sábado, 7 de noviembre de 2015

Abrir las ventanas - Por GUILLERMO JAIM ETCHEVERRY

         Cuando llego a la habitación de un hotel, en cualquier lugar del mundo, me sorprende con reiterada frecuencia el hecho de encontrarla a oscuras. En vez de abrir las cortinas cerradas, mi acompañante enciende las luces y, con un indisimulable aire de satisfacción, deposita en mis manos el control remoto del televisor.
Mediante esa ceremonia parece querer introducirme al mundo, incorporarme a la realidad. No pocas veces, al quedarme solo y abrir de par en par esas ventanas clausuradas, me sorprende la sobrecogedora belleza de un paisaje natural o edificado por el hombre.
Esa experiencia es una metáfora de la tendencia actual a ignorar la realidad real, privilegiando la que muestran los televisores. De esa manera, evitamos la posibilidad de dejar vagar nuestra imaginación contemplando las imágenes de la realidad.
Hasta los niños están perdiendo la experiencia de mirar las casas cuando viajan en el asiento trasero del automóvil, inventando vidas a quienes las habitan. Ya muchos vehículos incorporan uno o más televisores portátiles en esos asientos, al igual que los taxis, donde no pueden ser apagados por el pasajero, presa cautiva de la publicidad. Quienes forman largas filas en las cajas de los supermercados, ven también amenizada su espera mediante estratégicos televisores. No sólo estamos perdiendo la privacidad en nuestras casas, sino que también se nos obstaculiza la experiencia enriquecedora de sentirnos seres privados en un ámbito público.
Es que vivimos atemorizados por la posibilidad de quedar aislados, de no compartir el mundo común, que parece circunscripto al que reflejan las pantallas. El joven autor estadounidense Jonathan Franzen, en su reciente libro de ensayos Cómo estar solo, señala el peligro de marginación que acecha a quien se niega a participar en los que denomina "rituales de la cultura de masas", como ver televisión o leer revistas de actualidad. Dice Franzen: "Sin embargo, hay que saber estar solo. Muchas veces apago la televisión porque, paradójicamente, en lugar de incorporarme, me hace sentir solo. En cambio, si leo un buen libro me siento acompañado, cerca de otra gente que siente y ve el mundo de manera parecida a mí".
El hecho de que la literatura esté amenazada por la cultura de masas, lo lleva a plantearse si verdaderamente nuestra vida es, en realidad, nuestra. Sostiene que de lo que se trata es de ser individuos con una identidad y con una historia propia, personal y no producida desde fuera. De allí que, dice, la literatura desempeñe como una función primordial en el conjunto cada vez más restringido de opciones de las que disponemos para construirnos como personas. Nos permite intentar no ser masa, sino individuos poseedores de una historia verdadera, auténtica, decidida por nosotros mismos.
Es que mediante la reflexión, el contacto directo con otras realidades humanas y del mundo, es posible resistirse a la manipulación por parte de sistemas basados en el estímulo de la pasividad -que en general sólo se interrumpe para poder consumir- y que adormecen la capacidad de juicio, adocenan el gusto e intentan homogeneizar las ideas.
La espontaneidad, la capacidad de comprender a los demás, de profundizar razones mediante el diálogo, pueden terminar por convertirse en lujos aristocráticos en una sociedad burocratizada que avanza hacia un modelo que preserva el diálogo para pocos, reservando para el resto sólo un voraz consumo de entretenimiento. Por eso, deberíamos intentar mirar más a nuestro alrededor, intercambiar ideas con quienes nos rodean.
De lo que se trata, en suma, es de abrir las ventanas.


Artículo extraído de la revista “La Nación”

1 comentario:

  1. El dia que percibi que yo ya estaba "del otro lado" fue cuando en julio del 2015 me invitaron a comer para festejar el cumple. de una joven citologa del Mercy Hospital de la ciudad de Baltimore. Ella cumplia 28 primaveras y yo tenia en ese momento 68. Todas y algunos todos, nos saludamos y nos dimos besitos en las mejillas, porque el conjunto de amigas de esta docente eran muy amigas y eran todas muchachas que valian oro. Pero, yo, una de las muy pocas mujeres con edad de ser madre de todas ellas me empece a sentir fuera de lugar. No fue la comida ni la compania. Todas las muchachas se sentaron a comer y pusieron su smart phone a la derecho, como si fuera su amigo o acompanante. Yo no puse nada. Solamente mire esa mesa larguisima con todas esas chicas y sus smart phones al lado y me senti muy rara. Mientras comiamos y conversabamos ellas atendian al telefono. Ninguna lo apago por una hora y no habia entre nosotras ninguna medica del Servicio de Urgencia, que si en ese caso lo entiendo. La unica que miraba a todas con mucha concentracion y que miraba lo que estaba comiendo era yo. las demas prestaban mas atencion al telefonito que a su vecina o al plato de comida. No concibo un insulto mayor a ese. Queria irme pero me habian traido en coche porque yo ya no manejo y me tuve que quedar hasta que termino la cena y nos despedimos con mucho afecto.
    Oh, tormentos rabiosos, esto es peor que "1984" porque todas compartian su presencia social como seres humanos con su telefono mas que con las personas. Se fijaban si tenian mensajes, llamaban a sus amigos o parientes y despues volvian al dialogo con la comensal de enfrente o de al lado, en forma mas que superficial.
    Me parece que ya vivi demasiado tiempo. Yo pertenezco al siglo XX. No me gusta el XXI. Tendria que haberme ido a las otras galaxias en el 2000. Como puede ser que antes nuestros padres nos daban un tiron de pelo o nos miraban con cara de asesinos si estabamos en una cena con gente amiga y sacabamos una revista para hojearla un poco? O lo haciamos debajo del mantel? Nuestros padres nos recriminaban con mucho pesar. "!Que mal momento nos hiciste pasar!. Para esto te mandamos a los mejores colegios? Fue una falta de respeto tremenda. Cuando se esta en una reunion y se comparte una comida, la gente conversa discretamente con todos y participa de la alegria de estar juntos. Leer y estudiar o escuchar la radio se hace en otro momento."

    No voy mas a ninguna reunion con gente joven y con los viejos no tengo nada que conversar. Me quedo en mi departamento leyendo los libros que me gustan y escuchando musica clasica. Me he separado ya del mundo y vivo en mi memoria y en la memoria comun de los grandes musicos y los excelentes escritores. Dentro de poco me metere en una Cueva. Alli van a terminar sus dias los viejos sabios, protegidos de todo lo externo con lo que no tienen ya nada en comun. Amen.

    (La autora pide disculpas por no tener los signos de puntuacion que corresponden al castellano)

    Estela Laura G.de White

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