sábado, 16 de enero de 2016

Una triste historia. Por Luis Bunbury.

I

Y de la nada la vi llegar.
Por la angosta puerta del hospital psiquiátrico, supuse que venía a visitar a alguien, ya que ninguno de mis compañeros llegaron por voluntad propia, ni con tan buen aspecto.
Llegó directamente con Oscar, el recepcionista, a preguntar por un paciente, y esperó sentada allí, leyendo un extraño libro verde.
Poco después, Oscar regresó con sus pertenencias y le entregó un CD con una carátula de rosales, parecida a la que pinté poco antes de entrar aquí, y en letras grandes "Cabaret".
¡Ya recuerdo!, eran las pertenencias del paciente 204, murió hace una semana, y ella fue a recoger sus cosas.
Espero que la próxima vez no llegue tan tarde, ya que el 204 era yo.
Ahora la veo frecuentemente por aquí escuchando aquel melancólico Cabaret, mientras yo intento recordar su nombre y todos esos preciados momentos junto a ella.

II

Hoy la vi llegar desde muy temprano, quizás, fuera porqué se refugiaba de la lluvia de afuera.
Otra razón pudiera ser la fiesta en la otra calle, ese tipo de eventos no le agradaban.
Parecía que ella sabía que yo estaba ahí, y quería que me quedara con un recuerdo de ella, y en gran parte era música.
Ya que a través de ella nos podíamos comunicar.
Música en la que me podía decir lo que no pudo decir antes.
-Quisiera que vivieras y escucharas conmigo estas melodías.
No había oído nunca tanta tristeza en una persona.
Sólo espero que me sepa perdonar.

III

Hoy la he vuelto a ver.
No sé exactamente por qué sigo aquí si me puedo ir cuando quiera, tal vez, la razón aún sea recordar quien era ella.
La veía caminar por los pasillos por los que yo antes solía hacerlo.
Así, hasta que una lágrima salió y recorrió toda su cara.
-¿Porqué te has ido así tan de repente? No sabes lo que siento ahora.
Para entonces no sabía que yo podía llorar, y al parecer me escuchó y escribió una nota antes de quedarse dormida.
"Si pudieras regresar. ¿Lo harías por mí?"
Y aún dormida yo te escribí también.

"Por ti haría todo lo que tu me pidieras, pero aún no puedo, aunque de verdad lo quiera"

Concurso Literario de la EP Nª 13 “Llegó la hora de escribir un cuento” Mención: “Una personalidad me esconde” por Emilia Netcoff

   Realmente yo creía que ellas eran superiores a mí .Se trataba de unas chicas extrañas que no se si existían, eran muy particulares, bastante presumidas, a mi gustó eran  chicas muy bonitas, que se lucían demasiado. En la escuela se sentía una sensación de desprecio o exclusión. ¿Son mejores? Me pregunté. Empecé a lucir como vestían hablar como lo hacían y finalmente así, podría sentirme diferente, ESPECIAL…
    Las cosas parecían ir muy bien, empecé a comunicarme con otras personas ; desde aquel punto de vista sentía más atención,  más protagonismo .Además se sentía bastante bien, no sé si era lo que yo mas deseaba pero seguro podía estar mucho tiempo así.-¡Guau! era algo grande aquello que me ocurría -.
   Una noche de esos largos e intensos días, me puse a pensar en mi cuarto, cómo era mi vida anteriormente, si me dolía haber dejado parte de mi vida y si deseaba recuperarla.
  Al día siguiente en la escuela, me sentí algo incómoda, porque una de las chicas con las que comencé a reunirme, hablaba de temas y personas que yo ni por casualidad conocía. Me fui a in banco sola e hice mi tarea. La maestra se preocupó y en el recreo se sentó a mi lado y me preguntó -¿Estás bien?-                -Sí- le respondí con toda mi energía para que no se dé cuenta de nada. Se quedó un rato a mi lado y no me pude resistir le dije todo lo que me estaba pasando, que había decidido cambiar mi personalidad, que empecé a amigarme con las chicas más populares y sobre el final le hice una simple pregunta…-¿Señorita usted podría ayudarme?-.Me miró con cara de preocupada y se retiró.
-Creo que algo falló- Me dije. Deseaba conocer, entender y remendar mi error. Pero no me conformé al saber que en la vida no se vuelve el tiempo atrás.
  No dormí en toda la noche tratando de encontrar una solución .Mientras pensaba en los buenos momentos con mis “anteriores” amigas se me ocurrió una fácil y brillante idea; lo que debía hacer era pensar detenidamente en cómo era yo, mi estilo, mi forma de ser, y demás, y después de realizar todo ese pensamiento; recuperar mis amistades también era parte del plan.
 Una de mis mejores amigas era Catalina que se sentaba a la derecha del banco de atrás .En el recreo aproveché y me senté junto a ella, hablamos nos reímos y disfruté como nunca ese momento.
 Cuando quise cumplir por partes mi plan, era como cargar una piedra menos. Comprendí que debía ser yo misma, de aquella manera iba a triunfar, de verdad.
  Al día siguiente la maestra se acercó a mí y emprendió su “proyecto” “ayudar a esta alumna”. Creí que ya no era necesario así que le dije  Gracias seño pero ya resolví el asunto, igual si usted quiere puedo aceptar un consejo -. Ella contestó firme  Está bien comprendo-. Culminó diciéndome que me esfuerce buscando mi gran felicidad, y así fue, todo volvió a la normalidad, salvo que yo esta vez aprendí una gran lección, yo soy como soy y así debo ser siempre, sin defectos que me decepcionen…

Escuela Secundaria Nº 3 “Carmelo Sánchez” - Concurso literario “Contate un Cuento VIII” Mención de Honor de la Categoría B: Marina Barrio alumna de 3º año de la E.S.Nº 3 “Carmelo Sánchez”

El secreto mejor guardado

       Sí, era yo. Esa nena tímida que no hablaba con nadie, no reía y apenas levantaba la mano en clase. Esa nena a la que los compañeros la miraban con cara de burla como diciendo: “jajaja que chica rara”. Y sí…lo decían porque yo los escuchaba en los pasillos del colegio como hablaban de mí , pero ellos no sabían la razón de mis actitudes.
Yo sólo era una inocente adolescente a la que le costaba mucho socializar y hacer amigos. No practicaba ningún deporte y tenía muy buenas notas en el colegio,  sólo porque me la pasaba todo el día encerrada estudiando. Tampoco tenía alguna amiga con quien compartir cosas; sólo mi perro chispita. Él era el único que me entendía y me acompañaba cuando me sentía mal.
En mi infancia la  pase muy mal y a eso quería llegar porque acá es donde comienza la historia.
Cuando era chica me encantaba escribir y era la única manera de liberarme de todos aquellos horrores que me sucedían día tras día y que no sabía cómo sacarme de encima. Mi vida era un calvario.
 Tenía una familia pequeña formada por mi mamá, mi abuelo y mi incondicional perro: Chispita. De mi papá nunca supe nada, sólo  que nos abandonó a mi mamá y a mí cuando  tenía dos años. Por eso, mi madre tuvo que ocupar el rol de padre y madre y las cosas empezaron a empeorar porque ella tenía que trabajar doble turno para alimentarnos a los tres.
Con un padre ausente y con una mamá trabajando todo el día, prácticamente me crió  mi abuelo .La mayor parte del día la pasaba con él. Me despertaba, me daba de comer y me llevaba al jardín. Luego me pasaba a buscar, íbamos a la plaza un rato y de ahí derecho a casa. Poco a poco mi abuelo comenzó a envejecer y yo a volverme cada vez más señorita y decidí no ir más a la plaza por eso directamente nos íbamos para casa.
Una tarde, luego del colegio  estaba jugando con Chispi cuando mi abuelo comenzó a acariciarme de una manera que nunca lo había hecho antes.   Comencé a sentir actitudes raras de parte de él hasta que en un momento me lanzó contra la pared y me obligó a sacarme la ropa. Era una nena inocente y sin fuerzas y no supe cómo defenderme por eso tuve que ceder ante su pedido. Fue en ese momento cuando sufrí la primera violación.
No sabía qué hacer ni con quién hablar. Lo único que hice fue escribirlo en mi libreta. Cuando mi madre volvía de trabajar todo seguía normal hasta que llegaba el momento de cenar. Tal era mi trauma que decidía no comer y a mi mamá le parecía raro este cambio de actitud. Sentía vergüenza y miedo y no pude decirle nada.
Todos día pasaba por la misma historia hasta que se hizo costumbre. Día tras día sufría cosas que no tenía por qué vivir y fui creciendo con esta horrible situación que me acompañó gran parte de mi adolescencia. Un trauma que no podía sacarme de encima, que repercutía mucho en mí, un trauma que no sabía con quién charlarlo ni cómo hacer para parar esta pesadilla. Lo único que hacía para sentirme un poco mejor era volcar en mi libreta lo que me pasaba todos los días y llorar la mayor parte de las noches junto a mi gran compañero Chispi.  Él era al único que le contaba todo. Aunque los perros no hablen ni nada, él me entendía y me acompañaba cuando más lo necesitaba.
Tuve que aprender a vivir en este calvario hasta que un día fueron al colegio un grupo de psicólogas a dar una charla sobre violencia de género, abusos sexuales y adicciones. Eso fue una revelación: ahí la cabeza me dio un giro completo y pude por fin abrirme y contar lo que me pasaba .Cuando la charla terminó le pedí el número de teléfono a una de las psicólogas y por la tarde, cuando mi mamá no estaba y mi abuelo había salido a hacer unas compras, decidí llamarla para que me ayudasen a denunciarlo. Esa misma tarde, cuando estaba en medio de la conversación telefónica llegó él, el abusivo y degenerado, mi abuelo y me oyó contarlo todo. Automáticamente perdí el control de mi cuerpo y lo único que recuerdo es que me desmayé. Cuando me desperté estaba tirada en el piso atada de manos y pies. Lo primero que hice fue gritar y de repente apareció mi abuelo con una cuchilla en la mano amenazándome. Decía que iba a matarme si abría la boca. Yo ya estaba acostumbrada a los abusos por eso actué con mucha calma y lo único que hice fue rogarle que no me hiciera más daño. Permanecí un largo rato atada escuchando sus amenazas e insultos hasta que no sé si por compasión o por qué motivo decidió soltarme. En ese momento fue cuando di mi golpe de venganza. Con la misma cuchilla con la que él pretendía matarme le di tres puñaladas en el estómago hasta dejarlo sin vida.
La verdad es que no sé de dónde saqué el coraje para hacer semejante barbaridad, sin embargo creo  que después de tantos años viviendo lo mismo ya era hora de que todo terminara. Claro que no fue la mejor decisión, pero era elegir entre mi vida o la suya. Muy nerviosa y con los ojos llenos de lágrimas, limpié la cuchilla y la enterré en un lugar donde nunca nadie la podría encontrar.
De repente escuché ruidos afuera y la puerta se abrió bruscamente…era la policía. Habían venido a mi casa porque una vecina escuchó mis gritos y los llamó inmediatamente. Los policías me hicieron un interrogatorio de lo que había pasado: mentí. Les dije que habían entrado unos ladrones con capuchas a los que no les pude ver la cara, que nos pidieron dinero y no teníamos que darles por eso habían matado a mi abuelo y que cuando escucharon los portazos salieron por el paredón del fondo sin dejar rastros de su accionar.
Mi historia resultó creíble. Aunque trataron de buscar huellas no encontraron nada y poco a poco el asesinato fue quedando en un recuerdo que sólo aparecía en las hojas de mi tan preciada libreta.
Cuando cumplí mis quince pude hacer una fiesta soñada con amigos verdaderos y el recuerdo de mi compañero chispita, a quien actualmente no olvido. Luego de mi cumpleaños le pedí a mi mamá que nos mudásemos a un departamento. Yo no toleraba los horribles momentos vividos ahí y a ella le resultaba doloroso vivir en “la escena del crimen”.  Estábamos mejor económicamente ya que había conseguido un muy buen trabajo.
Y ahora sí, ya estoy totalmente renovada con mi grupo de amigas y hasta mi novio, se podría decir que una buena vida me espera, por ello decidí por fin volcar mi historia en hojas grandes y dejar mi libreta de lado, mi historia se mantenía en secreto. Era hora de liberarme totalmente de semejante pesar. Ya me había liberado de mi abuelo y sólo faltaba esto para sentirme libre. Además ya estoy en mi último año de Secundaria y voy a estudiar Psicología. Es más, ya armé un grupo de autoayuda para todas aquellas chicas que sufren o sufrieron lo que en algún momento me tocó vivir a mí, lo cual es algo que verdaderamente y con una mano en el corazón no se lo deseo a nadie. Lo único que deseo es que cada una se libere de todo aquello que tanto le pesa. Es la única manera de seguir adelante. Por el momento, la verdad de la muerte de mi abuelo no la puedo (ni tampoco la quiero) confesar. Quizás algún día me sienta preparada, pero no ahora.

Escuela Secundaria Nº 3 “Carmelo Sánchez” - Concurso literario “Contate un Cuento VIII” Mención de Honor de la Categoría A: Juan Bautista Galello alumno 1º año de Colegio Santa Rosa de Lima

EL NIÑO QUE SOÑABA SER DIFERENTE


  Pedro era un niño muy humilde. Era el menor de siete hermanos nacidos en una familia con muy poca educación y ningún interés de progresar. Su padre junto a sus seis hermanos hacían changas cuando se les daba la oportunidad y cuando no, salían a robar para subsistir. Él, con tan solo seis años veía muy mal lo que hacían y más de una vez les cuestionaba por qué no trataban de conseguir un trabajos dignos. Lamentablemente, como respuesta recibía golpes y burlas. Llegó un día en el que no soportó más los malos tratos recibidos y se dirigió a pedir ayuda a una comisaría. Su mamá, en lugar de defenderlo, como tenía mucho  miedo, callaba y no hacía nada para ayudarlo. Cuando fue a la comisaría se encontró con que se negaron a tomarle la denuncia, más tarde entendería por qué, y hasta se reían de él. Pedro lloró en forma desconsolada. No sabía qué hacer. Al llegar a su casa vio que el policía que lo había atendido salía de allí riéndose con su padre y el mundo se le derrumbó; pensó: "ahora me van a castigar", y así fue, su padre lo estaba esperando enojadísimo y una vez más lo golpeó. Ya desilusionado de todo decidió no hablar más y no volver a confiar en nadie. Se volvió un niño callado y muy triste.   
 Un día, jugando en la plaza, conoció a un nene de su edad llamado Simón. Este niño provenía de una familia de clase media, sus papás trabajaban mucho para vivir y estaba creciendo en un ámbito de muchísimo amor y cariño. Por supuesto que Pedro no le contó nada sobre su vida ya que no confiaba en nadie. Solo jugaban, se reían y se divertían juntos. Para él era una hermosa compañía y casi todos los días se encontraban en la plaza del barrio. 
 Una tarde, Pedro se cayó del tobogán y se golpeó fuertemente la espalda. María, la mamá de Simón que estaba en la plaza lo ayudó a levantarse y quiso verle el golpe en la espalda, pero Pedro se negó y salió corriendo para su casa llorando ,no quería que le preguntase por los moretones que tenía. Esta actitud le resultó muy sospechosa a la mamá de Simón, quien se quedó muy preocupada pero no sabía ni dónde vivía Pedro y  por lo tanto no podía ir a hablar con la mamá y averiguar cómo estaba. Durante varias tardes Pedro no fue a la plaza y la mamá de Simón cada día estaba más preocupada y Simón, que extrañaba mucho a su amigo le pedía por favor que averiguara dónde vivía para ir a buscarlo. Esto era imposible ya que Pedro siempre estaba solito y no tenía a quien preguntarle
.Una tarde cálida de primavera, para la alegría de Simón y su mamá, Pedro volvió a la placita. Allí María comenzó a charlar con él y con mucho amor y cariño logró que por fin este confiara en ella. Por primera vez, luego de mucho tiempo, Pedro se animó a contarle su historia. Lloraron juntos, también Simón se entristeció mucho y prometieron ayudarlo. No fue fácil probar en la justicia que la familia de Pedro no era la indicada para educar a un niño, fueron necesarios muchos trámites y pruebas de los golpes que había recibido el niño y de la mala vida que llevaban, hasta que lograron que un Juez ordenara que Pedro fuera a un instituto de menores para proteger su buena salud física y mental. Igualmente Pedro seguía triste, él quería una familia de verdad que le diera cariño, amor y lo ayudara a ser una persona de bien. .María y  Simón lo visitaban siempre y notaron que Pedro aún tenía la tristeza marcada a fuego en su rostro. Decidieron hablar con Matías, el papá de Simón, para poder adoptar al niño y llevarlo a vivir con ellos. Matías, que tenía un gran corazón, estuvo de acuerdo y comenzaron los trámites de adopción. Todo salió bien y Pedro comenzó a formar parte de esa hermosa familia. Ahora sí era un niño feliz y sonreía todo el día. Empezó el colegio, era muy estudioso e inteligente. Los años pasaron y Pedro se convirtió en un hombre, terminó sus estudios universitarios  logrando el título de "Médico". 
El sueño de tener una verdadera familia y convertirse en un hombre de bien se hizo realidad. El siempre lo deseó de corazón y si bien en un momento de su vida había estado a punto de bajar los brazos, gracias a esta hermosa familia volvió a confiar y logró sus objetivos. Ya siendo médico salvó la vida de varios niños que iban a su consulta y él descubría que estaban recibiendo malos tratos de parte de sus propias familias. Ese fue el objetivo primordial que tuvo cuando eligió la carrera de medicina: "salvar niños de los malos tratos de su propia familia". Quién mejor que él para lograr que los niños hablaran  y contaran sus verdaderas historias. Él lo había vivido en carne propia y se daba cuenta rápidamente cuando estaba ante un niño golpeado. 

Un día, cuando estaba de guardia, llegó al hospital uno de sus hermanos de sangre, mal herido por una bala en una pierna. Ni bien lo vio le pasó por su mente esa parte triste y dolorosa de su infancia y le dijo: “Por qué en lugar de pegarme cuando les dije que trabajaran no me escucharon. Vos elegiste este destino tan miserable, gracias a Dios yo elegí otra vida y mirá qué diferencia que hay entre vos y yo”. Su hermano lloró, le pidió perdón y le rogó que lo curara.  “Por supuesto que te voy a curar, para eso estudié, lo único que te pido es que cambies tu vida antes de llegar con una bala en el corazón, porque ahí sí que no voy a poder hacer nada por vos”, le respondió y luego de esto decidió perdonar a su familia de sangre y se dirigió a su casa de la niñez a verlos y decirles que cuenten con él si lo necesitan, pero siempre y cuando decidan tener esa vida digna que él les pedía cuando era un niño .Si lo hubieran escuchado a tiempo.