domingo, 11 de junio de 2017

Los ojos no alcanzan Por Susana Corradetti

El horizonte se extiende
poniendo a prueba lo redondo de la tierra
Dentro de ese vientre protector sobre ruedas
la música llena los huecos
la risa equilibra el adentro con el afuera
Ese trozo de vida compartida nos da fuerzas
Nos carga de energía para enfrentar lo gris
Nos permite
por un rato
sentir que la ilusión es cierta

Tiempo Por Rafael.Serrano.Ruiz

Yo, sentado a su lado.
Ella nada decía.
Embarazoso silencio
fundidor de sentimientos.
Ni un triste rescoldo.
Ni un atisbo de nostalgia
Ni una palabra
rompiendo el silencio…

A Dios - Por Acacia Uceta - España

Amo la luz que llega a mi ventana
y te saludo en ella cada día.
Y te respeto con la flor humilde
que se ofrenda a mi planta cuando paso.
Hallo tu gracia en la inocencia
que vuelve a las pupilas del anciano
y encuentro tu bondad en el olvido
del sueño y de la muerte.
Reconozco tu fuerza en el silencio
en que envuelves, celoso, tu misterio.
Y está tu voluntad en la tristeza
con que el hombre se busca por hallarte.
Entre el vasto universo que me cerca
y la brizna de hierba
que se levanta al sol casi triunfante,
tu me sales al paso.
Cuando intento doblar por las esquinas
que llevan a la noche;
cuando quiero escapar y me retienes
en la sonrisa cálida de un niño
o en un alero lleno de gorriones;
cuando muestro mi mano vacía de esperanza,
tú llegas hasta mí. Y es tu presencia
sustento de este amor que me redime.

Ever Santino: Tango balcarceño - Por Enrique Spinelli

Ever Santino era todo Tango. Se desplazaba en caminata de tango. En las esquinas siempre hacía un corte, y si tenía que doblar lo hacía después de una quebrada. Un corte en el umbral, una quebrada y pasaba por la puerta en una agachada. El espectáculo era maravilloso, pero la gente no le prestaba atención: de tan habitual se había vuelto invisible, como la renguera de un amigo o la belleza de una esposa.
Ever era una pequeña incisión del arrabal en el centro, que penetraba cada día cuando el tanguero iba a trabajar. El arrabal balcarceño estaba circunscripto al barrio de la estación, llegaba hasta el Riojano y afloraba nuevamente por la plaza Güemes; pero Santino, sus pasos y sus versos, generaban trazas de arrabal que surcaban todo el pueblo. Eran ventanitas para espiar qué ocurría en esos lugares donde aun sobrevivían los gallineros, el barro, las vecinas en batón y las tablas de lavar. Con el tiempo, el arrabal fue extinguido por el progreso, que primero lo invadió con arterias de cordón cuneta y luego lo tomó por completo.  Por suerte -y por Ever- hoy sabemos algo de lo mucho que allí aconteció.
Los suburbios balcarceños fueron tierra fértil que el genio de Santino utilizó para el almácigo de sus composiciones. En su barrio se nutrió de amores, desengaños y traiciones. Desengaños hay en todos lados, pero los del arrabal eran mejores, los amores más verdaderos y las pasiones más vendedoras.  En una conferencia que Ever dictó en el club Alas balcarceñas, reconoció las facilidades que le daba su barrio para componer. En aquella oportunidad expuso:
“Fijensé, en el centro, el gerente del banco anda con la secretaria. Su esposa lo descubre, se enoja y lo insulta. El gerente le pide disculpas con un anillo de rubí y todo queda como estaba: imposible escribir un tango con esto. En frente de mi casa, Nestor le metió los cuernos a Susana. Ella se entera, tranqui le hace percha todos los gallos de riña del Nestor y en una cena con velas, se los da de comer. Además, le destiñó con lavandina la camiseta de Ferroviarios, le quemó las revistas Patoruzú, y como si todo esto fuera poco,  lo echó a patadas en el culo de la casa, justo a la hora que todas las vecinas barren la vereda. De esto nació -de parto natural- el tango “Devoré mis guerreros sin saber”.
Ever Santino era un gran bailador de Tango que vivía una vida completa en cada pieza. Comenzaba alegre seduciendo, luego se enamoraba perdidamente en el medio y culminaba en una tremenda decepción. Todo esto en unos pocos minutos que Ever siempre terminaba llorando desconsoladamente. Esta actitud le dificultaba conseguir pareja de baile, pero él no podía retacear corazón. De todos modos, este no era su mayor problema. Santino era un tipo complaciente, y no podía aceptar esas reglas implícitas que establecen que el varón conduce a la mujer, la guía, la indica y la domina. Ever proponía un tango consensuado. Consultaba a su compañera para cada decisión: ¿Le parece ahora una corrida? ¿Qué tal un corte en la frase “prometieron a sus ansias”? ¿Salimos hacia la derecha? ¿Comemos pizza después? El baile así era verdaderamente complejo, falto de gracia y de continuidad. Para evitar esto Santino empezó a bailar solo, pero también tenía problemas para decidir en soledad. Finalmente se retiró del baile pero no del tango, y se dedicó exclusivamente a escribir poesía tanguera.
Su actitud de querer conformar a todo el mundo, también le generó problemas en su carrera como poeta. Sus primeras letras, tal vez algo rústicas, describían su barrio y por esto fue criticado: ¡Eh! ¡Sus letras siempre hablan de su barrio! Entonces empezó a escribir sobre los dramas del gerente del banco: ¡Eh! ¡Sus letras son muy desabridas! Cambió nuevamente y escribió sobre terribles desengaños. ¡Eh! ¡Sus letras son muy tristes, ¿por qué siempre letras tristes?! Santino, angustiado por la excesiva presión, intentó escribir letras combinadas teniendo en cuenta todas las sugerencias. Surgieron versos como:

La mariposa de barro profundo,
se posó en un cheque endosado.
Se inmoló en un mingitorio hediondo,
lleno de milagros usados.

… todas pésimas letras, que fueron duramente criticadas por todos y demostraron que es imposible conformar a estos todos. Pero un tanguero se alimenta de imposibles… Ever no se rindió, fue hasta al fondo y volvió. Volvió con tres tomates y una gran idea: ese día inventó el “balfardo”, lenguaje con el que escribiría toda su obra de aquí en adelante.
Sólo Santino comprendía el balfardo y nunca dio pista alguna sobre el significado de las palabras. Algunos sostienen que el tampoco lo conocía, pero componía con soltura. En 3 semanas escribió 137 tangos, convencido de haber cumplido con su propósito: como nadie comprendía las letras, no podían criticarlo sobre los temas que trataban. Además, aun siendo un tipo muy tímido, podía permitirse retratar en los tangos sus más intimas miserias, miedos y renuncios, como él mismo asegura que sucede en “Mi anfisusa satuldad”:

Andando de infesiendo, cabeciando la trefisa,
me anquitusa la alegría de la tusa en la camisa.
En canuga la guardé, de esa noche de  tumaco
y despatado la busco cuando me voltea el laco.

…y de nuevo volvieron los críticos a atacarlo. Algunos sostenían que este lenguaje propio era una artimaña para conseguir rima fácil, pero el poeta siempre sostuvo que este lenguaje fue creado para que sus letras se completaran en el más profundo interior del espectador, de acuerdo a sus deseos y necesidades. Ever lo explicó claramente en una de sus presentaciones:
“¿Vieron el asunto del iceberg que se ve un pedacito fuera del agua y es enorme abajo? Bueno, esa es la idea. Yo les doy la puntita nomás (disculpen la expresión) y ustedes completan la obra con lo que tienen en SU interior. Si están vacios, hoy se van a quedar con nada. Pero casi nadie está vacío del lado de adentro, y estos versos tomarán significado con sus historias propias. Ustedes mismos compondrán la letra que zapateará en sus almas, las acariciará o las sacudirá. Las palabras que les entrego son apenas un tendal para que cuelguen sus sentimientos…”
El balfardo fue una creación maravillosa. En el estreno del tangazo “Nipofuso Trefeyé” , gran parte de la audiencia lloraba desconsoladamente, mientras otra parte reía a carcajadas y algunos se hundían en una profunda melancolía.
Además, el nuevo idioma puso en igualdad de condiciones interpretativas a un balcarceño, un porteño, un japonés o un yugoslavo porque ninguno podía comprender literalmente nada de la letra: el balfardo era igualitario. Esto ayudó a que los tangos de Santino se difundieran con gran éxito en Japón, Holanda, Tanzania y Florencio Varela. El poeta viajó al exterior a difundir su obra y desapareció. Su último rastro quedó en un gran aplauso que recibió en una presentación a bordo de un crucero en el mediterráneo, donde estrenó su tango 138: “Altuzigana” .
Nunca más se supo de él. El misterio de su desaparición alimentó el mito y el interés en su obra. Investigadores de todo el mundo intentaron descifrar sus textos. Cargaron todas sus letras en supercomputadoras intentando quebrar el código balfardo. Luego de meses de trabajo en distintos lugares del mundo, descubrieron que los 137 temas no podían decodificarse; pero incorporando “Altuzigana”, de todos ellos se extrae un único mensaje oculto:
“Viví intentado conformar a la gente, a los críticos, buscando no confrontar. Me adapté a todo respondiendo a estímulos externos. Complací a quienes me demandaban con vehemencia y traicioné a los comprensivos. Empezaré una nueva vida siendo más justo. Más justo conmigo. Haré lo que se me cante. Buenos días y buenas noches”.