sábado, 7 de noviembre de 2015

EL VUELO Por LEOPOLDO LUGONES

Volar, volar, volar, volar.
Subir, subir, subir, subir.
Partir, volver, caer, bajar.
Flotar, posar, ir y venir.
Besar un árbol al salir,
y una anémona al regresar;
arder, vivir, ceder, amar,
dándose un ósculo al pasar..
Libar al lirio su elixir.
Abanicarse y presumir
y mecida al lento blandir
del hombre al aire, andar.
Ser un reflejo de zafir
en un fulgor de oro solar.
Fingir el nácar por brillar,
y hecha  una flámula morir.. .
Subir, subir, subir, subir.
Volar, volar, volar, volar.

La tumba de un soldado Por Johann Bremen

Una leve curvatura es todo.
La tierra te acomodó a su modo
y redondeando tus rasgos feroces,
puso en tu pecho flechas veloces
y en tu mano un rifle de lodo.

Detuvo tu marcha en una hondonada
te cubrió de olvido y tras él, la nada.
Hundir tu bravura fue su mayor victoria.
Borrando del mundo tu nombre y memoria
y darte una tumba jamás reclamada.

El viento, poesía de Jurij Zhivago (De El Dr. Zhivago de Boris Pasternak)

Yo estoy muerto, tú estás viva
y el viento gime y llora
hace oscilar el bosque y la casa
Y no sólo el pino
sino todos juntos los árboles
en extendida llanura,
como arboladura de veleros,
sobre la superficie de una bahía
Y no por arrogancia,
o por vano furor,
sino para encontrar  en la angustia, la palabra,
de un canto de cuna para ti.

Alma en calma Por Héctor Fuentes

Para nacer
me entrego a ti.
Para flotar
te doy mi paz.

Todas las cosas
se juntan en vos,
como la luna
que orbita tu piel.

Cuando el mundo estalla
y las sombras crecen aquí.
Yo veo en tus ojos
la luz que me guía
hasta el fin.
Y ya no quiero despertar.

Todas las cosas
renacen allí,
donde tu vida
se vuelve color.

Capitana Por Ana María Broglio

Van los barcos cruzando el horizonte.
Yo los miro con ojos de viajero
será porque me siento marinero
y alguna vez soñé ser polizonte.

Suena a magia, a música, a un sinsonte
y es como un espejismo verdadero.
Sé que en la vida soy un extranjero:
ha de llegar mi día y al remonte

veré venir la nave de las naves.
Capitana de un barco sin regreso,
dueña de mis aciertos y desiertos

navegaré con ella tras las aves.
No llevarán mis huesos contrapeso
y partiré muy lejos, a otros puertos.

ÁRBOL FELIZ Por ENRIQUE BANCHS

¿Qué es esto?: Ayer no más árbol desnudo,
y seco, abandonado, inmóvil, mudo,
de nuevo al cielo azul joven te elevas,
 pomposamente lleno  de hojas nuevas.

¿Y aquellas ramas rotas que tenías,
y aquellas hojas secas que veías
como instantes caer, ¿a dónde han ido?
¿Tanto antiguo dolor, desvanecido?

Bajo la maravilla de hojas verdes,
no lloras lo que pierdes;
retoñas en la misma cicatriz

y flor se llama lo que fue quebranto...
¡Comprendo cómo puedes vivir tanto,
árbol feliz!

LO FUGAZ Por RICARDO JAIMES FEEYRE

La rosa temblorosa
se desprendió del tallo,
y la arrastró la brisa
sobre las aguas turbias del pantano.

Una onda fugitiva
le abrió su seno amargo,
y estrechando a la rosa temblorosa
la deshizo en sus brazos.

Flotaron sobre el agua
las hojas como miembros  mutilados,
y confundidas con el lodo negro,
negras, aún más que el lodo se tornaron.

Pero en las noches puras y serenas
se sentía vagar en el espacio
un leve olor de rosa
sobre las aguas turbias del pantano.

La imagen Por Rafael Serrano Ruiz

En la esquina de mi calle
una farola ilumina el lugar
Luz amarilla, espectral.

El sereno, con su chuzo
marcando las horas va
¡Las doce en punto y sereno!
todo en calma en el lugar.

Una pareja se arrulla
en lo oscuro de un portal
Si, te quiero,
               ¡como lo puedes dudar!
Vamos …que se hace tarde…
                lo tenemos que dejar.
Y entre besos y jadeos
abandonan el lugar.

Una farola en la esquina
Iluminada por gas…
imagen de un mundo antiguo
que siempre perdurará…

No vas a convencerme Por Diana Luz Bravi

Y aunque traigan tus ojos
verdores de hojarasca
Secretos de silencios,
sospechas de ilusiones
Y me siembres de migas
de promesas el alma
o me colmes de lunas
Y con cuerda del arco de Cupido
me abraces
No vas a convencerme
Seré radiante para todo o nada
siempre incierta
imprescindible,
nueva.

LIED Por RAFAEL ALBERTO ARRIETA

Éramos tres hermanas. Dijo una;
"Vendrá el amor con la primera estrella"...
Vino la muerte y nos dejó sin ella.
Éramos dos hermanas. Me decía:
"Vendrá la muerte y quedarás tú sola". ..
Pero el amor llevóla.
Yo clamaba, yo clamo: "¡Amor o muerte!
¡Amor o muerte quiero!"
Y todavía espero...

LA PIEDAD DEL CIPRÉS Por ALFONSINA STORNI

Viajero: este ciprés que se levanta
a un metro de tus pies y en cuya copa
un pajarillo sus amores canta,
tiene alma fina bajo dura ropa.

Él se eleva tan alto desde el suelo
por darte una visión inmaculada,
pues si busca su extremo tu mirada
te tropiezas, humano, con el cielo.

El peor, el último olvido Por Juan E. Hartzenbusch

Dio Perico Muñoz en olvidar
hasta el comer, a veces, y el dormir:
Sólo una vez se le olvidó el vivir,
y nunca más lo pudo recordar.

EL AMABLE REGRESO Por Alfredo R. Bufano

Vengo, esposa, cansado de mi diaria faena,
tiende pronto el mantel en la mesa de pino,
y mientras me sonríes, adereza la cena,
¡la jornada es muy larga, como es largo el camino!

Comeremos lo poco que aprontaron tus manos
con el ansia secreta de complacerme en todo,
mientras vas alegando que nos mantiene sanos,
como un gajo de guindas, el comer de este modo.

Tampoco te olvidaste de poner el florero,
como centro de mesa, con un ramo de rosas. . .
¡Ah, cómo me conoces y sabes que prefiero
un puñado de flores, a cualquier otras cosas!

Bendice con tus manos el pan de cada día,
y cenemos, cenemos mientras la noche avanza,
llenándonos el alma de una suave alegría,
precursora adorable de una nueva esperanza.

¡Oh, cuan grata es la cena que el trabajo procura,
y qué pan más sabroso el que está bien ganado,
y cuan buena es el agua y esta poca verdura
que en los gratos domingos uno mismo ha sembrado.

Abrir las ventanas - Por GUILLERMO JAIM ETCHEVERRY

         Cuando llego a la habitación de un hotel, en cualquier lugar del mundo, me sorprende con reiterada frecuencia el hecho de encontrarla a oscuras. En vez de abrir las cortinas cerradas, mi acompañante enciende las luces y, con un indisimulable aire de satisfacción, deposita en mis manos el control remoto del televisor.
Mediante esa ceremonia parece querer introducirme al mundo, incorporarme a la realidad. No pocas veces, al quedarme solo y abrir de par en par esas ventanas clausuradas, me sorprende la sobrecogedora belleza de un paisaje natural o edificado por el hombre.
Esa experiencia es una metáfora de la tendencia actual a ignorar la realidad real, privilegiando la que muestran los televisores. De esa manera, evitamos la posibilidad de dejar vagar nuestra imaginación contemplando las imágenes de la realidad.
Hasta los niños están perdiendo la experiencia de mirar las casas cuando viajan en el asiento trasero del automóvil, inventando vidas a quienes las habitan. Ya muchos vehículos incorporan uno o más televisores portátiles en esos asientos, al igual que los taxis, donde no pueden ser apagados por el pasajero, presa cautiva de la publicidad. Quienes forman largas filas en las cajas de los supermercados, ven también amenizada su espera mediante estratégicos televisores. No sólo estamos perdiendo la privacidad en nuestras casas, sino que también se nos obstaculiza la experiencia enriquecedora de sentirnos seres privados en un ámbito público.
Es que vivimos atemorizados por la posibilidad de quedar aislados, de no compartir el mundo común, que parece circunscripto al que reflejan las pantallas. El joven autor estadounidense Jonathan Franzen, en su reciente libro de ensayos Cómo estar solo, señala el peligro de marginación que acecha a quien se niega a participar en los que denomina "rituales de la cultura de masas", como ver televisión o leer revistas de actualidad. Dice Franzen: "Sin embargo, hay que saber estar solo. Muchas veces apago la televisión porque, paradójicamente, en lugar de incorporarme, me hace sentir solo. En cambio, si leo un buen libro me siento acompañado, cerca de otra gente que siente y ve el mundo de manera parecida a mí".
El hecho de que la literatura esté amenazada por la cultura de masas, lo lleva a plantearse si verdaderamente nuestra vida es, en realidad, nuestra. Sostiene que de lo que se trata es de ser individuos con una identidad y con una historia propia, personal y no producida desde fuera. De allí que, dice, la literatura desempeñe como una función primordial en el conjunto cada vez más restringido de opciones de las que disponemos para construirnos como personas. Nos permite intentar no ser masa, sino individuos poseedores de una historia verdadera, auténtica, decidida por nosotros mismos.
Es que mediante la reflexión, el contacto directo con otras realidades humanas y del mundo, es posible resistirse a la manipulación por parte de sistemas basados en el estímulo de la pasividad -que en general sólo se interrumpe para poder consumir- y que adormecen la capacidad de juicio, adocenan el gusto e intentan homogeneizar las ideas.
La espontaneidad, la capacidad de comprender a los demás, de profundizar razones mediante el diálogo, pueden terminar por convertirse en lujos aristocráticos en una sociedad burocratizada que avanza hacia un modelo que preserva el diálogo para pocos, reservando para el resto sólo un voraz consumo de entretenimiento. Por eso, deberíamos intentar mirar más a nuestro alrededor, intercambiar ideas con quienes nos rodean.
De lo que se trata, en suma, es de abrir las ventanas.


Artículo extraído de la revista “La Nación”