajo. Como nunca consiguió uno, yo pensé que por ahí Mirta -por error- trajo una imagen de otro santo, y convencí al vendedor de la santería que está enfrente de la Rosa Mísitica que venga a revisarlo, para ver si tenemos un super Gauchito Gil, una ultra Gilda o algo así. El tipo lo revisó y dijo que la estatuita es medio berreta, que está tan deformada y mal pintada, que puede ser San Cayetano, la virgen María, o su suegra, pero que sin duda no es ningún protector eficaz conocido.
       No sabemos por qué aquí no pasa nada, pero es así, y no necesitás saber porque. Si vas a mudarte, tené en cuenta como es la vida aquí y listo.
       -Si Edgar, pero todo esto es muy extraño. A usted lo veo re-tranquilo con esta situación, pero a mí me da miedo.
       -¡¿Miedo?! ¡¿Quien sos vos realmente, pibe?!¡Decime quien sos o te clavo este doblador de pestañas en un ojo y te lo saco por el otro! ¡Sólo los garcas pueden tener miedo en este barrio! ¡Te aseguro que vos acá no tenés protección que te salve! ¡Dale, hablá o te hago tragar este medio chori que tiene una semana abajo del mostrador!
        -¡Nooo mmaghh puaghj! Está bien Edgar, ¡perdonemé! ¡No voy a mudarme a este barrio! ¡Una multinacional me pagó para que investigue por qué en este barrio no pasa nada!
       -¡Si serás hijo de puta, garca de mierda! Ahora te vas sabiendo algo más: la protección de este barrio no funciona para los garcas como vos, pedazo de sorete. ¿Por qué crees que acá no hay vendedores de movistar, de préstamos personales, ni un puto banco?
        ¡Rajá, rajá ya mismo de acá o te llevo las tres cuadras hasta la avenida a patadas en el culo! ¿Sabés una cosa? Me gustó la idea, y la voy a hacer efectiva. Mirá para allá que está la avenida, ¿la ves? ¿sí? bueno para allá vamos… -¡Tomá garca de mierda! ¡Tomá otra! ¡Tomá! ¡Te voy a dar tantas patadas que en algún momento te va a salir el traje con corbata de abajo de esa remera trucha de superman! ¡O te va a aparecer la inscripción de grinpis, pelotudo!
...
        Bueno, así fue como salí violentamente de los confines de ese barrio apacible. Con el culo molido a patadas, pero a salvo, me quedo mirando desde afuera cómo Edgar se aleja, caminando pesado y saludando vecinos. De lejos veo que se detiene a hablar con el artista que pinta los murales del barrio, que está haciendo uno nuevo.
       -¡Lucas, que buena está esa figura pibe! ¿Cómo se llama este mural?
       -¡Hola Edgar! Este es “Protector número 8 con lanzarayos de energía repiola” ¿Te gusta como está quedando?
       -Si, ¡está muy bueno pibe! Gracias por poner lindo el barrio. Dale saludos a tu tía Mirta y pasá por el kiosko que te doy unos bizcochos para que lleves.

sábado, 8 de agosto de 2015

LAS TRES RAMAS VERDES - UN CUENTO DE LOS HERMANOS GRIMM

         Erase una vez un ermitaño que vivía en un bosque, al pie de una montaña, ocupado sólo en la oración y las buenas obras; y cada anochecer, por amor de Dios, llevaba unos cubos de agua a la cumbre del monte.
Muchos animales calmaban en ella la sed, y muchas plantas se refrescaban, pues en las alturas soplaba constantemente un fuerte viento que resecaba el aire y el suelo. Y las aves salvajes que temían a los hombres, describían círculos en el espacio,  explorando el terreno con sus penetrantes ojos en busca de agua.
Por ser el ermitaño tan piadoso, un ángel del Señor en figura visible lo acompañaba y, contando sus pasos, llevaba la comida al santo varón una vez éste había terminado su trabajo, como aquel profeta que, por orden de Dios, era alimentado por un cuervo.
Siendo ya el virtuoso anacoreta de una edad muy avanzada, vio un día desde lejos que llevaban a la horca a un pobre pecador, y se dijo para sus adentros: «Ahora recibe éste su merecido». Aquella velada, cuando subió el agua a la montaña, no se presentó el ángel que siempre lo acompañaba y le traía el alimento. Asustado, hizo examen de conciencia,  procurando recordar en qué podía haber pecado, ya que Dios le manifestaba su enojo; pero no encontró ninguna falta. Dejó de comer y beber y, arrojándose al suelo, se pasó mucho tiempo en oración. Y un día en que estaba en el bosque llorando amargamente, oyó un pajarillo que cantaba con deliciosos trinos, de lo cual recibió aún más pesadumbre; y le dijo:
- ¡Qué alegremente cantas! Contigo no está Dios irritado. ¡Ah, si pudieses decirme en qué falté, para que mi corazón se arrepintiese y recobrase aquel contento de antes!
He aquí que el pajarillo rompió a hablar, diciendo:
- Hiciste mal al condenar al pobre pecador que conducían al cadalso; por eso, Dios está enojado contigo, pues sólo Él tiene derecho a juzgar. Pero si te arrepientes y haces penitencia, serás perdonado.
Y se le apareció el ángel con una rama seca en la mano y le dijo:
- Llevarás esta rama contigo hasta que broten de ella tres ramillas verdes, y por la noche, al acostarte, descansarás la cabeza sobre ella. Mendigarás el pan de puerta en puerta, y nunca pasarás más de una noche en una misma casa. Tal es la penitencia que el Señor te impone.
Tomó el ermitaño la vara y volvió al mundo que no viera desde hacía tantos años. Comía y bebía sólo lo que le daban en las puertas donde llamaba; muchas veces no fueron oídas sus súplicas, y muchas puertas permanecieron cerradas, por lo que fueron numerosos los días en que no tuvo ni un mísero mendrugo de pan para comer.
Una vez que había estado mendigando infructuosamente desde la mañana a la noche sin que nadie le diese ni comida ni albergue, entró en un bosque y llegó ante una miserable choza, donde había una vieja.
Pidió él:
- Buena mujer, permitid que me refugie por esta noche en vuestra casa.
Y la vieja le dijo:
- No, no podría aunque quisiese. Tengo tres hijos salvajes y malvados. Si os encontrasen aquí, al volver de sus rapiñas, nos matarían a los dos.
Insistió el ermitaño:
- Dejad que me quede; no nos harán nada.
Y la mujer, apiadada, consintió en recogerlo.
Tendióse el hombre al pie de la escalera, con una rama por almohada. Al verlo la vieja, preguntóle por qué se ponía así, y él le contó que lo hacía en cumplimiento de una penitencia. Había ofendido al Señor un día en que, viendo conducir a la horca a un condenado, había dicho que llevaba su merecido.
Púsose la mujer a llorar exclamando:
- ¡Ay! Si Dios castiga de este modo una sola palabra, ¡qué es lo que les espera a mis hijos cuando se presenten ante Él para ser juzgados!
Hacia media noche regresaron los bandidos, con gran ruido y vocerío. Encendieron fuego y, al quedar la covacha iluminada, vieron al hombre tumbado al pie de la escalera e increparon, iracundos, a su madre:
- ¿Quién es ese hombre? ¿No te hemos prohibido que acojas a nadie?
- Dejadlo en paz suplicó la vieja. Es un pobre pecador que expía sus pecados.
- ¿Qué ha hecho, pues? preguntaron los ladrones; y despertaron al anciano. - ¡Eh, viejo, cuéntanos cuáles son tus pecados!
Incorporóse el penitente y les explicó cómo con una sola palabra había ofendido a Dios, y la penitencia que le había sido impuesta. Su narración conmovió de tal manera a los bandidos que, espantados de su vida anterior, se arrepintieron y decidieron hacer penitencia. El ermitaño, una vez convertidos los tres pecadores, volvió a tenderse al pie de la escalera.
Por la mañana lo encontraron muerto, y de la vara seca que le servía de almohada habían brotado tres ramas verdes. El Señor le había restituido su gracia y acogido en su seno.

sábado, 1 de agosto de 2015

Greguerías (fragmentos) Por RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA

 -En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado.

- Los cocodrilos están siempre en pleno concurso de bostezos.

- Entre los carriles de la vía del tren crecen las flores suicidas.

- La mariposa posándose en todas las flores es la mecanógrafa del jardín.

- Los invernaderos son las cárceles modelos de las plantas.

- Perder un pañuelo es comprometerse en llantos ajenos.

- Las pulseras representan esclavitudes muertas.

- La larga cola de la novia es la vereda que conduce hasta ella al novio desorientado.

- El violín colgado parece un pollo asado.

- La gasolina es el incienso de la civilización.

- En la noche helada cicatrizan todos los charcos.

- Al oír la sirena parece que el barco se suena la nariz,.

- El tenedor es el peine de los tallarines.

Una muchacha hacendosa Por los hermanos Grimm

       Erase una muchacha hermosa, pero holgazana y descuidada.
Le repugnaba tanto hilar, que cuando aparecía un grumo en el lino, por pequeño que fuese, antes que deshacerlo arrancaba un puñado de lino que tiraba al suelo.
       Tenía una criada que era, en cambio, muy trabajadora. Recogía el lino que su ama desperdiciaba y, después de limpiarlo, lo hilaba; y con aquellos restos llegó a hacerse un lindo vestido.
       Un joven había pedido la mano de la perezosa señorita, y se acercaba el día de la boda. La víspera de la fiesta, la hacendosa criada salió a bailar, engalanada con su bonito vestido, y la novia hizo el siguiente comentario:
    - «¡Cómo salta la doncella en un traje que no es de ella!»
      Oyólo el prometido y le preguntó qué quería significar con eso. La novia le contó que la criada llevaba un vestido confeccionado con el lino que ella había tirado.
      Al saberlo el muchacho, comprobó la holgazanería de la señorita y la laboriosidad de la pobre sirvienta, por lo cual plantó a la primera y eligió por esposa a la segunda.

Danxia quema el Buda Extraído del “El zen habla” Adaptación Tsai Chih Chung - Traducción: Brian Bruya.

         Una vez, mientras el maestro Zen Danxia estudiaba en el templo Huilin, hacía tanto frío que quemó una estatua del Buda para calentarse. En eso llega su superior y, visiblemente enojado le dice:
-¡Cretino! ¿Cómo quemaste la estatua del Buda?
Entonces Danxia le respondió:
-Quería saber si aparecía un Sárira*...
Entonces, mucho más enojado, el superior le gritó:
-¿Cómo puede haber Sárira en una estatua de madera?
-Si no tienen Sárira, ¡Trae todas aquí para quemarlas!  le respondió Danxia.

*Sárira: Reliquia pequeña e inmutable que se dice que queda luego de la cremación de un Buda. 

CUENTOS EXTRAÍDOS DE “LAS MIL Y UNA NOCHES”

Los cuentos que hoy ofrecemos pertenecen a uno de los libros más difundidos y leídos, “Las mil noches y una noche”, y han sido copiados literalmente de la versión del doctor J.C. Madrus. Nacido en Siria, peregrinó por todo el medio oriente recogiendo estos cuentos dispersos de boca de sus narradores auténticos, en los zocos y cafés, o adquiriendo manuscritos que le permitieran completarlos. La edición de la que provienen consta de seis gruesos volúmenes. 



CONTANDO LOCOS

El califa Harún Al-Raschid tenía, viviendo con él en su palacio, a
un bufón encargado de divertirle en sus momentos de humor sombrío. Y aquel bufón se llamaba Bahlul el Cuerdo. Y un día le dijo el califa: "Ya Bahlul, ¿sabes el número de locos que hay en Bagdad?". Y Bahlul contestó: "¡Oh mi señor! un poco larga sería la lista". Y dijo Harún: "Pues quedas encargado de hacerla. ¡Y supongo que será exacta!" Y Bahlul hizo salir de su garganta una carcajada prolongada. Y le preguntó el califa: "¿Qué te pasa?" Y Bahlul dijo: "¡Oh mi señor! soy enemigo de todo trabajo fatigoso. ¡Por eso, para complacerte, voy en seguida a extender la lista de los cuerdos que hay en Bagdad! Porque ése es un trabajo que apenas exigirá el tiempo que se tarda en beber un sorbo de agua. Y con esta lista, que será muy corta, ¡por Alah que te enterarás del número de locos que hay en la capital de tu imperio!”



CORDURA

Y también el mismo Bahlul tuvo la suficiente cordura para tomar horror al matrimonio. Y con el objeto de jugarle una mala pasada, Harún le hizo casarse a la fuerza con una joven de entre sus esclavas, asegurándole que le haría dichoso, y que incluso él respondería de la cosa. Y Bahlul se vio obligado a obedecer, y entró en la cámara nupcial, donde esperaba su joven esposa, que era de una belleza selecta. Pero apenas se había echado junto a ella, cuando se levantó de pronto con terror y huyó de la habitación, como si le persiguiesen enemigos invisibles, y echó a correr por el palacio, igual que un loco. Y el califa, informado de lo que acababa de pasar, hizo ir a Buhlul a su presencia, y le preguntó, con voz severa: "¿Por qué ¡oh maldito! has inferido esa ofensa a tu esposa?"
Y contestó Bahlul: "¡Oh mi señor! ¡el terror es un mal que no tiene remedio! Claro que yo no tengo que formular reproche alguno contra la esposa que has tenido la generosidad de concederme, porque es hermosa y modesta. Pero ¡oh mi señor! apenas entré en el lecho nupcial, cuando oí distintamente varias voces que salían a la vez del seno de mi esposa. Y una de ellas me pedía un traje, y otra me reclamaba un velo de seda; y ésta, unas babuchas; y aquélla, una túnica bordada; y la de más allá, otras cosas. ¡Entonces, sin poder reprimir mi espanto, y no obstante tus órdenes y los encantos de la joven, huí a todo correr, temiendo volverme más loco y más desgraciado todavía de lo que soy!”



EN EL TRONO

Estando sentado en el trono del califa, aquel mismo Bahlul recibió, por esta temeridad, una tanda de palos que le propinaron los ujieres. Y los gritos espantosos que con tal motivo hubo de lanzar pusieron en conmoción a todo el palacio y llamaron la atención del propio califa. Y al ver que su bufón lloraba ardientes lágrimas, intentó consolarle. Pero Bahlul le dijo: "¡Ay! ¡oh Emir de los Creyentes! ¡mi dolor no tiene consuelo, pues no es por mí por quien lloro, sino por mi amo el califa! Si yo, en efecto, he recibido tantos golpes por haber ocupado un instante su trono, ¿qué tunda no le amenazará a él después de ocuparlo años y años?"


UN POCO DE AGUA

Y por último, el propio Bahlul fue quien, entrando un día en la tienda de campaña de Al- Raschid, que regresaba de una expedición guerrera, le encontró sediento y pidiendo a grandes gritos un vaso de agua. Y Bahlul echó a correr para llevarle un vaso de agua fresca, y presentándoselo, le dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes! ¡te ruego que antes de beber me digas a qué precio habrías pagado este vaso de agua si, por casualidad, hubiese sido imposible de
encontrar o difícil de procurártelo!" Y dijo Al-Raschid: "¡Sin duda habría dado, por tenerlo, la mitad de mi imperio!"
Y dijo Bahlul: "¡Bébetelo ahora, y Alah lo vuelva lleno de delicias para tu corazón!" Y cuando el califa hubo acabado de beber, Bahlul le dijo: "¡Oh Emir de los Creyentes! y si, ahora que te lo has bebido, ese vaso de agua no pudiera salir de tu cuerpo por culpa de alguna retención de orina en tu vejiga honorable, ¿a qué precio pagarías la manera de hacerlo salir?"
Y Al-Raschid contestó: "¡Por Alah, que en ese caso daría todo mi imperio de ancho y de largo!"
Y Bahlul, poniéndose muy triste de pronto, dijo: "¡Oh mi señor! ¡un imperio que no pesa en la balanza más que un vaso de agua o un chorro de orines no debería producir todas las preocupaciones que te proporciona y las guerras sangrientas que nos ocasiona!"
Al oír aquello, Harún se echó a llorar.