sábado, 17 de agosto de 2019

MAQUINISTA Por Juan Carlos Pirali

Al sonar el silbato de partida
la señal de vía libre le da paso.
Maquinista de horarios extendidos.
Ferroviario sin mengua en el destajo.

Es el ángel guardián de los viajeros
a través de los pueblos y los campos.
Conductor de veloz locomotora
que dispara con ritmo endemoniado.

En su mente se mezclan las memorias
del transporte de hacienda, piedra y granos.
Añoranzas de andenes y galpones,
Despedida, llegada, adiós y abrazos.

Mutaciones de modas y sistemas.
El progreso trazó su rumbo claro.
El fogón productor de la energía
Es tan sólo un recuerdo del pasado.

Fundamento de vida entre dos rieles.
Tolerante de inviernos y veranos.
Un regreso que a veces se dilata
y un hogar que lo aguarda en el retardo.

Como en juego lo tocan “panaderos”.
Desprendidos mensajes de los cardos.
Siempre atento cual firme centinela
obediente en el rumbo que ha marcado.

Apegado a su oficio, bebió leguas,
en continuo rodar, sierras y llanos.
Al final de los viajes ha reunido
un montón de  almanaques deshojados.

CANILLITA Por Juan Carlos Pirali

Un estilo de vida desde niño
pregonero  “alboral”, lucha sin tregua,
compromiso adquirido con sí mismo
por un trozo de pan para su mesa.
Bautizado por Sánchez, Canillita,
proletario incansable en su tarea,
en urbanas esquinas, día y noche,
estaciones de tren, cine, barrera.
El vocero de “Crítica”, “La fronda”,
“Rico Tipo”, “Nación”, “El Tony”, “Prensa”,
mensajero de notas agradables
y causantes de angustias y tristezas.
Cotidiano quehacer  en el destajo
sin reloj para almuerzos y meriendas,
un mezquino jornal por tanto esfuerzo,
es el pago que da la recompensa.
Un lenguaje especial ronda en su mundo;
diccionario inicial de pobres letras.
Una infancia sin tiempo para juegos
y un dejar la niñez sin darse cuenta.
La inclemencia del clima no es escollo
ante el sol agobiante no se arredra,
y en invierno con fuerza de gigante
hace frente a la escarcha mañanera.
Una vida templada en el trabajo
¡Canillita! su nombre qué bien suena,
por su digna labor y su modestia
se ha ganado la gloria de un poema.

La imagen Por Rafael Serrano Ruiz

En la esquina de mi calle
una farola ilumina el lugar.
Luz amarilla, espectral.

El sereno, con su chuzo
marcando las horas va
¡Las doce en punto y sereno!
todo en calma en el lugar.

Una pareja se arrulla
en lo oscuro de un portal
Si, te quiero,
¡como lo puedes dudar!
Vamos …que se hace tarde…
lo tenemos que dejar.
Y entre besos y jadeos
abandonan el lugar.

Una farola en la esquina
Iluminada por gas…
imagen de un mundo antiguo
Que siempre perdurará…

El Jubilado Por Héctor Gagliardi

Le dijeron: «Se jubila»,
después lo felicitaron;
y más tarde organizaron
en la infaltable cantina,
el adiós de una comida
con pergamino floreado,
que a peso por invitado
firmaron con tinta china.

Fueron llegando empleados,
ordenanzas y peones
que colmaban de atenciones
al flamante jubilado...
Todos muy bien afeitados,
luciendo esos trajes nuevos
que se llevan al empleo
cuando ya están más usados...

Hizo su entrada triunfal,
como siempre, el de la foto;
saca a unos pone a otros,
autoritario y teatral,
para lograr al final
después de cinco fracasos
sacudir de un fogonazo
el techo del restaurant.

Después, a lucir las flores,
que estaban sobre las mesas
y al repetir mayonesa,
lo mismo que los ravioles,
se aflojaron cinturones
y entre solapas con talco
el pollo pasó de alto;
por postre: café y licores.

Le pidieron de que hablara
al que estaba designado,
discurso que fue cortado
por el ruido a cucharas,
que los mozos levantaban,
alegando indiferentes,
que venían de suplentes
y a las once terminaban.

El orador, como siempre,
derrochaba generoso
esos "seréis" y "vosotros"
que se escuchan tantas veces,
donde se ahogan las eses
por el peso del menú,
y terminan con "salú"...
«¡Qué la disfrute con suerte!»

Más tarde, al tomar de más,
sacando el jugo al cubierto,
el sucesor de su puesto
fue figura central...
Una miguita de pan
y después... un pan entero...
y al rato, sección "Interno"
se peleaba con "Central"...

Y entre vítores y aplausos
el jubilado aturdido,
salió con el pergamino
apretado bajo el brazo.
La calle tenía raso
y la luna era de harina
y la Recova escribía
las "emes" sobre el asfalto.

Sin saber lo que sentía
abandonado a si mismo,
rodaba por los abismos
que hacía tiempo presentía...
El Domingo... pasaría
ese día no contaba
pero el Lunes debutaba
como actor de la Rutina.

Sería ese jubilado
que hasta en su casa molesta,
tendría que hacer la siesta
aguantar a los de al lado,
ir a misa y al mercado
ayudar a su mujer,
pintar, podar y barrer...
y no fumar demasiado.

Conformarse con dolor
en ser otro "Don" del barrio,
y pasarse con el diario
leyendo en el corredor.
Y ser, para el vendedor
de colchas o de tomates,
el anónimo marchante
del nueve cincuenta y dos.

Pasó de activo a pasivo
en el mayor de la vida
al jubilarse se archivan
los desengaños sufridos....
Cruel desquite del Destino,
que al darle su independencia
se cobra en indiferencia
un descanso merecido.

Y apretado al pergamino
allá sigue el jubilado,
como un "ex" que ha diplomado
la ironía del Destino.
Un alerta de suspiros
trae el aire centinela
y parece una diamela
la luna mirando al río.