sábado, 2 de mayo de 2015

CLUB ARGENTINO DE SERVICIO 2 DE ABRIL
San Martín 248 -  7100 DOLORES.
Provincia Buenos Aires . Argentina
Fundado el 19 de mayo de 1982

 “XXII Certamen de Poesías de Temas Gauchescos 2015”


BASES:

1)      El XXII Certamen de poesías de temas gauchescos es abierto para poetas argentinos y de países limítrofes, con obras escritas en castellano y para participar no abonarán arancel.
2)      El género será gauchesco. Se sugieren  los siguientes temas: El gaucho,  el caballo, el recado, el lazo, la yerra, la doma, las cuadreras, la taba, el rancho, el resero, la pulpería, el mate y toda manifestación que esté relacionada con la vida, las costumbres y el paisaje del gaucho.
3)      Cada autor podrá participar con una o dos poesías que no hayan tenido premio ni mención en otro certamen. Sólo uno de los temas podrá ser premiado.
4)      La construcción estrófica será libre, con medida octosilábica y rima consonante o asonante, con una extensión mínima de 30 versos y máxima de 60.
5)      Los trabajos serán firmados con seudónimo, escritos a máquina o computadora y presentados por triplicados. En un sobre cerrado, en cuyo frente figure el o los títulos y el seudónimo, se incluirá en su interior nombre y apellido del autor, domicilio, teléfono y correo electrónico si tuviese. Los trabajos deberán enviarse a “Certamen 2 de Abril”. Carranza 625 . 7100 DOLORES. Provincia Buenos Aires. Argentina. El plazo de admisión caducará el 11 de septiembre de 2015.
6)      Se otorgarán tres premios consistentes en medallas y diplomas y, de acuerdo con el criterio del jurado, se otorgarán hasta dos premios más y las menciones que el mismo considere. El jurado tendrá en cuenta para dictaminar la originalidad del tema, uso del lenguaje, figuras literarias, construcción,  y se expedirá en un plazo no mayor de 40 días después del cierre de admisión de las obras, y los premios se entregarán el primer domingo de noviembre de 2015 en el curso de un almuerzo sin cargo para los premiados.
7)      El hecho de participar, implica aceptar las condiciones de estas Bases y todo asunto no previsto en las mismas, será resuelto por la institución organizadora  de acuerdo con el jurado.

8)      Para más informes: Mail: juancarlospirali@yahoo.es o teléfono (02245- 443078 DOLORES, provincia de Buenos Aires.

El cuento de los anteojos - Por Wimpi

        Todas las cosas de este mundo suelen aparecer de una manera y ser, en el fondo, de otra.
En el cine, parece que las imágenes se mueven y, sin embargo apenas ocurre que el tipo sigue viendo lo que ya pasó, mientras está pasando otra cosa...
A veces, eso ocurre fuera del cine también.
Pero lo importante es que si no existiera esa llamada "persistencia de la imagen en la retina", vale decir, si el tipo tuviera la vista bien.., el invento del cinematógrafo habría sido imposible.
También el popular "titilar" de las estrellas -que debiera decirse "escintilar"- responde a un defecto de la vista del tipo. Si el tipo viera bien, el mundo sería de otra manera.
O si se diera cuenta de que ve mal. El tipo suple; a veces, la siempre secreta ineptitud de sus órganos, con la Lógica.
Y empeora las cosas.
Recordamos el caso del señor que no encontraba los anteojos.
Y admitió, en seguida, dos posibilidades.
-O me los han robado, o los he perdido. Acto continuo, se puso a razonar.
-Pero como mis anteojos carecían de un valor que pudiese haberle hecho concebir al ladrón la esperanza de venderlos, tengo que llegar a la conclusión de que el que me robó los anteojos me los robó para usarlos él. Sin embargo, quien necesite unos anteojos como los míos, sin anteojos no ve. Yo no veo sin anteojos. De manera que, ¿cómo pudo, entonces, ver mis anteojos para robármelos?
Descartó la hipótesis del robo.
-Debo suponer, entonces, que los he perdido. Pero yo únicamente puedo decir que he perdido mis anteojos, después de comprobar que no están en el sitio o los sitios donde suelo guardarlos. Pero para yo "ver" que mis anteojos no están tengo que tener mis anteojos puestos, por cuanto, sin anteojos, no veo.
¡Y pensar que a veces el tipo es pesimista!
No comprende que si las cosas no se arreglaran -siempre y solas- el mundo ya habría terminado hace...
No: el mundo no hubiese podido existir.

EL DEÁN DE SANTIAGO Y EL GRAN MAESTRE DE TOLEDO - Por EL INFANTE DON JUAN MANUEL

   Había en Santiago un deán que tenía muchos deseos de aprender el arte de la nigromancia, y oyó decir que don Illán de Toledo sabía de esto más que ninguno de su época; por tanto, fue a Toledo para aprender aquella ciencia; y el día que llegó a Toledo enderezó a casa de don Illán y lo halló que estaba leyendo en una cámara muy apartada; y luego que llegó a él lo recibió muy bien y le dijo que no quería que le dijese nada del porqué venía hasta que hubiese comido; y lo alimentó muy bien, y le hizo dar muy buen aposento y todo lo que hubo menester, y dióle a entender que le placía mucho estar con él.
   Después que hubieron comido, apartóse con él, le contó la razón por que había venido, y le rogó muy ahincadamente que le enseñara aquella ciencia, que él tenía muchos deseos de aprenderla. Don Illán le dijo que él era deán y hombre de calidad, y que podría llegar a gran estado, y los hombres que llegan a gran estado, cuando han resuelto todo lo suyo a la medida de sus deseos, olvidan muy presto lo que otros han hecho por ellos, y que él temía que en cuanto hubiese aprendido lo que quería saber, no le haría tanto bien como le prometía.
   El deán le prometió y le aseguró que cualquiera fuese el bien que recibiera, nunca haría sino lo que él mandase. Y en estas conversaciones estuvieron desde que hubieron comido hasta que fue hora de cenar. Y una vez que el pleito quedó muy bien asegurado entre ellos, dijo don Illán al deán que aquella ciencia no se podía aprender sino en lugar muy apartado, y que aquella noche le quería mostrar donde habían de estar hasta que hubiese aprendido lo que quería saber. Tomólo por la mano y llevólo a una habitación; y apartándose de las demás gentes llama a una criada de su casa, y le dijo que tuviese perdices para cenar esa noche, mas que no las pusiese a asar hasta que él se lo mandase.
   Dicho esto, llamó al deán, y entraron ambos por una escalera de piedra muy bien labrada, y fueron bajando por ella gran trecho, de suerte que parecían estar tan bajo que pasaba el río Tajo por encima de ellos; y cuando estuvieron al cabo de la escalera, hallaron alojamiento muy bueno en una cámara muy a propósito que allí había, donde estaban los libros y el estudio en que habían de leer. Luego que descansaron, estuvieron parando mientes en cuáles libros habían de comenzar a leer. Y estando ellos en esto entraron dos hombres por la puerta, y diéronle una carta que enviaba el arzobispo, su tío, en que le había saber que estaba muy enfermo y le mandaba rogar que, si lo quería ver vivo, fuese en seguida a donde él estaba.    Mucho pesaron al deán estas nuevas; lo uno, por la dolencia de su tío; lo otro, por el temor que tenía de dejar tan pronto su estudio; hizo sus cartas de respuesta y las envió al arzobispo, su tío.
   De allí a cuatro días llegaron otros hombres de a pie, que traían otras cartas al deán en que le hacían saber que el arzobispo había muerto, y que todos los de la iglesia querían su elección y confiaban por la merced de Dios que lo elegirían a él, y que por esta razón no se molestase en ir a la iglesia, pues mejor para él que lo eligiesen hallándose en otra parte, que no estando en la iglesia. De ahí al cabo de siete u ocho días vinieron dos escuderos muy bien vestidos y muy bien aparejados, y cuando llegaron a el besáronle la mano y mostráronle las cartas por las que le habían elegido arzobispo.
   Y cuando don Illán oyó esto, fue al electo, y le dijo que agradecía macho a Dios por estas buenas nuevas que llegaron a su casa: y pues tanto bien le hiciera Dios, le pedía por merced que el deanato que quedaba vacante lo diese a un hijo suyo; y el electo le dijo que le rogaba que consintiese en que aquel deanato lo tuviese un hermano suyo; pero que él le haría bien en la iglesia de suerte que quedase contento, y le rogaba que fuese con él a Santiago y llevase con él a su hijo; y don Illán le dijo que lo haría.
   Y se fueron para Santiago, y cuando llegaron allá fueron bien recibidos y con machos honores. Y cuando vivieron allí un tiempo, un día llegaron al arzobispo mandaderos del Papa, con cartas por las que le daba el obispado de Tolosa, y le concedía gracia para que pudiese dar el arzobispado a quien quisiese.
   Y cuando don Illán oyó esto, comenzó a rogarle, recordándole con mucho ahínco lo que con él había tratado, y pidiéndole por merced que diese el arzobispado a su hijo. El arzobispo le rogó que consintiese en que lo hubiera un tío suyo, hermano de su padre, y don Illán dijo que bien entendía que le hacía un perjuicio muy grande, pero que lo consentía con tal que le asegurase que lo enmendaría en adelante, y el arzobispo le prometió de mil maneras que así lo había, y rogóle que fuese con él a Tolosa y llevase a su hijo.
   Cuando llegaron a Tolosa fueron muy bien recibidos por los condes y cuantos hombres buenos había en la tierra. Y luego que hubieron vivido allí unos dos años, llegáronle mensajeros del Papa con cartas por las que el Papa le había cardenal, y le otorgaba la gracia de dar el obispado de Tolosa a quien él quisiese; entonces fue a él don Illán y díjole que pues tantas veces le había faltado a lo que con él conviniera, que ya no había lugar para ponerle excusa alguna por no darle alguna de aquellas dignidades a su hijo; el cardenal le rogó que consintiese en que hubiese aquel obispado un do suyo, hermano de su madre, que era hombre bueno y anciano; mas que pues él era cardenal, fuese con él a la corte, que habría mucho en que hacerle bien. Y don Illán quejóse mucho de esto, pero consintió en lo que el cardenal quiso, y fuese con él para la corte.
   Cuando allá llegaron fueron muy bien recibidos por los cardenales y cuantos en la corte Antología del cuento extraño estaban, y vivieron allí mucho tiempo; y don Illán, apremiando cada día al cardenal que hiciese alguna gracia a su hijo, el le podía sus excusas.
    Y estando así en la corte murió el Papa, y todos los cardenales eligieron a aquel cardenal por Papa, y entonces fue a él don Illán, y dijole que no podía ponerle mas excusas de no cumplirle lo que le había prometido; y el Papa dijo que no lo apremiase tanto, que siempre habría lugar de hacerle merced, según fuese razón, y don Illán comenzó a quejarse mucho de esto, recordándole cuantos cosas le prometiera, y que nunca le había cumplido alguna, y diciéndole que aquello recelara el la primera vez que con él habló. Y pues a aquel estado había llegado, y no le cumplía lo que le prometiera, ya no cabía esperar de el bien alguno.
   De este apremio se quejó mucho el Papa, y comenzó a maltraerlo, diciéndole que si más le apretaba le había echar en una cárcel, que era hereje y brujo, y que bien sabía el que no tenia otra vida ni otro oficio en Toledo, donde moraba, sino vivir de aquel arte de la nigromancia.
   Cuando don Illán vio cuán mal le galardonaba el Papa lo que por el había hecho, despidióse de el, y ni siquiera le quiso dar el Papa algo para que comiese por el camino.
   Entonces don Illán dijo al Papa que pues no tenía otra cosa de comer, tenía que volver a las perdices que mandara asar aquella noche; y llamó a la mujer, y díjole que asase las perdices. Y cuando esto dijo don Illán, hallóse el Papa en Toledo, deán de Santiago, como lo era cuando allá vino; y tan grande fue la vergüenza que tuvo, que no supo que decirle, y don Illán dijole que se fuese en buena ventura, que asaz había probado lo que había en él, y que se tuviera por desventurado si le hubiera dado parte de las perdices.