sábado, 7 de febrero de 2015

La tejedora puelche - Por Juan Carlos Bustriazo Ortiz

Andaba doña Gregoria el caserío, ofreciendo sus matras. Un día se fue del pago. Los paisanos conservan sus trabajos todavía, llenando con sus
colores los humildes recintos de los ranchos...

Aquí viene llegando
la tejedora puelche,
la que tejía sus matras
lo mismo que su suerte.

Venía siempre al pueblo
en busca de la gente,
saliendo de la tarde
como una chilca verde.

Llegaba despacito,
subiendo desde el este,
allá, donde el río seco
se junta con la muerte.

Chamal rojizo y verde,
color que trae la suerte.
¡Ay, tejedora puelche!
tu sombra siempre vuelve.

Hoy suben de la tierra
tus raíces silvestres,
los vivos colorinches
de tus lanas alegres.

Loco el viento de junio
castiga, pardo y fuerte,
con tus matras yo tengo
la sola patria puelche.

Y aquí te dejo viva
memoria del Oeste,
derramada en mi canto
como un río ferviente.

Chamal rojizo y verde,
color que trae la suerte.
¡Ay, tejedora puelche!
tu sombra siempre vuelve.

A CÉSAR, DE DIEZ AÑOS Por Baldomero Fernández Moreno

De veras que no sé qué hacer contigo,
oh César, hasta ayer blanda pelusa.
Llena de rebelión está tu blusa,
y aunque no quieras ya eres mi enemigo.

Alzo la voz, levanto el dedo y digo
esto y lo otro, en fin, lo que se usa...
¡Si hasta te inspira ya contraria musa
y, a tu padre, prefieres a tu amigo!

En medio del hogar roja amapola,
sangre argentina y gala y española,
no seré yo quien tire de tu brida.

Sencillamente me pondré a tu lado,
te enseñaré a ser limpio y ordenado,
y lo demás te lo dará la vida.

Inevitable…todo vuelve Por María Itza

Es vana la inquietud y es inútil la fuga
¡se muere! ¡ se muere el tiempo en amarillas rosas
en rojas amapolas secas!
Llueve desde los árboles un gotear de hojas muertas
los pinos de anchas copas las contemplan
estiran más y más sus ramas
para atrapar alguna en una espina
y fingirla corola entre las hojas verdes
Corre el viento arreando su rebaño
de pájaros con alas recortadas
y de resecas lágrimas
el abismo atrae las hojas desbordadas
Se las lleva..
¿dónde van a morir? ¿ en dónde mueren
los pedazos perdidos de los árboles?
Una hoja se desangra en la vereda
queda quieta y deshecha
Y forma tierra gris con sus despojos
Así será la muerte y será vida
hasta que el mundo diga basta
O hasta que broten ramas y hojas nuevas
Por eso no me extraño y te repito:
es vana la inquietud pues todo vuelve
como vuelve la vida….como vuelve la muerte.

El viejo Quintín, “intruso” Por Juan Carlos Bustriazo Ortiz

Después de lunas y lunas,
lo quieren sacar del campo.
Hoy lo he visto, cobre antiguo,
tierra y temblor, sueño amargo.

Allí está su sombra india
casi tocando la ausencia,
como si fuera a quedarse
ahí mismo, sobre la hierba.

“Hace años que trabajamos
este campito nomás...
Me dicen que soy intruso
y que me debo marchar...”

Casi nunca viene al pueblo,
su sangre apenas lo lleva,
y en sus ojos hace tiempo
que anda rondando la niebla.

Tener que irse y tan solo...
La tierra tiene otro dueño.
Don Quintín, cómo decirte
que los intrusos son ellos!

“Hace años que trabajamos
este campito nomás...
Me dicen que soy intruso
y que me debo marchar...”

MI VIDA Y YO Por Ana María Broglio

Aquí estamos, las dos, mano con mano,
atravesando el páramo, curtidas,
buscando de alcanzar en lo lejano
la utopía que sana las heridas.
Andar el derrotero cotidiano,
entusiastas, alegres, sorprendidas
del misterio del mundo y de lo humano.
Desde el primer momento, siempre unidas,
luchando por llegar donde el destino
nos tiene preparado no sé qué.
Pura inercia, razones culturales
que nos hacen seguir por el camino.
Nos tiene preparado no se qué,
mi vida y yo, tan simples, tan casuales.

Lluvia en Las Pirquitas Por Francisco Madariaga

A Leonardo Martínez

Va a seguir siendo mía la lluvia cuando yo muera,
todo va a seguir siendo mío,
el trueno conservará intacto su sonido casi negro
y el árbol a orillas del corral gozará con ese trueno,
mientras el olor a presencia de la tierra en la lluvia
será el mismo olor de mi ausencia.
Así le sucede y le sucederá a todo lo que es pertenencia del planeta.
Entonces, a no gemir, mi lejano palmar cuando yo muera,
porque somos un pormenor de presencia de lo inmortal.

Su ataúd es la alborada Por Francisco Madariaga

El tiempo arrasará todas las rosas:
las florecidas,
las heridas,
las que tienen los labios del verano
como cortaderas carmesíes,
pero volverá el amor de las recolectoras de las rosas,
y la caridad encendida del color del horizonte,
donde se prenden las lámparas de las palmeras al paso
del ferrocarril,
oloroso de ciudades y de esteros.
Pasa el entierro del cuerpo de un sueño,
pero su ataúd es la alborada.

La Estación Por Raúl González Tuñón

Cuando todos estén dormidos
así como mi amante muerta,
quitaré la tranca a la puerta
y saldré a la noche sin ruido.

El gendarme ya se habrá ido
y nadie me pedirá cuenta
del hermoso tiempo perdido.

Indicará la hora suprema
el señalero enloquecido
una luz verde, una luz roja,
-quien guíe el tren será el Destino.

Cuando todos estén dormidos
y se amen las ratas fugaces,
habré partido, habré partido.