sábado, 26 de mayo de 2018

Dejaré un poema sobre tu cintura Por Manuel Díaz García

Dejaré un poema sobre tu cintura
que te hable y te cuente lo que siento,
que te duerma y acaricie, te dé aliento,
y sea un fiel aliado de tu alma pura.
Dejaré en tu boca un verso, criatura,
que te enseñe el amor y el sentimiento
de un corazón, honesto como el viento,
que no se debilita y sin fisuras.
Posaré a tus pies toda mi poesía
dejando mi pecho al descubierto,
te entregaré mi alma, vida mía.
Que el poeta sin musa nada es, cierto,
lo que soy te debo, mi sol, mi alegría
pues llegaste a mí cuando estaba muerto.

POEMA DE LA BATALLA(fragmento de un poema de Ch’u Yuan 332-295 a.C.)

Empuñamos nuestros venablos de batalla; vestimos nuestros escudos de cuero,
Los ejes de nuestros carros se tocan:
Nuestras cortas espadas se encuentran.
Los estandartes oscurecen el sol. Los enemigos se amontonan como nubes.
Las flechas caen sin cesar; los guerreros arremeten.
Amenazan nuestra formación; quiebran nuestra línea.
El caballo izquierdo del carro ha muerto; el de la derecha está herido.
Los caballos caídos bloquean nuestras ruedas; ¡estorban a los caballos del yugo!
Toman sus palillos de jade; golpean los sonoros tambores.
El cielo decreta su caída; los temibles Poderes están coléricos.
Todos los guerreros  están muertos; yacen en el campo de brezos
Salieron pero no entrarán; se fueron pero no regresarán.
Las llanuras son planas y espinosas:, el camino al hogar es largo.
Las espadas yacen a los costados; los arcos negros, en las manos.
Aunque sus miembros fueron destrozados, sus corazones no pudieron ser contenidos.
Eran más que valientes;  estaban inspirados por el espíritu de "WU"
Firmes hasta el final, no pudieron ser intimidados.
Sus cuerpos fueron desfigurados, pero sus almas conquistaron la Inmortalidad.
Capitanes entre las huestes, héroes entre los muertos.

Aquel niño, aquel libro - Por Ezequiel Feito

... y como le venía diciendo, las mañanas de otoño, especialmente cuando no entra nadie a la biblioteca, son particularmente extrañas. Es ahí donde usted ve a la mayoría de las personas melancólicas que hay en este pueblo, buscar los más grises y olvidados libros que hay en los largos anaqueles para llevárselos al falso mutismo de las mesas o simplemente a la relativa soledad del banco de una plaza.
Cuando los llevan tiene una cara y cuando los devuelven, otra. Es notable la influencia que ejercen los muertos sobre los vivos. ¿De qué libros hablo? No puedo recordarlos; en todos estos años vi pasar cientos y cientos de personas. Algunas veces los anotaba, otras no, porque a los que los leían aquí ni siquiera les miraba el libro. Pero vea, hay un caso. Un solo caso en estos 40 años que aún recuerdo como si fuera hoy, y que quizás usted, que es curioso y gusta de estudiar la conducta humana, le va a interesar.
En una mañana de abril de 19.., mientras tratada de encender el viejo calefactor  de la biblioteca de la Escuela N° 1, como a la hora del recreo entró un chico. Venía solo y con el guardapolvo impecable, por lo que me pareció que había logrado desertar de toda compañía humana para finalmente refugiarse en la monotonía de una biblioteca. Me preguntó por un libro, le indiqué dónde estaba, lo encontró y lo leyó hasta bien pasado el recreo, cuando la señorita vino a buscarlo como si se hubiera fugado de Treblinka o la ESMA.
Creo que el pobre ni se había dado cuenta de que hacía mucho rato todo había terminado, así que, como despidiéndose de alguien, dejó el libro en la mesa y lentamente fue hacia el aula.
Me levanté para poner en el libro en su lugar y allí pude leer el título: “Alicia a través del espejo”. Curioso libro para un niño pensé-. Lo hojeé, miré las ilustraciones y lo volví a dejar en su lugar.
No se apure a decirme nada que recién empieza el relato. Cuando lo termine, pregúnteme lo que quiera.
Como le decía, a partir de allí, casi todos los recreos venía a leerlo. A veces le convidaba un mate, medio como para preguntarle por qué no leía otro o por qué no se lo llevaba a su casa.
- Es por Alicia, ¿sabe? Todavía soy muy chico como para llevarla a casa.
Me lo dijo tan seriamente como si se tratase de alguien muy querido. Tomó el mate y se sentó a leer. Pasaba las hojas tan lentamente que más que lectura parecía un diálogo sólo interrumpido por la inefable maestra que lo llevaba a la terrible realidad del aula.
¿Cómo se llamaba el chico? Creo que Bruno, pero en realidad no estoy muy seguro. Luego que finalizaron las clases, en diciembre, mientras estaba ordenando un catálogo, vino y me pidió si podía leer un poco más.
-¿Todavía no lo terminaste?  la pregunta era obvia.
-Todo lleva tiempo, las cosas apuradas salen mal.  me contestó, muy seguro de lo que decía. Y por primera vez vi una larga sonrisa de felicidad en su cara.
Lo dejé estar hasta que me fui. Supe que había pasado de grado y que seguramente cambiaría de turno, por lo que no lo volvería a ver. Y así pasó, pero no dejaba de preguntar por él de vez en cuando. La de la mañana me dijo que siguió yendo todos los recreos hasta que fue al secundario.
Pasaron algunos años y yo ya estaba por las últimas en eso de jubilarme, cuando de repente Bruno abrió la puerta. Vestía de manera elegante aunque algo pasado de moda observé-, pero seguía tan educado y alegre como aquel niño que conocí.
-¿Está en el mismo lugar? me preguntó-
-Creo que sí; los de ese sector no los toca nadie, ni siquiera las maestras  reí.
-¡Tanto mejor!
Y recorrió el estante hasta que dijo: “¡Aquí está!”
Se sentó, comenzó a leerlo atentamente, levantó la vista y me dijo:
-Ahora soy grande, ¿me entiende? Elegí un lugar, y el mejor es éste.
Asentí con una sonrisa de compromiso, pero en realidad no sabía bien de qué me hablaba.
Me levanté para poner la pava y convidarle unos mates, no sin antes tener la precaución de cerrar la puerta con llave. La directora, ¿sabe?
No creo haberlo dejado más que unos pocos minutos porque cuando volví con el agua había desaparecido.
El libro estaba aún allí, sobre la mesa. Le pregunté a la portera si le había abierto la puerta a alguien y me contestó que no. Recordé que yo mismo cerré la biblioteca.
No pregunté más sobre él. Un sol en caleidoscopio entraba por las amplias y altas ventanas. Sus últimas luces iluminaban las gastadas mesas cuando, luego del último mate, llevé la pava a la cocina. Finalmente tomé el libro y sin siquiera abrirlo, lo puse lentamente en el estante y, dejando todo como estaba, me retiré lentamente del lugar como lo haría de una iglesia.
¿El libro? Estoy seguro que aún sigue en el mismo lugar donde lo dejé.

Sentencias

“Quienes leen libros pero no ven la sabiduría de los sabios son esclavos de la letra. Quienes trabajan en oficinas públicas y no aman a la gente son ladrones que roban el salario. Quienes enseñan pero no practican lo que enseñan son meros charlatanes. Quienes intentan hacer un trabajo con éxito sin considerar el desarrollo del carácter lo encontrarán sin sustancia.” 

(Huanchu Daoren - Hong Yingming- Pensador chino de los S. XVI-XVII)

Cenar con la vida Por Marmara Gila Justicia

Esta noche...
cenaras con la vida,
esa vida que te pasa silbando,
recitando fragmentos, dormida.
Esta noche...
será tu sueño el más romántico,
el protagonista viajero
que se ausentara sin prisa
Esta noche...
vaciaras de frío tu sonrisa
y serás la luna acariciada
por la luz del sol,
del nuevo día.

Palabras de luz Por Esteban Cabrejas Martín

En oro y plata fundidos
se visten de luz -tu luz,
mi luz- los campos de la infancia.
De requiebros y silencios
se hacen noche y alba los ojos
como una promesa, sí, como
una oración de estrellas
y dulzura entre los labios.
Como lo que quiso ser y no fue,
como lo que tú en mí eres
y en las páginas de un libro deja
palabras apenas pronunciadas, luz.
Palabras de luz, palabras.

sábado, 19 de mayo de 2018

La sonrisa de la reina (del libro “China, una civilización milenaria” de Leonard Cottrell

       El episodio más romántico descrito por los cronistas chinos es el referido a una mujer, la favorita del Emperador Wu, "el tenebroso". Wu estaba enamorado de esta hermosa doncella, pero era incapaz de satisfacer sus caprichos. Ella gozaba con el sonido de la seda al desgarrarse, y para gratificar sus fantasías, Wu ordenó que se trajeran piezas del precioso producto y se mutilaran delante de ella. Sin embargo, aun así no sonreía, ni siquiera para su amante. Finalmente, el Emperador, loco de amor, buscaba un recurso que le ganara el favor de la doncella. En la época en que los Hsiung-nu, los bárbaros del norte, amenazaban a los estados Chinos, se acostumbraba encender antorchas para convocar a los señores feudales y a sus ejércitos. La concubina del Emperador lo persuadió de que diera la orden para encender los fuegos, así ella podría divertirse.
A través de toda China, desde Huang-ho hasta el Yangtze, desde la costa marítima hasta las estepas de Ordos, los centinelas trasmitieron a sus señores las señales de las antorchas. Los campesinos, levantándose de sus lechos, empuñaron  sus armas y marcharon al encuentro de sus batallones. Los jóvenes valientes se armaron también y partieron entre adioses. Se sacaron los caballos de los establos, rodaron los carros y se pulieron las monturas. Cuando la luz del amanecer iluminó las cimas de las montañas y se hicieron difusas las brillantes antorchas, decenas de miles de guerreros se hallaban en camino, marchando bajo sus estandartes de seda hacia la capital del Emperador, listos para presentar batalla a los temibles Plsiungnu, que si no eran sojuzgados, cruzarían la frontera débilmente defendida como una inundación devastadora.
Pero cuando llegaron a la ciudad capital, y los líderes se presentaron ante Wu, sólo vieron un soberano disipado con el brazo alrededor de su concubina. Y cuando ella, al informarles que la convocatoria real no era sino una broma real, vio la expresión en sus caras, rió por primera vez en su vida.
Y por última vez. Porque no demasiado tiempo después, cuando el padre de la legítima reina aspiró al trono de Chou e hizo alianza con los "Demonios" las antorchas se encendieron otra vez. Pero esta vez nadie marchó en ayuda del Emperador. Los Hsiung-nu se lanzaron a través de la frontera, destruyeron la capital del Emperador, lo asesinaron y arrastraron fuera de su harén. Fue así que, como expresó un poeta chino, "la sonrisa de la Belleza derrocó un Imperio."

“Contate un cuento X” Mención de honor categoría D: Pi - Por Camila Wanda Landeyro de Lobería

            En el común exponente de las personas, toda tristeza tiene un principio y fin, pero la de Juana era infinita, empezaba en Marcos y se extendía hacia otra dimensión, a la cual nadie la había podido llegar a conocer. El amor, la ausencia, el dolor y la soledad envolvieron su vida, su juventud, su hogar.
  El misterio que Juana guardaba en su mirada, era que ella ya no podría ser feliz, por más alegre que fuese el momento, por más bien que ella se sintiese consigo misma o con la vida, puesto que la opacaba el recordatorio de que faltaba la mano de él cuando llovía por las noches, o cuando su llamado era atendido por el contestador automático de Marcos. 
  La vieja costumbre de esperarlo a cenar, de poner dos platos en la mesa y dos tazas de café por las mañanas, de comprar mayonesa y aceite de oliva, era un acto no consciente casi mecánico, pero cuya mirada se silenciaba al ver que al llegar la noche, la taza de café yacía sobre la mesa fría e intacta, sin un centímetro cúbico menos.
  La voz de la señora Martínez gritándole a su marido que se levantara, era el indicio de que eran las 9 am de un nuevo día. Como era feriado no necesitaba un desayuno redundante, por eso Juana prefirió prepararse unos mates. Cuando se dirigía a cambiarse, leyó un mensaje en su teléfono que decía: “en un rato voy”, era su amiga Mariana.
A los minutos tocaron el timbre.
-Juana venía a invitarte para salir a la noche. Ponete linda, esta noche es nuestra.
-Supuse que tu visita no iba a ser solo para charlar y tomar mate.
-¡Tenes que salir! ¿Hace cuánto que no lo haces?
-Hace tiempo, pero hoy no tengo ganas.
-Juana un día vas a tener que superar toda esta situación, Marcos ya no está.
-Vos me hablas en serio ¿Superarlo? Como si él hubiera sido una desgracia en mi vida.
- ¿Qué, no lo fue? Sos joven, exitosa y un día feriado preferís encerrarte en tu casa a ver televisión, como si fueses una vieja. Aunque pensándolo bien si estuvieses en la época de la longevidad, tal vez un bingo o un partido de canasta te tentaría a salir.
-No lo podes entender Mariana, lo mío no fue una relación de las cuales vos estas acostumbrada, donde vos rompes porque tardan dos minutos en responderte un estúpido mensaje o porque se olvidan de una fecha especial o de que remera usaste la primera cita. ¿Sabes cuál es tu problema? Vos esperas a alguien perfecto, yo en cambio me enamoré de él por ser un hombre real, con todo lo malo y lo bueno. - -Dejame de joder, vos no vas a entender.
-Sos la misma cerrada de siempre. Además, ni que hubieran sido la pareja perfecta. Él tenía un carácter tan especial…
-Haceme el favor de irte, hoy, justo hoy no tengo humor para idioteces.
-Yo soy tu amiga…
-Pero no tenes el derecho a opinar sobre mi vida, sobre mi relación, sobre lo que yo soy y deseo ser, andate.
-Está bien, pero sigue en pie la invitación.
Juana se tiró sobre la puerta, cerró con llave, suspiró y miró hacia el techo (ella ya sabía que mancha mirar cuando su cabeza hervía de bronca). Abrió el botiquín sacando una aspirina, eso siempre le calmaba el dolor de cabeza junto con un buen tema de rock nacional. Prendió la radio y comenzó a sonar Corazón delator.
Hacia exactamente dos años que él había fallecido, y acostumbrarse a la idea de haberlo perdido era un ejercicio que debía de realizar todos los días. Cuando fue el día del funeral, todos la miraban y por debajo del beso de pésame decían: “Es joven y linda, enseguida lo va a superar”, como si Marcos hubiera sido una cosa que luego de dejar de existir la hubiera suplantado por otra de igual género, como si ponerse a amar a otra persona fuera tan fácil y sencillo como formatear un disco duro.
“Ya lo vas a superar, total nunca se te notó enamorada”; “Sos joven, tenes toda una vida por delante, esto no es nada.” Eran muchas de las frases que Juana escuchaba casi todos los días, resonaban en sus oídos, hacían que su corazón crujiera y le doliera su futuro.
  Juana supo que continuar sin él iba a ser difícil, que nunca lo iba a lograr pero que de a poco iba a ser una cuestión de costumbre. Como fue el tener que caminar las calles sin él, ir a tomar un café sola y pasar por aquellos lugares donde tantas veces él la había abrazado o declarado su amor.
Juana se había enamorado de él, como lo hace la mayoría de las personas, sin tener la opción de regresar hacia atrás, de forma silenciosa y oculta al resto del mundo, sin dar vueltas, de forma casual. Él había tallado en ella la curva de su sonrisa, pero con el correr de su ausencia se transformó en llanura.
Marcos fue una persona esporádica, ingenioso, soñador, especulador y cariñoso, algo que compensaba la frialdad tan característica y conocida de Juana. Él en ella hacia cálculos de estadísticas y probabilidad, sabía que al conversar cada diez palabras ella hacia una pausa, dándole lugar a él para robarle un beso, y como generalmente ella hablaba mucho más que él, en un total de 100 palabras por minuto, sabía cuántos besos podía robarle por segundo.
Lo que ella más extrañaba de él, era moverse por la cocina y que sus brazos no estuvieran para sujetarla por la cintura impidiéndole caminar. Extrañaba su voz, su pregunta de ¿Qué música quieres escuchar?, extrañaba leerle a él sus poemas, extrañaba quien era ella cuando estaba con él, extrañaba sus pasos, su olor. Aunque ellos mucho no hablaban, extrañaba el silencio que existía por momentos, pero sólo ellos como pareja podían tomarse el gusto de no hablar y sentir que ambos declaraban su amor con solo tomar sus manos o mirarse, hasta que uno de los dos se reía y preguntaba “¿Qué?”, cuya respuesta era una sonrisa y un “nada”.
Juana no negaba que al principio estuvo depresiva, aunque al principio lo negó, como toda persona que pasa por esa transición, pero cuando lo reconoció se pudo ir adaptando a la rutina de su no presencia. Cuando le preguntaban si lo extrañaba, prefería decir dos palabras “un poco”, optó por no hablar de sus sentimientos, porque la gente prefiere leer un post en redes sociales o de opinar sin antes escuchar el relato. 
La muerte de Marcos, fue el punto donde su vida se quebró, y aunque trató de hacer como si nada hubiera pasado, no pudo. A veces pensó en el suicidio, pero supo que esa elección no le iba a devolver a Marcos, ni tampoco su felicidad.
  En su intimidad, Juana no lloraba, era cobarde y prefería ocultar las verdaderas razones de porque sus ojos estaban colorados o hinchados con la frase: “Estaba viendo una película, un efecto que Hollywood pretende provocar, soy una tonta, no hay nada de porque preocuparse.” A veces la gente le creía, salvo su mejor amiga que cuando ella decía esa frase, le contestaba: “Es por Marcos, vení, contame que te hizo hoy recordarlo.”
A pesar del paso del tiempo, la casa donde habían vivido sus grandes aventuras de amor, estaba intacta, salvo por el placard, se había desprendido de la mayoría de su ropa, menos de la corbata que ella le había regalado y de su campera, la cual cada vez que la olía parecía estar abrazándolo.  En un sector del escritorio donde ella estaba la mayoría del tiempo, había una foto de ellos juntos, había sido en una fiesta, donde Juana tenía el vestido rojo que ambos habían escogido y que tan loco lo volvía a él. Ese era el mejor recuerdo de su felicidad,.
Las opciones que tuvo Juana en la vida, siempre fueron binarias, pero sin importar que eligiera todo lo llevaba a él, como la suma de 0 y 1 que siempre es 1, porque el orden de los factores no altera el resultado.
Aunque la rutina de su duelo fue orientada por el marketing que existe en esta sociedad capitalista, primero con los libros de autoayuda, después con las clases de terapia individual y grupal, Juana descubrió que lo único que necesitaba era tiempo, algo que no se consigue en ningún mercado. Cuando pasó “ese tiempo”, prefirió continuar, y hacer del 1 -número entero- un número con decimales, no importaba que detrás de la coma solo hubiera ceros y unos, porque eso implicaba la continuación de su vida, un cambio. Juana decidió salir al mundo exterior. Agarró la foto que siempre apoyaba en su escritorio, tomó un par de prendas y decidió aventurarse a la vida. Este no era un nuevo inicio, simplemente era una continuación…

sábado, 12 de mayo de 2018

Las cinco dificultades para decir la verdad - Por Bertolt Brecht Berlín (Alemania), 1934. (Ultima entrega)

V. Proceder con astucia para difundir la verdad

Orgullosos de su valor para escribir la verdad, contentos de haberla descubierto, cansados sin duda de los esfuerzos que supone el hacerla operante, algunos esperan impacientes que sus lectores la disciernan. De ahí que les parezca vano proceder con astucia para difundir la verdad. Confucio alteró el texto de un viejo almanaque popular cambiando algunas palabras: en lugar de escribir «el maestro Kun hizo matar al filósofo Wan», escribió: «el maestro Kun hizo asesinar al filósofo Wan». En el pasaje donde se hablaba de la muerte del tirano Sundso, «muerto en un atentado», reemplazó la palabra «muerto» por «ejecutado», abriendo la vía a una nueva concepción de la historia.
El que en la actualidad reemplaza «pueblo» por «población», y «tierra» por «propiedad rural», se niega ya a acreditar algunas mentiras, privando a algunas palabras de su magia. La palabra «pueblo» implica una unidad fundada en intereses comunes; sólo habría que emplearla en plural, puesto que únicamente existen «intereses comunes» entre varios pueblos. La «población» de una misma región tiene intereses diversos e incluso antagónicos. Esta verdad no debe ser olvidada. Del mismo modo, el que dice «la tierra», personificando sus encantos, extasiándose ante su perfume y su colorido, favorece las mentiras de la clase dominante. Al fin y al cabo, ¡qué importa la fecundidad de la tierra, el amor del hombre por ella y su infatigable ardor al trabajarla!: lo que importa es el precio del trigo y el precio del trabajo. El que saca provecho de la tierra no es nunca el que recoge el trigo, y «el gesto augusto del sembrador» no se cotiza en Bolsa. El término justo es «propiedad rural». Cuando reina la opresión, no hablemos de «disciplina», sino de «sumisión» pues la disciplina excluye la existencia de una clase dominante. Del mismo modo, el vocablo «dignidad» vale más que la palabra «honor», pues tiene más en cuenta al hombre. Todos sabemos qué clase de gente se precipita para tener la ventaja de defender el «honor» de un pueblo, y con qué liberalidad los ricos distribuyen el «honor» a los que trabajan para enriquecerlos.
La astucia de Confucio es utilizable también en nuestros días. También la de Tomás Moro. Este último describió un país utópico idéntico a la Inglaterra de aquella época, pero en el que las injusticias se presentaban como costumbres admitidas por todo el mundo. Cuando Lenin, perseguido por la policía del Zar, quiso dar una idea de la explotación de Sajalín por la burguesía rusa, sustituyó Rusia por el Japón y Sajalín por Corea. La identidad de las dos burguesías era evidente, pero como Rusia estaba en guerra con el Japón la censura dejó pasar el trabajo de Lenin. Hay una infinidad de astucias posibles para engañar a un Estado receloso. Voltaire luchó contra las supersticiones religiosas de su tiempo escribiendo la historia galante de «La Doncella de Orleans»: describiendo en un bello estilo aventuras galantes sacadas de la vida de los grandes. Voltaire llevó a éstos a abandonar la religión (que hasta entonces tenían por caución de su vida disoluta). De repente se hicieron los propagadores celosos de las obras de Voltaire y ridiculizaron a la policía que defendía sus privilegios. La actitud de los grandes permitió la difusión ilícita de las ideas del escritor entre el público burgués, hacia el que precisamente apuntaba Voltaire.
Decía Lucrecio que contaba con la belleza de sus versos para la propagación de su ateísmo epicúreo. Las virtudes literarias de una obra pueden favorecer su difusión clandestina. Pero hay que reconocer que a veces suscitan múltiples sospechas. De ahí la necesidad de descuidarlas deliberadamente en ciertas ocasiones. Tal sería el caso, por ejemplo, si se introdujera en una novela policíaca -género literario desacreditado- la descripción de condiciones sociales intolerables. A mi modo de ver, esto justificaría completamente la novela policíaca. En la obra de Shakespeare se puede encontrar un modelo de verdad propagada por la astucia: el discurso de Antonio ante el cadáver de César. Afirmando constantemente la respetabilidad de Bruto, cuenta su crimen, y la pintura que hace de él es mucho más aleccionadora que la del criminal. Dejándose dominar por los hechos, Antonio saca de ellos su fuerza de convicción mucho más que de su propio juicio.
Jonathan Swift propuso en un panfleto que los niños de los pobres fueran puestos a la venta en las carnicerías para que reinara la abundancia en el país. Después de efectuar cálculos minuciosos, el célebre escritor probó que se podrían realizar economías importantes llevando la lógica hasta el fin. Swift jugaba al monstruo. Defendía con pasión absolutista algo que odiaba. Era una manera de denunciar la ignominia. Cualquiera podía encontrar una solución más sensata que la suya, o al menos más humana; sobre todo, aquellos que no habían comprendido a dónde conducía este tipo de razonamiento.
Militar a favor del pensamiento, sea cual fuere la forma que éste adopte, sirve la causa de los oprimidos. En efecto, los gobernantes al servicio de los explotadores consideran el pensamiento como algo despreciable. Para ellos lo que es útil para los pobres es pobre. La obsesión que estos últimos tienen por comer, por satisfacer su hambre, es baja. Es bajo menospreciar los honores militares cuando se goza de este favor inestimable: batirse por un país cuando se muere de hambre. Es bajo dudar de un jefe que os conduce a la desgracia. El horror al trabajo que no alimenta al que lo efectúa es asimismo una cosa baja, y baja también la protesta contra la locura que se impone y la indiferencia por una familia que no aporta nada. Se suele tratar a los hambrientos como gentes voraces y sin ideal, de cobardes a los que no tienen confianza en sus opresores, de derrotistas a los que no creen en la fuerza, de vagos a los que pretenden ser pagados por trabajar, etc. Bajo semejante régimen, pensar es una actividad sospechosa y desacreditada. ¿Dónde ir para aprender a pensar? A todos los lugares donde impera la represión. Sin embargo, el pensamiento triunfa todavía en ciertos dominios en que resulta indispensable para la dictadura. En el arte de la guerra, por ejemplo, y en la utilización de las técnicas. Resulta indispensable pensar para remediar, mediante la invención de tejidos «ersatz», la penuria de lana. Para explicar la mala calidad de los productos alimenticios o la militarización de la juventud no es posible renunciar al pensamiento. Pero recurriendo a la astucia se puede evitar el elogio de la guerra, al que nos incitan los nuevos maestros del pensamiento. Así, la cuestión ¿cómo orientar la guerra? lleva a la pregunta: ¿vale la pena hacer la guerra? Lo que equivale a preguntar: ¿cómo evitar la guerra inútil?
Evidentemente, no es fácil plantear esta cuestión en público hoy. Pero ¿quiere decir esto que haya que renunciar a dar eficacia a la verdad? Evidentemente no. Si en nuestra época es posible que un sistema de opresión permita a una minoría explotar a la mayoría, la razón reside en una cierta complicidad de la población, complicidad que se extiende a todos los dominios. Una complicidad análoga, pero orientada en sentido contrario, puede arruinar el sistema. Por ejemplo, los descubrimientos biológicos de Darwin eran susceptibles de poner en peligro todo el sistema, pero solamente la Iglesia se inquietó. La policía no veía en ello nada nocivo. Los últimos descubrimientos físicos implican consecuencias de orden filosófico que podrían poner en tela de juicio los dogmas irracionales que utiliza la opresión. Las investigaciones de Hegel en el dominio de la lógica facilitaron a los clásicos de la revolución proletaria, Marx y Lenin, métodos de un valor inestimable. Las ciencias son solidarias entre sí, pero su desarrollo es desigual según los dominios; el Estado es incapaz de controlarlos todos. Así, los pioneros de la verdad pueden encontrar terrenos de investigación relativamente poco vigilados. Lo importante es enseñar el buen método, que exige que se interrogue a toda cosa a propósito de sus caracteres transitorios y variables. Los dirigentes odian las transformaciones: desearían que todo permaneciese inmóvil, a ser posible durante un milenio: que la Luna se detuviese y el Sol interrumpiese su carrera. Entonces nadie tendría hambre ni reclamaría alimentos. Nadie respondería cuando ellos abriesen fuego; su salva sería necesariamente la última.
Subrayar el carácter transitorio de las cosas equivale a ayudar a los oprimidos. No olvidemos jamás recordar al vencedor que toda situación contiene una contradicción susceptible de tomar vastas proporciones. Semejante método -la dialéctica, ciencia del movimiento de las cosas- puede ser aplicado al examen de materias como la biología y la química, que escapan al control de los poderosos, pero nada impide que se aplique al estudio de la familia; no se corre el riesgo de suscitar la atención. Cada cosa depende de una infinidad de otras que cambian sin cesar; esta verdad es peligrosa para las dictaduras.
Pues bien, hay mil maneras de utilizarla en las mismas narices de la policía. Los gobernantes que conducen a los hombres a la miseria quieren evitar a todo precio que, en la miseria, se piense en el Gobierno. De ahí que hablen de destino. Es al destino, y no al Gobierno, al que atribuyen la responsabilidad de las deficiencias del régimen. Y si alguien pretende llegar a las causas de estas insuficiencias, se le detiene antes de que llegue al Gobierno.
Pero en general es posible reclinar los lugares comunes sobre el destino y demostrar que el hombre se forja su propio destino. Ahí tenéis el ejemplo de esa granja islandesa sobre la que pesaba una maldición. La mujer se había arrojado al agua, el hombre se había ahorcado. Un día, el hijo se casó con una joven que aportaba como dote algunas hectáreas de tierra. De golpe, se acabó la maldición. En la aldea se interpretó el acontecimiento de diversos modos. Unos lo atribuyeron al natural alegre de la joven; otros a la dote, que permitía, al fin, a los propietarios de la granja comenzar sobre nuevas bases. Incluso un poeta que describe un paisaje puede servir a la causa de los oprimidos si incluye en la descripción algún detalle relacionado con el trabajo de los hombres. En resumen: importa emplear la astucia para difundir la verdad.

Conclusión:  La gran verdad de nuestra época -conocerla no es todo, pero ignorarla equivale a impedir el descubrimiento de cualquier otra verdad importante- es ésta: nuestro continente se hunde en la barbarie porque la propiedad privada de los medios de producción se mantiene por la violencia. ¿De qué sirve escribir valientemente que nos hundimos en la barbarie si no se dice claramente por qué? Los que torturan lo hacen por conservar la propiedad privada de los medios de producción. Ciertamente, esta afirmación nos hará perder muchos amigos: todos los que, estigmatizando la tortura, creen que no es indispensable para el mantenimiento de las formas actuales de propiedad. Digamos la verdad sobre las condiciones bárbaras que reinan en nuestro país; así será posible suprimirlas, es decir, cambiar las actuales relaciones de producción. Digámoslo a los que sufren del statu quo y que, por consiguiente, tienen más interés en que se modifique: a los trabajadores, a los aliados posibles de la clase obrera, a los que colaboran en este estado de cosas sin poseer los medios de producción.

sábado, 5 de mayo de 2018

Las Enseñanzas para Kagemni (De un papiro egipcio del S, 2614 AC)

 - Si te sientas con una multitud, rechaza los panes que deseas.
- Es un momento pequeño el autocontrol, pero una bajeza es la glotonería.
- Se la señala con el dedo la taza de agua que apaga la sed y aquella que llena la boca con vegetales comestibles fortifica el corazón.
 -Lo que está bien suple a lo que es bueno y un poco de una cosa pequeña suple a lo abundante.
- Un hombre débil es aquel que codicia para su cuerpo, pues pasa el tiempo después de olvidar a quienes pasearon libremente el vientre por sus casas.
- Si te sientas junto a un glotón, deberás comer cuando su apetito febril pasó. Si bebes
con un borracho, deberás tomar cuando su deseo está satisfecho. No seas ávido
hacia la carne cerca de un codicioso.
- Toma cuando te den. No rehúses ello. Así que lo que calma es esto. En cuanto a aquel que carece de reproches por el alimento, no prevalece ninguna palabra contra él después de irritarse la cara contra el glotón.
- Quien le complace es quien es rudo hacia su madre. Sus servidores son todos.
- Haz que salga tu nombre mientras tu silencio está en tu boca.
- Cuando seas llamado, no engrandezcas tu corazón por tu poder en medio de los jóvenes tuyos. Guárdate de oponerte pues no se conoce lo que puede ocurrir y lo que hace dios cuando castiga.
  Entonces hizo el visir que se llamara a sus hijos después que hubiera conocido la conducta de la gente y que los comportamientos suyos provenían de ella. Al final les dijo: 'En cuanto a lo que está todo por escrito en el rollo de papiro oídlo del mismo modo que lo digo. No imitéis más que aquello que se ordena.
En consecuencia se colocaron sobre los vientres y a continuación estuvieron leyéndolo del mismo modo que estaba en el libro. En consecuencia fue hermosos en sus corazones más que todas las cosas que están en esta tierra entera. Por consiguiente vivieron de acuerdo a ello. Entonces la majestad del rey del Alto y Bajo Egipto Huni murió.
Luego se instaló la majestad del rey del Alto y Bajo Egipto Seneferu como un rey excelente en toda esta tierra. Entonces fue colocado Kagemni como supervisor de la ciudad y visir.
Significa que acabó.

JUICIOS POR CORTE DE TRENZAS-Por Juan Carlos Pirali. De su libro “Causas judiciales Historia de casos tratados en el Departamento Judicial de Dolores”

Una de las venganzas que solían utilizar los hombres despechados o difamados por una mujer en tiempos pasados, era cortarle las trenzas con su cuchillo, lo cual significaba una grave ofensa para la dama.
Uno de esos hechos ocurrió en el partido de Lobería en el año 1868, en el que intervino el Juez de Paz de ese pueblo D. Enrique Haymes, quien le tomó declaración al imputado al que remitió junto al sumario ante los Tribunales de Dolores.
En su actuación, el Juez de Paz de Lobería expresaba: "A 30 de septiembre de 1868, hice comparecer a mi presencia y ante los testigos con quienes actuó, a un hombre preso de resultas de este sumario, al cual exigí la promesa que hizo, de decir verdad de cuanto supiere y le fuere preguntado; y siéndole por su nombre, estado, edad, patria, vecindario, ejercicio y religión y si sabe o sospecha la causa de su prisión. Dijo: que se llama José Aguirre, de estado casado, de edad de veinticinco años, natural de Santiago, de ejercicio jornalero y de religión católica apostólica romana y que supone que su prisión nacerá de haberle pegado una cachetada y haberle cortado las trenzas a Doña Martina Benítez, el día 17 del corriente mes y que esto lo hizo porque dicha señora había dicho que su mujer era una puta: y porque él había dado fe de la persona de Doña Martina Benítez: Preguntado de qué manera perpetró este hecho, de qué medio se valió y de qué armas. Dijo: que el día arriba indicado estando en su casa por la mañana temprano, llegó el vecino Justo Palma y le dijo, que acababa de dejar en su casa a la individua Martina Benítez, que había ido a pedirle licencia para vivir en ella porque la habían echado de la casa donde paraba; y que por no darle licencia había ido a su casa evadiéndose de ese modo de ese compromiso; que después de un momento se retiró el mencionado Palma y el declarante lo siguió en su compaña con la intención formada de pedirle explicaciones a la mencionada individua, sobre lo que había hablado de su mujer, que antes de llegar a las casas, Palma se separó de él diciéndole que se iba a repuntar, y el declarante llegó entonces a la casa, se bajó del caballo y entró a la cocina donde encontró a Martina Benítez que conversaba con la dueña de casa doña Justa Palma; que en el momento de estar allí la referida Martina le dijo a un chico que allí estaba, que ensillara los caballos para ver si iban de una vez a lo de Don Zenón. Que habiendo obedecido el chico al rato volvió, diciendo que ya estaban los caballos ensillados, que entonces Martina se despidió de ellos y se retiró, quedándose el declarante conversando con Doña Justa; que al rato de esto salió, montó a caballo y como a distancia de tres cuadras de las casas los alcanzó y que siguiendo caminando le preguntó a Martina porqué había hablado mal de su mujer, a lo que respondió que ella no había hablado nada, que habiendo insistido por varias veces el declarante a que le contestase de un modo satisfactorio, y que habiéndose ella, obstinado a no contestarle nada, le pegó una cachetada, que siguieron caminando y que ella lloraba, que al poco andar se bajó del caballo el declarante, la agarró de una mano, la dio en tierra y le cortó las trenzas, valiéndose de su cuchillo, y que dejándola en ese estado montó en su caballo y se fue en dirección a un puesto del establecimiento del señor Cárdenas, denominado San Pedro, que allí se estuvo hasta la sobretarde de ese día, retirándose después para su casa, que habiendo echado la tropilla para agarrar un caballo y habiéndose disparado uno al campo, lo corrió y cuando volvió, vio que venían en dirección a él unos tres hombres, a su juicio una comisión, como que efectivamente lo era, y la que lo aprehendió y lo llevaron a lo del Alcalde, de donde salió al día siguiente para este Juzgado conducido con custodia y donde ha permanecido preso hasta el día de hoy.
 Habiéndole puesto de manifiesto el cuchillo y preguntándosele si lo conoce dijo, que es el suyo y el mismo que usó para cortarle las trenzas a Martina Benítez, con lo cual se suspendió esta declaración y leída que le fue dijo ser la misma que ha prestado y en la que se ratifica y firmó por él une de los testigos a su ruego por decir no saber hacerlo".
A ruego del declarante José Aguirre por no saber firmar y como testigo: Felipe Carrera Firman: Juan B. Couvinale (Testigo) y Enrique Haymes (Juez de Paz) Aguirre fue conducido ante el Juzgado en lo Criminal de Dolores y alojado en la cárcel de esa ciudad, donde permaneció hasta abril de 1869, en que el juez dispuso que fuera puesto en libertad.

Otros casos similares

Otro caso de corte de trenza ocurrió en diciembre de 1877 en Balcarce, el que tuvo como protagonista a Cirilo Bargas, quien fue aprehendido por el alcalde Mauricio Roldan y entregado al comisario de ese partido, D. Paulino Amarante, con un informe que decía: ".. .por haberse trabado en lucha con malos fines con Cupertina Ávila y haberle cortado las trenzas con el cuchillo". En su declaración, Bargas expresó que sabía que había sido detenido por cortarle la cabellera a Cupertina, y que tenía relaciones secretas con ella en un puesto de la estancia San Simón.
El Juez de Paz de San José de Balcarce, D. Juan P. Amarante, remitió al Juez en lo Criminal de Dolores, Dr. Julián Aguirre, al procesado Bargas con sumario por atropello y corte de cabello a Cupertina Ávila.
El juez Aguirre resolvió sobreseer a Bargas el 16 de junio de 1878 y; ordenar la libertad del acusado, previa consulta de la Exma. Cámara. Ésta determinó que habiendo cumplido el reo 7 meses de prisión, se hallaba suficientemente compurgado el delito, no existiendo para dejar abierto el proceso.

En 1880

Esa práctica ofensiva para la mujer, se repitió en varias ocasiones y las causas llegaron a la justicia. Otro de esos casos ocurrió en 1880 en el partido de Balcarce, teniéndose conocimiento a raíz de una denuncia efectuada por Petrona Espinosa, ante el juez de paz de San José de Balcarce el 14 de abril del citado año.
La denunciante decía: "Hace como diez meses, mi amiga Dorotea Díaz llevó a mi hija Justa de 19 años de edad con objeto de un paseo. Ese paseo ha sido tan largo que desde entonces a la fecha ni noticias me ha dado de mi hija, a pesar de haber hecho varios viajes adonde ella se encuentra. En uno de esos viajes, habiéndole preguntado por qué no traía a mi hija, me contestó que la había dejado conchabada en la casa de Margarita Díaz. En ese estado me he visto en la necesidad de hacer un sacrificio y mandar un chasque al lugar donde se encuentra mi hija para saber algo de ella. A los tres días regresó el chasque, comunicándome que un tal Gabriel Díaz, sobrino de Dorotea, le había cortado las dos trenzas en un baile que tuvo lugar en la casa de Ángela Villalba, hija de Dorotea".
Al no tener novedades sobre ese hecho, Petrona Espinosa se dirigió el juez en lo Criminal de Dolores Julián Aguirre, diciéndole que su amiga Dorotea ha abusado de su confianza, reteniendo indebidamente a su hija, y dando lugar a que Gabriel Díaz cometiera el hecho criminal de cortarle las trenzas, pidiéndole que haga caer sobre él todo el peso de la ley.
El Dr. Aguirre solicitó información al respecto al juez de paz de Bal-carce, Francisco Rodríguez y éste, a su vez, envió oficios a los alcaldes del partido de Balcarce, para que informaran en la brevedad lo ocurrido, de acuerdo con la denuncia de Petrona Espinosa, y que dieran con el paradero de Justa Espinosa y Gabriel Díaz, pero todos los informes fueron negativos, ya que esas personas no se encontraban en el partido.
El juez de paz remitió las diligencias practicadas en su juzgado, al juez en lo Criminal de Dolores y éste ordenó el archivo de la causa hasta que aparecieran las personas buscadas.

martes, 1 de mayo de 2018

PROYECTO DE REFORMA DE OPOSICIONES A LA JUDICATURA - Por Jardiel Poncela, año 1943 (Y creían que era un invento de Borges!!)

Queridos amigos:
Me propongo hoy ocuparme del programa de las oposiciones a la Judicatura, pero antes de entrar en materia permitidme que primero hablemos algo acerca de Viena. Atended un momento, señores, y sabed que cu Viena se ha aprobado una nueva ley merced a la cual los jueces que tengan que dictar sentencia en las causas de atropellos de automóviles deberán estar en la obligación de saber conducir.
Yo no sé si os dais cuenta de la importancia de esta disposición, que a mi me parece el colmo de la sabiduría y de la previsión. De todos los miles de trucos que los hombres de leyes han inventado para complicar al resto de los hombres, este último es el que tiene más razón de ser. Vamos a desmenuzarlo concienzudamente, demostrando cómo va a influir poderosamente en el programa de oposiciones a la Judicatura. Y antes que eso estudiemos qué es la ley y cómo nace la ley. Incluso puede que le tomemos ley al tema. Sobre todo si yo logro hablar en plata. En plata de ley. Primera e importantísima cuestión que se presenta: ¿La ley es imprescindible?
O, dicho de otra manera: ¿Se puede vivir sin leyes?
Yo sólo veo una respuesta, y esta respuesta es espantosa: la ley no es imprescindible. Se puede vivir sin leyes. Lo que ha provocado hace siglos el nacimiento de las leyes fue el aburrimiento.
Retrocedamos al principio del mundo. Os suplico un poco de imaginación. Ya estamos en el principio del mundo. Ya estamos en el caos. Fuerzas terribles e imponderables lo conmueven todo.
Nada existe, pero existe todo en la nada (¡qué frase tan caótica!). Minerales, gases, materias inflamadas, fluidos, corrientes, vendavales, chispas, explosiones gigantescas; esto es el Universo. Esto es el caos. ¿Os formáis idea? Pero aun puedo dar una sensación más descriptiva del caos por medio de la palabra incongruente, he aquí por ejemplo, una descripción del caos: Bandonion esprocicmto gin-canto blumba en condifonterano de esprun de espun briviesco laba-ringologio un nocen guindas. ¿No os da esto idea exacta del caos? ¿Sí? Pues adelante. Pasan los siglos, se forman los sistemas solares, se forman los planetas. Surge el hombre. El hombre primitivo es más feo que peinarse con un rastrillo. Vive como una bestia; come los cocos con cáscara y los animales con piel. Se las tiene que ver con tipos de la categoría del diplodocus o del ictiosaurio, y para cazarlos les atiza en la cabeza con el tronco de una encina prehistórica. Es lo más bruto que os podéis imaginar. Y sentiría que molestase mi descripción del hombre primitivo, pues ya me doy cuenta de que descendéis de él; pero no olvidéis ni por un momento que también desciendo de él yo. Así es que la cosa nos alcanza por igual a todos.
Cuando el hombre primitivo lleva una temporada a estacazo limpio con la naturaleza surge la mujer. El hombre y la mujer comienzan la vida en común. Ella se mira el rostro en los arroyos; él sigue arrimándoles estacazos a los diplodocus y a los ictiosaurios. Un día sus quehaceres se invierten. Y al hombre se le ocurre mirarse el rostro en un arroyo. Y a la mujer se le ocurre coger una de las estacas y dejársela caer al hombre en la nuca. Es el origen del amor.
El hombre primitivo y la mujer primitiva ríen, gozan, sufren, comen, duermen, tienen hijos, etc., etc. O lo que es lo mismo, viven. Y veamos ahora, que ya hemos llegado al momento de la vida, cómo las leyes nacen del aburrimiento.
El hombre y la mujer subsisten una serie de años haciendo siempre las mismas cosas, cuando un día hacen, de pronto, una cosa nueva: bostezar. Pero a ese primer bostezo siguen tantos otros, que incluso llega un momento en que también se cansan de bostezar. ¿Qué ha ocurrido? Sencillamente, señores, que ha nacido el aburrimiento, monstruo más terrible que el propio diplodocus y que el propio ictiosaurio.
Y es en una tarde de aburrimiento, tumbado al sol tripa arriba, cuando el hombre observa cómo la mujer va y viene al arroyo donde se mira el rostro. Y el hombre piensa: Ya me estoy yo hartando de coqueterías, y se añade: ¡Esto se ha acabado!, y se levanta, coge del brazo a la mujer y la dice: Oye, prohibido en absoluto que te mires en el arroyo más que dos veces diarias.
Y ha nacido la primera ley: la ley del marido.
Otro día, un hombre primitivo se balancea en pleno aburrimiento, encaramado en la copa de un árbol; arranca una ramita, la chupa, se retuerce el dedo gordo del pie izquierdo, juega a ponerse bizco; en suma, hace lo posible por divertirse, sin lograrlo demasiado. Entonces se acuerda de pronto de que otro hombre primitivo amigo suyo tiene una estaca el doble de grande que la suya, y se baja del árbol, se mete en la cueva del amigo y se lleva la estaca a su propia cueva. El propietario pone el grito en el cielo al verse sin su estaca, cuenta el caso a otros hombres primitivos, tan primitivos como el ladrón y como él, y todos de acuerdo, deciden agarrar al que se ha llevado la estaca y rompérsela en las costillas.
¿Qué ha ocurrido?
Que acaban de nacer tres nuevas leyes: la ley de la propiedad, la ley de la represión y la ley de la fuerza.
Otro día, el objeto del robo no es una estaca, sino una mujer. El hombre despojado vuelve a llamar en su auxilio a las amistades, y el seductor es arrojado a un estanque de dolicosaurios, junto con la adúltera.
¿Y esto, qué es?
Que ha nacido otra ley: la ley que castiga el adulterio.
Otro hombre aburrido, más fuerte que los demás, cae en la manía de distraer su aburrimiento arrancándoles mechones de pelo a todos los semejantes más débiles que él que encuentra.
Por fin, estas pobres víctimas se hartan. Y se reúnen, y todos juntos se van a ver al ciudadano abusón, y le dicen: En lo sucesivo, ojo con tocar a ninguno de nosotros, porque si lo haces, vendrán los demás y te mascarán la nuez.
¿Qué ha sucedido?
Que ha nacido la ley de agrupaciones.
Ya se ha visto cómo han nacido las leyes. Pero sin el aburrimiento del abusón, y del seductor, y del ladrón, y del hombre que tomaba el sol boca arriba, ¿habrían nacido las leyes? No, seguramente.
Con lo que queda demostrado que las leyes han sido el fruto del aburrimiento.
Y ahora pasemos de un salto a la nueva ley implantada en Viena y sopesémosla.
Obligar a saber conducir automóviles a aquellos jueces que han de fallar en asuntos de atropellos de automóviles es el máximum de la sensatez.
Sólo sabiendo él mismo conducir a la perfección puede un juez dictaminar sobre si la culpa del atropello la tiene el chofer, el atropellado o el automóvil.
Porque hay choferes, preocupados por las pantorrillas de Celia Gámez, que al que se pone delante lo hacen migas; pero también hay transeúntes que cruzan la calle estudiando Álgebra y se meten materialmente bajo las ruedas, y también hay finalmente automóviles que hacen lo que se les da la gana.
Yo conduje una vez un automóvil, con el que no podía uno descuidarse un segundo, porque tenía la manía de tirar los puestos de periódicos. Y si veía una tienda de gramófonos se colaba por el escaparate. Y si nos cruzábamos con una camioneta se iba detrás de ella.
La mayor prueba de que existen autos con voluntad propia, que hacen lo que les da la gana, la tenéis en que el día en que uno conduce un auto por primera vez y se encuentra de frente con un árbol, ya se puede virar hacia los lados, que se chafa uno contra el árbol inexorablemente.
El juez que tenga que entender en asuntos de atropellos de automóvil debe saber conducirlo. Esto es indiscutible. En Viena tienen razón.
Pero... ¿sólo han de necesitar conducir los que entiendan en asuntos de atropellos de automóvil...? Yo haría extensivo el acuerdo a los restantes problemas jurídicos.
Para juzgar una cosa debe conocerse a fondo. Esto es tan ético, que parece mentira que no se haya caído en ello antes.
Y por eso mismo debe extenderse a lo demás. Y el que juzgue a un criminal debe saber matar con absoluta limpieza, y el que haya de verse en el trance de juzgar un adulterio tiene que haber sido adúltero, por lo menos, veintiocho veces.
Yo comprendo que esto es revolucionar demasiado. Pero no hay más remedio, señores radioyentes, no hay más remedio...
Hoy, tal como las cosas se hallan constituidas y organizadas, un ladrón se presenta ante el juez y puede meterle camelos impunemente.
- Señor juez: juro que soy inocente. Es verdad que yo entré en la casa a medianoche con una palanqueta, pero mi propósito no era más que abrir la puerta del cuarto de la criada, porque es de mi pueblo y estaba ya al caer, señor juez... Una vez dentro de lacasa, vi la caja de caudales abierta, y para que no la robasen la vacié yo, con el propósito de llevar el dinero al día siguiente... Sólo que, claro, luego me ha dado pereza llevarlo.
Esto puede decir un acusado de robo hoy día. Pero el día que los jueces que entiendan en estos asuntos estén entrenados en el asalto nocturno de domicilios, aquel día el ladrón no podrá meter semejantes camelos, porque el juez le gritará iracundo:
- ¡Mentira! Ha abierto usted la caja con el soplete oxhídrico.
- Pero, señor juez, que le juro que no...
Y el juez diría:
-¡Basta! ¿Me va a enseñar a mí cómo se hace eso? ¡Estoy harto de robar cajas de caudales con ese procedimiento!
Y el ladrón tendría que callar y aguantarse con la condena.
Y lo mismo en el crimen.
Hoy un criminal puede encerrarse en una negativa, afirmando que fue la víctima la que se dio el navajazo en un rapto de desesperación.
Pero con la aplicación de la ley de Viena no habría criminal que pudiera convencer de eso a ningún juez.
El juez se reiría moviendo la cabeza de un lado a otro.
-¡Sí, sí!... Mire, amigo, pasan de treinta las personas que he despachado yo. Y sé perfectamente que en esos casos de suicidio con arma blanca aparecen siempre, además de la herida mortal, una herida leve. Porque el suicida, con la mano debilitada por el instinto de conservación, se hiere primero superficialmente, y es luego haciendo acopio de energías desesperadas cuando se produce la herida de la que muere. Ande, ande, vaya a contarle esos cuentos chinos a quien no haya asesinado a nadie nunca. A mí no me la da.
Y el criminal no tendría salvación.
¿Y qué sentencias admirables no podría citar juzgando un caso de adulterio aquel juez que se la hubiese pegado cuarenta y siete veces a su señora? ¡Oh! No habría subterfugio, ni mentira, ni engaño, ni trampa, por hábil que fuese, en la que cayese ese juez.
Por todo eso, señores, venimos de la mano a la proposición con que he comenzado esta charla. Hay que aplicar en España in extenso esa nueva ley implantada en Viena.
Ya hay que reformar el programa de las oposiciones a la Judicatura.
En adelante, además de las materias doctas y prácticas que para esas oposiciones se exigen, tendrían que figurar en ellas materias nuevas. Por ejemplo:
Veintiocho temas de robos a mano armada.
Treinta temas de robo con escalo.
Cuarenta y cinco temas de asesinato en cuadrilla y doce de asesinato individual.
Veinte temas de adulterio reiterado.
Cuarenta temas de chantaje a sociedades constituidas.
Etcétera, etc.
Sin contar una extensa práctica que habría que demostrar en examen en todas esas materias.
Yo comprendo que esto complicaría mucho las oposiciones, pero la sociedad moderna requiere sacrificios cada vez más grandes.