sábado, 20 de septiembre de 2014

Otoñal

Con una tímida sonrisa de sol en el cielo
y un callado viento rozándome la frente,
duerme la tarde con fatal recelo.
No hay belleza comparable, ni página que cuente
el sencillo encanto de esta tarde fría,
ese místico secreto de la tarde ausente,
cuando, retumbante en sol, de ángeles vacía,
herida por la sombra que sin cesar se extiende
sepulte en tierra resignando su alegría
al llevar con ella mi corazón doliente.

Retórica - Por Octavio Paz

Cantar lo pájaros, cantan
sin saber lo que cantan;
todo su entendimiento es su garganta

Un banquete - Por Ezequiel Feito

Pon carne en el caldero,
para alimentar al hombre.

No seas mezquino.
y sirve tu generoso vino
en copas blancas.

Extiende tus manteles
y pon sobre ellos pan sin mancha.

Ahora abre sus ataúdes y aliméntalos
para que vuelvan a la vida sin tardanza.

Dáles de comer a los huesos secos
hasta que la tierra diga “¡Basta!”

Cierra sus tapas, ¡que nadie pase frío!
Recoge tus cosas y ponte en marcha.

¡Cuánto bien que has hecho! ¡Qué justicia
es saciar a los muertos sin pedir nada!

Aquellos hombres, ayer - Por María Gladis Curatte

..entraron en silencio. Los cautivó la aldea
y en comunicación de sueños hermanaron.
El campo abierto, dispersa geografía casi inerte,
se tendió a los pies, los adhirió al paisaje.
Un suelo púber desfundose al alba
para hacer donación de sus entrañas.
Aquel hombre en silencio, acarició la tierra
Y hendió con el arado sus plegarias
que al cielo remontaron.
Un titilar de estrellas iluminó los pliegues
Y el seno virgen, todo ansias
al germen dio prisión.
Cantó la lluvia y bienhechora
maravilló los campos.
El sol desde su trono obró el milagro
y oscureció los rostros que en su entrega
confiaron junto al surco. Y era gozo
que los montes guardaron
para llevar a los vientos
perennidad solar, dignísimo destino.
Se embalsamó el ambiente en la llanura
y se estrecharon con ardor las palmas
que curtidas,
lograron la ventura.
La visión de los hombres no fue quimera
 y arraigó al forjador que en sus pupilas
 vio la eclosión agraria en el sudeste,
vio en Balcarce
 una nueva pampa bullente.
El horizonte verdiazul entró en la historia.
Hoy
un óleo en plenitud canta sus glorias.

Lluvia y memoria Por Ezequiel Feito

La lluvia es el artista que en la memoria dibuja
una acuarela de los pasados días,
y pinta las casas y los hombres con su mejor figura
para luego disolverlos
con la misma voz con que se llama a los vivos.

Cada gota mueve ese olvidado mundo
y le entrega, con su voz perdida,
un cántico que resuena dentro de la mente
para poder despertar de nuestro sueño.
Ese sueño pintado por la lluvia
que como el agua, se disuelve en el olvido.

¿Qué hay en ese melancólico paisaje
que oprime sin dolor el pecho tibio?
¿Son las figuras que calladas pasan
para no volver? ¿Es que se ha perdido
la inocente niñez para mirarlos?

¡Maldito sea el corazón que se ha vendido
por un cielo sin nubes, sin memoria,
por un sol puro, por un azul limpio!

¡Qué bello es el recuerdo sereno y tibio
de aquella plenitud que dibuja nuestra sombra
mientras en la tierra somos y vivimos!

La ceguera del periodismo


     La evolución de la sociedad hacia una espiritualidad más individual y profunda no parece interesar mucho a la prensa.
      Esto se debe, entre otras cosas, a que el reportero típico, formado en el escepticismo e imbuido de una reverencia por la investigación “objetiva", es la persona menos idónea para apreciar la importancia de una experiencia espiritual en gran medida subjetiva, a menos que él mismo la haya vivido.
      Jacob Needleman, profesor de filosofía en la Universidad Estatal de San Francisco, afirma: “El concepto de la realidad que tiene el periodista se relaciona con lo que excita a la gente: el escándalo, la violencia, el dinero y el sexo., Lo que ocurre en el interior del hombre no es noticia. Creo que los periodistas pescan con una red que no atrapa a los peces importantes. Por la manera en que formulan sus preguntas, nunca sacan a relucir los aspectos más profundos de la experiencia humana".
     Tal vez el arsenal de técnicas de investigación del periodista típico haya quedado desprovisto de cualidades como el asombro, la empatía, la ternura y la compasión. Estas cualidades internas son la fuente de la luz espiritual moderna, que resplandece sin tregua a pesar de la ceguera del periodismo. Lo que muchos periodistas son incapaces de ver hoy, tal vez se convierta algún día en una gracia que después los maraville.


- D. Patrik Miller, en Columbia Journalism Review

SOLEDAD Por Rafael Serrano Ruiz

Sólo en mi espacio.
Me pesa el silencio.
Busco en mi mente
salir de este estado,
mas nada percibo
que me de consuelo
¿Qué busco?.
Una quimera,
una satisfacción
del alma,
unas frases que
Impresas, llenen,
cubran el vacío,
el inmenso hueco
de tanta soledad
Y allí , en ellas,
Encontrarte

Un gato equivocado - Por Mayte Sempere

Con un gato
enroscado entre las vértebras,
un gato equivocado y casi negro,
ensayo verticales imposibles
sobre una sola pierna.

Cara, tal vez, de acróbata ambulante,
oculto el miedo al suelo
que amenaza
con un contacto violento y poco
deseado. La pértiga reposa.

Volar
sería un remedio equivalente
a salir por la noche
sin sueño en las pestañas:
un triunfo pequeño cuando todo
es demasiado grande
para unos pies que acarician
el filo o lo plano o lo infinito.

Desde su hueco extraño en mi columna
el gato crece y devora el universo
y aún es pequeño
y todavía araña
y maúlla asustado y se equivoca.

TUS VERSOS Por Rafael Serrano Ruiz

Yo amo tu voz
tu pelo
tus gestos….
el ardor que llevas dentro…
las caricias compartidas
reales y vividas.

Amo el hablar de tus manos…
la dulzura de tus besos…
mas…
¿tus versos?..
yo no los quiero.

Quiero tu cuerpo bendito
tu vida, tu plenitud…
tu juventud compartida
a lo largo de los tiempos…
mas…
¿tus versos?...

Quejas de amor..
deseos insatisfechos,
sublimación demagoga
de amor idealizado…

¿Tus versos?...
lánzalos al viento
y ven a mi encuentro.
Yo no quiero tus versos
yo me muero por tus besos…

Melania y Akulania Por León Tolstoi

         Aquel año llegó pronto la Semana Santa. Apenas se había terminado de viajar en trineo, la nieve cubría aún los patios y por la aldea, fluían algunos riachuelos. En un callejón, entre dos patios, se había formado una charca. Dos chiquillas de dos casas distintas una pequeña y la otra un poco mayor se encontraban en la orilla.
Ambas tenían vestidos nuevos: azul, la más pequeña; y amarillo, con dibujos, la mayor. Y las dos llevaban pañuelos rojos en la cabeza. Al salir de misa, corrieron a la charca y, tras enseñarse sus ropas, se habían puesto a jugar. La pequeña quiso entrar en el agua sin quitarse los zapatos; pero la mayor le dijo:
-No hagas eso, Melania; tu madre te va a retar. Me descalzaré; descálzate tú también.
Se quitaron los zapatos, se metieron en la charca y se encaminaron una al encuentro de la otra. A Melania le llegaba el agua hasta los tobillos.
-Esto está muy hondo; tengo miedo, Akulina.
-No te preocupes, la charca no es más profunda en ningún otro sitio. Ven derecho hacia donde estoy. Cuando ya iban juntas, Akulina dijo:
-Ten cuidado, Melania, anda despacio para no salpicarme.
Pero, apenas hubo pronunciado estas palabras, Melania dio un traspié y salpicó el vestidito de su amiga. Y no sólo el vestidito sino también sus ojos y su nariz. Al ver su ropa nueva manchada, Akulina se enojó con Melania y corrió hacia ella, con intención de pegarle.
Melania tuvo miedo; comprendió que había hecho un desaguisado y se precipitó fuera del charco, con la intención de correr hacia su casa. En aquel momento pasaba por allí la madre de Akulina. Al reparar en que su hija tenía el vestido manchado, Le gritó:
-¿Dónde te has puesto así, niña desobediente?
-Ha sido Melania. Me ha salpicado a propósito.
La madre de Akutina agarró a Melania y le propinó un golpe en la cabeza. La pequeña alborotó con sus gritos toda la calle y no tardó en acudir su madre.
-¿Por qué pegas a mi hija?  exclamó, y se puso a discutir con su vecina. Las dos mujeres se insultaron. Los campesinos salieron de sus casas y la gente se aglomeró en la calle. Todos gritaban, pero nadie escuchaba al otro. En la pelea, se empujaron entre sí y ya era inminente una batalla, cuando intervino una vieja, la abuela de Akulina. Se adelantó hacia el grupo de los campesinos y comenzó a suplicarles que se calmasen.
-¿Qué hacen? En un día tan sagrado, deberían regocijarse en vez de pecar de este modo.
Pero nadie hizo caso de la viejecita y poco faltó para que la derribaran. Nada hubiera podido conseguir, a no ser por Akulina y Melania. Mientras las mujeres se peleaban, Akulina había limpiado las manchas del vestido y había salido de nuevo hacia la charca. Tomó una piedra y con ella apartó la tierra para que el agua corriera por la calle. Melania se acercó a ayudarla con una astillita. Así, el agua llegó al sitio en que la anciana trataba de separar a los contendientes. Las niñas venían corriendo a ambos lados del arroyo:
-¡Alcánzala! ¡Melania, alcánzala!  gritaba Akulina. La pequeña no podía replicar, ahogada por la risa. Y las dos niñas siguieron corriendo, divertidas con la astillita que el agua arrastraba.
Llegaron junto a los campesinos. Al verlas, la vieja exclamó, dirigiéndose a estos:
-¡Teman a Dios! Están peleando precisamente por causa de estas dos niñas, cuando ellas se han olvidado de todo hace rato y juegan en amor y compañía. Son más inteligentes que todos ustedes.
Los hombres miraron a las niñas y se avergonzaron de su proceder. Luego, se burlaron de sí mismos y cada cual se volvió a su casa.

«Si no sois como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.»