Pon carne en el caldero,
para alimentar al hombre.
No seas mezquino.
y sirve tu generoso vino
en copas blancas.
Extiende tus manteles
y pon sobre ellos pan sin mancha.
Ahora abre sus ataúdes y aliméntalos
para que vuelvan a la vida sin tardanza.
Dáles de comer a los huesos secos
hasta que la tierra diga “¡Basta!”
Cierra sus tapas, ¡que nadie pase frío!
Recoge tus cosas y ponte en marcha.
¡Cuánto bien que has hecho! ¡Qué justicia
es saciar a los muertos sin pedir nada!
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